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FACULTAD DE HUMANIDADES

CARRERA: Licenciatura en Filosofía


ASIGNATURA: Introducción a las letras
Módulo I - Unidad III

MODULO I
ODISEO
Unidad Didáctica 3
El viaje como transformación

3.1. Telémaco: el viaje como transformación


Como consecuencia del las decisiones de los dioses, Atenea1 llega a Ítaca bajo la apariencia del rey de los
Tafios, Mentes; allí encuentra a Telémaco en medio de los pretendientes a quienes se los denomina
“soberbios”, “altivos”. Por el concilio de los dioses sabemos que la hija de Zeus se propone que Telémaco
viaje a Esparta y a Pilos,

“…para que obtenga honrosa fama entre los hombres...” 2

Nítidamente se distingue, en el marco del relato, la oposición entre el comportamiento de Telémaco y la


conducta de los pretendientes. En efecto, éstos jugaban a los dados sentados sobre cueros de bueyes que
habían devorado, sin reparar en la presencia del huésped; tampoco los sirvientes habían prestado atención
a la presencia de Atenea-Mentes, ocupados en servir vino y agua y en disponer las mesas para los
permanentes festines de los pretendientes, en los que consumían los bienes de Odiseo.

1
Al iniciar este segmento de nuestro trabajo conviene tener presentes las palabras de Walter Otto sobre la diosa: “Lo que Atenea
le muestra al hombre y lo que le inspira son, por cierto, la audacia, la voluntad de vencer y la intrepidez. Pero todo ello no sería
nada sin la prudencia y la claridad luminosa. Sólo de ellas nace la acción genuina. Atenea es el brillo del momento claro, lleno de
fuerza, con la cual tiene que unirse, como en un vuelo, la realización. Así se distingue de Apolo, el dios de la lejanía y por ende el
de la pureza y del conocimiento. Ella es la diosa de la cercanía”. Theophania. Der Geist der altgriechischen Religion, Hamburg,
1956 (tr. Teofanía. El espíritu de la Antigua religión griega, Bs.As., 19782, p. 128)
2
I, vv. 94 – 95
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Telémaco se encuentra perturbado3 porque nadie recibe al desconocido; también pensaba si regresaría su
padre y en el modo en que la casa de Odiseo podría recuperar la dignidad. Su ubicación en el
relato, entre los pretendientes4, pone de relieve tanto la fragilidad de su situación cuanto su incapacidad
para modificar la afrenta que afecta a la casa real.

Como advierte que el huésped espera en el vestíbulo sin que nadie lo reciba, sale a su encuentro, y le
asegura la hospitalidad debida

“Forastero, salud, serás tratado amistosamente entre nosotros, pero antes de explicar
a qué vienes habrás de saciar tu apetito”.5

En estos detalles se observa la distancia que separa las concepciones de La Ilíada y de La Odisea, y
percibimos así toda la peculiaridad de la segunda obra. En efecto, La Ilíada celebra las hazañas de los
héroes, por ello resulta difícil imaginar a Aquiles fuera del contexto bélico de Troya. La actitud de Telémaco
nos lleva a un universo espiritual completamente distinto. Sin duda que el nostos de Odiseo nos ubica en el
corazón del mito de Troya, pero en la perspectiva de un mundo enteramente posterior a la guerra.

La visión de la vida en un ámbito de paz, desde una perspectiva nítidamente realista, resulta propio de los
estadios épicos tardíos, en los que se espeja un cierto gusto por el goce contemplativo de la realidad6.

En la actitud de Telémaco vemos cómo esta época valora profundamente el gusto por el modo amable de
lo humano; en efecto, el trato civilizado ocupa un lugar eminente en La Odisea, en el sentido de una nueva
formulación del ethos heroico. En este mismo designio educador podemos ubicar a la discreta Nausicaa, el
cortés recibimiento de los Feacios y el encuentro del porquerizo Eumeo con Odiseo; en La Odisea, estas
actitudes representan un valor en sí mismo7.

Desde la perspectiva de Telémaco, debemos considerar uno de los sentidos del mito del asesinato de
Agamenón; la venganza de Orestes es profundamente significativa por su proximidad temporal: el hijo del
Atrida es casi de la misma edad que Telémaco, y la acción que le otorgó fama entre los hombres ocurrió
poco tiempo atrás.

3
I, v. 119 ... se irritó en su corazón...
4
Ibidem : .. sentado entre los pretendientes...
5
I, vv. 123 – 124.
6
Cf. W. Jaeger; Paideia, op. cit., pp. 33-36. Compartimos plenamente con el autor su idea de que la épica comienza a
transformarse en novela, es decir, en la contemplación artística de la vida y sus problemas.
7
En La Odisea se manifiesta la tendencia a destacar el aspecto espiritual de la personalidad: se reconoce la prudencia de
Telémaco, los pensamientos justos de Nausicaa y la inteligencia de Penélope.
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Del mismo modo, la docilidad de Telémaco ante las sugerencias de Atenea resulta la contrapartida de
Aquiles, quien desoyó los prudentes consejos de un hombre de mayor experiencia. La épica ya no está
dominada por personajes que cumplen decidida y trágicamente con su destino, sino que contrapone la
figura de un joven que alcanza la gloria por la docilidad y la prudencia.

El viaje a Pilos y Esparta expresa la modificación de Telémaco: un joven inseguro y doliente debe
convertirse en un héroe, es decir, en un compañero de armas de su padre. En este sentido se verifica un
símbolo de importancia a la hora de sostener esta interpretación: padre e hijo se ponen en movimiento al
mismo tiempo; ambos inician el retorno al unísono, aunque en cada uno este regreso tenga significaciones
diversas.

