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ManuelUgarte.
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flexiva sobre la profesión que caracteriza a los cscritorer-;
panoamericanos de la época, como es el caso, en el Río dP
Plata, de Manuel Gálvez, Horacio Quiroga o LeopoJdo Lugoncs.
Circulan en esta época tanto la teoría generacional que Or-
tega y Gasset elabora ~n el período de la entregucrra en En
torno a Galileo (1933) (Ortega y Gassct 1964 V: 29-66), como los
postulados de la historiografía literaria alemana sobre el tema.
Seguramente Ugarte tuviese conocimiento de Los generacio-
nes literarias de Julius Petersen y de sus principio::, organi-
zativos: el nacimiento en el mismo año, la homogcn..;1dad en la
formación, las relaciones personales r¡ue lle\a u a-.;urrir ~ c;uc;
integrantes la conciencia de una comunidad, la vivencia de un
acontecimiento histórico común, la existencia de un lenguaje
compartido, la voluntad de liderazgo y el anquilosamiento de la
generación precedente. 4 Con todo, Ugarte implementa catego-
ías ad hoc para definir al grupo que había intentado colocar a
cultura hispanoamericana en el concierto cosmopolita .. Estos
asgas comunes son: la expatriación por razones políticas o por
·ncompatibilidad con el medio, la consecuencia y continuidad
con los precursores, la búsqueda de una literatura nueva, la
necesidad de profesionalización, la defensa de un programa
iberoamericanista que regularmente coincide con una concien-
cia antiimperialista, la intervención pública en los sucesos de
la época y, finalmente, un desenlace prematuro o trágico. Todas
las condiciones parecen calcadas en sus propias circunstancias,
inclusive la última, que puede ser leída como una anticipación
autobiográfica, ya que U garte muere a causa de un escape de
gas en su residencia de Niza en 1951 y la sospecha de su res-
ponsabilidad sobre este acto lo relacionan con la decisión que
tomaron muchos de sus pares y amigos generacionales.
"Existencias atormentadas" es uno de los tantos modos dra-
máticos de connotar estos destinos migrantes, orienta nd0 la
lectura hacia el mismo campo semántico de tragedia Y desven-
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tura, la trama argumental central de esta biografía grupal. La
estrategia discursiva consiste en dar una épica de la pérdida al
grupo que se afianza sobre la idea de una "generación malogra-
da" o "generación vencida", sintagmas que remiten a la lost
generation norteamericana, con su espacio de confluencia tam-
bién en París. En esta construcción, U garte proyecta al conjun-
to la decepción de su propia experiencia, marcada por la exclu-
sión, el descrédito y el destierro, situaciones que siempre adju-
dicará a "la insidia, la trampa y la mala fe", como dirá en El
dolor de escribir. 5 A partir de este estigma, U garte sostendrá la
tesis de la productividad del destierro al decir que la mayoría
de estos escritores "dio su mejor fruto en el extranjero", aleja-
dos de los valores jerárquicos, cerrados o limitados del medio
intelectual americano. El viaje a Europa es además el disposi-
tivo para que las historias individuales se intercepten en un
relato mayor cuyo sentido podrá desentrañar el biógrafo
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generacional. Dos fragmentos permiten acceder a la nómina y
el alcance atribuido a esta migración:
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(l951: 23) que organiza un campo de identidad, el "nacionalis-
mo iberoamericano" (1951: 206). Entre las varias narraciones
continentales finiseculares articuladas sobre amalgamas cul-
turales (hispano, latino, ibero), Ugarte acude al iberoame-
ricanismo advirtiendo que esta conjunción expresa una "nueva
emoción", es decir, fundamenta su elección sobre elementos de
orden afectivo que recuperan un pasado común, como todo dis-
curso formador de comunidades (Anderson 1993). Al mismo
tiempo, es una formación "cosmopolita" que rechaza lo regional
así como el falso apego a las culturas del criollismo, indigenismo,
costumbrismo o localismo, con las que U garte establece una
distancia polémica.
El grupo migrante opera una reconquista del espacio euro-
peo ignorando las nacionalidades particulares para establecer
otros campos simbólicos, como ese nuevo dominio Paris-Madrid,
sobre el cual se proyecta un siste~a itinerante, con un "punto
de partida" o plataforma (Madrid) y una meta_ o espacio de rea-
lización (París). La polaridad de la zona demarcada entre estas
dos ciudades corresponde a esa situación migrante de "estar
eintre",en este caso, redoblada, ya que la ínter-territorialidad
no solo está tensionada entre el aquí (extranjero) y el allá (pa-
tdo-continental) sino también depositada en coordinadas mó-
Jj.lesdonde se e11tablece, provisoriamente, un espacio de opera-
W.- culturales oonjuntas. Los desp,lazamientos en el viejo
conceden una repentina famili.aridad, traducida en
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culturas y acceden, por primera vez de modo generalizado y
democrático, al viaje como experiencia de formación letrada.
