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*Evolución de la definición del objeto de la ciencia política. La ciencia política como cien- cia de
las instituciones, del poder o de las decisiones políticas.
DAVID EASTON
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Este artículo proporciona una introducción general a la disciplina de la ciencia política. Los temas más importantes de esta
disciplina se estudian bajo los epígrafes ADMINISTRACIÓN PÚBLICA; COMPORTAMIENTO POLÍTICO, ANÁLI- SIS DEL
DERECHO INTERNACIONAL; DERECHO PÚBLICO; POLÍTICA, ESTUDIO COMPARADO DE LAS RELA-
CIONES INTERNACIONALES; TEORÍA POLÍTICA. Para las aportaciones individuales al desarrollo de la disciplina, Véase las
biografías de BAGEHOT; BARNARD; BEARD; BENTHMAM; BENTLEY; BRECHT; BRYCE; COKER; CON- DORCET;
FOLLET; GOODNOW; HELLER; KEY; LINDSAY; LIPPMANN; LOWELL; MAINE, MARX, MERRIAQM; MI- CHELS;
MILL; MOSCA; OSTROGORSKI; PARETO; RICE; RICHARDSON; SCHMITT, TOCQUEVILLE; WALLAS; W E-
BER; MAX; WILLOUGHBY; WILSON. Información complementaria procedente de otras disciplinas puede encontrarse en
ANTROPOLOGÍA POLÍTICA; SOCIOLOGÍA POLÍTICA.
enorme esfuerzo que suponía el establecer un orden lógico y coherente en un bambole- ante montón
de conocimientos sobre los más variados asuntos.
Hubo entonces, sin embargo, señales claras de que la forma tradicional de seleccionar los
problemas para la investigación amenazaba con cambiar radicalmente. Una cuestión molesta había
empezado a acosar muy en serio a quienes cultivaban lo que por aquel entonces se había convertido
en una disciplina muy especializada. ¿Es en verdad la cien- cia política únicamente una disciplina
sintética, cuyo contenido no es más que una mezcla de aquellos temas que dicta la necesidad
histórica? ¿Es la ciencia política algo más que una simple peripecia histórica que ha cristalizado
todo cuanto ha pensado el hombre en torno a las instituciones políticas o gubernamentales, sin que
sea posible llegar a una de- finición más profunda o precisa? ¿O es posible afirmar que, en algún
sentido, es una dis- ciplina teórica con una entidad intelectual susceptible de definición?
Su objeto
Dos clases de criterios muy diferentes han surgido en el último siglo para diferenciar la vida
política de todos los demás aspectos de la sociedad y, por tanto, para aislar el objeto de la ciencia
política. De un lado, se ha tratado de definir la vida política en función de las instituciones a través
de las cuales halla expresión; de otro lado, se ha centrado la aten- ción en la actividad o
comportamiento que plasma en las instituciones en cuanto formas históricas particulares. Desde el
primer punto de vista, la ciencia política ha sido definida, no muy profundamente, como el estudio
de las instituciones gubernamentales (o políti- cas) o como es estudio del Estado. Desde el segundo
punto de vista, que no ha tenido muy amplia aceptación hasta bien entrado el siglo XX, se ha
definido como el estudio del poder o del proceso de adopción de las decisiones.
El Estado. De todas las formalizaciones conceptuales del objeto de la ciencia política, la del
“Estado” es la que ha tenido una historia más larga. En cuanto método de orientar la reflexión
política, sus orígenes están enterrados en los siglos XVI y XVII. Se suele citar a Maquiavelo como
uno de los primeros que emplearon el término, pero es dudoso que su hallazgo le pertenezca. Lo
cierto es que, a lo largo de aquellos siglos, el término se impu- so poco apoco como sustituto de
otros anteriores que se utilizaban para referirse a enti- dades políticas importantes, tales como reino,
tierra principado, comunidad, república, dominio e imperio (Mc.Iver 1926).
