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Olas del feminismo: la perenne búsqueda de la igualdad

Olas del feminismo: la perenne búsqueda de la igualdad

 Melissa Fernández Chagoya[1] 

Las olas del feminismo, así como las olas del mar, son irrepetibles aunque respondan a
patrones; algunas llegan con más fuerza y lo derriban todo, otras por el contrario
acarician y suavizan el territorio y la política. Cada ola trae consigo su vaivén y sus
demandas políticas, su textura y sus agendas acompañadas siempre de su potencia: las
mujeres. Y aunque sea importante cuestionar su delimitación geopolítica ciertamente
arbitraria, en lo personal las considero pertinentes, cuando menos, para tener un
panorama general del recorrido feminista. Es precisamente con ese objetivo que ofrezco
el presente artículo.

Como una primera definición sugiero pensar al feminismo como un conjunto de teorías,
metodologías y prácticas políticas que buscan describir y criticar las relaciones de poder
históricamente adscritas a los sexos, con el fin de conocer y dar lugar a la experiencia de
las mujeres o aquello que se ha construido como lo “femenino”. Historizar la opresión
sistemática de las mujeres, y de otras identidades subalternas, en mi opinión, ha
caracterizado al feminismo, y éste haya sus orígenes documentados en Occidente, en un
largo periodo entre la Ilustración y la Revolución Industrial.

Un efervescente e incipiente debate es aquel que enuncia el principio de la cuarta ola del
feminismo. De existir, sería definida por la tecnología y las herramientas que están
permitiendo a las mujeres construir un movimiento online fuerte, popular, reactivo. Su
contexto histórico es, en efecto, la actualidad, y es conformado por personas
mayoritariamente mujeres entre los 20 y 40 años.

Se adjudica su principio a las manifestaciones de las activistas que se


autodenominan Pussy Riots, mujeres de origen ruso que hacen tomas públicas,
denunciando determinadas injusticias, aunque hay otras manifestaciones ubicadas
geopolíticamente fuera de los márgenes occidentales.

La hiperconectividad es, quizá, la primera pulsión de esta tendencia actual en los


feminismos. El ciberfeminismo es acuñado también en esta incipiente ola y se asume que
la tecnología, la apropiación de la misma, garantiza la toma de consciencia y la capacidad
de agencia. Pertinente sigue resultando responder hoy en día ¿qué busca el feminismo…
y las feministas?

1ª ola del feminismo: “con a de humanas”

Finales del Siglo XVII y mediados del Siglo XIX. Las feministas de la primera ola buscaban
reivindicar la naturaleza de las mujeres, evidenciar la jerarquía de los sexos para de ese
modo superar los obstáculos legales que imposibilitaban la igualdad (sufragio femenino,
derechos de propiedad, etc.).

Marcela Lagarde, antropóloga mexicana, a quien preferimos llamar merecidamente


Marcela La Grande, nos explica cómo fue necesario hacernos humanas, en otras palabras,
explicar al mundo que éramos iguales que “el Hombre”, aquel que impone los parámetros
actuales sobre lo “humano”[2].

En este contexto también conocido como Feminismo Moderno, podemos ubicar en 1791
el primer acto feminista enunciando la ausencia de la mujer en los Derechos
Fundamentales del Hombre declarando los Derechos de la mujer y la ciudadanía. Esto se
debe a la francesa Olympe de Gouges quien poco tiempo después fuera asesinada en la
guillotina.  En 1792, la inglesa Mary Wollstencraft publica la Vindicación de los Derechos de
la mujer[3]:

De acuerdo con su experiencia en este terreno –primero como mujer, hija y hermana, más
tarde como institutriz y profesora, después como teórica y filósofa y por último, como
madre, en Vindicación, la filósofa se propuso analizar y criticar los principales materiales
al respecto, centrando su atención sobre todo en los documentos redactados por espíritus
que compartían con ella los principios e ideales del pensamiento ilustrado. Sólo
ocasionalmente y siempre con fines comparativos se ocupó de escritos que
documentaban la educación tradicional-cortesana de las mujeres[4].

Es el pensamiento, y las acciones francesas e inglesas, quienes parecieran ser el origen del
feminismo, pero no, en otros vectores del globo terráqueo también estaban ocurriendo
cosas ciertamente impensables.  

Tan solo cien años antes, en 1692, Sor Juana Inés de la Cruz publica “Primero sueño”. Si
bien ese poema no adquiere el estatuto de pliego, reforma, ni escrito de ley, sí hace
alusión a la visión libertaria que Sor Juana anhelaba para sí, y para todas las mujeres. Ese
papelillo (sic) debe ser considerado como la manifestación y la exigencia de libertad que
rondaba desde este lugar a las mujeres, o al menos aquellas que ya permitían soñar. Así
también en su Carta atenagórica discute la naturaleza de la mujer y su relación con el
conocimiento[5]. 

