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LA TORTUGA LULA

―¡Me rindo, soy una buena para nada!

Se lamentaba todo el tiempo la tortuga Lula. Por lo menos Lula en su


casa era igual a toda su familia “lentos pero seguros”, repetían su lema cada
vez que podían. Pero en el colegio era otra la historia. Siempre quedaba de
última.

Nadie entendía que ella ya estaba rumbo al colegio cuando los demás
aún estaban durmiendo y de todas formas llegaba tarde, o que al terminar la
clase ella aún se quedaba para terminar la tarea. Porque “ser lenta no es lo
mismo que ser floja”, y a Lula no le gustaba dejar nada a medias, aunque se
quedé sin almuerzo terminaba todos sus deberes.

Y ni hablar de las competencias de carreras, en las que simplemente iba


a medio camino cuando los demás ya estaban descansando en sus casas.
Rendirse no era una opción para Lula.

Pero una mañana, escuchó a sus compañeros burlándose de ella,


pensaban que era una tonta y ociosa a la que no le gustaba hacer nada aparte
de lamentarse.

―Qué difícil es la vida de una tortuga y el resto ni se da cuenta.

Lula se aguantó las lágrimas y en ese instante decidió que nunca más se
esforzaría por nada, total ya pensaban lo peor de ella. Desde esa mañana, se
dedicó a perder el tiempo y no volvió a hacer sus tareas y menos a participar
en las competencias de carreras.

Otra mañana estaba descansando en el patio del colegio cuando


escuchó una débil vocecita, buscó en todo lado hasta que se dio cuenta de que
venía del piso. Era una hormiga, acercó su oído y la escuchó con claridad:

―Yo podría quejarme por ser tan pequeña, pero acepto lo que soy y no
ando buscando hacer música como un grillo o brillar como una luciérnaga
―Lula le prestó más atención―, soy buena para trabajar y quiero ser la mejor
en eso.

―Es que no entiendes que las tortugas, no somos buenas para nada.
Es que el mundo está hecho para los rápidos, no importa cuánto me esfuerce,
nunca voy a conseguir ser la primera en algo.

―Si esperas competir con una liebre en carreras, date por vencida, pero
si vuelves tu lentitud en tu ventaja, serás la campeona.
La hormiga se fue y Lula se quedó pensativa. Y antes de que el recreo
termine, comenzó a ir a su curso. Cuando todos se hubieron acomodado, la
profesora les dio las instrucciones para realizar unas manualidades pegando
granos de arroz en el dibujo de un muñeco de nieve.

La mayoría de los compañeros pensaba que era un trabajo muy difícil,


los demás lo intentaban sin mucho éxito, pero Lula lo disfrutaba. En tantos
años había desarrollado su paciencia y persistencia al máximo y en ese
momento se dio cuenta de que era buena para algo. En realidad era la mejor.

Su manualidad fue enmarcada y exhibida en la entrada del colegio y se


volvió una artista reconocida en toda la comunidad.

FIN

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