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Isaías 11: 1-9

Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces.
Sobre él reposará el Espíritu de Yahvé,
espíritu de sabiduría e inteligencia
espíritu de prudencia y valentía,
espíritu para conocer a Yahvé y para respetarlo,
y para gobernar según sus preceptos.
No juzgará por las apariencias
ni se decidirá por lo que se dice,
sino que hará justicia a los débiles
y defenderá el derecho de los pobres del país.
Su palabra derribará al opresor,
el soplo de sus labios matará al malvado.
Tendrá como cinturón la justicia,
y la lealtad será el ceñidor de sus caderas.
El lobo habitará con el cordero,
el puma se acostará junto al cabrito,
el ternero comerá al lado del león
y un niño chiquito los cuidará.
La vaca y el oso pastarán en compañía
y sus crías reposarán juntas,
pues el león también comerá pasto, igual que el buey.
El niño de pecho jugará sobre el nido de la víbora,
y en la cueva de la culebra el pequeñuelo meterá su mano.
No cometerán el mal, ni dañarán a su prójimo
en todo mi Cerro santo,
pues, como llenan las aguas el mar,
se llenará la tierra del conocimiento de Yavé.

Los judíso en el tiempo de Jesús esperaban un Mesías, pero no lo habían esperado siempre. De
Abraham a David los israelitas esperaban una tierra prometida por Dios y la conquistaron.
Después de David, pensaron que no se podría hallar a nadie mejor que él, y durante los dos
siglos siguientes esperaron solamente que los reyes presentes y venideros se parecieran a
David. La misma promesa hecha por Dios a David con respecto a sus descendientes no se
entendía en aquel tiempo como el anuncio de un Mesías futuro.
Isaías es el primero que anuncia al Mesías, a un rey parecido a David, pero superior a él. Aquí lo
presenta como el brote que sale de la raíz, después de cortado el árbol. Los reyes presentes
pecadores y poco creyentes desaparecerían. Emanuel, más que un descendiente de David será
un nuevo David, por eso se lo llama hijo de Jesé, como David. Será rey, Dios y hombre.
Será el hombre del espíritu como los profetas y más que ellos. Estos eran impulsados por la
fuerza misteriosa llamada Espíritu de Dios, pero no constantemente. En cambio, él tendrá el
Espíritu permanentemente en sí:
★ Espíritu de sabiduría e inteligencia, como Salomón
★ Espíritu de prudencia y de fuerza, como David
★ Espíritu para conocer y respetar a Yahvé, como Moisés y los Patriarcas.
Hacer justicia a los débiles era y continúa siendo la principal función de los gobernantes. El
Mesías-Rey será el enviado de Dios atento a los pobres, debe recibir “el Espíritu”, el soplo de
Dios para esa misión. No debemos contraponer la construcción de un mundo más justo con el
apostolado espiritual, como si los creyentes tuvieran que dejarles a los otros, la tarea de
construir un mundo más justo.Pues la obra de dios que salva a las personas no puede estar
separada de la educación de los pueblos; siempre habrá que reprimir al violento, y gobernar con
el temor del Señor. No vayamos a pensar que la sed de justicia se termina con Cristo. El amor y
el perdón que Jesús proclama están al servicio de una salvación de la humanidad por la verdad,
la justicia, y alimento compartido. Si nos olvidaramos de esas exigencias, nuestro amor
evangelico no sería más que una ilusión.
La renovación del pueblo de Dios se comunicará a la naturaleza: el león comerá pasto. Esto
podría decirse de esta manera, la técnica, la ecología y una mejor cooperación entre los pueblos
permiten controlar las fuerzas de la naturaleza.
A partir de Isaias, los profetas contemplaran al Mesías, o sea al Rey futuro ungido por Dios
como al hombre del Espíritu.
Cuando se comunica el Espíritu de Dios a los creyentes por el sacramento de la
confirmación, la Iglesia nos recuerda el Espíritu de sabiduría, de inteligencia, de fuerza,
etc.
El Mesías que vendrá, es el hombre perfecto, Dios hecho hombre, su encarnación nos instruye
acerca de la misericordia. Nuestro Mesías, nuestro redentor, nuestro salvador, experimenta y
comparte nuestras vivencias en la tierra, a excepción del pecado.
La antigüedad deseaba un Mesías guerrero, que respondiera con fuerza, poder, violencia, que
defendiera los intereses de los más necesitados con autoridad. Nuestro Señor, sin escuchar los
anhelos humanos, envía aquello que es mejor para nosotros: El Príncipe de la paz. En él
encontramos la sabiduría e inteligencia de Salomón, la prudencia y fuerza de David, el
conocimiento y respeto de Moises y los patriarcas hacia Dios y suma la presencia y
permanencia del Espíritu Santo sobre Jesús. Ya no habrá que esperar mantener al menos a
alguien como David. El Señor en la persona de Jesús nos regala todo. La luz, la libertad, el
amor, la bondad, la belleza, la misericordia, el amor, la justicia. Nuestro Rey Mesías, salvador y
redentor, vino a entregar su vida por nosotros, cuando nosotros como hombres pedimos
solamente a Dios un hombre justo y más o menos sabio, y más o menos prudente. Por eso
hermanos, mientras nosotros caminamos en tribulación, sin entender el peso de nuestras
cruces, nuestro Dios, está preparando el regalo más hermoso para nuestras vidas. Está
preparando el terreno de nuestro corazón, primero lo ha limpiado, luego ha probado su
resistencia, lo ha regado, lo sembró con semillas de amor de eternidad, y hoy espera que este
corazón atormentado por el mundo se abra ante él y se rinda ante su misericordia. Nuestro
Mesías hoy nos pide que entreguemos todo, lo que creemos que necesitamos, lo que creemos
que nos falta, los temores, los dolores, las enfermedades, las traiciones, las mentiras que nos
rodean e injustamente nos condenan, todas nuestras miserias y la de aquellos que nos rodean.
Eso nos pide el Señor. Hasta el momento muchas veces sentimos que el Señor está con
nosotros en nuestra barca, pero tal vez esté ocupado con alguien más, tal vez esté cansado y
duerme, tal vez yo no le interese… Nuestro Señor del amor y la misericordia, está con nosotros
en la barca, y no duerme. El calma la tempestad en nuestra vida y está siempre esperándonos
para abrazarnos con su misericordia. Nosotros los hombres esperabamos un Mesías guerrero,
fuerte, prudente, inteligente, El, el Príncipe de la Paz vino para amarnos, con amor de
eternidad, y hacernos descansar en sus brazos.

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