Sor Juana visionariamente discutía y reflexionaba en torno a la situación de las mujeres un


siglo antes antes de las que consideramos las pioneras de lo que hoy en día conocemos
como el feminismo occidental, que antes indiqué como el primero documentado:
“cercana a la modernidad no sólo porque se acerca a algunas propuestas cartesianas, sino
precisamente porque exhibe, junto a las formas argumentativas de la escolástica, ideas
humanistas, imágenes herméticas y una actitud crítica ante el conocimiento que me
parece ser el signo más importante de su modernidad filosófica”[6].

Por lejana que parezca, la primera ola es muy importante para entender la situación
actual de las mujeres. En el siglo XIX surge por primera vez el feminismo de carácter
internacional para dar respuesta a los problemas que estaban generando la revolución
industrial y el capitalismo. A saber, se divide en 4 tendencias de pensamiento-acción:
el Movimiento sufragista con el que comienza la reivindicación del derecho a voto de las
mujeres[7]; por ejemplo, en Estados Unidos se aprobó uno de los textos del sufragio en
1848 mientras que en Europa fue hasta 1928 que se permitió el voto a mujeres y en
México el 17 de octubre de 1953; el Feminismo socialista, aquel que propone la vuelta a
pequeñas comunidades para desarrollar la igualdad tanto social como de sexo. Una
máxima exponente de esta corriente es Flora Tristán con su obra Unión obrera publicada
en 1843 en la que dedica un capítulo a hablar de la situación de la mujer[8].

 La tercera tendencia, el Feminismo marxista  que ofreció una nueva explicación del origen
de la opresión de las mujeres y una nueva estrategia para su independencia. Prestó
atención a la explotación económica y sexual de la mujer; desde este análisis el cuerpo de
las mujeres es el objeto de apropiación y el medio para la explotación. Primo-hermano,
el Movimiento anarquista, hoy en día conocido como anarcofeminismo, que contó con
numerosas mujeres que contribuyeron en la lucha de la igualdad a pesar de que varones
de este movimiento tuvieran posturas anti-igualatorias.

Esta ola significa el logro del posicionamiento que hoy en día gozamos las mujeres. Una
larga, intempestiva y atropellada marea histórica a la que debemos prácticamente todo lo
que hoy somos.
2ª ola del feminismo. Igualdad ante la ley: igualdad desde las diferencias “naturales”

Breve pero potente ola es aquella que se propone entre 1950 y 1980; aquella que busca
desvelar la desigualdad no-oficial (de facto), apelar a la sexualidad de las mujeres a
manera de apropiación del cuerpo, lo que consigo involucra debates sobre el papel de la
mujer en la familia y en el trabajo. En este contexto se logran los Derechos Sexuales, los
Derechos Reproductivos y algo de suma importancia que se empieza a gestar,
paradójicamente: el derecho a no reproducirse. La violencia contra las mujeres es tema
central en la agenda feminista y en este contexto principia en buena medida el debate
sobre lo público – lo privado.

Tres tendencias de pensamiento-acción surgen de esta ola: el Feminismo liberal mismo


que define la situación de la mujer como una desigualdad, no como una opresión, y
postula la reforma del sistema para lograr la igualdad. Betty Friedan, mayor exponente
del feminismo liberal, ayudó a fundar en 1966 la “Organización Nacional para la Mujeres”.
Su texto La mística de la feminidad representa una lectura obligada para quienes se
adentran en esos “malestares sin nombre”[9].

Por su parte el Feminismo radical, actualmente el más desquerido y no obstante el más


desconocido, busca luchar contra el patriarcado desestabilizando la división sexual del
trabajo. Una de las aportaciones más significativas de esta tendencia es la organización
de los grupos de autoconciencia que buscaban existir a la “mujer” como categoría política
y sujeto de derechos, y no como una esencia, a diferencia del feminismo liberal. Una
exponente del feminismo radical es precisamente Kate Millet a quien le debemos la
multicitada frase: “lo personal es político”[10].

El Feminismo de la diferencia, aquel que en la actualidad más aceptación tiene y es incluso


calificado como “políticamente correcto”. Busca rescatar y valorar lo considerado
femenino para que, en efecto, ser mujer sea hermoso (sic). Las corrientes acuñadas en este
feminismo igualan la liberación de las mujeres con el desarrollo social y asumen que las
mujeres son diferentes a los hombres pero ante la ley deben ser iguales. Se asume que la
equidad pueda ser la salida al problema de la desigualdad[11].

3ª ola del feminismo: después de todo y en medio de la globalización

La tercera ola se presenta como la respuesta a los fallos percibidos en 2° ola, esto es la
esencialización, la naturalización y la homologación de experiencias “femeninas”. Se
apuesta por pensar y existir a las mujer-ES considerando en primera instancia las
diferentes categorías que construyen las corporalidades. Aspectos como raza, clase,
sexualidad, género, edad, nacionalidad, entre otros, son fundamentales para conocer la
situación y la condición de eso que hemos construido como “mujer”[12]. En la tercera ola
se busca desvelar diferentes mecanismos de opresión que imposibilitan materializar la
igualdad.  Aquí y con más fuerza se despliega lo que conocemos como las teorías
contemporáneas de género[13], que serían propias de otro trabajo de mayor extensión,
razón por la cual no nos detendremos en ellas.

