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PERÚ Y CHILE
HISTORIA DE UNA ENEMISTAD

Jhorge Ugarte
Olivera

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14 de febrero de 1879, Chile invadió militarmente Antofagasta,
entonces territorio de Bolivia.

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PERÚ Y CHILE, Historia de una enemistad
Tercera edición, agosto 2018, 1000 ejemplares.
© Jhorge Enrique Ugarte Olivera
© Editorial Cuentos de Lodo.
Gráficos y mapas: fotografías
Villa María del Triunfo
Fan Page: El profe sobre ruedas
Telf. 930575401
Correo electrónico: koki9896@hotmail.com
Impreso en Perú
Corrección y diseño de la portada por el mismo autor.
Libro publicado para las Bibliotecas Itinerantes de El
Agustino y el movimiento APEI y los buses de Sudamérica.
© Derechos de autor están reservados conforme a ley.

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“Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla ”
Cicerón

Dedicación
Porque creí que lo mejor del mundo sería ser un gran escritor, pero descubrí
con ustedes que lo más hermoso era despertar a su lado: para mis amados
hijos, Goergette y Gerardo

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ÍNDICE

Biografía 11
Introducción 13
¿Inglaterra ayudó a Chile en la Guerra del pacífico? 16
Culturas Pre-Hispánicas 21
Durante el Virreinato / Invasión española al Perú 25
Invasión al territorio actual de Chile / Los españoles en el
territorio actual de Bolivia 26
Relación en la República / Independencia de Chile 29
San Martín el Perú 30
Independencia de Bolivia 32
Primera Guerra con Chile, Guerra de la Confederación 33
Economía de Chile, Bolivia y Perú antes de la Guerra del
Salitre y su situación política / Economía chilena 39
Economía boliviana 40
Economía peruana 42
Problemas limítrofes entre Chile y Bolivia desde su
Independencia 47
Resumen de la situación política y económica antes de
la guerra / Ley del Estanco del Salitre 56
Tratado de Alianza Defensiva entre Perú y Bolivia 57
Nula adquisición de armamento 60
Intento por incorporar a Argentina al Tratado 61
Tratado Bolivia – Chile 1874 62
Estatización del salitre 63
El impuesto de los 10 centavos 64
Misión Lavalle 66
Primeras reacciones ante la declaratoria de guerra 75
Escuadras de Chile y Perú 79
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Fortificación de los puertos peruanos 80
Estrategias de ambas escuadras 81
Primeros movimientos 83
Los barcos que nunca se compraron 86
Combate de Iquique 89
Responsabilidad de More 96
Primeras correrías del Huáscar 97
Crisis política chilena por las hazañas de Grau / Nuevas
incursiones de Grau 103
Chile se enfila a capturar el Huáscar 106
Ascenso de Grau 107
Momentos previos al Combate de Angamos 108
Miguel Grau solicita la expedición / El monitor Huáscar no
había pasado mantenimiento 109
Combate de Angamos 111
Observaciones sobre Grau 117

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BIOGRAFÍA
Jhorge Enrique Ugarte Olivera
nació en La Victoria, el 3 de
enero de 1989. Hijo de Alfonso
Ugarte Gavidia y María Olivera
Carranza, ambos maestros de
escuela y el último de ocho
hermanos.
Se inició en la Literatura a los
12 años, con la muerte de su
madre. Según ha contado en
algunas entrevistas, empezó a
escribir sobre ella para “no
olvidarla”.
Estudió Periodismo en la
Universidad Jaime Bausate y
Meza cuando esta era escuela y
aunque no terminó la carrera
ha ejercido de manera
independiente el periodismo a
través de las redes sociales.
Su primera publicación fue el libro de cuentos Recuerdos de Lodo en el
2012; el mismo año publicó Asueto para vivir, una novela breve que le
trajo buenas críticas del Gremio de Escritores del Perú; en el 2013
publicó Matilde, novela pícara y romántica; en el 2014, El cole, obra con
tres cuentos llenos de humor y pillería escolar. Pero no sería hasta el
2017 que incursiona en la Literatura Histórica con su obra Perú y Chile,
historia de una enemistad.
Con esta última publicación ha viajado a Chile, Bolivia y el sur del Perú
explicando los orígenes de nuestra rivalidad añeja con el país mapuche.
Sube a los buses hace más de seis años intentando ganarse un espacio
en la biblioteca de los peruanos.

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INTRODUCCIÓN
Ha pasado más de 140 años desde que Chile nos declaró la
guerra -5 de abril de 1879-. Mucho se ha escrito y discutido
sobre las causas de esta declaratoria; sin embargo, en la
mayoría de fuentes nacionales se exime al Perú de
responsabilidades y se presenta a Bolivia como un país débil
que fue defendido por un país más grande -el nuestro-; pero,
sobre todo, Chile es mostrado ante los peruanos como un
país expansionista, atrevido, pleitista y codicioso.
En gran parte lo era y este libro no va a defender a quienes
dirigieron la guerra por parte del enemigo, quien estuvo
lleno de rencores y complejos que lo condujo a la más vil
actitud frente a los civiles peruanos durante el conflicto; no
obstante, tampoco sería justo seguir negando las
responsabilidades de quienes nos gobernaron durante los
años previos al enfrentamiento, políticos involucrados en
actos de corrupción y anarquía, los mismos que dividieron al
Perú y lo llevaron a la bancarrota hasta el punto de ser
considerados por Gran Bretaña como “un país delincuente” –
Alfonso Quiroz, Historia de la Corrupción del Perú-.
La versión peruana afirma que los motivos que condujeron
a Chile para iniciar la Guerra del Salitre1, fueron los
siguientes:
Primero, el impuesto de los 10 centavos del presidente
boliviano, Hilarión Daza2, a la empresa chilena-inglesa que
explotaba el salitre de Antofagasta -Compañía de Salitres y
Ferrocarriles Antofagasta-.
1.- Algunos historiadores prefieren llamar a este conflicto de esta manera en vez de Guerra del Pacífico,
pues en el mar se combatió apenas seis meses; sin embargo, el verdadero origen del enfrentamiento fue
por el dominio del mercado salitrero en el desierto de Atacama. Por ello, es más adecuado llamar Guerra
del Salitre a este acontecimiento histórico.
2.- Hilarión Daza Groselle nació en Sucre, Bolivia, el 14 de enero de 1840. Ingresó a la carrera militar
desde muy joven y a inicios de 1871 asumió el mando del Batallón Colorados. Llegó a la presidencia de su
país por medio de un golpe de estado en 1876. Dos años más tarde sería rectificado su cargo como
Presidente Provisorio. Su mandato estuvo limitado por no poder superar los problemas económicos de
Bolivia. Fue el responsable de crear el “impuesto de los 10 centavos” a la CSFA, provocando la guerra.
Durante el conflicto un golpe de estado de la cúpula militar le quitó el poder. Huyó a Arequipa y luego a
Europa. Fue asesinado el 27 de febrero de 1894 por sus propios custodios. Había regresado a su país para
responder a quienes lo llamaban traidor.
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Segundo, el Tratado de Alianza Defensiva entre Perú y
Bolivia firmado el 6 de febrero de 1873 en Lima, que había
sido exigido su secretismo, pero terminó llegando a oídos del
gobierno del sur, provocando en este un celo profundo3.
Tercero, las ambiciones expansionistas de Chile desde su
Independencia.
Sin embargo, esta historia también merece ser conocida
desde la interpretación de los otros países que participaron
en este histórico conflicto, es decir, las versiones de Bolivia y
Chile.
Por parte de Bolivia, que para 1879 mantenía el Tratado de
Alianza Defensiva con nuestro país, existe una coincidencia
con nuestra historia a la hora de enumerar los motivos de la
guerra y, obviamente, en acusar a Chile de provocarla.
Aunque sus historiadores ponen mucho más énfasis en las
ambiciones expansionistas de Chile. En esta obra hemos
realizado una detallada explicación sobre los conflictos
limítrofes entre Chile y Bolivia antes de la guerra, la misma
que puntualizaremos más adelante.
Chile, como es evidente, niega el tercer motivo -aunque
coincide con los dos anteriores-, según la versión peruano-
boliviana, pues aseguran que su límite al norte era el paralelo
23 y no 24, por consecuencia, no fue una “ambición
expansionista” posicionarse de Antofagasta el 14 de febrero
de 1879, sino, una reivindicación de su legítimo territorio.
Sumado a esto, el gobierno de Chile y la gran mayoría de
sus historiadores, también apuntan otro motivo muy
importante de analizar por todos los peruanos, que fue “la
intención por parte del gobierno de Perú, de borrar a Chile
del negocio salitrero de Antofagasta (Bolivia), para
convertirse en el único exportador de nitrato en el mundo”.
El historiador chileno Sergio Villalobos, asegura que Perú y
Bolivia buscaron una guerra con Chile al firmar el Tratado de
Alianza seis años antes. Para este ilustre intelectual chileno,
3.- Tratado de Alianza Defensiva Perú - Bolivia, firmado por José Riva Agüero (Perú) y Juan de la Cruz
Benavente (Bolivia). 14
el Tratado de Alianza firmado por los aliados no fue solo un
acuerdo militar, sino y, sobre todo, un convenio comercial del
caliche.
Otro historiador chileno, esta vez Gonzalo Bulnes, en su
obra Guerra del Pacífico, es muy enfático al precisar que los
aliados, debido a su enrome crisis fiscal, necesitaban de los
recursos salitreros de Antofagasta aunque para ello tuvieran
que echar a Chile del litoral a la fuerza o por presiones
diplomáticas.
Tomando la versión chilena como cierta, no es justificación
para declararle la guerra a dos países. Los aliados no habían
disparado una sola bala ni invadido ningún puerto, que no
sean los suyos, para dar inicio al conflicto. Al parecer, Chile
había buscado un pretexto durante años para iniciar una
guerra que le acreditase los ricos territorios al norte de sus
límites. Perú y Bolivia, vulnerables por su quebrada
economía, no pudieron frenar la creciente expansión chilena.
Peor aún, se aliaron creyendo que de esta manera frenarían
el avance de su vecino. Chile, antes de la declaratoria de
guerra, se encontraba perfectamente listo para una invasión
al Perú, sus agentes políticos ya habían viajado a los países
más poderosos de la época para servir como espías de su
gobierno y evitar a toda costa que nuestro país adquiriera
armamento durante el conflicto. Y ciertamente lo lograrán.
Este pequeño ejemplo, de los muchos que daremos en
adelante, demuestra que Chile sí se había preparado para la
guerra contra nosotros aunque sus historiadores aseguren
que esa organización bélica era contra Argentina.
La poca suerte que había obtenido durante su
Independencia al contar con un territorio infértil y limitado,
sin poder cruzar su frontera al sur, donde los mapuches se
mantenían en el río Biobío, con malos climas, con pocas
riquezas muy alejadas de las bonanzas de Perú y Bolivia,
todo esto engendrará un celo enorme hacia ambos vecinos, -
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véase la Doctrina Portales-, aunque también de Argentina,
por su gran extensión territorial. Si Chile no provocaba la
guerra para ganar los ricos territorios de Antofagasta y
Tarapacá, sufría el riesgo de ser absorbido por los países
colindantes. Esta guerra les era no solo necesaria, sino
imprescindible.
Con referencia a los 10 centavos que impuso el presidente
boliviano, Hilarión Daza, a la empresa chileno-inglesa,
tampoco es un motivo para invadir un país y declararle la
guerra a su aliado, aunque no deja de ser una absurda
medida y una provocación al enfrentamiento por parte de
Daza. Este es otro punto importante de analizar. Si Bolivia no
hubiese contado con un Tratado de Alianza Defensiva con el
Perú, jamás se hubiese comportado con tanta altanería con
su vecino del Sur. No tenían barcos para enfrentarlos en una
campaña naval y su situación económica era más precaria
que la nuestra, su “as bajo la manga” era la defensa que Perú
tendría que asumir por convenio del 73. Sin embargo, este
acuerdo secreto lo había solicitado el Gobierno Inca al país
altiplánico, fue el presidente Manuel Pardo que solicitó la
alianza que nos costarán vidas irrecuperables y territorios
ricos como Tarapacá y Arica.

¿Inglaterra ayudó a Chile en la Guerra del Pacífico?


Existe una divulgación importante de tomar en cuenta,
aquella en la que Inglaterra provocó la guerra entre estos
tres países de Sudamérica, para adueñarse del salitre de Perú
y Bolivia.
¿Cuánto de verdad tiene esto y cuánto de mito lo compone?
Es cierto que Gran Bretaña nos perjudicó durante la guerra
al decomisarnos dos cañoneras compradas en Reino de
Alemania después de la captura del Huáscar, el Diógenes y el
Sócrates, a las que intentamos confundir usando bandera
griega, argumentando que sus aguas eran neutrales, por
16
consecuencia, no podía permitir que embarcaciones
peruanas se desplazasen por ellas.
Lo que no se ha podido comprobar hasta la fecha con
documentos fehacientes, es el hecho de que Chile haya
recibido armas o dinero por parte de Inglaterra durante el
conflicto. Si bien los blindados chilenos Cochrane y Blanco
Encalada se construyeron en Inglaterra, el Huáscar y la
Independencia de nuestra heroica armada también fueron
construidos en este país pues eran los mejores artilladores
de la época. El gobierno británico no se vio directamente
involucrado. La prensa, en cambio, sí apoyó abiertamente a
Chile, se comprueba en el caso del Times, que aseguraba que
Chile era un país que abría el mercado salitrero, mientras
que el Perú quería monopolizarlo.
Los empresarios ingleses notaron que Chile era un país
más sólido y maduro en materia económica y política,
comparándolo con el Perú, un país endeudado con los
franceses, atrasado en sus pagos y quebrado, con golpes de
estado constantes, con pugnas por llegar al poder, con una
enorme brecha económica entre los ricos y pobres. Chile
también tenía una alta deuda interna y externa, pero
mantenía los pagos de al menos los intereses que generaban
estos préstamos que, en su gran mayoría, habían sido
adquiridos para la compra de armamento militar.
Evidentemente les era más conveniente desprestigiar al Perú
de todas las maneras posibles, así como evitar que recibiera
préstamos durante la guerra. Son empresarios ingleses
quienes, al concluir la guerra, saldrán favorecidos con la
victoria de Chile, en especial John Tomas North4, pero no por
4.- Empresario inglés que forjó una fortuna inacabable durante la Guerra del Salitre. Se inició exportando
herramientas de Europa hacia Iquique. Luego alquiló la Compañía de Aguas de Tarapacá (CAT) que se
encargaba de abastecer de este recurso a toda la región. Cuando Chile invadió Iquique, los dueños de la
compañía que arrendó Jhon Tomas huyeron del Perú, el gobierno chileno reconoció a este como legítimo
propietario de la CAT. Durante la guerra compró la mayoría de empresas salitreras de Tarapacá, pues sus
dueños pensaban que Chile no reconocería a los verdaderos propietarios una vez culminado el conflicto.
Jhon Tomas North aprovechó el trágico momento comprando estas compañías a precios ridículos. Tuvo
suerte -o estuvo todo planeado-, en 1881 y 1882, el gobierno mapuche reconoció a los nuevos
propietarios, dándole a North el 60% de las salitreras tarapaqueñas. Fue conocido como el “Rey del
salitre”.
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un interés del gobierno del Sur, sino que los dueños de las
salitreras de Tarapacá al darse cuenta de la inminente
derrota peruana en la guerra, empezaron a rematar las
acciones de sus empresas pues temían que de ganar Chile no
respetarían a los dueños de entonces, quien aprovechó la
compra a precios ridículos de estas acciones fue John Tomas
North. Cuando Chile ganó la guerra respetó a los dueños
actuales y no estatizó las salitreras. No fue un pago a los
ingleses.
Este es un rumor muy difundido por los peruanos y
chilenos, más que nada en el sector político de izquierda que
le echa la culpa al “imperialismo” británico; sin embargo,
quienes defiende esta tesis no la sustentan con evidencia
alguna, ni periodística, ni mucho menos histórica.
En la entrevista que Andrés Avelino Cáceres concedió al
diario La Crónica, el 27 de noviembre de 1921, por el 42
aniversario de la Batalla de Tarapacá que él dirigió y ganó
durante la Guerra con Chile, , nuestro “Brujo de los Andes”
nunca nombra la intervención inglesa en el conflicto como un
factor que nos haya provocado la derrota. Cuando se le
pregunta por qué perdimos el conflicto, él dice: “La falta de
organización militar y la autonomía bélica, particularmente
en municiones. Es cuanto al aspecto técnico, pero más allá la
discriminación racial fue determinante. No hubo armonía
cultural ni política”. Más adelante agrega: “Había patriotismo,
había entusiasmo generoso, había valor y virtudes militares en
nuestros soldados y en nuestros oficiales, pero también hubo
mucha traición en los sectores pudientes.”
Este mito de la intervención inglesa en la guerra fue
inventado por los norteamericanos, principalmente por el
Secretario de Estado James G. Blaine. Cito sus declaraciones a
un diario de su país para 1881: “Es un error hablar de una
guerra entre Chile y Perú. Es una guerra entre Inglaterra y
Perú, y Chile el instrumento… Chile nunca hubiese entrado una
18
pulgada en esta guerra sin el respaldo del capital inglés.” En
otro diario, esta vez el New York Herald, el 30 de enero de
1882 agrega: “La simpatía inglesa estuvo de su lado (hablando
de Chile) en cada conquista y los intereses comerciales ingleses
reciben impulso con el agradecimiento de Chile.”; sin embargo,
lo que confiesa al final es muy interesante: “Yo creo que este
resultado de la guerra peruano-chilena, destruye la influencia
estadounidense en la costa del Pacífico Sur y literalmente
arrasa con los intereses comerciales americanos en esta vasta
región.”
Los intereses que representaba James G. Blaine eran
nacionales, pero también personales. Para que EE.UU.
ingresara a la guerra y sacara provecho de ella –Estados
Unidos evaluaba incluso la posibilidad de anexar el Perú a su
territorio, volvernos una suerte de Puerto Rico- necesitaba
de una excusa clara, por eso aplicaron la “La política Moroe”
–America for the americans / América para los americanos-.
La necesidad de una “supuesta” intervención europea
justificaba la intervención del gobierno de Estados Unidos.
Jorge Basadre explica la intervención de Blaine:
“Cualesquiera que hubiesen sido los móviles de Blaine en su
política en relación a la guerra entre Perú y Chile, lo cierto es
que invocó en todo momento limpios principios de derecho.” –
Historia de la República del Perú, Tomo 9-. Curiosa halago de
nuestro gran historiador tacneño a un político
norteamericano que fue acusado de corrupción por La
Cámara de Representantes de los Estados Unidos por haber
impedido un tratado de paz entre Perú y Chile durante sus
oscuras negociaciones.
En fin, ningún historiador, ni peruano, chileno, boliviano o
de alguna otra nacionalidad, ha podido demostrar la
intervención británica en la guerra a favor de Chile.
Pero a pesar de la prensa y los comerciantes británicos,
quienes invadieron el Perú durante la guerra fueron
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soldados chilenos y no ingleses. Por lo que me atrevo a
asegurar que esta exageración de que la guerra fue contra
Inglaterra y no contra Chile, nace, por otro lado social, a raíz
de la brutal derrota que padecimos quizás debido a la
traición de nuestros presidentes, por la vergüenza de haber
sido vencidos por un país más pequeño, o porque
simplemente no encontramos otro chivo expiatorio.

20
CULTURAS PRE-HISPÁNICAS
Antes de que Perú, Bolivia y Chile se transformaran en
países, incluso antes de la llegada de los españoles en 1532,
los territorios de estas hoy naciones estuvieron habitados
por individuos con una cultura muy importante, de gran
talento artesanal y con amplio respeto y dominio sobre los
campos de cultivo. No conociendo la pólvora, libraron largas
batallas por hacer respetar los límites de sus pueblos o por
conquistar nuevas tierras, a las que una vez sometidas, les
obligaban a pagar tributos, imponían su lengua y sus dioses.
Tampoco conocieron la rueda, pero ello no los limitó para
construir hermosas edificaciones que hoy son maravillas del
mundo. Incluso, ninguno de estos pueblos logró forjar un
lenguaje escrito.
No vamos a desviar el tema explicando los primeros
registros de vida humana en Sudamérica, pues sería
alejarnos demasiado del tema; pero sí es necesario saber
cómo se llevaban los primeros pueblos civilizados que
ocuparon los territorios hoy de Perú, Bolivia y Chile.
Como es ya conocido, la cultura más imponente y la que
logró extenderse con mayor fuerza durante casi cien años en
Sudamérica, fue la Inca o el Tahuantinsuyo, cuya ciudad
principal fue el Cuzco. Aunque si nos ceñimos al mito de los
Hermanos Ayar o el de Manco Cápac y Mama Ocllo,
podríamos hablar de un Imperio que se fundó en el siglo XII y
terminó con la llegada de los españoles en el siglo XVI.
Hasta la fecha los estudios realizados sobre la fundación
del Tahuantinsuyo, no han podido demostrar con claridad de
dónde provinieron los incas. Algunos historiadores han
asegurado que los antepasados de estos serían los
Tiahuanaco, cuya ciudad principal era la actual capital de
Bolivia, La Paz, a solo 15 kilómetros del lago Titicaca.
Recuerden que el mito de Manco Cápac y Mama Ocllo
asegura que ambos seres endiosados brotaron de este lago
21
con la misión de fundar una ciudad celestial, que llegaría a
ser el Cuzco.
Por eso es muy difícil separar la cultura peruana de la
boliviana, pues los lazos históricos que nos unen parecen ser
inquebrantables. Incluso se puede asegurar que la base
cultural, la madre de las culturas en Sudamérica, sería la
Tiahuanaco, la que se originó 1500 años a.C. y se extinguió
900 o 1000 años d.C. llegando a extenderse hasta Perú,
Argentina y Chile. Por eso no son descabelladas las
conclusiones que se han sostenido sobre su herencia cultural
e ideológica, así como religiosa y política, a los incas.
Mientras Bolivia tuvo una civilización que será la base
cultural para las futuras poblaciones de Sudamérica: los
Tiahuanaco; Perú abrigó a un imperio solo comparado con
los aztecas, los mayas, el imperio otomano, incluso el romano
u otro, que fueron los Incas; mientras que Chile distó mucho
de ambos pueblos. Sería una grosera exageración comparar a
los mapuches, atacameños o diaguitas con los Incas o los
Tiahuanaco. No existe punto de equidad en ello.
Sin embargo, los mapuches, que son la base cultural chilena
con mayor fuerza en su población, fueron guerreros de gran
valentía, salvajes y entregados estrepitosamente al alcohol,
pero feroces a la hora de defender a su gente y, sobre todo,
su territorio. Así lo demostraron cuando el inca Túpac
Yupanqui, luego de conquistar pueblos importantes en el sur
tales como los kollas, los huarpes y los diaguitas (actuales
territorios de Chile y Argentina), o a los chichas (Bolivia), se
enfrentó con los mapuches en la conocida Batalla de Maule
(año 1485 aproximadamente). Este enfrentamiento duró
cuatro días, cada grupo contó con más 20 mil hombres
muriendo la gran mayoría. La batalla no continuó porque ni
uno de los dos bandos se presentó al quinto día para seguir
enfrentándose. Los mapuches -llamados promaucaes (gente
salvaje) por los incas -abandonaron el lugar en medio de
22
cánticos de victoria, mientras que Túpac Yupanqui prefirió
marcar la frontera del Tahuantinsuyo en el río Maule para
fortalecer los pueblos ya conquistados y no perseguirlos.
Aunque los españoles han redactado los límites que tenía el
Tahuantinsuyo hacia el sur a su llegada, que era el río Maule;
existen otros historiadores que aseguran que hubo más
enfrentamientos entre las dos culturas en las que los
mapuches tuvieron que retroceder incluso más hacia el sur,
llegando hasta el río Biobío.
El historiador peruano, José Antonio del Busto, en su obra
Túpac Yupanqui, asegura que la extensión de este inca hacia
el sur, pasó aun el río Biobío, llegando hasta el Canal de
Chacao. Sin embargo, no encontró interés en conquistar este
territorio inhóspito y regresó al gobierno del Tahuantinsuyo.
Años después de conquistar el sur de su imperio, que se
llamó Collasuyo, Túpac Yupanqui iniciaría la conquista del
reino de Quito, el Chinchaysuyo, pero esa ya es otra historia.

