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ISBN 978-950-808-672-3
ISBN: 978-950-808-672-3
CAPÍTULO I
La innovación educativa
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1.1. Innovación NO
(¿qué no es innovación?)
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innovador, que lo es, sino que conviene, por lo que a continuación seña-
laremos, que no mezclemos las cosas.
La experiencia nos enseña que, entre nuestros colegas, hay profesores
más reacios que otros a garantizar su implicación efectiva en un proyecto
concreto. No suele ser gente proclive a manifestar una disponibilidad fácil
a participar en las diversas iniciativas de cambio que periódicamente van
surgiendo en los centros o son impuestas desde la Administración Educa-
tiva. Las causas pueden ser muy variadas.
Es frecuente encontrarse con profesores que son muy renuentes al
cambio. Sobre todo cuando no ven claro que lo nuevo que se propone
vaya a mejorar lo que ya había, o cuando entienden que la mejora previ-
sible resulta muy descompensada con respecto al esfuerzo suplementario
que requiere la nueva iniciativa. O porque no están en un buen momento
personal o profesional como para afrontar retos nuevos. En esos casos,
suelen preferir seguir haciendo las cosas como las venían haciendo y
evitan, en lo posible, introducir cambios. Prefieren hacer bien las cosas
que saben hacer a hacerlas de modo distinto. Y, en principio, parece una
postura respetable. Cualquiera de nosotros que necesitara acudir a un
médico es probable que valorara más su capacidad profesional que el
hecho de ser un/a médico muy innovador. Con los profesores y los centros
escolares pasa un poco lo mismo.
Por supuesto, este intento de desmitificación conceptual no debe ser
tenido como una defensa del inmovilismo. Ni tampoco como una desesti-
mación de la innovación. Ni una cosa ni otra entran en nuestro plantea-
miento. Pero un cierto relativismo con respecto a la idea de innovación
creo que resulta muy importante. Nos parece importante tal relativización
porque de ella se pueden extraer cuatro consecuencias de gran calado en
lo que se refiere a la dinámica y progresión de los procesos de innovación
en los centros escolares:
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d) Nos conduce a una posición más “neutra” con respecto a las inno-
vaciones e iniciativas de cambio en los centros escolares. Quienes
nos adherimos a ellas lo hacemos convencidos de que esa es una
“buena opción” para la mejora de la enseñanza que estamos
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De todas maneras, que quede claro que esta defensa de una visión
“amigable” y “constructiva” de la innovación tiene como único sentido la
evitación de que la “innovación” se convierta en un factor de ruptura insti-
tucional y de incomunicación entre colegas. Algunos expertos han defen-
dido ese planteamiento (la innovación como “denuncia” y como “ruptura”
cuasi revolucionaria) que nosotros no compartimos. Es cierto que toda
innovación trae consigo conflictos, puesto que cualquier cambio supone
romper con estructuras anteriores para crear otras nuevas y eso nunca es
algo fácil. Pero ya tenemos bastante con afrontar el conflicto y los proble-
mas que generan las innovaciones como para suponer que, además de eso,
podamos también cargar con la tensión que genera la descalificación y
ruptura con los colegas menos dispuestos a colaborar.
De todas maneras, déjennos insistir, una vez más, en que esa virtual
“neutralidad” no debe ser confundida con el “laisez-ferismo”, con que
todo dé igual e incluso con la defensa de la pasividad y desinterés. La idea
que hemos tratado de reflejar aquí es que la innovación, en cuanto
compromiso global con la mejora constante de nuestro trabajo, es algo
que nos afecta a cuantos participamos en la enseñanza, desde los sujetos
a las instituciones. La innovación, en cuanto implicación personal en
experiencias concretas de cambio, es algo que dependerá de nuestro mejor
criterio profesional. Y también, sin duda, de otros aspectos secundarios
pero que adquieren una importancia básica en el ámbito relacional: simpa-
tía con los promotores de la experiencia, contexto personal-familiar y/o
profesional en que nos encontremos en ese momento, factores coyunturales
diversos, etc.
A veces, aunque nos parece interesante la renovación que se nos
propone y nos encantaría participar en ella, nos damos cuenta de que
siendo realistas no estamos, en ese momento, en condiciones de participar
por todo el conjunto de razones antes señaladas. Algunas personas acep-
tan esto con normalidad y lo dicen abiertamente. Otras sienten reparos en
confesarlo (en parte por el sentido moralizador al que antes aludí: si lo
confesaran parecerían “malos profesores/as”, gente que se preocupa poco
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1.3. Innovación SÍ
(¿qué sí es innovación?)
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Dicho todo lo anterior sólo nos queda concluir esta pequeña reflexión
sobre lo que sí es innovación señalando lo que en nuestra opinión son
cuatro elementos necesarios para que toda innovación educativa vaya
bien. Ni siquiera estas condiciones garantizan que la innovación supere
todas las dificultades que se opondrán a su florecimiento, pero sí dan pie,
al menos, a un pronóstico aceptable.