Desafíos para la 4ª ola a manera de conclusión

Durante la primera ola se estableció que el termino igualdad aludía, como bien lo indica
Luigi Ferragoli,  a un intento de universalización del sujeto masculino que también en el
plano normativo excluye –no contempla, desplaza, ignora– al sujeto femenino,
discriminándolo en el goce de muchos de los derechos que se dicen universales[14].
Siguiendo esta crítica, la segunda ola apelaría a la Igualdad en los derechos del hombre y
del ciudadano que, sin embargo, precisamente porque está basada en la asunción del
sujeto masculino como parámetro, se resuelve en la asimilación jurídica de las mujeres a
los varones y, por consiguiente, en una ficción de igualdad que deja de hecho sobrevivir a
la desigualdad como producto del desconocimiento de la diferencia[15].
Es la tercera ola aquella que crítica la Igualdad jurídica que, al no hacerse cargo de las
diferencias y de su concreta relevancia en las relaciones sociales, está destinada a
permanecer ampliamente inefectiva y a ser desmentida por las desigualdades concretas
en las que de hecho se transmutan las diferencias. Se denuncia, desde este lugar, que la
igualdad es relativa sólo a una parte privilegiada de seres humanos arbitrariamente
confundidos con la totalidad.

La cuarta ola se antoja para responder una serie de preguntas que emanan de eso que nos
dejó la tercera ola: los avatares de la modernidad y la contemporaneidad, léase, por
ejemplo, ¿cómo trascender de la consciencia de opresor-oprimido? ¿Apostar por una
reflexión y práctica ética con la subalternidad?  ¿Cómo opera la raza, la clase, la
sexualidad, la edad y la nacionalidad en las formas de materializar la igualdad? ¿Cómo
des-habitar la desigualdad? Quizá vaya siendo tiempo de apostar por un feminismo
híbrido que no sea lo que se ha sido, un feminismo consciente de los elementos que lo
componen en donde la igualdad deba seguir siendo la asignatura pendiente y es durante
la cuarta ola que al fin aprendamos a ser iguales, manteniendo nuestra a de humanas o,
quizá, por el contrario, ya no nos interese aprender a ser eso que hicieron de nosotras...

¿Qué loca ambición nos lleva


de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos![16]

Sor Juana Inés de la Cruz


Bibliografía

Benítez Grobet, Laura, “Algunas reflexiones sobre el filosofar de las mujeres en la


modernidad temprana” en Platas, Viridiana y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la
Modernidad temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca
Digital de Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014.

De la Cruz, Juana Inés, Obras Completas,  Porrúa, México, 2010, 16º ed.

Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999.

Friedan, Betty, La mística de la feminidad, Cátedra, Valencia, 2016.

Lagarde, Marcela, “Violencia de género y paz social unidas por la vida y la libertad de las
mujeres” en 10 Años de Historia 1995-2005. Hilando Redes, Asociación Seminario Mujer
Latinoamericana – Mujer Andaluza, Granada, 1998, pp. 23-34.

León Hernández, Luz Stella, “François Poulain de la Barre: feminismo y modernidad' en


Celia Amoros, Tiempo de feminismo, Ediciones Cátedra, Valencia, 2010, pp. 43-89.

Millet, Kate, Política sexual, Cátedra, Valencia, 2010.

Moctezuma Perea, Isaac P. “La critica de Mary Wollstonecraft a la ética cortesana y


caballeresca” en Platas, V. y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la Modernidad
temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca Digital de
Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014.
Tristán, Flora. Unión obrera, México, Fontamara, 1993.

[1] Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT en el área 5


Ciencias Sociales. Es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma
Metropolitana; su tesis fue premiada con la Mención Académica 2015  y será publicada en
el Centro de Estudios de Antropología de la Mujer. Cuenta con un Master 2 en Género y
desarrollo por la Université Diderot-Paris 7. Es Maestra en Estudios de Género y Cultura
con Mención en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile, y es Antropóloga social por
la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Actualmente se desempeña como
profesora-investigadora en la Universidad del Claustro de Sor Juana donde además
coordina el Seminario en estudios de género: teorías contemporáneas y acción política.

[2] Lagarde, Marcela, “Violencia de género y paz social unidas por la vida y la libertad de
las mujeres” en 10 Años de Historia 1995-2005. Hilando Redes, Asociación Seminario Mujer
Latinoamericana – Mujer Andaluza, Granada, 1998, pp. 23-34.

[3] León Hernández, Luz Stella, “François Poulain de la Barre: feminismo y modernidad'


en Celia Amorós, Tiempo de feminismo, Ediciones Cátedra, Valencia, 2010, pp. 43-89.