Veamos cómo la inspiración divina opera una modificación profunda en Telémaco 8. Con el telón de fondo
de los pretendientes comiendo y bebiendo sin moderación y entregados al baile y al canto, Telémaco
interroga a Atenea - Mentes sobre su abolengo y origen; la diosa satisface los deseos de Telémaco y, como
al pasar, parece dar inicio a la transformación del joven:

a) ha venido porque le habían asegurado que Odiseo había regresado

“ ... ahora vine porque se dice que tu padre está regresando, pero los dioses le dificultan el viaje”.
9

b) Odiseo vive, pero está prisionero en una isla:

“… el divino Odiseo no desapareció de la tierra, sino que vive y está detenido en el vasto
ponto, en una isla rodeada de olas: lo retienen hombres insociables y salvajes contra su
voluntad”.10

Luego Atenea - Mentes vaticina que Odiseo regresará en poco tiempo:

“...no estará mucho tiempo separado de su patria, aunque lo sujeten férreas cadenas…” 11

Telémaco parece no comprender a su interlocutor, absorto en su dolor y perturbado por la presencia de


los pretendientes. Inmediatamente, Atenea – Mentes sugiere aquello que modificará desde la raíz su
situación: a) convocar al ágora para conseguir que los pretendientes regresen a sus casas:

“... considera hablar para que los pretendientes se vayan de esta casa...” 12
8
No pretendemos adelantar aquí un rasgo que es típico de la novela moderna, sino centrar la atención en que estamos frente a un
proceso y no ante un cambio abrupto.
9
I, vv. 194 – 195.
10
I, vv. 196 - 199.
11
I, vv. 203 – 204.
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b) iniciar un viaje a las ciudades de Pilos y Esparta para buscar noticias de su padre:

“... prepara una embarcación de veinte remeros, la mejor que hallares, y sal a preguntar
por tu padre ... marcha primero a Pilos y consulta al divinal Néstor; y desde allí ve a Esparta,
junto al rubio Menelao, que ha llegado el último de los aqueos de broncíneas corazas”. 13

Luego de sugerir los dos pasos que hemos señalado anteriormente, pone en el corazón de Telémaco la
semilla de la venganza: contener la hybris de los pretendientes, lo que sólo se puede lograr con su muerte:

“... piensa en tu mente y en tu corazón como matarás a los pretendientes en tu palacio, si


con engaño o a la luz del día”.14

Al mismo tiempo le da la última recomendación de fortaleza, aquella que hará posible lo anterior, la cual
consiste en abandonar las actitudes pueriles15.

“Sé fuerte”.16

Para animar y fortalecer a un joven dócil pero aún dubitativo, Atenea – Mentes recuerda nuevamente al
“divinal” 17 Orestes que al matar al “doloso” 18 Egisto, y vengar así a su padre, alcanzó “gloria ante todos
los hombres”19. Éste es el modelo para Telémaco y las acciones recomendadas por la diosa, las únicas que
restituirán el orden quebrado por la hybris de los pretendientes.

“... considera estas cosas y reflexiona mis palabras”.20

Con estas palabras Atenea- Mentes sella todas las anteriores y lo dispone con premura a la acción; como
figura de esta necesidad de actuar, la diosa posterga la entrega de un regalo que quiere ofrecerle
Telémaco, en muestras de agradecimiento por sus consejos.

Luego de esta preparación y estímulo, recibidos en la figura de un hombre mayor, en el que Telémaco ha
reconocido la benevolencia de un padre, la diosa irradia la inspiración divina propiamente dicha:

“...parte Atenea, la de ojos verdosos, y, como un ave, desaparece en el espacio”. 21

12
I, vv. 269 – 270.
13
I, vv. 280 – 286.
14
I, vv. 293 – 296.
15
I, vv. 296 – 297: ...deja las cosas de niño…
16
I, v. 302.
17
I, v. 298.
18
I, v. 300.
19
I, vv. 298 – 299.
20
I, vv. 304 - 305.
21
I, v. 320 – 321.
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Pero antes ha infundido en el hijo de Odiseo “valor y audacia” (m™noq kaÁ uårsoq 22), al
tiempo que reaviva el recuerdo de su padre23.

La técnica narrativa de la épica presenta la inspiración como un influjo sobre la voluntad y la inteligencia
de quien tiene que preparase para afrontar un destino heroico; llamamos inspiración a este proceso, con
la intención de distinguirlo expresamente de la orden o el mandato, que un dios podría dar a través de un
sueño o de un recurso similar.

La imagen del ave entraña el orden divino que se hace visible en el mundo de los hombres, esto es, la
reintegración a la unidad; este modo de comunicación, y el estado que implica, manifiesta el modo óptimo
de ser humano que despierta la inspiración divina.

Telémaco queda “admirado”24, pues advierte que en realidad había estado en compañía de una deidad; las
primeras consecuencias de la acción educativa se advierten con prontitud: ya no se hablará de él como un
joven, sino como un varón “semajante a un dios”25.

Acto seguido, en el encuentro con los pretendientes26, se advierten con mayor profundidad las
mencionadas modificaciones; la situación es como sigue: Femio, el aedo, canta el penoso regreso de los
argivos desde Troya; Penélope le pide que cambie el tema del canto porque la angustia27. Telémaco
ordena a su madre que el aedo continúe, pues es Zeus el que manda las desgracias, y que ella misma
alcance resignación, ya que muchos perecieron en Troya:

“Resígnate en tu corazón y en tu ánimo a oír ese canto, ya que no fue Odiseo el único que
perdió en Troya la esperanza de volver”.28

Inmediatamente asistimos, en el contexto épico, a las primeras decisiones de Telémaco ordenadas a


restaurar el orden quebrantado por la hybris de los pretendientes; de ahora en adelante, Penélope deberá
volver a su ámbito específico, esto es, las labores femeninas (en telar y la rueca) en su habitación, y
supervisar los trabajos de las esclavas. Telémaco le recuerda que no debe hablar en público, pues esto es

22
I, v. 321.
23
I, vv. 321 – 322.
24
I, v. 323.
25
I, v. 324.
26
I, v. 324 : “... se fue enseguida hacia los pretendientes”.
27
I, vv. 340 - 341: “ ... deja ese canto triste que constantemente me angustia el corazón en el pecho, ya que se apodera de mí un
pesar grandísimo que no puedo olvidar”.
28
I, vv. 353 - 354:
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propio de los hombres, es decir, del propio Telémaco que representa, si bien ampliamente menguado, el
poder de Odiseo:

“... y de hablar nos cuidaremos los hombres, y principalmente yo, porque tengo el
mando en esta casa”. 29

Penélope, asombrada por la súbita transformación de su hijo, obedece en silencio y piensa las palabras de
Telémaco:

“Se volvió Penélope, muy asombrada a su habitación, revolviendo en el ánimo las discretas
palabras de su hijo”.30

La segunda acción que pone de manifiesto la decisión de Telémaco consiste en el duro intercambio de
palabras, el primero, con Antínoo y Eurímaco, que en cierto modo expresan el parecer de los
pretendientes en su conjunto.

