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Tema: Heráclito.

PROFESORA S. DI CAMILLO: Mi nombre es Silvana Di Camillo, soy Profesora


Adjunta de la cátedra. Vamos a trabajar los contenidos de la Parte B del Programa. Hoy
trabajaremos los fragmentos de Heráclito. El trabajo que vamos a hacer es de lectura de los textos
mismos. Pero el carácter fragmentario de los textos de Heráclito hace que no resulte fácil
establecer un hilo conductor claro. Por eso, voy a tratar de ofrecerlo en estas clases, pero también
les pido que lean para la próxima clase la siguiente bibliografía:

Bernabé, De Tales a Demócrito. pp 112 a 142 [el capítulo sobre Heráclito]


Guthrie, Historia de la filosofía griega. Vol. 1. Capítulo 7, pp 380-433 y 438-442
Cordero, “La dinámica de la pólis en Heráclito”

Esta es la bibliografía que deben leer sobre Heráclito. Les voy a dar también un orden de
los fragmentos, que es el que voy a seguir en mi exposición:
93 estilo 114 ‘lo común’ 102
1 lógos 2 53 ‘guerra’
34 Dificultades subjetivas 50 80
17 para comprender el lógos 41 ‘lo sabio’ 61 Tipos de
123 Dificultades objetivas 32 67 oposiciones
54 para comprender el lógos 108 12 teoría del flujo
107 51 ‘armonía’ 94 ‘medida’
40 El papel de los sentidos 125 movimiento
129 y de la erudición
57 en el conocimiento
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Les doy este ordenamiento porque Diels, que es quien pone estos números que les
mencioné, realiza un ordenamiento totalmente arbitrario de los fragmentos de Heráclito: los
ordena según el nombre de quien cita el fragmento, es decir, de la fuente. Por ejemplo, Plutarco
va a venir antes que Sexto Empírico. Pero no hay ninguna inteligibilidad en el orden que da a los
fragmentos. Yo, en cambio, trato de darles un orden temático y por eso sugiero este orden.

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En la antología, antes de los fragmentos, aparecen algunos testimonios que Diels consigna
con la letra A. El primer testimonio es el 22 A 1 y es de Diógenes Laercio. ‘22’ es el número del
filósofo en el ordenamiento de Diels y A significa que es un testimonio. Por lo tanto, el 22 A 1 es
el primer testimonio acerca de Heráclito. Los textos B, en cambio, son los fragmentos. Diels es
un autor que realizó una obra monumental de recopilación de todos estos fragmentos de los
presocráticos en 1903 y luego Kranz, en 1951, revisa esa obra, la corrige y edita una nueva
edición llamada Diels-Kranz (DK).
El primer testimonio corresponde a Diógenes Laercio, que es un doxógrafo-biógrafo del
siglo III d.C. Vamos a leer este testimonio:

“(1) Heráclito, hijo de Blosón (o, según otros, de Heraconte), natural de Éfeso. Floreció
en la 69º Olimpíada [504-501 a.c.]. Llegó a ser sumamente arrogante y desdeñoso, como
es evidente también por su libro...
(2) .... Ataca además a los efesios por haber puesto en exilio a su amigo Hermodoro ...
(3) Retirado [de la vida pública] en el templo de Artemisa, solía jugar a los dados con los
niños. Rodeado en cierta ocasión por efesios que lo miraban, les dijo: "¿De qué os
asombráis, sinvergüenzas? ¿Acaso no es mejor hacer esto que participar en el gobierno
con vosotros?" ... Moría a los sesenta años.”

Lo primero que nos dice Diógenes es que Heráclito floreció en la Olimpíada 69 y el


traductor es quien pone la fecha correspondiente a esa olimpíada. Cuando se habla del
florecimiento, se alude al acmé, que coincide más o menos con los 40 años de ese autor. Por lo
tanto, hay que suponer que Heráclito nació hacia el año 540 a.C., es decir, a mediados del siglo
VI a.C. Otro dato que nos da Diógenes es que Heráclito había nacido en Éfeso, ciudad ubicada en
Jonia, sobre la costa de Asia Menor, al norte de Mileto. Si bien Heráclito utiliza términos que lo
emparentan con los filósofos milesios, como por ejemplo: phýsis, kósmos (términos propios de
los primeros filósofos: Tales, Anaxímenes, Anaximandro), su interés no es tanto indagar de qué
está hecho el mundo sino cuál es su estructura, cuál es su orden. En el testimonio que vimos se lo
muestra con una personalidad arrogante, desdeñosa. Parece haber pertenecido a una familia
aristocrática. Y Diógenes nos dice que rechazó legislar para los efesios y participar del gobierno
porque tenía malas relaciones con sus conciudadanos. Vamos a ver que constantemente Heráclito
expresa su profundo desprecio, no sólo hacia los efesios, sino hacia la mayoría de los hombres,
que no comprenden, que están dormidos, etc.

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En cuanto a sus escritos, Diógenes nos transmite que escribió un libro. Dice:

“(5-6) ... El libro que nos ha llegado de él se titula, en razón de su contenido, Sobre la
naturaleza; está dividido en tres discursos: uno sobre el universo, otro político y otro
teológico. Lo ofrendó al templo de Artemisa, según dicen algunos, escribiéndolo
deliberadamente en forma oscura, de manera que sólo los iniciados pudieran tener acceso
a él y no fuese presa de fácil desprecio por parte del vulgo ...
Tanta fama adquirió su obra que se originó, a partir de ella, una secta de discípulos: los
llamados heraclíteos.”

Diógenes nos dice que Heráclito realmente escribió un libro en dialecto jónico, en una
especie de prosa rítmica. El libro se titulaba Sobre la naturaleza, pero en realidad este es un título
que se solía dar a las obras de los primeros filósofos. Por lo tanto, no podemos estar seguros de
que fuera ese el título que Heráclito le dio. Heráclito depositó el libro en el templo de Artemisa
precisamente para facilitar la difusión. Sin embargo, hay algunos autores (por ejemplo Kirk) que
niegan que Heráclito haya escrito un libro y dicen que ese libro sería una reunión de un conjunto
de sentencias orales hechas por algún discípulo posterior. Pero, como tenemos este testimonio de
Diógenes Laercio, el de Sexto Empírico y también el de Aristóteles que dicen que efectivamente
existió un libro, no tenemos por qué dudar.
Otro problema, más importante que el de determinar la autenticidad del libro, es la
interpretación de Heráclito. La interpretación de Heráclito tropieza con dificultades muy
peculiares que tienen que ver con la forma en que se expresa, ya que usa el símbolo, la paradoja,
la antítesis, la ambigüedad, y eso lo hace deliberadamente, es algo querido por él. Guthrie en su
Historia de la Filosofía Griega llega a decir:

“Ninguna de las exposiciones de Heráclito ofrecidas hasta el momento ha merecido la


aprobación universal como reflejo fidedigno de su pensamiento.”

Entonces, ninguna de las interpretaciones deja de ser controvertida. Ya en la antigüedad


ese estilo le valió el sobrenombre de ‘oscuro’, calificativo que puede confirmarse por los
fragmentos conservados. Si Heráclito fue llamado oscuro ya desde la Antigüedad, no podemos
atribuir la dificultad para interpretarlo al carácter fragmentario de lo que conservamos.
Ciertamente, el hecho de no contar con el libro de Heráclito hace que no podamos saber cuál era

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el orden original de los fragmentos; y eso, naturalmente, dificulta la interpretación. Pero esta es
sólo una oscuridad suplementaria; porque si el texto de Heráclito fue considerado oscuro desde el
principio, es porque hay una oscuridad inherente al texto, o a su lenguaje.

¿Por qué es “oscuro”? la interpretación más simplista es la que da Diógenes, que dice que
lo hace deliberadamente, para no ser entendido por la multitud ignorante.
Diógenes Laercio sostiene que esa oscuridad es solamente para el no iniciado. Leemos las
líneas que siguen del testimonio.

“(7) ... Algunas veces se expresa en su obra con lucidez y claridad, de modo que hasta el
más torpe puede fácilmente comprender y sentir una elevación del alma; la brevedad y la
hondura de la exposición son incomparables.”

Y agrega:

“Muchos epigramas se refieren a él; por ejemplo, este otro: No enrolles rápidamente en
torno a la varilla el libro de Heráclito de Éfeso, es por cierto sendero difícil de recorrer,
es tiniebla y oscuridad sin luz, pero si un iniciado te introduce es más resplandeciente que
el brillante sol.”

Lo que nos dice Diógenes, entonces, es que al principio los fragmentos de Heráclito
parecen afirmaciones oscuras, ambiguas, pero una vez que se capta la clave de su pensamiento se
vuelven luminosas. Espero que así sea para ustedes. Por lo tanto, dado que es especialmente
oscuro y difícil, les aconsejo que dediquen mucho tiempo al estudio de Heráclito porque, aunque
a uno le parezca que entendió, es un pensamiento difícil de reproducir y de exponer en forma
clara.

