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Comprobación de Lectura #1: Escepticismo y epistemología.

Jesús Vallejo, Carnet B98053

1. ¿Por qué es importante el escepticismo para la epistemología?

El escéptico, en palabras simples, podría ser aquella persona que no se fía del conocimiento a no
ser que tenga un argumento para asegurar la existencia del mismo. Es como el punto contrario a lo
que una persona crédula podría hacer, pues no se queda con la creencia de que los hechos fueron
de una u otra forma, sino que quiere algo que respalde lo que se dice acerca de los mismos y
poder generar una vía que permita justificarlo. El escepticismo es importante para la
epistemología porque la insta a encontrar posiciones que muestren qué es realmente el
conocimiento, por qué el conocimiento existe, cuáles son las vías correctas para lograrlo y cómo es
que a veces se cae en la mala creencia de que se tiene, cuando en realidad no es así. Dancy (1993)
se refiere a la relación entre epistemología y escepticismo de la siguiente manera:

En la tradición en la que me muevo, hay que elegir entre dos aproximaciones


distintas a las cuestiones epistemológicas. La primera, asociada con Descartes,
comienza considerando el reto del escepticismo, la pretensión de que el
conocimiento es imposible, y confía en que, al responder al reto, se verá obligada
a exponer la naturaleza del conocer, de la que se seguirá la posibilidad del
conocimiento. La segunda, que asocio a Grice (1961), mantiene que Descartes
distorsionó la reflexión filosófica con la obsesión patológica por un personaje
inexistente denominado «escéptico». En lugar de ello, lo que debemos hacer es
investigar directamente la naturaleza del conocimiento (si es que el conocimiento
tiene una naturaleza) y de la justificación, con la esperanza de que los resultados
que alcancemos nos lleven —de uno u otro modo— a una conclusión sobre la
naturaleza del conocimiento. Desde este segundo punto de vista, la intención de
la buena epistemología no es la refutación del escepticismo. Ni siquiera es preciso
que tal refutación sea uno de sus resultados (pp. 15-16).

En síntesis, el escepticismo sirve para que la epistemología se haga más preguntas y pueda tener
bases que garanticen la veracidad de su objeto de estudio, que es el conocimiento.

2. ¿Hasta qué punto son los argumentos escépticos concluyentes?

La posición del escéptico (al menos las más interesantes, según el autor) suele estar basada en
argumentos que deben tener forma de conclusiones. Dancy (1993) los describe en primera
instancia como argumentos de dos tipos: locales y globales. Asimismo, habla de 3 tipos de
escéptico: el primero es uno que da la conclusión escéptica general de que nadie sabe nada,
porque nadie puede saber nada; el segundo es aquel que pregunta hasta el cansancio con frases
como “¿y cómo puede estar seguro de eso?”; mientras que el último es el escéptico que cree que
el resto de personas está siendo persuadida a pensar que sabe algo, cuando realmente no tienen
la suficiente evidencia para hacerlo. Vendría a ser como un sujeto “iluminado” que no se deja
atrapar con las “falacias” que atrapan a los “simples mortales” y que pasa pidiendo más que las
“débiles” evidencias que estos se creyeron. Este escéptico es el que menos propone algo
filosóficamente hablando, pues para defender su pensamiento debería recurrir a los mismos
patrones que se encarga de criticar.

El escepticismo local es el que sostiene que un conocimiento determinado no es posible en un


área específica, aunque sí pueda serlo en otras. Por lo tanto, es un argumento basado en
particularidades. No obstante, de acuerdo con Dancy, es muy difícil que los escepticismos locales
se mantengan a ese nivel, por lo que constantemente pasan a ser de escala general.

Por ejemplo, el escepticismo ético local tiende a expandirse rápidamente y se


convierte en escepticismo general sobre lo que no puede observarse, o sobre la
posibilidad del conocimiento científico. El problema es encontrar un argumento
convincente para el escepticismo local que no tenga consecuencias expansionistas
(p. 22).