23
Aunque el Inca Garcilaso de la Vega escribió sobre la batalla de Maule (alrededor de 1482-85 y
Huamán Poma de Ayala ilustró este enfrentamiento entre quechuas y mapuches, otros historiadores
han asegurado que la escaramuza no habría sido más que una ficción creada de la imaginación del
cronista mestizo.
Cierto o no, la historia no deja de ser importante para quienes buscamos encontrar los orígenes de la
enemistad Perú – Chile
.
24
DURANTE EL VIRREINATO
Es importante conocer la evolución histórica de estas tres
naciones luego de la Batalla de Maule, así entenderemos con
claridad las diferencias culturales que nos separan.

La Invasión Española - Perú


El analfabético, bastardo y porquerizo Francisco Pizarro,
aunque también valiente, intrépido y codicioso, llegó a
invadir el Tahuantinsuyo y derrotar con ello al inca
Atabalipa5, el 16 de noviembre de 1532. Antes había recibido
la autorización firmada por la reina Isabel de Portugal, la que
representaba la Corona de Castilla, para conquistar el “Reino
de Perú” o “Nuevas Castilla”, como la llamaban los españoles
a esta parte del mundo. Este permiso se conoce como La
capitulación de Toledo y se firmó el 26 de julio de 1529.
El historiador peruano, José Antonio del Busto, aseguró en
su extensa obra, que la victoria de los invasores sobre el
ejército andino, se debió al “factor sorpresa”. Que los
arcabuces, los caballos, las espadas y los perros de cacería,
sorprendieron a los más de 30 mil soldados con los que
contaba Atabalipa aquella mañana. Los 180 españoles
lograron vencer, además, porque los indios no contaban con
armas para atacar o defenderse, la orden de no llevarlas
había sido del mismo Inca, pues su intención era “atraparlos
con las manos como animales”.
Con la caída del Tahuantinsuyo, seguido de la muerte de
Atabalipa el 26 de julio de 1533 y del asesinato de Pizarro el
26 de junio de 1541 por manos de los mismos españoles
apodados “los de Chile”, se creó el Virreinato del Perú el 20
de noviembre de 1542. Por lo que es impropio decir que
nuestro país fue una colonia, pues contábamos con un virrey
impuesto por el rey de España.
Nuestro territorio fue el centro del comercio y élite para los
españoles. La explotación de minerales en Potosí,
5.- Verdadero nombre de nuestro último Inca, cambiado luego por los españoles a Atahualpa.
25
Huancavelica y Hualgayoc, entre otros lugares, hacía
atractiva e importante nuestro rico y prodigioso territorio.

Invasión al territorio actual de Chile


Mientras los españoles iban descubriendo riquezas en
nuestro actual territorio, así como también iban diezmando
nuestra población a raíz de la esclavitud y el contagio de
enfermedades de las que no podíamos defendernos por falta
de anticuerpos -la viruela y la gripe, por ejemplo-, el
territorio que hoy es Chile, fue conquistado parcialmente por
Pedro de Valdivia en 1541. Ya Diego de Almagro años antes
había iniciado una primera visita hostil al sur del Perú, pero
tuvo que volver por lo difícil de su naturaleza y por su
encuentro con tribus mapcuhes.
No les fue fácil invadir Chile a los españoles, en realidad
nunca hubo un dominio total sobre sus pobladores. Las
batallas fueron constantes entre mapuches y españoles. El
gran héroe de los primeros fue Lautaro, un mapuche
emblema de su valentía y coraje, pues las pocas derrotas que
tuvo el ejército invasor en Sudamérica en campo abierto,
fueron principalmente con los mapuches o araucanos.

Los españoles en el territorio actual de Bolivia


El actual territorio de Bolivia se creó el 12 de junio de 1559
bajo la orden del rey Felipe II, siendo su nombre inicial Real
Audiencia de Charcas. Su extensión se redujo con los cambios
que sufrirá con los años. Pero este nuevo territorio dependía
totalmente del Virreinato del Perú en materia política,
económica y social. En 1776, por Orden Real, se transfirió la
Real Audiencia de Charcas, al nuevo Virreinato del Río de la
Plata -principal territorio argentino en la actualidad-.

Durante más de 250 años estos tres pueblos crecerán


notoriamente diferenciados. El Virreinato del Perú fue quien
26
mayores intereses creó en las ambiciones de España. No es
un privilegio saber que aquí se forjó la mayor corrupción,
que la élite política, llena de divisiones y recelos, nacieron,
crecieron y se reprodujeron en nuestro actual territorio. Nos
heredaron no solo la religión y el idioma, sino también la
miseria de un estado divido y carcomido por la impunidad.
La Capitanía General de Chile, a diferencia de la Audiencia
Real de Charcas, que sí dependió del Virreinato del Perú y del
Río de la Plata, estuvo también llena de divisiones, pero
raciales. La guerra con los mapuches, llamados por los
españoles araucanos, durará muchos años, traerá muchas
muertes, pero le dará experiencia militar a la futura
República de Chile.

27
Captura de Atabalipa en Cajamarca, tarde del 16 de noviembre de 1532. Pintura de Juan Lepiani.

Lautaro fue un valiente y aguerrido líder mapuche en la Guerra de Arauco, durante la primera
invasión conquistadora a las tierras de la hoy República de Chile.

28
RELACIÓN EN LA REPÚBLICA
La invasión de Francia a España en 1808 encabezada por
Napoleón Bonaparte, debilitó el poder de España sobre sus
virreinatos en América, permitiendo que estos pueblos
iniciaran su proceso de emancipación. Chile logró su
Independencia antes que el Perú y Bolivia, en 1818, y pudo
darse el lujo de prestarle casi 2 mil soldados para alcanzar
su Libertad. Incluso le prestó su bandera.
Sin la preferencia de España nuestro país creció
desordenadamente mientras que Chile, con inversión inglesa
y migración de alemanes en 1840, va a solidificar su
economía y política.
Sin embargo, no podemos dejar de mencionar las
rebeliones encabezadas por Túpac Amaru y Túpac Catari en
1780-81. Que aunque fracasaron debido a la fuerza superior
que significaba España en esos momentos, inspiró a los
futuros líderes a seguir el ejemplo.
También es importante mencionar la revuelta en Tacna en
1811, encabezada por el peruano José Antonio de Zela,
siendo esta la primera rebelión con carácter independentista
realizada en nuestro país; seguida por la Rebelión de
Huánuco en 1812, liderada por Juan José Crespo y Castillo;
así como la segunda revuelta de Tacna en 1813, teniendo al
frente esta vez al argentino Manuel Belgrano; y concluida con
la Rebelión del Cuzco, donde los hermanos Ángulo mostraron
su valor y patriotismo.

Independencia de Chile
Aunque Chile estableció su Primera Junta Nacional de
Gobierno el 18 de septiembre de 1810 -esta fecha es
utilizada por el pueblo chileno para celebrar su
Independencia-, recién proclamó su Independencia el 12 de
febrero de 1818, fecha en que se cumplía un año de la Batalla
de Chacabuco. Si bien es justo mencionar el crucial papel
29
protagónico que tuvo Bernando O´Higgins en este
importante hecho histórico, la participación de don José de
San Martín, también lo fue. Gracias a su liderazgo se logró
vencer una vez más a los realistas en la Batalla de Maipú. Sin
embargo, existen algunos historiadores chilenos que le
restan importancia a la ayuda que brindó en Libertador.

San Martín en el Perú


Una vez liberado Chile del yugo español, el ejército
argentino que había luchado en favor de esta Independencia,
se había reducido a un número insuficiente para iniciar la
nueva campaña por parte de San Martín, que era la de liberar
al Virreinato del Perú. Para lograrlo, le pidió ayuda militar y
económica a Bernando O´Higgins y a las Provincias Unidas,
que en 1826 pasaría a llamarse Argentina. Esta ayuda se
efectuó bajo un acuerdo que obligaría, en caso de que se
alcanzara el éxito de la Independencia de Perú, a este nuevo
Estado a pagar los gastos de la campaña libertadora. Una vez
firmado el acuerdo el 5 de febrero de 1819 entre Chile y
Provincias Unidas, San Martín zarpó de Valparaíso el 20 de
agosto de 1820, con la hidalga misión de brindarle la libertad
al Perú.
Su ejército -al que llamaremos los patriotas- estaba
compuesto por 2000 tripulantes, los oficiales y soldados
llegaban a 4389, entre los que se contaban 2451 argentinos y
1938 chilenos. Todos estos estaban embarcados en un
convoy formado por 7 barcos de guerra, 18 de transporte de
soldados y 8 lanchas cañoneras. Además, llevaba consigo 15
mil fusiles de repuesto, 2 mil sables, 800 caballos y 35 piezas
de artillería5. También lo acompañaba el capitán Lord
Cochrane, quien dirigía el buque O´Higgins.
El ejército realista, aquellos que luchaban en favor del
virrey de España, estaba compuesto por más de 8000
soldados muy bien armados, divididos en Infantería,
30
Caballería y Artillería, además de una Reserva acantonada en
Arequipa de 1378 soldados.
La bandera con la que San Martín inicia su campaña
libertadora, era chilena, con la diferencia que esta tenía tres
estrellas y no una. Cada estrella representaba los países a los
que San Martín había brindado su apoyo militar: Argentina,
Chile y el Perú.
No obstante, el 21 de octubre de 1820, en Pisco, San Martín
creó nuestra primera bandera. Aunque se ha pregonado a lo
largo de la historia que aquella bandera fue inspirada en un
sueño del Libertador, donde reposado en una palmera
observó el vuelo de unas aves con alas rojas y cuerpo blanco,
en realidad, esto no pasa por ser un bonito cuento escrito
casi 100 años después por el escritor peruano Abraham
Valdelomar Pinto, pero no un hecho que cuente con base
histórica para darlo como real.
San Martín alcanza a Proclamar la Independencia del Perú
el sábado 28 de Julio de 1821 con la innegable colaboración
del reciente gobierno de Chile. No fue un apoyo altruista o
amical, sino una empresa libertadora que nos va a cobrar
más de tres millones de pesos años más tarde. Así mismo, de
no liberarse el Perú, Chile y Argentina corrían el peligro de
perder en cualquier momento la independencia que tanta
sangre les había costado. No podemos decir, entonces, como
el historiador Sergio Villalobos lo ha dicho en incontables
oportunidades, que Chile nos “regaló” la Independencia,
porque hubo un costo de por medio, un contrato firmado por
las repúblicas de Chile y Argentina.
Lo mismo ocurrirá con Bolívar años más tarde, quien llegó
al Perú no para liberarlo de España, sino para adherirlo a la
Gran Colombia, quitarnos Guayaquil, el Alto Perú –Bolivia- y
cobrarnos millones de pesos por su “colaboración”, además
de instalar una República Vitalicia, con un manejo absoluto
de los poderes del Estado.
31
No es el momento de hablar de Bolívar, pero es sí necesario
mencionar que su heroísmo y valentía es discutible.
Quien sí aportó una ayuda desinteresada, verdaderamente
honesta, fue San Martín. No nos cobró un centavo. Se fue del
Perú el 27 de diciembre de 1821 más pobre de lo que vino,
por ello es importante reconocer su genuina colaboración en
nuestra Independencia.

Independencia de Bolivia
Las batallas de Ayacucho y Junín no solo lograron la total y
plena Independencia del Perú, sino también se alcanzó la
Emancipación del Alto Perú, territorio fundado como la Real
Audiencia de Charcas que pasaría a llamarse, primero,
República de Bolívar, a honor al Libertador; y después,
República de Bolivia.
Sin embargo, el primer presidente de este nuevo Estado, no
fue Simón Bolívar, sino Antonio José de Sucre.
De esta manera, Bolivia alcanzó un Independencia por
primera vez desde su creación, pues, de no ser por la
influencia de Bolívar, esta hubiese sido absorbida por
Provincias Unidas -Argentina- o el Perú.
El 17 de agosto de 1825 se creó la primera bandera de
Bolivia. Esta tenía cinco estrellas que representaban el
número de provincias con las que había alcanzado su
Independencia.
La política peruana se quedó insatisfecha con la creación
de la nueva República de Bolivia, pues sentían que había sido
un robo de territorio por parte de Simón Bolívar. Este
sentimiento de recuperación del Alto Perú va a estar vivo
durante muchas décadas y desencuadernará en la
Confederación Perú-Boliviana de 1836 y el Tratado de
Alianza Defensiva de 1873.

32
Primera Guerra con Chile, Guerra de la Confederación
El 4 de setiembre de 1826 el Libertador Simón Bolívar se
embarcó desde el Callao en el bergantín Congreso, con
destino a la Gran Colombia. Su aporte a la historia del Perú, a
la victoria de nuestra Independencia, había terminado e
iniciaría un periodo de hostilidades entre nuestro país y la
Gran Colombia que se agudizaría en la guerra de 1828-29, sin
alcanzar la victoria ninguno de los dos países.
Bolívar moriría tiempo después, el viernes 17 de diciembre
de 1830, según el médico que le aplicó la necropsia, falleció
de un catarro pulmonar, que al no tratarse, se volvió crónico,
aunque muchos han refutado este resultado.
Con la muerte de Bolívar el Perú abandonó por completo la
política bolivariana, e inició un proceso de peruanidad que
tardaría algunas décadas.
Sin embargo, llegaría la Guerra de la Confederación, esta
ocurrió cuando Luis José de Orbegoso, hombre de poco
carácter y débil corazón, fue elegido presidente del Perú en
1833 para tomar las difíciles riendas de un país
históricamente dividido como era el caso del nuestro. Sufrió
dos golpes de estado, el primero por Agustín Gamarra y
Pedro Bermúdez, este último autoproclamado Jefe Supremo
del Perú el 3 de enero de 1834, entablando una guerra civil
que finalizó con el Abrazo de Maquinhuayo el 24 de abril del
mismo año; y el segundo, gestado por su brazo derecho,
Felipe Santiago Salaverry, Prócer de la Independencia, el 25
de febrero de 1835, proclamándose Jefe Supremo de la
República del Perú.
A pesar de que Salaverry había proclamado su jefatura
suprema en Lima, solo tuvo aceptación en el norte de nuestro
país, pues el sur todavía se negaba a reconocer su autoridad
manteniendo a José de Orbegoso como el legítimo
presidente. Este último pidió el apoyo del mandatario de
Bolivia, el reconocido militar Andrés de Santa Cruz, para
33
recuperar la presidencia total del Perú venciendo a
Salaverry.
La guerra entre Santa Cruz y Felipe Salaverry le daría la
victoria al presidente de Bolivia. Salaverry sería capturado y
fusilado en la Plaza de Arequipa el 18 de febrero de 1836,
con tan solo 29 años.
Con la victoria de Santa Cruz y José de Orbegoso, se
celebraron asambleas en Huaura (provincia de Lima),
Sicuani (Cuzco) y Tapacarí (Cochabamba), esta última en la
actual Bolivia. En estas reuniones se dividió al Perú en dos: el
Estado Sur-Peruano y el Estado Nor-Peruano.
Finalmente, el 28 de octubre de 1836, se creó la polémica
Confederación Perú-Boliviana, proclamándose como
Protector de la Confederación a Santa Cruz por un periodo de
10 años renovables. Mientras que el peruano José de
Orbegoso fue proclamado presidente del Estado Nor-
Peruano.
Esta mescolanza de poderes, la invasión militar de Bolivia
al Perú, la débil figura de José de Orbegoso que, por miedo de
perder el poder, pidió auxilio a Santa Cruz y el asesinato de
Salaverry, son una clara muestra de la inmadurez política de
nuestro país en aquellos años.
La Confederación Perú-Boliviana prometía un futuro
próspero para las aspiraciones económicas del Perú, pero
esto también implicaba un alto riesgo a los países vecinos de
América del Sur.
Los principales países que se mostraron en contra de esta
unión Perú-Bolivia, fueron Chile y Argentina. Algunos
peruanos que habían sido desterrados de la Confederación
por ser opositores a ella, como Agustín Gamarra y Ramón
Castilla, huyeron a Chile para pedir ayuda militar con que
derrotar a Santa Cruz y a Orbegoso.
El gobierno chileno era quien más temor demostró ante
esta unión de sus vecinos, pues al ser un país pequeño,
34
magro y con poquísimos recursos que explotar, corrían el
riesgo de ser absorbidos por Argentina o por la misma
Confederación. Por ello no dudaron un solo instante en
ayudar a los exiliados peruanos que les rogaron auxilio.
El político y comerciante chileno, Diego Portales, en una
carta enviada el 10 de setiembre de 1836 al militar chileno
Blanco Encalada, muestra su preocupación innegable por la
reciente creación de la Confederación Perú-Boliviana. En esta
epístola Portales explica, desde su visto de vista, que la unión
de Perú y Bolivia era una clara amenaza para Chile y que no
disolver esa unión, sería un suicidio, juntos estos dos estados,
serán siempre más que Chile. Incluso expresa los peligros
raciales a los que se expondría su país si se permitía que esta
Confederación prosperara. También se atreve a asegurar que
las riquezas conjuntas de Perú y Bolivia deben de favorecer a
Chile y que este último está obligado a sostener un liderazgo
en el Pacífico.
Diego Portales no era un “X” dentro del gobierno, ocupó los
ministerios de Interior, de Guerra, de Relaciones Exteriores y
de Marina. Aunque no alcanzó la presidencia, fue dueño de
un inmenso poder que incluso lo inspiraba a crear una
filosofía política contra países vecinos.
Vale decir que Bernardo O´Higgins, Libertador de Chile que
radicaba en el Perú para aquellos años, estuvo en contra de
esta política adoptada por su país y liderada por Diego
Portales, incluso le escribió una carta a San Martín, donde le
aseguraba que Santa Cruz quería integrar al Perú con Bolivia
con las mejores intenciones políticas y comerciales.

Por eso la ayuda militar solicitada por Agustín Gamarra,


Ramón Castilla y otros exiliados, fue muy bien recibida por el
gobierno del sur. Es muy vergonzoso para quien escribe
reconocer que estos importantes personajes de la política
peruana rogaran por ayuda militar a Chile.
35
El 28 de diciembre de 1836, Chile le declaró la guerra a la
Confederación Perú-Boliviana y envió una primera
expedición encabezada por Blanco Encalada con el nombre
de Ejército Restaurador Perú-Chile, que fue vencida por el
ejército de Santa Cruz siendo obligada a firmar el Tratado de
Paucarpata, en Arequipa, el 17 de noviembre de 1837.
Argentina, por su lado, nos había declarado la guerra el 19
de mayo de 1837, empezando los enfrentamientos en agosto
del mismo año.
Aunque Chile firmó un acuerdo de paz, reconociendo su
derrota frente a la Confederación, no respetó el Tratado de
Paucarpata y envió una segunda expedición, esta vez
lideraba el Ejército Unido Restaurador, el entonces general
chileno Manuel Bulnes. En sus filas se encontraban Ramón
Castilla y Agustín Gamarra.
Esta última intervención militar por parte de Chile obtuvo
la victoria en la Batalla de Yungay, el 20 de enero de 1939.
Santa Cruz fue exiliado a Guayaquil, Ecuador -adonde
también huyó Orbegoso-, y Agustín Gamarra fue nombrado
presidente provisional del Perú.
El ejército chileno se quedó en el Perú hasta octubre de
1839, para “evitar un nuevo levantamiento” por parte de los
simpatizantes de Santa Cruz. Este mismo ejército recibió el
pago por su intervención y fue ampliamente condecorado
por nuestro gobierno.
Era la primera vez que Chile nos vencía con la ayuda de
peruanos.

