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ORDENAMIENTO SEXUAL
Construcción y articulación del movimiento asexual
Agradecimientos ......................................................................................................... 2
INTRODUCCIÓN........................................................................................................ 3
2. METODOLOGÍA ................................................................................................ 13
CONCLUSIONES ..................................................................................................... 49
BIBLIOGRAFÍA......................................................................................................... 51
ANEXOS ……………………………………………………………………………………53
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Agradecimientos
Tengo entendido que este apartado suele llevar el nombre de una o
varias personas a las que va dirigido. No obstante, me inclino más por
concederle el protagonismo a un momento vital concreto: aquel en el
que, recién terminada la selectividad y con más dudas que cromos de
Pokémon en mi bolsillo, puse una cruz en una casilla cualquiera que
parecía determinar mi futuro yo. Años más tarde, ya veo, nada ha
salido como esperaba (y ojalá siga así por mucho tiempo). Este trabajo
va dedicado a la mentira de todas las casillas absurdas que nos vemos
obligadxs a tachar. Porque todo está escrito (y nada hay escrito a la
vez). Ni tampoco nuestras cruces rellenan el vacío que la casilla en
blanco nos devuelve.
2
INTRODUCCIÓN
Yo, personalmente, no siento atracción. Las personas alo1 cuando van a iniciar una relación, al
involucrarse, sus cuerpos responden de una manera, “les pone”. El consenso común entre
asexuales es que “no nos pone” o nos pone súper poquito. Pero, a pesar de ello, nada quita
que no pueda apetecerte, ¿no? Otra cosa es que la asexualidad tiene muchos más
componentes que solamente en sí la fogosidad de que te ponga (Caterina2, 7 de mayo de
2016. Énfasis añadido).
Hace ya algo más de dos años que la asexualidad se cruzó en mi camino.
Casualidad o no, mis intereses previos habían desembocado en las identidades
trans, tema al que por aquel entonces quería dedicar mi Trabajo Final de Grado. La
identidad asexual apareció de la mano de una persona muy cercana que se había
dado de bruces con este universo, aún por explorar, tras una búsqueda sin dirección
por una serie de vivencias que no encajaban en ningún puzle. Y hablando de puzles
(y de piezas), en ello estamos: en reconstruir los fragmentos (y sus consecuencias)
de este rompecabezas cada vez más complejo.
Así pues, decidimos llegar al último estadio de esa carrera de obstáculos llamada
“Grado” con un trabajo hecho a cuatro manos sobre asexualidad. La aventura no
estuvo exenta de paradojas varias: la profusión de información al respecto en las
redes resultaba irónica en comparación con la nimiedad que ofrecía el mundo
académico. Un año más tarde, el escenario ha sufrido modificaciones: se ha fundado
la primera asociación de personas asexuales en el Estado español, sus
reivindicaciones se han vinculado al Orgullo 20163, se le ha dado mayor cobertura al
tema en los medios y se han ampliado los estudios sobre esta identidad4. Tal ha sido
la repercusión, que hasta la última campaña de la conocida marca de colchones Flex
la protagonizan personas identificadas como asexuales. La cama como lugar común
sexualizado es sometida a debate y se presenta como un entorno donde cada cual
puede hacer “lo que le dé la gana”.
Yo cuando vi el anuncio de Flex lloré un montón. Y sí, Flex es una marca capitalista, lo que
quieras. Pero el hecho de que un concepto como la asexualidad se plasmé de manera correcta
en un anuncio mainstream para mí es brutal. Que, evidentemente, el sistema fagocita todo y se
pierde el discurso, sí, pero ese tipo de anuncios me gustan. También hay un montón de peña
asexual que no tiene nada de esa politización y no tiene ni idea de dónde puede encontrar un
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referente o un apoyo, y un anuncio así, de repente lo ves… Ya te digo, yo lo vi estando
politizada y… me tocó la patata (Ruth, 11 de mayo de 2016).
La asexualidad no solo estaba poco investigada en nuestras fronteras, sino que se
encontraba en pleno proceso de ebullición. Asistíamos a un proceso de creación tan
presente que hasta aquellos artículos que habíamos escrito a partir del TFG
parecían contribuir, ante nuestra sorpresa, a generar conocimiento. Una de las
personas entrevistadas para este trabajo, participante del anuncio antes
mencionado, así lo expresaba en una entrevista respecto a una publicación que
hicimos5.
Aquel artículo me pareció una pequeña revolución en la forma de entender las relaciones. Me
sentí muy identificado6 (Dani, 16 de mayo de 2016).
Esto produce, al mismo tiempo, una amalgama de emociones entre la celebración y
la cautela. Contribuir a la teorización y difusión de una identidad de tan reciente
surgimiento puede ser leído como algo positivo, sin olvidar las repercusiones que
ello puede tener y la responsabilidad implicada. Por lo tanto, se pone de manifiesto
la relevancia del objeto de estudio, dada la actualidad del mismo, y los cambios que,
al operar en el ahora, incrementan el interés por recoger en estas páginas el
surgimiento y la paulatina conquista del espacio público de esta nueva identidad.
“La sexualidad es dramática, se dice, porque empeñamos en ella toda nuestra vida
personal. Pero, ¿por qué lo hacemos?” (Merleau-Ponty, 1945: 187). Este
interrogante y sus asociados nos devuelve la asexualidad a través de su
cuestionamiento múltiple del ordenamiento sexual. ¿Qué papel otorgamos al sexo
en nuestros vínculos? ¿Existe una jerarquía al respecto? Desde una posición
aparentemente liberada, ¿estamos generando nuevas opresiones? ¿Qué dinámicas
sexualizadas tenemos interiorizadas y a qué modelos responden? ¿Generan estos
comportamientos la exclusión de quienes no se identifican con los mismos?
El presente trabajo tiene como objetivo principal analizar la construcción del discurso
del colectivo asexual, así como determinar el modo en que se está constituyendo
esta identidad, quiénes se ven representados en la misma, qué terminología se
utiliza, etc. El trabajo no busca, sin embargo, determinar qué es o qué no es la
asexualidad, sino focalizar la atención en la formación del movimiento y en las
rupturas que este produce dentro del marco social.
5 Artículo “¿Por qué hay gente que quiere vivir sin sexo?”, Tentaciones, revista de El País, (29 de
septiembre de 2015).
6 Artículo “Por qué no deseo acostarme contigo”, Verne, revista de El País (16 de mayo de 2016).
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plataforma online, lo cual invita a conocer más su condición primaria de ciber-
identidad. Asimismo, el trabajo pretende analizar la patologización que la conducta
desarrollada por estas personas ha podido sufrir desde el ámbito científico-médico,
unido a examinar el modo en que las personas asexuales se desenvuelven en un
entorno que perciben como hipersexualizado y de qué manera tejen sus vínculos
con las personas que desde el colectivo denominan alosexuales.
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1. ESTADO DE LA CUESTIÓN
“La vida sexual, o la función de la libido, lejos de aparecer de una vez y lejos de desarrollarse
permaneciendo semejante a sí misma, atraviesa una serie de fases sucesivas entre las cuales
no existe semejanza alguna, presentando, por tanto, un desarrollo que se repite varias veces,
análogo al que se extiende desde la crisálida a la mariposa. El punto máximo de este desarrollo
se halla constituido por la subordinación de todas las tendencias sexuales parciales bajo la
primacía de los órganos genitales; esto es, por la sumisión de la sexualidad a la función
procreadora” (Freud, 2011: 375).
Resulta curioso imaginar a un Freud resucitado asistiendo a la emergencia de una
identidad como la asexual. Si ya las sexualidades divergentes a la heteronorma no
basadas en la reproducción rompían con este discurso hegemónico, ¿qué opinión le
habría merecido al célebre psicoanalista el surgimiento de un colectivo que
reivindica una disidencia con la práctica sexual misma? Hipótesis freudianas al
margen, el material académico sobre asexualidad ha experimentado una evolución
desde planteamientos iniciales que lo concebían como una anomalía hasta su
posterior y progresiva despatologización.
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Más adelante, en la investigación dedicada al comportamiento sexual de las
mujeres, la categoría X se concretó bajo la definición de “personas que no
responden eróticamente ni a estímulos heterosexuales ni homosexuales, y que no
llevan a cabo encuentros con individuos de ningún sexo en los que haya evidencia
de respuesta”. Tras ambos estudios, los porcentajes de personas designadas bajo la
“X” fueron los siguientes: mujeres solteras (14-19%), mujeres casadas (1-3%),
mujeres divorciadas (5-8%), hombres solteros (3-4%), hombres casados (0%) y
hombres divorciados (1-2%).
Storms (1979) reelaboró la famosa escala de Kinsey para prestar atención a ese
1’5% que comprendía la “X” fantasma. Incluyó la asexualidad como una categoría
más y contempló las dimensiones de homoerotismo y heteroerotismo. De este
modo, una persona homosexual tendría el homoerotismo alto y el heteroerotismo
bajo; una persona heterosexual a la inversa, mientras que en la bisexualidad
coincidirían ambos ejes en un nivel alto y en el caso de la asexualidad en un nivel
bajo.
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Figura 1.2. Michael D. Storms (1980)
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última versión), la asexualidad no debía englobarse en los mismos, puesto que no
ocasionaba una angustia o malestar en aquellxs que se identificaban como tales.
Mencionaba, a su vez, el error que suponía estigmatizar a esta comunidad como en
su día se hizo con la homosexual.
Por su parte, Prause y Graham (2007) llevaron a cabo una primera investigación a
partir de personas autoidentificadas como asexuales. Encontraron que la distinción
entre lo sexual y lo no sexual es un aspecto central en la coherencia de la identidad
asexual. Partieron de las variables analizadas en el primer estudio de Bogaert, pero
no obtuvieron los mismos resultados en lo referente a marcadas diferencias entre
personas alosexuales y asexuales.