Antes de referir esta discusión, el narrador muestra una vez más la falta de decoro y la insolencia de los
pretendientes: bulliciosos en la penumbra de la sala y excitados por la presencia de Penélope:

“Los pretendientes movían alboroto en la sala sombría y todos deseaban acostarse con
Penélope”.31

En este contexto, Telémaco recrimina a los pretendientes su comportamiento grosero e insolente:

"¡Pretendientes de mi madre, que os portáis con orgullosa insolencia!" 32

Luego anuncia que llamara a reunión en el ágora, con la expresa finalidad de pedirle que abandonen la
mansión de Odiseo, e invocará a los dioses para que sus acciones sean castigadas

"… yo invocaré a los sempiternos dioses, por si algún día nos concede Zeus que vuestras
obras sean castigadas ..." 33

Sugiere, por último, que todos podrían morir sin venganza:

"… y quizá muráis en el palacio sin que nadie os vengue …" 34

29
I, vv. 358 – 359 :
30
I, vv. 360 - 361:
31
I, vv. 365-366:
32
I, 367 - 368:
33
I, 378 - 379:
34
I, 380:
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Aunque los pretendientes quedan admirados por la audacia de Telémaco.

"Todos se mordieron los labios, admirándose de que Telémaco les hablase con tanta audacia" 35

Antino responde prestamente: lo acusa de ser grandilocuente, es decir, de hablar sin la capacidad de
sostener las palabras con los hechos; el mismo Antino expone la situación: uno de ellos debe ser el nuevo
rey de Ítaca, aunque reconoce que la decisión última le pertenece a Zeus. Cuando esto pase, dando por
sobreentendido que la voluntad del dios los favorecerá, le asegura que nadie lo molestará y que podrá
retener la herencia privada de Odiseo.

Ante la preguntan por la identidad del huésped, dice que se trata de Mentes, hijo de Anquíalo y rey de los
Tafios, pero niega que haya traído noticias de su padre y, obviamente, calla que ha reconocido la
manifestación de Atenea:

“Así habló Telémaco, aunque en su mente había reconocido a la diosa inmortal.” 36

Cuando era ya noche avanzada, cansados de bailar y cantar, los pretendientes partieron del palacio de
Odiseo a sus respectivas casas. Telémaco, a su vez, se encaminó a su habitación pero no pudo dormir, pues
pasó toda la noche pensando en el viaje que Palas Atenea le había recomendado:

“... pasó toda la noche revolviendo en su mente el viaje que Atenea le había aconsejado.” 37

En el canto segundo se profundiza la proximidad de Atenea, ahora con el natural de Méntor, quien
acompaña a Telémaco en el viaje que implicará su madurez definitiva. Distinguimos en este contexto dos
momentos fundamentales: la reunión en el ágora y el viaje de Telémaco. Pasamos al primero.

El hijo de Odiseo ordena a los heraldos que reúnan la asamblea; en este momento, el poeta insiste en dos
aspectos: una belleza que revela la asistencia divina y la dignidad y la gracia que le infunde Atenea:

35
I, v. 382.
Para ponderar esta audacia recordemos que el epíteto que acompaña a Telémaco, desde el primer parlamento con Atenea, es
“prudente”: no se trata sólo de justa ira, sino del inicio de un proceso inexorable.
36
I, 420:
37
I, vv. 443 – 444:
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“... el caro hijo de Odiseo se levantó de la cama, se vistió, colgó del hombro la aguda
espada, ató a sus nítidos pies las hermosas sandalias y, semejante por su aspecto a una
deidad, salió del cuarto.” 38

Se nos dice que el pueblo se admiraba al verle:

“...el pueblo lo contemplaba con asombro...” 39

Se significa así que los nobles reconocen que su aspecto exterior manifiesta virtudes y cualidades
interiores: los ancianos le hacen lugar entre ellos y, naturalmente, queda libre el sitio designado a Odiseo
para que lo ocupe:

“... y se sentó en la silla de su padre, pues le hicieron lugar los ancianos ...” 40.

En primer término toma la palabra Egiptio, en cuya vejez se reconoce la sabiduría41, quien advierte que
sólo un varón “proficuo” puede reunir el ágora, que no había sido convocada desde la partida de Odiseo.

Telémaco toma estas palabras como un presagio favorable y empuña el cetro para arengar a los nobles. En
principio sigue con su estrategia de dar por muerto a Odiseo; luego denuncia públicamente un asunto
privado: los pretendientes han cometido acciones indecorosas y por ello la casa se pierde:

“... porque se han cometido acciones intolerables y mi casa se pierde de la peor manera.”
42
.

Tal perdición implica los bienes, que Telémaco describe rápidamente

“... nos degüellan bueyes, las ovejas y las pingües cabras, celebran banquetes, beben
locamente el vino tinto ...”43

38
II, vv. 2 – 5
39
II, 13:
40
II, 13 –14 :
41
II, 15 – 16. De él se nos dice que tiene cuatro hijos: uno, Ántifo, que ha sido devorado por Polifemo; otro, Eurínomo, forma
parte del grupo de los pretendientes; los restantes trabajan en el campo de su padre. En este pasaje de hondo recogimiento, el
poeta vincula el nombre con la determinación de la muerte (la primera ya acontecida y referida mediante una audaz anticipación y
la segunda, decretada aunque no cumplida); los que viven anónimos en el campo paterno recrean el entorno de la existencia
beatífica del trabajo, desde una perspectiva nueva para el contexto espiritual de la épica.
42
II, vv. 63 - 64:
43
II, vv. 55 – 58:
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Pero fundamentalmente la ruina que implica la hybris de los pretendientes, que no afecta únicamente a la
mansión de Odiseo sino al conjunto de los habitantes de Ítaca; por esta razón, todos deben temer la cólera
de Zeus Olímpico y de Temis. Por el conjunto de esta situación, Telémaco sufre y padece:

“... más ahora, las penas que inferís a mi corazón son incurables ...” 44.