Existen sentimientos encontrados cuando se recuerda la


Confederación Perú-Boliviana. Por una parte, se rescata la
importancia que significaba la unión de estos países tan
ricos; pero por otra, se discute la invasión de tropas
bolivianas encabezadas por Santa Cruz al Perú. Lo que no
36
justifica el pedido de ayuda que nuestros políticos y militares
solicitaron a Chile para destruir esta unión. Una cobardía que
se va a repetir durante la Guerra del Pacífico y que hace
dudar del patriotismo de quienes juran estar en favor de
nuestro pueblo.
Terminada la Guerra de la Confederación e instalado como
nuevo presidente del Perú, Agustín Gamarra, nuestro país
tuvo serios problemas limítrofes con Bolivia en 1841.
Gamarra fue asesinado durante la Batalla de Ingavi y el
ejército boliviano invadió Moquegua, Puno y Tarapacá. En
1842 firmamos el Tratado de Puno.
Como vemos, históricamente no hemos mantenido una
relación amical con Chile, pero tampoco con Bolivia. Las
veces que nos hemos aliado han sido por intereses
económicos, comerciales, militares, independentistas, pero
jamás por voluntades nacidas de la hermandad.
Para 1866, Perú, Bolivia y Chile volverán a encontrase, esta
vez en una alianza continental que también contará con la
participación de Ecuador. El enemigo en común volvía a ser
España, quien había invadido las islas de Chincha y se estaba
adueñando del recurso más importante del Perú: el guano.
Los países con salida al Pacífico unieron fuerzas y lograron
vencer a España en los combates de Abtao, Huito y Callao,
este último el 2 de mayo de 1866.
Para mediados de la década de 1860, Perú era el país más
poderoso del Pacífico Sur. Su imponente Escuadra, reforzada
por la Independencia, el Huáscar, la Oroya, entre otros,
preocupó al gobierno de Chile poniéndolos en desventaja en
un posible conflicto armado. Por ello no se atrevieron a
iniciar ninguna escaramuza con el Perú. Lamentablemente,
este liderazgo duró muy poco tiempo, la crisis económica
provocada por absurdos empréstitos y la corrupción del
gobierno de José Balta y Montero, nos condujo a profundos
problemas financieros, Chile aprovechó el mal momento para
37
encargar la construcción de dos acorazados en 1872, el
mismo año en que el presidente Manuel Pardo nos declaró
en bancarrota.

38
ECONOMÍA DE CHILE, BOLIVIA Y PERÚ ANTES DE LA
GUERRA DEL SALITRE Y SU SITUACIÓN POLÍTICA
En una guerra es muy importante la economía pues de ella
dependerá para que los países en conflicto puedan adquirir
armas con qué equipar a sus ejércitos y a sus escuadras. Sin
dinero, existe muy pocas posibilidades de obtener la victoria
y, si se tiene un aliado -como fue el caso de Bolivia, su aliado
fue el Perú-, se debe de procurar que este se encuentre en las
mejores condicionas bélicas, incluso mejores que uno.
Esto no sucedió por parte de los aliados, ambos países
vivían una crisis enorme antes, durante y será peor después
de la guerra. Por el lado de Chile, aunque no era un país rico,
gozaba de una economía más sólida que la de Perú y Bolivia y
la inversión inglesa se hacía cada vez más imponente; pero,
sobre todo, había madurado políticamente, un hecho que
hasta el día de hoy no hemos logrado superar.

Economía chilena
Este país había basado su economía principalmente en el
cobre, la plata, el maíz y la lana. No era un país rico, pero
tenía un puerto importante que competía con el puerto del
Callao: Valparaíso. Desde este puerto enviaba trigo a Estados
Unidos y Australia. Además, abastecía desde este punto las
regiones de Tarapacá y Antofagasta, en ambas tenía capitales
invertidos en salitreras importantes, asociados casi siempre
con empresarios ingleses.
En la región Antofagasta, territorio boliviano, pero que
Chile se lo había adjudicado desde 18426, había creado una
imponente empresa salitrera: Compañía de Salitres y
Ferrocarriles Antofagasta (CSFA), cuyos dueños eran
6.- En 1842, el presidente chileno Manuel Bulnes, ordenó una expedición pasando el norte de su territorio,
hasta el sur de Mejillones. El norte de Chile solo llegaba hasta el paralelo 24, desde donde continuaba el
territorio boliviano. Sin embargo, al terminar la expedición, el presidente recibió gratas noticias, pues se
descubrieron yacimientos de salitre y grandes cantidades de guano en el paralelo 23. A pesar de que este
territorio no le pertenecía y aprovechando que estaba despoblado, decidió adjuntárselo a su país por medio
del Congreso. Se creó entonces la Provincia –“chilena”- de Atacama. Así inició Chile el robo de territorio
a su vecino Bolivia.
7.- Agustín Edawards Ossadrón fue un empresario chileno que en 1875 adquirió el edificio del diario El
39
Mercurio. Hoy este diario es el más importante de Chile.
8.- Tratado de 1866, Bolivia -Chile, donde se detalla las condiciones sobre la explotación del guano y
salitre que existía desde el paralelo 23 hasta el 25. Las ganancias serían repartidas en partes iguales para
principalmente el chileno Agustín Edwards Ossadrón con el
42%7 y la empresa británica Casa Gibbs con el 29%. La CSFA era
una empresa totalmente privada. Aunque se encontraba en
territorio boliviano, existía un acuerdo que les permitía explotar
el mineral en la zona repartiendo las ganancias con el gobierno
aimara8.
Chile también tenía salitre en el norte de su territorio, en
Taltal, pero las cantidades eran ínfimas comparadas a las que
poseía Bolivia en su costa y principalmente Perú en Tarapacá. La
competencia era muy difícil para los empresarios mapuches e
ingleses, por eso necesitaban de acuerdos que los exoneraran de
nuevos impuestos para la explotación del nitrato.
Por el lado político, desde 1831 hasta pasada la guerra, Chile
eligió a sus presidentes democráticamente, a través de las urnas:
Prieto (1831-1841), Bulnes (1841-1851), Montt (1851-1861),
Pérez (1861-1871) y Errázuriz y Pinto hasta 1879. En cuarenta
años tuvieron solo cuatro mandatarios que siguieron una
política en común a largo plazo, buscando afianzar la economía
de su país y por más diferencias ideológicas que los pudieran
haber dividido, el progreso por su nación los unió. No hubo
golpes de estado en este periodo. El gobierno chileno se propuso
una carrera armamentista, esencialmente naval. Tanto así que,
para la Guerra del Salitre, tendrá una flota incluso más poderosa
que la de Estados Unidos. Una vez estallado el conflicto, Chile,
adueñado del salitre de Bolivia, podrá hacer uso de los recursos
salitreros de esta rica zona para comprar armas y será más
accesible incluso cuando se adueñen de Tarapacá.

Economía boliviana
El principal problema que sufrió Bolivia desde su
Independencia fue la incomunicación. Si bien es cierto que
poseía una salía al mar de más de 400 kilómetros, que no era
reconocida por Chile, poblar esta zona le resultaba muy
7.- Agustín Edawards Ossadrón fue un empresario chileno que en 1875 adquirió el edificio del diario El
Mercurio. Hoy este diario es el más importante de Chile.
8.- Tratado de 1866, Bolivia -Chile, donde se detalla las condiciones sobre la explotación del guano y
salitre que existía desde el paralelo 23 hasta el 25. Las ganancias serían repartidas en partes iguales para
cada país.
40
difícil por la necesidad de cruzar la Cordillera de los Andes.
Se le hacía mucho más sencillo utilizar territorio peruano
para su comercio con el mar, la región de Tacna y
principalmente la de Arica, lo que era aprovechado por el
Perú para cobrarle aranceles exorbitantes.
La Paz carecía de telégrafo, por lo que se tenía que enviar
las noticias a pie de un punto hacia otro. Para viajar de su
capital hacia Cobija, puerto que en su mejor época llegó a
más de mil habitantes, se tenía que andar 15 días, y de aquí
hasta Arica, 5 o 6 días más. Sumado a esto, Bolivia estaba
viviendo un verdadero apocalipsis: sequías, hambrunas,
muertes y enfermedades -fiebre amarilla de 1869- azotaban
constantemente a este pobre país, además de los terremotos
del 68 y el 77 en Cobija, este último acompañado de
maremoto9. Como suele pasar, los más pobres sufrieron las
consecuencias de la naturaleza, principalmente los
pescadores de la zona. Esto obligó al gobierno a elevar los
impuestos de muchos productos, en especial el de los licores.
Pero Bolivia también exportaba plata, estaño y salitre; sin
embargo, este último no contribuía en lo absoluto a la
economía del país pues la empresa que lo explotaba en
Antofagasta, Caracoles y Mejillones, como ya hemos dicho
antes, era chilena-inglesa, y aunque hasta 1874 se repartían
las ganancias, el nuevo Tratado del 74 los exoneraba de
impuestos. Además, los socios y el mismo presidente de la
compañía, se escudaban aduciendo haber invertido mucho
dinero en la creación de un ferrocarril, caminos, estaciones
de embarque, viviendas para los obreros, etc. Aseguraban
que un pago adicional haría inviable el negocio del salitre.
Momentos antes de estallar la guerra, Bolivia registraba un
egreso de 2.741.040 pesos y un ingreso de 1.870.386 pesos;
es decir: un faltante de 870.654 pesos. El último ministro de
9.- Este terremoto y maremoto tuvo como epicentro el puerto de Iquique, actual puerto de Chile, por
aquellos años bajo la República Peruana. Tuvo una intensidad de 8,5 grados en la escala de Richter y
aunque se afectó desde Pisco hasta Antofagasta, fue el puerto de Cobija el más afectado.

41
Hacienda del presidente Hilarión Daza, Doria Medino,
aseguró que el 14 de febrero, cuando Chile desembarcó en
Antofagasta para iniciar la guerra, solo existía en las arcas
fiscales 20 mil pesos “por cobrar”10.
Pero no solo en la economía sufría Bolivia una
inestabilidad, sino en la misma política. El gobierno de Daza
era inestable. Desde Puno, Casimiro Corral conspiraba contra
su mandato y desde la Paz se descubrieron manejos
subversivos de Belisario Salinas y Federico La Fave. Cuando
Chile le declara la guerra al Perú, toda la costa de Bolivia ya
estaba bajo el mando mapuche.

Economía peruana
Habiendo sido la cuna del Virreinato Español, ya desde el
año 1872, nuestro primer presidente civil, Manuel Pardo11,
nos va a declarar en bancarrota. Nuestra economía había
descansado casi treinta años en la explotación del guano
(1840 - 1870). En vez de crecer gracias a esta veleidad de las
aves que reposaban en la costa de nuestro territorio y que
nos bendecían con su excremento, los gobernantes nos
terminaron endeudando de tal manera que hasta los días de
hoy seguimos pagando las consecuencias.

El guano estaba muy mal administrado. No lo vendía el


Estado, sino que eran empresarios privados, llamados
“consignatarios”, quienes lo explotaban y exportaban. Ellos
cobraban una comisión por este trabajo que excedía el 35%,
el dinero restante iba para las arcas del gobierno. Sin
embargo, retrasaban el pago del producto de la venta,
quedándose con el dinero que ya no les pertenecía. Para ellos
era un negocio rentable, mientras que el Perú se hundía en
10.- Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, Tomo 8, colección publicada por el diario El
Comercio.
11.- Manuel Pardo y Lavalle fue un político limeño que alcanzó la alcaldía de Lima y luego la presidencia
del Perú, siendo el primer mandatario civil en nuestra historia. Lamentablemente su gobierno ha sido
cuestionado por dos decisiones que nos condujeron a la Guerra del Salitre; la primera fue la firma del
Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia firmado en 1873 y la segunda, la Estatización del Salitre de
Tarapacá en 1875. 42
una miseria grosera12.
Pero en realidad la mala administración y el
endeudamiento llegaron con nuestra Independencia.
Pagamos millones de pesos a Chile -nos apoyó con 4 mil
soldados en nuestra Emancipación-, a la Gran Colombia por
la fase final de Independencia -Batalla de Ayacucho y Junín-,
al mismo Bolívar le obsequió nuestro Congreso un millón de
pesos. Solo Argentina se compadeció de nosotros ignorando
el pago de la deuda. En realidad, fueron muy pocos soldados
argentinos quienes vinieron con San Martín,
aproximadamente 600 mulatos.

Años más tarde nos endeudaremos con empresarios


ingleses. Como nuestros gobernantes administraban
pésimamente nuestra economía, para pagar las deudas se
prestaban de otros, o vendían la deuda. Se prestó dinero para
construir ferrocarriles (Contrato Dreyfus de 1869), para la
guerra con España de 1866, para las guerras civiles, para las
luchas caudillistas, etc. El Perú era relativamente una nación
joven, tenía muy pocos años de ser independiente y tal como
un muchacho de 18 años que ya tiene acceso a crédito, se
endeudó con todo lo que su línea crediticia se lo permitió,
pues era inmaduro, no sabía de tasas de intereses ni le
importa saber. Nuestro país actuó exactamente igual. Para
pagar las deudas atrasadas, muchas veces el Estado recurría
a los “consignatarios” quienes fungían de usureros
ejemplares.
12.- El Estado Peruano inició a percibir ganancias por el guano a inicios de la década de 1840. El primer
empresario nacional en alquilar los depósitos guaneros fue Francisco Quirós. El gobierno carecía de
empleados públicos que administraran nuestro fertilizante, por eso prefería alquilárselo a empresarios
nacionales y extranjeros. Más adelante ingresaría en el negocio la compañía inglesa Anthony Gibbs. El
sistema de venta del guano va a variar, pero la más común será por medio de los “consignatarios”. Estos
eran negociantes que explotaban nuestro recurso, lo embolsaban y luego vendían a los países más
poderosos de la época. Las ganancias que iban para el Estado oscilaban entre el 60 y 70 por ciento del
costo, lo demás, quedaba para el consignatario. Sin embargo, muchas veces el gobierno necesitaba dinero
rápido y no podía esperar hasta que los países pagaran, por lo que pedían préstamos a los mismos
consignatarios, quienes le prestaban al Estado con altas tasas de intereses. De 1840 a 1880, Perú se
convirtió en el mayor exportador de guano del mundo, alcanzando los 11 millones de toneladas. Sin
embargo, este auge no llegó a fortalecernos realmente.
43
El presidente José Balta13, por medio de su ministro Nicolás
de Piérola14, firmará en 1869 el famoso Contrato Dreyfus15,
cediéndole a la empresa judío-francesa 2 millones de
toneladas de guano. Ellos se comprometieron en pagar la
deuda que teníamos hasta entonces, además de abonarnos
una serie de pagos adelantados. Aunque el panorama parecía
atractivo, terminamos repitiendo los errores del pasado:
salir de una deuda para entrar a otra.
En marzo de 1870 nos endeudaríamos con un poco más de
59 millones de soles para la construcción de ferrocarriles. En
julio de 1871, otros 75 millones para irrigación de la costa y
más ferrocarriles16.
Nadie niega que los ferrocarriles fuesen necesarios, pero se
contaba con las ganancias que generaran para pagar las
deudas que se hacía el Estado para su construcción. Nunca se
alcanzó este objetivo, por consecuencia el Perú siguió
endeudándose cada vez más.
Sumado a esto, la corrupción que envolvió la construcción
de los ferrocarriles fue insultante. Según el médico de
Meiggs, Ernst Middendorf, quien escribió un libro titulado
Perú, el ingeniero norteamericano había apuntado en una
agenda todos los sobornos que pagó para poder ganar las
licitaciones ferroviarias. Muy parecido a lo de Odebrecht el
13.- Asumió la presidencia del Perú el 2 de agosto de 1868. Durante su gobierno se firmó el polémico
Contrato Dreyfus. Fue asesinado el 26 de julio de 1872 tras el golpe de estado de los hermanos Gutiérrez.
14.- Político arequipeño que llegó a la presidencia del Perú en dos oportunidades. En el Tomo III de esta
colección nos dedicaremos más de su biografía, que para algunos puede llegar a ser maravillosa, mientras
que para otros -me incluyo en este grupo-, nefasta para nuestro país.
15.- Este contrato se firmó en París el 5 de julio de 1869, pero el Congreso del Perú lo puso en marcha el
11 de noviembre de 1870. No era otra cosa que un método distinto para percibir ganancias del guano. Por
la usura y el retraso en los pagos de los consignatarios, el gobierno decidió, instado por su Ministro de
Hacienda, Nicolás de Piérola, entregarle el monopolio del fertilizante a la empresa judío-francesa Dreyfus,
cuyo principal dueño era Auguste Dreyfus. Aunque tuvo muchos críticos, también tuvo muchos
defensores. Gracias a este contrato se pudo conseguir empréstitos que lamentablemente nos llevaron a la
bancarrota.
16.- Por medio de estos empréstitos se logró construir más de ocho ferrocarriles y se culminó algunos que
se habían estancado por falta de presupuesto. El encargado de su construcción fue el ingeniero
norteamericano Enrique Meiggs. El más imponente fue el Ferrocarril Central, que unía a Lima con la
Oroya. Otros unieron a Juliaca con Cuzco, a Arequipa con Puno y a Mollendo con Arequipa. El profesor
Alfonso Quiroz, en su obra cumbre Historia de la corrupción en el Perú, califica al gobierno de Balta
como uno de los más corruptos del siglo XIX.

44
día de hoy. La corrupción no es exclusiva de esta época.
Según el profesor Alfonso Quiroz, en su extraordinario libro
Historia de la corrupción del Perú, asegura que esta
corrupción condujo al Perú a la bancarrota siendo tachado
por la prensa británica como “país delincuente” y azuzó la
intervención de Chile para cobrarse la deuda con capitales
británicos.
En 1872, el presidente Manuel Pardo, en su discurso y
después de la Rebelión de los hermanos Gutiérrez17, declaró
la economía del Perú en bancarrota. Habíamos llegado a un
punto insostenible. El precio del guano había descendido y
los países a quienes les vendíamos este fertilizante ahora
preferían el salitre. El Gobierno puso sus ojos en Tarapacá,
región al sur de nuestro país donde se encontraban los más
grandes yacimientos de salitre del mundo, tres veces más
ricos que los que Chile explotaba en Antofagasta, Bolivia.
Desde entonces el Perú se preocupó por dominar el precio
del salitre, compitiendo directamente con empresarios
chilenos y evitando la política expansionista de Chile. Cuando
este país nos declara oficialmente la guerra, nuestro
gobierno no contaba con fondos suficientes para la compra
de armamento. Estábamos atrasados en nuestros pagos y
nadie se atrevía a prestarle dinero a un país moroso como el
nuestro.
La población, invadida por el entusiasmo y el patriotismo,
se prestó a colaborar con lo que tenía a su alcance. Muchas
mujeres en Lima se cortaron las trenzas y las vendieron a
quien más dinero le daba por ellas en señal de amor por su
patria. Las señoras de la alta sociedad realizaron tómbolas.
Se ofrendó todo lo que viniera del mayor valor simbólico,
pero muchas veces resultaban ser solo objetos de poco valor
17.- La Rebelión de los hermanos Gutiérrez fue un absurdo golpe de estado de cuatro hermanos, todos con
el grado de coronel del ejército. Este se inició el 22 de julio de 1872 y concluyó el 26 del mismo mes, con
el ajusticiamiento del pueblo quien colgó a dos de los coroneles en la misma Catedral de Lima y luego los
quemó junto a un tercero. Solo se salvó Marcelino. El motivo del golpe fue el temor de que al haber sido
elegido presidente por primera vez un civil, Manuel Pardo, los militares perdieran todos sus privilegios

45
material. Esto mostraba el compromiso con la guerra por
parte de los peruanos de aquellos años. Los empleados
públicos donaron parte de su sueldo y los pensionistas
ofrecieron hasta el 20% de sus pensiones. Incluso los
monasterios y conventos alcanzaron al Estado el 25% de sus
rentas. (Fuente: Jorge Basadre, Historia de la República del
Perú, Tomo 8, página 257, Diario El Comercio).

