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El profesor malgeniado

por Jorge Eslava

Para mis colegas

Esta es la historia de un profesor que andaba molesto desde que


se levantaba hasta que se acostaba.
En las mañanas se vestía a toda prisa y si su corbata no coincidía
con el quinto botón de su camisa, ya empezaba mal el día.
Iba al colegio y en el camino gustaba mirar las flores, porque
amaba los colores.
Pero si en la hilera de pétalos rojos aparecía un pétalo blanco,
enseguida se enfadaba y miraba fijo en otra dirección.
Entraba a la sala de profesores y saludaba a sus colegas, con
frases del estilo: “bienvenido al tormento”, que ellos respondían
con un gruñido.
En la clase no aguantaba pulgas. No quería risitas al fondo ni
preguntas tontas, porque eso lo ponía de vuelta y media.
Al mediodía se sentaba solo, con un libro abierto y tomaba su
merienda. Mientras leía, masticaba con gusto los bocadillos que
su mujer le preparaba.
Pedía un café. Si el líquido rebasaba la línea de la taza, volvía a
su sitio apretando el plato y maldiciendo.
Afuera, la algarabía de los niños le ponía los nervios de punta.
Porque también detestaba los recreos, sobre todo cuando
atravesaba el patio y alguna pelota rozaba su cabeza.
O cuando un chico, colorado como un tomate, tropezaba con él.
De inmediato volaba al baño a limpiarse el sudor.
A la hora de salida, una pequeña sonrisa animaba su rostro. Pero
enseguida volvía su fastidio si escuchaba murmullos en la fila.
Permanecía un rato más en el colegio, corrigiendo cuadernos.
Cada dos segundos decía palabrotas porque faltaban tildes o
sobraban comas.
A menudo le provocaba estrujar un cuaderno y tirarlo al tacho.
Regresaba a casa cargado de libros para preparar la clase del día
siguiente.
En el camino disfrutaba la caída de la tarde: poca gente en las
calles, las tiendas desoladas y los parques sin niños.
Seguía con los ojos la sombra de su cuerpo. Le agradaba que su
figura se alargara, pero si se recortaba y ensanchaba se ponía de
un humor de perros.
En casa lo esperaban su mujer y su hijo. Él ya había terminado
las tareas y ella lo atendía como a un rey.
Juntos comían en silencio. Sólo el profesor decía unas palabras y
su mujer asentía. Nunca su hijo hacía preguntas.
Más tarde veían unos programas de televisión y al primer bostezo
del profesor, todos se acostaban sin hacer ruido.
El profesor sentía que su hogar era perfecto, pero había algo que
le molestaba y no lo dejaba dormir tranquilo.
Así era todos los días, hasta que un día leyó un cuento titulado
The grumpy teacher.
Estaba en plena merienda y de a pocos abandonó el bocadillo que
había preparado su mujer.
La historia contaba de un profesor que renegaba todo el santo día
y que una tarde se disfrazó para saber si su hogar era perfecto,
como él creía.
Llegó vestido de fontanero, con nariz y bigotes falsos. Ni su mujer
ni su hijo lo reconocieron y él los encontró correteando por la
casa.
“Nunca los había visto así”, se dijo el profesor.
Los escuchó después, mientras fingía reparar una fuga de agua.
Hablaban de ciencias naturales (eran sin duda las tareas) y el
niño hacía mil preguntas.
“Como mis alumnos”, pensó el profesor.
Luego de un silencio, la mamá y el hijo soltaron grandes risas.
“Parecen felices… sin mí”, se dijo el profesor muy triste. Tan triste
que no pudo continuar y ahí terminó el cuento.
Nuestro profesor se quedó pensando, de codos sobre la mesa con
su pan mordisqueado y su café frío.
Un buen rato después, se puso de pie. Caminó a la Dirección del
Colegio y conversó con el Director. Salió del despacho, atravesó
el portón del colegio y volvió a su casa, que a esa hora estaba
vacía.
De qué otro modo puede terminar este cuento, si no es que el
profesor se sentó a escribir el cuento que lees.

Del cuaderno inédito Notas de colegio (Memorias)

© Jorge Eslava, 2005

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Jorge Eslava (Lima, Perú, 1953) Escritor, editor y docente universitario. Estudió sociología y
literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Entre sus libros se encuentran Navajas
en el paladar, Descuelga un pirata, Caballo de madera y otras canciones, Templado. En 1982 recibió
el Premio Copé de Poesía con el libro Ítaca y en 1999 fue distinguido con el Premio Internacional
IBBY (International Board on Books for Young People ) de Literatura Infantil. Hoy dirige la editorial
Colmillo Blanco.
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Para citar este documento: http://www.elhablador.com/cuento8_1.htm

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