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Autor: Bruno Leandro Ponferrada

Profesor en Filosofía y Técnico en la Gestión de Recursos Humanos


La trata de personas como pandemia silenciada: de la banalidad del mal a la responsabilidad
colectiva

La palabra “pandemia” por definición sustantiva, se refiere a una enfermedad infecciosa que
afecta y se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o
región. Sin embargo, por definición nominal etimológica, “pandemia” procede de la expresión
griega πανδημια, que aúna “pan” -todo-, “demos” -pueblo- y el sufijo “-ia”, que hace alusión a
una cualidad. Esto significa que, “pandemia” también hace referencia a una situación, no
específicamente solo una enfermedad infecciosa, que afecta a la comunidad entendida como
un todo.

Este es el sentido en que se aborda la trata de personas en el presente artículo; dado que se
considera que es una problemática de carácter comunitario que, por ende, afecta a la mayoría
de la población de las naciones entendidas como un todo, es decir, como una comunidad global.

Esto bien lo muestra el Informe Mundial sobre la Trata de Personas del 2020 de la Oficina de
las Naciones Unidas contra la droga y el delito, el cual señala nítidamente que el delito de trata
de personas afecta a prácticamente todos los países de todas las regiones del mundo.
Exponiendo que entre 2018 y 2019:
(…) se pudo registrar 534 flujos de tráfico diferentes. Más de 120 países informaron
haber detectado víctimas de más de 140 países de origen diferentes. Sin embargo, es
probable que algunos flujos no han sido detectados por las autoridades nacionales, y la
difusión de la trata de personas puede ser más complejo que lo que surge de este análisis.
(UNODC (2020), Global Report on Trafficking in Persons; pp. 54)

Entendiendo por “flujo" (figura 1), una combinación de un país de origen y uno de destino
donde al menos 5 víctimas se detectaron durante el período considerado.

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Esto pone de manifiesto el carácter pandémico de la trata de personas, es decir, reconocer
que, si bien la problemática afecta a unos miembros determinados de la comunidad, la redes
que va formando intra y transnacionalmente genera un daño que trasciende la esfera civil y
nacional teniendo implicancias a nivel global.

Ahora bien, se denomina pandemia silenciada ya que la organización criminal de los tratantes
pretende simular a la trata de personas como un “servicio” dirigido a satisfacer necesidades. Los
crímenes atroces que quieren simular como servicios son: la explotación de la prostitución ajena
u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las
prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos (Cfr. Convención de
las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional (2000); Protocolo de
Palermo; art. N°3). De manera que, los tratantes procuran cuidadosamente silenciar el carácter
problemático de la trata de personas, recurriendo a un proceso de silenciamiento integrado por
sus propios “agentes”: los victimarios, el víctimizante y el público; y la “mercancía”: la víctima.

El rol que desempeña cada uno de estos “agentes” en este proceso de silenciamiento,
constituye el modo en el que la organización criminal de los tratantes pretende silenciar el
carácter problemático de la trata de personas. Iniciando con el victimario, que somete, obliga y
recibe las ganancias económicas o la mayor parte de ellas, producto de la explotación, silencia a
la víctima, dañando el elemento integral de la comunicación y expresión humana: su palabra, su
expresión, que permite la interacción entre el yo y la comunidad; al mismo tiempo que él mismo
se silencia para ocultar el modo en el que obtiene la “mercancía”. El víctimizante, también
conocido como cliente o usuario, es quien adquiere el servicio a cambio de un pago; este juega
un papel fundamental, no sólo porque constituye la demanda, sino por su interacción directa
con las víctimas y su papel delictivo. Del mismo modo, que el caso anterior, este recurre a un
doble silenciamiento, primero silencia su facultad de tomar postura valorativa en asuntos
humanos en los que no cabe un conocimiento objetivo y luego silencia a la víctima al cosificarla
como mercancía. La víctima es silenciada en dos sentidos, primero por la coacción del victimario,
el cual atenta contra su permanencia en el mundo, excluyéndola de la espontaneidad de la
palabra, su comunicación y expresión, segundo, el víctimizante la priva del acto primordial de la
especificidad humana, el cual es reconocerse como “alguien” y no como “algo”. El público, este
es el que voluntaria o involuntariamente observa situaciones de trata de personas mediante la
prostitución, pornografía, explotación laboral, entre otros; a este pertenece gran parte de la
población que, de manera intencional o accidental, observa que se da la trata de personas en
lugares de ámbito privado y público, pero que silencia directamente el carácter problemático de
la misma al silenciar su propia facultad de juicio que le permite valorar la trata de personas como
un daño en contra de la espontaneidad de la palabra, la acción comunicativa y especificidad
humana.