Si no aceptamos las razones que da Diógenes, sigue en pie la pregunta de por qué utiliza
ese lenguaje oscuro. Veamos el testimonio que da Plotino, en DKA4:

“... parecía expresarse con imágenes, despreocupándose de hacer claro su significado


para nosotros, como si debiera cada uno buscar en sí, de la misma manera que él buscando
encontró.”

Entonces, ¿por qué Heráclito escribe de forma oscura?

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Porque la verdad no es algo que está en la superficie sino que es necesario buscar y
realizar una tarea hermenéutica. Hay un fragmento que nos dice: “la naturaleza ama ocultarse”.
Entonces, la naturaleza, la realidad es enigmática y por eso el mismo esfuerzo que tenemos que
hacer para entender la realidad lo tenemos que hacer para entender el lenguaje de Heráclito,
porque lo que hace el lenguaje de Heráclito es reflejar el carácter enigmático de la realidad
misma. Lo que hace Heráclito es reproducir en su discurso lo que la realidad es. La verdad no
puede expresarse en un lenguaje que hasta los tontos entenderían, porque para llegar a la verdad
es necesario utilizar la inteligencia. Hay, entonces, una perfecta correspondencia entre su modo
de expresarse y la estructura enigmática de la realidad.
Lo que sigue en la antología ya no son testimonios sino fragmentos. Platón es la fuente
más antigua de Heráclito, aunque no la más exacta dado que él lo integra a su propio discurso y a
veces es muy difícil determinar cuándo lo está citando y cuándo lo está parafraseando. Y Alberto
Magno, a quien ubicamos en el siglo XIII, es la última de las fuentes.

Como les dije, el orden en el que leeremos los fragmentos no coincide con el
ordenamiento de Diels porque este último es un ordenamiento arbitrario: es el orden alfabético de
los que lo citan. Sobre la ubicación del fragmento 1 y 2 hay, en general, consenso. Pero sobre los
demás fragmentos no hay ningún acuerdo y Diels desespera de encontrar un orden que resulte
inteligible. Hay otras dos importantes ediciones, además de la de Diels, de Heráclito: la de
Marcovich, del año 1967, y la de Kahn, del año 1979. Ellos sí intentan dar a los fragmentos un
orden temático. Lo que ellos pretenden hacer es reproducir el orden original en el que aparecían
en el libro de Heráclito. Entonces, si leen los fragmentos desde estas ediciones, van a encontrar
un ordenamiento diferente. En la bibliografía que les di, Guthrie sigue la edición de Diels y
Bernabé sigue la edición de Marcovich. Por eso, para que no haya confusiones, en la antología les
consigné la cita del fragmento tanto en la edición de Diels-Kranz (DK) como en la de Marcovich
(M). Hay otra edición, la Heraclitea de Sergei Mouraviev, que es hasta el momento la obra
compilatoria y de edición más completa de fuentes para el estudio de Heráclito. La edición está
escrita en francés, pero los textos están presentados en su idioma original (griego, latín árabe).
Además de traducir los fragmentos al francés, se encuentran en inglés y en ruso. Este es un

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trabajo monumental, en diez volúmenes, pues se cita el fragmento en su contexto más amplio. La
obra se inició en 1999 y aún está inconclusa.

Vayamos al fragmento 93 para completar esta cuestión del estilo oscuro, oracular y
enigmático de Heráclito. Dice:

“El señor de quien hay en Delfos el oráculo,


no dice ni oculta, sólo da signos”

¿A quién se refiere? A Apolo. Se dan tres posibilidades: decir, ocultar, dar signos.
Heráclito no dice directamente, no se refiere explícitamente a Apolo; tampoco falsea ni oculta
sino que da signos. ¿Qué signos nos da? Nos dice su rango, su lugar de procedencia, su manera
de expresarse. Lo propio de un oráculo es que su significado no sea unívoco, que requiera de una
interpretación. Entonces, el oráculo “no dice ni oculta”, no falsea la realidad, sino que “da
signos” para que hagamos el esfuerzo de interpretarlos.

Dicho todo esto sólo a manera de presentación, vamos a pasar a una noción que es
decisiva dentro de la filosofía de Heráclito: la noción de lógos. ¿Cuál es el significado original de
la palabra ‘lógos’? Lógos viene de la raíz leg- que significa ‘reunir’, ‘elegir’, ‘seleccionar’ y sólo
derivativamente va a significar ‘decir’. Hablar no es otra cosa que reunir palabras con un sentido.
Entonces, tanto en el significado de ‘reunir’ como en el de ‘decir’ está presente el concepto de
organización, de constituir un grupo que tiene unidad. Hay, por lo tanto, un valor declarativo –el
de ‘decir’- que tiene su origen en un valor distributivo y racional, que es el de ‘reunir’. Por
ejemplo, cuando uno enumera las hazañas de un determinado personaje o cuenta lo sucedido en
algún lado, aparece esta noción de cálculo y de reunión o selección.

El uso del término ‘lógos’ por parte de Heráclito presenta oscuridades debidas
principalmente a dos razones: La primera es que Heráclito utiliza ‘lógos’ en todas las acepciones
corrientes del término en su época. En el siglo V a.C. los significados de ‘lógos’ eran: ‘palabra’,
‘relato’, es decir, algo que merece mencionarse; de esto último se desprende el significado de
‘fama’, ‘valía’; también tiene el significado de ‘razones’, en el sentido de causas alegadas,
explicaciones; el de ‘medida’, ‘proporción’ -lo cual va a ser retomado en el sentido

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específicamente heraclíteo del término-; y el de ley o principio para la acción. Heráclito utilizará
todos estos significados corrientes de lógos, pero a ellos sumará otros significados más técnicos,
como guerra, fuego, armonía, común, designio, sabio. Todas estas nociones van a ser sinónimos
de lógos, y, por lo tanto, intercambiables con lógos. En Heráclito, el término lógos presenta la
mayor polisemia en su historia.

Para entender el significado de lógos propiamente heraclíteo conviene tener en cuenta los
fragmentos 1, 2 y 50. Los vamos a leer uno detrás de otro y después les voy a mencionar las
distintas interpretaciones que se han dado del término ‘lógos’ en Heráclito. Pero lean con
atención para ver qué objeciones podemos hacer a una u otra interpretación.
El fragmento 1 dice:

“Aunque este mi discurso (lógos) existe siempre


los hombres se vuelven incapaces de comprenderlo
tanto antes de oírlo como una vez que lo han oído;
pues aun cuando todo sucede conforme a este discurso
parecen no tener experiencia de él, teniéndola sin embargo
de palabras y obras tales
como las que yo expongo
cuando distingo cada cosa según su naturaleza
y exhibo cómo es;
pero al resto de los hombres
les pasa inadvertido cuanto hacen despiertos,
de la misma manera que les pasa inadvertido cuanto hacen mientras duermen.”

El fragmento 2 dice:

“Mientras este mi discurso es común, la mayoría vive como si tuviera una mente
propia.”

Y, por último, leemos el fragmento 50.

“No escuchándome a mí sino al discurso (lógos)


es sabio convenir (homologeîn) que todas las cosas son una.”

Vamos a las primeras palabras del fragmento 1: “Aunque este mi discurso (lógos) existe
siempre…” En realidad, en griego dice: “Aunque este discurso existe siempre…” Pero, para un

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griego del siglo V a.C., estas palabras serían entendidas como una autorreferencia a su propio
discurso y por eso se traducen de esta manera. Por esta razón, muchos intérpretes modernos han
interpretado el lógos heraclíteo como el discurso de Heráclito, el contenido semántico de sus
palabras. Esta es la interpretación lingüística de ‘lógos’ que sostienen Diano, Burnet y Robinson.
Diano dice: “Que lógos no puede ser tomado en otro significado que el de ‘discurso’ se prueba
por el hecho de que es oído”. Según esta interpretación, si el lógos es escuchado, entonces se
debe referir al discurso de Heráclito.
Sin embargo, teniendo en cuenta el fragmento 50, podríamos hacer una objeción a esta
interpretación. Allí Heráclito se separa del discurso. Dice: “No escuchándome a mí sino al
discurso (lógos)…” Claramente aquí el discurso de Heráclito se está apartando del lógos, un
lógos que además, como se dice en el fragmento 1, “existe siempre”. Entonces, ¿cómo podría ser
el discurso de Heráclito el que existiera siempre? Además Heráclito reprocha a los hombres que
“se vuelven incapaces de comprenderlo tanto antes de oírlo como una vez que lo han oído”. Si se
tratara del discurso de Heráclito, ¿cómo podrían ser incapaces de comprenderlo antes de oírlo? Se
trata más bien de algo que existe previamente a ese discurso y de lo cual todos los hombres tienen
experiencia. Todos los hombres parecen tener experiencia de ese lógos y, sin embargo, actúan
como si no la tuvieran.

