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TEMA 6: JESÚS NOS SALVA POR MEDIO DE SU SACRIFICIO

Objetivo doctrinal:

Que los catequizandos comprendan y sean capaces de testimoniar y valorar la misión y el


sacrificio redentor de Cristo Jesús, para puedan experimentar el amor de Dios y nazca en ellos el
agradecimiento hacia Dios y el amor a la Iglesia para que se reaviven en ellos el ardor

Enlace con el tema anterior:

En el tema anterior vimos cómo Dios nos ha recomendado siempre apartarnos de todo pecado,
pero las personas no siempre hemos obedecido a Dios y hemos pecado. Pero, aunque nosotros
no obedezcamos a Dios Él no ha dejado de amarnos (Cfr. Rm 5, 8). Y por ese amor nos envió a su
Hijo que, haciéndose hombre en el seno de la Virgen María, vino a nosotros para enseñarnos el
camino que nos conduce al Padre y con su obediencia hasta la muerte en cruz nos obtuvo el
perdón y la vida eterna.

ANALIZANDO LA REALIDAD
Platiquemos:
Cuando las personas se quieren ¿Cómo se demuestran el amor que se tienen?

ESTUDIAMOS LA ENSEÑANZA DE JESÚS PARA ENTENDER LA VOLUNTAD DEL


PADRE
Así como las personas nos demostramos nuestro amor regalándonos algunas cosas en fechas
especiales, o haciendo algo en bien de las personas que amamos; también Dios, nuestro Padre
Celestial, nos ha demostrado que nos ama, por esto envió a nosotros a Jesús: su Hijo que, sin
dejar de ser Dios, se hizo hombre.

Él nos ha enseñado, con sus palabras y con su vida que el Padre Celestial nunca ha dejado de
amarnos. Leamos la hermosa parábola mediante la cual Jesús nos enseñó esto (Lc 15, 11-32):
Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la
parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda.
Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde
malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
«Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó
a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país,
que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las
algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre
y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus jornaleros."
Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y,
conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo
tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle,
ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado,
matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y
ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
PALABRA DEL SEÑOR.

La vida de nuestro Señor Jesucristo es una muestra del amor del Padre Celestial.

El Hijo de Dios, cuando se hizo hombre tenía una gran misión y siempre estaba dispuesto a
cumplirla porque amaba al Padre y nos amaba mucho. Su amor era más grande que todas las
dificultades. Esta misión era salvarnos del pecado y hacer posible nuestra amistad con Dios. Él es
nuestro Salvador.

Para poder cumplir la misión, Jesús nace en Belén. En su nacimiento nos da una lección de
humildad. Luego vive en Nazaret con José y María, aprendiendo lo que ellos le enseñaban. Esta
época de la vida de Jesús la llamamos “vida oculta”. Al cumplir treinta años, comienza su “vida
pública”. Durante ella elige a sus doce apóstoles, y empieza su predicación, anunciando el
Evangelio y mostrando el camino de la salvación.

Salvarnos del pecado y devolvernos la vida de amistad con Dios, significó para Jesús, morir por
amor a nosotros en la Cruz. Pero al tercer día resucitó de entre los muertos. Con la Resurrección,
Cristo, vence a la muerte y al pecado. Luego sube al cielo y está a la derecha del Padre. Desde
allí nos envía constantemente su Santo Espíritu.

La misión que tenía que cumplir Cristo, se la había encomendado el Padre Celestial. Y Él, en
todos los momentos de su vida, la cumplió, es decir, obedeció a su Padre con gran amor, a pesar
de los muchos sufrimientos. Con su obediencia Jesús borró la desobediencia de Adán.

VIVAMOS ESTA ENSEÑANZA DE JESÚS


También nosotros tenemos una misión y la cumplimos cuando obedecemos y hacemos con
amor lo que Dios quiere, tal como lo hizo Jesús. A través de nuestra vida, llevada con confianza y
amor a Dios, damos testimonio para que otros alcancen la salvación.

Durante la semana trata de hacer una visita a la Iglesia para agradecerle a Jesucristo su sacrificio.

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