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Francesca CAMURATI
A partir de finales del siglo XIX, en las artes y las letras europeas se
empieza a dar lo que se podría definir, de manera muy simple, como la
puesta en escena de los hechos de la modernidad.
La literatura se hace cargo de las alteraciones temporales y de la
fragmentación espacial. El poema «Zona» de Guillaume Apollinaire es un
ejemplo de cómo en 1912 la percepción de la discontinuidad y de la
simultaneidad de la vida en la ciudad moderna ha influido en la ruptura
de los cánones poéticos preexistentes.
Las chicas de Flores tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas
de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas
en un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus
estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas
de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de
hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas
desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas -empavesadas como
fragatas- van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen
palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen
como luciérnagas.
Salen unos ojos pantanosos, con mal olor, unos dientes podridos por
dulzor de las romanzas, unas piernas que hacen humear el escen
(«Café-concierto»)
Brazos.
Piernas amputadas.
Cuerpos que se reintegran.
Cabezas flotantes de caucho. («Croquis en la arena»)
" «La escena urbana, que para Girondo es una naturaleza, no tiene historia, en
consecuencia nada puede perderse ni convertirse en objeto de evocación: el presente es
más extenso que el pasado; lo que se ve cubre y obtura lo que otros poetas construyen
como recuerdo.» Sarlo, [1988] 2003: 63.
Bibliografía