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criticar la retórica liberadora por la que el sexo sigue quedando enmarcado dentro
del feminismo y teorizar los modos en que la asexualidad puede ser feminista.
Chasin (2011) abordó la cuestión de las identidades asexuales trans, ya que señaló
que en las recientes investigaciones sobre asexualidad se daba un porcentaje
significativo de participantes que no se sentían identificados con las categorías
hombre/mujer. Sostenía que puede tener sentido que haya un porcentaje más
elevado de personas asexuales que se identifiquen como trans o reclamen una
identidad más allá de hombre/mujer. Entre otras razones, argumentó que era posible
que el estándar en torno al atractivo sexual tuviera una influencia en las
presentaciones del género y sus comportamientos, por lo que, sin un deseo de
atraer a una pareja sexual, las personas asexuales podían sentirse más libres en
explorar su género. En la investigación se remarcaba que al incluir solamente a
hombres y mujeres cisgénero7, los estudios sobre asexualidad presentaban una
importante carencia en futuros resultados, pues podría ser perfectamente concebible
que los asexuales se identificaran como trans o tuvieran una identidad que
7 Cisgénero: persona cuya identidad de género y género asignado al nacer son concordantes al
comportamiento que a este le fue socialmente asignado, es decir, es un término utilizado para
describir a personas que no se identifican como transgénero.
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trascendiera las categorías hombre/mujer. Asimismo, era necesario distinguir entre
la atracción sexual y la romántica para esclarecer las dificultades asociadas a la
comprensión de la asexualidad, al igual que explorar la diversidad dentro de la
población asexual, particularmente en lo que al género y la orientación romántica se
refiere.
López Ruiz (2015) llevó a cabo una investigación en la que realizó una serie de
encuestas a personas de la comunidad de AVEN. Consideró que la asexualidad era
fruto de la libertad y de la liberación de algunas personas respecto a las
convenciones sobre qué es aquello que deben desear y con qué intensidad deberían
desearlo. Sostenía que la identidad asexual era una de las muchas formas en las
que se ponía en evidencia el definido por Hofstede como síndrome de
masculinización social: la asunción general, por parte de una sociedad como
conjunto, de los valores tradicionalmente asignados a la masculinidad, es decir, a
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una cultura en la que primen los valores del trabajo y de la competitividad por
encima de otros, como la afectividad, sociabilidad, el tiempo libre, la familia o los
amigos.
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2. METODOLOGÍA
El planteamiento de esta investigación resulta oportuno por la originalidad del tema y
su actualidad. Los estudios sobre asexualidad se multiplican, pero son escasos si los
comparamos con los existentes sobre otras identidades. Por ello, este trabajo
pretende contribuir a enriquecer el debate en torno a la asexualidad, así como
recoger las novedades que se hayan producido en este contexto.
Así pues, este trabajo sostiene como hipótesis principal que el reciente surgimiento
de la identidad asexual supone un cuestionamiento del marco social y una reflexión
en torno a las dinámicas sexuales desarrolladas y al modo en que estas se plantean.
Este acercamiento a la construcción del discurso de la comunidad asexual permite, a
su vez, cartografiar cuál es la posición que mantiene el saber biomédico al respecto,
de manera que sea posible analizar si se da una patologización desde el mismo
hacia las personas asexuales (y si esto es así experimentado por ellas).
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Si trasladamos la práctica discursiva a su articulación desde el cuerpo, encontramos
que hay puntos, como el género, en que ambos elementos se dan la mano, si bien el
concebirlo desde nuestros discursos aprendidos como un rasgo “interno” de nosotrxs
mismxs nos lleva a anticipar y producir determinados actos corporales (Butler, 1999).
Por ello, a través de los discursos emitidos por las personas asexuales, nos
preguntamos si ponen en entredicho la práctica sexual como norma, sin renunciar
con este planteamiento a la obviedad de que hay orientaciones sexuales normativas
privilegiadas y otras que no lo son y sufren la opresión del modelo hegemónico. Con
ello, lo que el discurso asexual parece querer exponer es que, partiendo de esas
desigualdades existentes en el ámbito de la práctica sexual según la orientación, el
distanciamiento que ellxs experimentan en cuanto a la atracción sexual (que parece
que se presupone siempre en estas prácticas) puede tener también una penalización
en el marco social.
Una vez definido el punto de partida, añadir que la metodología utilizada será
cualitativa, cuyo principal objetivo consistirá en reconstruir las subjetividades del
colectivo asexual. Frente a la alternativa cuantitativa, esta opción se presenta más
acertada porque la asexualidad ya ha sido abordada en investigaciones desde una
perspectiva biologicista y científica, en la cual las personas implicadas no eran más
que porcentajes, números que correlacionar con las distintas dimensiones sociales
para determinar si aquello era o no una anomalía y cuáles eran las causas de su
surgimiento. Para construir y desentrañar esta realidad social, nuestra mirada se
sitúa a la par de la de lxs actantes, de manera que “no buscamos parcialidad porque
sí, sino por las conexiones y aperturas inesperadas que los conocimientos situados
hacen posibles, la única manera de encontrar una visión más amplia es estar en
algún sitio en particular” (Haraway, 1995). Un conocimiento situado que además
emerge desde una posición concebida desde el discurso asexual como privilegiada
en cuanto alosexual, frente a la asexual que pretende estudiar. Así pues, allí donde
relato y vida se reconcilian, con historias que se narran y también se viven
imaginariamente (Ricoeur, 2006), este proyecto no pretende sacar conclusiones
certeras sobre la sexualidad en sí, sino sobre cómo contamos esta sexualidad (o
asexualidad en este caso), cómo la construimos desde el discurso, cómo la
performamos en el día a día.
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2.1. Etnografía
La primera herramienta empleada fue la etnografía, interpretada como “un conjunto
de métodos que implican un contacto social sostenido y directo con los agentes y de
ricas formas de registrar por escrito, referir, recabar o representar al menos
parcialmente en sus propios términos la irreductibilidad de la experiencia
humana” (Willis y Trondman, 2002 : 394). La etnografía se presenta como un
mecanismo muy útil para poder analizar los discursos de la población estudiada, ya
que estos se producen desde la cotidianidad de un contexto familiar, donde nuestro
única labor será mantener una actitud de observadorxs, dejar a lxs actores/actrices
representar y plasmar sus vivencias para sacar, más adelante, nuestras
conclusiones. Probablemente, los discursos fluyan con mayor facilidad que en el
caso de la entrevista. Al tratarse de un contexto compartido entre iguales, lxs
actores/actrices sociales no tienen la sensación de ser el foco de atención, no se
genera una expectativa en torno a los discursos que articulan.
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Nuestra investigación se centró, por un lado, en la página web AVEN (Asexual
Visibility and Education Network), que en su versión en español responde a las
siglas REVA (Red para la Educación y la Visibilidad de la Asexualidad). Las
interacciones se analizaron a partir de los dos foros existentes, ambos de libre
acceso: el primero de ellos es el foro antiguo, que en su día funcionaba con la
opción de registro. Con el tiempo su contenido se fue desvirtuando hasta que
finalmente ha quedado en modo lectura, pasando a utilizarse de manera más activa
el foro nuevo para intercambio de comentarios. También se analizó la distribución de
la página, con qué secciones cuenta y el material audiovisual que se puede
encontrar. Por otro lado, también se prestó atención al grupo de Whatsapp de ACEs
(Asexual Community España), la primera asociación de asexuales formada en el
Estado español el presente año. No obstante, por las características y limitaciones
del trabajo, no se ha realizado un análisis sistemático de las citadas fuentes, si bien
todo este material ha nutrido y sin duda colaborado de forma efectiva a las
reflexiones y análisis que forman parte de este trabajo.
2.3. Entrevistas
Por último, este planteamiento de la investigación concluye con la técnica de la
entrevista como la tercera herramienta que se utilizó en este estudio. Siguiendo a
García Ferrando, la técnica se concibe en este trabajo “no tanto como un medio de
acceso al conocimiento de comportamientos y rasgos individuales de las personas,
sino más bien como un medio de acceder al conocimiento de los fenómenos
sociales” (1985: 178). Para este proyecto opté por entrevistas abiertas
semiestructuradas, que no buscaron situarse “en el campo puro de la conducta (el
orden del hacer), ni en el lugar puro de lo lingüístico (el orden del decir), sino en un
campo intermedio, en el que se encuentra su pleno rendimiento metodológico: algo
así como el decir del hacer” (Alonso, 1995 : 227). Así pues, reconstruir el “cómo
dicen que hacen” las personas asexuales fue el objetivo fundamental. La entrevista
se sitúa en el discurso de los estereotipos, donde el “yo” de la comunicación que en
ella se da es, además de un “yo lingüístico”, un “yo social”. Por ello, a partir de estos
territorios del yo, lingüísticos y corporales, la entrevista se presenta como la manera
ideal de recoger la vivencia del actante en el complejo sistema de “marcadores
sociales” que encuadran la vida social del individuo (Alonso, 1995).
Para nuestro caso concreto se elaboró un guion abierto en el que se intentó tratar
determinados temas de interés, pero siempre abordando más la situación como una
conversación que como una retahíla de preguntas sin sentido. No olvidemos que
para la reconstrucción de ese “decir del hacer” de las personas asexuales lo más
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importante es que estas se sientan cómodas durante el proceso y los discursos
sean, en la medida de las posibilidades que esta técnica ofrece, lo más naturales y
espontáneos que se pueda. Se hicieron un total de 15 entrevistas a 5 personas
socializadas como hombres, 9 socializadas como mujeres y 1 persona trans no
binaria que responden al siguiente perfil:
NOMBRE GÉNERO EDAD CIUDAD DE FORMACIÓN FECHA
NACIMIENTO ENTRE-
VISTA
Enerith Mujer 20 Madrid Estudiante de Psicología. 12/04/16
Baikal Mujer 27 Barakaldo Bióloga, estudiante de 01/05/16
(Bizkaia) doctorado.
