Está en la página 1de 12

Prólogo.

Supongo que lo primero que debería hacer, es presentarme. Yo soy Lucas. Soy un chico de 17
años no muy fuera de lo normal. Hago tenis y voy el instituto de Chicago, el "Blue Island
Eve". Nací aquí en Chicago. Tengo dos Hermanos, Halsey y Robert.

Hoy, después de casi dos años, me he animado a escribir sobre esto. Aunque sea por escrito,
nunca lo había podido hacer. Quiero contar la historia de mi mejor amiga. Se llamaba Anne y
tenía la misma edad que yo. Mañana hará 2 años de su muerte y creo que su historia debe ser
contada.

LUCAS

Eran las seis y media de la mañana, la alarma acababa de sonar y yo sólo quería dormir. Era
lunes, primer día de instituto después de las vacaciones de verano. Las había pasado en
Florida, con mi familia y la de Anne. Cada año íbamos a una costa distinta de Estados
Unidos, o a algún estado más caluroso que el nuestro. A mí me parece de lo mejor, pero a mi
hermana mayor ya le empieza a cansar porque prefiere ir con sus amigas. Yo lo entiendo y
estoy de acuerdo en que no venga si no quiere, tiene 20 años, ya es bastante mayor como para
hacer lo que quiera. Pero mi madre no lo ve así. Dice que es un momento para la familia y en
el único en el que estamos todos y todas. Es verdad. Pero también entiendo que para ella sea
incómodo, teniendo en cuenta que lleva enamorada del hermano de Anne desde que somos
pequeños.

Mi madre entró a mirar si ya estaba despierto. Siempre lo hacía. Cuando vio que sí, encendió
la luz y abrió las cortinas. Siempre le he dicho que haciendo esto desperdicia luz, pero como
vivimos con su novio millonario, ya le da igual.

Me duché y me vestí antes de bajar a la cocina para el desayuno. Allí me encontré con mi
madre, su novio, mi hermano y Anne. Siempre venía a desayunar porque sus padres se
marchaban cuando ella se desertaba y su cocinera no llegaba hasta las nueve.
A las 8:10, mi madre nos llevó a los tres hacia el instituto. Era mi último año juntos con Anne
y después yo me iría a la universidad de Ohio y ella se quedaría en la de Chicago para
estudiar derecho. Yo no tenía claro qué hacer, si empresariales o idiomas. Es muy diferente,
lo sé, pero era lo que más me llamaba la atención.

– Lucas, llegaremos tarde, venga. – Es Anne, siempre me mete prisa cuando cojo los libros de
la taquilla porque dice que siempre voy lento. No es verdad. Tardo lo mismo que ella, pero el
suyo está junto a la primera clase y el mío está al otro lado del edificio. – Sabes que no me
gusta llegar tarde a las clases de Mss. Smith. Sabes muy bien que me tiene manía y por
aprobar lo tengo más difícil. –
– No sé por qué te quejas tanto, siempre sacas un excelente sin problemas. Además, aquella
señora mira mal a todo el mundo, no le caes tan mal. – Me quejé. Siempre está diciendo que
los profesores le tienen manía o que se les cae mal. Pero todos sabemos que un estudiante de
manantiales no puede caerle mal a un profesor.
– ¡Que si! El año pasado me dejó en un nueve una redacción de diez sobre los animales
terrestres. Le hice el cocodrilo. Hablando de que en realidad es un anfibio carnívoro, con la
piel resistente y que es un descendiente del dragón, o esto se cree. Me dijo que era demasiado
técnico para una clase de biología animal del instituto, sin embargo. ¿Serio? ¿No le parece
bien que la haga mejor que los demás? – Negué con la cabeza, algo cansado de sus quejas,
pero también me hacían gracia y me parecían adorables en cierto punto. Cuando se queja
tanto, vuelve a ser esa Anne de 5 años que conocí. – Pues eso, le caigo mal.
– Lo que tú digas, ya sabes que siempre tienes la razón – Me interrumpió.
– Menos cuando no la tengo. – Me reí confundido.
– Exacto. Menos cuando no la tienes. – Reímos mientras los dos caminábamos hacia la clase.
Era una clase que por lo general me parecía interesante. Bien, todas me parecen interesantes,
nunca me he aburrido mucho en clase. Siempre me ha gustado aprender cosas nuevas.