La larga tradición del Estado como concepto político básico constituye más bien una prueba de
la influencia de los intereses políticos prácticos sobre los puntos de vista del investigador que del
valor del concepto para la comprensión de la vida política. En reali- dad, su escaso valor para la
teoría se ha puesto tan de manifiesto desde la segunda gue- rra mundial que su uso profesional se ha
reducido muchísimo (Easton 1953). A fines de análisis e investigación, los estudiosos han
despojado al término de la mayor parte de su contenido; ha quedado reducido simplemente a un
armazón conceptual, vacío de signifi- cado y de valores, que sirve para identificar a los actores de
la escena internacional. En su lugar, ha aparecido ´sistema político’, un concepto que encierra
pocas resonancias políticas. (Véase ESTADO, artículo sobre EL CONCEPTO)
Criterios funcionales. Ante las limitaciones teóricas inherentes a los conceptos insti-
tucionales, no ha de sorprendernos que se intentase elaborar nuevos métodos con los que
describir las variables más importantes de la ciencia política. Lo poco satisfactorio del enfoque
institucional ha dado origen a cierto número de interpretaciones que tienen al menos una cualidad
en común: todas ellas identifican el objeto de la ciencia política como una especie de actividad,
comportamiento o, en sentido amplio, función. Aunque algunas definiciones de este género tuvieron
su origen en el siglo XIX, sólo a mediados del siglo XX han sido reconocidas como en método
superior al institucional.
La especificación de la función política en una sociedad permite a los politólogos gene- ralizar su
objeto de estudio. Este no se ve ahora limitado en ningún sentido por las estruc- turas e instituciones
históricas variables a través de las cuales las actividades políticas se manifiestan, ya sea en forma de
Estados altamente centralizados, de sistemas tribales indiferenciados o de sistemas internacionales
de organización difusa.
Poder. Durante el siglo XIX, la formalización conceptual de la ciencia política como estu- dio del
Estado había alcanzado su zenit en la Staaslehre (teoría del estado) escuela de pensamiento político
de los teóricos de la escuela alemana. Su característica principal era acotar el estudio de la política
al Estado, concebido éste como un cuerpo de normas constitucionales formales. De este modo, la
ciencia política se convirtió en un árido forma- lismo jurídico que se apartaba por completo de la
realidad social y, a veces, incluso pa- recía perder el contacto con la propia realidad jurídica.
Quienes se oponían a esta escuela concebían al Estado no como un cuerpo de nor- mas jurídicas,
sino como una serie de grupos sociales en competencia constante por el poder con sus propios
medios. Por ejemplo, Marx, Treitschke (1897-1898) y los primeros sociólogos políticos, como
Gumplowicz (1885), Ratzenhofer (1893) y Oppenheimer (1907), consideraron la fuerza y el
poder, especialmente en la lucha y el conflicto entre los grupos o clases, como una dimensión
propia de las relaciones políticas. En Estados Unidos se tardó algún tiempo en aceptar esta
orientación, aunque sólo fuera debido a que iba unida a corrientes filosófico-sociales europeas que
se consideraban inaceptables. Hacia 1930, sin embargo, Catlin (1930) y Merriam (1934)
propusieron interpretar la políti- ca como una serie de relaciones de poder, y a ellos se unieron en
seguida muchos otros Lasswell 1936; Laswell y Kaplan 1950, Key 1942).
Como perspectiva para el análisis de los fenómenos políticos, el poder ha mostrado su eficacia
para romper los muros del método institucional y abrir un nuevo camino que con- duce a una
formalización conceptual funcional de la ciencia política. Se ha gastado gran cantidad de tiempo y
de energía en describir y definir las relaciones de poder entre indivi- duos, grupos y naciones y, en
el seno de los sistemas políticos nacionales, entre comuni- dades locales y organizaciones. Ello ha
exigido la atención de todas las disciplinas. Ahora bien: en cuanto objeto de una ciencia, el poder
presenta un enorme inconveniente. A pe- sar de todos los esfuerzos, la idea de poder sigue estando
oculta por una espesa nube de
ambigüedad. Se ha insinuado que quizá ya no sea el momento para plantearse seriamen- te la
cuestión de si las ciencias sociales no deben abandonar enteramente la idea como concepto valioso
desde el punto de vista de los fines que persigue directamente el análi- sis y la investigación
(March, 1966).
