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El COVID-19 no ha evitado que un virus persistente siga recorriendo

Latinoamérica: la corrupción.
Repartos irregulares de ayudas, compras sobrevaloradas, falta de
transparencia en adjudicaciones, estos son algunos casos vinculados a la
emergencia sanitaria que muestran la buena salud de unas prácticas ilegales
que todavía no han encontrado una vacuna efectiva.
Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Perú o República
Dominicana, entre otros países, han sufrido en los últimos cuatro meses unos
escándalos relacionados con corruptelas y el coronavirus, que han alarmado a
Gobiernos, autoridades internacionales y ciudadanos encerrados en
cuarentena.
Tanto es así que esta misma semana, Naciones Unidas ha creado un
Observatorio Regional de Precios de Medicamentos en América Latina para
evitar irregularidades en la compra de medicamentos e insumos médicos
durante la pandemia.
“La corrupción no solo viene por los Estados blandos, por la falta de
oportunidades, o de que las leyes no están bien hechas y permitan espacio
para la corrupción. Todo esto se puede y se debe mejorar. El tema cultural es
más complicado”, dijo Marta Lagos, la directora del Latinobarómetro, para
explicar estas malas prácticas en una región que se presenta casi ya como el
epicentro de la pandemia.

Bolsas para cadáveres a precio de oro


Otro país. Ecuador, muy castigado por el COVID-19 ha visto cómo las bolsas
plásticas para cadáveres multiplicaban su precio de US$ 12 a US$ 144 durante
la crisis sanitaria de Guayaquil.
Y eso es solo una muestra: la Fiscalía ecuatoriana investiga 63 casos de
corrupción y ha ejecutado allanamientos en 27 ciudades durante las
investigaciones, en su mayor caso, por presunto delito de sobreprecio.
Los casos, todos ellos bajo investigación y procedimiento fiscal, han salpicado
al Instituto de la Seguridad Social y a políticos como el prefecto de la provincia
de Guayas, Carlos Luis Morales, y como al expresidente Abdalá Bucaram, que
se encuentra en arresto domiciliario, al hallar en su vivienda un arma.
Para la directora del Latinobarómetro, es necesario “reformar el Estado para
cerrar los espacios, abrirse a la transparencia, para crear un conocimiento que
impida que sea imposible que el cuñado (del licitador) se adjudique una
licitación, es un problema de procedimiento”.
En este sentido, en Colombia, después de varios casos de desvío de fondos,
se ha organizado un inédito frente común entre Contraloría, Fiscalía y
Procuraduría para proteger los recursos destinados a atender los efectos de la
pandemia.
Estos organismos de control han abierto esta misma semana procesos de
responsabilidad fiscal contra los gobernadores de los departamentos del Tolima
y Guainía y al alcalde de Cartagena de Indias por millonarios sobrecostos en
contratos firmados para atender a la población vulnerable.
En el lado amable, también hay que apuntar que la Sociedad de Activos
Especiales (SAE) de Colombia ha permitido que bienes decomisados al
narcotráfico se utilicen provisionalmente para la lucha contra el coronavirus.
Gracias a una figura jurídica llamada “extinción de dominio”, que aplica a
bienes presuntamente adquiridos de forma ilegal.
Coimas, peajes y sobornos
Sin distinción por color político, el virus atraviesa las venas de los Gobiernos y
las Administraciones. En Perú, que es el sexto país en el mundo con mayor
número de enfermos (247,925 contagios), los casos de corrupción han sido
moneda corriente desde que estalló la crisis a principios de marzo. En el inicio
de junio, la Fiscalía anticorrupción tenía identificados 653 presuntos actos
ilícitos por parte de las autoridades públicas cometidos durante la pandemia.
El caso más significativo ha sido el escándalo de compra de materiales en el
seno de la Policía Nacional, que le costó el cargo al ministro del Interior y a
todo el alto mando del cuerpo de seguridad.
Según la investigación, varios oficiales del cuerpo habían adquirido materiales
de protección defectuosos para los agentes que operaban en las calles
controlando la aplicación del confinamiento. Las compras fueron irregulares, a
empresas opacas y con vínculos personales con los oficiales encargados de
adquirir los productos.
Este doble perfil de vendedor y comprador interesado, con políticos e
intermediarios buscando fondos extras del COVID-19 se ha dado en todo el
continente. Así parece suceder en Guatemala, por ejemplo, donde el
viceministro de Salud Rodolfo Galdámez, destituido el 20 de abril, está siendo
investigado al haber sido funcionario y proveedor del Estado al mismo tiempo.
En menor escala, el aprovechamiento ante la tragedia de COVID-19 también
ha inundado las calles latinoamericanas. En las primeras semanas de la
pandemia, la escasez de mascarillas y guantes provocó que los precios de
estos productos se triplicaran y vendedores de todo tipo incrementaron sus
ingresos con sobrecostes, como denunciaron sectores de la sociedad civil.
En este sentido, Marta Lagos lo tiene muy claro: “Lo más difícil son las
prácticas culturales. La corrupción está instalada en todos las partes. Hay
clientelismo. Y la coima - soborno - es lo más difícil de erradicar. Hay que
convencer que es un delito, una cosa dolosa”.

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