Las primeras tres horas pasaron rápido y nos dirigimos al comedor mientras hablábamos de
cosas banales.
– Pero entonces, ¿hace cuánto de esto? – Volví a preguntarle. Aún no me quedaba claro la
cantidad de años que llevaba separado ese grupo de música. Me hablaba de que hacía 6 años
uno se había ido, pero hacía menos que no estaban juntos.
– Lucas, te lo he dicho mil veces, siempre te he hablado de ellos. – La interrumpí antes de
que me siguiera jodiendo en cara que no lo supiera.
– Lo sé, pero cuando éramos pequeños, todavía estábamos juntos, ahora es más difícil. –
Repliqué. Es verdad. Ella cree que es cultura general, pero yo nunca me he interesado tanto
por aquel grupo, que, siendo sincero, no me acuerdo bien de cómo se llaman.
– No tanto. En serio, hace ya 5 años que no están juntos y casi 6 de que Zayn se fue. De
verdad que me ofendes si no lo sabes. Te he hablado muuuuucho, de ellos. – Notaba que
estaba molesta, pero como parpadeaba demasiadas veces en una sola frase. Es algo
característico suyo, de esas que sólo ves cuando pasas tanto tiempo con ella. – ¿Va, eso sí,
cómo se llamaban? Sé que siempre te olvides, así que más te vale que después de esto, me lo
digas. –
– Esto no es justo, pasapalabra. – Aceleré el paso antes de que empezara a chillar sus
nombres y hacerme la descripción de su vida entera. Yo a veces no entiendo cómo puede
saberse el grupo sanguíneo de gente que ni conoce, pero no se aprende las raíces cuadradas.
Ella dice que es porque sólo le pone interés a lo que ella quiere, pero también odia la
literatura y siempre saca ochos y nueves.

Cuando llegué al comedor. Después de haber dejado sola a Anne y sabiendo que se enfadaría
conmigo por eso. Me senté en la misma mesa de siempre, donde ya estaban mis amigos.
Anne vendría hacia nosotros, lo sabía, pero tardaría más en escoger la comida. Es muy
indecisa en casi todo, así que tenía tiempo de hablar y marcharse corriendo.
– ¡Lucas! Te estábamos esperando. ¿Dónde está Anne? – Lo preguntó Mario, es uno de los
del grupo. No es de ahí. Nació en México pero por el trabajo de su padre se mudó a Los
Ángeles y después ahí. Lleva menos de un año en nuestro instituto y, en teoría, se marcha
antes de terminarlo hacia Nueva York. Se introdujo muy fácilmente en nuestro grupo después
de caer sobre el cubo de la fregona. Además, a última hora, cuando ya estaba sucia después
de la comida.
– Ahora vendrá, está un poco molesta conmigo. – Miré hacia otro lado cuando di el último
detalle. Sabía que se reirían.
– Pero, ¿por qué? No me digas que te ha vuelto a preguntar por la ropa y le has dicho que no
combinaba, ¿no? – preguntó Jack mientras aguantaba la risa. A los demás les dio igual, se
rieron como si nada. Aquello sólo ocurrió una vez y nunca se había molestado tanto conmigo.
Se marchó a casa y no me habló en dos días. En esos dos días tampoco vino a casa a
desayunar y le dijo a mi madre que “estaba enferma”. La cubrí, no podía hacer otra cosa.
Después de aquello le compré sus chocolatinas favoritas y fui a su casa para ver sus películas
favoritas. Todas las de Campanilla.
– No, ha sido porque no sabía algo de la banda inglesa aquélla. – Jack me interrumpió.
– ¿One direction? – Hice que sí con la cabeza. – Lucas, son sus cantantes preferidos desde
que tiene 6 años, deberías escucharla cuando te habla de ellos. – Me lo replicó, como
siempre. Nunca le había preguntado nada, pero sabía que estaba colado por ella. Siempre la
defensa delante de todo.
– Lo sé y siempre lo escucho y sé todo lo que me dice. Solo que se me olvida el tiempo que
llevan separados, cambia muy rápido. – Lo dije con tristeza, sabía que la cagaba con eso. A
mucha gente le parece una tontería, pero yo la veo cuando habla de ellos o cuando canta una
canción suya, o cuando ve un video de ellos, o ni siquiera ver una foto. Se le ilumina la cara
de una manera que nadie ni nada más puede hacerlo. Pero me cuesta memorizar todo.
– Exace, ocurre muy rápido. Demasiado. Ya me siento vieja y todo cuando lo pienso. – No
sabía ni en qué momento había llegado, pero sabía que estaba más triste por lo que estaba
diciendo que por el hecho de que la había dejado sola.
– ¡Anne! Estábamos hablando de ti y de lo mal amigo que es Lucas. – Mario lo dijo como si
fuera lo más normal del mundo. – No me malinterpretes, pero es gracioso ver tu rostro. – Lo
último lo dijo mirándome directamente a mí. Riéndose. Como siempre.
– Tampoco digas esto, sólo que le cuesta memorizar cosas. Su jefe no da por tanto. – Aquello
me ofendió de parte de Jack, es verdad que no era muy listo, pero me las apañaba.
– Cambiamos de tema. Jack, ¿qué tal el examen? – Anne le preguntó intrigada. Entre esos
dos había mucho y al mismo tiempo nada. Me marean. Y tampoco los quería juntos. No me
fiaba de Jack en estas situaciones. Es mi amigo, y por eso, sabía cómo se comportaba con las
mujeres y no quería que le hiciera daño sólo por tener una noche de locura.
– Pues bastante bien. Ya sabes, es Mr. Baghet. Sus exámenes no son los más fáciles. – Le
respondió con una sonrisa estúpida en su cara. Qué ganas de sacarle de un golpe.
– Me alegro. – Le devolvió la sonrisa. Tuve que marcharme rápido antes de decir algo que no
debía.