[4] Moctezuma Perea, Isaac P. “La critica de Mary Wollstonecraft a la ética cortesana y


caballeresca” en Platas, Viridiana y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la Modernidad
temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca Digital de
Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014. Pp. 117

[5] Benítez Grobet, Laura, “Algunas reflexiones sobre el filosofar de las mujeres en la


modernidad temprana” en Platas, Viridiana y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la
Modernidad temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca
Digital de Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014. Pp. 15.
[6] Ibídem. Op cit. Pp. 17.

[7] Issac Moctezuma Perea en su artículo “La crítica de Mary Wollstonecraft a la ética


cortesana y caballeresca”, plantea que fueron las ideas de Wollstonescraft las que
propiciaron este logro político de las mujeres; con la autora se empezó a elucubrar lo que
100 años después al fin se materializó: la participación política formal de las mujeres a
través del derecho al voto.

[8] Tristán, Flora. Unión obrera, México, Fontamara, 1993.

[9] Friedan, Betty, La mística de la feminidad, Cátedra, Valencia, 2016.

[10] Millet, Kate, Política sexual, Cátedra, Valencia, 2010.

[11] Equidad e igualdad son nociones frecuentemente ocupadas en los discursos políticos


en materia de creación de políticas públicas con perspectiva de género. La
equidad, grosso modo, hace referencia a la búsqueda de la igualdad entre hombres y
mujeres tomando en cuenta las necesidades específicas que tenemos las mujeres; se
asume que éstas son históricamente distintas a las de los hombres. Por su parte, la
igualdad, hace referencia a al hecho de acceder y ejercer a los mismos derechos, es decir,
igualdad ante la ley (Instituto Nacional de las Mujeres. CEDAW. Convención de la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer,  México, 2012).

[12] Las teorías de la interseccionalidad representan una muestra de lo que tercera ola


deja para las problematizaciones feministas. Autoras como la colombiana Mara Viveros, o
la sudafricana Zime Magubane, entre otras, son algunas de sus exponentes.
[13] Poscolonialismo y descolonialismo feminista, teoría queer, feminismo comunitario e
indígena, feminismo chicano, black feminism, feminismo lésbico, transfeminismo, entre
otras.

[14] Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999, pp.
73-96.

[15] Idem.

[16] Fragmento de poema Finjamos que soy feliz (sin fecha conjeturable).


¿Cuáles son las cuatro olas del feminismo en la historia?

Acceso a la educación, derecho al sufragio y equidad son parte de las luchas que la
mujer debió librar a lo largo de la historia. Un repaso por la historia del tradicional
patriarcado que, tarde o temprano, se va a caer.
03/12/2018 10:43
 Clarín.com
 Entremujeres
Actualizado al 03/12/2018 10:43

De un tiempo a esta parte se oye hablar de la “Cuarta ola Feminista”, en el marco de las
alarmantes cifras de la violencia de género, la brecha salarial, el famoso techo de cristal y
el Paro Internacional de Mujeres que tuvo lugar el último 8 de marzo.

Cuáles son los anteriores movimientos que sentaron las bases de lo que estamos viviendo
ahora? 

La “Primera Ola Feminista” surgió a mediados del siglo XVIII, en torno a la polémica
sobre la naturaleza de la mujer y la jerarquía de sexos. Estas pensadoras indagaron acerca
de la educación y los derechos de la mujer. Cuestionaron los privilegios masculinos
afirmando que no son una cuestión biológica y/o natural. Las autoras de referencia son:
Poullain de Barre, Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft, esta última autora del
famoso texto Vindicación de los derechos de la mujer (1792), un punto de partida
fundamental para cambiar el pensamiento de la época. 

La “Segunda Ola Feminista” se dio desde mediados del siglo XIX hasta la década de los
cincuenta del siglo XX. Aborda entre sus puntos principales el derecho al voto femenino.
Es aquí cuando el debate alrededor del sufragio universal se intensifica (la película  Las
sufragistas, del año 2015, retrata este momento en Ingaterra). Además, las mujeres
reclaman el acceso a la educación superior, critican la obligatoriedad del matrimonio y
comienzan a liberarse en su aspecto físico.

La “Tercera Ola Feminista” llegó en la década del sesenta y hay distintas opiniones
respecto a su finalización. Mientras que algunos sostienen que sigue vigente, otros
afirman que finalizó en los años ochenta. Va de las políticas públicas que reivindican a la
mujer hasta el fin del patriarcado. En este movimiento fueron fundamentales los
anticonceptivos porque le otorgaron el poder del control de la natalidad (y la liberación
del goce sexual, no atado a la reproducción) y el divorcio se hizo ley en muchos países.
Caen las vendas del "amor para toda la vida" y aparecen otras opciones para mujeres
rebeldes. Las mujeres son candidatas reales en el mundo político, aunque su porcentaje
es sensiblemente inferior al de los hombres.

