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Sería contrario a la bondad divina que las ideas que yo percibo como
recibidas de un mundo exterior no
Correspondieran con nada real exterior a mí mismo. Como estoy seguro de
que Dios no me engaña, dudar de la existencia del mundo externo y de mi
cuerpo es exagerado.
Una tesis curiosa, que enuncia hacia el final de la sexta meditación, es que,
aunque tengo que ir con cuidado con mis juicios y no precipitarme, en lo
esencial me puedo fiar de lo que la naturaleza me enseña porque la
naturaleza, considerada en general, no es otra cosa que Dios mismo, y Dios
no me engaña.
Pero bueno, lo suyo está en ver que aunque los sentidos me han engañado
alguna vez, bueno, el error no es lo común y, además dispongo de un método
que, si lo sigo a rajatabla, me evita el error. Y como Dios no me engaña, me
puedo fiar de mi conocimiento.