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UNIVERSIDAD DEL CAUCA

Facultad De Ciencias Naturales, Exactas Y De La Educación


Departamento de Biología
Evolución BIO361
I Periodo de 2020

ENSAYO TOERÍAS EVOLUTIVAS.

J.C. Vera Chaverra1 (103016010327),


1
Biologia, Facultad de Ciencias Naturales Exactas y de la Educación, Universidad del
Cauca, Popayán Colombia

Recibido: 10 de septiembre del 2020

TOERÍAS EVOLUTIVAS.

El creacionismo teórico ha caminado siempre de la mano del fijismo, hipótesis


que niega frontalmente la evolución de las especies y defiende que todos los seres vivos
han permanecido inmutables e iguales desde el mismo día de su creación divina.

Actualmente, ni el creacionismo ni el fijismo están científicamente aceptados,


ya que basan sus teorías en doctrinas religiosas y circunstancias eventuales, y no en
hechos debidamente demostrados ni contrastados.

Sí está científicamente aceptado, por el contrario, el evolucionismo, una teoría


que explica que todas las especies pueden cambiar con el paso del tiempo y generar
otras diferentes a partir de ellas.

No fue fácil, ni para la comunidad científica ni para la sociedad en general,


aceptar el cambio que supuso elevar a hecho científico demostrado la evolución de las
especies, en detrimento del creacionismo fijista anterior.

De hecho, durante el siglo XIX, gran cantidad de naturalistas, biólogos y cien-


tíficos como el sueco Carl von Linneo, (a quien debemos el primer sistema de clasifi-
cación binomial taxonómico en latín de seres vivos) Leclerc o el francés Georges Cu-
vier (considerado como el padre de la paleontología moderna y de la anatomía compa-
rada) fueron fijistas convencidos.

Pero para intentar explicar racionalmente la existencia de fósiles de seres vivos


que ya no existían en aquella actualidad, Cuvier presentó su propia teoría: el catastro-
fismo.

Según ella, en el pasado existieron seres vivos claramente distintos a los actua-
les, que se mantenían sin sufrir ningún tipo de cambios durante largos períodos de
tiempo, pero que se extinguían de forma súbita tras diferentes tipos de catástrofes na-
turales sucesivas, dando origen cada vez así a una nueva generación de especies dife-
rentes La primera teoría conocida y comúnmente aceptada acerca de la evolución de

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las especies fue el transformismo (también conocida como lamarckismo, en honor a su
descubridor: el naturalista francés Jean Baptiste de Monet, caballero de Lamarck).

El transformismo lamarckiano proponía que si bien el origen de todas las for-


mas de vida conocidas podía haber sido creado por obra o acción divina, después las
diferentes especies biológicas podían ir cambiando a lo largo del tiempo, es decir, evo-
lucionando.

Lamarck entendía la evolución de las especies como el resultado de un proceso


mecánico, derivado de las propiedades físicas y químicas de la materia que formaba
tanto sus cuerpos físicos (organismos) como sus entornos biológicos.

La idea básica de la teoría transformista lamarckiana era la siguiente: el entorno


cambia continuamente, y las distintas especies luchan sin descanso para conseguir
adaptarse a las nuevas exigencias vitales de su hábitat.

Por ejemplo, si en una sabana africana crecieran cada vez menos hojas en las
copas de los árboles y la hierba se secara, únicamente serían capaces de sobrevivir los
animales herbívoros que pudieran acceder a las ramas más altas de las acacias por su
propia estatura: los elefantes o las jirafas, y dentro de estas últimas, las que poseyeran
los cuellos más largos.
De acuerdo con las hipótesis que lanzó Lamarck, las especies realizan esfuerzos
para conseguir modificar físicamente sus cuerpos, y estos cambios físicos son poste-
riormente heredados por la descendencia.

También defendió que los organismos vivos muestran una cierta tendencia ha-
cia la complejidad específica: es decir, que anteriormente las especies de seres vivos
eran más simples y de inferior tamaño e inteligencia que las que viven en la actualidad,
ya que según e lamarckismo, el uso repetido de un órgano corporal fomenta su desa-
rrollo. Por ejemplo, un pez (como puede ser un tiburón blanco) que utiliza con frecuen-
cia su aleta caudal para nadar acaba desembocando en una mayor optimización de ese
órgano específico, de igual manera que un quarterback de fútbol americano acaba desa-
rrollando una fuerza descomunal en los músculos de los brazos.
Dicho de otra manera, la evolución que proponía la teoría de Lamarck era un
proceso que se sostenía en un concepto llamado herencia de las características adqui-
ridas: los padres transmiten a los hijos los rasgos que poco a poco van adquiriendo a
raíz de cómo se relacionan con el entorno y cambian para mejorar su supervivencia.