ANNE

Lucas llevaba raro conmigo desde la hora de la comida. Creo que le molesta la idea de verme
con Jack. Es obvio que algo hay entre nosotros, pero jamás lo hemos comentado entre
nosotros. Lucas, al igual que Mario, lo ha notado. No es muy difícil hacerlo. Sé que se me
nota a 300 millas de distancia, pero no puedo evitarlo. Me gusta desde que le conocí. Siempre
con ese pelo negro revuelto, sus ojos verdes tirando a amarillo y su altura. Siempre me llamó
la atención que no es mucho más alto que. Yo soy bastante bajita según Lucas, pero es que él
es demasiado alto.

Mientras esperaba a que mi padre me pasase a buscar por el instituto al acabar las clases, fui a
buscar a Lucas. De verdad no entendía qué le pasaba. No sabía si había hecho algo mal, si
algo le podía haber ofendido, pero en serio estaba preocupada. No me gustaba cuando le
sentía distante, me sentía desprotegida y muy sola. Es verdad que tengo varios amigos más a
parte de él, y a todos les quería muchísimo, pero ninguno jamás sería como él. Nunca nos
hemos dicho nada así, nunca nos hemos llegado a llamar “mejores amigos” ni siquiera entre
nosotros. Sonará ridículo, lo sé. Pero no era algo que fuese con nosotros. Esa etiqueta era
muy poco para definir la relación que teníamos. A parte, él sabe la incomodidad que me
causan ese tipo de cosas. Sabe que no me gusta hablar acerca de sentimientos o de cosas tan
profundas como esas.

– Lucas, ¡espera! – Le grité entre la gente, consiguiendo llamar su atención. – ¿Podemos


hablar? Te noto raro y no sé si he hecho algo mal. – Lo dije bastante apenada. De verdad me
afectaba.
– La verdad, tengo prisa, mamá me está esperando. – Me lo dijo desviando la mirada de mi
rostro. Mirando al suelo y luego detrás de mí. Parecía que buscaba algo. Pero sabía que
mentía. Aquello se le daba como el culo, siempre hacía lo mismo. Ese gesto de apartar la
mirada.
– Lucas, sabes que no es verdad. Susan siempre llega más de diez minutos tarde por su
trabajo. Al igual que mi padre. Recuerda que trabajan juntos y que tu familia es como si
también fuese la mía. –
– Sí, lo sé. pero me ha dicho que hoy salía antes y que vendría más puntual. – Si no le
conociese tanto y no supiese que hoy era un día importante para la empresa, le habría creído.
– Oye, deja de poner excusas. Si no quieres hablar, está bien, pero no me mientas. – En ese
momento me interrumpió, acabando mi frase.
– “Porque sabes que es lo que más odio.” Sí, lo sé. Perdón. En serio no me apetece, pero
luego te llamo. – Sabía que algo estaba mal. También sabía que no me llamaría. Lucas nunca
coje el teléfono ni llama a nadie, él es más de presentarse en tu casa, pero eso hoy no lo haría.
– Está bien. Pero ¿hoy tienes algo que hacer? Ayer me llamó Tu madre y me invitó a hacer
galletas para tu hermano. Me dijo que volvía de Canadá, de su intercambio en verano. –
Finalice. Le mire en todo momento mientras le hablaba. Buscando su mirada. Pero el ojiverde
me la negó todo el rato. En serio estaba enfadado.
– Sí. Vuelve mañana por la noche. No sé, pero has quedado con mi madre, no conmigo. Ya
vendrás. Ahora me tengo que ir. Adiós Anne. –
Y se fue, así, sin más. No me dejó ni decirle adiós y tampoco me llamó “Annie”como suele
hacerlo siempre. Solo me llama así cuando se va. Dice que es por sí es la última vez que nos
vemos. Para que tenga ese bonito recuerdo de ese nombre dicho por él, “Annie”. No sé,
nunca lo he llegado a comprender. En serio, a veces es raro y más con temas así.
Le apasiona la muerte, siempre le ha gustado. A mi me da un poco de respeto, pero a él le
encanta saber de ella. A mucha gente les da cosa hablar con él. Ellos piensan que es uno de
esos que solo ven espíritus y “la luz divina”. Obvio, no lo es. Luas estudia sobre la muerte y
más sobre lo que viene después. Pero eso no le hace raro. Quiero decir. Es raro que te interese
un tema así, pero a mi me parece bien que él lo haga.

