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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

COLEGIO DE BACHILLERES
ACADEMÍA DE FILOSOFÍA
GUÍA DE:
FILOSOFÍA III ARGUMENTACIÓN FILOSÓFICA.

Nombre del estudiante: ___________________________________________

INSTRUCCIONES: Realiza las actividades que se solicitan, escríbelas en hojas blancas con
letra de molde legible y entrégalas al jefe de materia como requisito para
tu examen.

Bloque Temático I: PROPIEDADES DE LA ARGUMENTACIÓN FILOSÓFICA.

TEMA 1: Pensamiento y lenguaje.


ACTIVIDADES:

Investigación documental del concepto de pensamiento, sus características y las formas del pensamiento.
Investigación documental características del lenguaje natural y lenguaje científico.

Lee con atención el siguiente texto, subraya las ideas principales y escribe los argumentos que se
plantean a favor del conocimiento empírico.

OBSERVACIÓN
Los sentidos son la puerta que se abre al mundo. Gracias a ellos podemos percibir la realidad, tal como es o
tal como nosotros creemos que es, que no siempre es lo mismo. La civilización occidental, en este contexto, privilegia
el sentido de la vista. El ojo se ha convertido, de esta manera, en el símbolo de la inteligencia, incluso en el emblema
de la divinidad que nos observa y lo sabe todo. Miramos pero no vemos, porque no sabemos mirar. Nos pasa
desapercibido lo realmente importante, lo esencial. La atención resbala sobre las cosas y los casos reposando la
mirada en detalles intrascendentes. Dominar la atención es tarea difícil, pero se puede aprender; sólo así
aprenderemos también a mirar para poder ver. Mirar representa un acto de reflexión, opuesto a la visión distraída. Es
decir: hay cosas que se ven, pero que no se miran. Cuando miramos, percibimos; cuando percibimos, pensamos.
Cuando sólo vemos, no miramos. En la mirada, como en la percepción, está el germen del pensamiento, como han

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

sugerido numerosos autores, entre los que podemos destacar a Hume. ¿Cómo se aprende a mirar? Se aprende a
mirar, mirando, así como se aprende a pensar pensando.
El ejercicio será nuestro principal maestro también en este ámbito. De ahí que puede decirse que la mirada es
autodidacta. Recuerdo una actividad de observación que realizaba de manera recurrente en mis años mozos. Me
apostaba delante de un quiosco y miraba a los futuros clientes del mismo según se fueran acercando. Prestaba
especial atención a la edad, al vestido, a los abalorios y al destello de la mirada; de lo que sacaba prolijas conclusiones
sobre el tipo de producto cultural que podían consumir. Casi nunca acertaba, pero con el paso del tiempo el arco
perceptivo se fue puliendo, de manera que tenía en cuenta cosas que antes me pasaban desapercibidas, como la
forma de caminar, el timbre de voz o la compañía del sujeto que se acercaba por el periódico. Con el entrenamiento,
el índice de aciertos fue aumentando.
Los filósofos de todas las épocas han despreciado los sentidos por considerarlos falsarios; no dedican
esfuerzos para pulir esas maravillosas lentes del espíritu humano. Hay que corregir el entuerto. Nietzsche también es
una excepción en este sentido. El pensador alemán escribe a tal efecto en El crepúsculo de los ídolos: «¡Y qué sutiles
instrumentos de observación tenemos en nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo, de la que ningún filósofo ha
hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que
están a nuestra disposición: es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el
espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a
aceptar el testimonio de los sentidos, en que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta
el final. El resto es un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del
conocimiento. 0 ciencia formal, teoría de los signos, como la lógica y esa lógica aplicada: la matemática. En ellas la
realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tiene en general ese
convencionalismo de signos que es la lógica».
Lo que no deja lugar a dudas sobre el origen del conocimiento que radica en los sentidos. Nada es más
evidente para el bárbaro. También puede hallarse una auténtica filosofía del cuerpo en la obra del filósofo y escritor
contemporáneo francés Michel Serres: Los cinco sentidos. Ciencia, poesía y filosofía del cuerpo. En ella propugna una
nueva filosofía empirista que parta de las unidades básicas de análisis, como los sentidos y el cuerpo. Serres
comprende que históricamente lo sensorial y lo racional han constituido los dos extremos en que se ha debatido el
dominio filosófico. La evolución cognitiva e intelectual de la filosofía y la cultura occidental privilegiaron lo segundo en
detrimento de lo primero.
Por ello, hay que empezar por reivindicar el cuerpo no como un opuesto, sino como una realidad primordial, lo
que implica situar una teoría de los sentidos como el origen de la actividad filosófica. El filósofo galo se ocupa de
instancias cotidianas para desarrollar su proyecto: los velos, los tatuajes, los comportamientos en la mesa o las cajas
de música. Todos ellos constituyen escenarios de la sensibilidad que se desarrolla tentativamente a través del
entrenamiento. Sugerimos empezar por el más privilegiado. Aprender a mirar es, pues, fundamentalmente, aprender a
modular la intensidad del flujo de información que controlan los sentidos: abriéndolo, dosificándolo, cortándolo; por
ejemplo, focalizando todo nuestro interés en un punto hasta que se revelan rodos los secretos que esconde: «Se
puede comparar la atención con una luz que alumbra», escribe Husserl.
La percepción es, pues, una actividad que requiere concentración, detallismo, capacidad de análisis,
curiosidad, destreza… Y ello comporta, a su vez, zozobra, tirantez, esfuerzo; a la caza de los datos que necesito para
acercarme al mundo y que no tengo ni sé si podré atesorar. Pero no siempre es así ni tiene por qué serlo
fundamentalmente. Si pongo demasiado de mí mismo en dicha actividad exploratoria, sólo encontraré el rastro de mi
propia personalidad. Una especie de solipsismo recalcitrante preside la mayoría de exploraciones en este sentido; por
lo que parece ser preferible adaptarse al flujo de las cosas antes que traicionarlo.
La atención debe ser firme pero suave. «Mi fuerza es mi fragilidad», decía Barthes. Rubert de Ventós utilizaba
la sangrienta metáfora del carnicero para explicar lo mismo. Un aprendiz de matarife buscará siempre el utensilio de
cortar más hiriente para despiezar el animal; en cambio, alguien con oficio, seleccionará cada herramienta en función
de la parte del cuerpo que se desee seccionar y se adaptará a los recovecos de las carnes para dosificar sus fuerzas y
no descuartizar de manera chapucera el animal. El observador necesita la paciencia y la destreza del cirujano para
que el bisturí de la mirada no dañe el objeto de nuestra atención.

Josep Muñoz Redón, Prohibido pensar parásitos versus catalizadores del pensamiento, Octaedro, España, 2013

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Lee con atención el siguiente texto, subraya las ideas principales y escribe las funciones del leguaje que
se mencionan.

PALABRAS.
El lenguaje enmarca las coordenadas de nuestra vida. Los seres humanos, desde que nacemos, somos los
animales más indefensos de la naturaleza, pero unas bestias que hablan; por lo tanto, podemos solicitar ayuda,
aprender a pedir perdón o ensayar nuevas y novedosas formas de declararnos. El lenguaje es un puente de palabras
que se establece entre dos individualidades que sin él estarían mucho más perdidas, mucho más aisladas, mucho más
indefensas. Decía Nietzsche: «El lenguaje es el único punto de unión entre dos seres eternamente separados». Pero
el lenguaje, las palabras, no son sólo la base de la comunicación humana, sino también del pensamiento. Las ideas no
nacen desnudas y después se visten con determinado concepto. Las ideas, a diferencia de los seres humanos, nacen
vestidas. Son indisociables del lenguaje. Lo cual nos indica que sin el lenguaje no podríamos pensar. El límite del
lenguaje será pues el límite de mi mundo, de mi inteligencia, de mi pensamiento, como muy bien han planteado
numerosos psicólogos contemporáneos y algunos filósofos, entre los que cabe destacar a Wittgenstein.
Las palabras, con su pequeño cuerpo, nos pueden hacer felices o desgraciados. Tienen el poder de mover el
mundo. Las palabras fluyen en forma de halagos, insultos, preguntas, órdenes, dando luz, hiriendo, molestando,
enmarañándolo todo… Nada es tan evidente en la época de los medios de comunicación de masas. Los charlatanes
utilizan su discurso para embelesar a los espectadores y venderles humo. Su poder infinito es casi tan grande como su
falta de escrúpulos. Todo lo magnifica nuestra desidia, que deja en sus manos el cultivo del pensamiento: «Hemos
apagado la luz del pensamiento, la autarquía de mirar con los propios ojos, o porque la asfixia de los medios de
comunicación o de una escuela y educación que nos entontece haya acabado de aniquilar nuestra responsabilidad y
nos haya enterrado en la fosa de la alineación, emborronando el horizonte ideal que debería alentar toda existencia»,
escribe Emilio Lledó al respecto. Nunca tantas palabras dijeron tan poco. La degeneración del pensamiento es paralela
a la degeneración del lenguaje. Nuestras palabras están heridas, contaminadas, emponzoñadas, podridas a causa de
nuestros malos hábitos de pensamiento: confundimos información con conocimiento, halago con comunicación, charla
con diálogo. No podemos estar más inermes ante el cataclismo.
Debemos recuperar el gusto por las palabras, la necesidad de cultivar una voz propia en este marasmo de
gritos, el deseo de compartir con otro a través del diálogo aquello que nos hace más humanos. Aristóteles definía a los
amigos como los que hablan una misma lengua: los que comparten las palabras. La lectura nos permite dialogar con
nuestros «amigos» del pasado, como Kant, como Hume, como Platón; de la misma manera que el habla nos permite
tender puentes con nuestros colegas del presente; encontrar los puntos en común que nos permiten comprender al
otro, emprendiendo ese viaje fantástico que nos llevará al corazón de la tinieblas que supone cada alma, cada,
pensamiento, cada individuo. De esta manera, leer, un ejercicio escolar que todos pensamos que dominamos a partir
de los cinco o seis años, comportará toda una vida de esfuerzo. A este respecto hay que pensar en la extraordinaria
cita de Goethe: «La gente no sabe cuánto tiempo y esfuerzo cuesta aprender a leer.
He necesitado ochenta años para conseguirlo y todavía no sabría decir si lo he logrado». La lectura es una
actividad de formación y transformación radical del yo que afecta a la totalidad de nuestra vida; también la ética, por
supuesto. Lo que condiciona el pensamiento es la economía propia del logos; este sistema vivo que, como afirma
Platón, «debe tener un cuerpo propio, de modo que no carezca de cabeza o pies, y con una parte central y
extremidades, escritas de manera que se correspondan las unas con las otras y con el todo». Leer es entrar en
contacto con ese personaje fantástico que crea el autor y conocer sus andanzas, sus problemas, sus ideas. La lectura
nos proporciona amigos de todas las épocas y de todos los rincones del mundo. ¿Hay alguien a quien esta propuesta
de felicidad compartida le pueda resultar indiferente? Leer de todo, de arriba abajo, de abajo arriba, de derecha a
izquierda, de izquierda a derecha; terminar la lectura, dejarla inacabada; leer fragmentos, retazos, esquirlas de libros;
leer por placer, leer sin placer; leer por la noche, leer por la mañana; leer en el metro, durante las vacaciones, en el
trabajo; leer novela, ensayo, teatro, poesía… como una forma irrenunciable de afirmar nuestra libertad de vivir y
pensar.
Buscando siempre encontrar el lenguaje interior que todos poseemos y que nos hará más sabios a la hora de
alumbrar palabras nuevas, propias, nuestras, como cuando leemos un poema. En el mundo de las audiencias hasta
puede parecer ridículo este planteamiento. Pero es que la poesía, la práctica de la gozosa libertad y espontaneidad del
lenguaje, puede ser un ejemplo para todos nosotros. El poeta mira con ojos de niño y, habiendo conseguido dejar atrás
lo que ha aprendido, nos enseña a ver el mundo desde una perspectiva diferente: «El seis es un número que va a
tener familia», escribió Ramón Gómez de la Serna, y evidenciaba así esa parte formal del lenguaje que nos pasa