Pero quizá deseemos adoptar una actitud más optimista. Cabe pensar que la imposibi- lidad de
lograr una clara comprensión del contenido del poder es resultado de una inves- tigación
insuficiente o de unos instrumentos de análisis inadecuados, pero susceptibles de
perfeccionamiento, antes que del carácter excesivamente global del propio término. En tal caso,
tropezaríamos aún con otras barreras conceptuales infranqueables para el em- pleo del poder como
concepto orientador. Incluso con un significado determinado y preci- so, el poder seguiría siendo,
sin embargo, excesivamente restringido y amplio a la vez para describir, aunque sea
superficialmente, los límites de la investigación política.
Es excesivamente limitado, debido a que la interacción política, entendida está en el sentido en
que normalmente se usa, encierra algo más que el control de una persona o de un grupo por otro, o
los esfuerzos para influirse recíprocamente. Es evidente que el poder aparece en todas y en cada una
de las interacciones políticas. Sin embargo, la re- lación política puede abarcar también otras
dimensiones, y es probable que descuidemos estas ante el peligro de no lograr una adecuada
comprensión de la situación.
La descripción de la política como estudio del poder constituye a la vez una definición
excesivamente amplia. Los conflictos que origina el control se producen en todos los sec- tores de
la vida, no sólo en el político. Un padre tiene poder sobre su hijo; un sacerdote, sobre sus feligreses;
un amigo sobre otro; una compañía sobre sus empleados. Si lo de- seáramos podríamos considerar
políticas todas estas relaciones de poder. En tal caso, bastaría nuestro deseo para convertir el estudio
de la política en la búsqueda de una teor- ía general del poder aplicable a todas las relaciones
sociales.
Pero si nos decidiéramos a hacer esto, todavía nos quedaría una cuestión sin resolver.
Normalmente muchas de estas relaciones de poder parecer quedar al margen de la más amplia
concepción del cuadro de referencia de la ciencia política. El control del padre so- bre su hijo rara
vez se considera político, excepto en sentido analógico. Ahora bien, si se concede y acepta que
existen ciertas situaciones de poder que no son políticas habría- mos de idear criterios para
distinguir el poder político de los restantes tipos de poder, pa- terno, económico, religioso, etc. De
este modo, nos hallaríamos otra vez en el punto de partida, es decir, a la búsqueda de un criterio
viable par a identificar lo político.
A lo sumo, una teoría general del poder social sería útil para proyectar la luz sobre las
propiedades de las relaciones de poder en un marco político. Pero, aparte de esto, no nos
servirá para lograr una formalización conceptual de las relaciones políticas en su con- junto (Véase
PODER)
Adopción de decisiones Hacia mediados de siglo XX apareció una variante importante y popular
del tema del poder en cuanto objeto de la ciencia política. Según esta concep- ción, el poder
adquiere significado porque conduce al control de los procesos a través de los cuales se adoptan y
ejecutan las decisiones públicas. Esta interpretación penetró rápidamente en la disciplina. Se ha
llegado así a la interpretación directa de la vida políti- ca con una serie de relaciones a través de las
cuales se formulan y ejecutan las decisio- nes o los programas políticos. El componente del poder
queda en segundo plano, como un simple factor condicionante de las decisiones.
La descripción de la ciencia política como el estudio de la elaboración de la política pública se
ha extendido tanto, sobre todo en la ciencia política norteamericana, y se ha convertido hasta tal
punto en el aparato intelectual normal y, a veces, no explícito de la
mayor parte de los estudiosos de la política que su introducción como concepto básico ya no puede
asociarse con una sola persona o grupo determinado. Se pueden hallar sus orígenes en la obra de
Carl Schmitt en Alemania, donde surge como respuesta a los años de indecisión que siguieron a la
primera guerra mundial (véase SCHMITT). En aquella época, sin embargo, la idea produjo poco
impacto en la ciencia política académica; ha sido solo gracias a los esfuerzos realizados por los
teóricos norteamericanos de la orga- nización, en el decenio de 1940, que se ha puesto de relieve
su significado general para la investigación y el análisis políticos.
Desde sus primeros pasos en el área del comportamiento de la organización, el estu- dio de la
elaboración de decisiones se ha extendido virtualmente a todos los sectores de la investigación
política. En realidad, su empleo por parte de la ciencia política revela la penetración aún más amplia
de la idea de la adopción de decisiones en el conjunto de las ciencias sociales. La adopción de
decisiones ha demostrado ser una de las ideas pri- mordiales de los decenios posteriores a la
segunda guerra mundial, y pocas formalizacio- nes conceptuales de la ciencia política pueden
permitirse el lujo de ignorarla por comple- to. (Véase DECISIONES, PROCESO DE ADOPCIÓN
DE, artículo sobre ASPECTOS POLÍTICOS).