Miriam Mujer 26 Madrid Bachillerato, trabajadora por 01/05/16
cuenta propia en academia de
clases de apoyo.
Antonio Hombre 23 Archagel’sk Bachillerato, trabaja en 07/05/16
(Rusia) seguridad informática.
Caterina Mujer 29 Madrid Arquitecta y estudiante de 07/05/16
antropología. Trabaja en
arquitectura y diseño.
Leticia Mujer 43 Gijón Maestra. Trabaja como 11/05/16
formadora ocupacional y sex
coach.
Rodrigo Hombre 27 Madrid Físico. Estudiante de Máster en 11/05/16
Astrofísica.
Ruth Mujer 24 Valladolid Periodista. Trabaja como 11/05/16
camarera en un restaurante.
Natalia Mujer 23 Madrid Bachillerato. Crupier en un 11/05/16
casino.
Mercedes Mujer 22 Madrid Estudiante de Periodismo. 12/05/16
Dani Hombre 24 Barcelona Ingeniero de Biotecnología. 13/05/16
Trabaja en dinamización
económica para Barcelona
Activa.
Sergio Hombre 23 Madrid Estudiante de Biología. 18/05/16
Lorenzo Hombre 23 Madrid Estudiante de ADE. Trabaja 18/05/16
como community manager.
Arabella Mujer 19 Madrid Estudiante de Matemáticas. 18/05/16
K Persona 22 Guadalajara Periodista. Actualmente 18/05/16
trans no desempleada.
binaria
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- Cómo y cuándo aparece el interés por la asexualidad.
- Ideario: ¿cuáles son los planteamientos que recoge la comunidad asexual (tanto
La muestra elegida fue estructural y quedó limitada a las personas que tienen una
participación activa en las redes, ya que es un contexto en el que se da una
interacción fundamental y, además, facilitó la posibilidad de establecer contacto a
través de esta vía de cara a las entrevistas en persona. La página web a través de la
cual entran en contacto es AVEN (Asexual Visibility and Education Network), que en
su versión en español (la que utilizaremos para esta investigación) responde a las
siglas REVA (Red para la Educación y la Visibilidad de la Asexualidad). Esta
plataforma sirvió para desarrollar la etnografía virtual a través de los foros e hilos de
conversación, analizando aquellos que puedan aportar más información para
contrastar las hipótesis. El encuentro de febrero permitió conocer en persona a
algunxs de estxs usuarixs, lo que posibilitó el contactar con ellxs de un modo más
cercano y elegir una muestra de 15 personas para proceder a las entrevistas.
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3. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ASEXUAL
La asexualidad es, probablemente, la identidad en materia de diversidad (a)sexual
que más se ha valido del ámbito digital para su conformación. En el año 2001, el
activista David Jay decide fundar la web Asexual Visibility and Education Network
(en adelante AVEN). Esta página se convierte en la comunidad asexual online más
grande, cuya existencia se extiende a otros países, de manera que en la actualidad
esta plataforma existe en 17 idiomas.
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Figura 3.1. Definición de “asexual ” obtenida de la página web de AVEN español
Creo que es representativo que el primer golpe de vista que tienes al entrar en AVEN es la
definición más aglutinadora (persona que no siente atracción sexual). Es una forma de dar a
conocer que existen otras formas de vivir la sexualidad. Te dan desde lo académico, lo
científico, luego van tirando de gente que escribe blogs, que igual no tiene que ser un estudioso
de la vida (K, 18 de mayo de 2016).
En líneas generales y debido al carácter cientificista que la página nos transmite al
inicio, podríamos pensar que la voz que enuncia se limita a la tercera persona. No
obstante, cabe remarcar que asistimos a un doble juego comunicativo que se dibuja
“dentro/fuera”. Por ejemplo, en el segundo módulo encontramos un slider con
imágenes rotativas en el que esta doble enunciación, más objetivizada en el primer
caso, subjetivizada en el segundo, se hace presente. De un lado “asexualidad, ¿qué
es?”, del otro “visita la comunidad, ¡haz amigos!”. La ambivalencia se hace patente
en ese discurso hacia fuera, dirigido al internauta que pretende comprender qué es
esta identidad exactamente; y a su vez hacia dentro, es decir, focalizado en esa
persona que llega hasta la página web por necesidad de encontrar otras personas
con vivencias similares a las suyas.
Más allá de la página principal, encontramos un menú en la parte superior que nos
presenta las siguientes categorías:
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Comunidad-foro. Dentro de esta categoría tenemos tres pestañas: comunidad
(quienes componen este colectivo), foro (donde debaten sobre diversas
cuestiones) y registro (para tener la posibilidad de registrarse y participar).
Activismo. En este apartado se menciona la importancia de la paulatina
visibilización que la identidad asexual está teniendo a través de la difusión en
medios de comunicación, el activismo desarrollado o su presencia en el Orgullo.
Vivencias. Esta pestaña pretende recoger distintas vivencias en torno a la
asexualidad, para lo cual cuenta con un buzón clasificado por temáticas, donde
lxs usuarixs pueden mandarlas y, a su vez, otro apartado, “colección de
vivencias”, donde estas quedan recogidas.
Países. Pestaña desplegable con contenido relacionado con distintos países.
Contactar. Información a personas, plataformas o medios interesadxs.
Es importante destacar que la enunciación de este colectivo es coral, ya que se
diversifica en las redes sociales a través de los perfiles de Twitter y Facebook.
Resulta paradójico que la asexualidad sea una identidad que se construye a partir de
esas voces individuales que convergen en el espacio virtual y que, al mismo tiempo,
ello se traduzca en la formación de toda una categorización al respecto con objeto
de agrupar esas subjetividades con distintas etiquetas.
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“mejor que el sexo”, que utilizan para demostrar que ellxs también tienen placeres)
para dar la bienvenida a lxs nuevxs integrantes, cromatismo similar (los colores de la
bandera asexual: negro, gris, blanco y morado) y un vocabulario común, que aún a
pesar de la dificultad que entraña se encuentra en presente en los discursos que se
emiten.
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Hay un componente en la página de elitismo, sí creo que alguien ajeno va a tener un aluvión de
información que va a decir “¿esto qué coño es?”. Al final la democracia ha hecho algo muy
interesante, que es que hay gente que odia las etiquetas, y ahí es que tienes las etiquetas, el
traje… todo. Creo que sería importante hacer una parte en la página que tradujese los
conceptos complicados que hay. La parte mala de esa página es que deja a gente fuera (K, 18
de mayo de 2016).
Quizá el símbolo más significativo para llegar a comprender el modelo que propone
la asexualidad y el cuestionamiento que implica es, precisamente, la pirámide
invertida. Donde los primeros investigadores habían categorizado la atracción en un
contínuum que versaba desde la heterosexualidad a la homosexualidad, la
asexualidad no se presenta ni siquiera como la cuarta orientación posible, sino que
plantea un espectro gradual de atracciones donde estas pueden manifestarse con
distinta intensidad entre la asexualidad “pura”, es decir, ausencia absoluta de
atracción sexual, y la grisasexualidad, que viene a ser sentir atracción sexual bajo
circunstancias limitadas o en menor grado que las personas alosexuales. Dentro del
espectro gris, una de las identidades más comunes entre el colectivo es la
demisexualidad, que vendría a ser alguien que solo experimenta atracción sexual
tras haber creado un vínculo emocional con la persona, sin que este tenga que tener
necesariamente un carácter romántico. Una definición en la que, en realidad, podría
entrar un porcentaje muy elevado de personas sin categorizarse necesariamente en
el espectro asexual, lo que motiva aclaraciones entre los miembros del colectivo:
Creo que cuento con el privilegio de demi (abreviatura de demisexual), creo que no es lo
mismo presentarte como asexual, que no sientes atracción hacia nadie. Pero sí que es verdad
que como persona demi no cuento con el privilegio de una explicación sencilla. Enseguida te
vas a encontrar con el argumento de “pero al final todxs somos demis, porque a todo el mundo
nos pasa eso”. En lo demi la parte mala es explicar que no estás en la liga alo aunque la
persona crea que sí lo estás (K, 18 de mayo de 2016).
Por los demisexuales que conozco (yo soy asexual), hasta que no sienten un vínculo afectivo
fuerte no sienten atracción sexual, pero hasta el punto de que el que algo vaya mal en la pareja
les hace perder totalmente la atracción sexual. No es como una pareja normal, que tú discutes,
pero la atracción no se pierde. Esta gente a la mínima la pierde, y tampoco es tan constante,
tan continua ni tan alta como una persona alosexual (Miriam, 1 de mayo de 2016).
Una de las características de la asexualidad es, además de esta gradación en
cuanto a la dimensión sexual, la diferenciación entre esta escala y la romántica.
Dentro de esta última, encontramos, a su vez, otra división entre romanticismo y
arromanticismo, según si es una atracción centrada en el interés de intimidad física
con la persona o no (Scherrer, 2008).
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Deseo está asociado al hecho de tener sexo, y puede ser solo, autosexualidad, o en compañía.
La atracción la ejerce una persona, que tú tengas ganas de tener sexo con ella, esa atracción
provoca un deseo sexual con esa persona (Dani, 13 de mayo de 2016).
