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Contenido

Presentación 3

Adrián Nyel, un hombre suscitado por Dios 4

Enredarse en el movimiento de la renovación cristiana por la 5


educación

Movimientos laicales de incidencia social 5


La Compañía del Santísimo Sacramento
Las Asambleas de los Amigos

Fundadores de Comunidades dedicadas a la educación 7


El P. Nicolás Roland
El P. Charles Démia
El P. Barré

Adrián Nyel, consagrado en Rouen 11

Ser maestros en el siglo XVII 12


Trabajando en Rouen 14

Adrián Nyel, cómplice de la conducción de Dios en Reims 15

La Señora Maillefer 15
Viajar a Reims 16
La segunda escuela 18
La comunidad que nace 19
La cuarta escuela 21

Adrián Nyel, la fidelidad del regreso 23

La comunidad de los comienzos: todo estaba allí 24


Presentación
Hermanos, Compañeros en la Misión, lasallanos:

Con mucha alegría les estamos acercando este


folleto que quiere ayudarnos a vivir con mayor
conciencia este aniversario que coincide,
providencialmente, con el comienzo de nuestro
VII Capítulo Distrital y la V Asamblea Distrital en
Argentina-Paraguay.

Acercarnos a la vida de este hombre de Iglesia,


este hombre consagrado profundamente a la
Gloria de Dios por el servicio de los pobres en la
educación, este hombre que participa de la
renovación profunda de la sociedad en la que vive y, sobre todo, este hombre
buscador, puede ayudarnos a vivir con mayor responsabilidad nuestra propia
participación en estos procesos de renovación que queremos vivir en el Distrito.

El Capítulo/Asamblea que empezamos el 13 de febrero pasado, con este período


preparatorio, no es simplemente un tiempo de renovación. Queremos vivir un
proceso de conversión institucional, comunitario y personal que nos lleve más
adentro en los Horizontes que caminamos: el Horizonte Distrital, los Horizontes
Pedagógico Pastorales, el Horizonte de la Formación, el Horizonte de la
Economía…

La convocatoria fue hecha, precisamente, en la fecha que celebra la memoria del


martirio del H. Santiago Miller en Guatemala. Hacer memoria de un Hermano y
un seglar, consagrados a la educación de por vida, es un hermoso símbolo de lo
que queremos vivir. Unos y otros, Hermanos y Seglares, vivimos de unas raíces
que nos exceden: las del amor de Dios por su mundo, amor que lo llevó a encar-
narse y entregarse a su mundo, para conducir ese mundo a la comunión con Él.

Que la misma pasión de Dios por la humanidad, la misma que animó a Adrián
Nyel y a Santiago Miller, la misma que habitó a Juan Bautista de La Salle, habite
en nuestros corazones. Que Jesús, esa pasión hecha persona, viva en nuestros
corazones.

Buenos Aires, 4 de marzo de 2012. H. Santiago Rodríguez Mancini


Visitador
Adrián Un hombre suscitado
Nyel por Dios
No sabemos muy bien dónde nació. No con-
servamos ninguna palabra suya. No tenemos
su retrato. Y, sin embargo, él ha sido “el primer
promotor del Instituto de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas”, según lo afirma Jean
Baptiste Blain en su biografía de La Salle.

Los investigadores ubican sus inicios en


alguna comarca en la diócesis de Laón. Alguno
arriesga el nombre del pueblo: Beauvois.

El testamento de su tío, Jean Nyel (1), canónigo


de Laón, legaba, el 10 de marzo de 1642,
varias casas a fin de constituir una renta para
proveer a la dote de una niña pobre al año y
pagar los gastos de un aprendiz varón por año.
Allí mismo nos anoticiamos de que Adrián Nyel
es hijo de Noël Nyel, hermano del canónigo y
de Margarita de Chimay y que eran de
condición modesta. Tenía Adrián, en ese
entonces, 21 años, según otro documento en
el que sale de testigo. Vivía en la ciudad de
Laón.

En algún momento partió hacia Rouen donde


la familia Nyel también contaba con miembros.

(1) En tiempos en que la ortografía no estaba del todo fijada, el apellido de esta familia parece tomar formas como
Niay, Niel, Neel o Nyel.
Enredarse en el
movimiento de la
renovación cristiana
por la educación
Nyel era un hombre red, un hombre que supo en-redarse
en el proceso de renovación pedagógica y pastoral
exigido por la modernidad naciente y nacido del entusiasmo del post concilio de
Trento.

Nuestro maestro es un laico entusiasmado en la desclericalización de la


educación, lo mismo que Barré y Roland, a quienes conoció y con quienes
colaboró. Repasemos brevemente algo de ese panorama bullente que era el
siglo XVII de Francia. El post-concilio de Trento penetraba lentamente. En el
trasfondo, la pastoral desatada por una generación entusiasta en la renovación
del tejido social cristiano, fortalecida por la llamada Escuela Francesa de
Espiritualidad. Son tiempos de cristiandad, no lo debemos olvidar. Pero de una
cristiandad que ya empieza una crisis que resolverá difícilmente: la crisis de la
racionalidad moderna y el nacimiento del capitalismo.

Movimientos laicales de incidencia social

La Compañía del Santísimo Sacramento

La Compañía del Santísimo Sacramento fue fundada por el Duque de Ventadour,


Henri de Levis, en París en 1630 para influir directamente sobre las instituciones
sociales a favor de las ideas conciliares, particularmente de la educación de los
pobres. Pronto se extendió por todo el reino. En la historia es conocido también
como “el partido devoto” o el “partido de los devotos”.