Iba dos veces a la semana a su casa para hacer prácticas en la empresa de su padrastro.
Su madre y él se conocen de toda la vía, al igual que con mis padres, pero en ese grupo eran
cinco. El padre de Lucas murió cuando él tenía solo seis años y tiempo después ella se casó
con Richard. A Lucas nunca le gustó la idea de que su madre lo superase tan pronto y se
casase con su mejor amigo.

Cuando llegué a casa del padrastro de Lucas, él ya no estaba. Sussan, su madre, me dijo que
había salido con Mario a dar una vuelta. Eso me dolió porque entonces sabía que se había
enfadado conmigo. Siempre que iba a su casa cuando él tenía planes, esperaba a que llegase
para saludarme. A veces también me invitaba a ir con él, aún sabiendo que le diría que no.
– Entonces ¿me encargo yo de las cuentas? – Él asintió mientras miraba sus papeles y añadió.
– Sí, exacto, pero solo de los pagos. Las cuotas se las daré a Lucas. – Me lo dijo sin levantar
la vista de sus papeles.
– Pero, yo pensaba que a Lucas no le interesaba esto. No me malinterpretes, a mi me encanta,
pero tenía entendido que él iba a hacer otras cosas como: idiomas, empresariales… – Lo dije
algo confundida.Lucas me había comentado más de una vez que detestaba el trabajo de
contable. Siempre había odiado esa idea que tenía su madre de que trabajase en la empresa
de su padrastro.
– Sí, lo sé. Pero Sussan me ha dicho que, mientras él no vaya a la universidad, quiere que
haga prácticas con nosotros. Yo apoyo al chaval, sé que no le gusta, pero contra Sussan… –
Le interrumpí, sabía por dónde iba todo.
– Lo sé, nadie puede hacerla cambiar de opinión y menos respecto a Lucas y sus estudios.
Bueno, ¿pero él ya lo sabe? – Estaba realmente preocupada.
– Sí, se lo hemos dicho a la hora de comer, por eso se ha ido. No ha ni acabado de comer. –
Lo dijo con pena. Sabía que Richard quería a Lucas. Realmente había estado más tiempo con
él que Ronald, el padre de Lucas. También se nota que le duele el rechazo que siente Lucas
hacia él, pero lo entiende.
– ¿Sabes dónde? –
– No. No dijo nada. Solo se ha levantado y se ha ido. Ni siquiera ha replicado, solo ha mirado
a su madre con ganas de matar a todos y se ha ido. Sin exaltarse, solo se ha ido. ¿Crees que
estará bien? No sé, yo no me he atrevido a preguntarle a Sussan si sabía algo, me da algo de
miedo en estas cosas. – Notaba que era sincero por cómo había dejado de mirar sus papeles.
– Sí, está bien, lo entiendo. Bueno gracias, ahora tengo que irme, mañana entregamos un
trabajo y nos faltan cosas. – Me miró extrañado.
– ¿Nos faltan? ¿Vas con Lucas? – Suspiré.
– Sí, pero lleva todo el día raro conmigo, no sé qué le pasa. – Miré para abajo.
– Vaya. Espero que lo solucionéis. Te dejo que te vayas, nos vemos el jueves. –
– Hasta el jueves. –

Mi casa estaba a dos de la de Lucas, así que iba y venía andando.