Todo esto ha llevado a pensar que ‘lógos’, lejos de ser el discurso de Heráclito, designa la
estructura objetiva del mundo, el orden mismo de la realidad, independiente del hombre e
inmanente a las cosas mismas a las que gobierna y unifica. Esta es la interpretación ontológica o
cósmica, según la cual el lógos es la estructura de la realidad, el principio del devenir que
gobierna todas las cosas. Esta interpretación es la que van a encontrar principalmente en Kirk. En
su libro Heráclito, los fragmentos cósmicos, subraya que el lógos no puede designar una forma de
comprensión o de percepción, sino que alude al objeto que se manifiesta en todas las cosas y en
todos los acontecimientos. Kirk sugiere, entonces, que el lógos es la medida o ley del universo. El
lógos sería la ley cósmica que rige la estructura objetiva del movimiento, y, por lo tanto, es un
principio cósmico del devenir.

Esta interpretación es importante, porque permite conciliar dos aspectos de la filosofía de


Heráclito que presentan una aparente contradicción. Por un lado, la afirmación del movilismo:

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todo está sujeto a movimiento. Y, por otro, la afirmación de una unidad ordenada de todo. Según
Kirk, el cambio, o el movimiento, no tomaría en Heráclito la forma de un caos, o de un desorden,
ya que hay una ley que armoniza todo y lo mantiene unido.

Y ahora tendríamos una tercera interpretación, lingüístico-ontológica, sostenida por


Marcovich y Kahn. Para Marcovich y para Kahn, que son los dos editores que les mencioné, estas
dos interpretaciones se pueden unir. Ellos sostienen que el lógos es, sin duda, la estructura de la
realidad, pero también es el discurso de Heráclito, en tanto refleja esa estructura. Ellos reúnen
ambas interpretaciones y sostienen que ‘lógos’ en Heráclito es tanto la estructura de la realidad
cuanto el discurso de Heráclito, en tanto este discurso reproduce esa estructura.

lógos
Interpretación discurso de Heráclito
Lingüística (Diano, Burnet, Robinson)
Marcovich (Int. Ont-ling)
Interpretación Estructura de la realidad Kahn
Ontológica Principio cósmico del devenir
(Kirk)

Marcovich y Kahn adoptan esta posición ontológico-lingüística, que incluye las dos
posiciones anteriores, porque deducen del fragmento 50 que el lógos tiene una existencia
objetiva, no dependiente de Heráclito mismo. Se trata de una ley universal que opera en todas las
cosas. Pero esta oposición entre el discurso de Heráclito y el lógos no es absoluta, porque el
discurso de Heráclito está también basado en el lógos. Por lo tanto, habría dos modos de
aprehender el lógos: o bien a partir de la experiencia misma del mundo, o escuchándolo de
Heráclito. Tal vez para ir en contra de la posible objeción de que el lógos, en tanto es algo que se
escucha, no puede ser sino un discurso, Marcovich dice que no hay motivos para entender
‘escuchar’ en sentido literal. ‘Escuchar’ es ‘estar abierto’, ‘estar expectante’. El lógos aquí
aparece personificado y el verbo ‘escuchar’ presenta un significado metafórico.
De todo lo que dijimos, yo me inclino a asimilar este lógos no sólo con la palabra de
Heráclito. Más todavía, vamos a ver que el lógos no solamente se conecta con el lenguaje y la

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realidad sino también con la conducta y el pensamiento humanos. O sea que, no sólo opera en el
ámbito ontológico sino también en el ético.
Volvamos al análisis del fragmento 1 con más detenimiento. Dice:

“Aunque este mi discurso (lógos) existe siempre


los hombres se vuelven incapaces de comprenderlo
tanto antes de oírlo como una vez que lo han oído;

Aristóteles en la Retórica le reprocha a Heráclito su ambigüedad ya que dice que no es


posible decidir si el término ‘siempre’ pertenece al primer verso o al segundo, es decir, si lo que
quiere decir Heráclito es que su discurso existe siempre o que siempre los hombres se vuelven
incapaces de comprenderlo. No hay manera de decidir esto y tal vez la ambigüedad sea buscada.
Tal vez lo que quiere decir Heráclito es ambas cosas: el lógos existe siempre y siempre los
hombres se vuelven incapaces de comprenderlo.
Ahora bien, ¿de qué discurso está hablando? Dijimos que no puede ser el discurso de
Heráclito. Es más, esta expresión – ‘existe siempre’- es una frase usual de Homero para referirse
a los dioses siempre existentes. Para los griegos todo lo que es eterno es divino y, en ese sentido,
este lógos es divino y es eterno y, por lo tanto, es algo más que el discurso de Heráclito.
Entonces, este lógos es, por un lado, el orden o la estructura del mundo, y por otro lado, el
discurso de Heráclito que se corresponde con esa estructura. Por eso dice:

“pues aun cuando todo sucede conforme a este discurso


parecen no tener experiencia de él
de palabras y obras tales
como las que yo expongo”

Todas las cosas suceden de acuerdo al lógos, que es por lo tanto una ley universal
objetiva, independiente del discurso de Heráclito, y que él trata de comunicar a los hombres, pero
esos hombres se vuelven incapaces de comprenderlo.
Ahora que abrimos este panorama presentado en el primer fragmento respecto del
concepto de lógos, podemos dar algunas características. El lógos heraclíteo existe siempre, es
algo que se comprende, regula el devenir (es una ley) y también es aprehensible en la experiencia
común ya que todos tenemos experiencia de él.

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Lógos -existe siempre
-es algo que se comprende
-regula el devenir
-es aprehensible en la experiencia común

En tanto todas las cosas suceden conforme al lógos, los hombres tenemos experiencia de
él. Ningún hombre puede carecer de esa experiencia. El orden habla al hombre como una especie
de lenguaje que debe aprender a comprender. Pero los hombres parecen no tener experiencia.
Heráclito dice en este primer fragmento que él expone cada cosa en su naturaleza, en su
ser. La palabra para ‘naturaleza’ es phýsis y ella remite a todo lo que hay, al conjunto de todas las
cosas. Pero después phýsis pasa a significar ‘naturaleza interior’, ‘estructura’, alude a la esencia
de esa realidad, la estructura íntima de la cosa. Y en este sentido está utilizando Heráclito este
término. Conocer la phýsis es conocer la ley que ordena el devenir y que es preciso interpretar o
descifrar
En este fragmento, ¿qué imagen da Heráclito de los hombres?
ALUMNO: Dice que son incapaces de comprender.
PROFESORA: Bien. ¿Y por qué les pasa inadvertido el lógos? Dice: “ como les pasa
inadvertido cuanto hacen mientras duermen”. Esta oposición entre los dormidos y los despiertos
es paralela a la oposición que luego va a aparecer entre lo privado y lo común. El hombre que
está dormido está recluido en sí mismo y, además, los sueños son irreales. Entonces, todo aquél
recluido en sí mismo, que tiene una inteligencia particular, que no se abre a lo común, permanece
en la falsedad, no alcanza a comprender el lógos. Los hombres, entonces, se comportan como
dormidos. Cuando estamos despiertos, tenemos comunicación; cuando estamos dormidos,
estamos en nuestro mundo particular. El término griego para ‘particular’ es ídion. El hombre
recluido en sí mismo es el ‘idiota’, el que está metido hacia adentro y no se abre a eso común.
Existe un orden común, pero sólo es accesible si se va más allá de las propias sensaciones
privadas por medio de la reflexión.
Entonces, hay ciertas dificultades que son de orden subjetivo para acceder al lógos: los
hombres permanecen dormidos y hay una exhortación de Heráclito a despertar. Los fragmentos
34 y 17 muestran estas dificultades para acceder al lógos por parte de los sujetos. El fragmento 34
dice:

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“Incapaces de comprender habiendo oído,
a sordos se asemejan;
de ellos da testimonio el proverbio
‘aunque presentes, están ausentes’.”

Y el fragmento 17 dice:

“La mayoría no repara en aquellas cosas con las que se topa, ni las conoce aunque las
haya aprendido, pero así lo imagina.”

