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Gustavo Bueno

Panfleto contra la democracia realmente


existente
Resumen privado
Daniel Alarcón, año mmxxi

Preludio: Qué entendemos en este libro por «democracia realmente existente

La expresión «democracia realmente existente» se funda sobre la expresión atribuida a Mijaíl


Suslov «comunismo realmente existente».

El concepto de democracia no es unívoco. La «democracia procedimental» («decisión por


consenso mayoritario»), como concepto formal unívoco susceptible de proyectarse sobre diversas
sociedades o materias, y entre ellas como un caso particular (cogenérico) a las sociedades políticas,
implica un abuso de los términos. Una comunidad de vecinos no es un demos. La expresión
«democracia procedimental» debe ser sustituida, entonces, por la alternativa de «procedimiento de
consenso mayoritario» o «consenso procedimental». Similarmente, el concepto «democracia
formal» supone que puede existir una forma actuando sin materia.

La materia de la democracia no recibe un procedimiento de consenso que se le aplica «desde fuera»


de la escala política, sino que es la propia sociedad política la que genera «desde dentro» esos
procedimientos, en virtud de su estructura interna. Si fuesen impuestos desde fuera, por ejemplo
desde la metrópoli a las colonias, entonces el resultado no podría considerarse como democracia
política sino en su lugar una pseudodemocracia.

«Comunismo procedimental» referido al «comunismo frailuno» de una comunidad de cartujos o


al «comunismo familiar» circunscrito a la comunidad de bienes domésticos implica otro abuso de
los términos respecto del comunismo en su sentido estricto político.

El consenso procedimental puede alcanzar un significado político aplicado a una sociedad política,
es decir dependiendo de la posición que el círculo social involucrado mantenga con respecto al
Estado. Los consensos alcanzados entre sociedades preestatales confluyentes no pueden ser
considerados como democráticos, puesto que no se establecen entre individuos sino entre grupos o
jefaturas.

El concepto de democracia admite dos posiciones posibles entre las cuales necesariamente se elige
aunque con grados intermedios:
I. Fundamentalismo. Cuando las sociedades políticas sean consideradas como democracias en
tanto se ofrecen como realizaciones, más o menos plenas, de una idea pura de sociedad
democrática que se supone dada dentro del sistema taxonómico estricto de referencia. La idea
pura de democracia ofrecida por Aristóteles en su taxonomía se resuelve en una oloarquía
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(todos-gobierno). La soberanía, poder o gobierno de la sociedad política recae sobre todo el
pueblo que lo constituye o por su «voluntad general». Las democracias realmente existentes
aparecen como dotadas de déficits respecto de la Idea pura de democracia que se toma como
referencia. Una constitución democrática que mantenga la institución de la monarquía hereditaria
la tiene como un déficit democrático suyo.
II. Funcionalismo. Cuando las sociedades políticas sean consideradas como democracias en
tanto son sociedades políticas empíricas, por de pronto, que no son ni monarquías (absolutas, no
constitucionales) ni oligarquías (como las sociedades feudales), sino que se acogen en sus
decisiones políticas a las normas de las mayorías y al equilibrio electoral de las mayorías
minoritarias, cuya regla de oro es el respeto a las minorías y el reconocimiento de que éstas
lleguen a ser mayorías. También podemos considerar como no-fundamentalistas las
concepciones de las democracias empíricas como realizaciones de la Idea pura de poliarquía
(muchos-gobierno) en cuanto contrapuesta a la pauriarquía (pocos-gobierno). Las diferencias
entre esas realizaciones empíricas ya no son déficits respecto de la idea pura sino
determinaciones por los hechos de la Realpolitik. Una constitución democrática que mantenga la
institución de la monarquía hereditaria la tiene como condición efectiva para que esa
constitución pudiese ser aprobada. La oloarquía podría aparecer como un desarrollo evolutivo de
las pauriarquías, de las aristocracias (en la forma de partitocracias) u oligarquías (en la forma de
lobbies económicos) que contrapesan y se mantienen en equilibrio dinámico. Una democracia es
la confluencia de diversas pauriarquías que se contrapesan.

Ambas posiciones o ideologías [aun interpretando la Idea pura de oloarquía como un fenómeno]
implican [esencialmente] modos y metodologías características en la praxis de los políticos
adscritos a ellas. Así, para un fundamentalista la monarquía aparece como un arcaísmo
incoherente con el que es preciso transigir por razones prácticas pero que habría que buscar eliminar
«por principio»; las disfunciones de la democracia siempre se arreglarán con «más democracia».
Para un funcionalista, la persistencia de la institución monárquica aparece como un éxito obtenido
en circunstancias determinadas, que no habría que buscar eliminar por principio sino sólo en la
medida en que las fuerzas en concurrencia lo reclamen en tanto que aparezca como disfuncional.

Capítulo I: El fundamentalismo democrático. Fundamentalismo e integrismo

La Idea pura de democracia del fundamentalismo democrático contiene implícita la tesis de que esta
Idea es el fundamento de toda sociedad política.

«Fundamentalismo» no implica integrismo ni fanatismo intolerante, ni tampoco principialismo


lógico (creencia en la necesidad de unos principios, aun reconociendo la posibilidad de cambiarlos
según sus consecuencias), sino que nos referimos en concreto a la convicción de que los propios
principios (sobre la democracia, sobre la ciencia, etc.) son la fuente de todos los demás valores de la
constelación afectada por ellos.

El fundamentalista democrático se caracteriza por su convicción de que la democracia


parlamentaria es la forma más perfecta a la que ha podido llegar la sociedad política, considerando
que las sociedades no democráticas son sociedades atrasadas, arcaicas y en vías de extinción o no
verdaderas sociedades políticas. Considera el título de «demócrata» como la expresión de orgullo y
pureza política más elevados. No todas las ideologías constituidas en torno a la idea de democracia
son fundamentalistas; hay también ideologías de signo antidemocrático y no por ello
fundamentalistas.
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Una taxonomía de las sociedades políticas exige distinguir de ellas su momento genérico (materia
política) y su momento específico (forma política). Del mismo modo, la relación del género
«sociedad política» respecto de sus especies admite las siguientes conceptualizaciones posibles:
1. La materia común a las especies del género tiene la estructura de un género distributivo
(porfiriano, linneano). Admite a su vez las siguientes opciones:
a. Existen sociedades humanas pre-políticas. Definición de Panecio del hombre como zoon
koinonikón. Su materia precede entonces a las formas específicas de la sociedad política o
especies (monarquía, aristocracia, democracia) y puede persistir una vez dadas éstas en la
forma de sociedad civil.
b. No existen sociedades humanas pre-políticas (es decir, la sociedad humana es «humana»
sólo a partir de y en cuanto es política). Definición de Aristóteles del hombre como zoon
politikón. El género «sociedad política» se da inmediatamente como monarquía, aristocracia o
democracia.
2. La materia común a las especies del género tiene la estructura de un género atributivo
(plotiniano, darwiniano). Sus especies no derivan inmediatamente del género, sino unas por la
mediación de las otras.

Desde la perspectiva de la idea de sociedad civil, el fundamentalismo puede definirse como aquella
concepción de la democracia que supone que la constitución democrática es la constitución que se
da a sí misma una sociedad civil dada al «autoorganizarse». Se trata del gobierno del pueblo
-mediante algún tipo de «representación» parlamentaria-, por el pueblo y para el pueblo. El pueblo
o demos es el conjunto de los ciudadanos cuyas partes son individuos capaces de juzgar, de
seleccionar y de votar.

La esencia de la Idea fundamentalista de democracia reside en la tesis según la cual el


fundamento de toda sociedad política es la forma democrática de esa sociedad. El resto de especies
de sociedades políticas son o bien pre-políticas o como desviaciones o degeneraciones de la
auténtica sociedad política. Puede presentarse tanto en el formato genérico porfiriano como en el
plotiniano. Para el formato genérico plotiniano admite dos versiones:
a. La forma democrática es la primera forma evolutiva de la sociedad política; el resto de
formas de sociedades políticas son corrupciones o degeneraciones de ella. La autoorganización
democrática se deriva del encuentro entre individuos que son racionales como materia
políticamente amorfa que comienza a conformarse políticamente (Rousseau, Rawls).
b. La forma democrática es la forma definitiva evolutiva de la sociedad política; el resto de
formas de sociedades políticas son fases embrionarias e inestables cuyo equilibrio final se
encuentra en la democracia. La autoorganización democrática se alcanza después de superar de
modo turbulento la aristocracia, la oligarquía, la monarquía y la tiranía, pero tal que la génesis
final da lugar a la plenitud de las sociedades políticas y con ello al fin de la historia (Fukuyama).

El fundamentalismo democrático no es unívoco. Los ciudadanos pueden contribuir a la constitución


de la sociedad democrática según tres modos equifinales cuyo resultado es la «autoorganización
del pueblo»:
1. Directamente en la asamblea (democracias asamblearias).
2. Indirectamente por medio de órganos socialmente establecidos (instituciones, gremios,
sindicatos, sóviets) de la sociedad civil a la que pertenece el ciudadano (democracias orgánicas
o corporativas y populares).
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3. Indirectamente por medio de partidos políticos, es decir de organismos instituidos para que el
individuo pueda participar en la política común (democracias inorgánicas).

Para el fundamentalismo democrático, sólo la sociedad democrática es sociedad política


verdadera; las demás son a lo sumo verdaderas sociedades políticas pero sociedades políticas
falsas. Rechaza cualquier posibilidad de una mezcla de formas políticas (genus permixtum). Adopta
las posiciones del exclusivismo y del proselitismo propios de la mayoría de fundamentalismos.

No es fundamentalista democrático sino solamente metafísico quien defiende la posibilidad esencial


o incluso conveniencia de una oloarquía pero no su exclusivismo político. Es el caso de Pericles,
Platón, Aristóteles y todos los que defienden un genus permixtum.

Capítulo II: Objetivo de un «Panfleto contra la democracia realmente existente»

El objetivo del presente libro no es otro que el de iniciar la trituración del fundamentalismo
democrático.

Las sociedades realmente existentes en tanto que dicen encarnar Ideas arquetípicas puras pueden
ser concebidas según dos momentos, aspectos o modos generales:
1. El momento de la reconciliación con la realidad de aquellos (demócratas o comunistas) que
no quieren renunciar a la Idea fundamental. Es preciso enfrentarse con la realidad empírica pero
no tanto como negación sistemática de la Idea sino a título de aceptación de las condiciones
necesarias para que ésta pueda alcanzar una mínima corporeidad real.
2. El momento de la sacralización experimentada de la Idea fundamental. No sólo se reconoce
la perfección de la Idea pura sino que se la ve como imprescindible para dar sentido y
orientación a la propia realidad empírica. La Idea fundamental no tiene la función de evadirnos
del mundo real sino de envolverlo, orientando la política efectiva y dotándola de sentido.

El fundamentalismo no es un integrismo y no exige por sí mismo que la realidad empírica deba


satisfacer íntegramente el arquetipo para mantenerse ligado a los fundamentos.

La confrontación entre una realidad empírica y la Idea pura fundamental desde la que nos
referimos a esa realidad puede ser conceptualizada desde dos posiciones disyuntas:
A. Como una contraposición metamérica. La Idea pura de democracia o comunismo aparece
como un ideal psicológico, como los proyectos que brotan de las conciencias subjetivas de los
ciudadanos; las realidades empíricas aparecen como materiales parcialmente conformados en
función de esa Idea. La utopía sirve tanto para interpretar las realidades empíricas que con sus
déficits se organizan bajo su inspiración como para guiar nuestra acción en marcha. Crítica: Pero
son los propios individuos los que están ellos mismos conformados por esas Ideas que los
anteceden en el proceso histórico social. La Idea pura no es sino una idealización de un modelo
empírico mejor o peor comprendido y transportado del pretérito [anámnesis] al futuro
[prólepsis]. Una utopía, además, es por definición lo que no puede realizarse; es contradictorio e
indigno proponerla como proyecto.
B. Como una contraposición diamérica. La Idea pura de democracia o comunismo resulta de la
confrontación entre las diferentes sociedades o instituciones democráticas o comunistas reales y
empíricas.