46
PROBLEMAS LIMÍTROFES ENTRE CHILE Y BOLIVIA
DESDE SU INDEPENDENCIA
La situación limítrofe entre estos dos países nunca fue
clara. Para el historiador chileno Sergio Villalobos -un
antiperuano-boliviano consumado y confeso-, Bolivia nunca
tuvo salida al mar ni antes ni después de su Independencia.
Sin embargo, vale recordar a quien lee estas líneas que
Bolivia nace de un territorio cuyo nombre fue inicialmente
La Real Audiencia de Charcas. La Corona Española, por orden
del rey Felipe II ordenó la creación de la misma en 1559. Sus
límites fueron cambiando con el correr del tiempo perdiendo
en el camino importantes territorios tales como Paraguay,
Río de la Plata y Tucumán. Estas pasarían a formar parte de
una nueva audiencia, la Real Audiencia de Buenos Aires,
quien terminaría absorbiendo el actual territorio de Bolivia
en 1776. Recién décadas antes de su Independencia sería
conocida como “Alto Perú”; no obstante, los españoles
siempre la llamaron “Provincia de Charcas”.
Si vemos los mapas del Virreinato constataremos que en su
gran mayoría la actual Bolivia tuvo salida al mar desde su
creación en 1559, un aproximado de 400 kilómetros de
costa. Cuando los países de América alcanzan su
emancipación, decidieron ampararse en el "uti possidetis
juris", traducible del latín en algo así como "poseerás lo que te
corresponde" hasta 1810.
En el caso de Chile - que fue llamado Reino de Chile y luego
Capitanía General de Chile- el caso también fue dudoso,
aunque existen algunos datos que acotar. El conquistador de
este territorio, Pedro de Valdivia, obtuvo en 1548 por parte
del presidente de la Real Audiencia de Lima, Pedro de la
Gasca, los límites de este angosto y complejo territorio: "Por
gobernación y conquista desde Copiapó, que está en 27 grados
de altura de la línea equinoccial a la parte del sur, hasta 41 de
la dicha parte, procediente norte sur derecho por meridiano, e
47
de ancho entrando en la mar a la tierra hueste leste cien
leguas". Es decir, solo desde el paralelo 27 hasta el 41 al sur
comprendía el territorio del actual Chile.
Con los años la Capitanía General de Chile también perdió
algunos territorios y ganó otros, pero su límite al norte se
mantuvo inamovible. En 1803 Carlos IV, por Orden Real,
transfirió el puerto Paposo a la jurisdicción del Perú. Sin
embargo, historiadores chilenos -¡quiénes más iban a ser!-
aseguran que esta orden jamás fue acatada. Pero como es
apropiado basarse en documentos y no en meras
especulaciones, explicamos que en 1816 el Virrey del Perú,
José Fernando de Abascal, entregó a su sucesor, Joaquín de la
Pezuela, sus memorias donde asegura lo siguiente: El
Virreynato del Perú después de las últimas desmembraciones y
nuevas agregaciones que se le han hecho tiene por límites al
norte la provincia de Guayaquil; el desierto de Atacama al sur,
comprendiendo en todo su territorio desde los 32 minutos al
norte de la equinoccial hasta los 25° 10’ de latitud meridional
12.
Como vemos, en uno de los últimos documentos de la
Corona para poder aplicarse el uti possidetis por parte de
Bolivia y Chile, aquel territorio, esta vez desde el paralelo 25
hacia el norte, le pertenecía al Perú, ni siquiera a Bolivia. Sin
embargo, por un mínimo de criterio, respeto y solidaridad,
nuestra nación no discutió el derecho de Bolivia a una salida
soberana al mar. Ya Simón Bolívar y Antonio José de Sucre
terminarían anexando todo este territorio que comprende el
desierto de Atacama, a Bolivia una vez lograda su
Independencia en 1825. Por lo que queda clarísimo que el
paralelo 23 en adelante NUNCA LE PERTENECIÓ a Chile. Ni
en el Virreinato ni después. Cuando Chile alcanza su
Independencia y crea su primera Constitución, en ella se
aclara que solo integran su territorio tres provincias:
Coquimbo, Concepción y Santiago. Hacia el sur solo habían
48
llegado hasta el río Biobío manteniendo constantes luchas
con los mapuches.
En 1822 Chile fijó su frontera norte hasta el "despoblado
de Atacama", sin dar explicaciones claras de esos límites.
Bolivia hizo lo mismo en 1825. Ambos países creían tener los
mismos derechos sobre el mismo territorio. Años más tarde,
los dos países van a intentar poblar la costa en disputa. Para
Bolivia va a ser más complicado por tener que cruzar la
Cordillera de los Andes, mientras que para Chile será más
sencillo ganando así importante soberanía en el lugar.
En la década de 1840, el presidente chileno Manuel Bulnes
ordenará una expedición a la zona en disputa, llegando hasta
el sur de Mejillones, pasando el puerto de Antofagasta. El
resultado le será grato, encontrará guano y salitre y sus
deseos por ganar la zona serán aún más fuertes. Por ello, el
mismo presidente Bulnes expondrá en el Congreso de su país
la importancia de reclamar y adueñarse del paralelo 23. Por
tal motivo, el 31 de octubre de 1842, el gobierno chileno
creará la provincia de Atacama, sin tomar la participación de
Bolivia en tan importante acto, acreditándose ilegítimamente
dicho territorio.
El reclamo del país altiplano fue muy débil, bastante
contradictorio, con poco fundamento, aunque contaba con
recursos históricos para recuperar la zona en arrebatada,
poco se atrevió a arriesgar por alcanzar este objetivo durante
más de dos décadas.
Las discusiones duraron varios años e incluso el gobierno
de Bolivia, a inicios de 1860, evaluó la posibilidad de una
declaratoria de guerra a su vecino. Sin embargo, en 1866,
Perú, Ecuador, Bolivia y Chile tuvieron que unir fuerzas para
enfrentar a España, quien había regresado con la intención
de reconquistarnos. Dejaron momentáneamente sus notorias
diferencias para alcanzar un mismo objetivo: la victoria. Y la
obtuvieron. Una vez vuelta la calma, ambos gobiernos
49
retomaron las negociaciones diplomáticas bajo el espíritu de
hermandad que los había unido un enemigo en común.
Es así que el 10 de agosto de 1866 firman un primer
acuerdo limítrofe. En resumen, lo acordado fue lo siguiente:
desde el paralelo 23 al 25 sería de beneficios mutuos. Es
decir, las ganancias del salitre de esta zona serían divididas
en partes idénticas para ambos países. 50% para cada cual.
No obstante, la empresa que operaba en esta zona era
chilena-inglesa, no existían capitales bolivianos invertidos.
Bolivia arriesgó demasiado permitiendo que su litoral sea
invadido por capitales extranjeros. Dentro de este acuerdo
no ingresaba Cobija ni Tocopilla, solo Antofagasta y
Mejillones.
Sin embargo, este territorio por el cual se peleaban ambos
gobiernos, tuvo nulo interés por Bolivia antes que se
descubriera salitre en su suelo, tal vez por ser un desierto
infernal, donde se encontraban esqueletos de animales que
habían intentado cruzar en vano esta árida zona. Había sido
Chile quien, por medio de expediciones, había descubierto el
salitre y el guano, además de otros minerales. Siempre
fueron empresarios mapuches -y algunos ingleses- los que
invirtieron capitales para construir puertos, zonas de
embarcación, casas para los obreros, ferrocarriles y el gran
emporio comercial que terminaría siendo la Compañía de
Salitres y Ferrocarriles Antofagasta. Antes de ellos, este lugar
solo había sido un baldío parte del Collasuyo, del imponente
Imperio de los Incas.

50
DOMINIOS
DE PORTUGAL

Salida al mar de
Bolivia, AUDIENCIA
400 kilómetros de costa DE CHARCAS
(BOLIVIA)

VIRREINATO DEL
RÍO DE LA PLATA

En este mapa se muestran los territorios bajo el dominio de la corona española y


portuguesa. Como notamos claramente, la Audiencia de Charcas (actual
territorio de Bolivia) estuvo bajo el dominio del Virreinato del Río de la Plata
(actual Argentina) y sí tuvo salida al mar, una salida soberana y legítima de más
de 400 kilómetros de costa. Sin embargo, son pocos los historiadores chilenos que
aceptan esta verdad asegurando que los límites al norte de Chile, llegaban hasta
el Perú. 51
Mapa de 1879.
El límite hacia
el Norte de
Chile llegaba
hasta el
paralelo 24 y no
25 como estaba
exigiendo
Bolivia. Este
mapa expresa el
reclamo del
país aimara.
Sin embargo, la
posición de
Chile también
era exagerada,
pues aseguraba
que su límite
hacia el Norte
era el paralelo
23 donde se
encontraban
riquezas
guaneras y
salitreras.
Ambos países
no se pusieron
de acuerdo ni
aun firmados
los dos tratados
BOLIVIA de límites de
1866 y 1874.
Perú, temiendo
que Chile le
quitara toda la
salida al mar a
Bolivia y en el
futuro
reclamase
Tarapacá, se
aliará con
Bolivia el 6 de
febrero de 1873
con lo que
ingresará a un
conflicto ajeno.
52
Imponente Compañía de Salitres y
Ferrocarriles Antofagasta. Esta
empresa explotadora de nitrato,
estaba bajo capitales chilenos e
ingleses y se valía de Tratados
entre Bolivia y Chile para
beneficiar sus arcas.
El 1ero. de febrero de 1879, el
presidente boliviano Hilarión Daza
embargó la compañía porque esta
se negó a pagar un nuevo impuesto
de 10 centavos por quintal de
salitre.

El salitre es un fertilizante que


reemplazó al guano durante el
siglo XIX y XX. Los territorios
donde yacía este recurso se
encontraban en todo el desierto
de Atacama, pero en grandes
cantidades en Tarapacá (Perú) y
Antofagasta (Bolivia).
Tras la Guerra del Salitre, Chile
se convirtió en el único
explotador de este recurso en
todo el mundo.
En 1930 se creó el salitre
artificial trayéndose abajo el gran
monopolio de este recurso.

Alfonso Ugarte y Vernal. Héroe


de la Guerra del Pacífico, pero
también empresario salitrero de
gran importancia en Iquique.
Manejó la firma familiar Ugarte,
Zeballos y Compañía. Fundó la
primera estación de bomberos en
su tierra natal y llegó incluso a
ser alcalde en 1876.
Con la declaratoria de guerra por
parte de Chile a Perú el 5 de abril
de 1879 y a puertas de un
matrimonio con su prima, Alfonso
Ugarte decidió invertir toda su
fortuna por la defensa de su
patria. Murió el 7 de junio de
1880, en la Batalla de Arica.

53
Ferrocarril Central del Perú.
Se inició su construcción el 1
de enero de 1870. Para febrero
del 71, con apenas 76
kilómetros de tramo, se
comenzó a utilizar.
A pesar de los altos niveles de
corrupción que envolvieron los
ferrocarriles de José Balta y
Montero y del ingeniero
norteamericano, Enrique
Meiggs, encargado de la
construcción de estas obras, es
innegable la importancia que
significó este avance
ferroviario en nuestro país.

Henry Meiggs Williams, más


conocido como Enrique
Meiggs, fue el ingeniero
norteamericano encargado de
construir los ferrocarriles en el
Perú por los cuales pagó
coimas para obtener la buena
pro -muy parecido a lo
Odebrecht hoy en día-.
Según el historiador peruano,
Alfonso Quiroz, en su obra
Historia de la Corrupción del
Perú, el gobierno de José Balta
que contrató a este ingeniero,
fue uno de los más corruptos
del siglo XIX.

José Balta y Montero,


presidente peruano quien
impulsó la construcción de los
ferrocarriles del Perú con plata
prestada de los Dreyfus.
Nació en Lima. Gobernó el
periodo 1868-1872.
Días antes de entregar el mando
a Manuel Pardo, quien había
ganado las elecciones del 72,
fue capturado y encarcelado por
los hermanos Gutiérrez durante
su vergonzoso golpe de estado.
Fue asesinado en su cela el 26
de julio de 1872.
54
Mariano Ignacio Prado. Nació en
Huánuco el 18 de diciembre de 1825.
Participó heroicamente en el
Combate Dos de Mayo de 1866 y
llegó a la presidencia del Perú en dos
oportunidades.
Durante su segundo gobierno, Chile
le declaró la guerra al Perú.
Aunque al inició se mostró muy
involucrado en el conflicto dirigiendo
la guerra desde Arica, un viaje al
extranjero el 18 de diciembre de
1879, mancharía su biografía para
siempre.
Murió en Paris el 5 de mayo de 1901.
Hilarión Daza Groselle nació en
Sucre, Bolivia, el 14 de enero de
1840. Llegó a la presidencia de su
país por medio de un golpe de estado
en 1876. Su mandato estuvo limitado
por no poder superar los problemas
económicos de Bolivia. Fue el
responsable de crear el “impuesto de
los 10 centavos” a la CSFA,
provocando la guerra. Durante el
conflicto un golpe de estado de la
cúpula militar le quitó el poder. Huyó
a Arequipa y luego a Europa. Fue
asesinado el 27 de febrero de 1894
por sus propios custodios.

Presidente chileno Aníbal Pinto.


Durante su gobierno se declaró la
guerra al Perú.
Nació en Santiago el 15 de marzo de
1825.
Durante las “Correrías del
Huáscar”, lamentó haberse metido a
la guerra, pues las hazañas de
Miguel Grau hacían temblar a todo
el gobierno mapuche.
En 1881, después de elecciones
democráticas, fue reemplazado en el
cargo por Domingo Santa María.
Murió el 9 de junio de 1884.

55
RESUMEN DE LA SITUACIÓN POLÍTICA Y
ECONÓMICA ANTES DE LA GUERRA
Hasta aquí podemos resumir el año en el que nos encontramos:
1872. Todavía faltan siete años para la Guerra del Salitre.
Podemos resumir lo explicado en los siguientes puntos:
1.- Perú y Bolivia eran países quebrados.
2.- Chile, aunque no era un país rico, estaba en mejor condición
económica que quienes serían sus enemigos en la guerra que se
aproximaba, además de contar con el apoyo empresarial de
Inglaterra.
3.- Bolivia no podía ser dueño total de su salitre en su litoral
(paralelo 23) por la pillaresca del gobierno chileno al haberse
apoderado de él por medio de leguleyadas y un Tratado firmado
en 1866.
4.- Perú, en quiebra, necesitaba del salitre de Tarapacá -
entonces en su territorio- para salvar su economía, aunque las
salitreras estén bajo capitales privados.

Ley del Estanco del Salitre


Para 1873, Perú, intentando escapar de la crisis insostenible en
la que se encontraba, creó la Ley del Estanco. Esta medida
consistía en controlar el precio y la comercialización del salitre
que explotaban las empresas privadas de Tarapacá.
El guano había caído en su valor siendo reemplazado por el
salitre. Nuestro país sabía que su única puerta de escape se
encontraba en los yacimientos de nitrato.
Fue el primer paso para su estatización. Los empresarios
salitreros fueron fuertemente afectados pues no podían vender el
nitrato sin previa supervisión del Estado peruano. Tampoco
podían vender sus bonos.
Esta medida fracasó desde su inicio pues el Perú no podía
controlar el precio del salitre en el mercado mientras Chile
explotase el mismo recurso en Antofagasta.
La explotación del guano era más rápida y sencilla. El
excremento de las aves se encontraba en nuestra costa, bastaba
56
empaquetarla para poder exportarla. Sin embargo, el salitre tenía
que ser elaborado para alcanzar su purificación. Para esto se
necesitaba tecnología, inversión y conocimiento sobre el manejo
de este recurso. El Estado peruano no contaba con ninguno de
estos recursos.

Tratado de Alianza Defensiva entre Perú y Bolivia


Perú y Bolivia firmaron en Lima el famoso Tratado de Alianza
Defensiva, el 6 de febrero de 1873. Este histórico acuerdo
obligaba a ambas naciones a defenderse mutuamente de
cualquier intervención foránea que amenazara la soberanía de su
territorio. Un requisito indispensable para la firma de este
Tratado fue su secretismo; aunque nunca se logró ocultar
totalmente. Además, ambas partes estaban obligadas a
consultarle a su aliado sobre cualquier nuevo Tratado que se
pudiera firmar con otro país.
Jorge Basadre, en el Tomo 8 de la colección de su obra
Historia de la República del Perú, pág. 212 (Colección diario El
Comercio), afirma que nuestro país no solo firmó el Tratado de
Alianza Defensiva con Bolivia para defenderse de Chile, sino
también de la misma Bolivia, quien ya había sido seducida por el
gobierno mapuche para aliarse con la traicionera intención de
quitarnos territorio.
Bolivia siempre había codiciado nuestra costa sur,
principalmente Tacna y Arica, pues si vemos el primer mapa de
este libro, nos daremos cuenta que “estéticamente” la salida al
mar de Bolivia debió ser por estos dos territorios. Incluso el ex
presidente boliviano, José Ballivián, había pedido ayuda a
Inglaterra para adueñarse de Arica en la década de 1840 en
medio de los conflictos limítrofes que vivía el Perú con Bolivia.
El político y escritor chileno, Luis Orrego Luco, en su obra Los
problemas internacionales de Chile, publicada en 1901, revela
algunas ofertas chilenas durante el gobierno de Quevedo (Chile)
y Melgarejo (Bolivia), en la que se ofrecía un arreglo de límites
entre estos dos países siempre que se ayudaran para la
57
organización de un congreso internacional en el que se acuerde
entregar Tacna y Arica a Bolivia.
Perú conocía muy bien todas estas maniobras bolivianas, que
sumada a ellas estaba la posibilidad de que si Chile se apropiaba
de todo el litoral de Bolivia. Si esto ocurría, el país altiplano se
vería forzado a reclamar una salida al mar por nuestro sur,
creando un conflicto que el Perú quería evitar.
Era mejor tener a Bolivia de nuestro lado, amarrarlo a nosotros,
que no pueda dar un paso sin antes consultárnoslo. Por eso se
firmó el Tratado de 1873. Con él no solo frenábamos la carrera
expansionista de Chile, sino también, evitábamos un conflicto
futuro con nuestro ahora aliado.
Sin embargo, esto es por el lado de defensa nacional, pero
también existe el lado comercial que la historia peruana se
rehúsa a aceptar. Aquella donde nuestra quebrada economía
necesitaba no solo de un aliado bélico, sino de uno empresarial.
Los yacimientos salitreros que Chile explotaba en Antofagasta y
Mejillones, que como ya hemos explicado antes, eran bolivianos
pero hurtados por el gobierno mapuche, nos podrían salvar de la
bancarrota.
Basadre asegura que no existía vínculo entre el Tratado de
Alianza de 1873 y el monopolio salitrero que intentó implantar
nuestro país. Mientras que las fuentes chilenas opinan lo
contrario. Quien redacta estas líneas es tan peruano como
cualquier otro, pero encontrar los verdaderos motivos de la firma
de este Tratado, es más que importante, pues es principalmente
este acuerdo con Bolivia lo que nos arrastra a la guerra que tanto
dinero, crisis, territorio y, sobre todo, vidas irrecuperables nos
costó y ha de marcarnos para siempre. Conociendo las
circunstancias que envolvieron a este Tratado, se puede deducir
los siguientes motivos que condujeron al Perú a proponerlo y
luego firmarlo:
1.- El temor por la política expansionista de Chile, que ya
habiéndose acreditado el paralelo 23 al Norte de su territorio, se
estaba acercando demasiado a nuestra rica región salitrera de
58
Tarapacá. Para repeler esta posibilidad, era mejor tener a un país
como aliado.
2.- Protegernos de una alianza boliviana-chilena, que como ya
hemos explicado, se estaba cocinando a espaldas de nuestro país.
3.- Las intenciones de explotar los yacimientos salitreros de
Bolivia, en esos momentos bajo capitales chilenos-ingleses-,
para escapar de la crisis que nos asfixiaba y manejar el precio del
nitrato en el mundo como su único exportador.
Para fortalecer este tercer motivo, aquí les adjunto la carta que
el Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno del presidente
Manuel Pardo, José de la Riva Agüero, le escribió a su
representante en Bolivia, La Torre:
Así pues, lo que a esta (Bolivia) conviene es no perder tiempo
en dilaciones inútiles que a nada conducirán sino a permitir que
Chile se arme suficientemente. Si el gobierno de Bolivia
comprende sus intereses, si no quiere perder parte o todo su
litoral, debe decir de una vez su última palabra respecto del
tratado de 1866 i de la Convención Corral-Lindsay: debe
romper definitivamente esos pactos ... pero procurando siempre
que el rompimiento de relaciones no lo haga Bolivia sino que
sea Chile quien se vea precisado a llevarlo a cabo.
Rotas las relaciones i declarado el estado de guerra Chile no
podria sacar ya a sus blindados i, sin fuerzas bastantes para
atacar con ventaja, se veria en la precision de aceptar la
mediación del Perú, la que en caso necesario se convertiría en
mediación armada si las fuerzas de aquella República
pretendiesen ocupar Mejillones i Caracoles.
A las anteriores consideraciones puede US. agregar otras que
no dudo acabarán de decidir a1 Gobierno de Bolivia a adoptar
la linea de conducta indicada. Me refiero a la casi seguridad
que tenemos de la adhesión a la alianza por parte de la
República Arjentina.
Carta del 6 de agosto de 1873 al Embajador peruano en
Bolivia, Aníbal Víctor de la Torre.

59
Si bien es cierto que en esta misiva no se habla del salitre
literalmente, se revela el interés del Perú por eliminar a Chile del
comercio salitrero en el paralelo 23.
El autor de esta carta no solo era un miembro de nuestro
gobierno, sino que también había sido el representante del Perú
en la firma del Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia. No era
cualquier político improvisado o azuzador.
En ella se revelan muchos puntos interesantes: en primer lugar,
está la insistencia del gobierno peruano para que nuestro aliado
rompa relaciones diplomáticas con Chile, exactamente el
Tratado de 1866, pero -pone énfasis- teniendo mucha prudencia,
pues lo que se sugiere es que Chile sea quien termine aboliendo
el acuerdo bilateral, quedando mal ante los ojos de sus vecinos;
segundo, se percibe el temor de nuestro país por la adquisición
de los blindados chilenos, que eran dos, el Blanco Encalada y el
Cochrane; tercero, el plan que ya tenía el Perú que era el de
servir como país mediador -que de no aceptar Chile sería su
intervención armada- para obligar al país del sur a abandonar el
litoral salitrero de Bolivia; y cuarto, la importancia de aliarse con
un segundo país, Argentina, que estaba evaluando su
participación.

Nula adquisición de armamento


Ni el gobierno de Pardo ni el de Prado se dignó a invertir en
armamento de 1873 hasta una vez declarada la guerra el 5 de
abril de 1879.
Es cierto, ya estábamos endeudados con los ferrocarriles
adquiridos en el gobierno de José Balta y pocos empresarios se
atrevían a prestarle dinero a un país moroso; sin embargo, si
nuestro gobierno buscaba un conflicto con un país vecino
eliminándolo del negocio del siglo, no podía esperar que este no
se defendiera con todo lo que tenía y si se puede recibir la ayuda
de un país poderoso, como lo recibió Chile de Inglaterra, a
cambio de entregarle el motivo de la guerra por años, que fue el
salitre, lo hace con tal de hacerse de la victoria.
60
Chile hizo lo que el Perú no: sabiendo que se aproximaba la
guerra con sus vecinos -pues le había llegado información de que
Perú era aliado de Bolivia como lo veremos más adelante- se
armó hasta los dientes.

Intento por incorporar a Argentina al Tratado


Apenas firmado el Tratado con Bolivia, nuestro ministro
Manuel Yrigoyen insistió desde Argentina, para que este país
ingresara a la alianza. Al tener también frontera con Chile y
problemas por los derechos de la Patagonia, el gobierno
argentino veía con buenos ojos el acuerdo.
Sin embargo, el canciller argentino Carlos Tejedor pidió que
primero se arreglaran los problemas limítrofes entre Bolivia y su
país, a lo que el país altiplano aceptó evaluar la situación. Luego
solicitó a nuestro Gobierno que la alianza se ampliara a Chile, o
en todo caso, que sea solo firmado por Perú y Argentina.
El 10 de octubre de 1873 el Perú rechazó esta oferta,
asegurando que vulneraba la añeja amistad que manteníamos con
Bolivia si lo apartábamos del Tratado.
Argentina, una vez evaluada la situación y la importancia de la
alianza, aceptó ingresar al acuerdo con Perú y Bolivia. Su
Congreso aprobó la firma el 25 de setiembre de 1873; sin
embargo, el Senado, que era contrario al presidente Domingo
Faustino Sarmiento, decidiría aplazar su resolución hasta el
primero de mayo de 1874.
El Perú necesitaba una respuesta pronta, pues Brasil
amenazaba con una posible alianza con Chile, además de un
avance significativo por nuestra frontera amazónica.
En definitiva, por los acentuados problemas limítrofes entre
Bolivia y Argentina, esta última terminó desistiendo a ingresar a
la alianza, dejando a nuestro país bastante consternado.
Si evaluamos el panorama y brindamos una crítica sobre esta
parte de nuestra historia, como haremos cada vez que podamos,
nuestro Gobierno debió de haber firmado primero el Tratado con
Argentina, y después buscar la adhesión de Bolivia. Lo hizo al
61
revés y esto no permitió que la alianza sea concisa y fuerte; mas
sí débil e improvisada.

