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Se puede decir que envidiar es necesario, porque es desear los privilegios de otra
persona y esto sirve de alguna manera para vigilar el correcto desempeño del
sistema. Donde hay una envidia democrática el dirigente no puede hacer lo que
quiera. Si hay quienes no pagan impuestos, comienza la reacción de aquellos que
envidian esa situación y exigen que los privilegiados paguen justamente. Sin la
envidia sería muy difícil que la democracia funcione correctamente. Hay un
importante componente de envidia vigilante que mantiene la igualdad y el
funcionamiento democrático.
De todo esto podemos aprender que el mal en sí no es ese sentimiento como tal,
sino de aquel quien lo posee y de la manera en cómo se usa, porque todas las
acciones que se realizan en este mundo deberían ser calificas desde el fondo y la
motivación de quien la realiza y no solamente el acto en sí.