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28 DE JUNIO 2022
JESUCRISTO EL REY DIVINO
Considero a JESUCRISTO como el hijo de Dios, desde que recuerdo , hasta esta época
de mi vida, le he rendidos alabanza y expreso palabras de fe, gratitud y amor. Su
influencia en mi vida es lo que hace nacer en mi más ternura, más respeto, más amor y
más preocupación por el bienestar de nuestro prójimo. Gracias a Él y a Sus enseñanzas
puedo tender una mano de ayuda a los que tienen problemas o necesidades, o que
padecen angustia, dondequiera que se encuentren.
Resulta apropiado durante este tiempo tan difícil tener presente al Señor Jesucristo
con reverencia y amor. Él ha hecho lo que no podía hacer por mi mismo: ha dado
sentido a mi existencia terrenal y me ha dado el don de la vida eterna. Fue y es el Hijo
de Dios, que “fue hecho carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad”
esto me lo dice el libro de Juan 1:14. Por tanto el Redentor de la humanidad nació hace
poco más de dos mil años en Belén de Judea. Siendo niño, fue llevado al templo de
Jerusalén donde José y María oyeron las maravillosas profecías en boca de Simeón y
Ana sobre el bebé que estaba destinado a ser el Salvador del mundo. Pasó su infancia
en Nazaret de Galilea y a la edad de doce años fue llevado nuevamente al templo.
María y José lo hallaron conversando con hombres instruidos que le escuchaban y le
hacían preguntas.
Jesús es en efecto el gran Jehová del Antiguo Testamento, el que dejó las cortes reales
de Su Padre en lo alto y condescendió venir a la tierra en forma de bebé que nació en
las circunstancias más humildes. Isaías predijo Su nacimiento siglos antes, y declaró
proféticamente: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre
su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de paz”. Este Jesucristo de quien solemnemente testifico es, tal y como
declara Juan el revelador, “el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano
de los reyes de la tierra”. Él “nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y
nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos
de los siglos” . Vuelvo a resaltar esto fue y es el Hijo del Todopoderoso, el único
hombre perfecto que caminó sobre la tierra. Sanó a los enfermos e hizo caminar al
cojo, ver al ciego y oír al sordo. Levantó a los muertos, pero aun así accedió a entregar
su propia vida en un acto de Expiación, la magnitud del cual escapa a nuestra
comprensión. Lucas registra que Su angustia fue tan grande que “era su sudor como
grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. El sufrimiento en Getsemaní y en la
cruz del Calvario, apenas unos cientos de metros de Getsemaní, incluyó, en lo
temporal y lo espiritual, “tentaciones, dolor, hambre, sed y fatiga, aún más de lo que el
hombre puede sufrir”, sin morir.
Él ha venido de nuevo, de manera espiritual en los últimos días, para bendecirnos y dar
calor a nuestros corazones, para acelerar nuestra fe y proporcionarnos un
conocimiento seguro y certero de la realidad de Su existencia.