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desapercibida y que puede ser esencial para recuperar el gusto por las palabras. También son palabras suyas: «El
cerebro es un paquete de ideas arrugadas que llevamos en la cabeza». La metáfora y el humor vienen a nuestro
encuentro para rescatarnos, para salvarnos.

Lenguaje de los medios de comunicación contra lenguaje propio; lenguaje de la economía opuesto a la
necesidad de la poesía; lenguaje esclerotizador frente a la espontaneidad de las palabras; lengua agonizante
compitiendo con la alegría del bautizo; la desidia del pensamiento enfrentándose al gozo de las ideas concebidas
gracias al pan y al vino de la poesía. En una elegía de Hölderlin, profusamente referenciada, el autor se hacía la
siguiente pregunta: ¿Para qué poetas en tiempos de crisis? Heidegger ensaya una respuesta en su comentario en la
que identifica el cultivo de la poesía con la búsqueda permanente de la verdad. Precisamente, pues, para ayudarnos a
pensar. También para eso.

Josep Muñoz Redón, Prohibido pensar parásitos versus catalizadores del pensamiento, Octaedro, España, 2013

TEMA 2: Condiciones de posibilidad del discurso filosófico: verdad, razón.


ACTIVIDADES:

Investigación documental del concepto de verdad y sus características.


Investigación documental de las características del discurso filosófico.

Lee con atención el siguiente texto, subraya las ideas principales y escribe las características de las
creencias y cómo se construyen.

CREENCIAS
En el lenguaje coloquial, la palabra creer puede encerrar significados bastante diferentes. Cuando hago una
predicción del tiempo del tipo: «creo que lloverá», estoy expresando una creencia sobre una cosa a partir de los datos
que recogen mis sentidos y la experiencia que tengo acumulada. En cambio, cuando digo: «te creo», quiero decir que
deposito mi confianza en ti, que por lo que sea me resultas convincente. La creencia religiosa se asemeja más a este
segundo significado, íntimo y emocional, e implica además toda una concepción del mundo, de su creador, de sus
criaturas, del modo que nos relacionamos con él y cómo establecemos vínculos con nuestros semejantes. La creencia
en Dios tiene que ver con la certeza subjetiva del creyente de que existe un ser superior y que esta entidad es la
responsable de la existencia de todos nosotros y de todas las cosas.
La creencia es independiente de cualquier justificación, prueba física, contraste o similar. La creencia depende
simplemente de la educación que haya recibido el sujeto que la mantiene, las tradiciones de su familia, su
personalidad, el contexto cultural donde viva… Para un creyente no es necesario probar la existencia de un ser
superior. Quien cree en Dios, no necesita pruebas. La creencia tiene mala prensa en el ámbito filosófico y no digamos
en el científico. Tal vez el filósofo que más y mejor la ha estudiado haya sido Hume. En opinión de este pensador las
creencias condicionan nuestra manera de ver las cosas y nos empujan a ir más allá de los hechos, y atribuye a la
educación la responsabilidad del entuerto. El modo de desprendernos de ellas es recurrir siempre a la experiencia. Los
poderes de la razón son, pues, sumamente limitados. Sobre cuestiones de hecho, no tenemos auténtico conocimiento;
sólo la regularidad de los fenómenos nos hace creer en conexiones necesarias. No obstante, las creencias religiosas
no se explican por la regularidad de los fenómenos, puesto que varían de religión a religión. Se fundamentan en muy
diversas causas, como son la ignorancia, el temor, la esperanza y hasta la manipulación.

La creencia religiosa nunca se fundamenta ni en la argumentación racional ni en la experiencia, las dos bases
en las que se sustenta el conocimiento. Esta es, a mi modo de ver, la razón básica que ha alimentado y alimenta el
conflicto entre ciencia y religión. Steven Weinberg, ganador del Premio Nobel de Física en 1979, matiza este
diagnóstico. Para el científico la causa real del debilitamiento de las creencias religiosas hay que buscarla en el avance
científico, que ha cercenado algunas de las bases de la religiosidad. Pero la originalidad de su planteamiento no reside

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en esta obviedad, sino en el hecho de que no atribuye la tensión entre el conocimiento científico y la religión a su
disparidad de criterio sobre diferentes temas, sino a cuatro causas que nos permiten también entender las diferencias
entre creer y razonar.
La primera de ellas es el hecho de que la religión haya tomado gran parte de su fuerza de la explicación mítica
de misterios de la naturaleza como terremotos, enfermedades, truenos, etcétera, que parecerían requerir para su
existencia de la intervención de algún ser divino. A medida que el tiempo ha ido pasando, esos misterios se han ido
explicando desde una perspectiva cada vez más racional. Una segunda fuente de tensión entre religión y ciencia se
deriva del hecho de que las explicaciones científicas han modificado la centralidad del ser humano en el universo. La
criatura hecha a semejanza de Dios ha pasado a ser un animal más. Esto ha supuesto el punto y final a la concepción
dualista y espiritualista del ser humano. El autor compara este cambio con la debacle que supuso en el Renacimiento
pasar del modelo geocéntrico al heliocéntrico. Otro descubrimiento importante, y que también cambiaría el concepto
que teníamos de nosotros mismos, fue el realizado por Darwin, quien señaló que el ser humano es un producto de la
evolución a partir de animales que nos precedieron. Es decir, que no existe un plan divino que explique la existencia de
la humanidad; lo que contradice frontalmente las ideas creacionistas. La cuarta fuente de tensión entre ciencia y
religión es la diferente concepción metodológica que se tiene en los dos modelos de conocimiento. Mientras que las
religiones se basan en la autoridad, representada por un líder infalible (un profeta, un Papa, un Imán) o por un texto
sagrado (como la Biblia o el Corán), los científicos se apoyan básicamente en hechos.
Los expertos en un determinado campo me convencen porque me ofrecen argumentos y pruebas físicas, no
opiniones no contrastadas. Para los científicos, ni siquiera los héroes de la ciencia, como Einstein, son considerados
profetas infalibles. Recapitulemos. Las fuentes básicas de conflicto entre las religiones y la ciencia serían la explicación
física de los fenómenos naturales; la concepción materialista del ser humano, la no aceptación por parte de la ciencia
del creacionismo y el rechazo metodológico de la ciencia de todo aquello que no esté demostrado empíricamente. La
distancia es, pues, infinita y, a pesar de ello, las creencias aún están determinando nuestras vidas (y de qué manera);
también las de los científicos. Un libro reciente, The Myth of Religious Neutrality, de Roy Clouser, demuestra cómo las
creencias religiosas influyen en el desarrollo de las teorías abstractas y condicionan nuestra visión del mundo, aunque
no seamos conscientes de ellas. El autor se pregunta: ¿qué es una creencia religiosa? Tras analizar diversas
respuestas que se han dado a esta pregunta a lo largo de la historia, Clouser llega a la conclusión de que hay una
cosa clara: todas las tradiciones religiosas giran alrededor de un núcleo que se considera «lo divino». Dichas
tradiciones pueden diferenciarse respecto a su descripción de lo divino: un creador trascendente, dos fuerzas
opuestas, gran cantidad de dioses, los números, etc. Pero todas coinciden en que su núcleo de creencias es la
divinidad.
Por tanto, una creencia religiosa, cualquiera que sea su índole, es una creencia en algo divino,
independientemente de su descripción. Así pues, Clouser afronta la relación entre ciencia y religiosidad desde una
perspectiva muy novedosa: ha llegado a la conclusión de que, aunque las teorías surgen de la observación de la
experiencia, su formulación abstracta se vería influida por la religiosidad de los científicos, sea o no ésta consciente. Y
si esto pasa con los científicos, el común de los mortales no será tampoco inmune a esta nefasta influencia que
determina no sólo nuestras ideas, sino también nuestros actos. Y digo nefasta por ser no conocida, tal vez no querida
y no controlada por la razón, que es el único baremo que tenemos, de momento, de dirimir nuestras diferencias.
En uno de los múltiples estudios citados en el famoso libro de Richard Dawkins, El espejismo de Dios, se
relata un experimento hecho con mil niños preadolecedentes en Israel. Se les narra la historia bíblica de la batalla de
Jericó según Josué y luego se les pregunta si fueron correctas las acciones de Josué y los israelitas (quienes en dicha
batalla mataron a todos los habitantes de Jericó bajo las órdenes de Dios). Increíblemente, el 66% de los niños
aprueba la matanza (un resultado irónico, siendo el país que sigue invocando el holocausto siempre que le conviene).
Sin embargo, a otro grupo de control se les presenta la misma historia pero con nombres chinos ficticios. Solo el 7%
aprueba las acciones genocidas del general chino imaginario. Vuelvan a leer las tesis de Clouser y díganme que no
tiene toda la razón y que no es preocupante.