La “Cuarta Ola Feminista” es la que vivimos en la actualidad y donde el activismo


presencial y online cobraron gran protagonismo. Plantea el fin de los privilegios de
género establecidos históricamente hacia el hombre. Asimismo, repudia la violencia de
género establecida en todos los ámbitos de la vida. “Lo personal es político”, suele leerse
de un tiempo a esta parte en las manifestaciones feministas. La sororidad, concepto que
habla de la solidaridad entre mujeres, es central. En cuestión de derechos, la lucha por el
derecho a la interrupción legal del embarazo aparece aquí como otro punto clave.
También aparece con mucha fuerza el discurso anti estereotipos: nace el feminismo
descolonial (contra el predominio de la raza blanca como modelo de éxito social), el
feminismo gordo (contra la delgadez impuesta por el mundo de la moda) y hay una
mayor unión con el movimiento LGTB, queer y de liberación sexual. Un eje ineludible fue
el primer paro internacional de mujeres, de altísimo acatamiento, llevado a cabo el 8 de
marzo de 2018, inmortalizado como #8M.
https://www.womenshistory.org/exhibits/feminismo-la-primera-ola

Las “olas” del Feminismo

Durante generaciones, el movimiento feminista ha avanzado notablemente en la defensa


de los derechos de las mujeres. Muchos académicos y activistas asumen que ha habido
tres “olas” distintas de feminismo, y que el "Movimiento #MeToo" supone una cuarta ola
contemporánea. Sin embargo, la historia del movimiento feminista es mucho más
compleja.

La metáfora de las “olas" como representación de los diversos momentos de auge del
feminismo comenzó en 1968, cuando Martha Weinman Lear publicó un artículo en el
New York Times titulado “La segunda ola feminista”. El artículo de Lear conectaba al
movimiento sufragista del siglo XIX con los movimientos de mujeres en la década de
1960. Esta nueva terminología se difundió rápidamente y se convirtió en la manera
popular de definir el feminismo. Aunque la metáfora de las “olas feministas” es útil para
que la gente haga un distinción entre las distintas etapas del activismo de las mujeres, es
imposible precisar con exactitud las fechas específicas del comienzo o el final de cada ola
del feminismo. En realidad, cada época histórica se inspira en una larga tradición de
activismo que logró trascender las líneas generacionales.

Los orígenes del movimiento

La primera ola del movimiento feminista suele vincularse con la primera convención
formal sobre los Derechos de la Mujer que se celebró en 1848. Sin embargo, las feministas
de la primera ola estaban influenciadas por el activismo colectivo de las mujeres en
muchos otros movimientos de propósitos reformistas. En particular, las feministas
obtuvieron conocimientos estratégicos y tácticos de las mujeres que tomaron partido en
la Revolución Francesa, el Movimiento por la Templanza y el Movimiento Abolicionista.

La Revolución Francesa

“La Revolución Francesa marcó el inicio de la participación organizada de las mujeres en


la política”. -- Historiador R.B. Rose en “Feminismo, mujeres y la Revolución Francesa”
Con el inicio de la Revolución Francesa en 1789, muchas mujeres se pusieron en la primera
línea para defender sus derechos. A pesar de que se les consideraba “ciudadanas pasivas”,
estas mujeres asumieron un papel activo en el clima político de su país. El 5 de octubre de
1789, miles de mujeres francesas armadas marcharon desde los mercados de París hasta
el Palacio de Versalles. Exigían que el Rey atendiera sus preocupaciones económicas y la
drástica escasez de alimentos que estaba teniendo lugar en Francia.
Desafortunadamente, su lucha estaba lejos de terminar.

Unos meses antes, los reformistas lograron persuadir a la Asamblea Nacional


Constituyente francesa para que adoptara la “Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano”. Este documento otorgó derechos de ciudadanía a varios miembros de la
población. Desafortunadamente, seguía excluyendo de la ciudadanía a las mujeres y otros
grupos minoritarios. Cuando este documento se convirtió en el preámbulo de la
Constitución Francesa de 1791, muchas mujeres comenzaron a enfocarse en la obtención
la ciudadanía y la igualdad de derechos. Una de estas mujeres, la dramaturga Olympes de
Gouges, escribió la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” en 1791.
La declaración de Gouges comienza así: “Las mujeres nacen libres y son iguales a los
hombres ante la ley. Las distinciones sociales solo pueden fundarse en la utilidad común”.
Su declaración también incluyó los variados derechos que deben poseer tanto el hombre
como la mujer. Este documento y el activismo colectivo de las mujeres en la Revolución
Francesa se convirtieron en fuente de inspiración para las feministas de la primera ola.
Movimiento por la Templanza

Las feministas de la primera ola también se vieron influenciadas por el activismo


generalizado de las mujeres durante el Movimiento por la Templanza. A principios del
siglo 19, muchos ciudadanos de Estados Unidos comenzaron a promover la “reforma
moral”. En un esfuerzo por luchar contra la inmoralidad, en la década de 1820 se
desarrolló el Movimiento por la Templanza para limitar o prohibir el consumo de alcohol.
Para muchas mujeres blancas de clase media, a quienes se les consideraba como las
“autoridades morales de sus hogares”, el consumo de alcohol suponía una amenaza para
la estabilidad de sus hogares. Estas mujeres, junto con los partidarios masculinos de la
templanza, comenzaron a crear caricaturas, panfletos, canciones y discursos sobre los
daños del consumo de alcohol.