Adviertan aquí el juego de antítesis que hace Heráclito. En el fragmento 34 aparece esta
característica de la sordera: los hombres son “incapaces de comprender habiendo oído.” Parece
haber una audiencia, parece haber allí alguien, pero no hay ninguna posibilidad de comunicación.
Y de ahí surge esa sensación de soledad que tiene Heráclito: “aunque presentes están ausentes”.
La mayoría no repara en las cosas con las que se topa. La mayoría de los hombres, por más que
tengan experiencia del lógos porque viven en el lógos, sin embargo no comprenden; no conocen
las cosas aunque las hayan aprendido. El hombre no las conoce pero sí las ha aprendido; no tiene
experiencia pero se topa con ellas: este es el juego de oposiciones que Heráclito hace
constantemente. Los hombres no llegan a lo que Heráclito quiere: a ese conocimiento, a esa
experiencia del lógos que no logran captar y que el propio discurso de Heráclito intenta
comunicar. En el fragmento 19 dice:

“No saben escuchar ni hablar”

Aquí aparecen las dos dimensiones: el lógos que habla al hombre como un lenguaje que el
hombre debe escuchar y el hombre que debe hablar luego en consonancia con eso que ha
escuchado. Hay otro fragmento, el 73, que dice:

“No hay que obrar ni hablar como quienes duermen.”

Aquí aparece la dimensión del obrar, de la acción, de la conducta. No sólo hay que hablar
en concordancia con el lógos, sino que hay que obrar en consonancia con el lógos y, por eso, hay
que conocerlo.

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Con todos estos elementos, Heráclito nos está marcando las dificultades por parte de los
sujetos. Pero también hay dificultades para acceder al lógos que parten del objeto mismo que
tenemos que indagar. Les voy a leer algunos fragmentos que aluden a esta cuestión:

“Si no se espera lo inesperado, no se lo hallará, tan inexorable e inaccesible es.”

“Los que buscan oro mucha tierra excavan y encuentran poco.”

“Por todo esto, es necesario que sean, según Heráclito, también indagadores de muchas
cosas los varones amantes de la sabiduría.”

De acuerdo con estos fragmentos, ¿qué es lo que se necesita para llegar a la verdad, para
acceder a este lógos?
ALUMNO: La reflexión.
PROFESORA: Exacto. Es necesaria una indagación permanente porque el objeto mismo
es de difícil acceso. El problema no es solamente de orden subjetivo -la situación del hombre que
está dormido- , sino que el objeto mismo es problemático porque “la naturaleza ama ocultarse”.
Se necesita una cierta expectación respecto de ese objeto. Pero además la verdadera
comprensión no se trata de un momento de gracia, de una revelación, sino que exige una
indagación, un esfuerzo por alcanzarla. Y el premio de ese esfuerzo, aunque sea poco, vale
mucho; por eso se pone el ejemplo del oro. Después va a decir que lo que vale la pena es una
sola cosa; lo que hay que saber es una sola cosa.
Leamos los fragmentos 123 y el 54 que sí tienen en la antología. El 123 dice:

“La naturaleza (phýsis) ama ocultarse.”

Y el 54 dice:

“Armonía invisible, mejor que la visible.”

Es necesario este trabajo esforzado de indagación porque “la naturaleza ama ocultarse”,
no está en la superficie. La naturaleza o estructura íntima de las cosas, la ley que regula el
devenir, no es lo que se aparece inmediatamente a los sentidos. Por eso dice: “Armonía invisible,
mejor que la visible.”. La armonía invisible, la que no es aparente, es superior. El término

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‘armonía’ en Heráclito, como vamos a ver, es un término técnico y quiere decir conexión,
ensamble de partes. Entonces, lo que se ve es lo desordenado, lo caótico, lo múltiple. Lo difícil es
advertir la conexión existente en esa multiplicidad, debajo de esa multiplicidad. Por eso esta
conexión no es fácilmente aprehensible y por eso es una armonía invisible, porque no está en la
superficie. Si Heráclito nos está diciendo que es necesario interpretar, que hay que descifrar,
podemos ya adelantar que los sentidos no van a ser suficientes para llegar al conocimiento.
Para ver esto vamos a leer el fragmento 107. Dice:

“Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos de los que tienen almas
bárbaras.”

La clave para interpretar este fragmento está en la expresión “alma bárbara”. Los ojos y
los oídos no son por sí mismos malos, sino sólo para los que tienen almas bárbaras. ¿Qué es un
bárbaro?
ALUMNO: Es alguien que no habla griego.
PROFESORA: Exacto. Un bárbaro es alguien que no habla griego y, por lo tanto, no
entiende el lenguaje. Un bárbaro escucha sonidos, pero no advierte el sentido de las palabras. Del
mismo modo, si nos limitamos a los sentidos, vamos a escuchar sonidos, vamos a tener imágenes,
pero no vamos a alcanzar eso que Heráclito quiere que alcancemos que es el sentido de la
realidad, la estructura íntima o la naturaleza de las cosas. El que tiene un alma bárbara, entonces,
es alguien que no comprende el sentido de lo que se le aparece. La posición de Heráclito supone
una cierta metafísica, ir más allá de lo que se aparece a los sentidos. Pero esto no implica negar el
uso de los sentidos. Vamos a leer otros pasajes en los que Heráclito nos dice que los sentidos son
algo así como un paso preliminar. Los sentidos no son depreciados, pero sí se remarca su
insuficiencia. Los hombres tienen oídos, tienen ojos, pero no les sirven porque no les permiten
captar, conocer. Para conocer hay que dar un paso más, que es llegar a la interpretación o a la
reflexión. Podemos concluir, entonces, que para Heráclito los sentidos son condición necesaria
pero no suficiente para alcanzar el verdadero conocimiento. De todos modos, la percepción es un
paso preliminar, necesario para el descubrimiento del lógos.
Para Heráclito, como les decía, hay que hacer un doble esfuerzo: cuando algo se nos
manifiesta como múltiple, tratar de ver la unidad subyacente; o bien, cuando algo se nos presenta

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como una unidad, determinar cuál es la multiplicidad en tensión que está por detrás de esa
unidad. El caso más claro de esto último es el del arco. Un arco se muestra como algo que tiene
unidad. Sin embargo, si se corta la cuerda, se advierte que esa aparente unidad esconde dos
fuerzas en tensión. Eso que parecía una unidad escondía una multiplicidad en tensión. Por otra
parte, a veces lo que observamos es el cambio permanente, por ejemplo el de las estaciones o el
del día y la noche. Lo que hay que tratar de ver en ese caso es la unidad subyacente a ese ciclo,
cuál es la ley que regula ese ciclo.
Les decía que los sentidos no son suficientes, una acumulación de datos sensoriales no
nos da la verdadera comprensión. Pero tampoco vamos a llegar al verdadero conocimiento
mediante una acumulación de saberes. Vamos a ver ahora la crítica a los supuestos sabios. El
término para ‘erudición’ es polymathía que literalmente significa ‘muchos saberes’. Ni la
acumulación de experiencias empíricas ni la acumulación de saberes nos va a permitir llegar a la
verdadera comprensión. Veamos el fragmento 40 y el 129. El fragmento 40 dice:

“La polymathía no enseña a comprender;


lo habría enseñando, si no, a Hesíodo y a Pitágoras,
así como a Jenófanes y a Hecateo.”

Y el fragmento 129 dice:

“Pitágoras, hijo de Mnesarco, cultivó la ciencia (hystoríe) más que todos los otros
hombres, y haciendo una selección de tales tratados, forjó una sabiduría propia:
polymathía, saber equivocado.”

La verdadera comprensión, entonces, no se alcanza con hystoríe: esta investigación o


indagación en la naturaleza. No se trata de viajar a través del mundo recolectando datos y así
reunir un conocimiento objetivo o de estudiar la naturaleza exterior, los ciclos, las estrellas, los
terremotos, como habían hecho los milesios. No es tampoco polymathía, el aprender del estudio
de los poetas, que eran considerados como los verdaderos maestros. Y adviertan que en el
fragmento 129 vuelve a aparecer esa noción de sabiduría propia. Lo que es propio, lo privado es
lo opuesto a ‘lo común’ que es el lógos. El lógos es común. Por lo tanto, esta sabiduría propia no
es el verdadero conocimiento. Y caen bajo esta crítica Homero, Hesíodo y Jenófanes. Vuelve a
arremeter contra Hesíodo en el fragmento 57:

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“Maestro de la mayoría, Hesíodo;
están seguros que éste sabe la mayor parte de las cosas,
quien no llegó a conocer el día y la noche:
en efecto, son una [sola cosa].”

Hesíodo es el maestro de la mayoría porque es el poeta que actúa fuertemente en la


educación de los griegos. Pero Hesíodo no llegó a comprender que día y noche son una sola cosa
porque en la Teogonía los muestra como dos dioses diferentes. Heráclito lo critica diciendo que
noche y día conforman una unidad; son como dos aspectos de una misma unidad conformada por
las 24 horas. Noche y día son opuestos, pero constituyen una sola cosa, una unidad y, por lo
tanto, no son divergentes. No comprender esto es no tener la clave. La ley que Heráclito quiere
que se comprenda es justamente la unidad de los opuestos. Día y noche son opuestos y, sin
embargo, constituyen una unidad. Hesíodo, por lo tanto, lejos de ser maestro, es profundamente
ignorante porque no comprende esta unidad.
Para terminar con la crítica a los sabios, veamos el fragmento 56 donde critica a Homero.
Dice:

“Se engañan los hombres acerca del conocimiento de las cosas visibles, de la misma
manera que Homero, que fue [considerado] el más sabio de todos los griegos. A él, en
efecto, unos niños que mataban piojos lo engañaron, diciéndole: ‘cuantos vimos y
atrapamos, tantos dejamos; cuantos ni vimos ni atrapamos, tantos llevamos’.”