Los escepticismos generales tienden a ser más convincentes y efectivos, pero pueden dejar por
fuera temas que son esenciales para poder formular un argumento verdaderamente sólido. Dancy
afirma que “Algunos argumentos escépticos atacan directamente la noción de conocimiento, pero
no tocan algunas otras nociones relacionadas con ésta, como la noción crucial de creencia
justificada (p. 23)”. Entonces, este tipo de argumentos permiten entrada a ciertas respuestas que
podría ponerlos en duda, aunque en principio aparentan ser una fortaleza completamente cerrada
que defiende el escepticismo general. Por último, hay argumentos escépticos que niegan la
posibilidad de conocimiento, pero que conceden la posibilidad de comprender las proposiciones
cuya verdad se desconoce, a diferencia de aquellos que afirman que la razón por la que no es
posible conocer una verdad es porque las proposiciones no pueden ser comprendidas.

Por supuesto, esta distinción sólo tiene sentido si suponemos la posibilidad de


comprender una proposición que nunca pudiéramos creer justificadamente o cuya
verdad no pudiéramos conocer nunca. La distinción se viene abajo si adoptamos
una teoría de la comprensión que una lo que podemos comprender con lo que
podemos reconocer como verdadero. En ese caso, todos los argumentos
escépticos relevantes pertenecerán al tipo más fuerte; es decir, pretenderán que
ni siquiera comprendemos las proposiciones que pretendemos saber (p. 24).

Al ocurrir algo como esto, se estaría negando casi por completo la probabilidad de saber algo, pues
no habría forma de justificar una verdad si no se pueden comprender las proposiciones de la
misma, ni viceversa. Entonces el argumento tendría bastante fuerza, pero se negaría a sí mismo,
pues no habría forma de comprender qué es lo que trata de proponer, al no haber una forma de
verificar solo lo que es verdadero es lo que podemos conocer (también habría que definir qué es
verdad y qué es mentira, para lo que también habría que comprender las proposiciones que
guarda cada una). Por lo tanto, los argumentos escépticos dejan de ser concluyentes cuando
guardan incoherencias o llegan a negarse a sí mismos cuando atacan la noción general del
conocimiento.

La razón es que un argumento global pretendería que no comprendemos nada;


esto es ridículo, en primer lugar, porque es obvio que sí comprendemos algunas
cosas y, en segundo lugar, porque es esencial que comprendamos (y de hecho se
espera de nosotros que lo hagamos así) el mismo argumento escéptico (p. 24).

3. ¿Es usted escéptica (escéptico)? ¿En qué sentido?

Creo que hasta cierto punto sí, porque debemos preguntarnos siempre qué es lo que hay detrás
cada acontecimiento, de cada hecho o de cada verdad que haya sido contada, si es que existe
dicha posibilidad. Pienso que no es bueno fiarse de todo lo que se ve, pero tampoco hay que
negarlo todo, pues al final es como cerrarse a toda posibilidad de llegar a comprender algo, y sería
como empezar a dar vueltas en círculos sin sentido. También pasa que la universidad te enseña a
desarrollar cierto grado de escepticismo al investigar y desarrollar trabajos académicos, pues se
debe cerciorar antes que cada fuente tiene detrás un respaldo que nos indique que es confiable,
de ese modo, debemos mantenernos escépticos ante lo que páginas como El Rincón del Vago
puedan decirnos, y buscar otros métodos antes para tener claridad acerca de lo que vamos a
escribir y no salir con algo completamente fuera de lugar. Creo que llega el momento donde ser
escéptico deja de tener sentido y se convierte en la necedad del tercer escéptico que describe
Dancy, por lo que a veces es mejor aceptar que no podemos conocer a ciencia cierta todo, que a
veces lo mejor es aseverar algo por convención antes que por medio de consultas a las que ni la
más avanzada de las ciencias ha podido dar respuesta.

Bibliografía

Dancy, J., & Celma, J. L. P. (1993). Introducción a la epistemología contemporánea. Madrid:


Tecnos.

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