• Estructura
El primero de esos recursos básicos se refiere a modificaciones en la
estructura del centro escolar: una vez puesta en marcha la innovación
hay que introducir aquellos reajustes en la estructura (organizativa y
de funcionamiento) que hagan posible el desarrollo de la innovación
y que constituyan su punto de anclaje institucional, su soporte.
Las innovaciones no sobreviven, suele decirse, si no hay “quien las
defienda”. Y suele ser cierto. Por eso suelen nacer más fuertes las
iniciativas personales o de un pequeño grupo que las iniciativas
institucionales: las primeras tienen un “grupo de promotores” que
las vive como algo propio y las defiende y se esfuerza por ellas hasta
donde haga falta.
Otro tanto cabe decir de las “estructuras de apoyo”: para que acabe
prosperando una nueva propuesta de coordinación es preciso que
haya coordinadores y que éstos/as funcionen; para que sobreviva un
programa de bilingüismo o una experiencia de integración es
preciso que las propuestas no queden difuminadas en el conjunto de
instancias que constituyen la estructura institucional. Es importante
que alguna de esas instancias, o una nueva creada al efecto, se haga
cargo de hacer un seguimiento de la iniciativa y de resolver las posi-
bles dificultades que se vayan produciendo.
Aparte de estas estructuras ad hoc, conviene recordar también que
algunos de los componentes de la estructura organizativa de un
centro escolar constituyen factores de gran influencia en la “poten-
cia innovadora” de ese centro. Baste citar aspectos tales como el
liderazgo, las estructuras de coordinación, la cultura institucional,
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• Información
El segundo de los elementos a recordar es el de la información. Sobre
todo en las primeras fases de las innovaciones es preciso consumir
mucho tiempo en informar: son precisas muchas reuniones para que,
incluso los menos metidos en el proceso, sepan de qué va la cosa y
puedan, si quieren, participar en ella.
Algunos profesores y profesoras innovadores se desesperan por la
lentitud de las primeras fases y por la gran cantidad de tiempo que
se pierde discutiendo cuestiones aparentemente sin importancia y
dando explicaciones. En ocasiones así es pero, pese a todo, resulta
muy importante mantener esa condición. Que nadie pueda excu-
sarse diciendo que no sabe, que no está enterado.
Aparte de que, con más frecuencia de lo que solemos pensar, ese
mismo proceso de información higieniza y mejora el propio
proyecto. Lo libera de algunas impurezas referidas a los “intereses
implícitos” que se hayan podido colar en él. Y permite incorporar
sugerencias que otros colegas, al ver las cosas desde otros puntos de
vista y con menos entusiasmo que los promotores, suelen estar en
condiciones de aportarnos. Las reuniones y discusiones colectivas
hacen el efecto de expandir las ideas y, a la vez, de implicar, directa
o indirectamente, a más gente en el proyecto. Así se está en mejores
condiciones para hacer avanzar la iniciativa hacia un marco menos
individual o de grupo y más institucional.
• Evaluación
El tercero de los recursos básicos de las innovaciones es la evalua-
ción. Ya nos hemos referido a la importancia de la evaluación en otros
apartados anteriores. Baste recordar aquí que sólo a través de la
evaluación estamos en condiciones de tener una idea clara y sistemá-
tica de cómo van yendo las cosas. Cualquier decisión relacionada con
la continuidad o no de un programa, con la conveniencia o necesidad
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• Formación
Finalmente, el cuatro de los recursos de innovación es la formación.
No hay innovación posible sin formación. Y más que formación
general, que también puede influir aunque sólo sea indirectamente,
es preciso contar con formación específica para llevar a cabo esa
innovación.
No es esperable que los profesores lleguemos a hacer cosas diferen-
tes de las que veníamos haciendo sólo así, por un acto de voluntad
o por una encomienda más o menos institucional. Lo primero que se
precisa para hacer cosas distintas es, sin duda, querer hacerlas y ahí
está el componente actitudinal. Pero, además de querer hacer algo,
es preciso saber hacerlo, y eso sólo se consigue a través de la
formación. En ese sentido, lo deseable sería que toda propuesta de
innovación incluyera siempre una propuesta paralela de formación
para la innovación (en general) y para ésa en particular. Nadie duda-
ría de una afirmación de este tipo en cualquier otro ámbito de actua-
ción profesional o laboral (a ningún técnico de un taller le van a
encomendar que opere sobre un aparato o una aplicación o un
proceso de última generación sin formarle previamente para
hacerlo). En educación, a veces creemos (o creen de nosotros) que
podemos hacer cualquier cosa novedosa sólo porque alguien decida
(incluidos nosotros mismos) que debe o quiere hacerlo.
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