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Llamamos «metafísica climacológica» (de klimax, acos, escala de gradas, escalera) a cualquier tipo
de concepción del mundo que considera sus diferentes contenidos no ya como una masa caótica o
desordenada sino como un cosmos en el que los seres (átomos, moléculas, organismos, vegetales,
animales, homínidos, hombres civilizados, ciudadanos del futuro) están ordenados según una escala
jerárquica de grados de perfección y de valor creciente. Admite dos modos:
1. Modo estático (simultáneo). Toma la forma de una disposición eterna, de un cosmos también
eterno y en el que no cabe esperar transformación en la dirección de un «progreso global».
Aristóteles.
2. Modo procesual (sucesivo). Toma la forma dinámica de un proceso o transformación en
función de un demiurgo inmanente (legisladores o pueblos determinados) o trascendente al
mundo (Dios) que actúa como causa eficiente suya. Admite a su vez dos versiones:
a. En la dirección de un progreso o evolución. El proceso implica un ascenso desde los
grados más bajos hasta los grados más altos. Ideología progresista.
b. En la dirección de un regreso, involución o degeneración. El proceso implica un descenso
desde los grados más altos hasta los grados más bajos. Neoplatonismo.
Crítica: La expresión «progreso global» carece de sentido objetivo; sólo cabe hablar de progresos
particulares. En efecto, no hay relación determinada entre el progreso especial de la sucesión de los
motores de explosión en función de su rendimiento y el progreso especial en la sucesión de sonetos
hasta alcanzar la perfección de Los mansos de Lope de Vega.

La Idea de democracia pura ha tenido sobre las democracias empíricas una influencia directa que
se resuelve de las siguientes maneras:
1. Frenar el desencanto de los integristas que creen fracasado su proyecto contando con los
déficits y tratando de corregirlos.
2. Servir de coartada a los gestores de la democracia frenando los reproches manteniendo intacta
como ideal la Idea pura.
3. Reinterpretar los regímenes previos en el tiempo como eslabones en el progreso indefinido
hacia la democracia fundamental.
4. Transferir a la democracia empírica la luminosidad de la democracia fundamental,
atribuyéndole progresos especiales derivados de otras fuentes que no tienen que ver con ella.
5. Homologar en sustancia a todas las democracias empíricas realmente existentes con todos sus
déficits siempre que se esté dispuesto a aplicar el mismo remedio cada vez: más democracia.

Un panfleto es un alegato partidista escrito en pro o en contra de alguien. Su etimología sugiere un


escrito breve («folleto en la palma de la mano», palme feuillet), pero no es necesario que lo sea;
también llamamos panfleto a un infolio escolástico o a un tocho en pergamino como la Defensio
fidei de Suárez contra el rey Jacobo I.
a. En su connotación valorativa, «panfleto» designa un mazo de páginas indigestas con
argumentación farragosa de brocha gorda en la que se intenta desprestigiar alguna institución o
persona cuyo prestigio se considera inmarcesible, o alabar en exceso a alguien o algo con
vaciedad de sustancia.
b. Sin su connotación valorativa, las obras consideradas panfletos por sus enemigos están
repletas muchas veces de sustancia argumentativa. Es más bien, entonces, un argumentario, un
conjunto o totalidad de argumentos dirigidos en pro o en contra de algo o alguien. Se aproxima al
género del «manifiesto» y aun podría considerarse una especie suya. Son panfletos el Novum
organum de Francis Bacon, el Discurso del método de Descartes, el Manifiesto comunista de
Marx y Engels o El fin de la historia de Fukuyama.

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El presente libro se llama «panfleto» para adelantarse a la denominación que los demócratas
fundamentalistas le darán seguramente si lo hojean o leen a saltos. Asimismo, puede ser
considerado como un «antipanfleto» del panfleto fundamentalista continuamente pronunciado por
ellos y contra la Idea que en la mayoría de las democracias occidentales se mantiene sobre la
esencia de la democracia.

Desde una perspectiva etic al fundamentalismo democrático, las críticas a éste son las siguientes:
a. Los principios del fundamentalismo aparecen como contradictorios, como utópicos o como
ficciones jurídicas. No existe una realidad social unitaria que corresponda al «pueblo» o a la
«nación» como titular de la soberanía de la sociedad política ni existe ninguna «voluntad general
cuando se establecen los consensos electorales.
b. Las democracias realmente existentes no son encarnaciones de la Idea fundamental sino el
resultado de un proceso histórico y conflictivo en el que se ha aceptado la regla de las mayorías
como método para resolver los problemas políticos prácticos.
c. La Idea pura de democracia aparece como Idea límite que desempeña determinadas funciones
ideológicas.

Los procesos de constitución u origen de la Idea pura de democracia son muy diversos. Si el el
origen de la democracia se pone en la negación de la tiranía o de la oligarquía y se hace coincidir
esta negación con la libertad política, entonces la democracia aparece como un proceso de
«liberación política» gradual con límite en la Idea pura presentada como autogobierno o
autodeterminación de la sociedad política. Desempeña además las siguientes funciones:
a. Una función encubridora, con finalidades tranquilizantes, de la estructura real de la sociedad
civil, estructurada sobre múltiples diferencias entre clases, profesiones, oportunidades y sobre
equilibrios inestables dados gracias a la relación que esta democracia mantiene con otras
sociedades menos desarrolladas.
b. Una función apotropaica contra los integristas para defenderse de los temores de
«involución» hacia las formas precursoras de una tiranía, una oligarquía o aun una anarquía. En
el caso del fundamentalismo comunista, este aparecía como irreversible y sin retorno.
c. Un criterio uniforme de planteamiento analítico de los problemas políticos que vayan
surgiendo en el curso de la praxis democrática, interpretados como contingencias que no
comprometen sus fundamentos.

Capítulo III: Las democracias empíricas (o positivas)

Las democracias empíricas a las que nos referimos son principalmente las del círculo de
«democracias homologadas» de los Estados del llamado Primer Mundo (las de la Unión Europea,
Estados Unidos, México, Chile, etc.).

Es la materia y no el mero procedimiento la que define una democracia parlamentaria. O, mejor, lo


que diferencia una mera «democracia procedimental» (procedimiento de consenso mayoritario) de
una democracia política es la diferencia entre el tipo de conexión que media entre la materia no
política y los procedimientos democráticos y la materia política y sus procedimientos democráticos.
Por lo pronto, aunque esa diferencia no se traduzca en la oposición del procedimiento democrático
directo/indirecto, es evidente que para que una sociedad política pueda adoptar procedimientos de
consenso mayoritario tienen que reunirse condiciones mucho más complejas que las propias de un
grupo de excursionistas o deportistas.
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Una democracia material es una sociedad política que, en función de la estructura de su propia
materia, es decir, en función de su constitución material (systasis), asume, desde dentro, y en virtud
de la codeterminación de sus partes, la estructura democrática. Lo que hay que hacer es determinar
cuáles son las circunstancias materiales por las que una sociedad política ya dada evoluciona hacia
la estructura democracia.

La crítica al fundamentalismo democrático puede proceder de ideologías antidemocráticas tanto


de derecha (agustinismo político, «pensamiento reaccionario») como de izquierda (comunistas,
anarquistas).

Ahora bien, las ideologías antidemocráticas no pueden negar, al menos en el terreno fenoménico
empírico, la realidad de las democracias políticas. Nos referimos a las mismas democracias
realmente existentes a las que se refiere el fundamentalismo democrático pero eliminados todos los
componentes ideológicos fundamentalistas en los que están envueltas, y sustituyendo sus principios
por unos principios funcionalistas. Estos principios pueden tomarse o bien de la realidad de su
materia o estructura material como sociedad política, o bien de alguna característica funcional
atribuida formalmente a la democracia y con independencia de su relación con la materia. Se abren
así dos tipos de posiciones:
1. Materialismo democrático. La democracia es una especie particular de sociedad política en
su estructura material diferenciada de otras especies no democráticas. Hacemos consistir esa
estructura en la sociedad de mercado de consumidores.
2. Formalismo democrático. La democracia tiene alguna característica de naturaleza más bien
negativa y vinculada a la democracia procedimental como considerarla la menos mala de las
formas de gobierno o la más frágil en su gobierno. Para Popper, la esencia de la democracia no
consiste en la capacidad del gobierno para representar al pueblo (pues las elecciones son más el
espejo de los partidos y la propaganda que del pueblo) sino en la capacidad ascendente de éste de
derribar a un gobierno mediante el voto de censura o las elecciones. Crítica: así como las teorías
científicas se desmienten porque son falsas, y no son falsas porque se desmienten, los gobiernos
son derribados porque gobiernan mal, y no gobiernan mal porque son derribados; la verdad es a
la ciencia lo que la eutaxia es a la política.

«Democracia formal» equivale a «pseudodemocracia», es decir una sociedad política


materialmente no democrática pero que asume una fachada democrática bien sea por imposición de
potencias externas (sin cuya asistencia no podría mantenerse) bien ocultando el caciquisimo real.
Las formas no pueden ser tratadas como principios externos sobreañadidos a la materia, sino que
derivan de ella misma, es decir está determinada por la interacción diamérica de las partes del
conjunto conformado sin excluir la interacción con su entorno.

Dentro del género «sociedad política», la especie «democracia política (material)» tiene a su vez
diversas versiones o modulaciones.

Toda sociedad política es una «sociedad de conocimiento», cuyos miembros deben conocer los
planes y programas de sus conciudadanos en tanto constituyen un circulo del presente, los planes y
programas de sus antecesores, en tanto constituyen su pasado y son influidos por ellos, y los planes
y programas de sus sucesores, en tanto constituyen su futuro y los prefiguran y anticipan al influir
en ellos. Es decir, conoce por anámnesis su pretérito y anticipa por prólepsis su futuro.

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El conocimiento pragmático de una sociedad política así definido no agota su realidad. Referido al
presente, porque no todo lo que ocurre puede ser inmediatamente conocido; referido al pasado,
porque éste aparece en general ideológicamente distorsionado; referido al futuro, porque si bien es
seguro que influiremos en los miembros del futuro no podemos saber con exactitud de qué modo.

Las leyes escritas emanadas del poder capaz de establecerlas de hecho (un rey, una asamblea)
incorporan este conocimiento social y sus costumbres y los reinterpretan desde la perspectiva de la
eutaxia.

Con el término constitución política o systasis (constitutio en latín) incluimos la «constitución


material» escrita, jurídica, de la respectiva sociedad política, su «constitución interna» (sus normas
o leyes, escritas o no) y los componentes basales (sociales, económicos) implicados en aquella
Constitución. La systasis es a su constitución jurídica respecto de las sociedades políticas lo que una
lengua hablada es a su gramática escrita respecto de la lingüística. Así, una constitución jurídica
no crea la constitución política o systasis (ya normada) pero tampoco es un mero «sobreado suyo»
sino que fija una serie de normas frente a otras (p.ej. pasadas), asegurando unas determinadas
garantías jurídicas (legales). Las constituciones escritas establecen un cierre postulatorio en un
sistema de leyes establecido, que no pretende agotar las normas de la systasis sino fijar un canon o
Ley fundamental, canónica, al que deberán ajustarse todas las demás leyes, distinguiendo el poder
legislativo del poder judicial que aplica esas normas fundamentales limitando el poder del propio
Parlamento. La constitución jurídica implica un proceso de reflexión jurídica objetiva, es decir de
confrontación de unas normas jurídicas con otras normas o metanormas, postuladas también como
jurídicas, mediante el cual el Derecho se «autofundamenta» a sí mismo.

Una sociedad política aunque no tenga constitución jurídica sigue teniendo systasis, a veces tan
próxima a las constituciones jurídicas que se confunden con ella. Asimismo, la existencia de una
constitución jurídica no es condición suficiente de ser una sociedad política democrática (véase la
Constitución soviética).

La teoría fundamentalista de la democracia se compone en realidad de tres dosctrinas diferentes


relativamente independientes, cada una de las cuales puede ser utilizada en combinación con
doctrinas opuestas a las otras dos.