El secreto de la membresía era parte de su contenido ya que su voluntad era la de


estar en el mundo como la divinidad en Jesús, escondida. Pensaban que así, las
obras de la Compañía no podrían ser adjudicadas a nadie en particular.

Su ideal era el de transformar socialmente a Francia, reduciendo las libertades


de los protestantes en ella y “construir Jerusalén en medio de Babilionia”
(Bossuet). Se distanciaban tanto de los racionalistas como de los jansenistas.

Sus miembros eran reclutados entre la nobleza de toga y los burgueses profesio-
nales. Entre ellos, podemos contar al cardenal Bossuet; San Vicente de Paul;
fundador de las Hijas de la Caridad y de las Misiones extranjeras; Jean-Jaques
Olier, fundador del Seminario de San Sulpicio y de la Sociedad del mismo
nombre; Charles Démia, renovador de la educación; Pierre Lambert de La Motte,
organizador del Hospital General de Rouen y creador de Misiones extranjeras;
Nicolás Fouquet, gran administrador, que fuera arrestado por la corona en 1661.

Su creación fue apoyada por el Rey Luis XIII y por el Cardenal Richelieu, su
primer ministro. Pero tanto el primer ministro Mazarino, como el ministro Colbert,
desconfiaban de ella por encontrar que podían apoyar al rey de España en sus
disputas con Francia. Al mismo tiempo, muchos nobles del partido devoto habían
sido frondistas (2), cosa que los hacía desconfiables por parte del poder central.
En 1660 sus actividades fueron prohibidas por Mazarino junto con todas las
sociedades secretas. Sin embargo, el partido resistió. Seis años después, con la
muerte de la Reina Madre, Ana de Austria, que apoyaba a la Compañía, Luis XIV
la disolvió completamente.

Molière fue un gran enemigo de la Compañía y escribió contra ella su obra


Tartufo. La Reina Ana hizo prohibir su representación por lo que no pudo hacerse
sino hasta 1669.

Las Asambleas de los Amigos

Las Asambleas de los Amigos, fueron fundadas por Vincent de Meur, Lambert de
La Motte y el P. Jean Bagot, como una manera de animar las Congregaciones
Marianas de los Colegios Jesuitas. Con ellos colaboró San Vicente de Paul.

Fuertemente ligados entre sí, quienes habían sido miembros como alumnos
seguían conectados por correspondencia y ayudándose entre sí. En distintas
ciudades tenían sus Asambleas secretas. Rouen era un centro con muchos
miembros muy activos. Allí había estado como rector el jesuita Hayneuve, autor
de gran influencia espiritual sobre Juan Bautista de La Salle.

Sus ideales eran: el apoyo de las misiones extranjeras y populares, el servicio de


los pobres por la educación en parroquias y Hospitales Generales, la conversión

(2) Se conoce como “Frondas”, movimientos de resistencia de los señores feudales contra el poder absolutista del
Rey. El ejercicio principal de esa resistencia estaba en la negativa a pagar tributos.
de los herejes (protestantes), el socorro a los desterrados irlandeses católicos, el
socorro de los presos y la adhesión al Papa. Es fácil reconocer en este ideario el
fondo al que adhiere La Salle.

El mismo Lambert de la Motte colaboró con Adrián Nyel en Rouen para fundar las
escuelas dependientes del Hospital y con el P. Barré en la fundación de las
Hermanas de la Providencia.

Si bien La Salle no formó parte de la Asamblea de los Amigos, Nicolás Roland,


que fue su director espiritual, la había conocido en París. Este había deseado
partir hacia Siam como misionero.

Al mismo grupo perteneció Pierre Guyart, que sería párroco en Laón y que vivió
en Reims en una especie de comunidad clerical con Roland. Lo mismo dígase del
diácono Nicolás Rogier, su ejecutor testamentario junto con La Salle.

Muchas otras personas que colaboraron con nuestro fundador pertenecían a los
círculos relacionados con las Asambleas. Una de ellas es la Hermana Luisa, la
ermitaña de Parmenia que lo ayudó a discernir la voluntad de Dios en el final de
su vida, allá por 1714.

Fundadores de Comunidades dedicadas a la educación

El P. Nicolás Roland

Había nacido cerca de Reims en 1642. Su padrino de


bautismo fue su tío, Mathieu Beuvelet, quien fue luego
un sacerdote vinculado al Seminario de San Nicolás de
Chardonnet, autor espiritual de mucha difusión.

Estudió con los jesuitas y sólo unos años después de


vivir una vida de viajero curioso, decidió consagrarse a Dios. Buscó su camino con
los jesuitas y con los misioneros que iban a Siam. Sin embargo, en 1665 recibe
una canonjía en Reims, es nombrado “predicador” de la Catedral. Un año
después, ordenado sacerdote, abandona la casa paterna y se muda a una casa
desde donde empieza a servir a los pobres del barrio, colaborando con una laica,
Marie Brisset casada con el Sr. Varlet, que atendía las necesidades unos huér-
fanos desde 1661. Como algunos de ellos no eran remenses, la municipalidad se
lo clausuró al poco tiempo. Ella lo había reabierto en 1664.

A Roland le preocupa la fragilidad del proyecto. Decide ir a Rouen a consultar al P.


De La Haye, hombre espiritual y gran consejero. Vive seis meses debajo de una
escalera para poder ponerse como su discípulo. Allí conoce también a la Sra.
Maillefer, mujer de enorme caridad, y al P. Barré, que estaba haciendo una expe-
riencia con jóvenes laicas para el servicio de las niñas pobres.

En 1668, vino a terminar de convencerlo el libro de las Amonestaciones de


Charles Démia. Lo suyo era la escuela para los pobres, las niñas y los niños.