¿Por qué Homero no pudo darse cuenta de este acertijo?


ALUMNO: Porque era ciego.
PROFESORA: Exacto, era ciego. Esta es una cita que confirma la importancia de los
sentidos. Los sentidos, si bien no son suficientes, sí son necesarios para llegar a la comprensión.
Adviertan además que hay una paradoja en esa expresión que dice: ‘cuantos vimos y atrapamos,
tantos dejamos; cuantos ni vimos ni atrapamos, tantos llevamos.’ Una vez que uno tiene la clave
– es decir, que se trata de piojos y no, por ejemplo, de peces- la expresión se vuelve transparente.
Del mismo modo ocurre con todo el pensamiento de Heráclito: una vez que uno advierte cuál es
la clave de su pensamiento, todos los fragmentos se vuelven luminosos.

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Entonces, si ni la acumulación de datos sensoriales, ni la polymathía, la erudición,
alcanzan para comprender, ¿qué es lo que hay que hacer para llevar a cabo la comprensión? Para
responder esto, vamos a leer el fragmento 114:

“Los que han de hablar con comprensión


es necesario que se afirmen en lo que es común a todos,
así como una ciudad en su ley,
y mucho más firmemente aún;
todas las leyes humanas, en efecto, se nutren
de una sola, la divina;
extiende ésta su poder tanto como quiere
y es suficiente para todas
y aún excede.”

Este texto tiene una gran importancia, porque es la primera vez que aparece una referencia
escrita al concepto de ley. Lo que dice es que la fuerza de la polis reside en la ley. Y que, a su
vez, el nómos humano deriva de un único nómos divino, Hay una cierta analogía, hay distintas
afirmaciones. Primero, hay una relación entre el hombre que habla con comprensión, que posee
inteligencia, y lo común. Después, hay una relación entre la ciudad y la ley. Y, por último, hay
una dependencia de las leyes humanas respecto del nómos único que es, además, divino.
¿Qué hay que hacer para hablar con comprensión?
ALUMNA: Hay que afirmarse en lo común.
PROFESORA: Bien. En este fragmento hay un juego de palabras que se pierde en la
traducción. En el primer verso dice “con comprensión” y eso en griego es xún nóo. Y “común” en
griego es xunón. Entonces, aquí Heráclito hace este juego de palabras para decirnos que, para
hablar ‘con comprensión’, hay que seguir ‘lo común’. Heráclito exhorta al hombre que busca
comprender a que se afirme, a que funde su conducta en lo que es común. Lo nuevo que aparece
en este fragmento es que el lógos opera también en el orden de la conducta humana, de las leyes
humanas. Aquí Heráclito estaría exhortando al hombre a adoptar las pautas que fija el lógos, así
como la polis tiene su base en la ley. Heráclito estaría sosteniendo que la sociedad política se
funda en la ley, y que todas las leyes humanas se fundan en una única ley divina que,
precisamente por eso, no tiene un carácter convencional, sino que es una ley eterna y necesaria,
universal. ¿En qué consiste esa ley? Se trata del lógos, con su regulación de tensiones opuestas.

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En el caso del cosmos, es el que imprime la medida que asegura su estabilidad. Pero ¿qué hacen
las leyes que se alimentan de esta ley divina? Tal vez lo que quiere decir Heráclito es que las
leyes vendrían a regular los intereses encontrados de los distintos niveles sociales y, en ese
sentido, son el fundamento de la pólis, lo que les da unidad.
Entonces, dijimos que las leyes humanas se nutren de la ley divina, que es el lógos. En el
fragmento 2 dice:

“Mientras este mi discurso es común, la mayoría vive como si tuviera una mente propia.”

Este seguir a lo común es obedecer al lógos, es actuar en conformidad con el lógos.


Hay, entonces, una dialéctica entre lo común y lo privado, entre despiertos y dormidos. El
que está despierto advierte lo que es común. En cambio, el que está dormido se encierra en sí
mismo y no advierte lo común. Pero, ¿por qué el lógos es común? ¿En qué sentido el lógos es
común? Dijimos que todo sucede de acuerdo con el lógos: el lógos es común a todas las cosas
porque las rige, pero también es común porque es alcanzable por todos los hombres, todos
tenemos experiencia de él. O sea que el lógos es común porque la inteligencia es común. Para
hablar con comprensión hay que utilizar la inteligencia, hay que ejercitar la inteligencia.
Vemos que el concepto de ‘común’ es central en la filosofía de Heráclito. El lógos es
común porque es una estructura común, porque es alcanzable por todos los hombres y porque
rige todas las cosas: tanto las del ámbito cósmico como la conducta humana. Por eso esta ley
divina del fragmento 114 puede interpretarse también como el lógos.
Hemos visto que la realidad, para Heráclito, obedece a una ley. Y esto es lo mismo que
decir que la realidad no se rige por azar, por casualidad. Habíamos dicho que para hablar con
comprensión era necesario afirmarse en lo que es común, y eso común era el lógos. Es preciso
por eso estar despierto, estar abierto al lógos. Pero Heráclito no nos aclaró todavía en qué
consiste esa legalidad, cuál es el contenido de ese lógos que es preciso escuchar para hablar y
obrar bien; hasta ahora sólo nos exhortó a escucharlo. Volvamos al fragmento 50. Dice:

“No escuchándome a mí sino al discurso (lógos)


es sabio convenir (homologeîn) que todas las cosas son una.”

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Escuchar al lógos supone la concepción de un orden del mundo, como un lenguaje que
hay que escuchar. Heráclito se muestra como el profeta del lógos, como el que hace audible al
lógos, al menos a unos pocos entre los muchos que son sordos. Después del contraste entre
escucharlo a él y escuchar al lógos cósmico, hay una frase que define lo que es la sabiduría. ¿Qué
es lo sabio?
ALUMNO: “convenir que todas las cosas son una”
PROFESORA: Exacto. El término ‘convenir’ es homologeîn. Homós quiere decir
‘mismo’ y légein es ‘decir’. Lo que hay que hacer, entonces, es decir lo mismo que el lógos,
hablar junto con el lógos. En eso consiste la sabiduría. El contenido de ese lógos es: “todas las
cosas son una”, o sea, la unidad de la multiplicidad. En otro fragmento dice:

“De todas las cosas, una y de una, todas las cosas.”

Lo que tenemos que comprender es que todo es uno. Hay que saber ver el aspecto plural y
el aspecto de unidad; ambas cosas son necesarias. No es que la unidad sintetice la multiplicidad;
no hay una unidad superior a la multiplicidad, no es que la multiplicidad se anula en algún
momento. Siempre se tienen que mantener esas dos caras: la unidad y la multiplicidad. Entonces,
el lógos es la unidad de la multiplicidad. Bajo la multiplicidad, bajo el aparente caos de las cosas,
subyace una unidad, una conexión armónica invisible que constituye la verdadera naturaleza de la
realidad. Pero vamos a ver que esta unidad no es pacífica sino que está conformada por factores
opuestos, en tensión.
Vamos a analizar ahora unos fragmentos que completan esta cuestión de en qué consiste
la sabiduría o ‘lo sabio’ (tò sophón). Hasta ahora, Heráclito nos dijo que lo sabio es decir lo
mismo que el lógos, comprender que todas las cosas son una. Leamos ahora el fragmentos 41:

“Una sola cosa lo sabio: conocer el designio que gobierna todo a través de todo.”

El fragmento 41 dice que ‘lo sabio’ es una sola cosa y, en este sentido, pueden observar
una nueva oposición a la polymathía. No se trata de saber muchas cosas sino una sola: “conocer
el designio que gobierna todo a través de todo”. En realidad, en lugar de ‘gobierna’ habría que
traducir ‘timonea’.