Cuando llegué, lo primero que hice fue ducharme y recoger algunas cosas de mi habitación.
Luego cogí mi teléfono e intenté llamar a Lucas, pero no lo cogió. Me preocupaba un poco,
pero así era Lucas. Cuando se enfadaba o estaba molesto, se marchaba. Huía y no daba
señales de vida a nadie hasta que volvía a su casa.
Cogí la cartulina de mi trabajo de ciencias sobre las mitocondrias y mi libreta de apuntes.
Sólo me faltaba rellenar algunas partes con información sobre su función y listo. Lucas había
hecho la parte artística, los dibujos y aclaraciones más interesantes, las cuáles decidimos
hacer de otros colores y con otro tipo de letra para que sobresalieran más.

Mi casa tenía un ambiente muy diferente a la de Lucas, por eso amaba tanto ir. Eran mucho
más familiares y estaban más unidos que mi familia. Mis padres trabajaban todo el día. Se
iban antes de que yo me despertase y volvían a la hora de cenar, pero nunca cenábamos
juntos. Siempre cenaban en sus despachos y yo y mi hermano en la cocina con Natalie, la
cocinera. Ella era un encanto, es la que más tiempo llevaba trabajando en casa. A las
limpiadoras las despedían mucho más rápido. Siempre por quejas de mi madre. O limpiaban
demasiado mal, o el olor que usaban de ambientador le causaba náuseas, o tenían demasiadas
tetas… En fin, nunca pude tener relación con ellas como con Natalie. Llegó cuando yo tenía
ocho años. Como mis padres nunca estaban en casa, ella me llevaba al parque, o a comprar
helados y chucherías. También preparaba mis fiestas de cumpleaños, aunque seguía
haciéndolo. Amaba sus pasteles y esos globos que compraba siempre. Mis recuerdos favorito
eran con ella, era como mi segunda madre.

– ¡Hola Natalie! ¿Qué estás haciendo que huele tan bien? – Le dí un beso en la mejilla y me
senté en la isla que había en el centro de la cocina. Me giré mirando hacía ella, esperando su
respuesta.
– Pastel de espinacas y queso y tostadas con aceite. También he hecho guacamole por si tu
hermano le quiere poner. – Lo dijo mirándome a mí directamente. Sabía cuánto amábamos mi
hermano y yo esa cena en específico. Siempre nos la había hecho en días especiales o algunos
que eran más duros.
– Cómo te amamos Natalie. Gracias por eso. – Fue lo que dijo mi hermano desde el umbral
de la puerta y con una sonrisa resplandeciente. Se acercó a ella y la abrazó con ganas. Me
recordó a cuando éramos más pequeños y Natalie nos compraba chocolate antes de volver de
la compra. La abrazábamos con una energía inigualable.
– Sí, estoy de acuerdo con Nick. – Yo también fui a abrazarla. –Por cierto, el jueves tengo
que ir a la empresa de Richard a hacer unas cuentas, ¿puedes quedarte tú con Lucy? – Lucy
era una niña pequeña a la que cuidamos mi hermano y yo: los martes, los jueves y los fines de
semana. Tiene ocho años y sus padres son súper agradables. Pasan con ella todo el tiempo
que pueden aunque su trabajo no les permita que sea tanto como quieren. Ellos la aman, al
igual que nosotros.
– Claro, pero éste jueves toca Campanilla, te la vas a perder. – Lo dijo burlándose de mí. Él
sabía que eso me molestaba.
– Porfa, cambiarlo la semana que viene. Es mi… – Me interrumpió riendo suave.
– Tú película favorita, lo sé. Tranquila, no la veremos sin ti. Pero sabes que a Lucy no le va a
gustar que no estés. –
– Tampoco exageres, ella te prefiere mil veces a ti. Contigo tendrá suficiente. – Le dije
echándole un cumplido. Sabía que él pensaba igual que yo, pero le gustaba que se lo
repitiese.
– No seas tonta. – Me dió una palmadita en la espalda y una colleja suave.
– ¡Eh! No vuelvas a hacerlo. Natalie, dile algo. – Lo dije haciéndome enfadada.
– Yo no puedo hacer nada. Tiene veintiuno ya, es mayor de edad. – Lo dijo divertida, siempre
era igual.
– Agh, que asco de favoritismo. –
Todos nos echamos a reír por mi comentario y seguimos hablando de cosas sin sentido.
Cuando llegaron mis padres, fue igual que siempre. Mi madre me miró con desaprobación
por la ropa que estaba usando al ser “muy masculina”. Mi padre me dió un beso en la cabeza
y nos preguntó a mi y a mi hermano qué tal había ido el día. Mientras hablábamos los tres, mi
madre se fue con su plato hacia su despacho. Mi hermano y yo bajamos la cabeza con tristeza
y mi padre resopló agotado. Tampoco culpaba a mi madre por ser así. Llevaba con depresión
desde hacía casi tres años y lo que menos le importaba éramos nosotros.