Las palabras de Eurímaco expresan la honda desmesura de los pretendientes, cuando responde a la
interpretación que realiza Haliterses de las águilas enviadas por Zeus:

.. y Zeus, el de voz resonante, les envió dos águilas desde lo alto del monte; al principio
iban volando al soplo del viento, muy cercana una de otra, desplegadas sus alas; y al llegar al
centro del ágora llena de voces, se desgarraban mutuamente la cabeza y el cuello; brillaba en
sus ojos la muerte. Suspensos quedaron al ver a las aves, meditando en sus pechos qué habría
de traer el presagio. (...) Haliterses, instruido en el reconocimiento de los augurios, predice el
regreso de Odiseo y la venganza sobre los pretendientes. 45

Las palabras del adivino deben ser interpretadas a la luz de lo expresado por el Cronión en el concilio de
los dioses: las locuras de los hombres suman males a los decretos del destino46.

En Eurímaco se manifiesta el carácter cegador de la hybris; en este sentido, en el texto homérico,


advertimos que al mismo tiempo que se quiebra irremediablemente el orden cósmico, también se abre la
instancia restauradora de aquel orden. En efecto, la hybris expresa la naturaleza humana en su posibilidad
siempre latente de descenso a la ruina; es una fuerza destructiva que se establece en el cosmos porque
primero ha echado raíces en el hombre. En esto entendemos que consiste la acción de los pretendientes.

Veamos cómo se expresa la hybris en Eurímaco: descalifica al augur, por lo tanto desconoce el augurio, y
se proclama a sí mismo mejor en la interpretación del vuelo de las aves, aunque inmediatamente exprese
que el águila, emblema de Zeus, no implique una lectura humana del orden divino:

“... en estas cosas sé yo vaticinar harto mejor que tú. Muchas aves se mueven debajo de
los rayos del sol, pero no todas son agoreras ...”47

La falta de moderación manifiesta así sus efectos espirituales: no sienten temor ni por los hombres ni por
las profecías:

44
II, 79:
45
II, 146 - 154:
46
I, vv. 35 ss.
47
II, vv. 180 - 182:
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“ ... no creo que hasta entonces desistamos los jóvenes aqueos de nuestra laboriosa
pretensión, porque no tememos absolutamente a nada ... ni nos cuidamos de vanas
profecías.” 48.

En La Odisea, la temática de la hybris tiene un muy amplio desarrollo, aunque, como en el fragmento que
nos ocupa, conlleva siempre el sentido de un progresivo descenso de la naturaleza humana hacia la ruina.
Esto significa, en Homero, que la hybris implica una fractura de los límites ontológicos que, por ende,
conduce al caos de la indistinción.

Este modo de pensar homérico reexamina los acontecimientos en los niveles posibles del lenguaje; tanto
el mito como su narración se ordenan en el plano de la poesía, la cual, entonces, se constituye en vínculo
entre la naturaleza y el hombre. Aquí conviene considerar el fundamento de la physis al momento de
ponderar los alcances de la hybris, pues sólo aquella muestra todas las posibilidades de su potencia
maligna49.

En tanto héroes sufrientes, Odiseo y Telémaco restituyen, en el orden de la naturaleza, los efectos del
accionar de los pretendientes; entramos de lleno en el centro de la cuestión filosófica, en tanto relectura
permanente de las palabras de Zeus en el concilio del canto I. En este sentido, el pensar homérico se
presenta como una constante percepción y clarificación del destino humano; en La Odisea se manifiesta
con claridad que los ámbitos semánticos, a través de los acontecimientos, elevan o degradan al hombre.

Así lo pone de relieve Méntor en su parlamento en el ágora itacense; no se trata ya que los pretendientes
destruyan la casa de Odiseo, sino que los ciudadanos lo contemplen inactiva y silenciosamente, sin ensayar
un intento de restablecer el orden quebrantado:

“Y no aborrezco tanto a los orgullosos pretendientes por la malicia con que proceden,
llevados de sus malos instintos ... como me indigno contra la restante población, al
contemplar que permanecéis sentados y silencio, sin que intentéis, sin embargo de ser tantos,
refrenar con vuestras palabras a los pretendientes, que son pocos.” 50

En este contexto, luego de las palabras cada vez más agresivas de Leócrito, Telémaco decide y anuncia su
viaje, aunque los mismos pretendientes expresen públicamente su descreimiento acerca de la fortaleza de
Telémaco para llevarlo a cabo.
48
II, vv. 198 - 202:
49
En este caso consideramos la semántica del término physis como natura rerum y natura hominis al mismo tiempo y en un
sentido complementario.
50
II, vv. 235 - 241:
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El hijo de Odiseo inicia esta nueva etapa con una acción que lo distingue nítidamente de la soberbia de los
pretendientes: ruega a Atenea; esto significa que reconoce que si alcanza la meta no será sólo por sus
propias capacidades sino por la asistencia de Atenea

“¡Óyeme, numen, que ayer viniste a mi casa y me ordenaste que fuese con una nave a
través del oscuro ponto, en busca de noticias del regreso de mi padre, cuya ausencia se hace
ya tan larga! A todo se oponen los aqueos y en especial los en mal hora ensoberbecidos
pretendientes. 51

En respuesta a esta oración confiada y serena, que manifiesta la íntima proximidad de varones eminentes
y de dioses, la Tritogenia se le acerca con el aspecto de Méntor:

“... se le acercó Atenea, que había tomado la voz y el aspecto de Méntor ...” 52.