Bertrand Russell propone el siguiente juego. Se colocan cuatro bolas bajo cuatro cubiletes y se pide a un voluntario
que los vaya levantando uno detrás de otro. Levanta el primero y encuentra una bola blanca; levanta el segundo y
encuentra otra bola blanca; levanta el tercero y encuentra otra bola del mismo color; y, antes de levantar el cuarto, se
abre una serie de interrogantes: ¿De qué color crees que será la bola del cuarto cubilete? ¿Por qué? ¿Es una creencia
racional o irracional? Te proponemos que contestes estas preguntas.

Josep Muñoz Redón, Prohibido pensar parásitos versus catalizadores del pensamiento, Octaedro, España, 2013

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

TEMA 3, Principios lógico-ontológicos de la argumentación: identidad y no contradicción.

ACTIVIDADES:
Investigación documental de los principios lógicos.
Busca en revistas y/o periódicos 7 ejemplos de cada uno de los 4 principios lógicos.

TEMA 4: Estructura del argumento y Discurso argumentativo.

ACTIVIDADES:
Investigación documental características del argumento, elementos de un argumento.
Elabora un cuadro comparativo entre las características del discurso informativo y el discurso argumentativo.

Lee con atención el siguiente texto, subraya las ideas principales y escribe las características del
argumento inductivo y deductivo.
ARGUMENTACIÓN
No somos razonables porque leamos mucho, participemos en disputas con vehemencia o nos atribuyamos
esta característica, sin más. La razón no es una disposición meramente automática, sino un logro personal, posibilitado
por unas capacidades naturales, evolutivas, educativas. Somos razonables porque argumentamos, y para argumentar
hay que bajar a la arena del ruedo dialéctico y demostrar con pruebas nuestras afirmaciones. La buena salud de la
razón depende, como en el caso de otras características humanas, de su uso continuado, de la práctica, del día a día.
Así como el movimiento se demuestra andando, la razón se acredita infiriendo. El mono de trabajo del logos suele
estar mugriento. Argumentar es aportar razones para defender una opinión, un punto de vista, una valoración.
Razonamos cuando creemos que podemos aportar pruebas para refutar o apoyar determinada opinión. Al argumentar
pretendemos convencer a nuestro interlocutor para que adopte nuestro punto de vista.
Pongamos un ejemplo del ámbito judicial. El fiscal, para intentar demostrar que alguien es culpable de
asesinato, razona de la siguiente forma: las huellas indican que el acusado alguna vez estuvo allí; dos testigos lo
sitúan en el lugar del crimen a la hora exacta de los hechos; no tiene coartada; en cambio, sí existe un móvil: la víctima
le debía mucho dinero; las manchas de sangre encontradas en la camiseta del supuesto agresor son del mismo grupo
sanguíneo que el de la víctima; a pesar de que no se ha localizado el arma homicida, en la cocina del acusado falta un
cuchillo de un juego que tendría las características que los forenses atribuyen a la misma… Blanco y en botella: leche.
No todos los puntos de vista son iguales. Para aquilatar estas opiniones utilizamos los argumentos. Algunas
conclusiones se apoyan en buenas razones, otras carecen de fundamentación.
Para que un argumento realice su función persuasiva ha de estar fundamentado en pruebas fehacientes que
resulten convincentes para los destinatarios del mismo. Recordemos aquel consejo de la retórica aristotélica en que el
peripatético pone cuatro condiciones para que un discurso sea realmente efectivo: ethos, pathos, logos y kairós. Es
decir, y empezando por el final, utilizarlo en el momento y el lugar oportuno, que sea argumentado, adecuado a los
interlocutores y de acuerdo con las características y habilidades del que lo esgrime. Cuando razonamos, utilizamos
básicamente dos sistemas argumentativos: la deducción y la inducción (conocidas como inferencia deductiva e
inferencia inductiva). Podemos razonar partiendo de una premisa de tipo general, aceptada, fiable, e inferir
conclusiones parciales: razonamiento deductivo. Así, podemos argumentar que si todas las mujeres de nuestro país,
estadísticamente, viven más años que los hombres (premisa general y fiable, porque está demostrado
estadísticamente) y yo soy una mujer, entonces yo viviré más años que mi hermano. He hecho un razonamiento o
inferencia deductiva: de una premisa general («Todas las mujeres viven más años que los hombres»), he inferido una
conclusión particular («Yo, que soy mujer, viviré más que mi hermano»).
El otro sistema argumentativo básico es la inducción, que suma constataciones de hecho para llegar a una
conclusión general. Por ejemplo, podemos observar que a Juan, compañero de trabajo, le gusta la novela policíaca, y
que a Andrés, otro compañero, también le gusta este tipo de narrativa, y lo mismo pasa con Ana, Alexis y otros tantos
miembros de mi sección. De esta serie de constataciones particulares obtengo la conclusión de que a la mayoría de
mis compañeros de trabajo les gusta la serie negra. Los ejemplos tienen esta misma estructura lógica. Los
razonamientos deductivos son más fiables que los inductivos, pues mientras que en los segundos la conclusión sólo se
infiere de manera probable de las premisas, en los primeros la relación es de necesidad. Es decir, si las premisas son
verdad, necesariamente la conclusión será cierta. La literatura filosófica al respecto ha sido fecunda e ingente. Fue

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Aristóteles quien sentó las bases de la lógica deductiva, mientras que Hume reflexionó sobre los aspectos más
sobresalientes de la inducción.
Otra forma de discurso argumentativo que podemos utilizar es la analogía. Una analogía consiste en
argumentar a partir de una comparación entre aquello que se quiere argumentar y otra situación o hecho similar. Se
trata de encontrar rasgos comunes entre las dos cosas que relacionamos; por lo tanto, es un tipo de razonamiento de
carácter creativo. La estructura lingüística de la analogía es la siguiente:

De la misma manera que X, entonces Z.

Donde X es uno de los hechos ya demostrados y Z es lo que se quiere argumentar.

Por ejemplo: Como en el fútbol la mejor defensa es el ataque, también en política debemos acorralar a nuestro
rival. En el ejemplo anterior no es lo mismo la naturaleza del deporte que la de un parlamento, aunque en algunos
aspectos son similares. Aquí está el punto débil de este método. Aun tratándose del más convincente, debemos
reconocer que es el que menos entidad lógica comporta. Una analogía será más o menos válida en función de la
fuerza y la relevancia de la comparación.
Estamos hablando siempre desde la perspectiva de quien lleva la voz cantante argumentativa. Pero ¿qué pasa
cuando alguien nos da sus razones para afirmar algo o para creer en algo? Que tendríamos que ser igualmente
consecuentes y adaptar nuestra opinión a sus razones, siempre que éstas resulten convincentes. Lo cual me parece,
si cabe, más difícil que lo primero, es decir, plantear racionalmente nuestras convicciones. Recuerdo un texto de
Fernando Savater tremendamente ilustrativo al respecto: «Ser racional es poder ser persuadido por argumentos, no
sólo persuadir con argumentos. Nadie puede aspirar a la condición de racional si sus razones las ve muy claras pero
jamás ve ninguna razón ajena claramente. Necesariamente, ver las razones de otros forma parte de la racionalidad.
Aceptar haber sido persuadido por razones suele estar muy mal visto, como si dar muestras de racionalidad fuera algo
muy malo, cuando el hecho de cambiar de opinión demuestra que sigue funcionando la razón.
El mundo está lleno de personas que se enorgullecen de pensar lo mismo que pensaban a los 18 años;
probablemente no pensaban nada ni a los 18 años ni ahora, y gracias a eso se mantienen invulnerables a todo tipo de
argumentación, razones, conocimiento del mundo, etcétera». Es razonable, pues, aquel que me lanza los dardos
envenenados de la palabra argumentada, pero no lo es menos quien se deja mecer por ellos, sin que esto signifique
sometimiento a la voluntad de otro. Porque razonar es una forma compartida de ser libres a través del diálogo; la única
que podemos practicar, me atrevería a añadir, frente al marasmo de ignominia y descrédito que representa el
fanatismo, la vulgaridad del «todo vale» o la credibilidad a ciegas que nos abruma.

EJERCICIO
Lee este fragmento del texto La aventura de los bailarines de Conan Doyle. Después, plantéate: ¿Las
inferencias del detective son deductivas o inductivas? ¿Por qué?