LUCAS

Mientras comíamos no podía parar de pensar en que la había llamado “Anne” y no “Annie”.
eso realmente me preocupaba. Soy muy supersticioso. La muerte es algo que no me asusta, al
revés, me parece curiosa e interesante, sin embargo, con ella es diferente. No sé porque, no
sabría explicarlo, simplemente, lo es.
– cariño, Richard y yo tenemos que decirte. – Mi madre me habló con una sonrisa
resplandeciente.
– ¿Qué ha pasado? – Le dije intrigado.
– Hemos pensado que estaría bien que hicieses algunas prácticas en la empresa. Ya sabes,
hasta que te vayas a la universidad. Como dijiste que aún no sabes qué harás, creo que te
vendría bien si decides quedarte. – Vale, eso no me lo esperaba y lo odiaba. Esa idea era
espantosa. Simplemente no quería eso. Siempre he odiado esa empresa, cada vez que voy, me
acuerdo de que mi padre no es ese señor, que él realmente se fue y no va a volver. Mi madre
sabía eso, sabía lo que me causaba estar ahí. Se lo dije la misma noche de la primera vez que
fui, llorando en sus brazos. En serio me sinceré con ella, y ahora, le daba igual. Por su
obsesión de ser tan excelente como mi hermana, haría lo que fuese.
Por la cara de Richard, notaba que él estaba apenado. Se notaba que había intentado
convencerla, él siempre me ha apoyado en mi decisión de no trabajar ahí.
No quise decir nada, me levanté y me fui.
Escuché como Richard le decía algo a mi madre y ella le contestaba gritando. Sabía que
Richard la había intentado convencer y le daría las gracias por ellos más tarde. En ese
momento necesitaba desahogarme.
Fui hasta casa de Mario, la cual estaba a dos calles de la mía, y le pedí el coche. Me lo dejó
después de que le contase la situación, él sabía bien a dónde iría y donde encontrarme si no
volvía antes de las ocho.
Cuando llegué, entré lo más rápido que pude para pagarle la entrada a Emily, la recepcionista.
– Hacía mucho que no venías por aquí, Lucas. ¿Problemas en casa? – me lo preguntó
amablemente.
– Sí. Mi madre me obliga a hacer prácticas en la empresa. – Fui sincero, Emily sabía acerca
de mi familia y varios problemas que había tenido con ellos. No tenía problema en contarle lo
sucedido en casa.
– Pensaba que ella sabía sobre tus sentimientos acerca de eso. – Lo dijo con el mismo tono de
voz suave de siempre.
– Y así es. Dice que me irá bien mientras no vaya a la universidad porque aún no sé qué haré.

– ¿Sigue teniendo esa obsesión con el perfeccionismo hacia tu hermana? –
– Sí. Eso no cambiará nunca, ese es el problema. – Lo dije realmente molesto. Tenía ganas de
pegar a cualquier cosa o persona que se me acercara.
– Anda vete, empieza ya. Te veo con ganas de matar a alguien. Tu saco ya está libre. Pasa. –
Me informó. Soltó una risilla por mi reacción a sus palabras. No hice caso a ese detalle, solo
me giré dándole las gracias y entré en la primera sala del gimnasio.
A Emily la conocía desde los trece, cuando acudí por primera vez al gimnasio después de una
pelea con mi madre y Richard. Vió como le pegaba a ese saco y se acercó a preguntarme si
estaba bien. Me dijo que me veía alterado. Ella era la hija del jefe. Una pequeña y adorable
niña de doce años, rubia y con los mofletes rojizos. Tenía unos ojos grandes y marrones miel.
Esos que de primeras parecen los más comunes, pero si los miras detalladamente, pueden
enamorarte. En el instante en que la vi, me enamoré. Se veía súper inocente, mucho más que
yo aún teniendo la misma edad. Ese sentimiento fue a más cuando nos hicimos amigos y yo
asistía cada día al gimnasio para poder jugar con ella. Pasando los años dejé de ir tan seguido,
solo cuando me peleaba con mi madre.
Con Emilý nunca ha pasado nada serio, nos hemos liado en alguna fiesta. sí, pero ella
siempre me dejó claro que eran líos puntuales. No voy a mentir, eso me jodió bastante, pero
sabía que ella siempre iba a querer a otra persona, por tanto, lo respeté.