La exhortación de Atenea - Méntor se desarrolla a partir de la fidelidad a las virtudes del linaje: en cuanto
más intente Telémaco asemejarse a su padre, el viaje por mar será más fructífero; si Telémaco no recrea
en su interior las virtudes de su padre, la empresa está condenada al fracaso:

“... si has heredado el buen ánimo que tu padre tenía para llevar a término acciones y
palabras, ... el viaje no lo harás en vano, ni quedará por hacer.” 53

Los pretendientes carecen de cordura y, por ende, no practican la justicia; por ello no entienden que su
propia muerte está muy próxima. Mientras Telémaco se sostenga en la cordura, en la prudencia y en la
inteligencia, nada deberá temer de los pretendientes.

La hybris creciente hace que los pretendientes no alcancen a ponderar los sucesos que comienzan a
desarrollarse: Antinoo cree que Telémaco debe moderar el ímpetu de su carácter y continúan bebiendo y
comiendo como si ningún cambio hubiera ocurrido.

El hijo de Odiseo vuelve a poner la cuestión en el punto exacto, pues no puede compartir nada en la
desolación de la hybris; al mismo tiempo insiste en aquellos cambios que pasan inadvertidos a los
pretendientes: ya no es un muchacho sino un varón:

51
II, vv. 262 – 266 :
52
II, vv. 267 - 268:
Recordemos que el sustantivo masculino del español “mentor”, con el significado de “consejero” o “guía”, proviene del
sustantivo propio griego. Cf. www.rae.es s.v. mentor. Lo mismo sucede en las lenguas italiana, inglesa y francesa.
53
II, vv. 271 - 272:
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“¿Acaso no basta que los pretendientes me hayáis destruido muchas y excelentes cosas,
mientras fui muchacho? Ahora que soy mayor y sé lo que ocurre... intentaré enviaros las
funestas parcas...” 54

La venganza es el único camino que posibilita el retorno a la dimensión del decoro, tal como enseña el
mito de Orestes, que es propuesto como modelo formativo de Telémaco. Del mismo modo, la figura
pérfida de Egisto muestra ya la ruina y la oscuridad, el descenso en suma, que ya ha acontecido en el
ánimo de los pretendientes, y cuyo cumplimiento en los hechos resulta dramáticamente impostergable.

Un detalle que podría parecer nimio muestra la superioridad del ethos moderado, dócil y decidido de
Telémaco sobre Antinoo: desasió con facilidad la mano de aquel que buscaba retenerlo en los festines, que
continuamente se daban en su casa55, como un modo de olvidar el viaje, esto es, su transformación
interior.

Desde otra perspectiva, contradictoria en su origen con la que anteriormente presentamos, el ama
Euriclea intentará retener a Telémaco; el joven héroe debe también poner orden en el ámbito de los
afectos para que no lo retengan, en cuanto expresan falsas seguridades, detenimiento y, nuevamente,
olvido

“¡Hijo amado! ¿Cómo te ha ocurrido este propósito? .... quédate aquí cerca de tus
bienes...” 56.

Sin embargo, Atenea – Méntor dispone todo lo necesario para el inicio del viaje:

“Vámonos y no tardemos en comenzar el viaje.”57

El itinerario lírico se abre a consideraciones propias de lo que podríamos llamar el entorno psicológico de
La Odisea. En efecto, Telémaco sigue en silencio y presuroso las huellas de la diosa: tanto un estado de
intimidad comunicada de continuo, cuanto la experiencia de una docilidad digna de veneración en este
horizonte de formación del héroe, es decir, de la plenitud del ser humano.

54
II, vv. 312 - 316:
55
II, v. 321.
56
II, v. 363:
57
II, v. 404 :
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Al mismo tiempo, la presencia de la imagen de la nave, del viento favorable y del mar nos abre a una
nueva reflexión acerca de las instancias en que se cumple el viaje y de las resonancias metafísicas del
lenguaje homérico.

Así la nave recapitula la navegación que le es propia y el peregrinar que todo crecimiento interior requiere;
el mar, aquí manifestado por el término “ponto”, cuya etimología conlleva la idea de “tránsito” o “pasaje”,
parece indicar su potencia mediadora entre las realidades humana y divina, según la modulación
intramundana propia de la mentalidad griega, que pone todo su vigor en la idea de mesura 58.

Por último, el viento se presenta como símbolo de la inspiración divina:

“Atenea, la de ojos de lechuza, les envió próspero viento: el fuerte céfiro, que resonaba por el
vinoso ponto”. 59

De este modo, la diosa conduce a su fin lo prefigurado en el carácter del héroe (representado en la nave) y
las posibilidades mismas por las que la navegación se constituye como tránsito en un sentido ahora
espiritual:

“El viento hinchó la vela y las purpúreas olas resonaban grandemente en torno de la quilla,
mientras la nave corría siguiendo su rumbo.”60

La naturaleza del hombre, coronada por esta certidumbre de ordenarse a instancias eminentes del
cosmos, alcanza una dimensión que ya no puede ser ocultada ¿Por qué? La primera dimensión de la
respuesta descansa en el símbolo de la libación61: el vinoso ponto y las crateras rebosantes de vino
conjugan, en una narración difícil de seguir en todas sus resonancias, la preeminencia de los dioses, el
sostenimiento de los contornos del destino peculiar de Telémaco, y la piedad, que concilia el abandono de
la falsa seguridad materna en Ítaca con la entrega a la dificultad del ser aventurero.