Para ello, el modelo de atracción primaria y secundaria pretende brindar una
explicación que permita esclarecer las posibles confusiones. Se trata de un modelo
hipotético de la sexualidad que toma la posición de que tanto la atracción sexual
como el deseo pueden subdividirse en las formas “primaria” y “secundaria”.
Tendríamos, por lo tanto:
Con ello, pareciera entonces que la atracción es el modo en que se focaliza la libido
en el/la otrx, mientras que el deseo responde a un ámbito más personal, sin estar
necesariamente dirigido a la otra persona, que responde a querer involucrarse en un
comportamiento sexual por voluntad de experimentar este placer o, por el contrario,
otros fines ajenos al placer sexual.
Observamos que la asexualidad en sus inicios se gestó más bien como una ciber-
identidad, dada la relevancia fundamental de las redes. Los movimientos sociales
generados a través de la vía digital son un modelo emergente que presenta una
serie de características comunes: la conexión multimodal de los mismos a través de
la tecnología, su conversión en movimiento cuando pasan a ocupar el espacio
urbano (ya sea la ocupación permanente de un lugar, como las plazas en el 15M, o
las manifestaciones continuadas), su localidad y globalidad al mismo tiempo, el
24
hecho de que, por lo general, son espontáneos en su origen, virales, altamente
autorreflexivos y, en principio, no violentos (Castells, 2012). Cabría también
preguntarse si nos encontramos ante una especie de subcultura (Hebdige, 1979),
que se presentaría fruto de la tensión entre el poder que ejerce la concepción de la
atracción sexual como necesaria e innata y la subordinación de la asexualidad como
cuestionamiento a dicha obligatoriedad. Sería entonces la asexualidad una forma de
resistencia, en la cual las contradicciones y objeciones a la ideología dominante
estarían representadas a través de una simbología común en formato virtual.
“Por primera vez, los miembros de identidades marginadas pueden cosechar los beneficios de
unirse a un grupo de otros similares: sentirse menos aislados y diferentes, revelando un largo
secreto parte de uno mismo, compartiendo las propias experiencias y aprender de las de los
demás, y obtener el apoyo emocional y motivacional” (McKenna & Bargh, citados en Scherrer,
2008).
Internet ofrece privacidad, lo que posibilita un espacio de seguridad para que
determinadas subjetividades pongan en práctica sus narrativas.
Yo ya empecé a planteármelo como algo que podía estar sucediéndome a mí desde ya hace
unos años. De buscar y decir “igual no es que yo esté enferma ni nada”, porque empecé a verlo
en algunas redes sociales, que se mencionaba y pensé “joder, yo me siento identificada con
esto” (Enerith, 12 de abril de 2016).
Lo bueno que tiene AVEN es que es conocimiento ya no solo de personas expertas, sino que
una persona “cualquiera” puede subir su pensamiento y se cuelga en AVEN y es como una
especie de vertedero chachi de conocimientos de todo tipo, nada de elitismos rancios (K, 18 de
mayo de 2016).
No obstante, ha pasado solo un año desde la realización del TFG sobre el mismo
tema y el panorama se ha modificado enormemente. El Encuentro Nacional de
Asexuales el 13 de febrero de 2016 supuso un punto de inflexión en el devenir
posterior del colectivo. Se celebró una reunión a la que acudieron unas 30 personas.
Tras una primera parte en que se aclararon cuestiones relativas a la asexualidad
para facilitar su comprensión, se pasó a comentar el estado del activismo asexual en
las distintas ciudades.
25
principal es que la gente tenga un sitio con el que contactar, un lugar al que llegar, y usarlo
como herramienta para contrastar la información que lleva desde distintos medios. Queremos
contactar con otros colectivos. Tenemos una necesidad real de intentar contactar con esos
otros colectivos, porque si por ejemplo yo soy homorromántica, aunque sea asexual, también
tengo puntos en común con la lucha LGTBIQ (Miriam, 1 de mayo de 2016).
Esto cambia con la creación del nuevo grupo, lo que produce una escisión en el
conjunto del colectivo entre aquellxs que se posicionan hacia la politización del
movimiento y su inclusión en otras reivindicaciones en torno a la diversidad sexual
(un punto polémico fue la adopción de un lenguaje inclusivo con el uso de la “e” en
los plurales) y lxs que conciben el colectivo únicamente como un espacio de
encuentro para actividades lúdicas. Tras diversas conversaciones a través de este
medio, finalmente se crea la primera asociación de asexuales del Estado español en
marzo de 2016, que responde al nombre de Asexual Community España (ACEs).
Se potencia el trabajo en las redes sociales, así como se crea una página web
aparte de la comunidad asexual para hispanohablantes que, no obstante, aparece
enlazada en esta. La nueva plataforma está todavía en vías de desarrollo y cuenta
con menor información, pero también tiene un foro, así como una agenda con
eventos de interés o la posibilidad de hacerse socix. Este impulso en el activismo
asexual es visto como algo muy positivo entre sus miembros:
Puede servir para complementar mucho, porque el mundo virtual está muy bien, pero luego
está el mundo físico, la calle y el día a día. El poder dar charlas, crear folletos de papel que se
pueden repartir y en mano, salir en marchas del 28 de junio. Dar una presencialidad y decir:
“gente de carne y hueso”, no nicks de usuario y avatares (Baikal, 1 de mayo de 2016).
Hacía falta una asociación, veo bien que haya una. Que se mueva con el movimiento LGTBIQ
me parece de puta madre, siempre y cuando desde el movimiento LGTBIQ sean inclusivos y la
vean como una cosa más, porque muchas veces ven la asexualidad como fuera de esos
movimientos. Puede haber grupos que digan que son prosexuales y que por eso no tienen
nada que ver con la asexualidad. Para mí sí entra en la reivindicación y está bien porque el
movimiento LGTBIQ mueve mucho y puede ayudar a que se dé a conocer la asexualidad
(Lorenzo, 18 de mayo de 2016).
Finalmente, el proceso culmina con la incorporación de sus demandas en el marco
del Orgullo 2016, recién celebrado en el momento de escribir este trabajo. Participan
tanto en el Orgullo mainstream (en la marcha que tuvo lugar el sábado 2 de julio de
2016) como en el Crítico (en la manifestación del martes 28 de junio). Algunas de las
personas de la asociación asisten a las asambleas para la organización de este
último y añaden las demandas de la comunidad asexual al manifiesto general, así
como salen en la manifestación en bloque propio y leen su propio manifiesto9 en el
micro abierto que tiene lugar al cierre de la marcha.
9 El manifiesto del colectivo asexual leído en el marco del Orgullo Crítico 2016 figura como anexo.
26
4. ¿CÓMO SE ARTICULA LA ASEXUALIDAD?
No siento atracción sexual, sé que no la siento hacia nadie nunca. Soy una persona asexual,
asexual. El sexo es físicamente placentero, pero nada más. Para mí tener sexo es casi como
masturbarse, pero con sensaciones algo distintas porque, bueno, es físicamente distinto, pero
anda por lo mismo. No es que la gente lo haga mal o que no he tenido sexo bueno con una
persona que lo sepa hacer bien, no, es que es así para mí, emocionalmente no siento nada por
ello. Físicamente sí, porque soy una persona sana y disfruto del sexo físicamente. Sí me salen
las ganas de vez en cuando de tenerlo, pero no por atracción, sino por disfrutar de ello de vez
en cuando (Antonio, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido).
Yo si hubiera tenido que consultar cuando era adolescente, le hubiera dicho al médico algo así
como “es que doctor, yo no tengo problemas de libido, tengo deseo sexual, tengo placer
sexual, llego al orgasmo con facilidad, me excitan muchas cosas… pero es que luego no me
gusta nadie” (Leticia, 11 de mayo de 2016. Énfasis añadido).
Es como el tópico de “prefiero tarta”. El sexo me es placentero, pero hay mil cosas que
preferiría hacer antes de tener una relación sexual (Mercedes, 12 de mayo de 2016. Énfasis
añadido).
Para aquellxs que no entramos dentro del paraguas de la asexualidad, es decir, que
nos movemos en lo que este colectivo ha denominado alosexualidad, resulta
complicado comprender los matices. La primera idea que unx tiene de la
asexualidad (cuando no ha escuchado jamás hablar del término) suele ser que son
personas a las que no les gusta el sexo y no lo practican. Posiblemente planee la
duda de una posible relación con la religión o la espiritualidad, cosa no tan
descabellada si nos movemos en la posible confusión con el celibato. Sin embargo,
nada más lejos de la realidad, puesto que la amplia mayoría de la comunidad se
considera “poco o nada religiosx”. Prueba de ello es el deslinde por parte de la
comunidad asexual hispana de la “Comunidad Asexual Mexicana -Arromántica y no
LGTB- Sede Guadalajara”, precisamente porque esta última vinculó la orientación
asexual con un credo religioso.
Hay gente que dice “es que eres entonces como los curas”. Y yo soy ateo por ejemplo, es que
no tiene nada que ver (Rodrigo, 11 de mayo de 2016).
Las propias personas identificadas como asexuales explican que el celibato es una
elección en la que unx se abstiene de las prácticas sexuales, aunque la atracción
puede persistir, luego se reprime el impulso. Argumentan que el caso de la
asexualidad es diferente, ya que se trata de una ausencia de atracción hacia la otra
persona, un impulso nulo que no está reprimido, sino que no existe (o a unos niveles
ínfimos). Resulta curioso este interés aclaratorio, la búsqueda de una definición que
roza lo científico y que se construye por oposición a lo que precisamente rechaza:
aquello que engloba “lo sexual”. Así se evidencia en las declaraciones que abren
este apartado, con definiciones más centradas en aquello que “no gusta, que no
atrae”, lo que tal vez genera más dificultad en determinarla como identidad en
positivo, como algo que se es. Tal es la relevancia que adquiere este afán de definir
27
que es precisamente, como comentábamos en el análisis de la web, esta definición
la que aparece destacada en la página principal. Parece que la propia metáfora de la
tarta sirve para marcar las líneas de lo que es o no es asexualidad:
Si tomamos sexo como una tarta, una persona asexual mira la tarta y no le apetece. O igual sí
le apetece, pero un poco, un trocito, un poco más tarde. Quizás otro día, quizás otra cosa. Y
una persona célibe o casta es una persona que está a dieta y tiene la tarta ahí, la desea con
todo su ser, pero se limita. Con este ejemplo de comida queda mucho más obvio. Hay gente
como yo que no podría vivir sin chocolate. Para mí es impensable que a alguien no le guste.
