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ENSAYO SOBRE JESUCRISTO

ASIGNATURA: ETICA CRISTIANA

CATEDRATICO:

JIMMY ZAMIR BU MERCADO

ALUMNO:

FREDYS RENE BONILLA VARELA

Cta No. 222630041

FECHA:

28 DE JUNIO 2022
JESUCRISTO EL REY DIVINO

Considero a JESUCRISTO como el hijo de Dios, desde que recuerdo , hasta esta época
de mi vida, le he rendidos alabanza y expreso palabras de fe, gratitud y amor. Su
influencia en mi vida es lo que hace nacer en mi más ternura, más respeto, más amor y
más preocupación por el bienestar de nuestro prójimo. Gracias a Él y a Sus enseñanzas
puedo tender una mano de ayuda a los que tienen problemas o necesidades, o que
padecen angustia, dondequiera que se encuentren.

Resulta apropiado durante este tiempo tan difícil tener presente al Señor Jesucristo
con reverencia y amor. Él ha hecho lo que no podía hacer por mi mismo: ha dado
sentido a mi existencia terrenal y me ha dado el don de la vida eterna. Fue y es el Hijo
de Dios, que “fue hecho carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad”
esto me lo dice el libro de Juan 1:14. Por tanto el Redentor de la humanidad nació hace
poco más de dos mil años en Belén de Judea. Siendo niño, fue llevado al templo de
Jerusalén donde José y María oyeron las maravillosas profecías en boca de Simeón y
Ana sobre el bebé que estaba destinado a ser el Salvador del mundo. Pasó su infancia
en Nazaret de Galilea y a la edad de doce años fue llevado nuevamente al templo.
María y José lo hallaron conversando con hombres instruidos que le escuchaban y le
hacían preguntas.

Más tarde, cuando el Maestro, al inicio de Su ministerio, estuvo en el pináculo del


templo, Satanás le tentó. Tiempo después, el Señor expulsó del templo a los cambistas
con estas palabras: “…Mi casa, casa de oración será llamada; más vosotros la habéis
hecho cueva de ladrones” podemos leerlo en Mateo 21:13, siendo esta una de las
muchas acciones favoritas que destaco de Jesús, después de dar su vida por mí.

Jesús es en efecto el gran Jehová del Antiguo Testamento, el que dejó las cortes reales
de Su Padre en lo alto y condescendió venir a la tierra en forma de bebé que nació en
las circunstancias más humildes. Isaías predijo Su nacimiento siglos antes, y declaró
proféticamente: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre
su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de paz”. Este Jesucristo de quien solemnemente testifico es, tal y como
declara Juan el revelador, “el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano
de los reyes de la tierra”. Él “nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y
nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos
de los siglos” . Vuelvo a resaltar esto fue y es el Hijo del Todopoderoso, el único
hombre perfecto que caminó sobre la tierra. Sanó a los enfermos e hizo caminar al
cojo, ver al ciego y oír al sordo. Levantó a los muertos, pero aun así accedió a entregar
su propia vida en un acto de Expiación, la magnitud del cual escapa a nuestra
comprensión. Lucas registra que Su angustia fue tan grande que “era su sudor como
grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. El sufrimiento en Getsemaní y en la
cruz del Calvario, apenas unos cientos de metros de Getsemaní, incluyó, en lo
temporal y lo espiritual, “tentaciones, dolor, hambre, sed y fatiga, aún más de lo que el
hombre puede sufrir”, sin morir.

A la agonía de Getsemaní le siguieron Su arresto, Sus juicios, Su condena y el


inexpresable dolor de Su muerte en la cruz, seguido de Su enterramiento en el
sepulcro de José y Su triunfante resurgir en la Resurrección. Y así es como Jesús se
convirtió en el Señor omnipotente, el Rey de reyes, el Dador de salvación para todos.
Nadie puede comprender plenamente el esplendor de Su vida, la majestuosidad de Su
muerte, la universalidad de Su don a la humanidad. De manera inequívoca declaramos
nosotros los cristianos seguidores de él , junto con el centurión que dijo en Su muerte:
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

Él ha venido de nuevo, de manera espiritual en los últimos días, para bendecirnos y dar
calor a nuestros corazones, para acelerar nuestra fe y proporcionarnos un
conocimiento seguro y certero de la realidad de Su existencia.

Le honramos, le adoramos, le amamos como nuestro Redentor, el gran Jehová del


Antiguo Testamento, el Mesías del Nuevo Testamento. También estamos esperando
su venida de manera gloriosa y sobrenatural donde le veremos cara a cara.

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