58
Cuando decimos que la hybris de los pretendientes quiebra la norma, apuntamos a todas las consecuencias antropológicas y
cósmicas que implica la desatención a la medida del mundo. Cf. Zumthor, Paul; La mesure du monde. Représentation de l´espace
au Moyen Age, Paris, 1993 (naturalmente en referencia a los antecedentes clásicos).
Cf. Guardini, R.; El ocaso de la Edad Moderna, Madrid, 1981, p. 31.
59
II, vv. 420 - 421:
60
II, vv. 427 – 429:
61
Así como la libación expresa la conciencia de que en cada acto humano está presente la totalidad del orden divino, también
encontramos expresada la actitud que manifiesta las antípodas de la veneración a los dioses. En efecto, a lo largo de La Odisea, el
comer indecoroso simboliza tanto la incapacidad moral cuanto el quebranto de la hybris en los pretendientes. Desde esta
perspectiva pueden ser considerados Polifemo, que devora a seis compañeros de Odiseo y los sobrevivientes que devoran los
carneros del Sol. En el universo poético de Homero, toda comida es, o implica, un sacrificio ritual.
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Telémaco se constituye, como su padre, en transitar el mar como desolación del existir y como
permanente amenaza a este existir y retomar la memoria como abolir el olvido. Cruzar, en definitiva, la
indistinción de la oscuridad, de las tinieblas, que impiden recorrer los caminos, en un sentido tanto
material como simbólico.

A modo de recapitulación, debemos señalar que en La Odisea encontramos una conciencia moral, que se
expresa en las palabras de Zeus sobre Egisto, y que, en esencia, considera que las personas son en gran
parte responsables de sus sufrimientos; la justificación de la venganza de Odiseo sobre los pretendientes y
sus familias descansa sobre la misma concepción. En efecto, el poema pone énfasis en que los
malhechores deben ser castigados y en que aquellos que reciben auxilio de los dioses, son dignos de ello.

La muerte en La Ilíada es contemplada en su designio trágico, puesto que no hallamos propiamente


villanos entre los iguales. Por el contrario, en La Odisea, los dioses convalidan el derecho del héroe a matar
al conjunto de los pretendientes, pues todos son considerados igualmente perversos.

Esta perspectiva de análisis debe ser comprendida, como señalamos oportunamente, a partir de dos
nociones: por un lado, la inspiración divina y, por otro, la necesidad de restaurar el orden quebrantado por
la hybris de los pretendientes.

Como ya hemos señalado, el viaje de Telémaco, que realiza bajo la dirección de Atenea – Méntor, se
desarrolla entre Pilos y Esparta.

La llegada a la ciudad de Neleo se verifica en un ámbito de piedad, de comunicación permanente con el


orden divino, y de sosiego. Esta visión beatífica de la existencia, sorprendente en héroes como Néstor que
ha conocido a generaciones de guerreros ilustres y que ha tomado parte de la guerra de Troya, se
manifiesta en las antípodas de Ítaca, sociedad amenazada desde sus cimientos.

Resulta oportuno analizar, en este ámbito, el vocabulario nítidamente religioso, que expresa una
conciliación permanente con las deidades olímpicas. De este estado da cuenta, en principio, el sentido
sacro del banquete, pues se trata de la celebración de un festín en honor del dios Poseidón, doblemente
simbólico si consideramos la situación de Odiseo:
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“¡Forastero! Ruega ahora al soberano Poseidón, ya que al venir acá os habéis encontrado
con su festín.”62

El sustento semántico de este cuadro breve y magnífico se presenta de este modo: los habitantes de Pilos
inmolaban toros negros sin defectos a Poseidón; quemaban los muslos, luego de probar las entrañas.

Cuando Telémaco, que sigue los pasos de Atenea – Méntor, llega hasta el lugar de la comida ritual, es
tratado con consideración y respeto, pues se lo recibe como huésped, tratamiento que para la mentalidad
griega implica reconocer el respeto inviolable al desconocido:

“... los saludaron con las manos y los invitaron a sentarse.” 63

Pisístrato, uno de los hijos de Néstor, participa a estos forasteros del ritual que se celebra en la ribera del
64
mar ; el Nestórida reconoce, en este ámbito privilegiado de diáfana comunicabilidad entre hombres y
dioses, la preeminencia de Atenea – Méntor, aunque no discierna propiamente la presencia de la deidad:

“Atenea se alegró por el varón prudente y justo, y en ese momento hizo una extensa
súplica al soberano Poseidón.”65

Luego de concluir el banquete ritual, Néstor en persona interroga a los desconocidos por su procedencia y
por el motivo de la navegación.

Atenea pone audacia en el ánimo del prudente Telémaco para que pregunte por su padre y,
fundamentalmente, para que inicie el camino de la consumación de su destino heroico:

“... para que preguntara por el padre perdido y alcanzara gloria entre los hombres". 66

El relato de Néstor sobre los días inmediatamente posteriores a la destrucción de Troya y los regresos
luctuosos, accidentados o prósperos de los guerreros aqueos más destacados es puesto entre paréntesis
en nuestro trabajo, hasta que retomemos los principales nostoi y la causa por la que Atenea y Zeus
forjaron un regreso doloroso para los griegos.

62
III, 43.
63
III, 35.
64
III, 5-7.
65
III, vv. 51-54.
66
III, vv. 77-78.
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El relato de Néstor sobre el regreso de Menelao a Micenas posibilita una nueva reflexión acerca del crimen
de Egisto y de la venganza de Orestes que, con palabras de Telémaco67, le dará reconocimiento ante la
posteridad, y en el mismo sentido se encaminan las palabras del rey de Pilos:

“Sé fuerte para que los venideros te elogien”68

En esta instancia, Telémaco señala su escasez de fuerza para vengar la soberbia de los pretendientes y las
consecuencias nocivas que implica para la sociedad itacense.