Me cuesta entenderlo. Pero hay gente que se come un trocito al día. O ni eso. Le gusta, pero
no quiere tanto ni tampoco le parece lo mejor del mundo (Antonio, 7 de mayo de 2016. Énfasis
añadido).
¿Por qué recurre la comunidad asexual a este formalismo en el lenguaje? ¿Cuál es
la necesidad de este colectivo de reivindicar su existencia haciendo uso de
determinadas prácticas asociadas a un análisis científico? Ante semejante hincapié
por definir y describir el movimiento, cabe preguntarse de qué manera ha sido
concebida la asexualidad desde el saber biomédico, que además cuenta con el
matiz de ser considerado un discurso de experto en materia de comportamiento
sexual. De este modo, podrá comprenderse mejor por qué el contradiscurso se ha
elaborado a partir de herramientas similares, siendo las propias personas
identificadas con la asexualidad las que han recogido los datos que apoyan sus
principios.
Esta realidad en la que los cuerpos articulan sus prácticas (a)sexuales se presenta
múltiple y variable. Desde un análisis de la materialidad, hay que tener en cuenta
que los objetos llegan a existir (y a desaparecer) junto con las prácticas que los
manipulan. Y dado que el objeto manipulado tiende a diferir entre una práctica y otra,
la realidad se multiplica (Mol, 2002). Así pues, las prácticas ponen en acción a los
sujetos, lo que determina variedad de realidades según la diversidad de prácticas (y
contextos) que se conjugan. ¿Cómo articulan los cuerpos las distintas sexualidades
con las que se identifican? ¿A través de qué prácticas se ponen estas en
funcionamiento? ¿Hay una multiplicidad en la construcción de la asexualidad según
el contexto en que esta se dé? ¿Cómo se ha construido la asexualidad desde el
saber médico y cómo la han construido las personas asexuales a partir del material
generado en el espacio virtual? ¿Cómo se traslada el discurso de las redes al
discurso recogido en las entrevistas realizadas en el marco de esta investigación?
¿Cómo hacen también la asexualidad con la práctica cotidiana? ¿Se trata de una
identidad muy ligada a las mismas, es decir, pasa la identificación con la asexualidad
por un contacto cercano con la red? ¿Por qué esta comunidad ha hecho uso de los
mecanismos asociados al conocimiento hegemónico para, desde su posición de
28
personas no expertas pero sí identificadas con el término que reivindican, construir
lo que dicha identidad representa?
29
(2006) han indagado en esta cuestión y determinan que la asexualidad no es una
patología porque la relación no normativa con el sexo no genera un malestar en la
persona, por lo que no debería necesariamente relacionarse con un estado
patológico o de salud comprometida. No obstante, la cuestión está en si es tan
sencillo en un sistema concebido como hipersexualizado por las personas asexuales
vivir una identidad que no encaja en esos márgenes sin que aparezcan ciertos
signos de angustia que ya sí serían patologizados desde el DSM-5.
30
régimen sexopolítico disciplinario de los siglos XVIII y XIX patologiza y medicaliza su
deseo (asociándolo a histeria, masturbación, ninfomanía, perversión u
homosexualidad), el nuevo régimen farmacopornográfico sanciona, por primera vez,
la falta de deseo y placer sexuales en la mujer. De este modo se abre paso el
nombre de la nueva enfermedad en cuanto a la disfunción sexual de la mujer
(Preciado, 2008).
Hablar de la sexualidad sin hablar de género me parece que no tiene ningún sentido. No
estamos socializados igual de cara al sexo, de cara al deseo…. Hablar de un espectro asexual
que influye en todas las personas igual, creo que es un error, porque no influye de la misma
31
manera. No vincular el género con la sexualidad, es dejar el discurso un poco cojo (Ruth, 11 de
mayo de 2016. Énfasis añadido).
Si, como afirman Osborne y Guasch (2003) la sexualidad es el cruce de la
naturaleza con la estructura social, de manera que se podría decir que es un
producto social, ¿hasta qué punto podríamos asegurar que la sociedad tiene esta
concepción de la sexualidad? Incluso desde una perspectiva crítica con el
esencialismo de la sexualidad, ¿no se da por hecho que esta, necesariamente, está
dirigida a otra persona? ¿Se presupone la atracción sexual que el/la otrx, con
independencia de su sexo/género, nos despierta? Si por atracción sexual
entendemos la voluntad de compartir la práctica sexual con la persona que nos
genera este sentimiento, ¿qué consideramos, entonces, práctica sexual? ¿Cuál es el
límite en que esa atracción es sexual y dónde deja de serlo?
Parece que en nuestra sociedad se alimenta el mito de que el sexo es “natural” (esto
es, una cosa automática y función biológica no aprendida). Esto prepara el escenario
para el tráfico de la enfermedad, un proceso que alienta la conversión de la ansiedad
creada socialmente con los diagnósticos médicos adecuados para el tratamiento
farmacológico (Tiefer, 2006). Así pues, el malestar que genera no cumplir con las
expectativas sociales en cuanto al sexo, que en múltiples ocasiones se rodean de
mitos que ni siquiera se cumplen en la realidad de las prácticas sexuales, representa
el caldo de cultivo de la patologización.
A mí lo que me llama la atención es que creo que dentro de la gente que se considera
alosexual, dicen que les interesa más el sexo de lo que de verdad les interesa. Mi experiencia
me ha llevado a eso, que es un poco postureo también, y parece que la medicina se deja llevar
por eso. Sí que hay profesionales que se piensan que pasa algo. Ya no es el miedo de cómo te
van a aceptar socialmente, sino a que te traten como a un enfermo (Miriam, 1 de mayo de
2016).
Y frente al mito generado ante la naturaleza del sexo, la identidad asexual cae
inevitablemente bajo la sombra de la patologización, puesto que entonces parece
que no es natural asegurar que no se siente atracción sexual hacia otras personas.
32
médico? ¿Podría considerarse una rebeldía ante el interés normalizador de la
práctica sexual en el género femenino?
Plantea Rubin (2003) que las sociedades occidentales modernas evalúan los actos
sexuales según un sistema jerárquico de valor sexual. Aquellos que tienen una
conducta que se posiciona en la parte superior de esta jerarquía se ven
recompensados, mientras que, según vamos descendiendo, los individuos que las
practican pueden caer en la sospecha de la enfermedad mental (Ibídem) ¿Dónde
quedaría, entonces, aquel comportamiento que ni siquiera se encuadra en la
atracción sexual, sino que se construye por oposición a la misma? La conducta
asexual, que en épocas anteriores en que se reconocían diversas formas de celibato
y abstención de la sexualidad, pudo ser vivible y encontrar un espacio que gozaba
de legitimidad social, en el contexto actual y desde el alejamiento con el ámbito
religioso que potenciaba mayoritariamente estas posiciones legitimadas, no contaría,
sin embargo, con el mismo reconocimiento, sino más bien al contrario.
Como menciona Latour (1992) al hablar de la estructura de ADN, cada vez que
alguien más se convence de la misma, esta se hace progresivamente más correcta.
¿Qué sucede, entonces, con la postura que mantiene el saber científico-médico en
materia de diversidad sexual? ¿Se ha “cajanegrizado” la sexualidad como
necesariamente natural, orientada al otrx, a la atracción por el otrx, naturalizando
esta conducta concreta como propia del ser humano y patologizando la ausencia de
la misma? Los sistemas de expertos, uno de los elementos señalados por Giddens
(1997) como característicos de la Modernidad, se basan en la ciencia, por lo que,
¿cuál es la repercusión que los discursos emitidos por la misma tienen en que
33
aquello que sostienen se haga “progresivamente más correcto” y mayor porcentaje
de personas sea convencido desde esa posición jerárquica?
Podría parecer que, tal y como argumenta Morozov (2015), en esta época si alguien
(en este caso una identidad) elige no registrar ciertos datos que argumenten su
existencia, tarde o temprano puede pasar a ser sospechosa. Así pues, en torno a la
asexualidad ronda la sospecha de que tenga algún matiz religioso, de que sea una
excusa para evitar confesar otras orientaciones sexuales no normativas, de que sea
algo ficticio e imposible dada la naturaleza sexual de las personas y un largo
etcétera.
Es por ello que, desde hace unos años y a través de la plataforma virtual, este
colectivo se ha dedicado a realizar encuestas anuales con objeto de demostrar que
la identidad asexual existe como tal, que no es algo que se elija, sino que se siente
(o más bien que no se siente, al tratase de “ausencia de atracción sexual”), y que no
tiene por qué venir acompañada de un estado depresivo, más aún si se consigue
una paulatina aceptación de la asexualidad que ponga fin a la presión social que aún
hoy existe. En el último recopilatorio se incluyen los resultados obtenidos desde
2011 hasta 2015 que, sin tratarse de datos oficiales ni procedentes de un discurso
experto, recogen con todo lujo de detalles múltiples matices que contribuyen a la
construcción de la asexualidad10.