A) La doctrina de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) como poderes separables.
La formulación más temprana la encontramos en el Ensayo sobre el gobierno civil (1689) de
Locke: el poder legislativo, el judicial y el de la paz y de la guerra. La formulación moderna más
madura se encuentra en el libro XI del Espíritu de las leyes (1747) de Montesquieu: potestad
legislativa, potestad ejecutiva de las cosas que dependen del derecho de gentes [ejecutiva] y
potestad ejecutiva de las cosas que dependen del derecho civil [judicial]. Su inspiración como
doctrina fue el mismo ejercicio revolucionario orientado a segregar el poder legislativo del poder
del rey absoluto del Antiguo Régimen. Podría mantenerse, como en el caso de Montesquieu, en
el contexto de constituciones aristocráticas y no democráticas.

B) La doctrina del origen popular del poder político. Fue defendida por la escolástica
española. Para Francisco Suárez, el poder político, aunque venía de Dios, llegaba a los reyes a
través del pueblo, y éste era quien comunicaba a los reyes el poder procedente de Dios, que, una
vez entregado, ya no podía ser reclamado por el pueblo. Locke y montesquieu no sostuvieron la
tesis del origen popular del poder político. Su formulación moderna corre paralela a la Gran
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Revolución y a la maduración de la idea de la Nación política. Mientras que el pueblo no estaba
tradicionalmente constituido por individuos sino por familias, profesiones, etc., la Nación
política, en virtud del proceso de holización, aparece como constituida por simples ciudadanos
individuales. No por ello tiene una inspiración individualista en tanto que estos miembros no
figuran como ciudadanos y no como individuos humanos, como hombres independientes de las
diversas naciones (a esto le corresponde por su lado la Declaración de los Derechos del
Hombre). Como doctrina del Estado de los ciudadanos, podría mantenerse al margen de la
doctrina del Estado de derecho.

C) La doctrina del Estado de derecho. Comienza a formularse en la segunda década del siglo
XIX (Th. Welcker, Th. von Moll), después de Napoleón. Los jueces aparecen como los
«guardianes de la Constitución», custodios del sistema de principios legales frente al poder
legislativo y particularmente frente al poder judicial. Se trata sólo de un ideal, porque en la
realidad el poder judicial está siempre sometido al poder ejecutivo. Todo Estado es Estado de
derecho, de modo que esta expresión es redundante y conviene precisarla, como suele hacerse,
mediante la fórmula «Estado pleno de derecho». Podría mantenerse al margen de la separación
de poderes, por ejemplo en una dictadura comisarial.

De entre las tres doctrinas, la del origen popular del poder político no exige regresar al terreno
metafísico del «Estado de Naturaleza» como tampoco la del Estado de derecho exige negar la
pluralidad y contradicción de las normas efectivas (éticas, morales, jurídicas) constitutivas de la
systasis. Por el contrario, la doctrina de los tres poderes es más difícil de fundamentar. No siempre
la sociedad política ha sido analizada según esta estructura trimembre. En todo caso, las sociedades
políticas son muy variadas en su estructura y sí podría decirse que algunas de ellas están
organizadas en su constitución jurídica y systasis según la estructura trimembre aunque no otras.
Supuesto que es imposible deducir del concepto genérico de sociedad política una estructuración
trimembre, sólo queda como alternativa la posibilidad de construir modelos que nos permitan
descomponer en tres partes o al menos rúbricas el material político de referencia. Este
procedimiento ha sido de hecho el habitual si bien sus resultados han sido de muy diversos tipos:

a. Modelos naturales (al menos intencionalmente). En la Roma republicana del siglo V a.C.
Menenio Agripa comparó el Senado con el estómago y los plebeyos con los miembros del cuerpo
humano. Platón en el siglo IV a.C. utilizó el modelo de las tres almas para construir a su vez su
doctrina de las tres clases sociales de la República: campesinos y artesanos, guerreros y
gobernantes. Tb. «salud social» (salus populi suprema lex esto), «corrupción política» o
«cirujano de hierro». Las concepciones políticas centralistas propias del absolutismo son más
afines a las analogías con la concepción hipocrática (hilemórfica en su interpretación aristotélica)
del organismo; la concepción pluralista y materialista agradece en su lugar una concepción
también pluralista de la sociedad política. Ahora bien, de esta analogía no puede deducirse la
doctrina de los tres poderes.

b. Modelos artificiales (culturales). El concepto de «gobierno» (kybernetes, timón) está


construido como analogía con el funcionamiento de una nave o barco. La nave aparece rodeada
por otras naves distintas (en disposición cooperativa, agresiva o neutra) y aparece como
necesitada de encontrar y mantener un rumbo en el océano que sorteando los obstáculos le
permita seguir navegando. Pero las funciones y poderes de la capa conjuntiva de la nave sólo
pueden existir entretejidas con la capa de los motores, combustibles, víveres, etc. (basal) y la
capa de las señales, artillería, etc. (corticales) disponibles para mantener la relación con otros
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barcos. La reducción de su systasis a la capa conjuntiva sería idealista puesto que si ésta
careciera de combustible, víveres o medios de defensa terminaría naufragando. Ahora bien
seguiríamos sin poder determinar por qué los poderes han de ser tres y no cuatro o siete.

c. Modelos doctrinales. El Dios trinitario de las tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El
poder legislativo aparece en correspondencia con el Padre, «legislador del Universo»; el poder
judicial con el Hijo, a quien se le ha encomendado la presidencia en el Juicio Final; el poder
ejecutivo con el Espíritu Santo, como principio activo y vivificador.

d. Hipótesis del materialismo filosófico. De un lado, la taxonomía de Aristóteles en


monarquías, aristocracias y democracias con sus desviaciones implica una conceptualización
distributiva de la sociedad política. De otro lado, la tesis de su integración en un genus
permixtum de Cicerón o Polibio (y rechazada por Bodino) implica una conceptualización
atributiva suya. Montesquieu distingue sus tres poderes o facultades como acumulados en alguna
parte integrante, morfológica, de la sociedad política, y reclasifica la taxonomía de Aristóteles en
función de tres especies: monarquías rectas (constitucionales), monarquías desviadas o tiranías
(despóticas) y repúblicas (aristocracias y democracias). Mantuvo, entonces, la necesidad de
mantener separados los poderes, es decir, en diferentes partes morfológicas del organismo
político.

La idea de separación de poderes puede resolverse, según esto, distinguiendo unas funciones
puras -los poderes, funcionalmente considerados- de las partes integrantes que los detentan
-las potestades-. P. Laband distinguió las «operaciones o funciones» del Estado de sus
«órganos» encargados. El gobierno, según esto, puede asumir, en una sociedad democrática,
parte de la potestad legislativa cuando decreta leyes aun cuando requiera el control del
Parlamento; de este modo, el poder legislativo (como función) quedaría distribuido en dos
potestades: la del Parlamento y la del Gobierno.

En este sentido, el concepto de «división de poderes» es confuso porque, o bien se refiere a las
partes integrantes (órganos), o bien se refiere a las partes determinantes (funciones).
a. Pero si se refiere a las partes determinantes, entonces la separación de los órganos no
conlleva la separación de funciones sino, a lo sumo, su disociación; en efecto, no es posible
separar la función judicial de dar sentencias de la función ejecutiva de hacerlas cumplir en
tanto que garantía de ser tales.
b. Pero si se refiere a las partes integrantes, entonces la separación de poderes, en general,
no ocurre de hecho en ninguna sociedad política, sino que una misma función (la legislativa)
suele estar incorporada tanto al Parlamento como al Gobierno.

Entre funciones puras y partes integrantes cabe efectuar distintos tipos de coordinación:
1. Coordinación biunívoca (cada función una parte morfológica).
2. Coordinación concentrada (diversas funciones en una misma parte morfológica).
3. Coordinación dispersa (una misma función repartida en diferentes partes morfológicas).

Montesquieu no ofrece en El espíritu de las leyes una teoría democrática de la sociedad política
sino una doctrina monárquica que tampoco repudia la monarquía hereditaria. Ejercita diversas
combinaciones posibles de las tres funciones (legislativa, ejecutiva y judicial) respecto de las tres
partes de las que constaba el genus permixtum (monarquía, aristocracia y república) y en función
de los distintos tipos de coordinación (biunívoca, concetrada y dispersa) conforme al aparato
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conceptual que hemos generado. De entre estas combinaciones, procedió como si hubiera
seleccionado aquellas que satisficiesen determinados principios como el de la libertad política o
el del poder ejecutivo.

Los modelos presentados hasta aquí sólo dan cuenta de la capa conjuntiva de la sociedad política
(de su contenidos del eje circular del espacio antropológico). Hay que establecer un modelo de
sociedad política lo suficientemente complejo como para poder servir de canon (modelo
heterológico-distributivo) en el análisis de toda sociedad política. En cuanto canon, en casos
determinados algunas líneas pueden aparecer refundidas, distorsionadas o en estado de mera
potencialidad.

El espacio político es afín al espacio gnoseológico por medio de la existencia de la «teoría


política» (en lo que tiene susceptible de ser explorado mediante éste) y en tanto que la construcción
de un modelo de la estructura de una sociedad política supone el mismo tipo de operaciones
racionales que las que están involucradas en su propia estructura-ción.
1. El eje sintáctico lo ponemos en correspondencia con las funciones o ramas del poder.
2. El eje semántico lo ponemos en correspondencia con las capas del poder, sobre todo en sus
vectores descendentes.
3. el eje pragmático lo ponemos en correspondencia con los procesos vinculados a las
actividades de los sujetos-parte de la sociedad política, sobre todo en los vectores ascendentes.

Reduciendo el modelo, por segregación del eje pragmático, a sus contenidos bidimensionales
sintácticos y semánticos obtenemos lo siguiente:

Modelo canónico genérico de la sociedad política


Capas del poder (eje semántico)
Ramas del poder Sentido (vectorial)
(eje sintáctico) Conjuntiva Basal Cortical de la relación
(eje circular) (eje radial) (eje angular)

Poder ejecutivo Poder gestor Poder militar ↓ Descendente


Operativa
(operaciones) Obediencia/
Contribución/sabotaje Servicio/deserción ↑ Ascendente
desobediencia civil

Poder legislativo Poder planificador Poder federativo ↓ Descendente


Estructurativa
(términos) Producción/huelga,
Sufragio/abstención Comercio/contrabando ↑ Ascendente
desempleo

Poder judicial Poder redistributivo Poder diplomático ↓ Descendente


Determinativa
(relaciones) Alianzas/inmigración
Cumplimento/desacato Tributación/fraude ↑ Ascendente
privada

Sobre este modelo hay que realizar las siguientes precisiones:


1. Sus capas y ramas no son partes independientes y estancas sino partes interrelacionadas que
aunque pueden ser disociadas no pueden ser plenamente separadas.
2. Las diferentes capas y ramas son a su vez reagrupables en unidades significativas de acción
por coordinación, concatenación o sinergia entre ellas.
3. La reagrupación más importante de entre las posibles en este sentido es la de los vectores
descendentes por los que se canaliza el poder político (armadura reticular), de un lado, y la de
los vectores ascendentes (armadura básica), de otro. Ponemos a su vez en correspondencia la
11
armadura reticular con la «sociedad política» (llamada «administración» en las sociedades
democráticas) y la armadura básica con la «sociedad civil». Esta distinción está prefigurada en el
libro VI de la Política de Aristóteles («cuerpo» -sociedad civil- y «alma» -sociedad política- de
la polis). Éstas no han de ser representadas estáticamente como dos hemisferios acoplados el uno
al otro, sino que los elementos de la sociedad civil se «transfiguran» en elementos de la
sociedad política cada vez que se vota, tributa o sirve en el ejército, p.ej.
4. Las reagrupaciones por capas posibles son las siguientes:
a. Capa conjuntiva+capa basal. Esta composición no es separable en las sociedades
prepolíticas, sin propiedad. En las sociedades políticas maduras se mantiene su unidad
inseparable parcialmente en aldeas marginales autárquicas o totalmente en una sociedad
comunista que no reconozca la propiedad privada de la capa basal, por ejemplo el Estado
soviético al transformar todas las empresas privadas en públicas o, menos radicalmente en un
«Estado social y democrático de derecho» (Constitución española de 1978), que aunque
reconoce la propiedad privada en la capa basal considera injusto el orden social del «Estado
liberal de Derecho» e incorpora al Estado de derecho democrático la «racionalización»
intervencionista propia de un Estado socialista.
b. Capa conjuntiva+capa cortical. Desde la perspectiva descendente, esta composición
desempeña el papel de una armadura reticular reducida y es propia de las sociedades políticas
en las que el Estado no interviene en la producción sino que la deja al cuidado de la «sociedad
civil», como los Estados feudales, el Estado liberal o el Estado gendarme.
c. Capa basal+capa cortical. Desde la perspectiva ascendente, esta composición desempeña
el papel de una armadura básica reducida y es propia de los Estados fronterizos en su
«contexto internacional».
5. De entre las reagrupaciones por ramas posibles destacamos la que se da entre el poder
ejecutivo y el poder judicial. Esta agrupación engloba prácticamente el concepto de
«administración pública».
6. Puede establecerse correspondencias ramas del poder/principios de Newton/principios
políticos, así: el poder operativo, el segundo principio de Newton y el principio político de
igualdad «proporcional», de un lado, el poder estructurativo, el tercer principio de Newton y el
principio político de fraternidad, de otro, y el poder determinativo, el primer principio de Newton
y el principio político de libertad negativa, de otro.
7. Puede establecerse correspondencias capas del poder/ejes del espacio antropológico la capa
conjuntiva y el eje circular, de un lado, la capa basal y el eje radial, de otro, y la capa cortical y el
eje angular (conteniendo las relaciones Estado-Iglesia), de otro.
8. El modelo genérico no impone la necesidad de reconocer en cada sociedad dada todas las
líneas, filas y columnas con el mismo grado de relieve que alcanza la representación gráfica. A
veces aparecen de forma embrionariao bien de forma vestigial, pero no por eso el canon pierde
su capacidad de análisis comparado.

