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LA ENVIDIA ES UNA VIRTUD DEMOCRÀTICA

ELDER ENRIQUE BRITO COBO

JOSE DANIEL HERRERA CARRASCAL

KAROL JOHANYS MADRID OBESO

SERGIO LUIS VARON FARELO

LECTURA CRITICA Y ESCRITURA II GRUPO: 01

SOLEIDA FUENTES SOLANO

FACULTAD DE CIENCIAS BASICAS DE LA EDUACIÓN


UNIVERSIDAD POPULAR DEL CESAR
OCTUBRE/2021
LA ENVIDIA ES UNA VIRTUD DEMOCRÀTICA.

La envidia es un mal que puede acabar ‘destruyendo’ a la persona que la


padezca, su razón es que puede terminar frustrando y haciendo infeliz a quien la
posee, porque a pesar de que la persona tenga muchas cosas valiosas, siempre
va a admirar o mejor dicho codiciar lo que tiene el prójimo. Básicamente esta es la
percepción que se tiene de la envidia y en su defecto del envidioso, pero viéndolo
desde otra perspectiva, la envidia, también puede resultar útil en la sociedad, de
beneficio y necesaria en muchos ámbitos de la vida, en especial para el poder del
pueblo, la democracia. ¿Por qué?

Se puede decir que envidiar es necesario, porque es desear los privilegios de otra
persona y esto sirve de alguna manera para vigilar el correcto desempeño del
sistema. Donde hay una envidia democrática el dirigente no puede hacer lo que
quiera. Si hay quienes no pagan impuestos, comienza la reacción de aquellos que
envidian esa situación y exigen que los privilegiados paguen justamente. Sin la
envidia sería muy difícil que la democracia funcione correctamente. Hay un
importante componente de envidia vigilante que mantiene la igualdad y el
funcionamiento democrático.

Aunque la envidia históricamente ha sido motivo de grandes males, como: el


inicio de guerras, la traición entre hermanos y muchos daños más, según desde el
punto de vista del texto se puede rescatar que cuando alguien utiliza este
sentimiento para un bien en general se pueden lograr grandes beneficios, para
que lo más débiles pueden optar por las mismas oportunidades de esos que son
llamados los poderosos; porque no podemos ocultar el sol con un dedo, vivimos
en medio de un mundo donde los que menos tienen; muchas veces son a los que
más se le vulneran los derechos y a los que las oportunidades son limitadas o en
el peor de las casos condicionadas.

De todo esto podemos aprender que el mal en sí no es ese sentimiento como tal,
sino de aquel quien lo posee y de la manera en cómo se usa, porque todas las
acciones que se realizan en este mundo deberían ser calificas desde el fondo y la
motivación de quien la realiza y no solamente el acto en sí.

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