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Bacon

De este libro comentaré las líneas centrales del capítulo cuatro: “El cuerpo, la
carne animal y el espíritu, el devenir-animal”. Antes de entrar en detalle sobre estos
temas, Deleuze realiza un recorrido a partir de la ruptura de la representación-narración, a
fin de ubicar en el centro del análisis al cuerpo como Figura, y como componente de la obra
de Bacon a las cabezas como espíritu animal del hombre.

En la primera página del libro el autor declara: “La pintura no tiene ni modelo por
representar, ni historia por contar” (Pág. 4). Y es por ello que sólo se puede “escapar” de
lo figurativo por la forma pura (abstracción) o por extracción o aislamiento. Bacon acciona
en esta dirección, por medio de las figuras acopladas y de los paneles separados de sus
trípticos, que más allá de que mantienen una fuerte relación entre sí, no cuentan historia
alguna.

Abocado al análisis del pintor, Deleuze subraya la existencia de dos movimientos:


el que va de la estructura material a la Figura, y otro, contrario a aquel, de la Figura hacia la
estructura material. La Figura es el cuerpo, que hace esfuerzos para devenir Figura. Es en
el cuerpo, como fuente del movimiento donde pasa algo. El cuerpo se esfuerza para
escapar de sí mismo, a través de espasmos. “Toda la serie de espasmos…es de ese tipo,
amorcillos, vómito, excremento, siempre el cuerpo que intenta escapar por uno de sus
órganos, para reunirse con el color plano, la estructura material…Y el grito, es la
operación por la cual el cuerpo entero escapa por la boca. Todos los impulsos del cuerpo”
(12). “La figura no es solamente el cuerpo aislado, sino el cuerpo deformado que se
escapa” (13)

Bacon es un retratista que pinta cabezas (que son parte de los cuerpos), y no rostros
(que se “deshacen” ante aquellos). La cabeza es “soplo corporal y vital, un espíritu
animal, el espíritu animal del hombre: un espíritu-cerdo, un espíritu-búfalo, un espíritu-
perro, un espíritu-murciélago” (Pág.14). La cabeza del hombre es reemplazada por un
animal a través del trazo, generando una zona de indiscernibilidad, de indecidibilidad entre
ambos. El hombre deviene animal, y el animal deviene espíritu espíritu físico del hombre.
Deleuze hace hincapié en otras pinturas de Bacon: una columna vertebral
correspondiente a una figura contorsionada cabeza abajo, expresando la tensión de la carne
y los huesos oponiéndose, en lugar de componerse estructuralmente: “En la carne animal
se diría que la carne desciende de los huesos, mientras los huesos se elevan de la carne…
Para Bacon como para Kafka, la columna vertebral no es más que la espada bajo la piel
que un verdugo ha deslizado en el cuerpo de un inocente durmiente” (Pág. 15)

Bacon escapa de lo figurativo, pinta cabezas como espíritus de lo humano, pone en


tensión la carne animal y los huesos, columna vertebral de inocentes acechados, de vidas no
vivibles. Y aparece la piedad. Cito a Deleuze:

“¡Piedad por la carne animal! No hay duda, la carne animal es el objeto de la más
alta piedad de Bacon, su único objeto de piedad… La carne animal no es una carne
muerta, guarda todos los sufrimientos y toma sobre si todos los colores de la carne viva.
Tanto de dolor convulsivo y de vulnerabilidad, pero también de invención encantadora, de
color y de acrobacia. Bacon no dice "piedad por las bestias", sino más bien todo hombre
que sufre lo es de la carne animal. La carne animal es la zona común del hombre y de la
bestia, su zona de indescirnibilidad, es ese "hecho", ese estado en que la pintura se
identifica con los objetos de su horror o de su compasión” … “¿Qué hombre
revolucionario en arte, en política, en religión o en no importa que, no ha sentido ese
momento extremo donde no era más que una bestia, y devenía responsable, no de los
terneros que mueren, sino frente a los terneros que mueren? (Pág.16).

A su vez, Deleuze cita a Bacon: "He sido muy tocado siempre por las imágenes
relativas a los abatidos y a la carne animal, y para mi ellas están ligadas directamente a
todo lo que es la Crucifixión... Seguramente, somos de la carne animal, somos carcazas en
potencia. Si voy a un carnicero, siempre encuentro sorprendente que no esté ahí, en el
lugar del animal" (Pág.16).

Deleuze agrega en su análisis de obra a la boca abierta, y al propio interior de esa


boca, que deja de ser un órgano particular para devenir un agujero por el cual el cuerpo
entero escapa a través del grito, como expresión de la inmensa piedad que entraña la carne
animal en su íntima relación con la cabeza. “La cabeza-carne animal, es un devenir-
animal del hombre. Y en ese devenir…la Figura tiende a reunirse con la estructura
material” (pág. 18). Es el espíritu del hombre en su simbiosis animal que posibilita, a
través del movimiento dentro en campo pictórico, la ruptura de la representación-
narración-ilustración.

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