Holmes llevaba varias horas sentado en silencio, con su larga y delgada espalda doblada sobre un recipiente
químico en el que hervía un preparado particularmente maloliente. Tenía la cabeza caída sobre el pecho y, desde
donde yo lo miraba, parecía un pajarraco larguirucho, con plumaje gris mate y un copete negro.
–Y bien, Watson –dijo de repente–, de modo que no piensa usted invertir en valores sudafricanos. Di un respingo de
sorpresa. Aunque estaba acostumbrado a las asombrosas facultades de Holmes, aquella repentina intromisión en mis
pensamientos más íntimos resultaba completamente inexplicable.
–¿Cómo demonios sabe usted eso? –pregunté.
Holmes dio media vuelta sin levantarse de su banqueta, con un humeante tubo de ensayo en la mano y un brillo burlón
en sus hundidos ojos.
–Vamos, Watson, confiese que se ha quedado completamente estupefacto.
–Así es.
–Debería hacerle firmar un papel reconociéndolo.
–¿Por qué?
–Porque dentro de cinco minutos dirá usted que todo era sencillísimo.
–Estoy seguro de que no diré nada semejante.
–Verá usted, querido Watson –colocó el tubo de ensayo en su soporte y comenzó a disertar con el aire de un profesor
dirigiéndose a su clase–, la verdad es que no resulta muy difícil construir una cadena de inferencias, cada una de las
cuales depende de la anterior y es, en sí misma, muy sencilla. Si después de hacer eso se suprimen todas las
inferencias intermedias y sólo se le presentan al público el punto de partida y la conclusión, se puede conseguir un
efecto sorprendente, aunque puede que un tanto chabacano. Pues bien: lo cierto es que no resultó muy difícil, con sólo

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

inspeccionar el surco que separa su dedo pulgar del índice, deducir con toda seguridad que no tiene usted intención de
invertir su modesto capital en las minas de oro.
–No veo ninguna relación.
–Seguro que no; pero se la voy a hacer ver en seguida. He aquí los eslabones que faltan en la sencillísima cadena:
Uno: cuando regresó anoche del club, tenía usted tiza entre el dedo pulgar y el índice.
Dos: Usted se aplica tiza en ese lugar cuando juega al billar, para dirigir el taco.
Tres: Usted no juega al billar más que con Thurston.
Cuatro: Hace cuatro semanas, me dijo usted que Thurston tenía una opción para comprar ciertas acciones
sudafricanas, que expiraría al cabo de un mes y que deseaba compartir con usted.

Cinco: Su talonario de cheques está guardado en mi escritorio y no me ha pedido usted la llave.

Seis: Por tanto, no tiene usted intención de invertir su dinero en este negocio.

–¡Pero si es sencillísimo! –exclamé.


–Ya lo creo –dijo él, un poco escocido–. Todos los problemas le parecen infantiles después de que se los hayan
explicado.

Josep Muñoz Redón, Prohibido pensar parásitos versus catalizadores del pensamiento, Octaedro, España, 2013

Lee con atención los siguientes textos, subraya los conectivos lógicos e identifica las premisas y conclusión de
cada ejemplo.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Bloque Temático II: ARGUMENTACIÓN FILOSÓFICA EN PROCESOS.


TEMA 1: Problema y Diálogo.

Lee con atención los siguientes textos, subraya las ideas principales e identifica las premisas y conclusión de
cada ejemplo.

Un estudiante sale de su clase de lógica deductiva. Al encontrarse con su amigo Juan, éste le
pregunta por lo que estaba haciendo. Le responde: "Estaba en una clase grandiosa llamada lógica
deductiva". Juan, sorprendido, pregunta: "¿qué es eso?" El otro responde: "bueno, no puedo explicarlo muy
bien, pero podría darte un ejemplo. ¿Tienes un acuario?" "Sí", responde Juan. "Bien, eso implica que a ti te
gusta el agua. ¿Te gusta?" "Sí, amo el agua". "Bien, eso significa que te gustan los ríos". "Oh, sí. Me
encantan los ríos". "Bien. Entonces te gusta estar en el mar". "Oh, amo estar en el mar". "Bien, cuando
estás en la playa, supongo que gozas viendo pasar a las mujeres en biquini". "Nada me gusta más". "Pues
eso es lógica deductiva". Juan está asombrado por el poder de la lógica deductiva y se va caminando en un
estado de encantamiento. Luego encuentra a una tercera persona, otro amigo. Juan exclama: "justamente
vengo de escuchar acerca de la lógica deductiva; es asombrosa". "¿Qué es eso?" Juan responde: "bien, no
puedo explicarlo muy bien, pero puedo darte un ejemplo". "Hazlo, por favor, dice el amigo". Juan responde:
"¿tienes un acuario?" El amigo replica: "no". Juan exclama: "¡Ah, homosexual!"

La belleza de la argumentación consiste en que nos habilita para desechar lo sobrante. Es más que
una herramienta, es también una actitud, es el deseo de hallar el soporte o argumento a una afirmación y
examinarlo cuidadosa y serenamente. Primero, algunas herramientas simples. Un argumento es una
cadena de razonamientos diseñada para probar una conclusión. Consta de dos partes: las premisas y la
conclusión. En el siguiente argumento simple. I y 2 son las premisas y 3 es la conclusión a la que
lógicamente llevan las premisas:

Argumento A

1. Todos los perros son animales


2. Fido es un perro
3 . Por lo tanto, Fido es un animal

Éste argumento es lógico o válido. Un argumento es lógicamente válido si y sólo si la conclusión se


sigue lógicamente de las premisas. "Se sigue lógicamente" significa que si las premisas son verdaderas,
entonces la conclusión tiene que serlo también. O, puesto de otra manera: es imposible que la conclusión
sea falsa y las premisas verdaderas. Uno no puede aceptar las premisas y negar la conclusión. Sería una
contradicción. Esto no significa que las premisas sean verdaderas. Si en el argumento A reemplazamos en
2 y 3 el nombre "Fido" por el de "Juan", tendremos un argumento lógicamente válido, aunque la premisa 2
ahora sea falsa (porque Juan no es un perro).
Tenga cuidado, las expresiones "válido" e "inválido" sólo se aplican a argumentos completos. No se
aplican a las premisas o las conclusiones en sí mismas, que son oraciones individuales. ¿Por qué? Porque
"válido" concierne a la conexión entre las premisas y la conclusión: el que un argumento sea válido como un
todo, depende de si la conclusión se sigue de las premisas. Esto es verdad incluso si las premisas son
falsas. Las premisas individuales y las conclusiones son frases verdaderas o falsas, no válidas o inválidas.
En otras palabras, no confunda válido/inválido con verdadero/falso. Para ver mejor esta diferencia,
consideremos, en el siguiente ejemplo, que un argumento válido puede tener premisas falsas:

19
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Argumento H

1. Todos los pescados tienen pulmones.


2. Todos los edificios son pescados.
3. Todos los edificios tienen pulmones.

Éste es un argumento válido (lógico) porque la conclusión se sigue lógicamente de las premisas,
aunque las dos premisas son falsas. Cuando preguntamos si un argumento es válido NO estamos
preguntando si las premisas y la conclusión son verdaderas. Consideremos también lo siguiente: un
argumento inválido puede tener premisas y conclusión verdaderas. Por ejemplo:

Argumento C

1. La Luna es más pequeña que la Tierra.


2. Marte es más pequeño que Júpiter.
3. Por lo tanto, Plutón es más pequeño que Neptuno.

Este argumento no es válido porque la conclusión no se sigue lógicamente de las premisas (es decir,
que es lógicamente posible que las premisas sean verdaderas y la conclusión sea falsa). Finalmente,
debemos preguntarnos por la solidez del argumento. Un argumento es sólido si y sólo si es tanto válido o
lógico, como si sus premisas son verdaderas. Si tenemos un argumento sólido, entonces la conclusión debe
ser verdadera. Este mínimo de teoría es necesaria para la aplicación. Para pensar con propiedad usando
estas herramientas, uno tiene que ser capaz de hacer tres cosas:

• Primero, escoger parte de un texto y convertirlo en un argumento lógicamente válido en forma silogística,
como los argumentos A o B.
• Segundo, uno debe aprender a evaluar críticamente un argumento.
• Tercero, uno necesita aprender a elaborar sus propios argumentos.

CONVERTIR UN TEXTO EN ARGUMENTO

Suponga que tiene un fragmento de un texto polémico que argumenta a favor de una conclusión. La
primera cosa que tiene que hacer es encontrar la conclusión. ¿A favor de qué argumenta el autor?
Identifique esto tan cuidadosamente como pueda. Escríbalo. Expresiones como "de ahí que", "por lo tanto",
"de esto se sigue que", usualmente introducen conclusiones. El siguiente paso es encontrar una de las
premisas. Expresiones como "puesto que", "porque", "en vista de", "como lo muestra esto", normalmente
introducen premisas. Ahora uno puede empezar a extraer el argumento como un silogismo. Es posible que
el texto tenga una o más premisas ocultas. Tendrá que trabajar para revelarlas. En cualquier caso, es
importante mirar si el autor dio las premisas suficientes para implicar lógicamente la conclusión. Uno debe
tratar de hacer el argumento lógicamente válido.

20
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Lee con atención los siguientes textos, subraya las ideas principales y construye 4 argumentos.