En 1670 fue llamado a Rouen para predicar una misión. Allí volvió a encontrarse
con Barré y con el P. De La Haye, que patrocinaba la experiencia que aquél
animaba. Aquellas jóvenes ya estaban conduciendo dos escuelas y preparaban
otra en Darnetal, pueblo de los alrededores, financiada por la Sra. Maillefer. Estas
mujeres, llamadas “Damas Negras” por su hábito, o también “Niñas seculares”,
se ocupaban también de la educación en la escuela del Hospital General,
conducido entonces por Lambert de La Motte y donde trabajaba Adrián Nyel con
su comunidad en la educación de los varones.

Para Barré, lo esencial para el sostenimiento de la experiencia educativa era la


comunidad que formaban las mujeres. Y, por otro lado, la confianza en la Provi-
dencia. No hacían falta ni fundaciones económicas, ni patentes reales ni recono
cimientos eclesiásticos. Por eso también veía con muy buenos ojos la experien
cia comunitaria que conducía en el Hospital el maestro Adrián Nyel. Incluso
pensaba que esa podía ser la comunidad masculina que acompañara a sus
mujeres: las Hermanas y los Hermanos de la Providencia.

Barré le ofreció dos mujeres de su comunidad y Roland las recibirá en Reims en


su casa. También recogió la promesa de su prima, la Sra. Maillefer, para financiar
alguna iniciativa en Reims a favor de los varones.

Cuando Roland regresa a Reims, la Sra. Varlet le cede la casa y el orfanato,


retirándose de la obra. En 1670 llegan Francisca Duval y Ana Le Coeur y abren
una escuela junto al orfanato.

Cerca de esta casa, en el mismo barrio, están las Hermanas de la Congregación


de Nuestra Señora, que se dedican a la educación de las niñas pobres. Habían
sido fundadas por Pierre Fourier en el siglo anterior. Habían llegado a Reims en
1637. Pero estaban obligadas a clausura papal porque el estilo de vida que su
fundador había querido darles, el de una comunidad apostólica de mujeres, no
fue aprobado por la Santa Sede. Debieron funcionar, entonces, como un
monasterio con internas de pago y una pequeña escuela anexa con alumnas
externas pobres. Algo parecido había pasado con otras iniciativas: las Ursulinas,
las Salesas. Peor les había ido a las Hermanas fundadas por Mary Ward.

Eran tiempos nuevos y había que encontrar una fórmula de vida consagrada que
no recluyera a las mujeres en un convento, al mismo tiempo que les permitiera
vivir como auténticas ministras del evangelio. Las Hermanas del Niño Jesús que
está creando Nicolás Roland tienen el aval del Arzobispo de Reims. Contraria
mente a lo recomendado por Barré, funda la obra sobre unas propiedades
inmuebles que generen una renta que permite sostener la comunidad y hacer que
la obra educativa sea gratuita.

A partir de 1667, Roland fue compañero de Cabildo Catedralicio de San Juan


Bautista de La Salle. Luego llegó a ser su director espiritual. Bajo su influencia, el
joven canónigo empezó a ser más humilde y a dedicar más tiempo a los pobres, a
imponerse penitencias y a tomar más tiempo para la oración, a luchar contra el
sueño que le dificultaba la asistencia al Coro de canónigos y a pensar en cambiar
su canonjía por una parroquia. Lo intentó, pero el trámite con el párroco falló por
algunos malos entendidos.

Roland tenía en su casa un grupo de sacerdotes y de seminaristas a quienes


educaba en la piedad y en el amor por los pobres.

Todas estas actividades minaron su salud. En abril de 1678 enfermó. El 27,


falleció. En su testamento, encargó a La Salle terminar con el trámite de las
patentes reales para las Hermanas.

Ha sido beatificado en 1994.

El P. Charles Démia

Charles Démia, otro contemporáneo preocupado por la


educación, vivió en París en el mismo tiempo que Roland y
conoció más o menos los mismos círculos de formación,
algunos de los cuales frecuentará La Salle: el Seminario de
San Sulpicio, la Parroquia de San Nicolás de Chardonnet
fantástico centro de irradiación pastoral y espiritual-, la comu
nidad de los “Bons Enfants” y la de los “Buenos Amigos”.
Démia llegó a formar parte de las Asambleas de Amigos y fue animador del grupo
de Lyon hacia 1684.

En 1666 y 1668 publicó un texto que tuvo mucho éxito práctico, al menos en Lyon,
las Amonestaciones, donde exhortaba a la constitución de escuelas gratuitas
para los niños varones pobres. Pero el texto, sobre todo, fue inspirador para Barré,
quien, sin embargo, tomó otro camino que enseñará a La Salle: la financiación de
las escuelas no debe corresponderle a la comunidad de los Hermanos sino a orga
nismos locales, sean parroquiales o municipales o a fundaciones particulares. El
P. Roland se inspiró más fielmente en las enseñanzas de Démia.

El diario de Démia, publicado en la serie de los Cahiers Lasalliens, deja ver


claramente cómo La Salle compraba libros a este clérigo lyonés.
Sacerdote desde 1663, participaba de la Compañía del Santísimo Sacramento,
prohibida ya. Sus compañeros lo apoyaron en la apertura de las escuelas de Lyon
y el seminario para maestros. Antes de 1672 ya había abierto cinco escuelas.

Ese año, funda el Seminario de San Carlos para maestros. Dos años más tarde,
escribe el Reglamento para las escuelas, que sirve de manual de pedagogía para
los maestros en formación y en ejercicio. En 1676, completando el círculo, crea
una sociedad apostólica con los Maestros y las Maestras de San Carlos para las
que obtiene letras patentes.