Ya eran casi las ocho, debía irme antes de que Mario viniese a buscarme. Siempre que pasaba
eso, me preguntaba sobre lo que había pasado durante todo el camino de vuelta. Yo prefería
volver, dejarle el coche en la entrada, con una tarjetita y un “gracias” . No me gusta dar
explicaciones de mis sentimientos a nadie, a no ser que sea por escrito, esa es la única manera
que tengo para poder expresarme bien.

– ¿Ya te vas? – Me preguntó Emil, dulce como siempre.


– Sí. Son casi las ocho, esto ya cierra, ¿no? – Pregunté.
– No, cambiamos el horario. Rose entró a trabajar con nosotros. Ella está en la sala diez. – me
aclaró.
– ¿Enserio? No me esperaba eso de tu padre. – Reímos un poco ante mi comentario y me
animé a preguntar. – ¿Cómo os va juntas? –
– Bien de hecho. Mis padres se lo tomaron muy bien, aunque mi padre nos separa aquí. Dice
que sinó no trabajamos. Que es cierto en parte. – Ella rió tierna y con algo de vergüenza.
– Eso está bien. Quiero decir. Que tus padres se lo hayan tomado tan bien. Y lo de separaros
al trabajar, es normal. Richard no nos pondría juntos a mi y a Anne, nunca. – Le di la razón a
su padre, sabía que me iba a replicar con algo infantil, pero no fue así.
– Rú y Anne sois diferentes, sois como hermanos. Rose y yo somos novias, no estamos tan
pegadas. – Me aclaró sin cambiar el semblante en su cara.
– Tienes razón, lo estáis aún más. – Reímos ambos por eso y pensé que era buen momento de
irme. – Bueno, Emily, debo irme. Me alegra saber que todo está bien con tu vida, un abrazo a
tu padre. Hasta la próxima. – Dije adiós con la mano y salí por la puerta. Escuché que gritaba
adiós desde lo lejos. No me giré.
Me subí al coche y conduje con la música a tope. En ese momento solo podía pensar en que
quería una ducha caliente. Y Anne. Necesitaba hablar con Anne, urgentemente.

ANNE

Cuando llegué al colegio al día siguiente, Lucas me estaba esperando en la puerta. Esa
mañana no fui a su casa, no sabía con qué cara ir después de no haberme hablado en todo el
día.
Realmente no entendía qué le pasaba conmigo, creo que no he hecho nada que pueda
ofenderle a estos niveles. También quería saber cómo estaba después de saber que tenía
prácticas. Eso era lo que más me preocupaba. Sabía la mala relación que tenía con esa
empresa y lo que le causaba, no quería verle allí metido.
– !Anne! Espera. – Le oí llamarme. Me paré y volteé hacia su dirección, dispuesta a
escucharle. – ¿Podemos hablar? –
– Obvio, dime. – Dije sin ningún tipo de enfado en el tono.
– Quería pedirte perdón por lo de ayer. Sé que fui borde contigo sin ningún momento. Lo
siento. Además, me olvidé de llamarte. Lo iba hacer, te lo juro. solo que… – Le interrumpí al
notar su nerviosismo. Hablaba demasiado rápido y no me miraba. Sabía que esto le estaba
costando.
– Lucas, tranquilo, no me he enfadado contigo. Por la tarde estuve con Richard, ya te lo dije
que iría. Me comentó lo que dijo tu madre, lo de las prácticas… Él intentó convencerla, lo sé.
– Intenté tranquilizarlo con eso, aunque sabía que no solucionaría nada.
– Sigue teniendo la culpa de esto. – Me replicó enfadado.
– Sabes que no. No seas injusto con él. – Le expliqué.
– Deja de defenderlo. Siempre estás igual. Es su empresa, él decide quién hace prácticas y
quién no, si él no quiere, no entro. – Notaba que estaba ofendido, pero tanto él como yo
sabíamos que eso no era verdad.
– Deja de decir cosas que tú mismo sabes que no son verdad, Lucas. Tú madre ha controlado
a Richard siempre. Él hace todo lo que ella le pide, y me sabe mal así de tu madre, pero es
realidad. No la tomes con el único que le ha plantado cara a tu madre por ti. – Me molestaron
sus palabras. Lo solté todo sin pensarlo.
– Lo sé, pero sabes lo que pasa con eso. – estaba triste, lo notaba.
– Sí sé, sé que no quieres darle la razón a él ni pedirle ayuda. No quieres que piense que le
ves como tu padre, aunque es así. Pero pide ayuda, estoy segura de que si le dices que hable
con ella y se invente algo de que no hay plazas, lo intentará. –
– Exacto, no puedo darle ese placer. No puedo dejar que piense eso. Intentaré hablar con él,
pero no puede llegar a pensar eso nunca, eso no sería bueno. – Asentí y añadí.
– No hace falta que él sepa eso, pero si le sentará bien que le digas que necesitas su ayuda.
Inténtalo, ¿si? – Le miré a los ojos, esperando un sí de su parte.
– Sí. – Hizo una media sonrisa.
Después de esa conversación nos abrazamos de manera tierna y sincera , y entramos a nuestra
primera clase.
Nos tocaba con Mr. Baghet. Era un tipo agradable. Más joven que el resto de profesores pero
seguía siendo mayor para nosotros. Rozaría los cuarenta pero se conservaba bien. Hay quien
dice que se acuesta con las de último año, pero ya sabemos como es la gente cuando hay un
profesor más joven que el resto…
Nos daba literatura francesa. Era una de esas asignaturas que eliges extra antes de empezar el
año. Lucas y yo nos metimos juntos a esa. Lo hice más por él que por mí, sabía que le
gustaban los idiomas, así que decidí entrar con él. Sus clases eran maravillosas, era cómo
hacer filosofía pero medio en francés, así que había cosas que no entendía, pero siempre
salíamos con algo nuevo aprendido. Eso sí, luego en sus exámenes tenías que estar atenta
porque cualquier cosa que él había explicado, salía. Hubo una vez que una experiencia
personal suya, entró. Justo ese día tenía mucho sueño y me dormí en su clase. ¿Adivinar
quién suspendió ese examen? Exacto, Lucas. Si yo no me enteré, Lucas aún menos.