1: EVALUAR UN ARGUMENTO
Ahora tenemos un argumento para evaluar. Una vez que lo hemos puesto en forma lógica, sólo
tenemos que preguntar: ¿son verdaderas las premisas? (dado que ya lo hemos reconstruido de un modo
lógicamente válido). Es mejor concentrarse en cada una de las premisas y preguntar por turnos si son
verdaderas o falsas. Hay una forma simple de mejorar. Muchas personas, al hacer una objeción, dan el 80%
del trabajo y omiten el 20% restante. Dicen, por ejemplo: "es posible que no haya un primer evento en
absoluto", como una crítica a la segunda premisa del argumento cosmológico. En el último momento,
cuando suponen que el asunto ha finalizado y rematan el punto, en el momento de cerrar dejan el trabajo
inconcluso. Hay que completar el trabajo: "por lo tanto, la segunda premisa es falsa y este argumento no
prueba la existencia de Dios". Tiene que relacionar la objeción con el argumento; dar el golpe final.

Al examinar un argumento, no es necesario evaluar la conclusión. Eso sería como ignorar el


argumento en sí mismo. Para ver por qué, tenemos que diferenciar estas dos tareas. La primera es evaluar
un argumento y la segunda es evaluar una posición. Por ejemplo, demostrar que un argumento a favor de la
existencia de Dios no es sólido, no equivale en lo absoluto a argumentar contra la afirmación de que Dios
existe. Revelar la falla de un argumento no es lo mismo que mostrar que la posición o la conclusión son
falsas en sí mismas. Los típicos debates en televisión confunden a menudo estos dos aspectos. El primer
bando ofrece un argumento en contra, por ejemplo, de la legalización del aborto. El segundo bando ofrece
un argumento a favor de la legalización del aborto, ignorando los argumentos del primero. El resultado es
que cada bando hablan consigo mismo, ignorando lo que el otro dice. Son como dos monólogos.

Si alguien da un argumento a favor de uno conclusión que usted considera equivocada, concéntrese
primero en el argumento, Después, puede argumentar a favor del punto de vista opuesto. Estos son dos
procesos separados: evaluar un argumento y criticar una posición o conclusión. Una de las razones por las
cuales los debates se prolongan para siempre es porque las personas mezclan estos dos procesos.
Consideremos el mismo punto de otra manera. Por supuesto, si un argumento es válido, y las premisas son
verdaderas, la conclusión tiene que ser verdadera. Pero si un argumento es válido, y las premisas falsas, la
conclusión no es necesariamente falsa. En otras palabras, uno puede tener un argumento lógico o válido
con premisas falsas y conclusión verdadera. Un argumento válido con premisas falsas no ofrece prueba o
evidencia a favor de la conclusión. Por ejemplo:

Argumento I)

1. Todas las mujeres tienen barba.


2. Lenin es una mujer.
3. Por lo tanto, Lenin tiene barba.

En resumen, tenemos que hacer dos preguntas acerca de cualquier argumento.-

a) ¿Es válido el argumento? y


b) ¿Son verdaderas las premisas?

Si la respuesta en ambos casos es "sí", entonces el argumento es sólido y la conclusión verdadera.


Si la respuesta a la primera de estas preguntas es "no", entonces el argumento no nos ofrece ninguna razón
para creer en la conclusión. Sin embargo, esto no significa que la conclusión sea falsa.

21
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

VALORAR UN ARGUMENTO

Primero, uno necesita saber a favor de qué va a argumentar. Trate de identificar la conclusión. Éste
es quizá el corazón del proceso, porque si usted tiene una conclusión vaga, será mucho más difícil elaborar
el argumento. Segundo, usualmente una de las premisas es obvia. Tercero, uno tiene que exponer el
argumento completo en forma lógica.
Cuando tenga la premisa y la conclusión, podrá trabajar en la otra premisa. El problema más común
cuando hacemos nuestros propios argumentos es caer en las peticiones de principio. Uno no puede
presuponer que la conclusión es verdadera en la estructura de las premisas. Cuando conciba un argumento
válido, piense en lo que debe hacer de la siguiente manera: tome dos ideas y póngalas juntas. Ninguna de
ellas, en sí misma, es suficiente a favor de la conclusión, pero juntas lo son. Uno puede pensar un
argumento como si se tratara de un pastel. Se necesita levadura, azúcar, leche y huevos. Uno no puede
tener el pastel si no tiene todos los ingredientes. Ninguno de esos ingredientes, por sí solo, es un pastel.
Uno sólo puede tener una conclusión mezclando los ingredientes -las premisas independientes-. Si uno
hace un pastel, sin mezclar los ingredientes, no ha hecho nada en absoluto.

Algunas veces ninguno de estos consejos sirve. A veces ninguno le da claridad al argumento o, aun
siendo claro, éste puede parecer artificial y poco convincente. En tal caso, intente lo siguiente: escriba su
razonamiento tan claro como pueda sin preocuparse si es lógico o no. Luego, acérquese a su texto como si
fuera de otro; siga los pasos como si ése fuera el caso. Si eso no funciona, reescriba su pieza e inténtelo de
nuevo.

FORMAS VÁLIDAS BASADAS EN CONECTIVAS LÓGICAS

Consideremos muy brevemente un poco más de teoría de la lógica. ¿Qué hace a un argumento
válido? La forma de las oraciones que involucra, no lo que realmente afirma. Algunos argumentos se basan
en las conexiones lógicas entre las oraciones, conexiones que son puramente formales. Las conectivas
lógicas son:

no
si... entonces
o... u...

Por ejemplo, "p —> q" significa "si p entonces q", o "si 'p' es verdadero entonces 'q' es verdadero". Las
letras 'p' y q' simbolizan cualquier oración bien construida.
Donde 'p' y 'q' valen por cualquier oración correctamente elaborada.

FORMAS VÁLIDAS BASADAS EN CONJUNTOS

Un conjunto es una colección de entidades. Por ejemplo, Hillary Clinton es un elemento del conjunto
de todas las mujeres, que es una manera más formal de expresar la afirmación "Hillary Clinton es una
mujer". Los elementos de un conjunto son llamados así por pertenecer a ese conjunto. Por ejemplo, T o d o
A es B" significa que todos los elementos del conjunto A de cosas pertenecen al conjunto de cosas que son
B. Un ejemplo de T o d o s los A son B" es Todas las manzanas son frutas", o T o d o s los elementos del
conjunto de las manzanas son elementos del (o pertenecen al) conjunto de las frutas". Algunas de las
formas válidas de argumento basadas en conjuntos son:

Todos los A son B


Ningún C es B
Ningún C es A
Ningún B es A

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Algún C es A
Algún O no es B
Todos los A son C
Algún B es A
Algún B es C

Garrett Thomson. (2002) INTRODUCCIÓN A LA PRÁCTICA DE LA FILOSOFÍA. COLOMBIA. Primera


edición en Panamericana Editorial Ltda. págs. 244-248.

TEMA 2: Argumentación deductiva, su finalidad y características: la demostración;


universalidad, implicación necesaria y validez.

Lee con atención los siguientes textos, subraya las ideas principales y construye 4 argumentos DEDUCTIVOS.

1. Distinga entre premisas y conclusión.


El primer paso al construir un argumento es preguntar: ¿Qué estoy tratando de probar? ¿Cuál es mi conclusión? Recuerde que
la conclusión es la afirmación a favor de la cual usted está dando razones. Las afirmaciones mediante las cuales usted ofrece sus
razones son llamadas «premisas». Considere esta broma de Winston Churchill: Sea optimista. No resulta de mucha utilidad ser de
otra manera. Éste es un argumento porque Churchill está dando una razón para ser optimista: su premisa es que «no resulta de
mucha utilidad ser de otra manera». La premisa y la conclusión de Churchill son bastante obvias, pero las conclusiones de algunos
argumentos pueden no ser obvias hasta el momento en que se las señala. Sherlock Holmes tiene que explicar una de sus
conclusiones clave en La aventura de Silver Blaze:
Un perro estaba encerrado en los establos, y, sin embargo, aunque alguien había estado allí y había sacado un caballo, no
había ladrado. Es obvio que el visitante era alguien a quien el perro conocía bien... Holmes tiene dos premisas. Una es explícita: el
perro no ladró al visitante. La otra es un hecho general acerca de los perros que presume que nosotros conocemos: los perros
ladran a los desconocidos. Estas dos premisas juntas implican que el visitante no era un desconocido.
Cuando usted utilice argumentos como un medio de indagación, tal como lo describí en la Introducción, puede comenzar, a
veces, tan sólo con la conclusión que quiere defender. Antes que nada, expóngala con claridad. Si quiere tornar a Churchill y seguir
sus palabras, y argüir que debemos ser verdaderamente optimistas, dígalo así de explícito. Entonces, pregúntese a sí mismo qué
razones tiene para extraer esa conclusión. ¿Qué razones puede dar para probar que debemos ser optimistas? Usted podría apelar
a la autoridad de Churchill; si Churchill dice que debemos ser optimistas, ¿quiénes somos usted y yo para criticarlo? Sin embargo,
esta apelación no le llevará muy lejos, ya que es probable que un número igual de personas famosas recomendaran el pesimismo
usted tendría que pensarlo por su propia cuenta. Una vez más: ¿Cuál es su razón para pensar que debemos ser optimistas?
Quizás su idea es que ser optimista le da más energía para trabajar en pos del éxito, mientras que los pesimistas se sienten
derrotados desde el comienzo y, por lo tanto, ni siquiera lo intentan. Entonces, usted tiene una premisa principal: los optimistas
probablemente tienen más éxito en alcanzar sus objetivos. (Quizás esto es lo que Churchill quería decir también.) Si ésta es su
razón, dígalo explícitamente.