En 1687, Démia le pide al P. Barré que le envíe una de sus Hermanas y, con
Marie-Ursule D'Orlé como líder, transforma a las Maestras de San Carlos en
Hermanas de San Carlos. Los Maestros no subsistirán.

Fallece el 23 de octubre de 1689.

El P. Barré

Estrecho colaborador de Adrián Nyel, fue también director


espiritual de Juan Bautista de La Salle y colaborador en la
fundación de las Hermanas del P. Roland y de Charles
Démia.

Había nacido en Amiens en 1621. Estudió con los jesuitas y


profesó en la Orden de los Mínimos en 1642. En 1659 llegó
a Rouen y se desempeñó como un confesor y director espiritual de gran renombre.

Se dedicó también a las misiones populares en las que descubrió la situación del
pueblo sencillo y quedó muy impactado. Entonces, tras la misión de Sotteville,
reunió a un grupo de jóvenes voluntarias que, pasando por las casas, en
reuniones semanales, fueron enseñando a las niñas el catecismo, la oración, la
lectura, la escritura… En un año las cosas habían cambiado mucho. Entre ellas
estaban Francisca Duval y Margarita Lestoq.

En el tiempo en que Roland estaba en Rouen, Barré estaba repitiendo la


experiencia en un barrio de la ciudad. Esa comunidad de mujeres llegó a ser la de
las Hermanas de la Providencia en 1671.

Consolidada la obra en Rouen, regresó a París donde continuó siendo profesor y


confesor.

Falleció el 31 de mayo de 1686. Fue beatificado en 1999.


Adrián
Nyel Consagrado en Rouen
Nuestro hombre de Dios irrumpe en la histo-
ria documental a los 36 años, según el contrato
que firma. Es una pensión para desempe-
ñarse como maestro en el Hospital General de
Rouen (3). Y este contrato es como el acta de su
profesión perpetua. Así dice el texto del 10 de
septiembre de 1658:

“El Señor Laurent Le Cornu, escudero, Señor de Igoville y


de Bimorel, Consejero del Rey y tesorero general de
Francia en la Oficina de finanzas de la generalidad de
Rouen, domiciliado en la Oficina de pobres válidos de
esta ciudad, tuvo el deseo, por el amor de Dios y movido
por la caridad para con estos pobres, de dar en limosna a
la dicha Oficina las partes de las rentas que se detallan
(…) que suman un total de dos mil trescientas cincuenta
libras(4) de renta anual (…) a cargo de la antes nombra-
da Oficina para sostener alimentación y vestido, razoble-
mente, del Maestro Adrián Niel durante toda su vida por la función que ejerce al presente en
dicha Oficina.Y dicho señor Nyel no podrá ser encargado durante su vida sino de la función
que tiene hoy en la Oficina.

(…) y en el caso de que dicho señor Niel muera antes que el donante, este nombrará a otra
persona para que ejerza las tareas que desempeñaba el señor Niel en esta Oficina; persona

(3) Los Hospitales Generales eran de reciente creación. El de París había sido comenzado a construir en 1656. Su
objetivo era el de impedir la ociosidad y el vagabundeo, considerados como origen de todos los males sociales. Se
trataba, en efecto, de encerrar a todo tipo de personas que no tuvieran vivienda fijada en las ciudades importantes,
donde habían ido en busca de una oportunidad tras haber perdido, por algún motivo, su condición de siervos
vinculados a la tierra en el régimen feudal. Allí convivían sanos y enfermos, locos y cuerdos, niños y adultos, válidos
e inválidos, curables e incurables. En pocos años el 1% de la población estaba recluido dentro. En 1676 un decreto
real mandó construirlos en todas las grandes ciudades que todavía no lo hubieran hecho.

La creación de escuelas anexas al Hospital era una política de tipo preventivo. En un mundo estructurado desde la
ética del trabajo, el desempleo era un crimen o una enfermedad.

(4) Es difícil establecer equivalencias entre el valor de la moneda en un arco de tiempo tan largo. Si hemos de
entender que 150 libras anuales son el equivalente de un salario mínimo, en Francia, sería el equivalente a €16.800,
aproximadamente. Pero otros autores prefieren fijar el valor de la libra en montos que pueden ir de €1250 por
libra, a la mitad.
que tendrá, de por vida, la subsistencia y el mantenimiento antedicho aun tras la muerte del
donante, lo mismo que proveer con gastos cubiertos por la Oficina, tras la muerte de dicho
donante, de dos lugares en distintos barrios de esta ciudad que sean cómodos y capaces de
albergar a los hijos de los pobres de esta ciudad y sus alrededores, quienes no tienen dinero ni
medios para aprender la doctrina cristiana, ni a leer ni a escribir (…)

Los señores comisarios están encargados por el donante de elegir dos personas que sean
capaces de enseñar a dichos pobres, con la mayor probidad, el temor y el amor de Dios cuya
carga, el señor donante, da con honor y conciencia.

Esto con la condición de que estos maestros no tomen nada de los padres de dichos pobres
que serán enseñados, dado que su alimento y sostenimiento razonable les será entregado por
la dicha Oficina, cuando los señores comisarios juzguen más conveniente.”

Es un contrato, sí. Pero corona una vida de búsqueda de la que no sabemos gran
cosa. Es como una especie de profesión perpetua de estabilidad y la esperanza
de una asociación que está por nacer.

Ser maestros en el siglo XVII

Ser maestro, lo sabemos, implicaba una vida célibe, para encargarse de la ense-
ñanza de la lectura, la escritura, el catecismo, la administración del internado.
Una vida sin vacaciones.