Tratado Bolivia – Chile de 1874


El 6 de agosto de 1874, Bolivia y Chile volverían a firmar un
nuevo Tratado intentando poner fin a sus problemas limítrofes.
Este se resumía en tres detalles puntuales:
1.- Chile renunciaba definitivamente a su derecho “soberano”
del paralelo 23, marcando su nuevo límite hacia el norte solo
hasta el paralelo 24 (véase los mapas).
2.- Bolivia, ahora dueño de los yacimientos salitreros del
paralelo 23, le cedía el salitre, guano y plata de esta zona a
empresarios chilenos - a la CSFA- por un periodo más de 25
años.
3.- Bolivia estaba prohibida de aumentar nuevos impuestos
durante este tiempo.
Hay quienes aseguran que este nuevo acuerdo fue una traición
por parte de nuestro aliado. Mientras que otros piensan que nos
brindó tranquilidad por un tiempo, pues al parecer nuestros
vecinos ya habían solucionado su problema fronterizo y una
posible guerra quedaba descartada. En realidad, no era así.
Recordemos el Tratado de Alianza del 73, Bolivia no podía
firmar un nuevo Tratado con otra nación sin previa consulta con
nuestro gobierno, consulta que jamás se solicitó. De haber sido
nuestro país más cauto, hubiese anulado el acuerdo defensivo
definitivamente, salvándose así de la guerra que se acercaba.
Si evaluamos este nuevo Tratado chileno-boliviano, desde el
punto comercial, nos perjudicaba en demasía, pues nuestra
competencia directa en el negocio salitrero no pagaría nuevos
impuestos, estaba exento de ellos por 25 años más. Mientras
nosotros nos hundíamos en la miseria económica, Chile recibía
un obsequio de quien creíamos aliado.
Pero en realidad Bolivia hizo lo correcto, solucionó un
problema de años respecto a su acceso al mar. Aunque no

62
recibiría dinero durante un cuarto de siglo, era su problema, era
su territorio y era, a pesar de todo, un país autónomo.
Nosotros debimos de hacer lo mismo, abandonar el acuerdo
defensivo, pensar en nuestro beneficio, en el de nuestro pueblo,
sin inmiscuirnos en querellas ajenas, permitir que Bolivia, como
lo estaba haciendo, solucionara sus conflictos con sus vecinos.
Pero no, mantuvimos el Tratado con ellos y no solo por un afán
de defensa, sino y claramente, por una posibilidad futura de
administrar las salitreras de nuestro aliado.

Estatización del salitre


El 28 de marzo de 1875, el Perú promulgó la ley que estatizaba
las salitreras de Tarapacá por más de 20 millones de soles, cuyas
oficinas estaban bajo capitales chilenos, peruanos e ingleses
principalmente. Dos héroes muertos en la Batalla de Arica,
Alfonso Ugarte y Ramón Zavala, eran empresarios salitreros
importantes.
Al no contar con los 20 millones debido a nuestra crisis
económica, el gobierno les firmó pagarés a los dueños que
incrementaron el valor de las salitreras a una tasa de 8%. Solo se
logró nacionalizar un poco más del 20% de las empresas.
Comerciantes chilenos se vieron afectados con esta medida que,
si bien no eran tantos en Tarapacá, sí lo eran en Antofagasta.
También británicos se manifestaron preocupados por la medida
tomada por el gobierno peruano. A ellos les convenía que el
salitre, en su totalidad, estuviese manejado por Chile y no por
nuestro país.
En esta etapa de nuestra historia, la guerra ya no nos convenía,
Bolivia no tenía armamento para colaborar con el posible
conflicto, estábamos en una crisis insostenible y Chile va a
recibir en 1876 sus dos temibles e imponentes blindados Blanco
Encalada (inicialmente llamado Valparaíso) y el Cochrane,
ambos acorazados se construyeron en Reino Unido y serían
determinantes en la Guerra del Salitre.

63
Impuesto de los 10 centavos
Solo un milagro nos salvaría de la guerra o una mala decisión
nos arrastraría a ella. Por lástima, se dio la segunda, esa equívoca
decisión llegó por parte del nuevo presidente de Bolivia,
Hilarión Daza, quien va a violar el Tratado de 1874 firmado con
Chile, cobrándole a la CSFA 10 centavos por cada quintal de
salitre explotado en Antofagasta (45 kilos 300 gramos
aproximadamente).
Si esto hubiese ocurrido antes de la llegada de los blindados
chilenos, la situación sería distinta; si Argentina hubiese
ingresado como tercer aliado, el panorama sería favorable para
nosotros. Nada de esto se había dado, era muy inconveniente el
impuesto de los 10 centavos. Chile era el gran beneficiado pues
ya tenía el pretexto que necesitaba para usar sus nuevas
adquisiciones navales.
Lo hecho por Hilarión Daza no es más que una absurda
imprudencia. Es muy claro que se amparaba en el Tratado de
1873 firmado con el Perú para atreverse a decretar el impuesto
arbitrario.
Hay quienes justifican la torpeza de Daza, aduciendo que
Bolivia estaba en crisis económica, viviendo en la suma miseria
y que no era justo que, teniendo riqueza salitrera, no percibiera
ganancias por ellas. Pero la crisis de este país venía desde
muchos años atrás y aun así habían aceptado las condiciones que
Chile le había propuesto para firmar el Tratado del 74. Daza no
propuso un impuesto para salvar a su país, impuso un pago,
prepotentemente, sin negociarlo siquiera. No lo hubiese hecho si
es que el Perú no era su aliado.
La versión chilena sobre esta actitud de Daza, refiere que lo
hizo para entregarle la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de
Antofagasta al Perú, por ser nuestro aliado, rescatándolo de la
crisis que atravesaba. Sin embargo, esto carece de respaldo
documental, no existe en los documentos oficiales bolivianos
una posibilidad como esta. De ser cierta esta versión chilena,
¿por qué el Perú no conocía desde antes sobre este impuesto? A
64
nuestro país lo tomó desprevenido, incluso tardaría mucho en
interceder como mediador entre ambos países.
La versión boliviana también es distinta, sus historiadores
aseguran que ese impuesto, al que ellos llaman gravamen, de los
10 centavos sí era legítimo porque el Tratado del 74 no había
sido aceptado por el Congreso hasta en febrero de 1878 bajo la
condición de un pago por quintal. Sea cual sea la verdad de los
hechos, esta medida fue provocativa e imprudente.
Como la CSFA no pagó durante todo un año los diez centavos
por quintal, Hilarión Daza les embargó la compañía el 1ero. de
febrero de 1879. Acto seguido publicó la fecha para la subasta de
la misma: 14 de febrero siguiente.
Por la mañana del 14 de febrero de 1879, el Gobierno de Chile
asumió el problema de la empresa privada y la convirtió de
interés público, invadiendo Antofagasta militarmente. Esta
ciudad, aunque boliviana, estaba poblada un 90% por chilenos.
Así que no hubo necesidad de aplicar la fuerza pues las ínfimas
tropas bolivianas que protegían su litoral ofrecieron pronta
rendición.
Los militares chilenos fueron recibidos como héroes en el
litoral boliviano, en medio de cánticos y aplausos.
La noticia de la invasión chilena a Antofagasta llegó a la Paz
recién el 25 de febrero y al día siguiente se propagó por todo el
país, a pie. Bolivia se declaró en Estado de Guerra el primero de
marzo de 1879. Acto seguido, nos exigió la defensa de su
territorio invadido, amparándose en nuestro Tratado de Alianza,
en cuyo Artículo II se lee: “La Alianza será efectiva para
conservar los derechos expresados en el artículo anterior, y en
los casos de ofensa, que consistan: 1.° En actos dirigidos a
privar a alguna de las Altas Partes contratantes de una porción
de su territorio, con ánimo de apropiarse su dominio o de
cederlo a otra potencia.”
Sin armas, sin una preparación adecuada y seria, nuestro
gobierno estaba a punto de enviarnos a una guerra absurda.

65
Misión Lavalle
Una vez declarado el Estado de Guerra por Daza, nuestro
presidente Mariano Ignacio Prado, intentó evitar la guerra,
aunque muy tarde, enviando a su ministro de Relaciones
Exteriores, José Antonio de Lavalle, a conversar con el
mandatario chileno Aníbal Pinto y poner en práctica la última
alternativa según el Tratado de Alianza: actuar como país
mediador y conciliador.
Se sabe que Lavalle fue atendido en muy corto tiempo, el
presidente Prado estaba vestido con traje de gala ya que esperaba
al príncipe Enrique de Prusia y no se dignó a dar detalles sobre la
mediación a su ministro ¡Estábamos a punto de ir a una guerra!
¿Qué puede ser más importante? Esto se le reprocha a nuestro
entonces presidente, pues sabiendo de lo preocupante de la
situación, era infinitamente imperativo evitar una guerra dando
detalles a nuestro conciliador, que atender a un príncipe que
estaba de visita.
Lavalle no recibió por ello instrucciones verbales detalladas,
solo se le pidió que evitara la guerra sin que nuestra nación
sufriese la honra ni la dignidad. Cuando estaba a punto de zarpar
del Callao su hijo y secretario, Hernando, llegó en caballo y le
entregó una serie de documentos enviados por el gobierno. Una
vez en camino a Valparaíso, abrió el paquete y se encontró con
una copia del Tratado de Alianza Defensiva Perú-Bolivia.
Lavalle recién se enteraba de este Tratado, para él fue una
sorpresa enorme.
El 4 de marzo de 1879, nuestro ministro desembarcó en
Valparaíso. Fue recibido con hostilidad por turbas chilenas que
incluso se atrevieron a lanzarle piedras. Los historiadores
chilenos aseguran que nuestro país solo intentaba ganar tiempo
con la mediación para comprar armas, incluso se hablaba de que
el Perú iba a adquirir un blindado italiano.
Por su parte, el presidente chileno Aníbal Pinto, que no quería
la guerra, pero tampoco la evitaba, opinó sobre la realidad

66
económica por la que atravesaba el Perú: “Su situación es muy
precaria, sus finanzas en peor estado que las nuestras”.
Ya en Santiago el presidente Pinto le dio la bienvenida. Lavalle
le expresó su respeto y su profundo cariño al país que este
representaba e inmediatamente le confesó la voluntad de nuestra
nación para servir como “mediador” entre Chile y Bolivia. Sin
embargo, para lograr esa intervención, Lavalle exigía el retiro
inmediato de las tropas chilenas que habían invadido el 14 de
febrero Antofagasta. El presidente chileno se negó a aceptar tales
condiciones, rechazando de inmediato la intervención del Perú
en este conflicto. Acto seguido, el canciller chileno, Alejandro
Fierro, quien se encontraba presente, le preguntó amablemente a
nuestro ministro si es que sabía de la existencia de un Tratado de
Alianza entre Perú y Bolivia18, incluso le mencionó la fecha en
que este acuerdo se había firmado. Lavalle lo acababa de
conocer en el barco que lo había llevado a Chile, pero no tenía
orden de revelar dicha información, así que excusó asegurando
que durante esa fecha no se había encontrado en el Perú y que a
su regreso el Congreso no había aprobado ningún Tratado de esa
índole; sin embargo, les prometió preguntárselo de inmediato al
presidente Prado.
En realidad, Chile sí sabía de la existencia de este Tratado que
tan secreto no había logrado ser. Algunas fuentes aseguran que el
ministro chileno Guillermo Glets, ya se lo había comunicado a
su gobierno desde la firma de este.
Lavalle continuó en Chile evitando la guerra o, como dicen los
historiadores mapuches: ganando tiempo para que Perú
adquiriera armas.
Lamentablemente, el 14 de marzo, el presidente Daza
establecerá el casus belli, que no es otra cosa más que “los
motivos para iniciar una guerra”. En realidad, Hilarión Daza
intentaba estropear la misión Lavalle con esto. Nos forzaba a ir a
la guerra y defenderlos. Temía que el Perú llegara a un acuerdo
18.- Este Tratado nunca logró mantenerse en secreto. Cuando Chile se enteró de la firma, alimentó su
encono hacía Bolivia y Perú, preparándose para la guerra por medio de adquisición de barcos y armas.

67
con Chile haciéndose a un lado y permitiendo que esta atacara
libremente a Bolivia. Una vez más, el presidente boliviano
mostraba su estupidez a carta cabal.
Durante el tiempo que estuvo Lavalle en Chile, recibió una
propuesta por parte del presidente chileno Aníbal Pinto expuesta
en cuatro puntos: primero, que se mantenga la ocupación chilena
en Antofagasta; segundo, regresar al Tratado entre Bolivia y
Chile de 1866; tercero, sometimiento a un arbitraje sobre el
territorio en disputa; y cuarto, la declaratoria de neutralidad del
Perú. Incluso Pinto nos ofreció una alianza si es que Bolivia no
aceptaba estas medidas. Desafortunadamente, Lavalle no aceptó.
En los días siguientes, el ministro chileno en Perú, Godoy,
recibió la noticia sobre la existencia del Tratado Perú-Bolivia
adquiriendo una copia del Tratado23. A Lavalle no le quedó otra
alternativa que aceptar este acuerdo una vez que recibió de la
Cancillería peruana la autorización para reconocerlo; sin
embargo, le explicó al canciller Alejandro Fierro que aún no
estaba requerido el casus foederis (“motivo de la alianza”, es
decir: una razón por la cual apoyar a Bolivia en la guerra). El
gobierno chileno demandó a nuestro país para optar por la
neutralidad esta vez dejando de lado la cortesía y dando para a la
presión. El Perú contestó que la respuesta se la darían el 24 de
abril, previa reunión de Congreso.
El 4 de abril partió Lavalle de Valparaíso rumbo al Callao, al
día siguiente, 5 de abril de 1879, Chile nos declararía
oficialmente la guerra.

23.- El gobierno chileno contrató a muchos espías durante la guerra que les facilitaron información
importante como la ubicación del ejército peruano, estrategias de ataque, documentos secretos, etc.

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72
“Todo lo que puedo ofrecer en retribución de estas manifestaciones abrumadoras
es que, si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”.
Miguel Grau Seminario

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74
PRIMERAS REACCIONES ANTE
LA DECLARATORIA DE GUERRA

Sábado 5 de abril de 1879.


Junto a la declaratoria de guerra por parte de Chile, la
armada de este país bloqueó inmediatamente nuestro puerto
de Iquique en Tarapacá, principal fondeadero para la
embarcación de salitre y su exportación al extranjero.
Con esto no solo nos obligó a iniciar los enfrentamientos en
el mar, sino también limitó la venta del salitre por parte de
nuestro gobierno durante la guerra. Chile ya contaba con el
salitre del litoral de Bolivia, que fue rápidamente utilizado
para la compra de armamento y fortificación de su escuadra.
Sin embargo, el Perú y su aliado no contaron con este
privilegio económico, por lo que se les hizo más complicado
reunir recursos con qué mejorar su precaria condición
bélica1.
Los barcos encargados para el bloqueo de Iquique fueron
las dos embarcaciones más grandes con las que contaba
Chile, los blindados Blanco Encalada y Cochrane de más de
3560 toneladas cada uno; además de las corbetas Esmeralda
y Covadonga, ambas de madera y de poca relevancia.
Quien resultara con la victoria en esta primera parte del
conflicto, tendría la posibilidad de dominar el Pacífico a sus
anchas, poder desembarcar en los puertos del país enemigo,
realizar invasiones, bombardeos, exigiéndole la rendición al
otro. Pero también servía mucho a los países beligerantes, ya
que les dotaba de tiempo importante para preparar sus
ejércitos. Los gobiernos de Perú, Chile y Bolivia sabían muy
bien que quien ganara la Campaña Marítima, no era
necesariamente quien podría terminar ganando la guerra. No
obstante, iniciar con una victoria inyectaba entusiasmo y
1.- La crisis económica y hacendaria del Perú surgió debido a los empréstitos de emergencia de
1865, 1866 y 1868, debido a la Guerra con España; pero también y, sobre todo, por las obras
públicas de 1870 y 1872. Este mal manejo de los fondos ocasionó que para 1875, la deuda
externa de nuestro país llegó a 300 millones de soles, imposible de pagar.
75
honor a los batallones del parcial vencedor.
Como ya se ha dicho antes, Chile contaba con una fuerza
naval incluso superior a la de Estados Unidos en ese
momento. Además, la historia mapuche contiene una amplia
cultura naval por haber sido su puerto, Valparaíso, lugar de
desembarco de piratas, que no solo llegaban a saquear las
costas de su territorio, sino también a dejar su descendencia
mezclándose con mujeres y heredando sus costumbres de
comercio y descontrol a la cultura araucana.
Por el lado de Bolivia, nuestro aliado, este contaba con
barcos que navegaban con su bandera, en total catorce, pero
servían para el comercio y no para la guerra. Por
consecuencia, no aportó con embarcaciones en la Campaña
Marítima.
Nuestro país no había renovado su flota desde la guerra
con España de 1866. La gran mayoría de nuestras
embarcaciones fueron construidas desde 1860 a 1865 y
ninguna de ellas podía compararse con el Cochrane o Blanco
Encalada. La tripulación también reflejada un serio problema
por su falta de experiencia. Muchos de los que se embarcaron
en el Huáscar y la Independencia, carecían de conocimientos
de artillería, solo eran jóvenes entusiastas, muchachos
embargados por la euforia de la guerra, pero en el fondo, un
estorbe enorme durante los combates.
Un claro ejemplo fue lo que ocurrió con el joven periodista
Antonio Culatón, quien estando abordo del Huáscar mientras
este huía del Blanco Encalada el 3 de junio de 1879, subió a
cubierta para dar brincos de alegría mientras el barco
chileno bombardeaba nuestro monitor. Los vaivenes del
combate hicieron tropezar al muchacho irresponsable y
terminó cayendo al mar. Se le lanzó un salvavidas, pero fue
en vano, ya estaba muerto2.
El área de las calderas estaba asignada en su amplia
mayoría a extranjeros. Por temas políticos y económicos, el
76
Perú no podía financiar la capacitación de personal nacional.
No quedaba de otra que confiarles esta zona a forasteros,
muchos de ellos ingleses. La escuadra chilena se encontraba
en mejores condiciones que la nuestra, sobre todo en este
aspecto. Su guarnición, llamada Regimiento de Artillería de
Marina, durante la guerra llegó a contar con más de 1200
plazas y aunque hubo algunos niños dentro de esta, la gran
mayoría fueron marinos capacitados3.

2.- Desde entonces se utiliza el término “Cucalón” en la marina chilena para referirse, de manera
peyorativa, a un civil que es autorizado por el gobierno o una institución superior, para
embarcarse en un escenario de guerra y que, al carecer de conocimientos bélicos, no son más que
un estorbo
3.- La corbeta chilena Esmeralda, bajo el mando de Arturo Prat, estuvo tripulada por un buen
número de niños. Entre ellos José Emilio Amigo (10 años), José Briseño Cordero (14 años),
Gregorio Araya Aburto (16 años), entre otros.
77
Puerto de Iquique, en Tarapacá, sàbado 5 de abril de 1879, buques chilenos bloquean el
principal fondadero del sur peruano.

Poderosa Armada Chilena durante la Guerra del Salitre.

78
ESCUADRAS DE CHILE Y PERÚ
Chile no solo era superior en número de barcos, sino en
calidad de estos, en blindaje, cañones, calibres, tonelaje,
fuerza, etc. Sus blindados más imponentes eran los gemelos
Blanco Encalada y Cochrane, ambos construidos en Hull,
Reino Unido. Habían llegado a Valparaíso en 1876, de 3560
toneladas, seis cañones Armstrong de 250 libras y otros
cañones además de una ametralladora Nordenfelt, su
blindaje era de 9 pulgadas4, una velocidad que excedía los 12
nudos por hora5 y una extensión de 64 metros de largo; dos
corbetas, Chacabuco y O´Higgins, construidas en 1866,
aunque inicialmente fueron gemelas, algunos cambios
realizados las diferenciaban, pero tenían una velocidad
máxima de 10 nudos por hora, desplazaban 1101 toneladas -
aunque en algunos datos aseguran que llegaba a 1670-, eran
de madera y estaban equipadas de cañones de 150, 70 y 40
libras; dos buques de madera, la Esmeralda (terminada en
1855, con desplazamiento de 850 toneladas, alcanzaba una
velocidad de 8 nudos y equipada con cañones de 40 libras) y
la Covadonga (1859, desplazamiento de 630 toneladas,
cañones de 70, 40 y 7 libras, 49 metros de largo y alcanza
una velocidad de 7 nudos), esta última capturada a los
españoles en la guerra de 1866; el vapor Loa, que era un
transporte artillado de más de 1000 toneladas y la cañonera
Magallanes, de 950 toneladas; además de dos flotas de
transporte, el Rímac y el Matías Cousiño, ambas carecían de
armamento pues su labor principal era abastecer de carbón y
transportar soldados a los puertos.
La escuadra peruana estaba encabezada por la fragata
blindada Independencia, construida en 1865 en Reino Unido,
desplazaba 2004 toneladas, con un blindaje de 4,5 pulgadas,
alcanzaba una velocidad de 11 nudos, equipada con cañones
4.- Una pulgada equivale a 2,54 centímetros. En el caso de los blindados chilenos llegaban a tener
una coraza de 9 pulgadas: 22,86 centímetros.
5.- Un nudo equivale a 1,852 kilómetros por hora, menos de 2 kilómetros. 12 nudos son 22,224
kilómetros por hora.
79
de 250 y 150 libras, dos ametralladoras y en la práctica era el
barco más importante que teníamos; el monitor Huáscar -
dirigida por el gran almirante Miguel Grau-, construido en
1864 en Inglaterra, de 1100 toneladas, armadura de 4,5
pulgadas, velocidad de 12 nudos, cañones de 40 y 12 libras y
una ametralladora de calibre 44.; la corbeta Unión, de
madera, de 1150 toneladas, con cañones de libras inferiores
y su mejor arma era su velocidad: 13 nudos; la cañonera
Pilcomayo, de 600 toneladas, con cañones de 60 y 40 libras,
una ametralladora y una velocidad de 11 nudos; y dos
monitores gemelos, el Atahualpa y el Manco Cápac,
comprados a Estados Unidos, servían de guardacostas, el
primero en el Callao y el segundo en Arica, no eran más que
baterías flotantes, no era posible desplazarlas, solo
remolcarlas6.