– Eh bien les gars, nous avons terminé pour aujourd'hui. on se voit jeudi / bueno chicos,
terminamos por hoy. nos veremos el jueves. – Finalizó la clase. Nos despedimos de él y
cuando fui a salir de clase, recordé algo.
– Excusez moi monsieur Baghet, ¿el proyecto sobre Gustave Flaubert lo quiere en cartulina o
en power point? – Pregunté.
– Comme tu préfères mademoiselle Cooper. Je n'ai pas de préférences. / Como usted prefiera,
señorita Cooper. No tengo preferencias. – Me aclaró con una sonrisa amable.
– C'est bien merci / Está bien, gracias. – Le devolví la sonrisa. – Jusqu'à jeudi / Hasta el
jueves. –

Cuando salí de clase, estaban Lucas y Jack esperándome.


– Por fin sales. ¿Qué hacías ahí hablando con él? – Me preguntó Lucas.
– No empieces con tus paranoias. Solo le estaba preguntado sobre el proyecto. – respondí
algo molesta mientras empezaba a caminar hacia mi taquilla.
– ¿De quién harás el proyecto? – Me preguntó Jack apoyado de lado en las taquillas.
– De Gustave Flaubert. Es el escritor favorito de Sussan, ella me ayudará. – Le expliqué.
– Yo no sabía eso, ¿por qué tu si? – Me preguntó Lucas algo ofendido. Tampoco entendía
como él no lo sabía. Es su madre. Además, las Navidades pasadas le compró un libro de él.
– A lo mejor porque yo escucho a tu madre cuando habla de cosas así. Tu siempre dices que
las cosas de chicas que hablamos no te interesan, y te vas. – Le dije medio riendo. Él parecía
realmente ofendido tras mi comentario. Jack rió conmigo y la cara de Lucas era un cuadro.
– No entiendo donde veis la gracia. – Parecía un niño pequeño a punto de llorar. Me parecía
realmente tierno y gracioso a la vez.
– déjalo. Vamos a comer, anda. – Le contesté.
Jack y yo nos seguíamos riendo de la situación al llegar a la cafetería, mientras que Lucas no
lo entendía. Realmente yo tampoco sabía porque nos reíamos, pero me gustaba tener algo
entre Jack y yo en ese sentido. Algo de lo que solo nosotros éramos parte. Que nadie más
entendía. Sé que es solo una broma hacia Lucas, pero me parecía tierno.

También podría gustarte