Para ser maestro, era imprescindible contar con una autorización escrita de
algún organismo clerical. Esto implicaba una conducta intachable y unos
dominios del catecismo, de la escritura y de la lectura, de matemáticas y de
canto, que eran juzgados, principalmente, por los párrocos.

Los candidatos eran muchos y se los sometía a examen antes de contratarlos. El


jurado examinador era, habitualmente, el de los fundadores de la escuela. El
postulante se presentaba con sus trabajos de caligrafía y otros materiales
didácticos con los que trabajaba. También era examinado sobre su vida privada
y sus costumbres. Se consideraban defectos a evitar: el juego y las apuestas, la
ociosidad, la cacería, los bailes, el teatro, los festivales populares, la frecuen-
tación de mujeres…

Los contratos eran revisados cada año. De acuerdo a los resultados de los
exámenes de admisión, de ser aceptado, dependería la remuneración.
Los maestros vestían austeramente y debían llevar los cabellos más recortados
que el común de los laicos. No podían ejecutar instrumentos musicales en
público ni comer en posadas o fondas.

La remuneración oscilaba entre cien y ciento cincuenta libras al año, equivalente


a la del vicario parroquial. En las escuelas de pago, las familias proveían al
maestro. En las gratuitas, un fondo creado por donación o por alguna institución
con rentas, lo hacía. En ocasiones, se le proveía también de alojamiento
amueblado y calefacción; incluso provisión de grano y huerta disponible.

El año escolar dependía mucho del ambiente. En el campo, los muchachos eran
empleados en las tareas agrícolas, por lo que su frecuentación de la escuela era
variable. En las ciudades, en cualquier momento se ausentaban por haber
conseguido un trabajo.

Todo esto hacía que los maestros cambiaran mucho de escuela, buscando
mejorar su situación.

Del maestro se esperaba que:

Enseñase a los niños el servicio del altar en la liturgia.

Asistiera y cantara en todos los oficios parroquiales y procesiones.

Asistiera al párroco en la administración de los sacramentos a


los enfermos, tanto de día como de noche.

Hiciera de sacristán, entre otras cosas, limpiando el templo y


preparando los ornamentos.

Tocara la campana para el ángelus a mediodía.

Diera el catecismo y las instrucciones el Domingo.

Cuidase del reloj de la parroquia.

Preparase las ceremonias y los entierros.

Acompañase el cortejo fúnebre.

Enseñase a leer, escribir, las cuatro operaciones y el catecismo.


Se ve claramente cuánta ventaja y cuánta liberación traía para el mundo de la
educación la creación de comunidades de maestros que sirvieran a la vez de
seminarios

Trabajando en Rouen

Durante los siguientes veinte años se dedicó a la formación de los maestros, a la


multiplicación de las escuelas y a la creación de una pequeña comunidad de
maestros consagrados a la educación en el Hospital General, comunidad cuyos
miembros firmaban llamándose “Hermanos”. Así lo hace el mismo Adrián Nyel en
1666 en otro contrato para el sostenimiento de un grupo de maestros.

Se llaman Hermanos, pero de ninguna manera son considerados “religiosos”.


Son cristianos, consagrados pero sin votos; viven en comunidad, hay quien
preside, pero su obediencia no se rige por un código. Su único vínculo parece ser
la pasión por la educación de los pobres.

En 1670 las escuelas dependientes del Hospital de Rouen son cuatro. La


comunidad contaba con cuatro maestros (Hermanos) de cuyos nombres
conocemos tres: Hilaire Le Maréchal, un tal Le Gaigneur, François Le Vasseur.
Este último tenía 40 años.

En esa comunidad, Nyel presidía las oraciones en la mañana y, por las tardes, lo
hacía con participación del pueblo. Esas oraciones se hacían en francés.

El P. Barré, que había fundado un grupo de mujeres consagradas a la educación


de las niñas pobres en Rouen, apoyó a este grupo de varones. Las mismas
Hermanas tenían con ellos relaciones de colaboración económica importantes.

Pero algo sucedió en 1678.

Para esa altura ya eran siete maestros además de él.

Y no dejaba de crecer. Entre 1681 y 1685, la contabilidad de la comunidad indica


que los maestros eran nueve y había, además tres “Hermanos” que desempe-
ñaban oficios a favor de la comunidad y las escuelas, lo mismo que del internado.

La comunidad se transformó en un semillero desde el que salieron maestros


para otros pueblos. El primer destino fue Darnétal, en las afueras de Rouen.

Pero luego, apareció, en el horizonte, Reims.


Adrián Complice de la conduccion
Nyel de Dios en Reims
Adrián Nyel, el “hermano”, tenía cincuenta y
ocho años. Hacía veintidós que era responsable
del sistema escolar del Hospital de Rouen.

La tradición de ayuda entre el grupo de Barré y el


de Roland en torno a la educación de las niñas
había comenzado en 1675. Las dos fundadoras
de la obra de Roland tenían su origen en el grupo
de Barré. Y quería hacer lo mismo con los
varones.

La Señora Maillefer

Pero, al mismo tiempo, una parienta de Roland y


de La Salle, la Sra. Jeanne Dubois, casada con
Maillefer, en 1648, un comerciante de paños,
rica y caritativa, apodada “la madre de los pobres” por los vecinos de Rouen,
viendo que las necesidades educativas de los varones pobres de Rouen estaban
bastante atendidas, decidió dar dinero para abrir una escuela en Reims, ciudad
de sus orígenes familiares.

Ella ya había dado la pensión de doscientas libras para fundar la escuela que
animaban las Hermanas de la Providencia en Darnétal. Y era muy amiga de la
Superiora de las Hermanas, Mme Louvet.