En 1826, la Sociedad Estadounidense para la Promoción de la Templanza (la Sociedad


Estadounidense por la Templanza) se formó en Boston, Massachusetts. La sociedad se
extendió rápidamente, con activistas de la templanza iniciando capítulos locales en todo
el país. Además, para 1831 había más de veinticuatro organizaciones de mujeres
dedicadas al Movimiento de la Templanza. Uno de los grupos más notables que se
desarrolló posteriormente en el movimiento fue la Unión Cristiana de Mujeres por la
Templanza. Miles de mujeres de esta organización marcharon hacia las licorerías y bares
exigiendo que los dueños firmaran un compromiso para dejar de vender bebidas
alcohólicas. Así como estas mujeres abogaban por la templanza y los asuntos
concernientes a sus hogares, también exigían tener un rol igualitario en la actividad
pública.

“El Movimiento por la Templanza, de hecho, dio a las mujeres la oportunidad de


participar en la vida política pública por primera vez”.

-- Tara Isabella Burton en “La historia feminista de la prohibición”


El Movimiento Abolicionista 

A la vez que muchas de esas mujeres comenzaban a abogar por tener su voz política, las
mujeres de distintos grupos étnicos y orígenes también luchaban por tener derechos
humanos básicos. A principios del siglo 19, gran parte de la población afroamericana de
Estados Unidos estaba esclavizada. Dado que el primer grupo de africanos esclavizados
llegó al país a principios del siglo 17, ya para entonces los hombres y mujeres
afroamericanos habían estado luchando por la libertad y la ciudadanía durante dos siglos.
Su activismo colectivo fue la base del Movimiento Abolicionista que impulsó el fin de la
esclavitud.

Las mujeres afroamericanas fueron cruciales para el abolicionismo de principios del siglo
19. Durante las décadas de 1820 y 1830, estas mujeres establecieron organizaciones
sociales y literarias, así como grupos religiosos para desafiar la esclavitud y apoyar a sus
comunidades.

El 12 de febrero de 1821, doscientas mujeres afroamericanas de clase trabajadora


establecieron la Sociedad de Hijas de África en Filadelfia. Esta sociedad brindó apoyo a
sus miembros y una asignación semanal de 1,50 dólares para cuando se enfermaban. De
igual manera, en 1831 se conformó la Free Produce Society de las Mujeres de Color para
boicotear la explotación de la mano de obra esclava, vendiendo únicamente artículos
producidos por afroamericanos libres.

También se conformaron varias sociedades literarias durante este tiempo que se


dedicaron a la “difusión del conocimiento y la supresión del vicio y la inmoralidad". La
Asociación Literaria Femenina, la Sociedad de Inteligencia Femenina Afroamericana y la
Sociedad Literaria de Damas de Color se formaron a principios de la década de 1830.

Además de su labor estableciendo organizaciones, las mujeres afroamericanas realizaron


extensas giras de conferencias por todo el país y publicaron cartas, poemas y narraciones
de esclavos para luchar por la abolición de la esclavitud. Mujeres como Maria Stewart,
Jarena Lee, Sarah Louise Forten y Sarah Mapps Douglass se pronunciaron abiertamente
contra la esclavitud y abogaron por la educación de las mujeres y los derechos de
ciudadanía.

Video de Maria Stewart - https://youtu.be/5S2myN5gl3M

La cuestión femenina

A partir del activismo de las mujeres en estos movimientos sociales, muchas mujeres
blancas de clase media y alta se unieron al Movimiento Abolicionista. Mujeres como
Lucretia Mott, Lucy Stone y las hermanas Angelina y Sarah Moore Grimké se unieron a
varias organizaciones blancas contra la esclavitud. Sin embargo, estas sociedades
estaban dominadas por hombres y por lo general no permitían que las mujeres hablaran
en público ante una audiencia masculina. Cuando las mujeres ignoraban estas reglas
sociales, los hombres se burlaban de ellas y las despreciaban. Por ejemplo, las hermanas
Grimké fueron ridiculizadas por sus escritos y la Asociación General de Ministros
Congregacionales de Massachusetts escribió una declaración pública en contra de ellas
por dar discursos frente a hombres. Las mujeres abolicionistas tomaron cartas en el
asunto y  organizaron la Convención contra la Esclavitud de las Mujeres Estadounidenses
en la ciudad de Nueva York en 1837.

