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Consignas

1. Estereotipo es uno de los contenidos de los Naps de la ESI (Núcleos de Aprendizajes


Prioritarios de la ESI) para todos los niveles, a partir de este Seminario Internacional cómo
lo vincularía con el concepto violencia estética de la Dra. Esther Pineda G.? Elabore una
reflexión contextualizada desde su lugar de vida, desempeño laboral, estudiantil, cultural,
social y familiar.

Desarrollo
1. La socióloga venezolana, y Doctora en Ciencias Sociales, Esther Pineda narra la violencia
de género ejercida desde la construcción de estereotipos, un tanto relegada en comparación
con otros mecanismos violentos que someten principalmente a las mujeres y otras
identidades y orientaciones subordinadas, dentro del régimen patriarcal dominante.
Los estereotipos son construcciones sociales, ideas, etiquetas identificatorias, que se
sostienen desde ciertos prejuicios que se legitiman y validan en el marco de las relaciones
sociales. Si bien se caracterizan por no asentarse en lógicas comprobables en la vida
cotidiana, sí tienen un poder simbólico que les permite, justamente desde la generalidad,
atribuir estigmatizaciones negativas sobre los grupos sociales en los que se aplica. Diversos
ejemplos funcionan a modo de resaltar estos estereotipos, en el caso estricto del binarismo
sexogenérico, se puede mencionar la dualidad entre hombres y mujeres con ciertos valores
propios para cada grupo, aunque sin rigor empírico como hemos expresado anteriormente.
De allí que a grandes rasgos se estableció como “verdadero” que los varones son: fuertes,
insensibles, racionales, autónomos; mientras que las mujeres: débiles, sentimentales, con
razonamientos conducidos por la afectividad y dependientes de la fortaleza varonil.
Por otra parte, estos estereotipos recorren amplios aspectos de las personas. En el caso de la
disertación de la Dra. Pineda, la referencia está centrada en los estereotipos de belleza y
violencia estética reproducidos por normas sociales que imponen estándares normativos;
los cuales discriminan, humillan e intentan purgar los cuerpos que no se ajustan a los
patrones dominantes.

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Las personas son cosificadas, principalmente las mujeres, definidas como meros objetos
sometidas a las exigencias que imparten unos ideales estético de bellezas inalcanzables,
pero que sin embargo rigen socialmente. El recorrido de estas imposiciones, de los cánones
de belleza (conformados desde tiempos pretéritos), adquiere masividad en nuestra
contemporaneidad a razón de la circulación informativa que despliegan los medios masivos
de comunicación y las redes sociales. Su germen fueron las determinaciones de belleza que
el universo masculino heterosexual y blanco (primero europeo; luego norteamericano) ha
logrado consolidar y por el cual las personas son definidas bajo estos parámetros
corporales.
La belleza contemporánea es consideraba por Pineda como la complementación de cuatros
aspectos: sexista (porque se ocupa principalmente de la estética femenina); gerontofóbicas
(el deseo permanente de ser joven, lo bello está anclado a la juventud. La vejez es sinónimo
de decadencia); racistas (la negritud, el ser indígena, por caso, no están convocados a
cumplir el rol de belleza dominante: lugar primordial de la blanquitud); gordofóbica (la
asociación de la belleza con la estética de los cuerpos delgados).
Ahora bien, en mi contexto laboral, familiar, estudiantil y social, se replican a grandes
rasgos estos modelos de belleza estética, incluso en la actualidad donde estas
caracterizaciones están visibilizadas y puestas en tensión. Considero que se han mantenido
tanto tiempo enraizadas en la sociedad, que su transformación es gradual y ardua. Los
comentarios típicos que casi siempre aparecen en diferentes ámbitos, tienen alguna
correlación con la crítica que se expone sobre los cuerpos, y que queda asociada a la
exigencia de responder a los cánones estéticos impuestos.
Las personas, en general, se fijan a menudo sobre estos aspectos para visualizar al otro,
consciente o inconscientemente, porque están en la base de los mecanismos familiares y
afectivos con los que nos han criado, y que contemporáneamente transitamos.
Considero que desde mi función de trabajador de la educación, es muy importante y valioso
trabajar con los/as estudiantes adolescentes, las formas en cómo nos relacionamos con los
otros, y también cómo nos autopercibimos. No solo por la violencia que implica la
discriminación, la exclusión y la marginación, sino también porque esos ideales de belleza
son irrisorios y la enorme mayoría de las personas no pueden alanzarlos, incluso tampoco
en aquellos casos donde se ponen en juego la propia salud e integridad física.

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Entonces, es sumamente trascedente problematizar estos prejuicios y estereotipos
culturales, visibilizar sus rasgos ilógicos e ideológicos para que las personas podamos
convivir de forma pacífica y saludable. Este aporte también va a colaborar en la
construcción de relaciones afectivas sanas y sin violencia, donde estemos satisfechos con
nuestros cuerpos, o en los casos donde se resuelva realizar ciertas acciones que los
modifiquen (no me refiero aquí a intervenciones quirúrgicas; en realidad más bien a
ejercicio físico o una dieta saludable) sea con bajo la premisa del disfrute de estas
decisiones personales; y no interpeladas por una competencia y dependencia en pos de
conseguir un estándar irreal y utópico.
En síntesis, el camino sigue siendo complejo y sinuoso, porque esta normatividad patriarcal
está vigente, y resquebrarla para construir otros valores menos superficiales, significa
aprender e internalizar nuevas formas de sociabilización.

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