Quizá uno de los elementos más llamativos de esta obsesión por registrar, clasificar
y generar datos que proporcionen conclusiones certeras acerca de lo que es la
asexualidad sea la existencia de la ya mencionada Asexualpedia11. Si bien la
34
conocida Wikipedia, en la que esta se basa, es un claro ejemplo de cómo estamos
generando nuevos ecosistemas de conocimiento y del papel esencial que la
tecnología tiene en este proceso, la Asexualpedia es la prueba fehaciente de que tal
vez lxs asexuales no experimentan atracción sexual pero, sin duda, sí atracción por
los datos. En ella podemos encontrar recogida tal cantidad de información que
resulta difícil (hasta para las propias personas asexuales) controlar semejante
volumen de datos. Cabría cuestionarse cuál es el efecto que semejante profusión de
categorías tiene, y hasta qué punto la necesidad de legitimación no podría terminar
generando una falta de solidez ante dicho despliegue. Entre otros muchos términos,
un apartado que resulta especialmente interesante es el que concierne a la variedad
de atracciones12 que pueden contemplarse dentro del espectro asexual, más aún si
tenemos en cuenta que dicha distinción se hace necesaria para reforzar la definición
en que se basa la asexualidad, esto es, ausencia de atracción sexual.
La asexualidad se “ha hecho” de un modo distinto en las redes que en las consultas
médicas. El espacio digital ha permitido que se den otras prácticas, en este caso de
las personas que experimentan esta vivencia, y se genere una realidad muy
diferente a la del ámbito sanitario. De nuevo entra en juego la multiplicidad de dicha
realidad, donde una persona asexual en el contexto de la plataforma de la
comunidad online se vive como una identidad, mientras que desde la medicina se
construye a través del diagnóstico y de la sospecha de si este comportamiento
genera o no un malestar interno (con lo que ya sí sería etiquetada como
enfermedad).
35
5. ASEXUALIDAD Y ALOSEXISMO: CARTOGRAFÍA DE LA JERARQUÍA
SOCIO-SEXUAL
La asexualidad está desplegando “su hacer” a través de una categorización
identitaria vertida en las plataformas digitales. Tenemos, por un lado, una
construcción desde arriba hacia abajo, es decir, una serie de categorías y amplia
terminología que se ha gestado a través del saber compartido en red y que son
presentadas a aquellxs sujetxs cuya vivencia compartida les ha llevado a esta
búsqueda. Así pues, esta construcción identitaria se desdobla en una segunda
dirección, donde tenemos, por otro lado, el proceso de subjetivización de cada unx
de dichos individuxs, una construcción “desde abajo”, donde el saber compartido
adquiere matices en la práctica y encontramos testimonios más o menos
posicionados con la causa.
36
En el marco de las dinámicas sexuales, la asexualidad se resiste a la obligatoriedad
de experimentar la atracción sexual, de focalizar la energía sexual en lo que el/la
otrx nos despierta. Una cierta analogía de este cuestionamiento del marco de
sentido se puede encontrar en otros casos, como los cuerpos intersex que se
resisten a encasillarse en una categoría concreta o los cuerpos trans que se niegan
a realizar la transición de un género a otro. Así pues, podríamos observar también
en la asexualidad esa desorientación que nos hace preguntarnos por nuestros
propios vínculos internalizados y probablemente no del todo conscientes.
37
monja budista de esas, que se masturbaba mucho y muy a gusto. Toda la gente del público
empezó a carcajearse y yo lo sentí como bullying de instituto. Al salir escuché como otra decía
“joder tías, al final nos acabamos juntando con las que no follan” (K, 18 de mayo de 2016).
El alosexismo, como modelo hegemónico de configuración de la sexualidad, se
construye dentro del ordenamiento sexual enmarcado en un contexto social en el
que actúan a partir de un “sistema adquirido de preferencias, de principios de visión
y de división (lo que se suele llamar un gusto), de estructuras cognitivas duraderas
(que esencialmente son fruto de la incorporación de estructuras objetivas) y de
esquemas de acción que orientan la percepción de la situación y la respuesta
adaptada. El habitus es esa especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en
una situación determinada” (Bourdieu, 1997: 40).
38
parece implicar un cuestionamiento del ordenamiento sexual imperante, no parece
casual que haya una mayoría leída como género femenino.
“La idea neovictoriana promovida por el feminismo antipornografía de que los hombres son
horribles y las mujeres encantadoras, aparte de poseer claras resonancias conservadoras,
comporta la noción de víctimas pasivas de nuestras circunstancias; de la misma forma,
sostener que los deseos masculinos son irreprimibles no es sino el anverso de pensar que los
deseos sexuales de las mujeres son inexistentes. En palabras de Schur, una actitud de estas
características “niega implícitamente la existencia de una sexualidad femenina activa al tiempo
que induce al derrotismo entre las mujeres” (Osborne, 2002: 51).
¿Cómo hemos sido educadas en el terreno sexual? ¿Qué consecuencias tiene
presentar una negativa a una propuesta sexual? ¿Cómo consideramos las mujeres
que vivimos nuestra sexualidad en comparación a los hombres? ¿Por qué jerarquías
está entretejida la práctica sexual y hasta qué punto estas siguen presentes?
Presentar la asexualidad en el debate público implica cuestionar la obligatoriedad del
“sí”, articula una posición que nos incomoda porque pone en entredicho el modo en
que desarrollamos nuestras prácticas. Y desde una perspectiva de figura leída como
varón, aunque sean minoritarias dentro del colectivo, representa el cuestionamiento
a la necesidad de performar un rol dominante en torno a la práctica sexual, a la
exigencia que se presupone en estas dinámicas, a “cumplir” y exponer hombría. El
surgimiento de la asexualidad como identidad podría suponer una respuesta a las
tensiones que se desarrollan en los modelos de feminidad y masculinidad en
relación al sexo. En el caso de las mujeres, frente al panorama hostil que se
presenta; en cuanto a los hombres, un cuestionamiento de la masculinidad
hegemónica.
“Estamos en una sociedad del ‘sexo’ o, mejor, de ‘sexualidad’: los mecanismos del poder se
dirigen al cuerpo, a la vida, a lo que la hace proliferar, a lo que refuerza la especie, su vigor, su
capacidad de dominar o su aptitud para ser utilizada. El poder habla de la sexualidad y a la
sexualidad. La sexualidad, lejos de haber sido reprimida en la sociedad contemporánea, es en
cambio permanentemente suscitada” (Foucault, 2005: 156-157).
La retórica de sexo como algo positivo es un instrumento poderoso desarrollado en
esta sociedad contemporánea, donde determinados colectivos han facilitado que
exista un cierto apoyo político y educativo a favor de unas prácticas sexuales
seguras y de la reivindicación de sexualidades marginales. Esta visión permite un
reconocimiento de comportamientos más allá de la penetración vaginal y relaciones
más allá de los vínculos heterosexuales (Glick, 2000; citado en Sloan, 2015). Sin
embargo, esta retórica de una visión positiva del sexo corre el riesgo de la
proliferación de marcos que privilegian la expresión sexual para generar una
intimidad personal. Pueden convertirse en discursos que deslegitimen las
intenciones de los individuos asexuales a formar relaciones no sexuales (Feministe,
2012 y Glickman, 2011; citado en Sloan, 2015), así como estar atravesados por el
matiz de género donde pueden darse situaciones en que una mujer recibe
39
expectativas de relación sexual por parte de un varón con el que quiere establecer
un vínculo no sexual.
Yo cuando estaba con chicos, me daba besos y tal porque era lo que hacía todo el mundo.
Pero si me intentaban tocar pensaba “si a mí esto no me llama”. Siempre estaba el tiempo
máximo que podía durar hasta que aguantaban ellos y decían “¡oye! No somos plantitas
asexuales, o hacemos algo o nada” (Arabella, 18 de mayo de 2016).
Hablamos de un contexto en el que se identificó liberación sexual con liberación de
las mujeres, de un modo quizá apresurado que no analizó las dinámicas patriarcales
que aún subyacían. Con ello, se pasó de un modelo patriarcal que regulaba el
acceso de los cuerpos femeninos a la sexualidad limitando su sexualidad, a otro que
también la regulaba, pero a partir de una lógica de promoción e invitación a la
sexualidad, dando lugar a un modelo que genera dinámicas que desde el análisis
asexual se han calificado como hipersexualizadas. El aperturismo logrado se ha
traducido en la mercantilización del objeto de sus demandas, hasta llevar la máxima
“el sexo vende” al límite de sus posibilidades, siendo además un tipo de sexo que
responde a unos modelos determinados, de manera que la jerarquía social se
refuerza en el plano sexual.
40
Nuestro centro de gravedad se ha efectivamente desplazado hacia una economía inconsciente
y libidinal que ya no da lugar más que a una naturalización total de un deseo condenado, ya
sea al destino de las pulsiones, ya sea al puro y simple funcionamiento maquínico, pero, sobre
todo, a lo imaginario de la represión y de la liberación. En adelante ya no se dirá más: “tienes
un alma, debes salvarla”, sino “tienes un sexo, debes encontrarle el buen uso”. “Tienes un
inconsciente, hay que saber liberarlo”. “Tienes un cuerpo, hay que saber gozarlo”. “Tienes una
libido, hay que saber gastarla”, etc. (Baudrillard, 1977: 32)
Esta economía inconsciente y libidinal se traslada al ámbito publicitario, donde las
relaciones entre los productos ofertados y el sexo como lugar común al que acudir
resultan paradójicas. ¿Realmente es necesario apelar al apetito carnal para vender
una colonia? Es más, retomando de nuevo la idea anterior entre la jerarquía social y
su plasmación a través de lo sexual, ¿qué modelos se usan en estas
representaciones del sexo? ¿El placer alimenticio tiene que estar relacionado
necesariamente con el placer sexual? ¿Por qué comer una tableta de chocolate ha
de ser un sinónimo de orgasmo? La hipersexualización del entorno es aplastante, y
los modelos de jerarquía social que en esta se reflejan también. Este contexto
parece ser aún más percibido por las personas que se mueven en el espectro
asexual.