Si bien estas mujeres buscaban generar reformas, la privación colectiva de sus derechos
se hizo aún más evidente. En 1840, se celebró en Londres la primera Convención Mundial
contra la Esclavitud. Desafortunadamente, los organizadores dejaron claro que solo
podían asistir hombres al encuentro. Aun así, Lucretia Mott asistió y a ella se les unieron
otras mujeres activistas, incluyendo a Elizabeth Cady Stanton. Luego de varias horas de
debate, los organizadores masculinos decidieron que solo los hombres podrían hablar y
votar en la convención. Las mujeres fueron enviadas a la galería de espectadores y solo se
les permitió mirar y escuchar. Después de esta reunión, Mott y Stanton decidieron formar
una sociedad y celebrar su propia convención para defender los derechos de las mujeres.
Ocho años después, Mott, Stanton y otras trescientas mujeres celebraron la primera
Convención sobre los Derechos de la Mujer. Este grupo de mujeres y hombres seguidores
se reunió en julio de 1848 en Seneca Falls, Nueva York. En esta reunión, discutieron y
votaron por la “Declaración de Sentimientos”, organizada por Stanton. Muy a semejanza
de la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” escrita por Olympes de
Gouges durante la Revolución Francesa, Stanton declaró que “todos los hombres y
mujeres son creados iguales”.

El documento también abogaba por la educación de las mujeres, el derecho a la


propiedad y el liderazgo organizacional. Uno de los temas más controvertidos del
programa fue el del sufragio femenino. Aunque no todas estuvieron de acuerdo, muchas
de estas activistas de los derechos de las mujeres creían que sus objetivos serían difíciles
de alcanzar sin el derecho al voto. Después de la primera convención, este grupo de
mujeres comenzó a reunirse con regularidad, y el creciente movimiento feminista
comenzó a centrarse en alcanzar el derecho al sufragio y el poder político.

Durante los siguientes 70 años, el objetivo central del movimiento feminista fue que las
mujeres lograran el derecho al voto. Aunque siguieron participando en otros movimientos
sociales, muchas feministas de la primera ola creían que el sufragio era la clave para
desbloquear otros derechos.

Sin embargo, para otros grupos de mujeres, el derecho al voto no solo estaba ligado al
género, sino también a la raza y la clase social. Aun cuando el movimiento progresaba, a
menudo las feministas de la primera ola pasaban por alto las inquietudes de las mujeres
de color. A pesar de que, por lo general, no se les invitaba o las excluían de participar
plenamente en las organizaciones blancas, las mujeres de color no solo se pronunciaban
sobre hacer frente al sexismo, sino también al racismo y al clasismo.
Las mujeres afroamericanas abogaron por los derechos de las mujeres junto con su lucha
por la libertad y el bienestar de sus comunidades. Frances Ellen Watkins Harper fue una
de las fundadoras de la Asociación Estadounidense por el Sufragio de la Mujer (AWSA,
por sus siglas en inglés) en 1869 junto con la abolicionista blanca Lucy Stone y Frederick
Douglass. Otras mujeres negras como Sojourner Truth y Charlotte Forten se unieron a la
AWSA para promover el sufragio universal. Las tías de Forten, Harriet Forten Purvis y
Margaretta Forten, fueron, también, dos de los “principales actores” que ayudaron a
organizar la Quinta Convención Nacional de los Derechos de la Mujer en Filadelfia.

Sin embargo, las mujeres afroamericanas seguían siendo objeto de discriminación y a


menudo tenían que unirse a asociaciones pro sufragio segregadas. En 1876, Mary Ann
Shadd Cary escribió una carta a la Asociación Nacional por el Sufragio de la Mujer en
nombre de 94 mujeres negras solicitando que se añadieran sus nombres como firmantes
de la “Declaración de Sentimientos” de Stanton.

El 3 de marzo de 1913, la Asociación Nacional Estadounidense por el Sufragio de la Mujer


(NAWSA, por sus siglas en inglés) liderada por Stanton, organizó su primer desfile por el
sufragio en Washington, D.C. Aun cuando requirieron que las mujeres afroamericanas
marcharan de últimas en el desfile, las mujeres negras participaron en el evento,
incluyendo a las fundadoras de la Asociación Nacional de Mujeres de Color.

Las mujeres asiáticas también lucharon contra el sexismo, el racismo y el clasismo en


defensa de sus derechos. La Ley Page de 1875 prohibía a las mujeres chinas inmigrar a los
Estados Unidos, y la Ley de Exclusión China de 1882 impidió que los inmigrantes chinos
obtuvieran la ciudadanía y el derecho al voto. Esto no detuvo a Mabel Ping-Hua Lee para
encabezar a caballo a casi 10.000 personas en el desfile por el sufragio de Nueva York de
1912.

Dos años después, Lee pronunció un discurso en la tienda de la Unión Política de las
Mujeres alentando la participación cívica de las mujeres chinas. Desafortunadamente,
cuando a las mujeres en el estado de Nueva York se les otorgó el derecho al voto en 1917,
la Ley de Exclusión China aún impidió a Lee votar. Sin embargo, cuando las mujeres de
California obtuvieron el derecho al voto en 1912, Tye Leung Schulze se convirtió en la
primera mujer china en votar en los Estados Unidos.