Frecuentan los lugares de descanso, Niza, los lagos suizos,
Mallorca, las playas francesas, de Dieppe hasta Arcachon. Al-
gunos viajes son turísticos, de reposo o terapéuticos -Darío hace
su "italoterapia", siguiendo los pasos de Goethe-, pero también
el trabajo de corresponsal los lleva a destinos tan dispares como
Inglaterra, Rusia o Argel.
Como advertimos, en la memoria de su generación, U garte
recurre con frecuencia a la retórica de la defensa, como si cons-
tantemente debiera refutar una acusación asentada en los car-
gos de ser "desertores", "epicúreos" o "parásitos". Excluye, igual-
mente, toda atribución de oportunismo político, ambición de
dinero, apetencia de gloria o arribismo de cualquier tipo. Por
eso construye la identidad grupal con elementos de la bohemia,
que si bien es un tanto démodé para la época, mantiene cierta
pervivencia en el imaginario de los escritores: "Llegamos a Pa-
rís cuando la Vie de Boheme de Murger era una especie de Bi-
blia para los jóvenes" (1951: 27). De allí el desinterés por el
dinero, el rechazo hacia toda consagración espuria u oficial, o
cualquier concesiól'l al filisteísmo "Ninguno aspiraba a merecer
la aprobación burguesa." (1951: 22). Las consignas, por el con-
trario, se concentran en la profesionalización y la autonomía
que la existencia de un mercado (editorial, de la prensa, de las
revistas) garantizaba al escritor en Europa:.
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Esa responsabilidad profesional compromete la misión so-
cial del escritor, uno de los caracteres centrales de la nueva
figura de intelectual impulsada por Ugarte, quien, desde sus
años porteños, había rechazado la faz decadente y afrance ada
del modernismo, así como la concepción torremarfilista del es-
critor. Primero, en sus colaboraciones en la Revista Nacional ,
dirigida por José Rodó y Víctor Pérez Petit y después desde la
dirección de La Revista Literaria (1895-1896), donde da lugar a
una polémica de Francisco Moreno con Darío por la publicación
de Los raros, se aproxima a la poesía social de Almafuerte y a
las elecciones políticas de Ghiraldo. 7 En Europa y en contacto
con Ana tole France, Jean J aures, Emile Zola, Henri Barbusse
-con quien comparte el viaje a Rusia de 1927- su ideología de
escritor termina de cristalizarse. La experiencia en las gran-
des metrópolis y centros europeos le ofrecen el modelo de inte-
lectual con intervención en la vida pública que adoptará para
sí y hará extensivo a su grupo generacional. En Visiones de
Espaiia (1903) sostiene que, después del prolongado reinado
del simbolismo, las nuevas corrientes del arte -el naturalismo
el humanismo y el arte social- impulsan a "vivir con la época",
de allí que el escritor deba ser el traductor de la mentalidad de
su tiempo. Citando a Remy de Gourmont en Le Probleme du
style para quien "una forma general de sensibilidad se impone
a todos los hombres de una misma época", U garte asienta e ta
nueva sensibilidad sobre tres principios: la democracia, la na-
turaleza y la sinceridad. La tendencia hacia la naturaleza im-
plica una nueva elección de objetos y una superación del arte
"artificial y enfermizo que dominó en Francia hacia 1880". La
•
sinceridad debe llevar al escritor a aban d onar l a ••po. e" - el dan-
dismo tan cultivado en el período precedente - Y optar por la
sencillez, podríamos decir, una nueva pose tolstoiana. Sobr la
orientación democrática, añade:
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• Cada 10 • d'1v1
'd uo e mpuJ·a personalmente hacia
. ese fin.
. .
Hacia la democracia. . d . otros obran al margen, sm admitir
• 1 partidos avanza os, . , .
Unos se ahstan
•, en todos
os combaten e 1 a tavismo guerrero, la t1rania del capital
clasificac1on; pero . . as declamaciones y entran de lleno en
l• • No se limitan a van . .
y el poder re 1gioso. . d' d
'b en penó icos e 1uc , ha dan conferencias en las Univers1-
la batalla; escn en se mezclan a 1 pue blo que después retratan y enaltecen en
l Y
dades b popuEares, l grandes agi·t ac1ones
. (lo hemos visto en el asunto Dreyfus)
sus o ras.
ocupan n as
resueltamente su pues to de combate. y son. al propio tiempo que bue-
nos artistas, excelentes ciudadanos. (Ugarte 1904. 158)
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sostiene que las conquistas modernas se apoyan en la "hege-
monía industrial capitalista" y son ratificadas por las armas
sólo cuando ya están afianzadas por estrategias económicas y
políticas. El concepto del imperalismo moderno es muy recien-
te, así dice Eric Hobsbawn:
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la revisión del caso Dreyfus. 14 La carta abierta de U garte a
Wilson constituye uno de los gestos de exhibición y confronta-
ción que practicaron los intelectuales migrantes del novecien-
tos, corno antes lo había sido el poema-interpelación de Darío
"A Roosevelt", de Cantos de vida .Y esperanza. La exterioridad '
fue la condición de estos posicionamientos.
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