Que las diferentes partes de la «sociedad civil» se unan solidariamente en un momento dado contra
un determinado sistema político no implica que éstas sean capaces por sí mismas y al margen del
Estado de garantizar la unidad social (y su recurrencia).

Hay que constatar la tendencia a la reducción de la sociedad política a la sociedad civil desde
categorías sociológicas o psicológicas, por ejemplo al considerar ésta como un momento del
proceso de despliegue general de un sistema de estructuras sociales de dominación de los cuerpos
en clínicas o cárceles panópticas («microfísica del poder» de Foucault), como un conjunto de
automatismos de la «máquina deseante» (Deleuze-Guattari), etc.
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Crítica: Es evidente que los procedimientos de dominación propios de la escala familiar o
empresarial son análogos a los procedimientos de gobierno político por medio de la policía o de
la cárcel, pero estas semejanzas no implican la disolución de la especificidad de las sociedades
políticas respecto de la escala genérica de las interacciones de dominación; porque si estas
interacciones son «políticas» lo son en tanto que se repliegan de segundo grado con el objetivo
de la eutaxia.

«Sociedad política» y «sociedad civil» son equivalentes en la tradición: polis y civitas. En la


escolástica española societas civilis es sinónimo de res publicæ. La expresión «sociedad civil»
comenzó a usarse a partir del siglo XVII como término que engloba todos aquellos aspectos de la
sociobilidad humana que, aunque recogidos en el ámbito ocupado por la sociedad política, no se
dejaban reducir a su vida política. En este sentido, la unidad de sus contenidos heterogéneos era la
de un concepto funcional negativo, como clase complementaria de la sociedad política en el
universo lógico de la sociedad humana. Cuando por la enmascaración de la propia denominación
«sociedad civil» es usado como un concepto positivo, con una estructura social positiva unitaria, se
lo está sustancializando. Asimismo, la dialéctica sociedad política/sociedad civil implica una
pluralidad indefinida de relaciones distintas. Son valores del concepto funcional negativo de
sociedad civil los siguientes:
1. Conjunto de individuos pertenecientes a diversas sociedades políticas en tanto aparecen
protegidos por los «derechos humanos» promulgados por la Asamblea General de las Naciones
Unidas.
2. Conjunto de ciudadanos pertenecientes a diversas ciudades de diversos Estados en tanto
aparecen como constituyendo una «Federación de Internacional de Municipios».
3. Conjunto de fieles miembros de la Iglesia.
4. Conjunto de asociaciones internacionales constituidas como apolíticas, como Cruz Roja o
Greenpeace.
5. Conjunto de organizaciones empresariales multinacionales y sindicatos internacionales.
6. Conjunto de empresarios nacionales, familias, etc. con intereses disociables de los políticos.

El modelo genérico de sociedad política presentado no es unívoco sino que necesita ser
desarrollado en especies internas surgidas de la propia combinatoria de las partes genéricas
determinantes e integrantes del modelo [género modulante, anómalo o variacional]. Asimismo, la
especie «democracia» sólo puede constituirse como tal en cuanto especie definida en el ámbito de
una taxonomía de sociedades políticas que la enfrenten a otras como «tiranía» u «oligarquía».

Reinterpretamos la taxonomía de Aristóteles del siguiente modo:


I. Monoarquías (monarquías y tiranías). Cuando el grupo de pocos gobierno está dotado de
unicidad (debido a la estructura jerárquica que le asignamos). Puede también realizarse bajo la
forma de una diarquía cuando en el gobierno actúan dos grupos jerarquizados que en realidad
constituyen una sola unidad en tanto que cada uno depende del otro. Nunca puede decirse que en
una sociedad política «sea uno el que manda» (uniarquía), porque ese «uno» siempre ha de estar
formando parte de un grupo. En este sentido, las monoarquías no se diferencian por la cantidad
de las paurarquías sino en la unicidad grupal.
II. Paurarquías (aristocracias y oligarquías). Cuando coexisten en el gobierno de pocos al
menos tres grupos o coaliciones distintas (debido a la estructura no jerarquizada que le
asignamos). Según las relaciones entre los diferentes grupos de gobierno tales las versiones (dos
contra uno, tres independientes o un triunvirato).

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III. Poliarquías (democracias y demagogias). Cuando el gobierno es de muchos, es decir de las
mayorías (o bien de minorías capaces de convertirse en mayorías por coalición con terceras).
Con «demagogia» nos referimos a los llamados «gobiernos populistas», que gobiernan
«adulando al pueblo». Las democracias nunca lo son en el sentido de la oloarquía propio del
fundamentalismo. Hay también diversas versiones.

El poder político no se define en función del finis operantis de los sujetos que lo detentarían en el
gobierno sino en función del finis operis y por medio del «saber mandar», es decir de su orientación
objetiva hacia la eutaxia.

Hay que considerar al pueblo (al demos) de una sociedad política democrática no la fuente de
donde «emana» el poder político sino el órgano teórico de control último del poder efectivo. La
«voluntad general» es a lo sumo la voluntad de quienes consensúan mantener y tolerar las
discrepancias efectivas que surgen en los planes y programas políticos alternativos que defienden
las diferentes partes o partidos del todo político. Es decir, el consenso democrático es no expresión
del demos como un todo sino precisamente la falta de acuerdo entre sus partes o partidos unido a la
tolerancia hacia las partes o partidos que defienden posiciones opuestas.

Aceptada la tesis de Platón en La República (por boca de Trasímaco) de que el mal político, como
el mal médico, no son verdaderos político y médico, hay que considerar las «especies desviadas»
de monarquía, aristocracia y democracia en tiranía, oligarquía y demagogia no como verdaderas
especies de los géneros de las monoarquías, pauriarquías y poliarquías sino como degeneraciones
políticas suyas; es decir formas inestables de gobierno a las que les falta la eutaxia definitoria de su
condición genérica política.

La dicotomía sociedades democráticas/sociedades no democráticas la interpretamos


diferenciándolas así: que mientras esto no sucede en las sociedades políticas no democráticas, en las
democráticas hay que someter periódicamente (cada cuatro, cinco, seis o siete años, pero no cada
cincuenta o cien años) los poderes detentados por las poliarquías «al control de las urnas»; de forma
que la función de esa confluencia de partes opuestas entre sí pero totalizadas en las urnas, que
llamamos «pueblo», aparece como un criterio simbólico impersonal o piedra de toque a la que han
de someterse las personas que pretenden gobernar el Estado, poder que el propio pueblo no puede
detentar por sí mismo como tal. En las sociedades políticas no democráticas sus gobernantes sólo se
someten a otros grupos o a coaliciones de grupos que logren controlarlos. Éstas se mantienen en un
estado de equilibrio entre los poderes descendente y ascendente debido o bien a la inhibición por
comodidad del pueblo y las aristocracias, o bien a la inhibición por represión por parte del poder, o
bien por ambas cosas a la vez.

El poder de «control del pueblo» no consiste propiamente en la gestión o iniciativa de planes o


programas de gobierno, sino en la capacidad o potencia de éste para hacer cambiar los planes y
programas de los ciudadanos que asumen el poder de gestión , el gobierno, o incluso a los propios
ciudadanos. El «pueblo» carece de ese poder de iniciativa no porque «le haya sido arrebatado» sino
porque como tal pueblo (no unitario en sus planes y programas sino dividido en facciones) carece
de la capacidad política y técnica necesaria para formular esas iniciativas. Los procedimientos de
referéndum, facultativo (i.e. acordado por la Asamblea) u obligatorio (i.e. dispuesto por la
Constitución), están condicionados por la sencillez exigida por cualquier texto que vaya a ser
sometido a consulta popular, condición que limita esencialmente el poder popular de gestión directa
que puede ser asumido.
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La democracia es, más que una especie del género «sociedad política», una «familia» de especies de
este género: la familia de las sociedades democráticas. En esta familia se incluyen tanto las
democracias reales como las democracias idealizadas, en tanto que no es posible prácticamente
separar una democracia empírica de la nebulosa ideológica que la envuelve.

La esencia específica diferencial de las sociedades democráticas no consiste en el poder, facultad


de control o de veto del pueblo respecto de la gestión de los responsables de la armadura reticular
en su conjunto. En efecto, el poder judicial va asignado a una corporación que no se renueva por vía
electoral aunque algunas magistraturas sí se renueven por el ejecutivo y el legislativo; el poder
militar pertenece a una corporación que tampoco es elegida electoralmente; la burocracia
administrativa, funcionarial, tampoco se renueva de este modo. Por el contrario, esta diferencia
específica es la ceremonia (de un alto valor simbólico) mediante la cual la parte «más
representativa» (no todo) del poder en ejercicio (el ejecutivo y el legislativo) se somete al arbitrio
(estadístico) del cuerpo electoral, cuyos votos, según reglas establecidas, deciden su permanencia o
su remoción, parcial o total, en el poder. No es el pueblo a su vez en su conjunto quien elige, sino
una parte, tampoco en nombre del pueblo, mientras la otra u otras acatan la mayoría.

Hay que distinguir consenso/acuerdo. Hay mayorías y minorías en la línea del consenso; hay
mayorías y minorías en la línea del acuerdo; las mayorías en desacuerdo pueden mantener consenso
en los resultados. Los definimos así:
i. Consenso. Línea de relaciones de entre los elementos extensionales del cuerpo electoral,
distributivamente considerados, y un conjunto de alternativas opcionales dadas en un acervo
connotativo determinado. Los electores y las alternativas intersectan mediante las operaciones de
elección o selección.
ii. Acuerdo. Línea de relaciones entre las opciones elegidas del acervo connotativo y los
elementos del cuerpo electoral que las seleccionaron.
I. Consenso democrático. Aceptación de la resolución tomada por una mayoría (relativa,
absoluta o unánime) de electores conformes con un candidato u opción, en general un contenido
k del acervo connotativo.
II. Acuerdo democrático. Condición de la resolución sobre los contenidos k en la que la
mayoría de los electores estén conformes entre sí. El consenso es condición necesaria pero no
suficiente del acuerdo. Puede haber consenso en medio de una profunda dis-cordia, diafonía o
des-acuerdo; las mayorías que soportan un consenso no implican necesariamente a las mayorías
necesarias para un acuerdo.

Los resultados de las eleciones políticas democráticas no son un criterio objetivo acerca de la
gestión del Gobierno. En efecto, muchas veces «el pueblo» se equivoca, es «injusto» con un
Gobierno o con el partido mayoritario del Parlamento. Sin embargo, estos resultados no carecen de
correlación con el criterio objetivo de la eutaxia, en tanto uno de los objetivos ordenados a la
eutaxia es mantener o suscitar la mayor conformidad o incluso entusiasmo posible en el cuerpo
electoral.