Resulta oportuno aquí consignar la reacción de Telémaco ante el paradigma mítico de Orestes: considera
que carece de los bríos del hijo de Agamenón para consumar la venganza, a la que considera tener pleno
derecho:

“¡Hubiéranme concedido los dioses bríos suficientes para castigar la penosa soberbia de
los pretendientes...”69

Sin embargo, el hijo de Odiseo no es ya un pusilánime que se duele de su propia debilidad, sino que, por
el contrario, aprende en la escuela del dolor:

“... y ahora es preciso pasar por todo esto sufridamente.”70

Inmediatamente Atenea – Méntor propone, a causa de la llegada de la noche, poner fin al banquete
ritual con las libaciones a Poseidón y los ritos con que concluyen estas ceremonias:

“La luz del sol se fue al ocaso y no conviene permanecer largo tiempo en el banquete de los
dioses, pues es preciso recogerse.”71

Atenea- Méntor hace un falso discurso acerca de su necesidad, al comenzar el nuevo día, de partir al país
de los caucones a cobrar una deuda, y le pide a Néstor, puesto que ha recibido a Telémaco en calidad de
huésped, que disponga lo necesario para que continúe su viaje a Esparta. Luego Atenea se muestra
abiertamente en su condición divina: remonta vuelo como si fuese un ave:

67
III, vv. 203 - 204: “Aquél tomó no poca venganza y los aqueos difundirán su excelsa gloria que llegará a conocimiento de los
futuros hombres.”
68
III, v. 200; recomendación ya dado por Atenea en I, v. 302.
69
III, 205 – 206:
70
III, v. 209:
71
III, v. 336:
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“Dicho esto, partió Atenea, la de ojos verdosos, cual si fuese un pigargo...” 72

Todos quedan profundamente admirados, pues se ha hecho evidente que Atenea asiste a Telémaco como
lo hace con Odiseo.

Néstor reconoce de inmediato todo lo que la teofanía de Atenea significa, y decide un nuevo sacrificio
para que la Tritogenia asista también a su estirpe:

“Más tú, oh reina, sénos propicia y danos gloria ilustre a mí, a mis hijos, y a mi venerable
consorte”73.

Este pasaje nos permite observar cómo la poesía homérica se organiza a partir de los cimientos que
proveen las descripciones, es decir, los acontecimientos concretos; vemos que, a modo de horizonte, se
despliega la naturaleza misteriosa del mar: un banquete de los dioses en honor a Poseidón; en este
contexto se despliega otro nivel de sentido, el cultual propiamente dicho. En efecto, se plasma el
acontecimiento mítico como la verdad que muestra lo humano en su punto más elevado: vivir en sentido
pleno es convivir con los dioses.

La teofanía de Atenea significa que la existencia numinosa sostiene la consistencia del mundo, como si de
un modo poético – religioso estuviera contenida la intuición de Parménides acerca del ser y del pensar: la
physis difunde una integridad entitativa, de la cual el hombre es medida significativa.

La poesía de Homero es descriptiva, pero su concepción religiosa la aleja de lo meramente descriptivo. En


efecto, el mito (la venganza de Orestes) y el rito (el banquete de los dioses) clarifican el vínculo semántico
de los dioses con los hombres, de los hombres entre sí y de los hombres con la naturaleza.

La creación en Homero es, fundamentalmente, discernimiento de lo que sostiene el rito y las formas
poéticas, es decir, la comunicación de aquello que los dioses son. En este sentido, nos preguntamos
acerca de la relación entre el símbolo del ave y la diosa Atenea.

72
III, v. 371:
73
III, 380 - 381:
Al día siguiente, Néstor completa esta idea: “¡Hijos amados! Cumplid pronto mi deseo, para que sin tardar me haga propicia a
Atenea, que acudió visiblemente al opíparo banquete del dios” III, 418 – 420.
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“Con estas palabras partió Atenea, la de ojos verdosos, semejante a un pigargo: el


asombro se apoderó de todos los aqueos; se admiró también el anciano cuando lo vio con sus
propios ojos: tomó las manos de Telémaco, y dijo estas palabras ...” 74

El ascenso de Atenea hacia lo alto simboliza la comunicación permanente entre dioses y héroes: una
conciliación permanente de la realidad. Por ello, el reconocimiento de los que asistían al banquete
ceremonial en honor a Poseidón75 se traduce en asombro y admiración.

El estado de apertura a lo divino se expresa también en el término que traducimos por “banquete” o
“ceremonia”. Aquí encontramos anticipado lo esencial del simbolismo del ave: el fuego y la columna de
humo que sobreentiende la madera resinosa; en efecto, ambos elementos se presentan como puente
entre el mundo humano y divino, en el sentido de pilares que mantienen ambos órdenes, al mismo
tiempo, separados y unidos76.

Néstor reconoce inmediatamente los significados del prodigio que acaban de presenciar:

“Amigo, no creo que seas cobarde ni débil ...” 77

El ámbito del sacrificio, en que se desarrolla el reconocimiento de Néstor, se continúa en la promesa de


ofrecer una novilla y en las libaciones que la familia realiza en el palacio real. La respuesta de la diosa
consiste en escuchar y sostener su amparo; lacónicamente dice el texto:

“Así dijo rogando, y le oyó Palas Atenea.”78

También aquí encontramos una fuerte contraposición con la hybris de los pretendientes: no sólo el comer
inmoderado sino también su lenguaje, soterrado por la soberbia, se contrapone aquí a la palabra como
ruego.

La recepción de esta palabra, confiada en el ámbito divino, se manifiesta en sutil audición: la diosa oye
con ánimo propicio, pues el verbo hace referencia a un escuchar que comprende de inmediato y que
recibe en forma favorable lo escuchado79.

74
III, 371-374
75
La idea de conciliación, a la que hemos hecho referencia, adquiere toda su dimensión y consistencia en la figura del dios
Poseidón: como la acción de La Odisea se muestra en planos superpuestos, el dios marino expresa el encono que debe ser
conciliado, es decir, volverlo no sólo propicio sino propio.
76
Ello significa también que, en la mentalidad mítica, en el origen ambos estaban unidos u ontológicamente indiferenciados.
77
III, v. 375.
78
III, v. 385:
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Luego de descansar y hacer efectivo el sacrificio prometido a Atenea, que se encuentra minuciosamente
descripto entre los vv. 418 a 463, Néstor indica los preparativos para que Telémaco pueda seguir su viaje:

“Vamos, hijos míos, preparad caballos de hermosas crines y uncidlos al carro, para que
Telémaco pueda llevar a término el viaje.”80

Parten a Lacedemonia Telémaco y Pisístrato, el menor de los hijos de Néstor. Al llegar encuentran a
Menelao en la celebración de un banquete por la doble boda de sus hijos: Megapentes y Hermíone 81.
Una vez que los viajeros se presentan, aunque en parte son reconocidos por su semejanza con sus
padres y también por las propias palabras de los jóvenes, dan a conocer los motivos del viaje, Helena
refiere las aventuras y los padecimientos de Odiseo82.