Fortificación de los puertos peruanos


Era muy importante poder reforzar nuestros principales
puertos pues los barcos enemigos intentarían bloquearlos
evitando el desembarco de armamento para nuestra defensa.
Callao y Arica fueron a los que más baterías se les adjuntó. En
el caso del primero, según información de la Prefectura y
Comandancia General de Armas, con fecha de 3 de Julio de
1880, el Callao contaba con las siguientes baterías en el
Norte: “Ayacucho”, con un cañón Blakely de 500 libras y uno
Rodman del mismo calibre; Torre de “Junín”, con dos
cañones Armstrong de 300 libras; “Pacocha”, con dos
cañones Rodman de 500 libras; “Rímac” con dos id. en
construcción.
En el Sur teníamos la batería “Santa Rosa”, con dos cañones
6.- En 1867, Mariano Ignacio Prado compró, por la suma de dos millones de pesos, los monitores
estadounidenses Oneoto y Catawba, que luego cambiarían de nombre por Manco Cápac y
Atahualpa. Ambos fueron construidos para navegar en aguas del río Misisipi y no para altamar.
Por lo que la compra de estas dos embarcaciones ha sido fuertemente criticada durante la historia.
Aunque tenían blindaje y cañones de 500 libras, solo podían ser utilizados como guardacostas, no
era posible hacerlas andar a no ser que sean remolcadas.
80
Blakely de 500 libras; la “21 de Diciembre”, ocho cañones de
a 32 libras; Torre de “La Merced”, con dos cañones
Armstrong de 300 libras; la “Tarapacá”, dotada con un
Vavasseur de 250 libras y un Rodman de 500; una batería
auxiliar de La Punta, además de dos cañones Rodman de 500
libras, aún en construcción; y la “2 de Mayo” dos cañones de
1000.
En el Centro contábamos con el Torreón “Independencia”,
equipado con dos cañones Blakely de 500 libras y el Torreón
“Manco Cápac”, dos cañones Vavasseur de 250.
Y por último la batería de Chacra Alta con tres cañones
Rodman de 125 libras. Nuestro principal puerto tenía una
defensa bien fortificada, por eso los chilenos dudaron
siempre bombardearlo para iniciar directamente la invasión
a Lima. Prefirieron desembarcar en Pisagua como veremos
más adelante.
En el caso de Arica, cuando Chile nos declaró la guerra, se
encontraba indefensa, por lo que inmediatamente se ordenó
reforzarla. En el Morro se colocaron 2 cañones Parrot de 100
libras, 6 Voruz de 70 y un Vavaseur de 250. En la batería “San
José”, 2 cañones de 150 libras. En la batería “2 de Mayo”, un
Vaveseur de 250 libras. En el fuerte “Santa Rosa”, otro
Vaveseur también de 250 libras. En la “Ciudadela”, 2 cañones
Parrot de 100 y un Voruz de 70 libras. Y, por último, en el
fuerte “Este”, 2 cañones Voruz de 1007.

Estrategia de ambas escuadras


Las estrategias de ambas escuadras distaban una de la otra.
Por un lado, la armada chilena, al ser superior en número y
calidad frente a los barcos peruanos, preferían el
enfrentamiento directo; mientras que la nuestra, optaba por
atacar y escapar, hostigar al enemigo hasta el cansancio
teniendo como último recurso el combate frente a frente, en
el que éramos claramente inferior.
7.- Fuente: La batalla de Arica, Gerardo Vargas Hurtado, pág. 15.
81
Maqueta del acorazado Huáscar del Museo de la Marina Peruana del Callao.

Popa del Huáscar (parte trasera). Los cañones de 500 libras y el blindaje de acero de
4,5 pulgadas.

82
PRIMEROS MOVIMIENTOS
Junto con el bloqueo naval de Iquique, la tripulación
armada de chile invadió Pabellón de Pica y Huanillos el 15 de
abril. El 17 saquearon Mollendo destruyendo trenes y naves
peruanas. El 18 bombardearon Pisagua y el 29 el Norte de
Mejillones.
Su ataque no respondía a una improvisación. El gobierno
chileno entendía muy bien que la zona más rica de Perú y
Bolivia, era justamente la que se aproximaba a su territorio,
Antofagasta (Bolivia) y Tarapacá (Perú), en ambos pueblos
se concentraban los yacimientos de salitre más ricos del
mundo. Su conquista armada era imperativa.

Por parte del Perú, El 8 de abril a las 3:00 AM, tres días
después de la declaratoria de guerra, nuestro presidente
Mariano Ignacio Prado ordenó a los dos únicos barcos
peruanos que estaban listos en ese momento para combatir,
la corbeta Unión y la cañonera Pilcomayo, dirigirse hacia
Antofagasta -puerto bajo el dominio chileno- para bloquear
la línea de abastecimiento de la escuadra chilena hacia
Iquique. Quien estuvo a cargo de la misión fue el capitán de
navío Aurelio García y García.
El 12 de abril la escuadra peruana llegó a Huanillos, cerca
al puerto de Cobija. A las 10:30 la Magallanes reconoció dos
humos hacia el sur del río Loa. Eran los barcos peruanos
Unión y Pilcomayo. Los tres buques iniciaron la guerra con
un pequeño enfrentamiento naval que se extendió hasta las
14:00, sin reconocerse la victoria por parte de ninguno de los
dos países8.
Este combate puede ser visto como un enfrentamiento de
medición o reconocimiento del enemigo.
Iniciado el bloqueo a Iquique por la flota chilena, nuestros
dos barcos que resumían nuestro limitado poder marítimo, la
8.- Este combate, llamado Combate Naval de Chipana, es más recordado por la historia chilena.
83
Independencia y el Huáscar, no estaban en condiciones
técnicas para echarse al mar. Fueron necesarios algunos
mantenimientos de urgencia y no fue hasta el 15 de mayo
que partieron del Callao para enfrentar a los insolentes
acorazados enemigos que llevaban 40 días insultando
nuestra costa sur.
Además de nuestros únicos dos blindados, también
partieron con ellos los transportes Chalaco, Limeña y Oroya -
carecían de cañones para atacar, solo transportaban
tripulación, carbón, comida o armamento-. En este último iba
nuestro presidente Mariano Ignacio Prado, quien llegaría a
Arica para dirigir la guerra desde la zona más vulnerable de
nuestro país, por la cercanía de los chilenos. Con respecto a
nuestro presidente y su viaje en medio de la guerra, nos
ocuparemos más adelante de él y de tratar de contar la
verdad de los hechos sin tapar los errores de sus enemigos,
como lo ha venido haciendo el congresista de Acción Popular,
García Belaúnde con su libro El expediente Prado.
Mientras nuestra flota se dirigía a Iquique, el almirante
chileno, Williams Rebolledo9, quien estaba al mando de la
escuadra enemiga, enterado que nuestros barcos estaban
recibiendo reparaciones, se dirigió hacia el Callao para atacar
con sus acorazados más potentes a nuestra reducida fuerza
marítima. Rebolledo quería acabar con esta etapa de la
guerra de un solo golpe. Sin embargo, ambas escudaras se
van a cruzar en el camino sin divisarse. De habernos topado
con ellas, la historia hoy sería distinta. Ninguno de nuestros
barcos podía enfrentarse con el Cochrane o el Blanco
Encalada. Su blindaje y potencia, como ya hemos explicado,
sobrepasaban a los nuestros. La orden siempre fue hostigar al
enemigo, atacar su escuadra y emprender la huida, obligarlos a
9.- Político y marino chileno de gran experiencia, pero poca fortuna durante la Guerra del Salitre.
Sus estrategias durante el conflicto no darán buenos resultados. Teniendo una Armada con más
de diez barcos, no logrará capturar al Huáscar, muy por el contrario, este pequeño monitor y las
hazañas de Miguel Grau, provocarán su renuncia indiscutible.
Falleció en Santiago, el 24 de junio de 1910.
84
perseguirnos, hacerles quemar carbón, gastar el dinero que
tampoco les sobraba, transporte, alimento. Mientras más
prolongado resultara el hostigamiento, mayor tiempo tendría
nuestro ejército para alistarse al enfrentamiento terrestre.
Además, cada día que pasaba nos permitía buscar nuevos
buques, conseguir préstamos y reforzar nuestros puertos con
cañones.
Nuestra escuadra llegó a Arica el 20 de mayo. El presidente
Mariano Ignacio Prado recibió noticias del capitán del puerto,
quien le mostró un telegrama del prefecto de Tarapacá donde se
comunicaba solo la presencia de dos barcos chilenos bloqueando
Iquique: la Covadonga y la Esmeralda. Ante esta buena noticia -
pues los barcos enemigos eran de menor fuerza que el Huáscar y
la Independencia-, el presidente Prado, antes que los blindados
peruanos partieran, se dirigió al almirante Miguel Grau que
estaba a cargo del monitor Huáscar y le dio la siguiente orden:
“Hundan las naves enemigas que bloquean Iquique, luego diríjanse
al sur y capturen los transportes chilenos... luego, procedan a
destruir las máquinas desalinizadoras que hay en Antofagasta y
bloqueen dicho puerto... es posible que el enemigo se rinda si llega
a carecer de agua: señores, vayan a cumplir lo ordenado”. Oído
esto, partieron los dos barcos peruanos a cumplir con lo
encomendado.
El entusiasmo de Prado era enorme, la orden que les
encomienda a Miguel Grau y a Guillermo More10, este último,
capitán de la Independencia, era bastante atrevida. Desbloquear
el puerto de Iquique, luego hundir los barcos enemigos, destruir
las desalinizadoras chilenas y, por último, bloquear el puerto de
Antofagasta, que estaba bajo dominio chileno.
Sin duda, era una misión complicada.

10.- La participación de Guillermo More en la Guerra del Salitre, aunque polémica, no deja de
ser heroica, pues una vez perdida la Independencia por culpa de su confianza y en medio de un
juicio largo, pedirá participar en la defensa del Morro de Arica, donde sacrificará su vida el 7 de
junio de 1880.
85
LOS BARCOS QUE NUNCA SE COMPRARON
En la impecable obra del historiador tacneño, Jorge
Basadre, Historia de la República del Perú, Tomo 8, edición El
Comercio, nos revela los planes que el gobierno peruano
manejó para la compra de nuevas embarcaciones y que, por
motivos de insolvencia económica, así como maniobras de
los políticos chilenos que servían como espías en países
neutrales, terminaron fracasando. Se hicieron negociaciones
con los gobiernos de Francia, España, Turquía, Portugal,
Dinamarca, Italia, Grecia, China y Brasil. Pero las gestiones
fracasaron. Argentina se había dispuesto a fortalecer su
escuadra y también competía con nosotros en la compra, con
la enorme diferencia de su solvencia económica frente a
nuestra pobreza fiscal.
Francia tenía en venta dos acorazados, el Solférino y el
Gloire11. Ambos tenían una potencia imponente. Perú intentó
comprarlos, pero los agentes chilenos al enterarse,
escribieron una carta al ministro de relaciones exteriores
francés, con lo que se logró suspender la venta.
En Turquía pasó algo similar cuando el gobierno peruano
quiso adquirir el acorazado Fehlz-Bolend, de propiedad de un
sultán. Un marino inglés fue quien le informó a Chile sobre
esta negociación haciéndola fracasar.
Incluso en Estados Unidos estuvimos más cerca de adquirir
el blindado Steven Battery12 . Su costo era de 750 mil dólares.
Solo faltó pagarlo para poder trasladarlo hacia el Perú. No
obstante, esto sucedió en 1880, cuando el Perú sufría un
cambio de gobierno que imposibilitaba el abono del dinero.
Con los años este barco terminó por convertirse una pieza
11.- Solférino, construido en 1861, de 7129 toneladas, un largo de más de 82 metros y con más de
50 cañones, de 160 y120 libras. Claramente un mejor buque que el de la Armada chilena. Gloire,
construido 1859 en Francia, de más de 5000 toneladas, con más de 50 cañones de 240, 190 y 160
libras. Ambos blindados hubiesen sido de gran relevancia durante la guerra, lamentablemente no
se logró llegar a un acuerdo con el gobierno francés ya que Chile le exigió la neutralidad en el
conflicto.
12.- Fue un blindado que jamás logró terminarse. Su tamaño llegó a superar los 120 metros de
largo, pero al final terminó vendiéndose como chatarra en 1880.
86
inservible, su dueño era el norteamericano Robert L. Stevens
quien había intentado vendérselo al gobierno de su país,
pero este rechazó la oferta por la poca calidad de la
embarcación. Años más tarde este blindado se remataría a 55
mil dólares. Nos salvamos.
Una vez firmada la paz con Chile, llegó a nuestro país el
crucero Lima13, comprado con los donativos de la población y
construida en Kiel, Alemania. Era de mediana potencia, pero
como entenderán, de nada ya nos sirvió, el enemigo nos
había pasado por encima.

13.- Se compraron dos barcos en Europa, el Diógenes y el Sócrates, ambos con dinero donado por
el pueblo peruano durante la guerra. Se ha difundido una mala información durante décadas al
asegurar que Mariano Ignacio Prado se llevó el dinero cuando fugó el Perú el 18 de diciembre de
1879.
Sin embargo, cuando estos dos barcos se disponían a navegar rumbo al Perú, el gobierno británico
los retuvo declarándose neutral.
En 1889 llegó al Callao solo una, el Sócrates, bautizado con el nombre de Lima; el Diógenes fue
tomado como pago por Gran Bretaña.
87
Primer acorazado de la historia, la Gloire, construido en Francia el 4 de marzo de 1858.
Se terminó en noviembre del año siguiente. Este buque se intentò comprar al gobierno
francèrs, sin emabrgo, los espìas chilenos, al enterarse de las negociaciones, impidieron
la compra. Se le dio de baja en 1879 y se desguazó en 1883.

Réplica de la
corbeta Esmeralda.
La embarcaciòn
real fue hundida
por Miguel Grau
junto al Huáscar el
21 de mayo de
1879, durante el
Combate de
Iquique.

88
COMBATE DE IQUIQUE
Nuestros dos más grandes barcos tendrían que enfrentarse
en Iquique a los dos barcos chilenos más pequeños: la
Covadonga y la Esmeralda. Ambos eran de madera, más
lentos y desplazaban menos tonelaje que nuestros
acorazados. Mientras que sus cañones, aunque eran de 70 y
40 libras, difícilmente podrían traspasar el blindaje de las
naves peruanas. Todo jugaba a favor de la escuadra nacional
esa mañana del 21 de mayo de 1879. El destino, o la torpeza
del almirante chileno Rebolledo, habían decidido que la
balanza se inclinara a favor del Perú.
A las 8:00 AM el vigía de la Covadonga gritó a su
tripulación: “¡Dos humos al norte!” A las 8:30 AM la distancia
de los barcos beligerantes se redujo a solo dos mil metros.
Ante la superioridad de los barcos peruanos, ambos buques
enemigos se acercaron hacia la costa para que el Huáscar y la
Independencia no dispararan contra ellos por la presencia de
peruanos en el puerto. El transporte chileno La Mar también
se encontraba esa mañana en la bahía, pero al no tener
ningún tipo de posibilidades de enfrentar a los buques
peruanos, izó bandera norteamericana y emprendió la huida
hacia el Sur.
La Esmeralda, que era dirigida aquella mañana por el
experimentado marino y abogado Arturo Prat Chacón14,
pudo haberse rendido izando bandera blanca; sin embargo,
luchó hasta donde sus posibilidades se lo permitieron. Su
tripulación estaba integrada por un buen número de niños y
adolescentes, muchachos que se habían emprendido a la
aventura al estallar la guerra sin ningún tipo de experiencia
de combate.
14.- Abogado, marino y militar chileno nacido en 1848. Máximo héroe de la Marina de Chile.
Participó en la Guerra con España en los combates de Papudo y Abtao.
Su gran hazaña fue lanzarse a la cubierta del Huáscar durante el Combate de Iquique, donde
recibió una bala en la cabeza que acabó con su vida.
Su nombre ha inspirado el bautizo de equipos de fútbol, universidades y hasta una provincia en su
país.
89
Grau dio la orden a Guillermo More, capitán de la
Independencia, quien se encontraba a poco más de cinco
millas de distancia, de atacar a la Covadonga, mientras el
Huáscar izó bandera peruana para dar inicio al combate
disparando contra la corbeta Esmeralda que se encontraba a
200 o 250 metros de la playa. Los cañonazos pasaron por
arriba del barco chileno sin causarle daño, aunque sí ponían
en peligro de herir a la población. La tripulación del Huáscar
también era inexperta, los artilleros no habían sido
capacitados previamente porque para ello se necesitaba
dinero para comprar pólvora y herramientas, lo que menos
tenía nuestro país en esos años.
Una hora más tarde, el Huáscar seguía disparando sin
causar bajas en el buque enemigo. Miguel Grau pensó que los
chilenos habían colocado minas en el mar, por eso evitó en
todo momento acercarse a su objetivo. Quienes sí estuvieron
con una puntería acorde a la situación aquella mañana,
fueron las baterías del puerto de Iquique. Estas les causaron
daños de consideración a las corbetas chilenas.

Mientras esto ocurría, la Independencia había emprendido


la persecución a la Covadonga que ya había recibido un
cañonazo del Huáscar y sin haber recibido la orden de Arturo
Prat, quien estaba a cargo del bloqueo de Iquique, emprendió
la cobarde huida hacia el Sur abandonando a su compañero.
El capitán de la Covadonga era el capitán chileno Carlos
Condell, quien ordenó en todo momento navegar pegado a la
playa. Desde entonces el combate se dividió en dos, por un
lado, la Independencia contra la escurridiza Covadonga,
mientras que, por el otro, el Huáscar contra la valiente
Esmeralda.
Algunas horas más tarde -recordemos que los combates en
el siglo XIX eran bastante lentos-, la Esmeralda se vio
obligada a salir de la costa por las bajas que le había causado
90
los cañonazos de nuestras baterías que estaban a cargo del
general peruano Juan Buendía15. Al emprender la huida
explotó una de sus calderas reduciendo su velocidad a solo
dos nudos. Miguel Grau, ante la mala puntería de sus
artilleros, decidió utilizar el espolón16. El primer espolonazo
fue esquivado hábilmente por el barco chileno, pero los
cañonazos, esta vez a cortísima distancia, sembraron muerte
en la pobre goleta chilena. En el segundo intento, también
fallido, el almirante Arturo Prat, en un acto valiente que se
debe rescatar por más enemigo que fuera en ese momento de
nuestros marinos, se lanzó a la cubierta del Huáscar junto a
cuatro subordinados gritando “¡Al abordaje, muchachos!”.
Con espada y revólver en mano buscó con quien pelear esa
mañana, sin embargo, una descarga cerrada de los fusileros a
bordo del Huáscar los mató a todos.
Con el tercer espolonazo la corbeta chilena se partió en dos
y comenzó a hundirse. Ya eran las 12:10.
Los muertos de la Esmeralda pasaron los 100, solo
sobrevivieron 63. Mientras que Miguel Grau reportó la
muerte del teniente Jorge Velarde y siete heridos a bordo del
Huáscar.
La Independencia, mientras tanto, seguía persiguiendo a la
Covadonga, que con astucia había conducido a nuestro
blindado hacia aguas poco profundas. El calado del barco
peruano era más hondo que el de la corbeta chilena. Aquí el
almirante Guillermo More cometió un grave error al permitir
que la nave enemiga lo llevara por donde ella quería. Como
esta pesaba menos, no tenía tanto calado y le permitía
acercarse más a la costa sin que se dañara su superficie.
El combate se prolongó por más de cuatro horas, la
15.- Juan Domingo Buendía y Noriega nació en Lima en enero de 1816 -y murió el 27 de
mayo de 1895. Fue un militar peruano cuya carrera culminó con el grado de general de
división del Ejército del Perú. General en jefe de los Ejércitos del Sur en 1879, en el marco de
la guerra del Pacífico. Fue también ministro interino de Guerra (1876-1877), ministro de
Gobierno y presidente del Consejo de Ministros (1877-1878). Aunque su participación ha sido
cuestionada por su falta de liderazgo y victorias durante la Guerra del Salitre.
16.- Pieza de hierro aguda, afilada y saliente en la proa de las antiguas galeras y de algunos
modernos acorazados, para embestir y dar a pique 91 a un buque enemigo. Fuente, RAE.
Covadonga no había sido esquiva a los cañonazos de la
Independencia, pues le había respondido llegando a
impactarle en ocho oportunidades con sus balas de cañón.
Además, contaba con una ametralladora con la que hostigó a
nuestros marinos en todo momento.
Cuando apenas los separaba veinte metros y la
Independencia se preparaba para espolonear a la Covadonga,
nuestro blindado raspó su base con una roca bajo el mar
creando un enorme forado. Se llenó de agua el buque y
empezó a hundirse. La Covadonga dio media vuelta y sin la
menor misericordia, disparó contra los indefensos marinos
peruanos que se habían lanzado al mar para evitar morir en
cubierta. Guillermo More trató de defenderse con sus
cañones, pero estos, por el hundimiento, se encontraban bajo
el agua. Al poco rato, al acabarse las municiones, solo
quedaba morir defendiendo el buque.
Miguel Grau había perdido tiempo valioso rescatando a los
chilenos de la Esmeralda, que una vez hundida su nave, se
quitaron la ropa y se echaron al mar. Ya a salvo sobre la
cubierta de nuestro monitor gritaron agradecidos: ¡Viva el
Perú! Esta acción coloca a nuestro héroe en la cúspide más
alta con respecto a su misericordia frente al enemigo; pero al
mismo tiempo, es criticable, pues cuando emprendió su
rescate a la Independencia, la encontró incendiada y con solo
20 tripulantes -dentro de ellos Guillermo More-, los demás
habían huido en bote hacia la playa. Al intentar perseguir a la
Covadonga y hacerle pagar su ofensa, esta huyó rápidamente.
El almirante Miguel Grau paró máquinas, esta vez no para
salvar a marinos enemigos, sino a los de su patria que
estaban en el mar esperando su ayuda que, aunque llegó,
pudo haber sido más pronta. Eran las 15:10.
Es necesario remarcar que mientras Miguel Grau mandó a
rescatar a los chilenos que habían naufragado tras el
hundimiento de la Esmeralda, el capitán chileno Condell se
92
había glorificado de placer disparando contra los peruanos
que intentaban salvarse nadando hasta la orilla.
La Independencia registró 5 muertos y 23 heridos, mientras
que la Covadonga solo 3 muertos, pero 97 heridos.
Al culminar el combate, podemos hacer sumas y restas,
aunque los resultados sean dolorosos: Chile había perdido un
barco viejo de madera, pero había ganado el héroe que
necesitaba para animar a los civiles a incorporarse al
ejército, este fue sin duda Arturo Prat17; mientras que el Perú
perdió al mejor de sus embarcaciones, dándole esperanzas al
único barco digno de combate y a su capitán: el Huáscar y
Miguel Grau.
Sumado a la valerosa muerte de Arturo Prat, se reconoció
la “hazaña” de Condell al haber destruido a la mejor nave
peruana. Aunque su victoria fue alcanzada por mera fortuna,
pues de no haber encallado la Independencia, este hubiese
sido enjuiciado por abandonar a la Esmeralda en combate,
una cobardía grosera que se opacó con la torpeza de
Guillermo More.