23
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

2. Presente sus ideas en un orden natural


Usualmente, los argumentos cortos se escriben en uno o dos párrafos. Ponga primero la conclusión seguida de sus propias
razones, o exponga primero sus premisas y extraiga la conclusión al final. En cualquier caso, exprese sus ideas en un orden tal que
su línea de pensamiento se muestre de la forma más natural a sus lectores. Considere este argumento corto de Bertrand Russell:
Los males del mundo se deben tanto a los defectos morales como a la falta de inteligencia. Pero la raza humana no ha
descubierto hasta ahora ningún método para erradicar los defectos morales [...] La inteligencia, por el contrario, se perfecciona
fácilmente mediante métodos que son conocidos por cualquier educador competente. Por lo tanto, hasta que algún método para
enseñar la virtud haya sido descubierto, el progreso tendrá que buscarse a través del perfeccionamiento de la inteligencia antes que
del de la moral.'
En este pasaje, cada afirmación conduce naturalmente a la siguiente. Russell comienza señalando las dos fuentes del mal en
el mundo: «los defectos morales», como él los denomina, y la falta de inteligencia. Afirma entonces que desconocemos cómo
corregir «los defectos morales», pero que sabemos cómo corregir la falta de inteligencia. Por lo tanto —adviértase que la expresión
«por lo tanto» indica claramente su conclusión—, el progreso tendrá que llegar mediante el perfeccionamiento de la inteligencia.
Cada frase de la cita está precisamente en el lugar que le corresponde, a pesar de que había muchísimos lugares para el error.
Supóngase que Russell hubiera escrito, en cambio, algo similar a esto:
Los males del mundo se deben, por completo, tanto a los defectos morales como a la falta de inteligencia. Hasta que algún
método para enseñar la virtud haya sido descubierto, el progreso tendrá que buscarse a través del perfeccionamiento de la
inteligencia antes que del de la moral. La inteligencia se perfecciona fácilmente por métodos que son conocidos por cualquier
educador competente. Pero la raza humana no ha descubierto hasta ahora ningún medio para erradicar los defectos morales. Son
exactamente las mismas premisas y conclusión, pero están en un orden diferente, y la expresión «por lo tanto», previa a la
conclusión, fue omitida. Ahora el argumento es mucho más difícil de entender. Las premisas no están entrelazadas naturalmente, y
usted tiene que leer el pasaje hasta dos veces para comprender cuál es la conclusión. No cuente con que sus lectores sean tan
pacientes. Intente reordenar varias veces su argumento con el objeto de encontrar el orden más natural.

3. Parta de premisas fiables

Aun si su argumento, desde la premisa a la conclusión, es válido, si sus premisas son débiles, su conclusión será débil. Nadie
en el mundo es realmente feliz en la actualidad. Por lo tanto, parece que los seres humanos no están hechos precisamente para
alcanzar la felicidad. ¿Por qué deberíamos esperar lo que nunca podemos encontrar?
La premisa de este argumento es la afirmación de que nadie en el mundo es realmente feliz en la actualidad. Pregúntese si la
premisa es plausible. ¿Nadie en el mundo es realmente feliz en la actualidad? Esta premisa necesita, al menos, alguna justificación,
y es muy probable que no sea precisamente verdadera.
Este argumento no puede mostrar, entonces, que los seres humanos no estamos hechos para alcanzar la felicidad, o que no
debemos esperar ser felices. A veces resulta fácil partir de premisas fiables. Puede tener a mano ejemplos bien conocidos, o
autoridades bien informadas que están claramente de acuerdo. Otras veces es más difícil. Si usted no está seguro acerca de la
fiabilidad de una premisa, puede que tenga que realizar alguna investigación, y/o dar algún argumento corto en favor de la premisa
misma.

4. Sea concreto y conciso


Evite los términos generales, vagos y abstractos. «Caminamos horas bajo el sol» es infinitamente mejor que «Fue un
prolongado período de esfuerzo laborioso». Sea conciso también. La elaboración densa sólo hace que el lector —e incluso el
autor— se pierda en un mar de palabras.

NO:
Para aquellos cuyos papeles involucraban primariamente la realización de servicios, a diferencia de la adopción de las
responsabilidades de líder, la pauta principal parece haber sido una respuesta a las obligaciones invocadas por el líder que eran
concomitantes al estatus de miembro en la comunidad societaria y a varias de sus unidades segmentales.

24
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

La analogía moderna más próxima es el servicio militar realizado por un ciudadano normal, excepto que al líder de la
burocracia egipcia no le hacía falta una emergencia especial para invocar obligaciones legítimas.

sí:
En el antiguo Egipto, la gente común estaba sujeta a ser reclutada para el trabajo.

5. Evite un lenguaje emotivo

No haga que su argumento parezca bueno caricaturizando a su oponente. Generalmente las personas defienden una posición
por razones serias y sinceras. Trate de entender sus opiniones aun cuando piense que están totalmente equivocadas. Una persona
que se opone al uso de una nueva tecnología no está necesariamente en favor de «un retorno a las cavernas», por ejemplo, y una
persona que cree que la evolución no es afirmar que su abuela era un mono. Si usted no puede imaginar cómo podría alguien
sostener el punto de vista que usted está atacando, es porque todavía no lo ha entendido bien. En general, evite el lenguaje cuya
única función sea la de influir en las emociones. Este es un ejemplo de «lenguaje emotivo». Tras permitir que sus antaño orgullosos
trenes de pasajeros cayeran vergonzosamente en el olvido, América está moralmente obligada a restablecerlos ¡ya!
Supuestamente éste es un argumento para restablecer (más) el servicio de los trenes de pasajeros. Pero no ofrece ninguna
prueba para llegar a esa conclusión sea cual sea, tan sólo unas cuantas palabras con una gran carga emocional—palabras
gastadas, también, como las de un político autómata. ¿El tren de pasajeros «cayó en el olvido» por algo que «América» hizo o dejó
de hacer? ¿Qué tiene esto de «vergonzoso»? Muchas instituciones «antaño orgullosas» dieron al traste y, al fin y al cabo, no
estamos obligados a restablecerlas todas. ¿Qué significa que América está «moralmente obligada» a hacer esto? ¿Se han
establecido y quebrantado las premisas? ¿Por parte de quién?
Estoy seguro de que se puede hablar mucho de restablecer los trenes de pasajeros, especial-ente en esta era en que los
costes ecológicos y económicos de las autopistas están alcanzando niveles enormes. El problema es que este argumento no lo
dice. Deja que las connotaciones des palabras hagan todo el trabajo y, por esta razón, no funciona en absoluto. Al final acabamos
exactamente en el punto de partida. Cuando sea su turno/le toque a usted, remítase a las pruebas. Use términos consistentes
Los argumentos dependen de conexiones entre las premisas y la conclusión. Porta razón es crucial utilizar un único grupo de
términos para cada idea.

NO:
Si usted estudia otras culturas, entonces comprenderá que hay una diversidad de costumbres humanas. Si entiende la
diversidad delas prácticas sociales, entonces cuestionará sus propias costumbres. Si le surgen dudas acerca de la manera en que
tiene que actuar, entonces se volverá más tolerante. Por lo tanto, si amplía su conocimiento de antropología, entonces será más
probable que acepte otras personas y prácticas sin criticarlas.

sí:
Si usted estudia otras culturas, entonces comprenderá que hay una diversidad de costumbres humanas. Si comprende que
hay una diversidad de costumbres humanas, entonces cuestionará sus propias costumbres. Si cuestiona sus propias costumbres,
entonces se volverá más tolerante. Por lo tanto, si usted estudia otras culturas, entonces se volverá más tolerante. En ambas
versiones, cada una de las frases tiene la forma «Si X, entonces Y». Pero fíjese en las diferencias.
La segunda versión («sí») es de una claridad meridiana porque la «Y» de cada premisa es exactamente la «X» de la
siguiente. La «Y» de la primera es exactamente la «X» de la segunda, la «Y» de la segunda es exactamente la «X» de la tercera, y
así sucesivamente. (Vuelva atrás y relea.) Éste es el motivo de por qué el segundo argumento es fácil de leer y entender: forma una
especie de cadena.
No obstante, en la primera versión («No»), la «Y» de la primera premisa sólo es aproximadamente la «X» de la segunda, la
«Y» de la segunda sólo aproximadamente la «X» de la tercera, y así sucesivamente. Aquí, cada «X» e «Y» está escrita como si el
autor hubiera consultado un diccionario en cada oportunidad. «Más tolerante» en la tercera premisa, por ejemplo, está escrita en la
conclusión como «es más probable que acepte otras personas y prácticas sin criticarlas». Como resultado de ello, el argumento
pierde la obvia conexión entre las partes que lo componen y que podrían hacerlo esclarecedor y persuasivo. El escritor presume de

25
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

sí mismo, pero el lector —que no tiene el privilegio de conocer la estructura del argumento desde el inicio— se queda sin saber qué
pensar.

6. Use un único significado para cada término

La tentación opuesta es usar una sola palabra en más de un sentido. Ésta es la falacia clásica de la «ambigüedad». Las
mujeres y los hombres son física y emocionalmente diferentes. Los sexos no son «iguales». Entonces, y por lo tanto, el derecho no
debe pretender que lo seamos.
Este argumento puede parecer plausible a primera vista, pero opera con dos sentidos diferentes de «igual». Es verdad que los
sexos no son física y emocionalmente «iguales», en el sentido en el que «igual» significa, simplemente, «idéntico». «Igualdad» ante
la ley, sin embargo, no significa «física y emocionalmente idénticos», sino más bien, «merecer los mismos derechos y
oportunidades». Entonces, una vez reescrito el argumento con los dos sentidos diferentes de «igual» previamente aclarados,
queda:
Las mujeres y los hombres no son física ni emocionalmente idénticos. Por lo tanto, las mujeres y los hombres no merecen los
mismos derechos y oportunidades.
Esta versión del argumento ya no utiliza de manera ambigua el término «igual», pero todavía no es un buen argumento, tan
sólo es el mismo argumento original e insuficiente, pero con su insuficiencia al descubierto. Una vez eliminada la ambigüedad,
aparece con claridad que la conclusión de ese argumento no se apoya en, ni está vinculada incluso a, la premisa. No se ofrece
ninguna razón para mostrar que las diferencias físicas y emocionales deban tener algo que ver con los derechos y oportunidades.
A veces estamos tentados de dar respuestas equívocas utilizando una palabra clave de manera vaga. Considere la siguiente
conversación:

A: ¡En el fondo, todos somos nada más que egoístas!