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Si uno le da a este fragmento una lectura fuerte, tendría que suponer que, si hay un plan
que timonea todas las cosas, entonces hay un capitán que es quien idea ese plan. En este sentido,
algunos intérpretes sostienen que habría un dios que guía y rige todas las cosas de una
determinada manera. En esa lectura fuerte, el plan o designio es ordenado por una unidad
trascendente que gobierna al mundo.
En otra lectura más débil, lo sabio o el designio es el patrón mismo de oposiciones; es un
principio inmanente a la realidad y, por lo tanto, no es necesario pensar en un dios trascendente
que ordene el mundo de esta manera sino que la realidad misma muestra un patrón de oposición.
Hay otro fragmento (el 67) que dice “dios” y luego despliega el concepto y dice: “día noche,
invierno verano, guerra paz”, como si con eso lo estuviera definiendo, desplegando en qué
consiste ese dios. Ahí se ve claramente que Heráclito no está pensando en un dios personal, en un
dios trascendente, sino que es este mismo orden del mundo. Fíjense además que se dice que
“gobierna todo a través de todo”, o sea, a través de las mismas cosas.
De acuerdo con los fragmentos 50 y 41 se puede definir la sabiduría como
comprender el designio o plan que regula la naturaleza.
Captar una sola cosa:
-el designio o plan que estructura la realidad
-captar la unidad que subyace a la multiplicidad

Todas las cosas son una. Esta multiplicidad de elementos dispersos no es azarosa sino
armónica: no hay una multiplicidad anárquica sino que está organizada en una unidad. Pero el
hecho de que esté organizada armónicamente no quiere decir que esté integrada por factores
cualitativamente neutros. La armonía se establece entre elementos opuestos. Para ver esto,
vamos a leer el fragmento 51 que dice:

“No entienden cómo lo divergente converge consigo mismo: armonía de


tensiones opuestas, como la del arco y la lira.”

Primero me voy a detener en el término harmoníe, ‘armonía’, que tiene varios


significados en griego: puede querer decir ensamble entre partes -como el carpintero que

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ensambla las partes, por ejemplo-, también tiene el sentido de pacto entre partes hostiles y
también tiene el sentido de patrón de armonía musical. Estos sentidos se van a integrar en un
significado propiamente heraclíteo que es la unidad producto del conflicto.

Harmoníe: -ensamble entre partes


-pacto entre partes hostiles unidad producto del conflicto
-patrón de armonía musical

Entonces, este sentido heraclíteo según el cual la unidad es producto del conflicto
lleva a entender que es la colisión entre opuestos lo que asegura la cohesión. El profesor
Cordero dice:

“Esta es la esencia de la doctrina heraclítea: la regularidad y el orden como producto


de una armonía de tensiones opuestas.”

Si volvemos al fragmento 51, lo primero que dice es: “no entienden”. Vuelve a la
crítica de la mayoría. ¿Qué es lo que no entienden? En el fragmento 1 lo que no entendían
era el lógos, aunque éste era común porque es el lógos de acuerdo con el cual todas las cosas
suceden. Y ahora ese lógos se muestra como una armonía de tensiones opuestas. La mayoría
no entiende el modo en el que lo divergente, converge; es decir, cómo lo múltiple se vuelve
uno. Adviertan también el uso del género neutro (dice: “lo divergente”) que es generalizador:
este patrón de oposición se aplica a toda la realidad, no solamente a un par de opuestos.
El arco y la lira son imágenes de la realidad tal como es entendida por Heráclito. La
armonía del arco puede referirse a una conexión física de elementos (el primer sentido de
harmoníe). Pensemos en la imagen que nos está dando Heráclito: tenemos una cuerda y una
madera. Aparentemente allí hay una unidad, pero es una unidad que esconde o que depende
incluso de la tensión de la cuerda y la madera, es decir, de las partes que la componen. Esas
partes, entonces, se encuentran en oposición. Y a pesar de la aparente estabilidad del arco, si

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reflexionamos en su unidad, vemos que hay una tensión de fuerzas en oposición. La madera
ejerce presión hacia un lado y la cuerda hacia el otro. Si la madera o la cuerda no ejercieran
esas tensiones opuestas, si por ejemplo se cortara la cuerda, se perdería la unidad resultante,
es decir la unidad del arco que es símbolo de la realidad para Heráclito. Entonces, cada
elemento volvería a su individualidad y allí se perdería la unidad. Sin esa tensión, la unidad, la
coherencia, la estabilidad del mundo se perdería. La armonía, dijimos, es una unidad
resultado de un conflicto. A diferencia de lo que nosotros generalmente consideramos como
armonía, que sería un estado de pacificación, la idea de armonía heraclítea es todo lo
contrario: la armonía es producto del conflicto, de la guerra. Con esto quiero decir que la
realidad depende de la lucha y del conflicto.
Lo que Heráclito propone no es una unidad entendida como síntesis de los contrarios,
porque éstos no pueden desaparecer. No es una unidad superior que anula la contradicción.
La unidad está compuesta por esos opuestos y no debe prevalecer ninguno sobre el otro,
porque entonces se destruiría la realidad misma.
El ejemplo que nos da Heráclito dice “como el arco y la lira”. Si entendemos la lira
como el ensamble físico, repite la misma estructura del arco: tenemos cuerdas y tenemos una
madera en tensión. Pero también la podemos entender en el sentido de una armonía musical.
Si los músicos tocaran una sola cuerda, no tendríamos melodía. La melodía es el fruto de la
multiplicidad. Entonces, de la diversidad, de la multiplicidad surge la unidad de la melodía.
Uno podría preguntarse si el equilibrio resultante de la tensión entre contrarios
excluye la sucesión. La imagen que nos da el arco es la de una permanente tensión en la que
ninguna fuerza prevalece porque, si ganara una, se rompería la unidad. Entonces, ¿qué está
proponiendo Heráclito como realidad?, ¿una tensión siempre paralizada?
ALUMNA: ¿Y el ‘todo fluye’?
PROFEORA: Estaríamos en el extremo opuesto al ‘todo fluye’, que es lo que se suele
concebir como heraclíteo. Si ustedes leen a Kirk, les va a quedar esta imagen de Heráclito:
siempre que se produce un cambio de un lado, se tiene que producir del otro. Hay un
constante equilibrio entre factores opuestos. Sin embargo, dice Mondolfo:

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“Al considerar toda la realidad como una unidad de tensiones opuestas, no deben
suponerse tales tensiones paralizadas constantemente por el equilibrio recíproco, pues en ese
caso se excluiría la concepción del devenir propia de Heráclito quien da como ejemplo no
sólo el arco sino día-noche, invierno-verano, caliente-frío.”

Esto, sin embargo, no significa que haya una multiplicidad incoherente ya que aún en
esos casos podemos sostener que hay una ley que regula el cambio, porque al invierno seguirá
el verano y al verano, el invierno. Es decir, aún cuando el equilibrio se rompa, esto no debe
entenderse como una multiplicidad caótica sino siempre respetuosa de una medida. Sobre
esta cuestión del cambio y la medida vamos a volver más adelante.
En el concepto de armonía, nosotros tendemos a ver una connotación de placidez, de
paz o de reconciliación que es justamente lo que Heráclito quiere rechazar. Se trata de una
armonía de fuerzas en tensión. Hay algo que regula esa tensión, pero si desapareciera el
conflicto, ya no tendríamos una unidad sino un conjunto de cosas disociadas.
Fíjense lo que dice en el fragmento 125:

“También el ciceón se descompone si no se lo agita.”

El ciceón era una bebida que contenía distintos ingredientes. Para tomarla, había que
agitarla porque, de lo contrario, cada uno de los ingredientes recuperaba su individualidad.
Esta es la única cita directa que habla de la interrupción en la reciprocidad de los contrarios.
Tiene que haber movimiento, tiene que haber agitación y conflicto para que haya unidad. Si
no, la unidad de la mezcla se descompone. Esta es la misma idea presente en el ejemplo del
arco: si no hay tensión y conflicto, la unidad de arco se pierde. Aquí, si no hay cambio, si no
hay movimiento, también perdemos la unidad.
Recapitulemos. Si volvemos a los fragmentos acerca del lógos, el fragmento 1 nos
decía que los hombres no entienden el lógos. El lógos es común pero, a pesar de ser común y
de que todo sucede de acuerdo con él, los hombres no lo entienden. Y ahora vimos que el
lógos consiste en esta estructura unitaria compuesta por partes en conflicto. La armonía del
lógos es un todo unificado, cuyas partes esenciales están relacionadas por contraste polar. De

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esta discordia entre opuestos es de donde surge la unidad. De ahí que la guerra (pólemos) sea
otro nombre para lógos, como vamos a ver ahora en los fragmentos 80, 53 y 102.
El fragmento 80 dice:

“Hay que saber


que la guerra es común,
y que la justicia es lucha,
y que todo sucede por lucha y necesidad.”

El fragmento 53 dice:

“Guerra (pólemos)
de todos padre es, de todos rey;
a unos como dioses coloca, a otros, hombres,
a unos esclavos hace, a otros, libres.”

Y el fragmento 102 dice:

“Para el dios todas las cosas son bellas, buenas y justas; los hombres, en
cambio, consideran a unas injustas, a otras justas.”

Empecemos por el fragmento 80, en el que resuenan los fragmentos 1 y 2. Estos


fragmentos tienen una estructura similar. El fragmento 2 decía que el lógos es común; lo que
es común en el fragmento 80 es la guerra. Y en el fragmento 1, se dice que todo sucede
conforme al discurso (katà tòn lógon) y en el 80, todo sucede por lucha y necesidad.