Esto debe ayudarnos como marco hermenéutico para la anécdota que suele
narrarse acerca de su “conversión”. Se cuenta que, una noche de invierno, un
sirviente suyo encontró un vagabundo en el establo y que ella le negó
alojamiento y el pobre murió en el frío nocturno. Y que luego tuvo pesadillas con el
asunto, fantasmas de un pobre muerto. Y que tras ello decidió llevar una vida
austera y caritativa.

En rigor, las leyes prohibían dar alojamiento a los pobres vagabundos. Ellos
debían ser encaminados al Hospital General. Así eran los tiempos que los
historiadores conocen como “el gran encierro”, en los inicios de la modernidad.

Hoy podemos juzgar desde otros marcos, pero en aquel tiempo, el desempleo
era castigado como un mal, culpando al desempleado y castigándolo con el
encierro. En aquel tiempo, la Compañía del Santísimo Sacramento, influía
socialmente para generar unas “leyes de pobres” que fueran educativas y no solo
represivas. Y el gran instrumento era la escuela y el Hospital.

¿Cómo esta mujer colaboradora de la institución educativa y disciplinadora


obraría contra la normativa vigente? Y, por otro lado, ¿en qué pudo haber
consistido la conversión de una mujer que ya era modelo de caridad? Según los
relatos, se volvió más austera y más caritativa. No es que comenzara a serlo. Ella
ya era “la madre de los pobres”.

Esta señora vio en Adrián Nyel un hombre lleno de celo y rectitud, flexible y capaz
de incidir sobre otros. Esto había sido unos años antes en 1674, cuando Nicolás
Roland todavía vivía. El asunto comenzado pareció naufragar con su muerte,
pero no fue así, gracias a Nyel.

Viajar a Reims

Estamos en marzo de 1679 y la primavera todavía no llega.

Allá fue entonces nuestro Adrián Nyel, hombre emprendedor pero de proyectos
claros, un hombre de carácter activo, siempre listo para romper el hielo e iniciar
cosas nuevas. Alguien muy distante del simpático inconstante que muchas veces
se ha querido pintar.

No iba improvisando. Lo tenía decidido en septiembre de 1678. Tomó un maestro


más en la comunidad y lo fue formando hasta su partida. Además, ese mes
constituyó una renta vitalicia a su favor en la administración del Hospital. Tarda-
ron un mes en aceptarla. Parece que, incluso, se dio una vuelta por Reims en
navidades como para semblantear la cosa.

No iba desprovisto. Llevaba dos cartas de la Sra. Maillefer para la superiora de


las Hermanas del Niño Jesús y para el Sr. de La Salle, un canónigo de apenas 28
años que colaboraba con las Hermanas en su fundación.

No iba solo, porque tenía un proyecto claro. Lo acompañaba un joven maestro de


14 años, formado por él. Cristóbal es su nombre, según lo suponemos por el
registro de difuntos de la comunidad lasallana
de los orígenes. Es algo así como el primer
Hermano de la comunidad de los Hermanos
de las escuelas cristianas que aún no ha
nacido. Es como la promesa y el prototipo de
lo que estaba por nacer.

Unos dicen que fue el día 9, otros el 15.

El relato célebre quiere que Nyel, Cristóbal y


La Salle se encuentren en la puerta de la casa
de las Hermanas fundadas por Roland. Muer-
to éste, Juan Bautista de La Salle había
quedado encargado de terminar los trámites
de la fundación y en eso andaba. Entre todos
los negocios de Roland, conocía el asunto
pendiente de las escuelas para varones que
tenía con su prima y con Nyel. De modo que
se comprometió con este asunto, como con lo
demás, pensando que era algo que no le
pedía sino una ayuda exterior.

Para evitar inconvenientes previsibles, La


Salle llevó a los viajeros a su propia casa
donde no llamarían la atención. Vestían estos
maestros ropa negra con rabat, con el pelo
corto. Un poco al estilo de “cura de campo”
como otros que hospedaba nuestro padre en
su casa. El plan de ellos, en cambio, había
sido hospedar en casa del Señor Dubois.

Había que pensar bien, porque Reims no era


Rouen. A La Salle le parecía que lo mejor era
que la escuela dependiera de un párroco, ya
que las normativas conciliares les daban
mucha libertad de acción.

Sabía, por la experiencia de las Hermanas,


que el Chantre de Reims y el Sr. Arzobispo,
querían tener control sobre las escuelas. Si
las escuelas debían ser gratuitas, el camino
de la dependencia parroquial las pondría a
salvo, dándoles libertad para el nombra- “Dios que guía todas las
miento y el posible intercambio de maestros cosas con sabiduría y
si luego hubiera otras escuelas, aunque les
ternura y que no
impondrían ciertos límites.
acostumbra a forzar la
Consultó con el Prior de la Abadía de San inclinación de los hombres,
Remigio, con Claude de Bretagne, … hizo queriendo comprometerme
una reunión con Louis Roland, Christophe a encargarme enteramente
Dubois, Simon Maillefer, su esposa, Charlotte de las escuelas, lo hizo de
Roland, Nicolas Rogier y Claude de
manera muy imperceptible
Bretagne. Toda gente acaudalada y celosa
por el bien de los pobres. Y allí aconsejaron y en mucho tiempo, de
que el párroco más favorable a la idea sería manera que un compromiso
Nicolás Dorigny, de la parroquia de San me condujo al otro, sin
Mauricio, pariente de los Roland, los Coque- haberlo previsto en un
bert y los Maillefer. Un hombre piadoso,
principio.”
celoso y firme.

Justamente él estaba buscando unos maes- San Juan Bautista de La Salle,


Memoria de los comienzos
tros para abrir una escuela. La cosa fue sen-
cilla y los dos maestros pasaron a vivir a San
Mauricio. Todo pareció listo para el Señor de
La Salle.