La armadura reticular («sociedad política») y la armadura básica («sociedad civil») de la


sociedad política son disociables pero inseparables y no idénticas, tampoco en el caso de las
sociedades democráticas. Son disociables porque tienen ritmos distintos, según capas y ramas, en
sus movimientos y desarrollos; la convergencia o divergencia de éstas, es decir su «engranaje» en

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el momento de su conjugación, da lugar a múltiples desajustes, roces o conflictos que llamamos
«contradicciones». La sociedad civil de una sociedad política está ya «reticulada» por ella.

En la transformación de una sociedad política en sociedad política democrática el derecho,


religión, arte, estructuras sociales, moral, lengua, costumbres, y en general todas las formas
culturales supraindividuales de la sociedad civil precursora subsisten necesariamente tras ella. No
cabe hablar, por tanto, de un «parto revolucionario» ni de un «hombre nuevo». Esto se aplica tanto a
la Gran Revolución como a la Transición democrática española.

Supuesto que la sociedad política democrática no es una especie sino una familia de especies,
podemos clasificar éstas internamente según criterios tanto reticulares como basales. Las
clasificaciones reticulares siempre son abstractas respecto de los componentes basales en tanto que
la «retícula» de una sociedad política (su estructura conjuntiva y cortical) no es nunca sustantiva ni
puede separarse de la estructura basal. Sí puede ser disociada, lo que significa que, dentro de
márgenes dados, algunos tipos de estructura reticular con compatibles con tipos diferentes de
estructura basal o recíprocamente; lo cual justifica la posibilidad de estas clasificaciones reticulares
de las democracias.

Considerada desde su armadura política reticular, la condición de especie de la familia de las


democracias homologadas consiste, como hemos dicho, en el control simbólico del pueblo mediante
ceremonias electorales. En este sentido, el ciudadano del cuerpo electoral es un ciudadano
indiferenciado, de voto secreto y anónimo, frente al ciudadano diferenciado por familia,
municipio, sindicato, universidad, academia o iglesia, propio de las sociedades no democráticas.
Hay variantes mixtas entre ambos que son democracias sin por eso dejar de ser democráticas en
menor grado. Así, cuando el Senado se transforma en Cámara de representantes territoriales
(Condados, Autonomías, Ländler…) sus miembros dejan de ser representantes del cuerpo de
ciudadanos indiferenciados de la nación, del pueblo, para serlo sólo de partes fraccionarias
diferenciadas de la misma; este sistema es menos democrático, por lo dicho, que un sistema en el
que los miembros del Senado sean elegidos por todo el pueblo indiferenciado.

Hay que distinguir además:


a. Democracias presidencialistas/no presidencialistas. Son democracias presidencialistas
aquellas en las que el pueblo se reserva el control electoral directo del poder ejecutivo en tanto
que el presidente de éste es elegido directamente por aquél y no tiene por qué dar cuenta al
Parlamento, en sesiones de investidura o debates sobre el estado de la nación, de sus iniciativas y
gestión; son democracias no-presidencialistas aquellas en las que el control electoral del poder
ejecutivo es indirecto, por medio de la Asamblea legislativa. En estas últimas el presidente del
ejecutivo es designado por la Asamblea legislativa en la sesión de investidura y puede ser
censurado y sustituido por nuevos candidatos que cuenten con la mayoría parlamentaria.
b. Democracias republicanas/coronadas. En las democracias republicanas el jefe del ejecutivo
suele ser a su vez el jefe del Estado (presidente de la República), como ocurre en Estados
Unidos; en las democracias coronadas [monárquicas] el jefe del Estado está fuera del control
popular, como ocurre en España (Constitución del 78, artículo 57). La dependencia del rey
respecto al legislativo (artículo 61) y respecto al ejecutivo (64) convierte a éste en una figura
superestructural respecto de los poderes esenciales del Estado susceptible de engranar con la
democracia.
c. Hay que constatar a su vez la correlación o tendencia democracia presidencialista/
republicana y democracia no-presidencialista/coronada. Un jefe del ejecutivo elegido
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directamente por el pueblo no se coordina bien con un jefe de Estado (rey) controlado por el
Parlamento.
d. En lo relativo al poder judicial, ninguna democracia material controla de hecho las
corporaciones de jueces cuyos miembros son elegidos o bien en virtud de los procedimientos
corrientes a los de los gremios de expertos, o bien de instituiciones especiales, por designación
del ejecutivo, de Academicas o de Universidades. Sólo en los jurados populares por sorteo el
pueblo indiferenciado se aproxima a la situación de un procedimiento de control popular.
e. Democracias ejecucionistas/parlamentaristas/judicialistas. En las democracias
ejecucionistas, el poder de decisión en situaciones límite como declaraciones de guerra o
ilegalizaciones de partidos recae sobre el poder ejecutivo; en las parlamentaristas sobre el poder
legislativo; en las judicialistas sobre el poder judicial. Los defensores del Estado de derecho
suelen inclinarse por las democracias judicialistas.
f. Democracias de ejército popular/de ejército profesional. En las democracias de ejército
popular el pueblo tiene el control del ejército (de sus efectivos: guerrillas, quinto regimiento,
milicias nacionales, tercios de requetés…); en las de ejército profesional éste queda en manos de
profesionales, tanto en lo referido a los cuadros (oficialidad, generalato) como en lo referido a la
tropa.

La constitución histórica de las democracias hay que situarla en la Edad Contemporánea, una vez
creada la Nación política, siendo 1789 el momento en el que se refunden los Estados Generales en
la Asamblea Nacional francesa; el sufragio universal, con condiciones restrictivas, no llegó sin
embargo hasta la Revolución de 1848 con el gobierno de Lamartine (y con su posterior devenir en
dictadura comisarial con Cavaignac, etc.). De hecho, las sociedades democráticas en el sentido
actual son un «producto del siglo XX» resultante de la reacción ante las llamadas Constituciones
comunistas o fascistas, después de la Primera Guerra Mundial, y maduradas después de la Segunda.

No puede hablarse de «democracia» en la Edad Moderna (pese a la monarquía constitucional


resultante de la Revolución inglesa de 1688) ni en la Edad Media (pese a la llamada «democracia de
la República de Florencia», en realidad democracia procedimental de doce corporaciones de diverso
volumen pero voto igual) o en la Edad Antigua (pese a la llamada «democracia ateniense»).

La «democracia ateniense» no puede ser tomada como prototipo de una democracia política,
porque en esa política quedaban segregados hombres y mujeres que vivían dentro del territorio del
propio Estado ateniense sometidos a su poder. Desde este punto de vista hay que considerar etic su
«democracia» más bien como una oligarquía ampliada que como una verdadera democracia que
haya prefigurado la democracia moderna. Los griegos no «inventaron» la democracia sino sólo la
palabra y dentro de una determinada taxonomía.

Sus esclavos no fueron una «incoherencia» o parte residual suya sino la premisa formal de la propia
democracia ateniense como oligarquía esclavista. Se trató de la formación de una solidaridad entre
la nueva clase plutocrática -empresarios, mercaderes, partes reconvertidas de la antigua aristocracia-
y los ciudadanos rasos -artesanos, pequeños agricultores, pescadores, plebe urbana, los penetai o
pobres- por el dominio económico, social y militar de la polis contra los espartanos y persas, en el
exterior, y contra los tiranos y antiguos aristócratas de sangre, por arriba, y contra los esclavos (46%
de la población ateniense en el s. V), por abajo, en el interior. Las Guerras Médicas fueron
determinantes en la configuración de esta nueva solidaridad instaurada por Clístenes y madurada
con Pericles.

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Engels sostuvo que «no fue la democracia la que condujo a Atenas a la ruina […] sino la esclavitud,
que proscribía el trabajo ciudadano libre». Esta tesis es errónea porque el esclavismo no sólo no fue
per se la causa de la ruina de la democracia ateniense sino que además fue la causa principal de su
propia constitución.

A su vez, nada tuvo de paradójico que los atenienses, una vez perdida su hegemonía política y ante
la amenaza persa (las nuevas guerras contra Artajerjes y Ciro) y lacedemonia (tras la pérdida de la
Guerra del Peloponeso), recurrieran a Filipo o a Alejandro, al Imperio macedónico, para salvar todo
lo que fuera posible y, entre otras cosas, el régimen esclavista propio de la solidaridad anterior.

Formulamos nuestra tesis sobre el fundamento filosófico del origen de las democracias así: «La
Idea que preside la transformación de las sociedades políticas no democráticas en sociedades de
constitución (systasis) democrática es la Idea de libertad objetiva, antes que la Idea de igualdad o
que la Idea de fraternidad».

Pero desde nuestra perspectiva materialista hay que determinar un «mecanismo basal» de
desarrollo de la sociedad política cuya acción se apreciase en la historia moderna y contemporánea
que pueda haber dado lugar a su vez al desarrollo de la Idea de libertad objetiva que suponemos
fundamento filosófico del proceso hacia la sociedad democrática. Este mecanismo basal lo
establecemos en el desarrollo de la «sociedad de mercado» (categoría económico-política cuyas
dimensiones ontológicas hay que reconstruir filosóficamente).

Los hitos de la evolución macroscópica de la sociedad de mercado se corresponden con los hitos
de la evolución política macroscópica de las sociedades del Antiguo Régimen hacia la democracia.

Fundamos la Idea de mercado pletórico no en la igualdad sino en la desigualdad entre bienes


ofertados (mercancías, incluyendo en esta rúbrica la fuerza de trabajo) y compradores
(consumidores, usuarios) de esos bienes.

Implica, pues, una multiplicidad indefinida de bienes fabricados y clasificados en especies, géneros,
órdenes, clases diferentes, cada uno de los cuales ha de estar representado por unidades numéricas
distributivas de carácter indefinido. Esos bienes han de ser susceptibles de ser repuestos o
mantenidos una y otra vez tan pronto como sean retirados por los compradores para su uso,
consumo y «disfrute».

En cuanto a los compradores, una masa de compradores clónicos orientados a adquirir una especie
única de bienes significaría la disolución del mercado. Hay que subrayar así la desigualdad de
clases o niveles de compradores, iguales entre sí sólo dentro de cada clase, y lo suficientemente
numerosos como para demandar la producción industrial de esos bienes.

Implica unas industrias en marcha, marcha en la que hay que incluir el colonialismo depredador,
capaces de fabricar esos bienes obedeciendo a la competitividad como ley darwiniana del mercado
pletórico. E implica la revolución industrial. Es un mercado que tiende por su estructura expansiva
a hacerse planetario tanto en lo que respecta a la adquisición de recursos y materias primas por parte
de los fabricantes como en lo que respecta a la creación de un conjunto creciente de consumidores
potenciales de los bienes ofertados. En virtud de la competencia sólo una parte de ese «Género
humano», y no el todo, puede considerarse integrada en los circuitos más vivos de este mercado
pletórico y globalizado.
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El «Estado de bienestar» es la forma según la cual se coordina el mercado pletórico con la
democracia, garantizando la participación de sus ciudadanos en el mercado y consolidando la
«democracia de los consumidores».

En cuanto a la Idea de libertad objetiva, es una libertad-para, una libertad de especificación para
escoger esto o lo otro, en este caso para elegir (libertad de elección) entre las diferentes
alternativas que ofrece el mercado.

Los individuos liberados del terruño para pasar a formar parte de los equipos de trabajadores de las
naves industriales se encontraban no «ante su subjetividad individual», sino ante una cantidad
variable de alternativas de trabajo entre las que tenían que elegir, ante mercados pletóricos
crecientes. Se asociaban, se sindicaban, con el fin de obtener, sobre todo, incrementos en sus
salarios o reducción en sus jornadas laborales de trabajo, adquiriendo los medios dinerarios y de
ocio imprescindibles para incrementar sus alternativas de consumo. La ampliación del sufragio
universal en las sociedades desarrolladas fue un proceso estrictamente correlativo al proceso de
ampliación de los mercados pletóricos y, con ellos, de la ampliación del cuerpo de compradores
solventes, es decir del incremento de la demanda eficaz (y no sólo de la demanda intencional).
Ampliaciones que debían desbordar las fronteras nacionales.