El lógos es común (B 2) La guerra es común (B 80)


Todo sucede conforme al lógos (B 1) Todo sucede conforma a la lucha (B 80)

Como puede verse, claramente aquí Heráclito está trazando una relación entre lógos y
guerra: ahora el lógos es lucha. La imagen de la guerra es adecuada en la medida en que
sugiere oposición, conflicto, antítesis. Los elementos disímiles se armonizan, pero a pesar
suyo. En este sentido, ‘guerra’ funciona como sinónimo de lógos.

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Otra cuestión que aparece en este fragmento 80 es que la guerra es justicia, la lucha es
justicia. Uno tendería a pensar que la justicia es todo lo contrario, en tanto estaría dada por la
equidad, por la solución del conflicto. Sin embargo, Heráclito está diciendo que lo que
asegura la unidad y la cohesión es la oposición, como los dos polos de un imán.
De la guerra y de la contienda dependen toda generación y todo devenir. Por eso dice
en el fragmento 53: “La guerra es de todos padre, de todos rey.” Toda generación, todo
cambio depende de esta lucha entre contrarios. Y esta lucha es una ley universal. La guerra, y
no Zeus, es el dios supremo. La guerra es rey porque gobierna, rige todas las cosas. Heráclito
está diciendo, entonces, que la guerra es ley universal y ella misma es justicia. Todo se genera
y se gobierna por la discordia.
Y el fragmento 102 nos conduce a la distinción humana que hacemos entre cosas
justas e injustas. Esta distinción que hacemos es falta de conciencia del lógos, que sin
embargo está plenamente poseído por la sabiduría divina. Ese lógos, esa sabiduría es
conciencia de la unidad universal de la lucha de opuestos. Esta es la verdadera naturaleza de
la realidad y generadora de todo cambio. Entonces, la armonía invisible se hace visible para
los hombres mediante la oposición, la dualidad, el cambio. Sin embargo, a todo esto subyace
una unidad. Y esa unidad, esa visión sinóptica, la tiene el dios; por eso dice: “Para el dios
todas las cosas son bellas, buenas y justas”.
Vamos a ver que esta teoría de la unidad de los opuestos no es, en realidad, una
verdadera identidad de los opuestos. Vamos a ver qué es lo que Heráclito entiende por
unidad de los opuestos, qué tipo de relaciones están presentes allí. En ese sentido, Aristóteles
sostiene que Heráclito, cuando afirma por ejemplo que día y noche son una sola cosa, está
violando el principio de no contradicción. En Metafísica 1005 b 23-25, dice Aristóteles:

“Es imposible que alguien suponga que es lo mismo ser y no ser, como algunos creen
que decía Heráclito.”

Lo que vamos a ver con los ejemplos de unidad de los opuestos es que Heráclito no
quiso decir con ‘lo mismo’ algo como ‘idéntico’. O sea, para que realmente Heráclito viole el
principio de no contradicción tendría que tratarse de un mismo objeto del que se afirma una

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propiedad y la opuesta. Vamos a ver si realmente es así, si Heráclito está queriendo sostener
una identidad de los opuestos. Entonces, con conceptos que no son heraclíteos, que son
nuestros conceptos actuales, y aplicándoselos anacrónicamente, vamos a tratar de ver qué
tipos de relación están implicadas en esa unidad de los opuestos. Piensen que Heráclito no
tenía aún la distinción entre relativos, contrarios, contradictorios, que sí van a aparecer en
Aristóteles.
Los cuatro grupos de ejemplos que vamos a mencionar están en Bernabé y también en
Guthrie. No tienen tantos ejemplos en la antología, por eso yo les pido que completen lo que
estamos viendo con la bibliografía que les señalé la clase pasada.
Sí tienen en la antología el fragmento 61, que dice:

“Mar, agua purísima e impurísima;


para los peces, potable y saludable,
para los hombres, impotable y mortífera.”

Y hay otro fragmento que dice:

“Los asnos preferirían desperdicios antes que el oro”

¿En qué sentido hay aquí una unidad de los opuestos? La misma cosa, por ejemplo el
mar, es potable e impotable; es decir, produce efectos contrarios sobre distintos tipos de
seres animados. De modo que estos opuestos conviven en la misma cosa. ¿Heráclito está
violando el principio de no contradicción al decir que el mar es potable para los peces e
impotable para los hombres?
ALUMNA: Sería como un relativismo, porque depende de quién lo está
experimentando.
PROFESORA: Bien. En el ejemplo del mar claramente se trata de una relatividad a
los sujetos que lo experimentan. En el caso del asno pasa lo mismo: Heráclito establece un
contraste entre la humanidad y distintas clases de animales. Entonces, el desperdicio, que es
una y la misma cosa, es despreciado por los hombres y preferido por los asnos. En este
sentido, cuando introducimos los relativizadores, la contradicción desaparece, se disuelve. Se

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trata de contrarios, de opuestos, pero relativos a distintos sujetos observadores. Para que se
dé una verdadera contradicción, ¿qué debería pasar?
ALUMNA: Debería ser potable e impotable para los mismos sujetos.
PROFESORA: Exacto, debería ser potable e impotable para el hombre, por ejemplo.
Veamos ahora otra serie de ejemplos, como el del fragmento 60:

“El camino hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y el mismo.”

Y el fragmento 59 dice:

“El camino recto y curvo del rodillo de cardar es uno y el mismo.”

Se trata, entonces, de aspectos opuestos de una misma cosa. Hacia arriba y hacia abajo
coinciden en la misma pendiente. Arriba y abajo son contrarios, pero no lo son en realidad
porque el camino de subida y el camino de bajada son uno y el mismo. El otro fragmento
menciona al rodillo de cardar, que es una máquina de hilar, pero lo pueden entender si lo
asimilan a un torno o taladro. Lo que quiere expresar aquí Heráclito es que en una misma
actividad el recorrido recto hacia abajo y el curvo son uno y el mismo. En un taladro, por
ejemplo, el camino hacia abajo y el curvo se unen en una misma actividad. La escritura es
otro ejemplo de esto mismo: allí también se unen lo curvo y lo recto. La línea de la escritura
está compuesta por líneas curvas y rectas que se unifican en una actividad única.
Entonces, en estos dos ejemplos, se trata de aspectos diferentes de una misma cosa o
que se unifican en una actividad única. Pero hay otros ejemplos que tienen que ver con el
ámbito de los valores. Dice Heráclito:

“La enfermedad hace a la salud agradable y buena; el hambre, a la saciedad;


la fatiga, al reposo.”

Y hay otro fragmento que dice:

“No conocerían el nombre de justicia si tales cosas no existieran.”

¿Qué son ‘tales cosas’?

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ALUMNO: Las injusticias.
PROFESORA: Exacto. Si no hubiera injusticias, no sabríamos qué es la justicia.
Justicia e injusticia son dos polos de la misma unidad. No podríamos reconocer ni percibir el
valor positivo, si no tuviéramos el negativo. Entonces, en el ámbito de los valores, algo no
puede ser valorable ni concebible sin su opuesto. Los contrarios se aprecian en relación con
sus opuestos. Por eso Heráclito da estos ejemplos: la enfermedad y la salud, el hambre y la
saciedad.
Estos ejemplos que vimos muestran la oposición y nos ilustran en qué consiste esta
unidad de los opuestos. Hasta ahora hemos visto que los opuestos son tales por su
relatividad a los sujetos que experimentan, por ser aspectos distintos de una misma cosa o, en
este último caso, porque hay un mutuo condicionamiento: no tendríamos enfermedad si no
hubiera salud, no tendríamos justicia si no hubiera injusticia.
Hasta ahora vimos, entonces, tres tipos de oposiciones. Ahora vamos a ver un cuarto
tipo, a partir del siguiente fragmento:

“Una misma cosa lo viviente y lo muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven


y lo viejo. Pues estos al cambiar son aquellos y aquellos al cambiar, estos.”

¿Cuál es la unidad de estos opuestos: lo joven y lo viejo, lo despierto y lo dormido?