El relato de la argiva se inicia con una invocación a Zeus en su carácter de dispensador de bienes y de
males:

“En verdad que el dios Zeus, como todo lo puede, ya nos manda bienes, ya nos envía
males”.83

Este comienzo nos relaciona con el consejo de los dioses y su ponderación de la actitud humana ante los
decretos del destino. Como no podría referir todos los hechos de Odiseo durante la guerra, Helena
elige uno que lo caracteriza como “sufrido”, “paciente”84, en el contexto de padecimientos con que los
griegos evocan, en La Odisea, el nombre de Troya:

“...en la tierra de Ilión, donde tanto penasteis los dánaos.”85

Se trata de una versión del relato tradicional del héroe transfigurado en mendigo, que resulta
emblemático de Odiseo y de su nostos: cubierto de harapos y de heridas que él mismo se infringe logra

79
Cf. Bailly, A.; Dictionnaire grec-français, Paris, 1981, s.v.
80
III, vv. 475-476:
81
Megapentes nació de la unión del rey de Esparta con una esclava y Hermíone fue la única descendencia de su matrimonio con
Helena. Como señala el texto homérico, Menelao concertó la boda de la muchacha con Neoptólemo, hijo de Aquiles. El
tratamiento de este mito en la tragedia sigue un camino distinto: si bien casó con Neoptótolemo estuvo antes prometida a Orestes;
lo cierto es que las bodas se llevaron a cabo pero no pudieron tener descendencia. Hermíone acusó de dificultar su fertilidad, por
medio de prácticas mágicas, a la concubina que el hijo de Aquiles había traído de Troya, Andrómaca, que ya le había dado un
hijo, Moloso. En el viaje que Neoptólemo hizo a Delfos para averiguar la verdad se encontró con Orestes, quien lo mata. Éste
luego casa con Hermíone, de cuyo matrimonio nacerá un futuro rey de Esparta, Tisámeno.
82
Previamente ella ha dispuesto que se mezclara con el vino una droga que impide el llanto, pues reconstruye sus recuerdos
durante la cena; sin el efecto de la mencionada droga no hubiera sido posible ni hablar ni comer. Cf. IV, vv. 220-225.
83
IV, VV. 236-237:
84
IV, 241. Literalmente el texto griego dice ...Proezas de Odiseo sufrido de entrañas... (txt grg)
85
IV, 243:
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ingresar a Troya para efectuar un reconocimiento86 militar del interior de la ciudad asediada; al retirarse,
siguiendo el modelo tradicional, causa un terrible estrago entre los aqueos87.

Menelao, a la mañana siguiente, le pregunta a Telémaco el motivo del viaje; el joven refiere la situación
creada por los pretendientes y pide información acerca de su padre.

El esposo de Helena refiere su estadía obligada en Egipto y su encuentro con Proteo, dios marino de
carácter oracular88, gracia al auxilio de Idotea, una de las Oceánides. En efecto, la ninfa le aconsejó que
consultara a su padre acerca de la causa, por la que una prolongada calma chicha lo retenía en la isla de
Faros; le advierte que lo debía tomar por sorpresa al anciano, pues en muy raras ocasiones accedía a
responder las preguntas de los mortales.

Idotea les provee los recursos para el engaño: como Proteo guardaba un rebaño de focas, que eran
propiedad de Poseidón, la ninfa les da pieles de estos animales para que se confunda con el rebaño sin que
el dios los perciba; cuando se duerme, sin sospechar el engaño, lo tomaron Menelao y sus tres
compañeros. En vano el anciano se transformó en león, serpiente, pantera, agua y árbol, pues evitaron que
escapara y lo obligaron tanto a decir lo que había sucedido con los griegos que habían emprendido el
regreso de Troya, cuanto a profetizar.

De este modo les dio cuenta de la muerte de Ayax, a causa de su soberbia cuando Poseidón lo socorre en
una tormenta, de Odiseo retenido en el ponto y del asesinato de Agamenón en la emboscada que había
preparado Egisto.

Luego Proteo profetiza que el hado ha dispuesto que Menelao no muera en Argos, sino que los dioses han
dispuesto su ingreso a los Campos Elíseos, pues por su matrimonio con Helena es yerno de Zeus; le indica
que, para poder regresar a su patria, debe volver a Egipto para ofrecer hecatombes perfectas a los dioses y
erigir un túmulo a la memoria de su hermano Agamenón.

Telémaco, entonces, se retira de Lacedemonia, con la certeza de que su padre se encuentra vivo, en busca
de los compañeros que ha dejado en Pilos.

86
IV, 258: tornó sabedor de mil cosas. En otros relatos del mismo hecho tiene por compañero a Diomedes y se dice que lograron
robar el Paladio, una imagen de Atenea que hacía inexpugnable la ciudad donde se hallare. Cf. AAVV; Diccionario de la
Mitología Clásica, Madrid, 1980, sv Odiseo
87
IV, 257: y después de matar con el bronce un sinfín de troyanos.
88
Cf. AAVV, Diccionario de la Mitología Clásica; op. cit., sv.
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El relato de Menelao se corta abruptamente en el verso 624 con los preparativos de un nuevo festín, pues
la escena se instala nuevamente en Ítaca, donde los pretendientes proseguían con sus “insolentes
acciones”. La simultaneidad de los cuadros pone fin, de hecho, al viaje de Telémaco; en efecto, el episodio
de “la emboscada”, para seguir con la denominación establecida por el escoliasta Eustaquio, constituye la
primera parte de la ruina de los pretendientes o “venganza de Odiseo”, que comienza en el canto XV y
finaliza con la obra.

Propuesta de trabajo n 5

a) ¿Qué modificaciones ha padecido Telémaco con el viaje?


b) ¿Cuál es el papel de Atenea?
c) A su parecer ¿cuál es el sentido de la transformación de Telémaco?

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