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Para empezar, hay que hablar del comienzo de todo el “confinamiento”, ya que
desde ahí se puede ir observando cómo el ser humano ha tenido que evolucionar en poco
tiempo para lograr salir adelante, sin ocasionarse muchas pérdidas en el camino. Los
últimos años han demostrado la necesidad de las personas de estar conectadas, sobre todo
en un mundo tan globalizado, donde prácticamente cualquier cosa, por pequeña que sea,
necesita del trabajo de dos o más individuos para ser llevada a cabo con éxito. Sin embargo,
esta interconexión necesaria no tiene por qué significar que los lazos sociales se han ido
estrechando, pues la realidad demuestra lo contrario: una vez que se sabe que el virus se
transmite gracias al contacto directo, se genera una paranoia que hace que el
distanciamiento más bien parezca un rechazo social indiscriminado, debido al miedo y
desconocer qué es realmente el virus en sí. Esta situación deja en claro que la sociedad no
se informa a pesar de disponer con suficientes medios para hacerlo, así como la segregación
que pueden sufrir distintos grupos, al ser relacionados sin justificación a portar el virus o
haber dado origen al mismo. En el caso de Costa Rica, esto podría reflejarse en las personas
nicaragüenses o chinas, respectivamente. El siguiente extracto sirve para referenciar este
tipo de comportamiento:
El odio y la discriminación no tienen lugar en nuestra sociedad y
mucho menos en nuestra respuesta ante la COVID-19. Asociar esta
enfermedad con un grupo de personas o un determinado origen étnico está
mal y es peligroso. Las situaciones de violencia, intimidación y acoso deben
ser reportadas y detenidas por el bien de todos (CCA, 2021, párrafo 1).
Del mismo modo, hay que velar por un flujo de información que sea veraz y que no
aleje a los pacientes de los centros de salud, ya sea por medio de campañas, estableciendo
comunicados o cualquier otro método que involucre a la población civil, con el fin de que
no pierdan la confianza en la industria farmacéutica y los tratamientos médicos, que son
pieza clave en la lucha contra el Covid 19.
El 6 de abril de 2020, la UNESCO presentó su Declaración sobre el
COVID-19: consideraciones éticas desde una perspectiva global, y resaltó
varios puntos que deben ser tenidos en cuenta para tener prácticas éticas
correctas. Entre estos, pidió información precisa, clara, completa y
transparente a políticos, periodistas y científicos para que cualquier persona,
sin importar su edad o nivel de educación, pueda entenderla. Esto con el fin
de que los ciudadanos se protejan a sí mismos y contribuyan a la salud
pública general (FIFARMA, 2020, párrafo 4).
En síntesis, puede decirse que la pandemia del Covid 19 sirvió para demostrar
cuáles son las falencias que puede llegar a tener el sistema de salud a nivel internacional al
luchar contra una enfermedad desconocida, pero también dejó ver cuáles son los desafíos
éticos y bioéticos que se tienen que superar en los próximos años, por parte de la población
civil y el personal médico, con el fin de no estar cerca de un colapso sanitario, como el que
se pudo haber dado en el 2020.
También se puede destacar la diferencia que ha habido entre países con un alto
poder económico y aquellos llamados “en vías de desarrollo” al momento de enfrentar la
crisis pandémica, pues la diferencia de tratamientos, el recurso humano y tecnológico se
hace muy notable al ver el colapso de los servicios de salud pública, así como la
interdependencia que tienen estos últimos para poder salir adelante al cuidar a sus
ciudadanos. Esta situación deja entrever dónde se tiene que hacer la inversión de cara a
potenciales futuras pandemias ocasionadas por patógenos desconocidos, así como ocurrió
los últimos dos años. La ética, a pesar de ser fundamental en centros médicos, no sirve de
nada si no es el principio que rige en el gobierno de un país. Y probablemente no haya nada
más ético que velar por el bien de las personas, que a la larga son la base de todo estado.
Como especie, los humanos pueden sacar mucho de la época del Covid 19, ya que
ha dejado una enorme cantidad de enseñanzas en distintos campos, como el político, social,
económico y sanitario. Es importante que estas no se desperdicien, pues se podría llegar a
un punto peor del que se había partido antes de la primera aparición de un caso positivo con
la enfermedad. La ética y la bioética tienen que ser un requisito para toda práctica, sin
importar cuál sea su índole, y no solo un implemento que aparece de vez en cuando en las
situaciones poco favorables.
Bibliografía