Pero por muy importante que sea el punto de vista de la decisión para comprender al menos un
componente del proceso político, las decisiones, al igual que el poder, son también características
de las demás esferas de la vida social. Un comportamiento deci- sorio semejante tiene lugar también
en organizaciones tales como los sindicatos, las so- ciedades anónimas, las iglesias y las familias,
así como en el sistema político. Por eso, la mera definición de la ciencia política como el estudio de
la adopción de decisiones pro- porciona poca ayuda en la diferenciación de las decisiones políticas
de otras decisiones. La afirmación de la adopción de decisiones sociales, la cual indudablemente
proyectaría cierta luz sobre nuestra comprensión del proceso de adopción de decisiones en un con-
texto político, pero seguiríamos necesitando un criterio según el cual separar las decisio- nes
políticas de otros tipos de decisiones. El concepto en sí mismo es insuficiente para esbozar, aunque
sea muy por encima, la serie de datos que cualquier descripción básica de la ciencia política habría
de abarcar.
El sistema político. En su conjunto, los esfuerzos para describir la amplia gama de te- mas de la
ciencia política apenas han resultado fructíferos en los primeros decenios del siglo XX. Las
definiciones institucionales basadas en el gobierno y el Estado sirven sola- mente para definir algo
desconocido, la ciencia política, por medio de otras cosas desco- nocidas. Las formalizaciones
conceptuales funcionales basadas en el poder y en la adop- ción de decisiones exceden la temática
que los politólogos estarían dispuestos, al menos intuitivamente, a incluir dentro de su disciplina.
Todo intento de descripción del objeto de la ciencia política tiene algo digno de enco- mio,
aunque solo sea porque ninguno de los métodos que se proponen para explicar la unidad interna de
cualquier disciplina es el único posible o el único correcto. Cada siste- ma de formalización
conceptual crea sus propias vías muertas y abre sus propias y singu- lares ventanas sobre la
realidad política. La validez de toda definición formal dependerá de la medida en que proporcione
una descripción suficientemente general del objeto, de modo que la temática que le ha sido propia
en el pasado y en el presente, según es acep- tada por la mayor parte delos estudiosos, no quede
excluida o, en el caso de que así ocu- rra, conlleve una justificación teórica convincente.
No es más propio de los politólogos que de los sociólogos, los economistas, los an- tropólogos o
los psicólogos, el identificar su campo de interés específico con el compor- tamiento total de una
sociedad. Al contrario de todas las interacciones sociales, la ciencia
política puede abstraer solamente aquellos tipos que sus perspectivas teóricas le indican que son
políticos por naturaleza. En este sentido, la política como campo de estudio es analíticamente
diferente de las otras disciplinas. Por el mismo razonamiento, dado que cada disciplina dirige su
especial atención a un solo aspecto del conjunto total de interac- ciones que llamamos sociedad,
ninguna disciplina es “más fundamental” que las otras ni tiene prioridad sobre las demás. En su
propia situación teórica, cada una representa un nivel equivalente de abstracción de la totalidad de
las interacciones en las que interviene el organismo biológico. (Véase SISTEMAS, ANÁLISIS
DE)
Podemos identificar más provechosamente las interacciones políticas en una sociedad como su
sistema político que como gobierno, Estado, poder o serie de procesos de adop- ción de
decisiones. ¿Cómo vamos a distinguir este sistema de otros sistemas de compor- tamiento, tales
como el religioso, el económico, el psicológico y el cultural? Al responder esta pregunta,
obtendremos simultáneamente una formalización conceptual, inicial y so- mera, de la ciencia
política que puede servir de punto de partida para configurar la ciencia política como una disciplina
teóricamente autónoma e independiente.
Podemos describir el sistema político como el comportamiento o serie de interacciones a
través de los cuales se hacen y se cumplen en nombre de una sociedad los repartos
investidos de autoridad (o decisiones vinculantes) (Easton, 1953; 1965a; 1965b). Las in-
ferencias de esta breve definición son enormes y solo podemos examinar aquí las más salientes.