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Facultad de Humanidades
Sociología Política
Oriana Terán
Las preguntas abundan sobre qué se puede hacer o quizás cuál sería la solución
para salir de una situación así, las posibilidades más obvias parecen inútiles. Los
dominantes generalmente hacen caso omiso a las barreras constitucionales y
legales, las decisiones judiciales y a la opinión pública, pues claro mandan bajo
sus propias leyes, reglas y opiniones, la voz del pueblo no existe, las opiniones
internacionales no existen, las opiniones de su oposición no existen,
evidentemente se vive bajo la censura, el secuestro y la prohibición de
publicaciones, la libertad de expresión es nula e inimaginable, si algo tan básico
como esto no es respetado mucho menos alguna inconformidad o el querer un
cambio gubernamental.
Ciertamente vivir bajo dictadura significa vivir sin libertad, esta falta de libertad nos
limita a actuar según nuestros principios, necesidades y forma de ser; y aunque el
pueblo está sujeto a acatar diversas normas (en muchos casos obligatoriamente)
que han sido impuestas por dichas figuras, nos preguntamos si, ¿realmente acatar
ciertas normas para vivir en “paz” significa vivir en la verdad o como lo platea
Havel significa “la vida en la verdad”? si no se respeta algo tan básico como la
opinión cómo se puede contribuir al fortalecimiento de la “paz”, el desarrollo
sostenible, los derechos humanos y la lucha contra la pobreza, es algo inoperante
pero con mucha lógica para estas figuras dominantes. Un ejemplo claro es que los
gobiernos tienen el deber de garantizar que los periodistas puedan informar
libremente sobre cuestiones de derechos humanos sin temor a ser atacados o
morir mientras realizan su labor legítima, se sabe que actualmente esto es algo
incierto, esto da como resultado que trabajar por informar con la verdad y mostrar
la realidad se haya convertido en algo que se hace bajo su propio riesgo.
Aunque las dictaduras dan a entender que son invulnerables siempre tienen su
punto débil aunque sea muy pequeño, la misión es saber y poder identificar con
exactitud su talón de Aquiles, el sistema por lo general puede convertirse en
rutinario en cuanto a su modo de obrar y ser menos apto para ajustarse
rápidamente a situaciones nuevas, además los conflictos institucionales internos y
las rivalidades y hostilidades personales pueden dañar, o aún interrumpir, las
operaciones de la dictadura, de hecho el público en general puede, con el tiempo,
volverse apático y hasta hostil al régimen. Conociendo semejantes debilidades, la
oposición democrática puede buscar cómo agravar esos “talones de Aquiles”
deliberadamente, a fin de afectar el sistema rotundamente o mucho mejor
desintegrarlo.
Como dice Havel: “No conocemos el camino para salir del marasmo del mundo y
pecaríamos de imperdonable arrogancia si pensáramos que descubrimos una vía
sustancial de salida en lo poco que hacemos, y si nos propusiéramos a nosotros
mismos nuestras comunidades y nuestras soluciones como el ejemplo único que
lo que hay que hacer”, quizás tome tiempo, décadas tal vez para lograr entender
que los únicos capaces de lograr el cambio somos nosotros mismos, y aunque
evidentemente por ahora la sociedad no puede hacer mayor acción ante este
poder absoluto, por diferentes factores: falta de estrategia, un buen plan y una
buena ejecución liderada por las personalidades adecuadas instruidas para lograr
lo que se requiere, lo único que nos queda es empezar por nosotros mismos,
desde pequeños esfuerzos para poco a poco ir escalando a la cima de la libertad.