En los años de la Segunda Guerra Mundial comenzó a tomar cuerpo como proyecto político (plan
Beveridge) la Idea del Estado de bienestar, sugerida por la Revolución soviética en tanto se
orientaba a conferir el pleno empleo, la seguridad social, la educación gratuita, etc., de los
ciudadanos. El Estado de bienestar aseguraba a los ciudadanos la satisfacción de sus necesidades
mínimas y permitía la inundación de los mercados por bienes o trabajos con ofertas cada vez más
abundantes. Cristalizó así la Idea de un «Estado al servicio de los ciudadanos», es decir de
consumidores capaces de elegir libremente.

La libertad de elección había de aplicarse no sólo a los bienes de mercado (que incluían el «puesto
de trabajo» como un bien susceptible de ser comprado por mi fuerza de trabajo o por mi dinero)
sino también a los «bienes reticulares», es decir a los individuos cuyo trabajo público ha de ser
también elegido (parlamentarios, gobernantes). Para lo que será necesaria la multiplicidad de
ofertas, es decir candidatos y partidos políticos, respecto del partido único propio de los regímenes
fascistas y comunistas.1

Hay que negar que la libertad de elección sea una libertad subjetiva («libre arbitrio»), por parte
de una demanda que está cada vez más mediatizada por los medios de comunicación y propaganda.
El individualismo no existe propiamente [esencialmente] pero sí existe la ideología individualista
en tanto define la libertad como la «facultad en virtud de la cual uno puede hacer lo que quiera con
tal de que no interfiera en la libertad de los demás». Esta definición es errónea porque no es posible
siquiera que alguien pueda hacer algo que no interfiera en la libertad de los demás aun cuando los
actos fueran estrictamente privados, íntimos y clandestinos.

1 [Se podría explicar en el nivel micro así: la institucionalización creciente de conductas selectivas de mercado en la
armadura basal de la sociedad política, en cuanto libertad objetiva, terminó por generar un progressus hacia conductas
políticas igual de selectivas, hacia la transformación de la sociedad política no democrática en sociedad política
democrática con análoga estructura. Bueno busca analogías entre procedimientos de mercado y procedimientos
democráticos. En todo caso no cae en holismos tales como: «la lógica mercantilista del capitalismo lleva a la
mercantilización del voto» sino que se limita a establecer la conexión economía-política.]
19
Ahora bien, la negación de la libertad subjetiva o libre arbitrio en la elección de bienes o candidatos
no implica la negación de la libertad objetiva de mercado y de opciones políticas. La libertad
objetiva se conforma a escala de clases de conductas individuales más que a escala de conductas
individuales. Aunque cada ciudadano individual esté determinado (por su idiosincrasia, la
propaganda y la influencia de otras personas) a seleccionar, entre las múltiples ofertas, a un bien o a
un candidato, es suficiente que haya pluralidad de ofertas de bienes y de candidatos así como de
especies de electores para que se pueda hablar de libertad objetiva. Lo que importa es que la
composición entre las múltiples preferencias de los electores y las ofertas múltiples de bienes o
candidatos sea aleatoria a escala de clase [indeterminismo objetivo] aunque sea determinista a
escala individual (determinismo subjetivo). El carácter aleatorio de esta composición es el que
permite formar predicciones estadísticas electorales o de demanda de bienes de mercado a partir de
sondeos de opinión pertinentes.

El azar o la indeterminación de que salga «seis» al tirar un dado no está en la tirada individual
que cae en seis (algo obligado según las fuerzas que han actuado de hecho sobre el dado) sino en la
serie de tiradas (en la clase de las múltiples tiradas individuales) en la que no podemos predecir
cuándo saldrá el seis.

La libertad objetiva es, según esto, la relación de aleatoriedad probabilística a escala de clase dada
en la composición, en su elección personal, entre las múltiples preferencias de los electores
individuos y las ofertas múltiples de bienes y candidatos, y aunque ésta elección sea determinista
considerada a escala biográfica individual.

La responsabilidad recae sobre los individuos según la máxima societas delinquere non potest,
según la cual únicamente son responsables (imputables de tipos delictivos, por ejemplo) las
personas individuales, un postulado de desconexión de la acción de un sujeto respecto a otras series
causales en las que pueda estar inserto éste a fin de evitar el regressus ad infinitum. Se resuelve en
la constitución de clases de individuos definibles por la posesión de las condiciones de «control de
los medios y circunstancias» que el sujeto operatorio de esa clase debe tener para que las
consecuencias de sus acciones u omisiones le sean imputables. Y como ningún sujeto puede
controlar todos los factores involucrados en esas consecuencias hay que reducir la posibilidad de
imputación a los casos en los que éste pueda prever, «con la diligencia debida», estas consecuencias
de sus actos. Toda acción del sujeto operatorio es teleológica según la finalidad proléptica.

Las sociedades de mercado implican también la oferta y demanda para el uso o consumo de los
cuerpos mediante la promiscuidad sexual o el incremento de la vida sexual de parejas en cambio
permanente, que, aunque no sea directamente mercantil (como en el caso de la prostitución) tiene
incidencias inmediatas en el mercado de bienes y servicios relacionados con la industria cosmética
y la cirugía plástica, con las salas de fiestas, el turismo, la alimentación, las bebidas, etc.

El mantenimiento desarrollo de esta libertad política y de mercado tiende a la ampliación


internacional de esos mismos espacios políticos y mercantiles, es decir, tiende a la
continentalización y a la globalización. Tiende también a la paz y al diálogo, a la utilización de la
negociación y del regateo, propio de los mercados tradicionales, en lugar de la violencia. Y a la
tolerancia y al relativismo de los valores, en tanto un bien o candidato adquiere su valor
simplemente por el hecho de haber sido preferido entre las alternativas, y habrá que tolerar y
respetar todo aquello que pueda ser valorado por alguien en tanto que su valoración lo convierte en
un bien.
20
La libertad objetiva no conduce al individualismo: quien se emancipa de los indumentos
convencionales de los «cuellos blancos» entra en el estilo propio del grupo de los piercings o de las
crestas punkis; quien se emancipa del grupo familiar entra en un grupo de «colegas»; quien se
emancipa de las misas comunitarias entra en sesiones de rock.

Una sociedad democrática comenzará a correr peligro cuando la plétora de bienes o la capacidad
adquisitiva de los ciudadanos decaiga en proporciones significativas. El desfallecimiento de la
República de Weimar, cuya constitución era democrática, y el surgimiento del nacionalsocialismo
no se debieron al «miedo a la libertad» del «hombre masa» (Ortega, Fromm) sino a la exigencia de
lso vencedores de la Primera Guerra Mundial de unas indemnizaciones que dispararon la inflación
que congeló la demanda efectiva de los mercados.

La democracia pletórica no implica el «fin de la Historia», es decir el inicio de un proceso cíclico


de recurrencia indefinida. Los ciclos de producción, distribución y elección de una democracia no
son uniformes; los ritmos de sincronización de las diferentes democracias no son conmensurables
en todo momento. Las materias primas necesarias para la oferta (provenientes en gran proporción
del exterior de cada democracia) no son además inagotables. Una democracia pletórica es, más
bien, un sistema procesual resultante de múltiples variables, cada una con sus propios ritmos,
confluyentes por vía, en gran medida, aleatoria. Además la posibilidad de catástrofes está siempre
inscrita internamente. Por tanto, hay que tener en cuenta la posibilidad de evolución de estas
democracias hacia formas de organización política no democráticas.

Capítulo IV: Las contradicciones de la democracia

La existencia de contradicciones constitutivas, profundas (no superficiales), de las sociedades


democráticas empíricas, y específicas, con origen en la propia naturaleza democrática de esas
sociedades (no meramente genéricas, con orígenes independientes de ella, como las atribuidas a la
«naturaleza humana»), es una constatación de hecho.

No sólo las sociedades políticas democráticas tienen este tipo de contradicciones, sino también
cualquier otra especie de sociedad política no democrática. Por eso, la definición de las constitutivas
de las democracias no implica la suposición de la conveniencia de refluencia del feudalismo, de una
dictadura comisarial, del fascismo o de cualquier otra forma antidemocrática como medio para
neutralizarlas (puesto que cada una de estas formas política implica a su vez otras), es decir, no
implica la impugnación de la democracia. Sí implica la impugnación de las concepciones
fundamentalistas democráticas que conciben la democracia como la resolución definitiva de las
contradicciones que las sociedades políticas arrastraban hasta su constitución, reduciendo las
mismas al estatus de déficits contingentes y superables con «más democracia» (respecto de la idea
pura).

Incluso la contradicción verbal (proposicional) en el terreno político implica, en cuanto conducta


verbal, el movimiento de los músculos estriados de la laringe y es tan real como ellos. Las
contradicciones políticas las entendemos como incompatibilidades entre diferentes proyectos
políticos o entre diferentes conductas operatorias insertas en el sistema complejo de relaciones
políticas. Se trata de situaciones inestables por naturaleza y donde el sistema, en este caso la
eutaxia, tiende a deshacerlas, a evitarlas o a neutralizarlas.
21
Estrategias dialécticas de neutralización de las contradicciones (BS19, pp. 47-50)
Criterio A→
Criterio B↓ Divergencia Convergencia

I. Metábasis III. Catábasis


El desarrollo de un esquema material de identidad El desarrollo de dos o más procesos
Progressus
(según su ley interna) conduce a una configuración que según una ley de identidad se resuelve
(«huida hacia
se encuentra «más allá de la serie» y que, aunque no es por su identificación sintética en una
adelante»)
contradictoria en sí misma, implica la resolución del configuración que constituye el límite
proceso por «acabamiento». externo de los confluyentes.

II. Anástasis
IV. Catástasis
El desarrollo de un esquema material de identidad
El desarrollo de dos o más procesos
Regressus conduce a una configuración contradictoria que obliga
según una ley de identidad conduce a un
(«retirada») (apagógicamente) a una detención o involución del
límite contradictorio en sí mismo que
proceso antes de alcanzar su término (una retirada a
obliga a la detención del proceso.
fases intermedias o una retirada total).

Puede usarse diversos criterios de clasificación de las contradicciones específicas en el análisis del
curso de una sociedad democrática, pero nos atendremos a criterios vinculados al modelo canónico
de sociedad política. Las examinaremos, por tanto, como originadas en función de la estructura
compleja en capas y ramas disociables aunque inseparables de la sociedad política dada.

P. ej.: Un incremento excesivo en la producción de leche en la capa basal de una sociedad


democrática puede resultar incompatible por divergencia, en virtud de la ley de la oferta y la
demanda, con el propio mercado interno respecto del nivel de precios exigible. Esta contradicción
puede ser neutralizada: (I) por metábasis mediante el incremento aún más de la producción con la
expectativa de exportar esa leche a otras sociedades políticas; o bien, (II) por anástasis, con
restricciones a la producción o con la destrucción de parte de ella. Si se opta por (I) en términos de
regalo a uno de los países hambrientos del Tercer Mundo, puede suceder que esa exportación genere
en esa sociedad política otra sobreproducción láctea, resultando de ello una nueva contradicción por
la inhabilitación de su propia industria a su vez.

De entre las contradicciones específicamente políticas pero genéricas a las democracias la más
profunda es la que surge en el movimiento de divergencia por el cual la armadura reticular de una
sociedad política dada se apropia de su territorio, respecto de su armadura básica correlativa en su
orientación a mantener su continuidad con los hombres de las sociedades que la rodean; p. ej.
contradicciones entre la eutaxia y relaciones de solidaridad internacional de clase contra terceros;
tb. contradicciones entre los «derechos del hombre» y los «derechos del ciudadano» cuando las
organizaciones humanitarias en nombre de los «derechos humanos», es decir de la ética, piden la
acogida sin límites de inmigrantes de países tercermundistas, pretensión suicida desde el punto de
vista político.

La contradicción entre los demócratas que defienden el abolicionismo de la llamada pena de


muerte en nombre de la democracia, como institución incompatible con los derechos humanos y
con la naturaleza contractual de la sociedad política, y los que defienden la tradición institucional de
la ejecución capital para los autores de crímenes horrendos también en nombre de la democracia y
como salvaguarda de la sociedad política.

La fuente principal de las contradicciones de las sociedades democráticas es el punto de engranaje


entre su armadura reticular (la sociedad política) y su armadura basal (la sociedad civil dada a

22
su través), es decir las que se producen entre los vectores descendentes y los vectores ascendentes.
Estas contradicciones sí tienen fácil explicación en sociedades políticas no democráticas pero no
tanto en las sociedades democráticas.