La segunda escuela

A través de la superiora de las Hermanas,


Francisca Duval, Nyel conoció a la Sra.
Catalina Leleu, quien quería fundar una
escuela para varones en su parroquia de
Santiago. Ella era viuda de un noble y no
tenía hijos.

Ella legaba 10.000 libras para fundar la


escuela. Pero quien debía hacerse cargo de
todo era el Señor de La Salle. Y así se hizo.

Y las cosas funcionaban muy bien. Nyel era


un hombre que sabía de pedagogía y era un
gran formador de maestros. Había hecho eso “Incluso si hubiera pensado
en los últimos veintidós años con dedicación que el cuidado de los
exclusiva. Su fama se extendía.
maestros de escuela, que
Ahora, los maestros eran cinco y seguían hacía por pura caridad, me
viviendo en San Mauricio. hubiera obligado a vivir con
ellos, hubiera abandonado el
proyecto, porque, como de
manera natural, yo
La comunidad que nace consideraba a las personas
que estaba obligado a
Pero el Sr. Dorigny no entiende bien por qué emplear en las escuelas,
debería él alojar a los cinco si sólo dos sobre todo al principio,
trabajan en su parroquia. La Salle reúne el como por debajo de mi
dinero y hace de garante ante el cura.
mucamo, el simple

Estamos apenas en septiembre de 1679. pensamiento de tener que


vivir con ellos me habría
La Sra. Leleu ha muerto y por testamento ha resultado insoportable.”
obligado a La Salle a velar por la calidad
educativa de la escuela fundada por ella. De San Juan Bautista de La Salle,
modo que se siente necesitado de visitar, Memoria de los comienzos
averiguar, decir una palabra.

Pero él no quiere conflictos con Dorigny. De


manera que decide alquilar una casa para los
maestros fuera de la casa parroquial.
Estamos en navidad de 1679.

Y como hubiera cierto descontento de las


familias de los alumnos, por el desorden de
una comunidad que no tiene reglamentos, La
Salle propuso uno, que incluía horarios,
menús, ritmo de oración. Todos contentos
porque las cosas mejoran.

La Salle, además, está enfrascado en el final


de su tesis de doctorado en Teología, que
defendió con éxito en 1680.

Con el nuevo año, otra escuela: San


Sinforiano.
En la casa nueva, Nyel preside la comunidad. “Fue a causa de esas dos
La vida es más regular y piadosa. Ya son siete situaciones, es decir, el
maestros. El da clases en Santiago y acom encuentro con el Sr. Nyel y
paña al cura en la misa cotidiana. Supervisa-
la propuesta que me hizo
ba las tres escuelas, presidía las oraciones,
formaba a los maestros, buscaba los fondos, aquella señora (Catalina
contactaba personas para abrir una cuarta. Leleu), por lo que comencé
a encargarme de las
La Salle empieza a dudar de lo que está
escuelas para los niños.
haciendo. Parece que todo necesita mucho
más de lo que él está dispuesto a dar. Antes no había pensado en
Entonces, hace un movimiento que sale del ello absolutamente. No es
rumbo que tenía trazado para sí: empieza a que no me hubieran
admitir a los maestros a su mesa y duda si propuesto ese proyecto.
acaso debe llevarlos a vivir a su propia casa.
Algunos amigos del P.

Pero era como poner a Nyel a su sombra. Y Nicolás Roland habían


éste era un hombre fiel, estable, desinte- tratado de sugerírmelo, pero
resado, eficaz, experimentado, un hombre de la propuesta no arraigó en
fe, pero sobre todo, un hombre mayor. La mi espíritu y jamás pensé en
Salle presiente que este hombre anciano, en
realizarla.”
cualquier momento, puede morir o quedar
impedido. Y todo puede perecer. Tiene que
colaborar en este nacimiento encontrando un San Juan Bautista de La Salle,
Memoria de los comienzos
lugar que no está claro para él.

Entonces, decide visitar al P. Barré en París,


a fines de 1680.

Luego, en abril de 1681, empieza a llevarlos a


comer a su casa regularmente. Era cuares-
ma. Los maestros salían de la casa de la
comunidad en ayunas y así daban clase
hasta mediodía.

En la casa familiar de La Salle se vivía como


decía el Catecismo diocesano: un ambiente
de silencio y austeridad envolvía una familia
que vivía de la fe. Durante las comidas se
leía. Y sin embargo, para los hermanos de La
Salle, fue una verdadera penitencia aceptar a
esa gente que consideraban “por debajo de
los sirvientes”.
La cuarta escuela

La Duquesa de Guisa, María de Lorena, habiendo escuchado de la obra


naciente, pide una escuela.

Para La Salle es una locura salir de Reims cuando la obra no está consolidada.
Pero Nyel cree en los inicios promisorios y se va.

Es semana santa. Un retiro se impone. La Salle se queda, pues, con la comu-


nidad en su casa y él debe presidir todo.

Van a misa a las 6 de la mañana y se pasan 7 horas con La Salle en su casa que
aprovecha para la formación espiritual de estos hombres valientes. Una
especie de curso de ocho días en el que la vida hogareña se ha vuelto como un
pequeño noviciado.

Cuando Nyel regresa de Guisa, tras la Pascua, los ve tan cambiados que está
feliz, aunque los trámites de la escuela se vayan a demorar.

Por eso le propone a La Salle que los lleve a vivir con él a su casa. La Salle
acepta el desafío y el 24 de junio de 1681 se mudan.

En los siguientes 10 meses, convive Nyel con la comunidad naciente en la Casa


de La Salle. Pero una nueva escuela llama en Rethel. Y allá se va en Navidad.