B: Pero ¿y Juan?; ¡mira cómo se dedica a sus hijos!
A: Sólo hace lo que realmente quiere hacer: ¡aun eso es ser egoísta!

Aquí el significado de «egoísta» cambia de la primera afirmación que hace A, a la segunda. En la primera afirmación
entendemos que «egoísta» significa algo bastante específico: el comportamiento codicioso, egocéntrico, al que ordinariamente
denominamos «egoísta». En la respuesta de A a la objeción de B, A amplía el significado (el «egoísta» para incluir también
comportamientos aparentemente no egoístas, extendiendo la definición simplemente hasta «hacer lo que realmente quiere hacer».
A mantiene sólo la palabra, pero ésta ha perdido su significado específico, original.
Una buena manera de evitar la ambigüedad es definir cuidadosamente cualquier término clave que usted introduzca:
luego, tenga cuidado de utilizarlo sólo como usted lo ha definido. También puede necesitar definir términos especiales o palabras
técnicas.

ANTHONY WESTON. (2006) LASCLAVES DE LAARGUMENTACIÓN. ESPAÑA. ARIEL.

26
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Lee con atención las siguientes regles de inferencia, identifica su estructura y construye 4 argumentos de dada
regle de inferencia.

Modus Ponens

Si se usan las letras p y q para representar enunciados, la forma deductiva válida más
simple es:

Si [el enunciado p] entonces [el enunciado q].


[el enunciado p].
Por lo tanto, [el enunciado q].

O, de una manera más breve,

Si p entonces q.
p.
Por lo tanto, q.

Esta forma se denomina modus ponens («el modo de poner»: puesto p, se consigue q). Si se
toma p para representar: «No hay factores aleatorios en el ajedrez» y q para representar: «El
ajedrez es un juego de pura destreza», nuestro ejemplo introductorio sigue el modus ponens. A
menudo, un argumento con esta forma es tan obvio que ni siquiera tiene que ser expuesto como
un modus ponens explícito.

Dado que los optimistas tienen más posibilidad de éxito que los pesimistas, usted debería
ser optimista.

Este argumento podría escribirse:

Si los optimistas tienen más posibilidad de éxito que los pesimistas, entonces usted debería ser
un optimista.

Los optimistas efectivamente tienen más posibilidad de éxito que los pesimistas.

Por lo tanto, usted debería ser optimista.


Pero el argumento resulta absolutamente claro sin ponerlo de esa forma. En otras
ocasiones,
sin embargo, resulta útil escribir el modus ponens sin abreviar:

Si hay millones de planetas habitables en nuestra galaxia, entonces parece probable que la vida
se haya desarrollado en más planetas que en éste.
Hay millones de planetas habitables en nuestra galaxia.
Por lo tanto, parece probable que la vida se haya desarrollado en más planetas que en éste.

Para desarrollar este argumento, usted debe explicar y defender ambas premisas, y ellas
necesitan argumentos completamente diferentes (¿por qué?). Resulta útil exponerlas clara y
separadamente desde el inicio.

27
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Modus tollens

Una segunda forma válida es el modus tollens («el modo de quitar»: quite q, quite p):
Si p entonces q.
No q.
Por lo tanto, no p.

Aquí «No q» simplemente representa la negación de q; es decir, el enunciado «No es verdad


que q» vale lo mismo para «no q».

Recuerde el argumento de Sherlock Holmes que se expuso en la regla 1:


Un perro fue encerrado en los establos, y, sin embargo, aunque alguien había estado allí y había
sacado un caballo, el perro no había ladrado [...] Es obvio que el visitante era alguien a quien
conocía bien...

El siguiente argumento de Holmes es modus tollens:

Si el perro no hubiera conocido bien al visitante, entonces hubiera ladrado.


El perro no ladró.
Por lo tanto, el perro conocía bien al visitante.

Para escribir este argumento en símbolos, use c para (el perro no conocía bien al visitante);
y 1 para «el perro ladré».

Si c entonces 1.
No 1.
Por lo tanto, no c.

«No 1» representa «el perro no ladró», y «no c» representa «no es verdad que el perro no
conocía bien al visitante»: esto es: «el perro conocía bien al visitante».

El astrónomo Fred Hoyle maneja un modus tollens interesante. Parafraseándolo un poco: Si


el universo fuera infinitamente viejo, no quedaría hidrógeno en él, dado que el hidrógeno se
convierte en helio constantemente en todo el universo, y esta conversión es un proceso
unidireccional. Pero de hecho el universo está compuesto casi por completo de hidrógeno. Luego,
el universo debe haber tenido un comienzo determinado.

Para poner el argumento de Hoyle en símbolos, use i para representar «El universo es
infinitamente viejo» y h para representar «Ningún hidrógeno queda en el universo».

Si i entonces h.
No h.
Por lo tanto, no i.

«No h» representa «No es verdad que no queda hidrógeno en el universo» (o: «El universo contiene
hidrógeno»); «no i» significa «No es verdad que el universo es infinitamente viejo». Hoyle continúa
repitiendo la conclusión: ya que el universo no es infinitamente viejo, debe haber habido un punto
determinado en el cual comenzó.

28
Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Silogismo hipotético
Una tercera forma válida es el «silogismo hipotético»:

Si p entonces q.
Si q entonces r.
Por lo tanto, si p entonces r.

Por ejemplo:

Si usted estudia otras culturas, comprenderá que existe una diversidad de costumbres
humanas.
Si usted comprende que existe una diversidad de costumbres humanas, entonces pone en duda
sus propias costumbres.
Por lo tanto, si usted estudia otras culturas, entonces pone en duda sus propias costumbres.

Usando las letras en cursiva para representarlas partes de los enunciados de esta
afirmación, tenemos:

Si e entonces c.
Si c entonces p.
Por lo tanto, si e entonces p.

El silogismo hipotético es válido para cualquier número de premisas en la medida en que


cada premisa tenga la forma Si p entonces q», y la q de una premisa se transforma en la p de la
siguiente.
Si usted pone en duda sus costumbres, entonces será más tolerante.
De ésta y de las dos premisas anteriores, usted puede concluir válidamente Si e entonces t»
mediante un silogismo hipotético.
Advierta que el silogismo hipotético ofrece un buen modelo para explicar las conexiones entre
causa y efecto. La conclusión vincula una causa con un efecto, mientras que las premisas
explican los pasos intermedios.

Silogismo disyuntivo
Una cuarta forma válida es el «silogismo disyuntivo»:
p o q.
No p.
Por lo tanto, q.

Examinemos, por ejemplo, el argumento de Bertrand Russell:


Esperamos el progreso mediante el perfeccionamiento de la moral, o lo esperamos mediante el
perfeccionamiento de la inteligencia.

No podemos esperar el progreso mediante el perfeccionamiento de la moral.


Por lo tanto, debemos esperar el progreso mediante el perfeccionamiento de la inteligencia.

Usando una vez más las letras en cursiva como símbolos, este argumento continúa:
m v i.
No m.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

Por lo tanto, i.

Hay una complicación. En castellano, la letra «o» puede tener dos significados diferentes.
Normalmente, «p o q» significa que al menos una de las dos, p o q, es verdadera y posiblemente ambas. Este
es el sentido «inclusivo» de la palabra «o», que es el que normalmente se presume en lógica. Sin embargo, a
veces, utilizamos «o» en sentido «exclusivo», según el cual «p o q» significa que de las dos p o q es verdad,
pero no ambas. «Vendrán por tierra o por mar», por ejemplo, sugiere que no vendrán de ambos modos a la
vez. En este caso, se puede deducir que si vienen de un modo, no vendrán del otro.
Los silogismos disyuntivos son válidos con independencia del sentido de «o» que se utilice
(compruébelo). Pero lo que se puede deducir (silo hay) además de una afirmación como «p o q»
(sobre todo cuando usted puede deducir que no q si también sabe que p) depende del sentido de
«o» en la premisa específica «p o q» que esté considerando. ¡Cuidado!

Dilema
Una quinta forma válida es el dilema.
pvq
Si p entonces r.
Si q entonces s.
Por lo tanto, r o s.

Desde el punto de vista retórico, un «dilema» es una elección entre dos opciones que
tendrán consecuencias negativas. Jesús planteó un dilema de esta índole a los fariseos cuando
desafió públicamente su autoridad:
Él les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa. Decidme: El bautismo de Juan,
¿era del cielo o de los hombres?» Y ellos discutían entre sí: Si decimos: «Del cielo», dirá: «¿Por qué
no le creísteis?», pero si decimos: «De los hombres», todo el pueblo nos apedreará, pues están
convencidos de que Juan era un profeta.» (Lucas 20: 3-6).

Lógicamente, el dilema de los fariseos es:


Podemos decir que el bautismo de Juan era del cielo o de los hombres.
Si decimos que era del cielo, se nos culpará por no creer en él.
Si decimos que era de los hombres, se nos apedreará por insultar la creencia popular en él.
Por lo tanto, o se nos culpará por no creer en él o se nos apedreará por insultar la creencia
popular en él.

Y en símbolos:
h o m.
Si h entonces b.
Si m entonces s.
Por lo tanto, b o s.