17.- Para febrero de 1879, un mes antes de la declaratoria de guerra por parte de Chile al Perú, el
ejército chileno estaba compuesto por 2440 soldados. Para los chilenos de a pie esta guerra le
significaba poco por los intereses ingleses que se escondían detrás, por lo que al inicio no se
involucrarían en ella. Fue la muerte heroica de Arturo Prat lo que conmocionó a la población y les
inyectó las ganas de participar en el conflicto. Para la invasión a Lima en 1881, el ejército chileno
llegará a contar con más de 72 mil soldados perfectamente equipados.

93
Abordaje del
marino Arturo
Prat Chacón al
Huáscar, la
mañana del 21
de mayo de
1879, durante
el Combate de
Iquique.
Pintura del
artista chileno-
italiano Pedro
Subercaseaux

Pintura del artista inglés Thomas Jacques Somerscales, famoso por sus
representaciones con respecto a los combates de la Guerra del Pacífico. En este caso,
el Combate de Iquique.

94
Hundimiento de la fragata Independencia, la mejor embarcación peruana durante
la Guerra del Pacífico.

Rescate de los marinos sobrevivientes de la Esmeralda ordenado por el Caballero


de los Mares, Miguel Grau Seminario.

95
Responsabilidad de More
No cabe duda que Guillermo More no estuvo a la altura del
combate. Este marino peruano, nacido en Lima el 27 de
febrero de 1836, se había incorporado como aspirante en la
marina británica en 1850. Estuvo a cargo de la fragata
peruana Apurímac en 1854 y participó en el conflicto armado
con Ecuador en la toma de Guayaquil (1859-1860). En el
conflicto con España, participó en el Combate de Abtao, el 7
de febrero de 1866 siendo nombrado comandante de la
corbeta Unión. Fue parte de la comisión peruana que viajó a
Estados Unidos a comprar los dos monitores Atahualpa y
Manco Cápac, adquisición que verdaderamente es discutida
por la inutilidad de estas embarcaciones. Desde 1874 asumió
el mando de la fragata Independencia y tuvo a cargo la
captura del Huáscar, cuando este fue raptado por Piérola, en
el combate Punta Pichalo.
Como vemos, no era un marino inexperto. A sus 43 años
había mostrado mucho profesionalismo. ¿Qué pudo haberle
ocurrido entonces aquel 21 de mayo? La opinión de Miguel
Grau sobre esta desgracia, expresada en una carta a Prado,
revela una información que debería de tomarse en cuenta:
“La falta de disciplina y de ejercicios de fuego en la ya
mencionada fragata (Independencia), ha sido la verdadera
causa de su pérdida. Esta es la pura verdad como le será fácil
a usted corroborar si se informa privadamente de todo lo
que ha pasado en ese buque desde antes del combate y
después de él”.
Sea por indisciplina de la tripulación o irresponsabilidad de
Guillermo More, el hecho es que perdimos nuestro mejor
barco, y con él, las pocas esperanzas que teníamos de vencer.
No obstante, es importante adelantar que Guillermo More
pidió, meses más tarde, al coronel Francisco Bolognesi,
tomar parte de la defensa del Morro de Arica, donde limpiará

96
su polémica participación en la guerra muriendo
heroicamente el 7 de junio de 1880.

Primera correría del Huáscar


Perdida la Independencia no había tiempo para lamentarse.
Ahora nuestro héroe dirigiría en soledad la campaña
marítima. Durante más de cuatro meses pondría en jaque al
enemigo, apareciendo repentinamente en puertos donde
Chile se creía dominante, para terminar desapareciendo
cuando este menos lo esperaba. Hostigará a los blindados
enemigos con la astucia que solo podía germinarse en la
sabiduría de Grau. Rescatará barcos de su escuadra y se
apoderará de otros.
El 23 de mayo el monitor llega a Iquique para desembarcar
a los sobrevivientes de la Independencia. La tristeza de
nuestra almirante debió de ser grande, pero mayor la del
Huáscar, que llegaba sin su compañero.
Por orden del presidente Prado, Miguel Grau zarpa de
Iquique el 24 de mayo rumbo a Antofagasta. En el camino, al
día siguiente, recupera al pailebot Recuperado que la
Esmeralda había capturado en Iquique desde el bloqueo de
este puerto; sin embargo, termina incendiándolo por carecer
de hombres que la regresaran a territorio peruano. Horas
más tarde destruye siete lanchas de trasbordo chilenas y
recupera otra embarcación peruana, esta vez la goleta
Clorinda, quien sufre el mismo destino que el Recuperado. Ya
por la noche sigue su camino hacia Antofagasta donde llega
en la madrugada. El 26, por la tarde, los fuertes del puerto
enemigo abren fuego contra el monitor sin causarle daños, el
enfrentamiento dura poco más de dos horas. Esa noche se
dormirá en altamar. El 27 realiza una de sus más grandes
hazañas: se toma el tiempo de rastrear los cables de
comunicación entre Antofagasta y Valparaíso, ambos puertos
chilenos y de gran importancia, cuando los logra hallar por la
97
tarde, los corta generando en el enemigo un problema de
consideraciones. Ya de regreso a su base, el 28 se encuentra
con otra embarcación peruana raptada por los chilenos, esta
vez es la goleta Coqueta, los tripulantes son chilenos, los
toma prisioneros y con un mínimo de marinos peruanos, la
regresa a Arica. El mismo día destruyó siete lanchas
enemigas que servían para transportar soldados. Por la tarde
capturó la barca Emilia, que era chilena, pero usaba bandera
nicaragüense. Tenía una valiosa carga de 600 toneladas de
cobre. Se envió al Callao. El 29 regresa a Iquique para dar
informes al presidente Prado. Sin embargo, el 30 lo
esperaban los blindados Blanco Encalada, el Cochrane, la
corbeta Abtao y la cañonera Magallanes en el puerto. El
Blanco Encalada y la Magallanes estarían encargados de
perseguir a nuestro monitor, las otras dos embarcaciones
enemigas se quedaron atrás por falta de carbón. La
persecución se inició a las 7 de la mañana y concluyó a las 3
de la tarde. Nunca lograron alcanzar a nuestra insignia. Grau
había ordenado mezclar el carbón con alquitrán para darle
presión. Esto ayudó mucho a que la distancia se extendiera,
además, cada vez que el Blanco Encalada, dirigido el
almirante Rebolledo, disparaba contra nuestro buque, perdía
velocidad, tiempo que era aprovechado por Grau para seguir
su camino en línea recta. Al blindado chileno no le quedó de
otra que renunciar a su captura. El Huáscar, echo de la
victoria aquella tarde, partió hacia el Callao. Rebolledo una
vez más demostraba su poca efectividad en la guerra y Chile
se empezaba a preocupar por las maniobras excepcionales
de nuestro almirante Miguel Grau.
Todo esto lo hizo nuestro héroe en siete días. No tuvo
tiempo de descansar, de darse un respiro ni se lo dio al
enemigo a quien mantuvo en jaque durante todo este tiempo.
Si Chile creyó que con la pérdida de la Independencia nuestra

98
escuadra había quedado inutilizada, se acaba de dar con una
dura sorpresa.
Una vez en el Callao, Miguel Grau ordenó reparaciones
urgentes al monitor Huáscar. Además, era necesario cambiar
de tripulación, la que tenía había sido reclutada a última
hora, no tenía experiencia, muchos ni siquiera eran marinos
de profesión y esto le jugó en contra cuando había combatido
con la Esmeralda en Iquique. No obstante, era imposible
descansar, el enemigo podría llegar en cualquier momento al
puerto del Callao y solo le bastaría un certero golpe para
vencer a nuestro monitor, por ello, nuestra cañonera
Pilcomayo, de tan solo 600 toneladas, tendría que llamar la
atención de los buques enemigos mientras el Huáscar era
reparado.
El éxito alcanzado sobrepasó lo que se había planeado: la
Pilcomayo logró navegar por aguas enemigas, hundió el
buque chileno Matilde en Tocopilla; al ser descubierta por el
Blanco Encalada de 3560 toneladas, emprendió la retirada
quedándose una vez más el blindado enemigo con las ganas
de hundir una embarcación peruana. La majestuosa
incursión de la Pilcomayo, que estaba bajo el mando del
capitán Carlos Ferreyros18, caló tanto en la política chilena
que una vez más pusieron en duda el profesionalismo de su
Comandante en Jefe de la Fuerza Marina Chilena: Williams
Rebolledo. La Pilcomayo regresó incólume al puerto de Arica.
El 2 de junio, desde Pisagua, Miguel Grau le escribió esa
famosa carta de condolencias a la viuda de Arturo Prat,
Carmela Carvajal. En ella nuestro héroe resaltó el heroísmo y
la valentía del almirante de la escuadra chilena que encontró
18.- Carlos Ferreyra nació en Lima el 12 de agosto de 1843. Fue un militar y político peruano de
destacada participación en la Guerra del Salitre. Dirigió la cañonera Pilcomayo. Pero también
participó en la Guerra con España en 1866, durante el Combate de Abtao, a bordo de la América.
Se opuso al golpe de estado de los hermanos Gutiérrez en 1872 en cuyo año asume el mando del
trasporte Chalaco.
Durante la Guerra del Salitre, el 18 de noviembre de 1879 los chilenos capturaron la Pilcomayo,
aunque Ferreyra intentó hundirla sin éxito.
Murió en Chorrillos el 5 de febrero de 1910.
99
la muerte en el Combate de Iquique. Se disculpó por la pena
que le ha causado y con la misiva le envió las pertenencias de
incalculable valor de su esposo.
No obstante, la carta fue respondida con el mismo respeto
y elegancia por la señora Carvajal, reconociendo la
caballerosidad de nuestro héroe a pesar de la guerra que se
vivía. Este es uno de los gestos más aplaudidos de nuestro
“Caballero de los mares”.
Una vez realizado el mantenimiento del Huáscar, algunas
reparaciones y el cambio de artilleros inexpertos por otros
con mayor carrera, griegos e ingleses, el 6 de julio de 1879
zarpó el monitor y su heroico almirante rumbo a Arica,
donde llegará a los dos días. El recibimiento en el puerto fue
digno de quien, en medio de la crisis, nos estaba dando
glorias imborrables.

Escuchó las nuevas órdenes del presidente Prado y acto


seguido, partió a cumplirlas a cabalidad. La misión era
navegar hasta Iquique y hundir el Abtao, luego intentar hacer
lo mismo con la Magallanes y escapar del Cochrane. Existía
un riesgo sustancial en el viaje, pero Miguel Grau no refutaba,
solo obedecía. El 9 de julio ancló en el puerto peruano
Pisagua, recibió noticias y sin vacilar siguió su camino hacia
Iquique a donde llegó casi a la medianoche. No encontró a la
Abtao en su lugar de guardia, así que tuvo que enviar a un
grupo de marinos para que inspeccionara el lugar a pie. Una
vez que regresaron con la información, se dirigió hacia el
Oeste y en un par de horas de navegación se observó humo a
la distancia. Era el transporte chileno Matías Cousiño.
Rápidamente le exigió rendición, esta embarcación enemiga
no era de combate, carecía de cañones, solo transportaba una
carga importante de carbón. El capitán del barco chileno,
Augusto Castleton19, le respondió a Miguel Grau que no
estaba autorizado para izar bandera blanca, luego, sin dar
100
mayores explicaciones, emprendió su rápida huida. El
Huáscar lo siguió de inmediato disparando contra la
embarcación chilena. Al verse vencida, esta decidió
detenerse y rendirse. Miguel Grau ordenó remolcar al Matías
Cousiño pudiendo haberla hundido fácilmente -véase
nuevamente la caballerosidad de nuestro héroe-; sin
embargo, cuando se disponía a hacerlo hizo su aparición en
el combate la Magallanes y muy cerca, el Cochrane. El
Huáscar luchó con la Magallanes por un tiempo, pero decidió
emprender la huida cuando el blindado chileno acortó su
distancia. Estos, una vez más, persiguieron a nuestro monitor
por largas horas en vano. A las 11 de la mañana ambos
buques abandonaron la cacería. Una vez más, el Huáscar
había mostrado su sagacidad.
Vale narrar que la noble acción de Miguel Grau, aquella de
perdonar a la tripulación del Matías Cousiño en vez de
haberla cañoneado para hundirla, fue reconocida por el
capitán de esta embarcación chilena, Augusto Castleton,
quien incluso le envió una carta de agradecimiento a nuestro
héroe por su generosa acción, además de una caja con vinos
de alta calidad.
Así era Miguel Grau, noble, valiente, astuto, dignas
características de un héroe. Nunca descansaba, terminaba
una misión y esperaba órdenes para iniciar la siguiente.
Quienes lo conocieron reconocen su profesionalismo, su
arrojo, su amor por la patria.
Mientras el mundo aplaudía los gestos llenos de
caballerosidad de Grau y sus maniobras para poner en jaque
al enemigo, en Chile ya estaban cansados de su Comandante

19.- “El comandante Grau ha tenido mucha consideración con nosotros, porque nada le habría
sido más fácil que sacrificarnos y echar el buque a pique sin decirnos antes que lo
abandonásemos en los botes. El once hablé con el comandante Latorre, y me dice que la
Magallanes tiene cinco heridos. El comandante y oficiales sin novedad.
El Matías Cousiño está haciendo bastante agua y pronto tendremos que ir al dique a hacer
nuestras reparaciones”
Augusto Castleton
101
en Jefe de la Fuerza Marina Chilena, Williams Rebolledo,
quien, con barcos superiores en capacidad y blindaje, no
había logrado una sola hazaña hasta el momento.
Desde Arica el monitor Huáscar volvió a zarpar el 17 de
julio, pero esta vez junto a la corbeta Unión capitaneada por
Aurelio García y García. A Mejillones llegaron el 19 y
capturaron a la fragata chilena Adelaida Rojas que
transportaba 1700 toneladas de carbón, fue enviada al
Callao. Al día siguiente capturaron otro barco enemigo, esta
vez el E. Saucy Jac, que tenía una importante carga de cobre,
también la remitieron al Callao. Más tarde incendiaron 10
lanchas enemigas y dejaron 2 para que los civiles se puedan
transportar. Por la tarde la Unión se separó del Huáscar para
dirigirse a Caldera. El 21 el Huáscar destruyó 4 lanchas en
Huasca, mientras que la Unión incendió 17 en Carrizal Bajo y
a las 6:00 PM se reencontró con su compañero, ambas se
retiraron hacia el Norte. Al día siguiente, el Huáscar capturó
otra embarcación chilena que usaba una bandera
nicaragüense, transportaba metales. El 23 a las 6:15 de la
mañana, la corbeta Unión encontró un vapor que navegaba
rumbo a Antofagasta, lo persiguió por varias horas, era el
transporte chileno Rímac. El comandante de la corbeta
peruana, García y García, no descansó en su afán de
capturarla. La bombardeó durante largo trayecto, hasta que a
las 10:00 AM apareció el Huáscar y apoyó con la captura. El
barco chileno arrió su bandera y en su lugar izó la blanca en
señal de rendición. Una vez capturada se reconoció a su
tripulación, era el escuadrón de Carabineros de Yungay,
compuesto por 258 soldados, estaba cargado de armas,
caballos, municiones, carbón: fue un botín de incalculable
valor. Los prisioneros fueron embarcados en el Huáscar y la
Unión, y el Rímac, ahora con bandera peruana, quedó a cargo
del capitán de fragata Manuel Melitón Carvajal.

102
Es importante aclarar que la captura del Rímac fue una
hazaña compartida con la corbeta Unión y no solo una gesta
del Huáscar. Aquí se comparte la proeza Miguel Grau y
Aurelio García y García.

Crisis política chilena por las hazañas de Grau


La captura del vapor chileno Rímac fue un duro golpe para
Williams Rebolledo, quien terminaría renunciado a su cargo
el 4 agosto. Se cambiaron no solo ministros en Chile, sino
gabinetes completos. Los chilenos protestaron en las calles
por la evidente crisis que vivía su escuadra frente al enemigo,
que no eran más que un monitor construido en 1864 (el
Huáscar) y una corbeta de madera vieja (la Unión).
Quienes daban vida y sagacidad a estas dos naves
peruanas, eran Miguel Grau por una parte, con sus
ejemplares incursiones y el comandante Aurelio García y
García, quien, en esta última hazaña, había tenido un papel
protagónico.
Un nuevo gabinete se eligió en Chile el 22 de agosto, este
fue presidido por Domingo Santa María quien tenía a cargo la
cartera del Interior. El historiador chileno, Gonzalo Bulnes,
en su famosa obra, Guerra del Pacífico, apunta una confesión
del presidente Aníbal Pinto, después de la captura del Rímac:
“...las escenas vergonzosas acaecidas con motivo de la pérdida
del Rímac, me han dejado la convicción de que nunca debimos
comprometernos en esta guerra”.
Chile temblaba ante Miguel Grau.

Nuevas incursiones de Grau


El primero de agosto el monitor zarpó de Arica
acompañado del ahora barco peruano el Rímac. Sin embargo,
este último sufrió una avería por lo Miguel Grau decidió
enviarlo al Callao para su reparación.

103
En esta incursión el Huáscar se topó con dos tormentas que
le impidieron volver a puerto peruano con nuevas glorias,
por lo que no existen maniobras que resaltar, solo algunos
daños que sufrió nuestro barco por lo que tuvo que ser
reparado en altamar. Regresó a Arica el 10 de agosto.
El 22 de agosto partió de Arica esta vez acompañado del
transporte artillado la Oroya. Llegaron al día siguiente a
Pisagua y se comunicaron por telégrafo con Iquique, una vez
comunicada su llegada, se dirigió a este puerto a donde llegó
a las 8:30.
En Iquique se embarcaron el ingeniero Arancibia y el
mecánico inglés Chester quienes estarían encargados de
instalar dos torpedos Lay con los que se intentaría destruir al
Blanco Encalada. Grau y Prado sabían muy bien que
mantener la lucha sin destruir al menos a uno de los dos
enormes acorazados enemigos, era absurdo. La misión fue
muy clara, el Huáscar debía dirigirse a Antofagasta, donde se
suponía que estaba el Blanco Encalada limpiando sus fondos
y destruirlo con los torpedos recién instalados. Grau, como
siempre, se preparó para cumplir las órdenes sin refutar.
El 24 agosto zarpó a la 1:45 PM de Iquique. Llegó el
Huáscar, acompañado siempre de la Oroya, al sur de
Antofagasta a las 3:00 PM. Esperó inútilmente a que el
Blanco Encalada saliera del puerto para torpedearlo, pues no
se encontraba en el lugar, horas antes había partido hacia el
Paposo. Esto lo supo por el oficial peruano Ricardo Herrera,
quien abordo del vapor Ilo le dio la información a las 6:00
PM. Aunque su principal objetivo estaba ausente de la
escena, otras embarcaciones enemigas sí se encontraban
para ser destruidas, estas eran la Magallanes, la Abtao y los
transportes Limarí y Paquete de Maule. Grau ordenó al Oroya
que vigilara el ingreso al puerto, luego penetró en el
fondeadero. A las 3:00 AM del 25 ya estaba a poco más de
300 metros de las embarcaciones chilenas. No podía usar el
104
espolón por la cercanía de los rompientes, así que se decidió
lanzar el torpedo Lay contra el Abtao. Lamentablemente el
lanzamiento de esta arma fue defectuoso, no solo por no caer
sobre el objetivo, sino por la poca distancia que alcanzó el
disparo. Se tuvo que mandar a una embarcación a
recuperarlo. A las 7:35 Miguel Grau ordenó abandonar el
puerto.
El 26 por la mañana entró a Taltal junto al Oroya. Se
destruyeron tres lanchas y otras seis se remolcaron a la
Oroya quien partió hacia Arica al medio día. El 27 se embarcó
hacia el Norte. Al día siguiente llegó entrada la tarde a
Antofagasta y por más de cuatro horas se batió contra el
Abtao, la Magallanes y el Limarí quienes al inicio se habían
escondidos tras 14 embarcaciones neutrales para evitar el
combate con el Huáscar; sin embargo, el Abtao disparó
contra nuestro monitor rebotando el disparo en el blindaje.
Enfurecido Miguel Grau por la cobarde acción del enemigo,
pues estos usaban como escudo a las embarcaciones
neutrales, enarboló la bandera nacional e ingresó a la bahía
para castigar tamaña insolencia. Esta vez los artilleros de
nuestro monitor estuvieron más efectivos y lograron
causarles daños considerables a los barcos chilenos. Las
baterías de Antofagasta también atacaron al Huáscar y este
respondió de la misma manera. Quien recibió mayor azote
por parte de nuestro blindado fue el Abtao, mientras que la
Magallanes, que tenía mayor velocidad que su compañera,
logró escapar de los cañonazos de su contrincante e incluso
en un afortunado ataque, alcanzó a destruir la chimenea de
nuestro monitor. A las 5:00 PM el combate se puso más
intenso. Las baterías del puerto no cesaban en su ataque,
pero el Huáscar supo responder con sus cañones. Una hora
más tarde Miguel Grau ordenó alejarse de la bahía habiendo
dejado el nombre del Perú por lo alto. A las 22:00 recién llegó
el Blanco Encalada. Vale recordar que en este pequeño
105
combate murió el teniente peruano Carlos de los Heros. El
Huáscar llegó a Iquique el 30 y por la tarde zarpó a Arica
para convoyar al trasporte Chalaco cargado de municiones
de guerra. Luego regresó a Iquique el 2 de septiembre.
Esta nueva hazaña de nuestro héroe y su monitor, causaron
asombro no solo en nuestra patria, sino y, sobre todo, en la
del enemigo. Para acreditar esto citaré a dos escritores
chilenos, el primero, Gonzalo Bulnes, en su obra La Guerra
del Pacífico, escribe lo siguiente: “La actividad del Huáscar le
creaba un ambiente de simpatía universal y el mundo se
sentía inclinado en favor de esa pequeña nave que, a pesar de
su debilidad, mantenía en jaque a las poblaciones marítimas
de Chile”.
Bastante considerado viniendo de un historiador chileno.
Era clarísimo que nuestro monitor no tenía la capacidad
natural para enfrentar a toda la escuadra enemiga. Lo que
hacía gloriosa a esta embarcación era su almirante, Miguel
Grau. Su gran experiencia, su patriotismo y valentía
marcaban una clara ventaja sobre sus enemigos. Es por esto
que se respeta su carrera y tras más de un siglo de su muerte,
se mantiene inquebrantable la figura de Miguel Grau.