Esta es la parte más controvertida de lo que proponía el transformismo lamar-


ckiano: según esta teoría, las jirafas estiran al máximo posible sus cuellos para alcanzar
las mejores hojas que crecen en las copas de los árboles, y como consecuencia de estos
esfuerzos físicos, el cuello se termina alargando, de una manera parecida a cómo el
ejercicio continuado provoca que aumente el tamaño de los músculos del cuerpo hu-
mano.
Pero Lamarck proponía que estos caracteres adquiridos eran posteriormente he-
redados por los hijos de cada especie, y la ciencia actual nos indica que aquí Lamarck
incurría en un error teórico.

Las especies no heredan los caracteres físicos adquiridos de sus padres: por
ejemplo, un perro cuyo rabo ha sido cortado tendrá camadas de cachorros con rabo, de

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la misma forma que si se le extrae todo el veneno a una serpiente extirpándole los
colmillos, sus descendientes nacerán de igual forma con colmillos y veneno.

Tampoco un padre humano culturista que puede levantar hasta doscientos kilo-
gramos de masa únicamente con la fuerza de sus brazos sirve como garantía de que su
hijo también poseerá una gran forma física, al igual que él. Hubo que esperar poco
tiempo hasta que apareciera en escena Charles Robert Darwin, un talentoso naturalista
inglés, considerado como el científico más influyente de los que ayudaron a plantear
la teoría de la evolución biológica de las especies a través del concepto de la selección
natural (compartiendo dicho logro con Alfred Russell Wallace).

De joven, Charles Darwin se embarcó a bordo del HMS Beagle, un velero ber-
gantín propiedad de la Marina Real Británica, con el objetivo de completar un viaje de
estudios personales de cinco años de duración alrededor de todo el globo terráqueo El
barco zarpó desde el puerto de Plymouth durante la mañana del día 27 del mes de
diciembre del año 1831, y terminó su prolongado periplo el día 2 del mes de octubre
del año 1836, atracando en la también costa inglesa de Falmouth.

La ruta que el navío describió alrededor de la circunferencia terrestre incluyó


lugares tan exóticos como distantes entre sí: Cabo Verde, Brasil, Argentina, Chile,
Ecuador continental, las Islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, las Islas
Mauricio y Sudáfrica.

Las escalas del Beagle poseían diferentes tipos de duraciones: en ocasiones du-
raban algunos días para repostar combustible o entregar alguna clase de documento, y
otras veces llegaban a durar varios meses, permitiendo así a Darwin abandonar su ca-
marote de a bordo y realizar largas excursiones en el territorio, observando la fauna y
la flora de cada lugar, y recopilando también cientos de fósiles animales y restos vege-
tales. A lo largo de su particular odisea, Darwin recopiló cientos y cientos de páginas
llenas de datos, decenas de dibujos, descripciones de seres vivos y entornos naturales
y análisis de anatomía comparada.

Monos, pájaros, reptiles y un sinfín de todo tipo de animales fueron estudiados


por Darwin, y mención aparte merece la tortuga de las islas Galápagos, quelónido que
supo llamar la atención del naturalista debido a su extraordinaria rareza como especie,
ya que únicamente vive en esas islas, su tamaño es descomunal para ser una tortuga y
es capaz de llegar a vivir durante más de 170 años.
Este hecho voló la cabeza (metafóricamente hablando) de la sociedad europea:
el libro fue un completo éxito de ventas pero un fracaso general en aceptación popular:
las semanas que siguieron a esta publicación fueron un constante ataque hacia Darwin
y un intento continuo de ridiculización y humillación, sobre todo por parte de la Iglesia
Católica, y prácticamente nadie salió en su defensa.

Esta brutal cacería mediática y persecución fue el punto de partida de una serie
de intensas décadas de investigación y estudio que culminarían en el año 1859 con la
publicación de un nuevo trabajo: “El origen de las especies“, sin duda ninguna el libro
científico más importante y famoso de todos los tiempos.
Actualmente, las hipótesis que planteó Darwin basándose en las que anterior-
mente presentó Wallace están científicamente aceptadas, no como las de Lamarck.

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Según su teoría general de la evolución de las especies, no existe una tendencia
específica de los seres vivos que los obligue a evolucionar en una determinada direc-
ción.

Aquí difiere completamente de Lamarck, porque el francés sostenía que la evo-


lución se producía por necesidad para con el entorno natural.

La evolución, entendida según Darwin, es un proceso completamente abierto


sin un final determinado ni único.

Como posteriormente se comprobaría, los cambios evolutivos se producen a


raíz de las mutaciones genéticas, que ocurren como consecuencia de las alteraciones
accidentales y repentinas de las cadenas de secuenciación de los nucleótidos que for-
man el ADN, provocando así que las especies afectadas nazcan con variaciones res-
pecto a la mayoría.

Por ejemplo, una mutación en el gen que determina el color de una especie de
ratones marrones podría provocar que el individuo afectado posea el pelaje de color
blanco.
La teoría de la evolución de las especies por selección natural defiende que el medio
o el entorno natural eligen para sobrevivir a los organismos mejor adaptados de cada
especie.

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