Por lo tanto, los fariseos, que eran lo bastante sensatos, declinaron responder dejando que
Jesús también declinara hacerlo, como pretendía. En este caso, las dos consecuencias eran
negativas, pero en otros dilemas las consecuencias podrían ser positivas o simplemente neutrales.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

TEMA 3: Argumentación inductiva, su finalidad y características: la verificación;


generalización, factualidad e inferencia no necesaria.

Investiga las características del razonamiento inductivo y construye 4 argumentos.


Describe los pasos que se requieren para verificar una hipótesis.

TEMA 4: Argumentación analógica, su finalidad y características: la posibilidad;


transitividad y contrastación de relaciones.

Lee con atención los siguientes textos, subraya las ideas principales y construye 4 argumentos ANALÓGICOS.

ARGUMENTOS POR ANALOGÍA

Los argumentos por analogía, en vez de multiplicar los ejemplos para apoyar una generalización, discurren de un caso o
ejemplo específico a otro ejemplo, argumentando que, debido a que los dos ejemplos son semejantes en muchos aspectos, son
también semejantes en otro aspecto más específico. Por ejemplo, a continuación veremos cómo un administrador médico defiende
que todo el mundo debería hacerse un chequeo médico de forma regular: La gente lleva su coche a arreglar y a revisar cada pocos
meses sin rechistar. ¿Y por qué no prodigan los mismos cuidados a su propio cuerpo?'
Este argumento sugiere que realizarse un chequeo médico de forma regular es como llevar el coche a la revisión. Los
coches necesitan ese tipo de atenciones; de otro modo, se pueden producir problemas de mayor envergadura. El Dr. Beary afirma
que nuestros cuerpos funcionan igual. La gente sabe que tiene que llevar su coche a la revisión de forma regular (de otro modo, se
pueden producir problemas de mayor envergadura).
Los cuerpos de las personas son similares a los coches (porque también los cuerpos humanos pueden desarrollar
problemas, si no se revisan de forma regular). Por lo tanto, la gente también debería acudir a un chequeo y una revisión de forma
regular.
Adviértase la palabra en cursiva «similares» en la segunda premisa. Cuando un argumento acentúe las semejanzas entre dos
casos, es muy probable que sea un argumento por analogía. El siguiente es un ejemplo más complejo:
Ayer, en Roma, Adam Nordwell, un jefe indio de los chippewa estadounidenses, ejecutó un acto notable al descender de
su avión proveniente de California completamente vestido con los trajes e insignias de la tribu; Nordwell anunció en el nombre del
pueblo indio estadounidense que estaba tomando posesión de Italia «en virtud del derecho de descubrimiento», de la misma
manera que lo hizo Cristóbal Colón en América. «Yo proclamo este día el día del descubrimiento de Italia», dijo Nordwell. «¿Qué
derecho tenía Colón a descubrir América cuando ya estaba siendo habitada desde hacía miles de años? El mismo derecho que
ahora tengo para llegar a Italia y proclamar el descubrimiento de su país.»
Nordwell está sugiriendo que su «descubrimiento» de Italia es similar al descubrimiento de América por parte de Colón, en
al menos un aspecto importante: ambos, Nordwell y Colón, clamaban un territorio que ya estaba siendo habitado por su propio
pueblo desde hacía siglos Entonces, Nordwell insiste en que tiene tanto «derecho» a reclamar Italia como lo tenía(Colón para
pretender América. Pero, por, supuesto, Nordwell no tiene derecho a reclamar Italia. Por lo tanto, Colón no tenía derecho a

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

reclamar América. Nordwell no tiene el derecho a reclamar Italia para otro pueblo, y menos aún «en virtud del derecho de
descubrimiento» (ya que Italia estaba siendo habitada por su propio pueblo desde hacía siglos). La pretensión de Colón sobre
América «en virtud del derecho de descubrimiento» es similar a la pretensión de Nordwell sobre Italia (América también estaba
siendo habitada por su propio pueblo desde hacía siglos).
Por lo tanto, Colón no tenía derecho a reclamar América para otro pueblo, menos aún «en virtud del derecho de
descubrimiento».
¿Cómo evaluamos los argumentos por analogía?

La primera premisa de un argumento por analogía formula una afirmación acerca del ejemplo usado como una analogía.
Recuerde la regla 3: compruebe que su premisa sea verdadera. Es verdad que los coches necesitan arreglos y chequeos
regularmente para evitar que desarrollen problemas de mayor envergadura, por ejemplo, y es verdad que Adam Norwell no tiene
derecho a pretender Italia para los indios chippewa. La segunda premisa en los argumentos por analogía afirma que el ejemplo de
la primera pre-misa es similar al ejemplo acerca del cual el argumento extrae una conclusión. Evaluar esta pre-misa es más difícil, y
necesita una regla propia.

La analogía requiere un ejemplo similar de una manera relevante.

Las analogías no requieren que el ejemplo usado como analogía sea absolutamente igual al ejemplo de la conclusión. Al
fin y al cabo, nuestros cuerpos no son exactamente como los coches. Estamos hechos de carne y hueso y no de metal, duramos
más, y así sucesivamente. Las analogías sólo requieren similitudes relevantes. El material del que están hechos los coches es
irrelevante para la afirmación del Dr. Beary; su argumento se refiere al mantenimiento de sistemas complejos. Una diferencia
relevante entre nuestros cuerpos y nuestros coches es que los primeros no necesitan «arreglos» regulares de la misma forma que
los segundos. Los coches necesitan que se sustituyan o rellenen determinadas piezas y fluidos: cambios de aceite, nuevas bombas
transmisiones, y cosas así.
Nuestros cuerpos. Sustituir piezas o fluidos es mucho menos frecuente y se refiere más a la cirugía o a una transfusión de
sangre, no a «arreglos» regulares aun así, es probable que necesitemos chequeos de forma regular —de otro modo, no se
detectaran los posibles problemas—. La analogía del doctor, entonces, resulta sólo parcialmente afortunada. La parte del «arreglo»
constituye una analogía muy pobre, aunque la parte del chequeo es persuasiva. De igual modo, el siglo xx en Italia no es solamente
igual al siglo xv en América. Cualquier alumno del siglo xx sabe de la existencia de Italia, por ejemplo, mientras que en siglo xv
América era desconocida para la mayoría de las personas del mundo. Nordwell no es explorador, y un avión comercial no es la
carabela Santa María. Nordwell sugiere, sin embargo, que estas diferencias no son relevantes para la analogía. Nordwell intenta
recordarnos, simplemente, que no tiene sentido reclamar un país que está habitado por su propio pueblo.
No es importante si el territorio resulta conocido por los habitantes del mundo, o cómo llegó allí el «descubridor». Una
reacción más apropiada podría ser la de intentar establecer relaciones diplomáticas, como trataríamos de hacerlo hoy si de algún
modo el territorio y el pueblo de Italia hubieran sido recién descubiertos. Ésta es la cuestión que plantea Nordwell, y tomada de esa
manera, su analogía constituye un buen argumento.
Un famoso argumento usa una analogía para tratar de establecer la existencia de un Creador del mundo.
Este argumento pretende que podemos inferir del orden y de la belleza del mundo la existencia de un Creador, tal como podemos
inferirla existencia de un arquitecto o de un carpintero cuando vemos una casa hermosa y bien construida. Este argumento
formulado separadamente en forma de premisa y conclusión reza:

Las casas hermosas y bien construidas deben tener «creadores»: diseñadores y constructores inteligentes.
El mundo es similar a una casa hermosa y bien construida.
Por lo tanto, el mundo también debe tener un «creador», un Diseñador y Constructor inteligente, Dios.

Una vez más, aquí no se necesitan más ejemplos; es la similitud del mundo a un único ejemplo, la casa, lo que el
argumento quiere subrayar. Que el mundo, realmente, sea similar de una manera relevante a una casa no está, en mi opinión, tan
claro. Sabemos bastante acerca de las causas de las casas. Pero las casas son partes de la naturaleza. Y, efectivamente, sabemos
muy poco acerca de la estructura de la naturaleza en su conjunto, o acerca del tipo de causas que podría tener.
David Hume analiza este argumento en su Dialogues Concerning Natural Religion, y pregunta:

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

¿Es una parte de la naturaleza una regla para el todo? [...] Piense [cuán] amplio es el paso que usted ha dado cuando comparó las
casas [...] al universo, y de su similitud en algún aspecto infirió una similitud en sus causas...¿No será que la gran desproporción
prohíbe todas las comparaciones e inferencias? El mundo es diferente de una casa en al menos lo siguiente: una casa es parte de
un con-junto mayor, el mundo; mientras que el mundo mismo (el universo) es el mayor de los conjuntos. Entonces, Hume sugiere
que el universo no es similar a una casa de una manera relevante. Las casas, ciertamente, implican «creadores» más allá de ellas
mismas; pero, según lo que sabemos, el universo como un conjunto puede contener sus causas dentro de sí mismo. Esta analogía,
entonces, constituye un argumento débil. Si hay que deducir la existencia de Dios a partir de la naturaleza del mundo,
probablemente, será necesario algún otro tipo de argumento.

TEMA 5: Argumentación retórica, su finalidad y características: la persuasión;


razonabilidad, belleza y emotividad.
Investiga las características de la retórica y construye 4 argumentos retóricos.

Bloque Temático 3: PRAXIS ARGUMENTATIVA

TEMA 1, Riesgos en la argumentación.

Investiga las características de las falacias formales e informales.


Escribe 2 ejemplos de cada tipo de falacia.

TEMA 2: Compromisos éticos en la argumentación.

Lee con atención el siguiente texto, subraya las ideas principales e identifica las premisas del argumento.

Elabora un cuadro con argumentos a favor y en contra sobre el tema del aborto.

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Elaboró: José Juan Morales Gualito.

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