A mí me pasa que cuando veo anuncios de una tipa y un tipo, casi en pelotas, haciendo un
montón de posturitas y es en plan “¿de verdad había necesidad de hacerlo, tío?” Es
innecesario. Te meten el sexo por los ojos y ya te genera rechazo que sean tan pesados. Es
absurdo la cantidad de sexo que hay en todos los lados. A mí me parece pesado (Sergio, 18 de
mayo de 2016).
Lxs asexuales, desde un distanciamiento con estos contextos que privilegian una
determinada expresión sexual, pasan a ser figuras que pueden caer en la
incomprensión por unas dinámicas de consumo poco normativas, al igual que
sucede con aquellas subjetividades que no entran en los marcos aceptados en
cuanto a la práctica del sexo. Atendiendo a las estadísticas elaboradas por el propio
colectivo, así lo comprobamos. La mayoría de personas identificadas con la
asexualidad son jóvenes (al menos en los datos por ellxs mismxs recogidos), quizá
por un mayor acceso a la tecnología que ha posibilitado la eclosión del colectivo. Las
cifras devuelven un consumo de alcohol muy bajo o nulo, así como escaso interés
en salir a discotecas durante el ocio nocturno. Si analizamos que ambas conductas
pueden venir acompañadas por dinámicas sexualizadas, esta relación cobra sentido.
41
sexuales concretas; o, incluso, desde la propia producción discursiva, poner en
cuestión vivencias que manifiestan un desinterés por la conducta sexual. Todo ello
contribuye a reforzar ciertos marcos, con la problemática de que las dinámicas
alosexistas se podrían encontrar incluso en los entornos activistas más subversivos,
donde un enaltecimiento de la libertad en las prácticas sexuales (que tanto costó
conseguir y donde aún queda trabajo por hacer) puede generar, además desde la
inconsciencia, nuevas dinámicas de opresión.
“No hay que creer que diciendo sí al sexo se dice no al poder; se sigue, por el contrario, el hilo
del dispositivo general de sexualidad” (Foucault, 2005: 167).
42
6. ASEXUALIDAD Y BDSM: REDEFINIENDO VÍNCULOS, DELIMITANDO
FRONTERAS
La cuestión acerca de a qué dinámicas sociales responde el auge de la asexualidad
como identidad en los últimos años ha sido abordada desde distintos ángulos. No
obstante, pocas investigaciones se han centrado en analizar, una vez asumida esta
vivencia, de qué modo estas personas se mueven por estos entornos
hipersexualizados que hemos mencionado en el apartado anterior. ¿Cómo
construyen sus vínculos, cómo se forman sus relaciones en un espacio
necesariamente compartido con personas alosexuales? ¿De qué manera negocian
con estas otras subjetividades los intercambios? ¿Dónde se fija el límite entre lo que
se consideran comportamientos sexuales y no sexuales?
Sloan (2015) es una de las pocas investigadoras que ha abordado esta cuestión,
para lo cual se sirvió de los contextos BDSM como escenarios en los que analizar
estas relaciones entre alosexuales y asexuales. Entrevistó a un total de 15 personas
definidas dentro del espectro asexual que también participaban en relaciones BDSM,
sin pretender demostrar por qué estas personas no tienen relaciones sexuales (o, si
las tienen, por qué no las experimentan de un modo convencional), sino cómo estos
individuos negocian las expectativas que pueden generarse en torno a lo sexual.
Para este apartado nos serviremos del testimonio de Caterina, una de las
entrevistadas en esta investigación que se define dentro del espectro asexual y
participa en prácticas BDSM:
Yo no sé por qué soy asexual, igual soy asexual porque tengo mogollón de ansiedad, no lo sé.
Pero me da igual, el caso es que lo soy. Y desde el momento en que te quitas la frustración de
“tengo que cambiar”, hay un momento de tranquilidad. Lo has vivido como una diferencia y, de
repente, es empoderador. En entornos de BDSM venían muchas personas con esta historia.
“Ah, claro, esta persona practica BDSM porque en realidad tenía diversidad funcional y fue
abusada de pequeña”, típico diagnóstico absurdo que se hace. Pues a lo mejor sí, ¿y qué?
(Caterina, 7 de mayo de 2016).
Aunque la sexualidad, como toda actividad cultural humana, se base en el cuerpo, la
estructura, la fisiología y el funcionamiento del cuerpo no determinan la
configuración o el significado de la sexualidad de una forma directa ni simple. Si esto
fuera así, podríamos esperar que se registrara una gran uniformidad entre las
diversas culturas. Sin embargo, la diversidad sexual que vemos es sorprendente: las
actividades que se condenan en una sociedad son favorecidas en otras, y las ideas
de lo que es atractivo, erótico, satisfactorio o, incluso, sexualmente posible varían
considerablemente (Vance, 1989: 20). Esta diversidad pone a su vez en entredicho
las consideraciones de lo que se considera sexual y lo que no, puesto que
43
encontramos prácticas que no poseen el significado sexual que le damos los sujetos
en el siglo XXI.
Tal y como ponen de manifiesto estos principios, las prácticas BDSM pasan por un
proceso de negociación previo donde se fijan ciertos límites y se llega a
determinados acuerdos. Quizá ahí se encuentre la clave de uno de los motivos por
los cuales las personas asexuales se sienten cómodas en dichas dinámicas. Por un
lado, al igual que su propia identificación como personas asexuales les ayuda a
articular su falta de interés al enfrentarse a las relaciones sexuales, ser partícipes en
estas prácticas les dibuja un espacio de comodidad en el que no hay supuestos
previos y tienen voz para exponer los actos que quieren o no quieren realizar:
Cuando empecé a conocer el mundo BDSM, ahí sí que vi más diversidad. Creo que allí mucha
gente entiende el tema del placer mental. Porque, por ejemplo, cuando tú eres dominante, no
estás recibiendo nada, por lo que no sé hasta qué punto las personas dominantes están
cachondas en el momento, pero me da la impresión de que no tanto porque requiere mucho
control para hacer determinadas cosas. Encontré más gente que se acoplaba más a mi manera
de vivir la asexualidad, sobre todo también con tema de fetichismos, como otras maneras de
ver la sexualidad. Me encontré en un terreno más cómodo. (Caterina, 7 de mayo de 2016.
Énfasis añadido).
Por lo tanto, el contexto BDSM parece brindar al colectivo asexual un escenario
sobre el que desplegar su identidad e interaccionar con las personas alosexuales
por dos motivos fundamentales:
45
6.1. El BDSM como espacio de negociación
El BDSM les proporciona el espacio de negociación para establecer unos límites que
eliminen en lxs otrxs participantes la expectativa de tener sexo. El sexo es concebido
como una práctica más dentro de las posibles fuentes de placer. Esto permite que la
asexualidad en el mundo BDSM simplemente sea leída como una preferencia por
otras prácticas (Sloan, 2015). Estas declaraciones de la persona entrevistada, que
se define dentro de la grisasexualidad, ponen de manifiesto cómo la diversidad de
prácticas presentes en el BDSM y el papel al que queda relegado el sexo están muy
relacionadas con la manera de entender el espectro asexual:
Creo que hay una intersección alucinante entre asexualidad y BDSM, fetichismos, etc. Creo
que la vivencia de ello no es la atracción a la otra persona, sino la atracción a una situación
concreta, y eso es la definición de la asexualidad. O sea, que no te atrae la otra persona
físicamente. Por ejemplo, dentro de la grisasexualidad entran tantas cosas, tantas situaciones,
que a lo mejor solamente es un rol concreto el que te detona, digamos, el deseo. En realidad,
cualquier práctica, creo, de las no focalizadas al sexo dentro del BDSM se puede englobar
dentro de la grisasexualidad. (Caterina, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido).
Resulta relevante el modo en que se remarca cuál es la definición de la asexualidad,
al hilo de este interés categórico que comentábamos anteriormente. Es necesaria la
aclaración constante, la explicación continua, quizá debido a la dificultad que el
término encierra en sí, precisamente por todo lo que abarca. En cuanto al modo en
que esta persona se mueve en el mundo BDSM y cómo lo experimenta, sin
necesidad de que esté atravesado por esa atracción sexual que se remarca (su
ausencia más bien) en la definición de asexualidad, comenta:
Mi vivencia corporal en una situación BDSM creo que es más extrema. El dolor te lleva a sitios
mentales más interesantes, descargas endorfinas. No es excitación, no, no lo es, pero si se
mezcla con el rol y la entrega, es como un plus, no sé cómo explicarlo. Quiero decir, es de
repente esa cosa de darle placer a otra persona, la sensación de satisfacción personal que uno
puede tener. Eso estando de bottom. Estando de top, la sensación es el placer del control. No
es algo que se traduzca demasiado en nada de deseo ni nada así, ¿no? (Caterina, 7 de mayo
de 2016).