De esta forma, la pretensión de la organización criminal de los tratantes de silenciar


sistemáticamente el carácter problemático de la trata de personas, lleva a la progresiva
naturalización de ésta como un servicio dirigido a las satisfacciones de necesidades.

Sin embargo, esta progresiva naturalización se puede evitar haciendo audible la trata de
personas como lo que es, una problemática y no un servicio. La responsabilidad de esto es
colectiva, siendo necesario superar la banalidad del mal, que en palabras de Hannah Arendt,
impide pensar:
No, Eichmann no era estúpido. Únicamente no ejercer el pensamiento―que en modo
alguno podemos equiparar a la estupidez― fue lo que le predispuso a convertirse en el

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mayor criminal de su tiempo. Y si bien esto merece ser clasificado como «banalidad» (…)
también es cierto que tampoco podemos decir que sea algo normal o común. (Arendt H.
(2003); Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal; Ed. Lumen;
España, Barcelona; pp. 260)

El organizador inteligente que tiene en la cabeza todos los cálculos relativos, medios, recursos,
tiempos y reglamentos no tiene, o no se permite tener, un pensamiento. Y es que pensar
consiste, antes que nada, en detenerse sobre la experiencia vivida y en atender al sentido de lo
que ocurre, de lo que uno hace y de lo que ve hacer ( Crf. Arendt H. (2007); Responsabilidad y
Juicio; Ed. Paidós; 1° ed.; España, Barcelona; pp. 110)

Aplicado a la trata de personas, se puede interpretar que los “agentes silenciadores” del
proceso de silenciamiento de la trata, victimario, víctimizante y público, han silenciado su
pensamiento, que se expresa en el diálogo y juicio valorativo del yo consigo mismo acerca del
significado de lo que pasa y de lo que existe, por tres razones. En primer lugar, para el olvidar el
crimen cometido, evitando de esa manera el descubrimiento y el castigo. En segundo lugar, al
no pensar, no recuerdan en profundidad lo que ha pasado, de modo que eluden el
remordimiento de su crimen. En tercer lugar, al silenciar su pensamiento, no ejercen el diálogo
íntimo consigo mismo por el que se reconocen como dos-en-uno, y el que a la vez les permite
abrirse a la alteridad, entablar diálogos con otro yo y elaborar juicios valorativos. Esto los lleva,
en consecuencia, a negar y silenciar la especificidad humana de las víctimas.

Por lo tanto, se infiere que como acción para “audibilizar” la problemática de la trata de
personas se debe estimular a los miembros de la comunidad global para que abandonen esa
ausencia total de pensamiento, juicio y empatía hacia los otros, ya que esto no es lo normal y lo
común. De tal manera que se dé lugar a una responsabilidad colectiva por la cual los individuos
no solo sean responsables de sus actos personales, sino también de las decisiones que tomen
en la esfera pública, de sus abstenciones y de todo lo que suceda, social y políticamente, a su
alrededor con relación a los otros en un espacio público compartido. Esta categoría de
responsabilidad colectiva es un fuerte llamado a los individuos a asumir la dimensión política
que tienen como ciudadanos para constituirse como “agentes de cambio”.

Para denunciar casos de trata de personas:

Llamar: las 24 hs. del día los 365 días del año a línea 145.

Whatsapp: las 24 hs. los 365 días del año 11-6546-0580.

Fuentes

Arendt H. (2003); Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal; Ed. Lumen;

España, Barcelona; pp. 260-275; Recuperado de:

https://www.dropbox.com/s/876smp662sgqwo7/Eichmann%20en%20Jerusale
n.%20Un%20estudio%20acerca%20-%20Hannah%20Arendt.pdf?dl=0.

------------- (2007); Responsabilidad y Juicio; Ed. Paidós; 1° ed.; España, Barcelona; pp. 96, 97, 110,
113,159.

Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional (2000);

Protocolo de Palermo; art. N°3; Recuperado de:

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Autor: Bruno Leandro Ponferrada
Profesor en Filosofía y Técnico en la Gestión de Recursos Humanos
https://www.ohchr.org/documents/professionalinterest/protocoltraffickinginp
ersons_sp.pdf

Oficinas de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (2020); Informe Mundial sobre la Trata

de Personas; Recuperado de: https://www.unodc.org/documents/data-and-


analysis/tip/2021/GLOTiP_2020_15jan_web.pdf

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