Los partidos políticos se organizan a veces por la convergencia, en un mismo objetivo, de


personas y de grupos de personas. y se polarizan en torno a divergencias que afectan a veces a la
misma systasis de la sociedad política. En función de la profundidad que alcancen las divergencias
es la supuesta unidad del pueblo lo que queda en entredicho; en efecto, si hubiera que considerar al
«pueblo» desdoblado en dos o más partidos antagónicamente contradictorios difícilmente puede
admitirse que cada uno de ellos tiene la representación del pueblo total.

Un elector individual no puede expresar su «voluntad política» en unas elecciones porque


generalmente no es capaz de formularla; la recibe ya formulada en unos programas que luego
tampoco son leídos de promedio, y no sólo por negligencia sino porque no tiene por qué poder
entenderlos. El criterio de voto depende de afinidades abstractas simbolizadas en los líderes
personales, o de la repulsión a un programa o líder de partido. Los programas no los compone el
«pueblo» sino las «aristocracias políticas» constituidas por las cúpulas de los partidos. En este
sentido, la democracia parlamentaria aparece como el revestimiento ceremonial requerido por una
sociedad de mercado por el cual el pueblo aparece como cómplice de las «aristocracias» que
necesitan del consenso para encubrir la falta de acuerdo.

El plano más nítido en el que se advierte contradicciones entre partidos políticos es aquél que los
considera en función de la oposición de izquierda y derecha. Podría reconstruirse esta oposición
en el contexto de la Idea de democracia relacionada con la sociedad de mercado pletórico en
función de la capacidad de consumo: se supone que la izquierda representa al pueblo llano, al más
desfavorecido. Sin embargo, de aquí debería esperarse que la mayoría diese siempre el gobierno a
los candidatos de la izquierda; pero esto no sucede siempre o no en las proporciones que debiera
esperarse. La izquierda intenta explicar esta contradicción apelando al estado de alienación del
pueblo o al engaño.

En relación al poder judicial la contradicción principal deriva de la definición de «justicia» como


«igualdad ante la ley» (isonomía); pero como los ciudadanos en la sociedad civil de mercado son
necesariamente desiguales la igualdad ante la ley (política) refuerza y acrecienta, fuera de la
armadura reticular, estas desigualdades en lugar de mitigarlas o neutralizarlas. Sin embargo, el
principio de igualdad ante la ley se convierte de hecho en un criterio útil y pragmático no sólo desde
el punto de vista de la armadura reticular sino también desde el punto de vista de todos los
ciudadanos que cuentan con esa ley como referencia.

La Idea de tolerancia es anterior a la Idea de democracia y esencialmente una virtud aristocrática;


si democracia dice igualdad, la igualdad se opone a la tolerancia y ésta implica desigualdad. En
efecto, si un gobierno puede elegir (frente a la alternativa de la intolerancia) ser tolerante, es
precisamente porque se le presupone que tiene el poder para no serlo (pues de no ser así no sería
una elección, pero si no fuese una elección no sería una virtud moral, pero si no fuese una virtud
moral no sería «tolerancia» sino necesidad forzosa) ergo no es gobierno democrático sino
despótico; pero si es democrático y no despótico no es por la tolerancia sino, entonces, por su
ausencia es decir por la carencia de poder efectivo del gobierno de ser o no tolerante. Las formas de
tolerancia presentes en las sociedades democráticas no pueden, por consiguiente, ser
específicamente sino genéricamente democráticas. La pluralidad de partidos no es efecto de la
23
tolerancia democrática del partido de gobierno sino la condición esencial para que se pueda decir
«democrática» esa sociedad política.

Como virtud específica, es una Idea nueva respecto de la tradición griega y escolástica que Leibniz
atribuye en una carta de 1692 a los socinianos, deístas y espinosistas temiendo no ser consentidos y
acusando de intolerancia a la Iglesia romana. El concepto de tolerancia tiene una estructura
dialéctica; no es primitivo sino un concepto derivado de la situación de intolerancia previa y
brotando del conflicto entre los propios intolerantes. La intolerancia no es resultado simplemente de
la inseguridad en el sentido psicológico sino que en muchos casos resulta precisamente de la
evidencia del propio poder que por ello y suponiendo que la tolerancia podría debilitar la eutaxia
del Estado o bien simplemente porque determinada «aberración» le parece indigna, no teme las
reacciones que pudieran producirse contra la represión intolerante que va a ejercer contra otros.

Considerada sintáticamente, la tolerancia aparece como una idea funcional que tiene la
intolerancia por variable independiente. Desde este punto de vista puede considerarse como regla
algebraica la conocida fórmula: «la intolerancia de la intolerancia es la tolerancia» (Popper,
Fraga). Tb.: «la tolerancia de la tolerancia es la tolerancia»; «la tolerancia de la intolerancia es la
intolerancia»; y «la intolerancia de la tolerancia es la intolerancia». Ahora bien, al no contener
parámetros estas reglas sintácticas, cuyos resultados indeterminados pueden tomar sentidos
opuestos según los parámetros aducidos, la fórmula puede interpretarse como una justificación en
nombre de la tolerancia de cualquier tipo de intolerancia; item la intolerancia ante la intolerancia no
conduce necesariamente a una situación de tolerancia. En efecto, la intolerancia de Constantino-
Todosio ante la intolerancia de Diocleciano-Galerio ante los cristianos no condujo a la tolerancia
sino a otra intolerancia, en este caso contra las religiones paganas.

Así, como concepto puramente funcional (formal), la tolerancia presupone la situación de


intolerancia actual o potencial entre los términos A, B, tratándose por tanto de una relación no
reflexiva. No obstante, esta situación originaria puede desarrollarse al límite de la reflexividad
conservando su sentido así: «yo soy tolerante conmigo mismo» (=me permito licencias ante las
normas y deberes sociales); o «yo soy intolerante conmigo mismo» (=no me permito ningún
incumplimiento de las normas y deberes sociales, de otro modo yo mismo me castigaré). En estos
contextos el sujeto operatorio A aparece desdoblado en dos planos, así: A, A'; donde no(A tolera a
A) sino (A' tolera a A). Así, se trata originariamente de una relación no-simétrica, no-reflexiva y no-
transitiva (porque si A es tolerante con B y B con C A no tiene por qué ser tolerante con C).

Considerada semánticamente, la tolerancia implica una interacción entre A y B en la forma de


influencia de orden causal: una influencia del sujeto A (el sujeto tolerante o intolerante) como
poder de suspensión operatoria sobre el sujeto B (el sujeto tolerado o no-tolerado) con la debida
reacción de B sobre A. Por tanto, A ha de ser más fuerte, por cuanto tiene esa capacidad, que el
sujeto B; en efecto, de no ser así habría más bien que hablar de paciencia o impotencia; la
impotencia es la incapacidad que tiene A para obligar a B a hacer o dejar de hacer algo. Y la
tolerancia es la inversa de la exigencia; en efecto, la exigencia es el ejercicio de la capacidad que
tiene A para obligar a B a hacer o dejar de hacer algo; la tolerancia es la suspensión de la capacidad
que A tiene de obligar a B a hacer o dejar de hacer algo. El sujeto B está, en virtud de la situación
originaria de intolerancia, en contradicción respecto del sujeto A o respecto de otros términos de la
clase de sujetos de A; si a esto se lo llama «mal» (relativo a la amenaza para A o su clase de sujetos,
no absoluto), resulta por tanto que la tolerancia es necesariamente «tolerancia hacia el
mal» (Balmes).
24
Hay que considerar la tolerancia circular (propia del eje de relaciones circular del espacio
antropológico) como el primer analogado de tolerancia; no obstante, su campo se extiende también
hacia contenidos naturales: como tolerancia radial (intolerancia fisiológica del organismo respecto
de una droga o alimento, intolerancia de los cilindros respecto de los pistones del motor) o como
tolerancia angular (intolerancia de Moisés ante el culto al Becerro de oro, tolerancia de los
hindúes hacia las ratas que corretean por sus templos, por motivos religiosos o ecológicos en favor
de la biodiversidad).

Respecto de la tolerancia circular, referida a sujetos operatorios, la distinción más importante es la


que se da entre los sujetos de conducta operante y la propia conducta operada; p. ej. la
intolerancia a la persona (al pecador) vs. la intolerancia a su opinión (al pecado). Sin embargo, esta
distinción es ambigua porque, según grado, las opiniones y acciones se identifican hasta tal punto
con los sujetos que las mantienen que es imposible separar ambos; p. ej. separar el crimen horrendo
del criminal horrendo que lo comete.

Podemos considerar en la historia de la Idea de tolerancia circular las siguientes etapas, definidas
en función del sistema de virtudes vigente en cada época:
0. Etapa cero. No aparece vinculada a otras virtudes como pudieran serlo la justicia o la caridad.
P. ej. Pirrón «toleraba» el oficio de sacerdote e incluso recomendaba practicarlo si las
circunstancias lo aconsejaban, por razones pragmáticas.
1. Etapa primera. Aparece vinculada a las virtudes de la justicia y la caridad como un mal
menor. P. ej. Santo Tomás: «así pues, en el régimen humano, quienes gobiernan toleran
rectamente algunas cosas malas para no impedir otras buenas o para no dar lugar a otras peores».
2. Etapa segunda. Aparece vinculada a la Idea de libertad tomándola como su fundamento: la
tolerancia deriva del amor a la libertad de los demás. P. ej. la actitud de Don Quijote ante los
galeotes. Surge en la confrontación con las situaciones de intolerancia denunciadas en Francia
contra los protestantes y en Inglaterra contra los católicos.
3. Etapa tercera. Aparece vinculada a la Idea de democracia en la forma de virtud democrática y
toma por fundamento el respeto. P. ej.: «por el respeto que le debo a usted como persona tolero
sus afirmaciones aunque no las comparta». Surge como reacción a la intolerancia denunciada en
las sociedades nacionalsocialistas, fascistas y soviéticas.

La «tolerancia cero» (tolerancia nula) es la negación de la tolerancia, es decir la intolerancia


formulada de un modo positivo a fin de evitar una declaración pública y formal de intolerancia por
el desprestigio que arrastra en las democracias homologadas. La «tolerancia negativa» (que
nosotros llamaremos «pseudotolerancia» para evitar la confusión) no es la negación de la
tolerancia sino la ausencia de tolerancia, dada en aquellos casos en los que no se dan las
condiciones de la situación de tolerancia; la pseudotolerancia engloba por tanto la llamada
«tolerancia pasiva» que equivale a la inhibición o indiferencia.

Podemos distinguir tres géneros de tolerancia circular no disyuntos según las tres clases de
situaciones de tolerancia-intolerancia determinadas por la naturaleza de los sujetos operatorios que
intervienen en la relación:
A. Primer género: Entre instituciones (entre sujetos incluidos en tanto que operan en
representación de instituciones, p. ej. entre dos ministros plenipotenciarios de Estados distintos).
Comprende varias especies:

25
a. Primera especie: Entre instituciones políticas (Estados, partidos políticos). P. ej.: aquila
non capit muscas.
b. Segunda especie: Entre instituciones civiles (eclesiásticas, empresariales, deportivas,
familiares). P. ej.: tolerancia entre Iglesias.
c. Tercera especie: Entre instituciones políticas y civiles. P. ej.: tolerancia del Estado ante
instituciones culturales, morales, estéticas…
B. Segundo género: Entre una institución y un individuo miembro suyo (súbdito, soldado,
empleado, discípulo, feligrés…). P. ej.: tolerancia del Estado ante sus súbditos o ciudadanos,
tolerancia de la Iglesia con sus fieles, tolerancia de la empresa con sus empleados.
C. Tercer género: Entre individuos de la misma institución, definidos como iguales o simétricos
en su contexto pero en la medida en que uno de ellos pueda invocar la institución sobre el otro
asumiendo una posición de asimetría suficiente («corrección fraterna»).

Idea de tolerancia
Tolerancia
I. e. «suspensión de la capacidad, que el sujeto A tiene de obligar a B a hacer o dejar de hacer algo».
Vs. exigencia, i.e. «ejercicio de la capacidad que el sujeto A tiene de obligar a B a hacer o dejar e hacer algo».
Vs. impotencia, i.e. «incapacidad que el sujeto A tiene de obligar a B a hacer o dejar de hacer algo».