Los intercambios de poder que se generan en las prácticas BDSM, si bien desde
una identificación con la asexualidad no son experimentados como atracción sexual,
sí parecen tener un componente de erotización. La articulación de posiciones de
dominación y sumisión, así como la intimidad que posibilitan con la pareja, parecen
dar lugar a unas sensaciones concretas que desde la identificación con la
asexualidad resultan complicadas de etiquetar, pero que, desde luego, entrañan
algún tipo de placer (no necesariamente sexual, claro). Preguntada por esta
experimentación del placer desde una vivencia asexual, la entrevistada concreta
mejor la explicación a través de un ejemplo que resulta más esclarecedor:
Es un placer mental o de apetencia. Es como un masaje, como muy sensorial. En un masaje,
depende de qué zonas se toquen, puede haber cierta estimulación. En un masaje de entrada
no te atrae la persona que te lo está haciendo, pero las sensaciones que sientes pueden hacer
46
que te guste mucho, se puede volver sexual u orgásmico. Creo que es parecido, estás
prestando más atención a eso, con el componente de que, si además existe conexión con la
persona y tienes un algo previo, se genera el mismo componente de intimidad (Caterina, 7 de
mayo de 2016).
Por último, en lo referente a ese espacio de negociación previo que se abre en los
contextos BDSM con el que tienen que lidiar las personas asexuales, parece que un
posicionamiento claro desde la identificación con la asexualidad no siempre resulta
cómodo:
En el mundo BDSM llevo más tiempo explicándome cómo funciono sin ponerle tantas
etiquetas. Sí llevo unos meses explicándolo con etiqueta, pero no sé si volver a probar a
explicarlo sin etiquetas. Me parece más fácil. Depende de la persona. Dices “es que soy no sé
qué”, da como vergüenza ponerse a explicar. Sin embargo, explicas “no, es que mira, a mí me
gusta esto más y esto menos”, y es como entrar desde otro sitio (Caterina, 7 de mayo de
2016).
A pesar de tratarse de un espacio que genera más libertad a las personas asexuales
para expresarse y relacionarse, al menos desde el testimonio recogido se pueden
leer aún ciertas reticencias o vergüenzas asociadas a una identidad que todavía no
es demasiado conocida.
47
placentera, al tiempo que constituye a fortalecer el espacio de intimidad con la
pareja.
48
CONCLUSIONES
La asexualidad es una identidad que ha surgido como tal en el presente siglo XXI,
muy alimentada a través de las redes, de manera que se encuentra en pleno
proceso de legitimación y de búsqueda de su lugar en el espacio público. Las
investigaciones que han abordado su estudio han experimentado una evolución
hacia la despatologización de la misma, si bien en los inicios la asexualidad ni
siquiera se contemplaba dentro del espectro de las orientaciones (a)sexuales
posibles. El panorama actual parece aspirar a establecer posibles conexiones entre
el discurso asexual y la teoría queer en lo que se refiere al cuestionamiento del
marco social que este colectivo plantea.
Más allá de determinar qué entra o no dentro del amplio paraguas que la
asexualidad parece contemplar o cuál es el origen de la misma, este trabajo ha
49
pretendido fundamentalmente determinar en qué sentido el discurso expuesto por
este colectivo implica determinadas rupturas con el marco social, en qué aspectos
nos desorienta (Ahmed, 2006). La asexualidad parece plantear el debate de la
jerarquización que el sexo tiene en nuestros vínculos e interacciones, así como en
qué medida estamos considerando la atracción sexual que sentimos como algo
innato y no con un cierto componente construido. Asimismo, también sugiere una
reflexión en torno a la presencia de lo sexual en nuestra sociedad, de qué modelos
se utilizan para representarlo y quién queda, por lo tanto, excluidx de los mismos.
Sin embargo, la voluntad del colectivo parece ser más bien contraria, con deseo de
vincularse a las demandas expuestas por estas minorías sexuales, argumentando
un distanciamiento absoluto con la cuestión religiosa y percibiendo en el contexto
actual una hipersexualización (con modelos que, a través de lo sexual, refuerzan la
jerarquía social) que también les genera exclusión. Con ello se abren debates
interesantes que aún no han sido resueltos y posiblemente serán reflexionados más
adelante. Uno de los más candentes es si, en el caso de que la asexualidad se
incluya de nuevo en las futuras reinvindicaciones del Orgullo, ¿entrarían, por lo
tanto, las personas asexuales heterorrománticas? Si la asexualidad se concibe como
una orientación más, que no se enmarca dentro de la heterosexualidad y queda
fuera de la heteronorma, ¿cómo gestionar esos futuros conflictos que desdoblan la
atracción de las orientaciones entre lo sexual y lo romántico?
50
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Fuentes electrónicas
52
ANEXOS
3Experiencias de dos de las personas entrevistadas en esta investigación que
participaron en el Orgullo mainstream y el Orgullo Crítico:
Baikal
Sabíamos que estábamos allí por la necesidad de que se nos conozca, de que la
gente sepa que la asexualidad existe y está ahí. Que hay todavía más diversidad.
Pero desde luego no estábamos ahí por convicción y, si ya sospechábamos que no
íbamos a encajar mucho en cómo estaba planteado aquello, la realidad nos dio la
razón.
Me pareció bastante triste que la marcha del Pride estuviera tan desvirtuada de la
reivindicación y se hubiera convertido casi en un desfile de carnaval. Mucha forma,
pero poco fondo. Llegamos a la gente, pero la gente no nos llegó a nosotros. Todo lo
contrario que en el Orgullo Crítico. Ahí el objetivo principal no era la visibilización,
sino la reafirmación como colectivo. Quizá no llegamos a las miles de personas del
Pride, pero a cambio nos llegó el calor y la empatía del resto de colectivos. Y, en
53
general, vi mucha fraternidad entre minorías. Era todo más familiar y humano. Más
humilde, más sentido.
Y para cerrar, decir que, siendo visitante, sobre todo en el Orgullo Crítico me llamó
mucho la atención la diversidad y la transversalidad que había. Tan solo había
estado en un Orgullo antes y fue el año anterior en el de Bilbao. Allí en Madrid se
veía como las cuestiones de nacionalidad o raza se cruzaban de forma natural con
la diversidad sexual y de género.
El hecho de tener intérpretes para incluir a las personas sordas me dejó muy
sorprendida, ese punto de mirar por otras realidades porque a veces pensamos que
los sordos son solo sordos y los gays son solo gays. Como si una persona solo
pudiera pertenecer a una minoría cada vez.
La verdad es que aquella noche en la plaza Pedro Zerolo vi reunida tal cantidad de
diversidad como antes no había visto. Y para mis adentros decía: “esto, esto es la
sociedad. Amplia, diversa, cada une diferente. Y así debería de ser, no hoy, sino
cada día”.
54
es más diversa porque no puede serlo, es lo que es y las minorías minoritarias son,
o si es más bien que la diversidad está acallada e invisibilizada.
Soy de la segunda opción. Cada vez pienso más que la única mayoría es la de las
minorías, y que una persona cuando realmente puede expresarse y ser plenamente
muestra sus “rarezas”. Y así, por ejemplo, tengo la impresión de que entre los
grupos de minorías sexuales y de género abundan los “frikies”, simplemente porque
ya el hecho de declararse fuera de lo “esperable” en algo (sexualidad/género) da
“derecho”, quita el miedo y la vergüenza, a poder ser, expresarse, como “raro” en
otros ámbitos.
Miriam
Para mí las sensaciones en un Orgullo y otro no tuvieron nada que ver. En el Orgullo
Crítico me sentí parte de algo, una más, no había miedos, sentí que era mi sitio, que
estaba ahí reivindicando algo igual que el resto, que percibía el entorno igual que el
resto, que íbamos todes a lo mismo, que podía ser libre siendo lo que soy. En el
Orgullo oficial me sentí un perro verde, curiosamente más verde que nunca, sentí
que los demás percibían aquello de un modo diferente, que ese mundo era ajeno a
mí, me sentí más fuera de la sociedad que nunca. Es una marcha hipersexualizada
donde toda la lucha y reivindicación se lanza desde la hipersexualización de los
cuerpos, de las relaciones, de todo. Sí, que lo que se hipersexualiza son cuerpos y
relaciones que se salen de la heteronorma y nosotres también estamos fuera de
eso, pero en un mundo en que la libertad se expresa a través de la
hipersexualización, les asexuales quedamos fuera. Aquella marcha no nos
representaba, no nos entendía, en cierto modo no nos dejaba ser libres.
Conseguimos visibilidad, pero no la sensación de ser parte de aquello.
55
8 Guion de la entrevista realizada al colectivo de personas asexuales:
1) Colectivo
¿Qué es AVEN? ¿Cómo surge? ¿Cómo se crea la página? ¿Por qué empieza
con la definición de asexualidad? ¿Cómo se administra? ¿En cuántos idiomas
podemos encontrar esta plataforma? ¿Hay contacto entre unos países y otros?
¿Qué tipo de actividades se desarrollan a través de la página? ¿Cada cuánto
tiempo hay reuniones presenciales y cómo se organizan? ¿Qué crees que
debería hacer AVENes para visibilizarse en nuestro país? ¿Hay información
suficiente como para que una persona ajena a la asexualidad entienda en qué
consiste esta al consultar vuestra web? ¿Para qué se utiliza el símbolo de la
tarta? ¿Qué otros símbolos relevantes hay? Mencionar la campaña #AceDay.
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3) Ideario - ¿Qué cuenta la página de AVEN?
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9 Manifiesto del colectivo asexual leído en el marco del Orgullo Crítico 2016:
Estamos aquí por primera vez para que se oiga la voz asexual. Voz silenciada e
invisibilizada. Es nuestra orientación sexual y es lo que reivindicamos. Ni elección, ni
moda, ni tendencia, es nuestra vivencia.
Que este sea el primer año de muchos otros. Que más gente se entere. Asexualidad
existe, les asexuales existimos.
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12 Tipos de atracción establecidas por el colectivo asexual:
Atracción sexual: sensación que hace desear un contacto sexual con otra persona
específica. Cuando alguien te pone caliente. La idea de contacto sexual no se
reduce al coito.
Atracción social: sensación que lleva a desear la interacción social con otra
persona determinada.
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