Las mujeres de Filipinas también defendieron sus derechos. En la década de 1900,


Filipinas era una colonia de los Estados Unidos, pero estas mujeres no podían votar en
ninguno de los dos lugares. En 1905, se fundó la Asociación Feminista Filipina para
fomentar la “participación de las mujeres en los asuntos públicos”. Algunos de sus
miembros se reunieron con la Primera Dama Florence Harding en la Casa Blanca en 1922.

Las mujeres latinas también lucharon por los derechos de la mujer a la vez que promovían
la reforma social. En 1917, la sufragista Adelina Otero-Warren fue invitada por el Partido
Nacional de la Mujer (Unión del Congreso) a dirigir su capítulo de Nuevo México. Otero-
Warren abogó por que la literatura sobre el sufragio se publicara en inglés y en español,
para que fuera accesible al público latino. También jugó un papel decisivo en la
ratificación de la 19ª Enmienda en Nuevo México, que otorgaba el derecho al voto a las
mujeres.

Luisa Capetillo utilizó, en cambio, un enfoque de base como defensora de los


trabajadores y escritora para promover los derechos de los trabajadores y la educación de
las mujeres. En 1909 publicó “Mi opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la
mujer”, que se convirtió en la primera tesis feminista escrita en Puerto Rico. También
editó el primer periódico feminista de Puerto Rico, La Mujer, fundado por Ana Roqué de
Duprey.

Duprey era una feminista muy conocida y en 1917 estableció la Liga Feminista
Puertorriqueña. Junto con otros miembros de esta liga, también creó la Liga Social
Sufragista, la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas y la Asociación Insular de
Mujeres Votantes.
Las mujeres latinas también lucharon por los derechos de la mujer a la vez que promovían
la reforma social. En 1917, la sufragista Adelina Otero-Warren fue invitada por el Partido
Nacional de la Mujer (Unión del Congreso) a dirigir su capítulo de Nuevo México. Otero-
Warren abogó por que la literatura sobre el sufragio se publicara en inglés y en español,
para que fuera accesible al público latino. También jugó un papel decisivo en la
ratificación de la 19ª Enmienda en Nuevo México, que otorgaba el derecho al voto a las
mujeres.

Luisa Capetillo utilizó, en cambio, un enfoque de base como defensora de los


trabajadores y escritora para promover los derechos de los trabajadores y la educación de
las mujeres. En 1909 publicó “Mi opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la
mujer”, que se convirtió en la primera tesis feminista escrita en Puerto Rico. También
editó el primer periódico feminista de Puerto Rico, La Mujer, fundado por Ana Roqué de
Duprey.

Duprey era una feminista muy conocida y en 1917 estableció la Liga Feminista
Puertorriqueña. Junto con otros miembros de esta liga, también creó la Liga Social
Sufragista, la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas y la Asociación Insular de
Mujeres Votantes.

A medida que estas mujeres de color y feministas de la primera ola iban persiguiendo sus
objetivos, pudieron alcanzar varias pequeñas victorias en pro de los derechos de las
mujeres a lo largo del camino. Por ejemplo, en 1916, Jeannette Rankin se convirtió en la
primera mujer elegida para la Cámara de Representantes. Ese mismo año, Margaret
Sanger abrió la primera clínica de control de la natalidad en los Estados Unidos, a pesar
de que la ley del estado de Nueva York prohibía la distribución de anticonceptivos.
Posteriormente, Sanger estableció la clínica que se convertiría en Planned Parenthood.

Aun así, las feministas de la primera ola tuvieron que esperar hasta agosto de 1920 para
presenciar la ratificación de la 19ª Enmienda, que otorgó a las mujeres el derecho al voto.
Desafortunadamente, las mujeres de color tendrían que esperar mucho más tiempo para
ejercer su derecho al voto debido a la discriminación racial.

El final de la primera ola


Después de la ratificación de la 19ª Enmienda, el impulso que tuvo la primera ola empezó
a disminuir. Para muchos, la 19ª Enmienda fue el gran logro legislativo por el cual ellas
habían estado luchando. Sin embargo, otras mujeres siguieron defendiendo sus derechos
dentro de organizaciones locales y grupos de intereses específicos. La militante sufragista
y fundadora del Partido Nacional de la Mujer, Alice Paul, creía que la 19ª Enmienda no era
suficiente para garantizar la plena igualdad de las mujeres. En 1923, presentó la Enmienda
de Igualdad de Derechos ante el Congreso para consolidar los derechos constitucionales
de la mujer. Sin embargo, muchas otras feministas se opusieron a esta legislación porque
ponía en riesgo las protecciones laborales de las mujeres. Estas diferencias ideológicas
separaron aún más a las feministas hasta que este capítulo del movimiento llegó a su fin.
La siguiente explosión feminista a gran escala no ocurriría hasta la “segunda ola” de los
años 60.

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