ALUMNO: La secuencia.
PROFESORA: Exacto, se da una secuencia recíproca: el que duerme se va a despertar
y el que despierta se va a dormir. Entonces, lo que aparece aquí como unidad de los opuestos
es la sucesión recíproca.
ALUMNO: Pero el viejo no se va a volver joven.
PROFESORA: Sí, y menos aun en lo vivo y lo muerto. Apoyándose en este
fragmento, algunos sostienen que hay influencias órficas en Heráclito y que creía en la
reencarnación. De este modo sí puede entenderse que lo viejo se vuelva joven y que lo
muerto se vuelva viviente.
Entonces, volviendo a los ejemplos que habíamos visto –invierno y verano; día y
noche-, hay una sucesión en la cual uno se transforma en el otro. Aquí ya no hay coexistencia

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de opuestos sino que hay una sucesión, hay uno que prevalece sobre el otro. Pero no es una
sucesión cualquiera sino que es cíclica: uno va a dar lugar al otro y este va a dar lugar al
primero. Estos opuestos, entonces, son uno por su mutua convertibilidad, porque uno se
convierte en el otro y viceversa.
Por lo tanto, el cambio supone ambas cosas: tanto el equilibrio de tensiones opuestas
(en donde no hay un verdadero estatismo porque, a pesar de que parece estable, en realidad
hay fuerzas en tensión) como la mutua convertibilidad. Pero siempre hay que tener en cuenta
que a este cambio o a esta sucesión Heráclito la llama ‘justicia’. Para Heráclito, la guerra, el
conflicto es justicia, a diferencia de Anaximandro.
Vamos a sintetizar, entonces, estos cuatro tipos de oposiciones heraclíteas, que para
Aristóteles constituyen una negación del principio de no contradicción pero que en realidad
se trata de una unidad que no niega la multiplicidad sino que la ordena. Ese ordenamiento
puede hacerse de diferentes modos.

Tipos de unidad de los opuestos


- Relatividad a los sujetos que experimentan (por ejemplo, el mar)
- aspectos diferentes de una misma cosa (por ejemplo, el camino)
- condicionamiento recíproco (por ejemplo: justicia/ injusticia, hambre/saciedad)
- sucesión recíproca y mutua convertibilidad (por ejemplo: día/noche)

Podemos concluir, entonces, que no hay en Heráclito una violación del principio de
no contradicción. Simplemente, a Heráclito le faltaban muchos de los conceptos que se van a
desarrollar posteriormente y sería anacrónico considerarlo como lo hace Aristóteles.
Quiero cerrar esta crítica que le hace Aristóteles a Heráclito leyendo el fragmento 67:

“El dios:
día noche, invierno verano,
guerra paz, saciedad hambre,
toma diferentes formas, al igual que el fuego,

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que, cuando se mezcla con especias, es llamado según el aroma de cada
una.”

Fíjense que se anuncia la palabra ‘dios’ y luego se dan varios pares de oposiciones,
como si se estuviera definiendo. Se lo nombra y luego despliega en qué consiste. Así, en lugar
de ‘dios’ bien podía haber puesto ‘lógos’ o ‘guerra’ o ‘armonía’ o ‘lo sabio’, en tanto todos
son nombres de lo mismo. ¿En qué consiste esto? Lo definido une. Lo definido es el
principio de unión de las demás contraposiciones. ‘Dios’ es el principio de unidad
representado por la guerra y el lógos como orden del mundo. En lugar de usar en la
definición otros conceptos, lo que hace Heráclito es desplegarlo en su estructura constitutiva.
Entonces, aparecen allí los pares de opuestos: día/ noche, invierno/verano, guerra/paz,
saciedad/hambre. Algunos opuestos son cósmicos y otros tienen que ver con experiencias
humanas. El lógos, entonces, opera tanto en los sucesos cósmicos como en los humanos y
están unidos en una totalidad que es dios.
Este fragmento sirve en realidad para mostrar que no sólo los opuestos en el interior
del mismo género se implican mutuamente, sino que el conjunto en su totalidad de los
fenómenos aparentemente dispares evidencian una unidad esencial. Por eso quien cita este
fragmento, después de mencionar todos estos pares de opuestos, entre paréntesis pone: ‘es
decir, los opuestos todos’. Por lo tanto, toda la realidad presenta un patrón de conflicto. Por
eso este es un fragmento más general que los otros que vimos, donde se decía que ‘arriba’ y
‘abajo’ son una unidad o que ‘potable’ e ‘impotable’ son una unidad. Acá se está aludiendo a
la realidad en su conjunto: toda la realidad sigue un patrón de oposiciones. Dios, entonces, es
la conexión común de todos los opuestos.
.
Quiero leerles un testimonio de un autor de una Historia de la filosofía que dice:

“Lo divino en Heráclito coincide con el universo eternamente cambiante. Dios es día
noche (…) [aquí el autor menciona este fragmento que leímos]. Lógos es la ley universal que
gobierna el cambio y el devenir. Este lógos, sin embargo, no es un dios personal trascendente
sino una ley inmanente que gobierna el cambio.”

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El lógos es inmanente precisamente porque se despliega en esas oposiciones. Dios es
eso: día/noche, invierno/verano, etc. Es esta misma ley que estructura la realidad.
Con esto concluimos el tema de la unidad de los opuestos y cómo hay que entenderla
en Heráclito.
Ahora vamos a ver otro testimonio, que es el de Platón, la interpretación que Platón
nos transmite de Heráclito, según la cual todo está sujeto a cambio, todo fluye. El texto
donde aparece este testimonio es el diálogo Crátilo 402 a 8-10. Platón recibe la influencia de
Heráclito pero a través de Crátilo, discípulo de Heráclito, que es quien en realidad sostiene
que todo fluye (porque acabamos de ver que Heráclito no sostiene eso). Platón dice allí:

“Dice en algún lugar Heráclito que todo está en constante movimiento y


que nada se halla quieto. Y comparando las cosas con la corriente de un
río, dice que no podrías entrar dos veces en el mismo río.”

Ese es el testimonio que nos da Platón. Vamos a leer ahora el fragmento 12 para ver
qué dice Heráclito:

“Para los que entran en los mismos ríos,


aguas fluyen otras y otras.”

Esto es lo que dice Heráclito. Adviertan que se habla de ‘los mismos ríos’. Se trata de
un ejemplo más de una realidad única que puede ser encarada desde dos puntos de vista.
Pero el acento no está puesto solamente en el fluir de las aguas. Al hablar de ‘los mismos ríos’
se hace referencia a algo que permanece más allá del fluir. Entonces, la pregunta es: el río ¿es
el cauce o son las aguas?
ALUMNA: La composición de ambos.
PROFESORA: Exacto. Adviertan cómo aquí aparece nuevamente esta idea de la
unidad de la multiplicidad. Aún cuando haya diversidad de aguas (“aguas otras y otras”), los
ríos son los mismos. Entonces, esta aguas “otras y otras” tienen que estar encauzadas,
reguladas. Heráclito ciertamente insiste en el cambio pero también en la regularidad del
cambio, en que hay un orden y una medida.

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Entonces, lo que permanece es el cauce y las aguas fluyen. Y así se da la realidad. La
unidad del río depende de las dos cosas: de la permanencia y del cambio. A partir de este
fragmento, ¿podemos decir que Heráclito sostiene que ‘todo fluye’?
ALUMNO: No.
PROFESORA: Todo está en permanente devenir pero hay ríos que son los mismos y
que permanecen aun cuando su material se renueve en forma constante. Y además, de hecho,
los que entran en los ríos también permanecen, porque si no, no podrían experimentar que
las “aguas fluyen otras y otras”. Los bañistas también permanecen.
Entonces, los ríos son imagen de la realidad porque en ellos conviven tanto la
permanencia e identidad como la diferencia. La unidad del río está constituida por la
multiplicidad y diversidad de las aguas, pero se trata siempre de una multiplicidad encauzada.
Hay movimiento, hay fluir, pero hay también una medida. Y esta idea es la que evoca el
fragmento 94. Heráclito dice:

“El sol no transgredirá sus medidas, si no, las Erinias, ayudantes de Díke,
lo pondrán en descubierto.”

Las Erinias son divinidades que representan la venganza contra la transgresión moral.
Pero la mención de Díke indica que no se trata de una venganza ciega. Díke en Heráclito es
una personificación de la justicia cósmica que asegura la regularidad de los días y de las
estaciones. Con este fragmento queda claro que Heráclito no sólo insiste en el fluir sino
también y no en menor medida en la regulación de ese proceso. Existe una ley, el cambio está
regulado y controlado porque reconoce una medida. El sol puede interpretarse como el día.
El sol no transgredirá sus medidas para que la justicia cósmica no lo castigue.
Con respecto a esta cuestión de la medida en el cambio, tienen esas dos
interpretaciones que les mencioné antes. La medida para Kirk sería el equilibrio de fuerzas en
oposición (como en el ejemplo del arco). En cambio, para Mondolfo la medida es una
alternancia de los opuestos, pero una alternancia que es regulada, que es siempre una
sucesión recíproca. Nosotros vimos que no hay necesidad de elegir una u otra interpretación
porque en Heráclito hay ejemplos de ambas. Lo que debe quedar claro es que en ambas está

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implicado el movimiento. No se puede negar que Heráclito es el filósofo que más insistió en
el hecho del movimiento. Pero ese movimiento no es un ‘todo fluye’, no es caótico, sino que
está regulado y encauzado por una ley que no es otra cosa que el lógos.
Para estudiar este tema les recomiendo la bibliografía que señalé al comienzo de la
clase y la guía de estudio que podrán encontrar en el campus.

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