Analogados ↓

Tolerancia circular (analogado principal) Pseudotolerancia


Etapas Tolerancia o falsa tolerancia
Géneros ↓ históricas ↓ angular Tolerancia (incluida
Primer género: Cero radial «tolerancia
(no vinculada a
Entre dos instituciones Segundo género: Tercer género: otra virtud P. ej.: Intolerancia pasiva»)
de Moisés ante el
culto al Becerro de P. fisiológica
ej.: Intolerancia
Entre una Entre dos Primera
(vinculada a del
oro; tolerancia de organismo respecto P. ej.: «No puedo tolerar
P. ej.: Tolerancia entre dos ministros
plenipotenciarios de Estados distintos.
institución y un individuos de justicia y caridad los hindúes hacia
como mal las ratas que de una droga o
esto» (sin tener de hecho el
poder para cumplirlo).
alimento;
individuo la misma menor) corretean por sus intolerancia de los
Segunda templos; por
Especies ↓ miembro suyo institución (vinculada a motivos religiosos decilindros respecto
los pistones del
libertad) o ecológicos en motor.
favor de la
Civiles P. ej.: Tolerancia del gobierno P. ej.: «Corrección biodiversidad.
Políticas Tercera
(eclesiásticas, del Estado con sus súbditos o fraterna» entre frailes de
(Estados, Políticas y (vinculada a
empresariales, ciudadanos. la misma orden.
partidos civiles democracia y
deportivas,
políticos) respeto)
familiares…)

La contradicción del tributo consiste en que éste presupone la propiedad privada del sujeto del
hecho imponible pero, al mismo tiempo, pone en tela de juicio, limita y recorta en la práctica su
mismo núcleo. Podría argumentarse que el tributo no limita la propiedad privada sino la apariencia
de esta propiedad, es decir lo que ese sujeto considera parte de su propiedad pero que no lo es de
hecho porque tiene que tributarlo, parte que sería por tanto fenoménica. Sin embargo, la línea
divisoria entre el fenómeno y la esencia de la propiedad privada es arbitrariamente impuesta desde
el exterior, límite que va desde el «diezmo», es decir la décima parte, hasta el todo íntegro en cuyo
caso la tributación pasa a ser confiscación. En todo caso, hay que postular la propiedad colectiva
estatal (predemocrática) como previa en el tiempo a la existencia de la propiedad privada. El tributo
es una confiscación limitada; la confiscación es un tributo ilimitado.

La idea de un «sistema tributario justo» como un sistema ordenado capaz de sostenerse sin
generar entropía en una sociedad democrática dada es una idea límite y un imposible político. Este
«sistema justo» sólo puede circunscribirse al terreno de la justicia formal establecida en el sistema
tributario, descontando la materia de la tributación y otros contenidos; la equidad formal genera
necesariamente desigualdad material y no por error del juicio fiscal sino por razones de estructura.
Las discriminaciones objetivas del sistema tributario consolidan la decantación en capas y clases
económicas de la sociedad política y son tanto una medida de la desigualdad como un
procedimiento de igualación; por discriminaciones inversas porque diferencian a los que
26
contribuyen y a los exentos privilegiados, y por discriminaciones directas porque quienes más
contribuyen se estratifican en las capas superiores de la sociedad tal que su mayor contribución
refuerza su prestigio y estatus.

El poder planificador del Estado pone a disposición de las empresas privadas los proyectos
anuales, quinquenales, etc. considerados pertinentes al interés público, o se constituye como
empresa pública a título subsidiario en los casos en los que no concurra la empresa privada. Frente
a la empresa pública y a la empresa privada en lo que tiene de interés público a veces
subvencionado por el Estado las huelgas generales tienen un significado político en lo que
implican de censura al gobierno en función de su planificación basal.

El derecho de huelga de una sociedad democrática es un derecho subjetivo individual del


trabajador o de un conjunto distributivo de trabajadores (no de un colectivo en el sentido atributivo
ni del sindicato); en efecto, es el trabajador individual y libre, y no el trabajador sindicado o
asociado, quien se pone en huelga. Por consiguiente, otros trabajadores o los sindicatos carecen del
derecho democrático de impedir por medio de piquetes que un trabajador acuda a su puesto de
trabajo decidiendo no ejercer su derecho de huelga. En los casos en los que esto no ocurre, por
ejemplo cuando los trabajadores no respetan los servicios mínimos estimados imprescindibles por
el poder planificador, entonces la huelga general tiene que ser considerada como huelga
revolucionaria, que se enfrente no sólo al gobierno sino a la propia Constitución democrática del
Estado. Una huelga general revolucionaria, justa o injusta, es incompatible con la democracia y
todas cuantas veces se practica equivalen a una contradicción suya.

Las contradicciones de la sociedad democrática en su capa cortical son las más intensas y suelen
alcanzar caracteres catastróficos sobre todo cuando se manifiestan a través de la guerra. Un vector
ascendente contrapuesto al poder militar descendente no es guerra sino rebelión o subversión,
«guerra civil» sólo por analogía.

La contradicción reside, por tanto, en la misma realidad de la capa cortical, que manifiesta hasta
qué punto la soberanía [en su sentido absoluto, no relativo], autonomía (por no decir también
autarquía) de una sociedad política, incluso su disposición pacífica, atributos a través de los
cuales se define esa sociedad, son, más que atributos efectivos, atributos intencionales, puesto que
la realidad es que cada sociedad política, por autónoma que se proclame, está condicionada y
codeterminada por las demás sociedades políticas que la envuelven. (pp. 277-278)

El llamado «derecho internacional público» determina que las diversas sociedades democráticas
han de mantener entre sí relaciones pacíficas. Sin embargo, si bien el tratado de renuncia a la guerra
de 1928 supuso la condena del recurso a la guerra para la resolución de los conflictos
internacionales por parte de las potencias democráticas firmantes tres años más tarde Japón invadió
China y en 1939 el Reich alemán invadió Chescosolovaquia y Polonia, resultando de ello la
Segunda Guerra Mundial. Más aún, Hitler había accedido al Reichtag en 1932 y al cargo de
canciller del Gobierno alemán en 1933 por procedimientos estrictamente democráticos.

Hay que considerar también las contradicciones derivadas de la confluencia (contradictoria) de


las diversas capas de la sociedad política, así: capa conjuntiva|capa basal, capa conjuntiva|capa
cortical y capa basal|capa cortical. Cada uno de estos tipos se desarrolla a través de cada una de las
ramas en línea horizontal (poder ejecutivo|poder militar, etc.) o en línea diagonal (poder ejecutivo|
poder planificador, poder ejecutivo|poder diplomático, etc.).
27
La separación de las ramas operativa y estructurativa (las de los poderes ejecutivo y
legislativo) es una de las condiciones necesarias para la constitución de una sociedad democrática.
Las razones por las cuales conviene establecer esta separación tal y como son expuestas en la
tradición de Montesquieu son de índole psicológico-pragmática y giran en torno a la inclinación del
príncipe hacia un despotismo que se ejemplifica con el monarca o sultán otomano. Ahora bien, sin
negar la gran probabilidad del deslizamiento del absolutismo hacia el despotismo existen también
razones de naturaleza técnico-objetiva. En efecto, supuesta la complejidad institucional inherente
a las fases ulteriores de gobierno de una sociedad que se ha desarrollado hacia las proximidades de
la «madurez democrática», ya no es posible que sea un único legislador el que interprete la
«voluntad general» de esa sociedad política; precisará de múltiples intérpretes: un Parlamento.
Así se justificaría la disociación de los poderes legislativo y ejecutivo.

Ahora bien, en rigor esa disociación no equivale a una separación en órganos independientes dadas
las interacciones obligadas que se establecen entre ambos poderes. En efecto, en una democracia
presidencialista, cuando el presidente del ejecutivo es elegido directamente por el pueblo, aun así
debe presentar al Parlamento, para su conocimiento, su programa de gobierno, y el Parlamento a
través de sus Cámaras prosigue controlando los recursos que el gobierno necesita e incluso en casos
extremos, y contando con el poder judicial, puede destituir al presidente u obligarle a dimitir. En
una democracia no presidencialista la disociación es aún más débil; en efecto, el presidente del
ejecutivo es elegido por el propio Parlamento y tiene que someter su programa de gobierno a él en
la sesión de investidura, continuándose el control a través de las diversas comisiones
parlamentarias.

De este modo, las trayectorias del poder ejecutivo (del partido del gobierno) pueden desviarse
excesivamente de los programas de una determinada parte (partidos de la oposición) del legislativo
dando lugar a la contradicción entre ambos como derivada del enfrentamiento general de las
partes o partidos del propio legislativo entre sí. El ordenamiento del poder judicial sirve en estos
contextos como mecanismo dialéctico destinado a la neutralización de esas contradicciones que
existen de hecho y que pueden llegar a desbordar ese ordenamiento democrático.

El poder judicial no consiste en una mera aplicación de las normas universales a los casos
particulares, ideal de la llamada «lógica jurídica automatizada»; en efecto, la complejidad de la
realidad social y política de una sociedad democrática implica la imposibilidad de un campo
jurídico cerrado cuyas variables y constantes puedan ser definidas plenamente. Más bien, el poder
judicial resulta de la composición de unas normas con otras normas no siempre conmensurables
entre sí, lo que interpreta como constitutiva la contradicción habitual entre los diversos jueces,
tribunales, vocales de tribunales, etc.

El poder judicial no puede salvo por ficción jurídica considerarse como un poder independiente del
poder ejecutivo; las sentencias del poder judicial sólo pueden cumplirse por medio del ejecutivo, es
decir por medio de la policía. En efecto, si el poder judicial dispusiese de su propia fuerza ejecutiva
pasaría a haber un Estado dentro de otro Estado, lo cual es absurdo; pero si las sentencias emitidas
por el poder judicial no se cumplen, éste deja de ser un poder del Estado y se convierte en un
«poder literario», es decir pierde su condición esencial de poder judicial. Además, los procesos
judiciales han de tener su sincronismo oportuno para que la eutaxia de la democracia se mantenga;
hay según esto que contraponer al principio fiat justitia, pereat mundus el principio fiat mundus,
pereant judices.
28
De las contradicciones en la capa basal. Entre poder gestor y planificador: conflictos de la Unión
Soviética en la puesta en marcha de los planes quinquenales. Entre poder gestor y redistribuidor:
un gobierno democrático que al final de su mandato deja «las arcas vacías». Entre poder
planificador y redistribuidor: desigualdades sociales -municipales, regionales, individuales-
derivadas de una planificación incompetente.

De las contradicciones en la capa cortical. Entre los deberes éticos asumidos por el Estado
acogedor de inmigrantes legales o ilegales provenientes de países democráticos o no democráticos
en situación económica o social más desfavorable y los deberes morales y políticos de ese mismo
Estado en relación a su economía nacional, supuesto que una «huida hacia adelante» por catábasis
abriendo de par en par las fronteras conduciría a la ruina política y económica del Estado acogedor
y con ello a la ruina personal definitiva aun de los propios inmigrantes. Entre poder militar y
federativo: repliegues y reorganizaciones del ejército ante pactos entre potencias como el pacto de
Varsovia; la Otan; encuadramiento del ejército nacional en estructuras jerárquicas que desbordan el
ámbito del Estado; abolición del reclutamiento obligatorio. Entre poder militar y diplomático: los
arcana imperii. El poder efectivo de la ONU procede de los diferentes Estados asociados, dado lo
cual si uno de ellos tiene realmente más poder que todos los restantes juntos la ONU pasa a ser sólo
un poder superestructural.

Final: Las democracias de mercado de consumidores y usuarios

[Esta sección final funciona en buena parte como resumen y aplicación de las teorías previas y
podemos por tanto omitirla.]

29
ÍNDICE

Preludio: Qué entendemos en este libro por «democracia realmente existente ...................................1
Capítulo I: El fundamentalismo democrático. Fundamentalismo e integrismo ...................................2
Capítulo II: Objetivo de un «Panfleto contra la democracia realmente existente» ..............................4
Capítulo III: Las democracias empíricas (o positivas) .........................................................................6
Capítulo IV: Las contradicciones de la democracia ...........................................................................21
Final: Las democracias de mercado de consumidores y usuarios ......................................................29

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