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PREDICA 27 de enero 2022

Pentecostés es una fiesta antigua, que un principio remite a una fiesta agrícola,
cuando se ofrecía a Dios el comienzo de la cosecha. A lo largo de los siglos, la
fiesta adquirió un nuevo sentido, conmemoraba los acontecimientos del Monte
Sinaí, donde Dios dio ley y estableció una alianza con el pueblo. Es el acto
fundante del pueblo elegido. En tiempos de Jesús con el fuego y el viento hay una
alusión a lo que pasó en el Monte Sinaí: 50 días después de la inmolación del
cordero en Egipto, el dedo de Dios en el Monte Sinaí escribió la ley en tablas de
piedra.
En el Pentecostés que nos presenta Lucas en los hechos de los apóstoles, ocurre
50 días después de la inmolación del verdadero cordero, el dedo de Dios escribe
la nueva ley en el corazón humano, no en tablas de piedra.
El ruido de la ráfaga de viento que llenó toda la casa, es sinónimo de Espíritu y
las llamas son una purificación profunda, un símbolo de amor, es la llama de
amor.
Inmediatamente todos quedaron llenos del Espíritu Santo. A partir de este
momento los apóstoles son hombres nuevos, ya no se pelean entre ellos para ver
quien es el más importante. El corazón de piedra ha sido destrozado y se
encuentran con un corazón de carne.
Jesús les había anticipado que Juan el Bautista los había bautizado con agua, pero
que iban a ser bautizados en el Espíritu Santo en pocos días. Ser bautizados en
griego significa ser sumergidos completamente en el agua. Jesús nos anticipa que
seriamos completamente sumergidos en el Espíritu Santo.
Esto significa que el Espíritu Santo es la llama de amor que pasa entre el Padre y
el Hijo en la trinidad. Se puede llamar amor, luz, vida, gozo, alegría.
Todos fueron llenos del amor de Dios, tuvieron una experiencia sobrecogedora al
ser amados por Dios.
Fue como si el océano de la vida trinitaria, del amor trinitario hubiera derrumbado
el muro del pecado y ahora inunda a la humanidad. Por qué no antes, esto es lo
que quería hacer Dios desde el principio, cuando creó el mundo. El amor trinitario
derrumbó el muro del pecado porque Jesús murió para nuestra salvación. La
redención de Jesús ha hecho el cambio.
El Espíritu Santo es el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús de que nunca
volveríamos a estar solos.
Pentecostés significa hacer una experiencia del amor de Dios. Cuando hay un
cambio en la vida humana para bien, es porque el amor ha llegado a la persona.
Si el amor humano alegra nuestras vidas, como será cuando el corazón humano
se llene del amor de Dios. El deseo de hacer una experiencia del amor de Dios,
ya es una realidad, no temamos.
El Pentecostés, no fue simplemente un sentimiento nuevo de amor, sino un ser
nuevo, la habitación de la trinidad en el corazón, la presencia de la gracia
santificante.
Este amor de Dios, se vuelve también un principio activo para salir a la acción,
es la ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús.
El Espíritu Santo es la nueva ley, interior. El amor de Dios se vuelve un principio
de acción, una guía. Hay dos maneras de hacer algo, por obligación, temiendo la
represalia, o por la atracción del amor. Esta última es la ley del Espíritu por amor.
Cuando el corazón está convencido de ser amado por Dios se ve empujado a la
acción por el amor, ninguna ley puede ser tan eficaz como la ley interior del
Espíritu Santo.
La novedad consiste en que el cristianismo tiene que ser vivido no por obligación,
sino por atracción, es el paso de la ley a la gracia. Lo primero es el amor, el deber
llega después. Y ese amor forma comunidades cuyas almas se aúnan en el amor,
y se complementan. El Espíritu Santo derrama dones y carismas para que seamos
comunidades plenas, que no nos falte nada, el desafio es vivir en plenitud el amor
comunitario, solos no podemos hacerlo porque el Señor lo ha pensado para que
lo hagamos juntos. De lo contrario mis deseos son vanos, solo no puedo. Es tan
importante amar a mis hermanos como compartir lo que somos.

Esta es la primer enseñanza, el Espíritu Santo empuja a la Iglesia a salir, el primer


impulso es hacer que anunciemos a Jesús.
La segunda enseñanza nos lleva a establecer un paralelismo entre Pentecostés y
Babel. En Babel, hablaban todos la misma lengua y de repente todos dejaron de
entenderse. En Pentecostés, todos hablan lenguas diferentes y se entienden.
Los constructores de la torre tenían la intención de tocar el cielo, hacerse un
nombre e igualarse a los dioses, para tener poder sobre los otros pueblos,
ofreciendo sacrificios, desde un altura. Quieren elevar su nombre, no el de Dios,
Dios queda instrumentalizado.
En Pentecostés, no quieren hacerse un nuevo nombre, hasta el encuentro en el
cenáculo discutían quién sería el más importante entre ellos. Luego de la muerte
de Jesús y el derramamiento del Espíritu Santo se han olvidado de sí mismo.
(HECHOS 2:11)
Los apóstoles estaban como perdidos en la luz de Dios, en su majestad, se
expresaban con todo el cuerpo.
San Agustín en su libro Dos ciudades, nos plantea a Babel centrada en el amor
propio y en un rechazo a Dios; y Pentecostés como la ciudad de dios, construida
sobre el amor de Dios hasta el sacrificio de sí mismo.
estos dos lugares están abiertos hasta el fin de los tiempos, y cada uno debemos
elegir constantemente de cuál de los dos ser parte.
Pidamos al Señor que el Espíritu Santo nos inspire con el amor trinitario para que
podamos siempre elegir PENTECOSTÉS en nuestros corazones, para que
recibamos una nueva efusión del Espíritu Santo, y que podamos ser su comunidad
santa tal como el pensó para nosotros.

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