Chile se enfila a capturar al Huáscar


Desde el 2 de septiembre hasta el 30 del mismo mes, el
Huáscar no va a tener mayores actividades. En Chile, ante las
críticas por el mal manejo de la guerra y la prolongación de la
campaña marítima, van a modificar sus planes, a limpiar sus
barcos, a reparar profundamente su escuadra y a reforzar
sus cañones. Así, se fraccionará en dos divisiones a su flota.
La primera continuará con sus reparaciones mientras que la
segunda vigilará las costas por si el temido Huáscar se
atreviera a realizar una nueva incursión.
Eduardo Congrains Martin, en su obra Miguel Grau, el león
del Pacífico, explica algunas mejoras que sufrieron los
106
blindados chilenos durante casi todo el mes que el Huáscar
estuvo inactivo: “Se limpiaron los fondos, las máquinas de
ambos acorazados se repararon aumentando a dos nudos
más su velocidad, a los buques menores se les cambió de
cañones por otros de mayor potencia”.
Como vemos, Chile se había planteado capturar de una vez
por todas a ese viejo y pequeño monitor que con astucia y
valentía había logrado burlar a sus mejores barcos por más
de cuatro meses.

Ascenso de Grau
Mientras el enemigo planificaba la captura del Huáscar, en
el Perú me hacían gestiones importantes para ascender de
grado a nuestro héroe. El 31 de julio se había presentado un
proyecto en el Congreso para otorgarle el grado de
contralmirante. Nuestro historiador Vargas Ugarte, en su
memorable obra Historia General del Perú, décimo tomo,
asegura que el procedimiento para el ascenso de Miguel Grau
no fue iniciado correctamente, pues debía ser el Ejecutivo
quien proponga el nuevo grado y la Cámara aceptarlo. Así se
hizo entonces el 26 de agosto. Nuestro héroe se enteró de su
ascenso el 8 de septiembre y agradeció el gesto del gobierno,
pero no hizo más por ello. Él tuvo que aceptar el ascenso,
pero se rehusó a aceptar los goces y el uso de la insignia que
implicaba el nuevo cargo. En una carta que nuestro héroe le
escribió a su gran amigo Carlos M. Elías el 20 de septiembre
de 1879, y que fue publicada por Felipe A. Barreda en 1959,
confiesa los motivos: “Primera razón. Mientras el Huáscar
tremolaba un simple gallardete de comandante, nada de
particular tenía que yo huyera a la vista de un blindado, pero
ya con la insignia de contraalmirante sería muy vergonzoso
tener que correr con ella izada. Segunda razón. Yo abrigo la
vanidad de creer que ninguno maneja el Huáscar como yo, en
este concepto, no encuentro otro que me reemplace en el
107
éxito de un combate. Como Almirante en Jefe, no sería
posible que yo dirigiese el buque, y en el caso de tener
comandante habría necesidad de estarle diciendo colóquese
Ud. en tal o cual situación, vaya para atrás o para adelante,
etc., etc.: Lo que no es posible mandar en un combate y con
un solo buque. Tercera razón. Tiene un alcance político.
Cuarta razón. Se me quiere imponer un comandante que a mí
no me conviene, porque no lo creo competente.” Más
adelante agrega: “Todos estos fundamentos han obrado en
mi ánimo (y en otros muchos que el apuro no me permite
consignar) para decidirme a solicitar que se me deje como
simple comandante del Huáscar y se excuse el uso de la
insignia”.
“Como tú comprenderás, también he renunciado al sueldo
para ser lógico”.

Momentos previos al Combate de Angamos


El primero de octubre hubo una reunión de urgencia en
Antofagasta, abordo del Blanco Encalada. Los altos mandos
chilenos resolvieron zarpar de Mejillones al día siguiente a la
1:20 PM para dirigirse a Arica. Su plan era el siguiente:
atacar, primero, con lanchas torpedos al Huáscar o a
cualquier otra embarcación peruana; luego, bombardear los
buques enemigos y, por último, destruir las baterías
terrestres de Arica. Si al llegar a este puerto no encontraban
a los barcos enemigos, se retirarían sin ejecutar bombardeo
alguno. Y así ocurrió, el 5 de octubre no encontraron ni al
Huáscar ni a la corbeta Unión. Esto los obligó a realizar una
nueva reunión de emergencia donde se decidió que el
Cochrane, la O´Higgins y el Loa, se dirigieran a Mejillones y
Antofagasta. Las demás embarcaciones chilenas,
encabezadas por el Blanco Encalada, intentarían hundir a la
cañonera peruana Pilcomayo por la noche. Este segundo
intento por atacar en bloques a nuestra escuadra tampoco
108
funcionó, pues el jefe chileno Riveros, se alejó hacia el Sur sin
torpedear a la Pilcomayo, quien no se amilanó y se enfrentó
contra el O´Higgins a las 9:30 AM sin mayores consecuencias.
Por el lado de la escuadra peruana, que se reducía al
Huáscar, pues la Pilcomayo y la Unión eran de madera y de
baja ofensiva, el 30 de septiembre de 1879, Miguel Grau
recibió órdenes concretas del presidente Mariano Ignacio
Prado de dirigir el Huáscar junto a la Unión, como escolta del
transporte Rímac quien llevaría oficiales, jefes y bultos del
ejército boliviano rumbo a Pisagua y luego a Iquique. De este
último puerto se embarcaría en el Rímac madera que sería
enviada inmediatamente hasta Arica. Acto seguido, el
Huáscar y la Unión deberían dirigirse a Tocopilla y torpedear
a los buques enemigos que se encontraran en dicho puerto.
Pero por ninguna razón se debía comprometer a los buques
peruanos en un combate desigual.

Miguel Grau solicita la expedición


Estas fueron las órdenes que el presidente le dio a Miguel
Grau. Sin embargo, casi un año más tarde, desde Nueva York,
Prado confesaría en su manifiesto fechado en agosto de 1880
que fue Miguel Grau quien le pidió esta comisión y aunque no
tenía pensado dársela, su confianza en el contraalmirante lo
motivó a asignársela.

El Monitor Huáscar no había pasado mantenimiento


Una carta escrita por nuestro héroe a su esposa, el 30 de
septiembre de 1879, señala que el Huáscar “entre paréntesis,
está sumamente sucio”. El periodista y escritor Ramón Rojas
y Cañas, en su obra La Guerra del Pacífico (1880) asegura que
el monitor tenía un acumulado de conchífera en sus fondos,
por lo que había perdido un quinto de su velocidad. Esto ha
sido respaldado por José María Químper y Manuel Vegas
García.
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El historiador tacneño Jorge Basadre, en el Tomo 8 de su
colección de obras Historia de la República del Perú,
publicado por el diario El Comercio acota tres posibles
motivos por los que Miguel Grau zarpó de Arica rumbo a la
inmortalidad: “1.- Grau quiso reparar su barco averiado y lo
obligaron a zarpar (Prado); 2.- Grau se lanzó a una nueva
aventura en contra de la voluntad de su presidente; 3.- Grau
quiso ejecutar un audaz plan estratégico”.
También es importante agregar la conclusión del
historiador Paz Soldán, quien asegura que una nueva hazaña
de Grau lo convertiría en un excelente candidato a las
elecciones presidenciales de 1880.
No olvidemos que nuestro héroe piurano era político
opositor al presidente de turno. En una futura obra ofreceré
más información sobre nuestro “Caballero de los Mares”.

110
COMBATE DE ANGAMOS
En la madrugada del 30 de septiembre zarpó de Arica el
convoy peruano conformado por el Huáscar a la cabeza,
seguido de la corbeta Unión y el transporte Rímac. Llegó a
Iquique el mismo día a las 4:30 AM. Al día siguiente, a las
4:00 AM, se alejaron de este puerto el Huáscar y la corbeta la
Unión y navegaron hacia el Norte por una hora, mientras que
el Rímac partió directamente hacia Arica. Luego ambas
embarcaciones, al mando del ahora contraalmirante Miguel
Grau, se alejaron de la costa, dieron media vuelta y
navegaron hacia el Sur. El 4, frente a la caleta Sarco,
apresaron a la goleta Coquimbo y con poca tripulación la
enviaron al Callao. El 6 y 7 el Huáscar y la Unión la pasaron
en altamar reparando con tranquilidad su maquinaria, que
desde que había zarpado de Iquique, no había dejado de
presentar problemas. Mientras esto ocurría del lado de
nuestra escuadra, el Cochrane, el O´Higgins y el Loa llegaron a
Mejillones el 6 y al día siguiente, arribó Riveros con el Blanco
Encalada.
El 8 de octubre llegó nuestra escuadra a la rada de
Antofagasta, la Unión hizo guardia en Punta de Tetas
mientras que el Huáscar buscó naves enemigas. A las 3:00
AM se volvieron a juntar prosiguiendo su rumbo hacia el
Norte. No fue hasta las 4:30 AM cuando se divisó tres humos
que venían en dirección contraria. Eran barcos enemigos.
Esto obligó a enrumbar primero hacia el Oeste y luego hacia
el Norte separándose de la costa. A las 5:30, ya habiendo
aclarado, Miguel Grau reconoció a sus oponentes: eran el
Blanco Encalada, la Covadonga y el Matías Cousiño que
iniciaron la persecución. Sin embargo, el Matías Cousiño se
quedó atrás y al ser solo un transporte sin artillería, que poco
podría contribuir en el combate, se dirigió hacia Antofagasta.
La Unión, que era comandada por A. García y García, se
mantuvo siempre al lado del monitor Huáscar, siguiendo sus
111
aguas. En el camino se había dejado atrás también a la
Covadonga, mientras que el Blanco Encalada perdía valiosa
distancia de nuestros barcos. Todo parecía jugar a nuestro
favor. Sin embargo, a las 7:15 AM, se avistaron por el
Noroeste, tres humos más: esta vez eran el Cochrane, el
O´Higgins y el Loa. Esto obligó a Miguel Grau a virar su
monitor siendo perseguido a toda velocidad por el Cochrane
que llegó a alcanzar una velocidad de 12 nudos y logró
cerrarle la ruta de escape al Huáscar, por lo que Grau optó
por escapar hacia la costa. Es entonces cuando el
comandante de La Unión, Aurelio García y García, recibió la
orden de Miguel Grau de salvar su barco huyendo hacia el
Norte. Así lo hizo, el comandante peruano navegó a toda
velocidad llamando la atención del Loa y el O´Higgins quienes
no dudaron en perseguirlo sin éxito. Desde ese momento, el
Huáscar quedaría solo peleando con los blindados chilenos.
Su andar no pasó los 10,75 nudos, bastante extraño
conociendo la velocidad de nuestro blindado en otros
combates, quizás esto se deba a que sus fondos no estaban
limpios. Al verse acorralado por el enemigo y sin un espacio
por donde escapar, Miguel Grau ordenó enarbolar el
pabellón nacional, no estaba dispuesto a rendirse, iba a
luchar hasta la muerte. Miguel Grau ordenó el primer
cañonazo de su torre contra el Cochrane a más de mil metros
de distancia. El blindaje de 9 pulgadas de este acorazado lo
protegió del impacto. El Cochrane respondió de la misma
manera contra el Huáscar. Cada uno de sus cañonazos causó
incalculable desastre en nuestro viejo, pero valiente monitor.
Uno de los proyectiles destrozó las cadenas de la caña del
timón de combate y hubo que maniobrarlo desde entonces
con herramientas improvisadas. A una distancia de más de 9
kilómetros se acercaban el Blanco Encalada y la Covadonga
que había recuperado su andar. El Cochrane aprovechó para
acortar distancia y a unos dos mil metros propinó un certero
112
disparo que impactó directamente en la torre de mando
matando inmediatamente al contraalmirante Miguel Grau y
dejando herido de muerte a su ayudante Diego Ferré: era las
9:35 de la mañana. La muerte de Miguel Grau fue espantosa,
pero de ella hablaremos más adelante pues, aunque muerto
la cabeza de nuestro glorioso monitor, los peruanos que aún
vivían no dejaron de pelear. El capitán de corbeta Elías
Aguirre asumió el mando. La Torre, comandante chileno que
dirigía esa mañana al Cochrane, pensó que el Huáscar se
rendía cuando vio caer la bandera del palo mayor, pero solo
era un absurdo infortunio, pues rápidamente el oficial de
nuestro monitor, Enrique Palacios, la colocó en su lugar,
prosiguiendo el combate. La Covadonga y el Blanco Encalada
seguían acortando distancia sin dejar de bombardear a
nuestra embarcación. Con el timón averiado que impedía
mantener en una dirección obediente del Huáscar, Elías
Aguirre ordenó espolonear al Cochrane, pero este alcanzó a
esquivar el ataque, momento que aprovechó el Blanco
Encalada y la Covadonga para disparar a nuestro monitor. No
tardó Elías Aguirre en correr la misma suerte que Grau,
muriendo también a consecuencia de una comba que lo hizo
volar en pedazos. El Huáscar quedó maltrecho. Quien asumió
el mando fue el teniente de primera José Melitón Rodríguez.
Este también intentó espolonear al adversario, pero el timón
ya no lo obedeció, fue imposible maniobrarlo. Los constantes
disparos de los barcos enemigos acabaron rápidamente con
su vida. Pedro Gárezon, teniente primero, asumió el mando
de lo poco que quedaba de nuestro monitor, que en esas
condiciones no era más que una masa de hierro. Era
imposible ya pelear, el castigo de los cañones enemigos había
sembrado muerte e incendios en nuestra cubierta. Gárezon le
dio la orden al alférez Ricardo Herrera de abrir las válvulas
del Huáscar para que se hundiera y no fuera tomado como
trofeo de guerra por el enemigo. La orden se acató
113
inmediatamente, se tuvo que apagar la máquina para abrir
las válvulas. Los chilenos se percataron del plan de Gárezon
pues veían como se iba hundiendo nuestro barco lentamente.
Los oficiales chilenos, sin tiempo que perder, mandaron
botes con marinos que lograron reducir a nuestra diezmada
tropa desarmada. Estos mismo, revólver en mano, obligaron
a los maquinistas a cerrar las válvulas cuando el Huáscar ya
tenía más de un metro de agua bajo la sentina. El enemigo
esta vez evitó que nuestro monitor cumpliera su última
hazaña: hundirse junto a su tripulación. El reloj marcaba las
11:10 AM cuando había terminado el combate.
Los chilenos condujeron con mucha dificultad el Huáscar
hacia Mejillones. De aquel hermoso monitor que zarpó del
Callao el 15 de mayo para iniciar la campaña marítima, no
quedaba más que escombros. Los chilenos lo arreglarían
rápidamente, le harían modificaciones y con bandera
mapuche lucharía contra nosotros meses después. Los
sobrevivientes de nuestro monitor alcanzaron los 165 y los
muertos pasaron los 30. Los restos de Miguel Grau -un
pedazo de su pierna izquierda y de su mandíbula- fueron
enterrados en Chile y el 13 de julio de 1890, durante el
gobierno de Andrés Avelino Cáceres, volvieron al Perú para
ser enterrados en el Cementerio Presbítero Maestro, en el
Agustino. En 1908 fueron trasladados a la Cripta de los
Héroes en el mismo camposanto. El 21 de marzo de 1958,
Chile entregó al Perú un trozo de tibia de Grau y un
escapulario del héroe de Angamos, los que están en una
cripta de la Escuela Naval de la Marina de Guerra, en La
Punta, Callao.

114
115
Pintura del artista inglés Thomas Jacques Somerscales, famoso por sus
representaciones con respecto a los combates de la Guerra del Pacífico. En este caso,
el Combate de Iquique.

Cubierta del
Huáscar
después del
Combate de
Angamos. Son
notorios los
daños que le
causó los
cañonazos de
los blindados
enemigos.

116
OBSERVACIONES SOBRE GRAU
Cuando hablamos de Miguel Grau, nos referimos quizás al
héroe más importante que tenemos en nuestro periodo como
República, incluso por encima de Bolognesi o de Cáceres. Por
eso resulta muy difícil atreverse a criticar algunas de las
medidas tomadas por nuestro héroe durante la Guerra del
Pacífico. Sin embargo, es importante hacerlo por el bien de la
objetividad de todo. No puedo negar el cuestionamiento que
en voz baja se le ha hecho a Miguel Grau con respecto a
dedicarse a salvar a los chilenos caídos de la Esmeralda al
finalizar el Combate de Iquique cuando la Independencia,
nuestro otro blindado, se estaba hundiendo por el descuido
de su capitán, Guillermo More. ¿Por qué salvar al enemigo y
dejar desamparado al hermano patriota?
El Combate de Iquique terminó a las 12:10, con victoria del
Huáscar y este demoró, entre el rescate de los chilenos y en
llegar al lugar donde yacía la Independencia, tres horas. La
distancia no era mayor de las 9 millas (poco más de 14
kilómetros). La velocidad del acorazado peruano superaba
los 13 nudos por hora como ya hemos dicho antes (24
kilómetros por hora), se entiende entonces que Grau demoró
más de dos horas en salvar a los chilenos de la Esmeralda.
Además estos podían haber nadado hasta la playa de Iquique
no estaba lejos.
La Independencia encalló, según los reportes oficiales, a las
12:35 de la tarde, 25 minutos después de que Grau había
hundido la Esmeralda. Queda muy claro entonces que de no
haber salvado a los chilenos náufragos, hubiese llegado con a
tiempo para salvar a los sobrevivientes de la Independencia.
Quizás resulte un tanto frívolo de mi parte la ligereza con la
que me atrevo a cuestionar la actitud de Grau en la guerra,
pero es necesario, porque de lo contrario la censura lo
convertiría en una especie de Dios intocable. Así como creo
que se equivocó en el Combate de Iquique y en devolver las
117
prendas de Arturo Prat Chacón a su viuda –pues eran trofeo
de guerra-, enfrentó con honor y coraje a los acorazados
chilenos el 8 de Octubre en Angamos, muchos más grandes
que su pequeña nave de 1100 toneladas.

118
BIBLIOGRAFÍA
1.- Jorge Basadre, Historia de la República Peruana / Tomos
1,4-11 / Edición del diario El Comercio
2.- Gobierno de Chile (1879-1881) / Boletín de la Guerra del
Pacífico I / Santiago de Chile
3.- Gonzalo Bulnes (1911) Guerra del Pacífico Vol. 1 de
Antofagasta a Tarapacá / Valparaíso: Sociedad Imprenta y
Litografía Universo
4.- Rubén Vargas Ugarte, Historia General del Perú / Tomo
VIII
5.- Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la campaña de
Lima 1880-1881
6.- Edmundo Paz Soldán, Narración Histórica de la guerra de
Chile contra Perú y Bolivia / 1884
7.- Alfonso Quiroz, Historia de la Corrupción del Perú /
Instituto de Estudios Peruanos, edición 2013
8.- El Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los
Incas / Editorial Aspasa, edición 1967
9.- Clements R. Markham, Peru (1880): The War between
Chile and Peru (1881) / Perú (1880): La Guerra entre el Perú y
Chile” / (1922) Traducción de Manuel Beltro
10.- Guillermo Thorndike, Grau / Fondo Editorial del
Congreso del Perú, 2007
11.- Jorge Baradit, Historia secreta de Chile
12.- Gerardo Vargas Hurtado, La batalla de Arica
13.- Carmen McEvoy, Guerreros Civilizadores – Política,
sociedad y cultura en Chile durante la Guerra del Pacífico /
Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2011, 431
páginas.
14.- Carlos Tromben, El Huáscar / Ediciones B, Santiago de
Chile
15.- Víctor Andrés García Belaúnde, Expediente Prado /
Editorial Asociación Civil Mercurio Peruano, 2016

119
16.- Tomás Caivano, Historia de la Guerra de América entre
Chile, Perú y Bolivia / 1882
17.- Alcides Arguedas, Historia General de Bolivia

VISITA DE MUSEOS Y BIBLIOTECAS


1.- Biblioteca Nacional del Perú
2.- Biblioteca Nacional de Chile
3.- Museo Naval del Perú, Callao
4.- Museo del Parque el Reducto número 2, Miraflores
5.- Museo La casa de Bernardo, Jirón de la Unión
6.- Museo del Alto de la Alianza, Tacna
7.- Museo de Combatientes de la Batalla de Arica, Arica Chile
8.- Museo Flotante el Huáscar, Concepción, Chile.

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