Ya no regresó a Reims.

De Rethel irá a Guisa para cumplir el deseo de la Duquesa. Se quedará en esa


ciudad y desde allí irá hacia su patria chica, Laón, llamado por el Municipio,
donde abrirá otra escuela. Y de allí, al lugar de su consagración estable: Rouen.

La Salle se hace cargo y cada hueco que Nyel crea, es abastecido por nuevos
maestros formados en Reims. El Dios sabio ha vencido gracias a la complicidad
de Adrián Nyel.

El 24 de junio de 1682, La Salle sale de su casa familiar con los maestros y se


van a vivir juntos a dos casas alquiladas sobre la Calle Nueva.

El ofrecimiento de la siguiente escuela, en Château Porcien, ya no se lo harán a


Nyel sino al mismo La Salle. Es la primera carta suya que conservamos, del 20
de junio de 1682 (Carta 111, autógrafa). Una joya de la escritura de la fe puesta
en celo, testimonio de la profunda conversión “Si este simple laico no
que la gracia ha realizado.
hubiera abierto las escuelas
cristianas y gratuitas, si no
“Señores
hubiera puesto al piadoso
canónigo en movimiento
Aunque me interesara poquísimo por lo que mira a
la gloria de Dios, tendría que ser muy insensible para cuidar de ellas y
para no conmoverme ante los instantes ruegos de procurar su establecimiento,
su señor Deán, y por el honor que me otorgan seguramente La Salle no
dignándose escribirme hoy. habría hecho esos grandes
sacrificios de los que se ha
Me equivocaría grandemente, señores, no
hablado antes.”
enviándoles dos maestros de escuela de nuestra
comunidad, vistos el empeño y ardor que
Jean Baptiste Blain
manifiestan por la instrucción y educación cristiana
de sus hijos.

Estén, entonces, les ruego, persuadidos de que nada


tomaré tan seriamente como secundar sus buenas
intenciones y que, el sábado próximo les enviaré
dos maestros de escuela, quienes espero, les satisfa-
rán para comenzar las clases en sus escuelas al día
siguiente de la fiesta de San Pedro. Quedo
extremadamente obligado por todas sus honesti-
dades, y les ruego me crean, con respeto, en
Nuestro Señor, Señores, su muy humilde y muy obe-
diente servidor.

De La Salle, sacerdote, canónigo de Reims”

Como lo dijo Blain, uno de los primeros bió-


grafos de nuestro Santo fundador: “El Señor
Nyel es la persona seglar que le ha hecho los
más grandes servicios al Sr. de La Salle”.
Adrián
Nyel La fidelidad del regreso
1685 marca el regreso de Nyel a Rouen.

La obra encomendada por Dios en Reims está


concluida.

Ese mismo año, La Salle termina de repartir


sus bienes a los pobres. Había comenzado a
hacerlo el año anterior y en 1683 había
renunciado a su canonjía. Lo había hecho
como un paso de radicalización en la
aceptación de este camino que Dios le
señalaba, respondiendo a la crisis de la
comunidad de maestros que Nyel había
creado. Crisis de confianza en la Providencia a
la que La Salle responde con el despojamiento
y el abandono.

Y luego, en una primera Asamblea, en 1684,


los maestros pasaron a llamarse Hermanos, a
tener un hábito y a vivir con reglamentos
propios.

Nyel podía estar tranquilo. La Salle ya no


abandonaría la Obra de Dios.

Por dos años más, continuó siendo el


superintendente de las escuelas dependientes
del Hospital General de Rouen.

A la hora de morir, legó todos sus bienes a la


Oficina de Pobres. Era el 31 de mayo de 1687.
Fue inhumado en el cementerio de Saint
Vivien.
La comunidad de los
comienzos: Todo estaba alli
Tal vez sería mucho decir que Adrián Nyel es cofundador del Instituto. No tuvo
esta intención. No tenía esa visión. Lo suyo era, sencillamente, reunir a los
maestros en comunidad porque eso daba solidez al planteo educativo,
favorecía la continuidad del servicio, servía para la formación de los maestros y
ayudaba a las personas a configurar su identidad de maestros cristianos.

Si los maestros de Nyel en Rouen firmaban llamándose “Hermanos” es porque


entendían con claridad que esa identidad era una consagración que los
diferenciaba de los seglares que pensaban su vida en términos de una carrera
económicamente ventajosa. Lo harían, también, porque el P. Barré les ayudaba
a verlo como un camino de encarnación.

Y sin embargo, podemos decir que todo lo nuestro estaba allí. Porque aquella
primera comunidad consagrada de por vida a la educación de los pobres,
ritmando su vida entre la clase y la oración, compartiendo la suerte de los
pobres, dependiendo económicamente de los medios que la Providencia
proveyera, buscando recrear el Pueblo de Dios en los caminos que se abrían
con señales muy frágiles, se nos parece mucho.

La Salle y Nyel, dos buscadores de Dios. Dos hombres de fe que se aventuran a


caminar confiados en muchos otros varones y mujeres que quieren hacer la
verdad en barrios y pueblos donde los pobres estaban abandonados a su
suerte. Dos hombres honestos con la realidad que reconocen la voz de Dios que
los llama y no tienen temor a renunciar a lo que haga falta para responderle.

Hoy, ese mismo Dios, nos llama a escuchar juntos, Hermanos y Seglares, las
voces de Dios en barrios y pueblos, para discernir juntos qué nos pide y juntos,
comprometernos a obedecer la verdad que discernamos.

Que estos hombres y su mutua colaboración nos sirvan de inspiración. Que


ellos intercedan por nosotros.

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