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La propagación de enfermedad contagiosa - A propósito de la transmisión

del virus COVID-19 (Coronavirus) - Primera parte


Autor:
Tazza, Alejandro

Cita: RC D 1555/2020
Encabezado:

En materia de situaciones riesgosas y peligrosas para la salud, el Código Penal contiene varias disposiciones. En
esta primera parte, el autor analiza la figura penal referida a la propagación dolosa de enfermedades contagiosas
y peligrosas para el ser humano, contemplada en el art. 202, del Código Penal.

Sumario:

I. La propagación dolosa de enfermedades. I.a) La acción típica de 'propagar una enfermedad'. I.b) Origen de
esta figura penal. I.c) Análisis de la penalidad y los conceptos empleados en la disposición. I.d) Autor. I.e).
Consumación. I.f) Tipo subjetivo.

La propagación de enfermedad contagiosa - A propósito de la transmisión del virus COVID-19


(Coronavirus) - Primera parte

En materia de situaciones riesgosas y peligrosas para la salud, nuestro Código Penal contiene varias
disposiciones en el Capítulo IV del Título VII, dentro de los Delitos contra la Seguridad Pública.

En lo que aquí interesa haremos mención a las figuras penales referidas a la "propagación de enfermedades", y
tangencialmente, aquellas otras que tengan una vinculación -directa o indirecta- con esta modalidad delictiva.

Comenzaremos por un breve análisis de la propagación dolosa de enfermedades contagiosas y peligrosas para
el ser humano.

I. La propagación dolosa de enfermedades

La primera modalidad que enfoca nuestra atención se encuentra prevista por la norma del art. 202 del Código
Penal.

La misma establece lo siguiente:

Art. 202: "Será reprimido con reclusión o prisión de tres a quince años el que propagare una enfermedad
peligrosa y contagiosa para las personas".

Muchos cuestionamientos jurídicos ha originado esta conducta delictiva, fundamentalmente a partir de la


expresión "propagar una enfermedad", que es la que constituye el núcleo de esta figura. Y a partir de allí, su
interpretación originará a su vez, distintas perspectivas respecto de las otras ilicitudes contempladas dentro de
este Capítulo, principalmente en lo que respecta a la modalidad culposa.

Comenzaremos por este análisis:

I.a) La acción típica de 'propagar una enfermedad'

Veremos las distintas posiciones en la doctrina en lo que atañe al entendimiento de la conducta típica.

Decíamos anteriormente que lo punible es "propagar" una enfermedad contagiosa y peligrosa para las personas.

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La propagación es la manifestación colectiva de una enfermedad que se difunde rápidamente en un mismo
contexto de tiempo y en un determinado territorio.

1) Para un sector doctrinario se trata de un delito de peligro. En este sentido explica Núñez que lo punible no es
contagiar una enfermedad, sino propagarla. Ambos términos -señala-, no son equivalentes. Contagia una
enfermedad el que trasmite directa o indirectamente a otra persona la enfermedad que padece o incuba.
Mientras que la propaga -a su criterio- el que por actos idóneos para trasmitir la enfermedad o mediante la
difusión de gérmenes patógenos crea el peligro de que la enfermedad se disemine, no siendo por ende
necesario, que se enfermen una o varias personas, ya que la ley no reprime el hecho de andar enfermando a la
gente, sino el de andar diseminando o esparciendo la enfermedad que padece el autor o que existe en los
gérmenes[1].

Una posición similar es la de Donna, para quien se trata de un delito de conducta peligrosa concreto, en el
sentido de que si bien no es necesario que alguna persona se contagie, sí lo es que se propague la enfermedad
como tal, con riesgo para la generalidad de las personas[2].

2) Por otro sector se encuentran aquellos que opinan que se trata en verdad de un delito de resultado. Para
Eusebio Gómez[3], por ejemplo, se trata de una figura de resultado, teniéndose por consumada cuando varias
personas se hayan visto afectadas, dado que lo que se protege aquí no es la salud individual, sino la salud
pública o colectiva. Sólo cuando varias personas se hayan visto afectadas por esa enfermedad podrá decirse que
ha existido una verdadera "propagación" en términos de esta disposición penal.

En la misma sintonía puede consultarse Carlos Creus[4], cuando afirma que parece válido sostener que lo que el
tipo prohíbe es la propagación de la enfermedad, es decir, la multiplicidad de afectados con posibilidad de que
otras personas lo sean, y no la creación del peligro de propagación.

En algunos pasajes, parecería que Soler se conforma con la existencia de al menos una persona que se haya
enfermado para tener por configurado el delito[5].

Sin embargo, y en lo que podríamos considerar como una tercera postura al respecto, es el mismo Sebastián
Soler quien nos dice que en realidad el art. 202 sigue siendo una figura de peligro, pero construido sobre la base
de un daño general. Sostiene, el autor citado, que no se podría comprender cómo ha de considerarse
consumado este delito mientras no se haya enfermado alguien. Formula la distinción entre propagar la
enfermedad, de lo que sería propagar los gérmenes, acción que estaría como infracción de peligro en los
artículos anteriores (arts. 200 y 201). Para Soler esta acción es perfectamente equivalente a la de envenenar
aguas potables con peligro para toda una población. Llega a la conclusión de que este delito resulta ser una
forma calificada de los hechos anteriores, que entrará en aplicación tan pronto como por cualquier medio
(incluidos los del art. 200 o del 201) lo propagado sea una enfermedad peligrosa y contagiosa y se haya
producido la enfermedad de alguna persona.

3) En lo personal propugnamos un concepto interpretativo que contempla elementos de ambas posturas. En


efecto, dada la ubicación sistemática no albergamos duda en que debe exigirse un "peligro común" para
considerar a un hecho delictivo como formando parte integrante del grupo de delitos contra la seguridad pública,
y en específicamente en el caso, contra la salud pública.

Por tanto, entendemos que se trata de una figura de peligro, y más precisamente de peligro concreto.

A la vez, participamos de la opinión de Soler en cuanto entiende que ese peligro está construido sobre la base de
un presupuesto configurado por un daño, consistente en la causación de "enfermedad". Ello es una técnica que
el Código emplea en otras figuras, como ser en el delito de estrago del art. 187 del Código Penal, incluido
también dentro de esta categoría de ilicitudes cuya particularidad es la de generar un "peligro común y colectivo".

Ahora bien, comprendiendo de esta forma a la ilicitud en comentario, también debemos decir que siendo la salud
pública el interés tutelado, es necesario que un número indeterminado de personas haya sido afectado por esta
"enfermedad" que se propaga.

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En estos casos "propagará" el que logra que una pluralidad de personas se vea afectada por la enfermedad que
puede seguir difundiéndose a otras, cualquiera sea el procedimiento adoptado para conseguirlo, ya sea por la
trasmisión directa a través del contagio directo o indirecto o por la difusión artificial de los gérmenes por medio de
los hechos previstos en los artículos anteriores[6].

A modo de síntesis entonces, entendemos a esta figura como un delito de peligro concreto que se produce a
partir de una cierta cantidad de afectados por la transmisión de una enfermedad peligrosa y contagiosa para el
ser humano, como pertenecientes o integrantes de una sociedad o colectividad de personas en forma
indeterminada.

Para fundamentar la opinión que aquí sustentamos, recurriremos al origen de la disposición, a las fuentes que
sirvieron al legislador para su incorporación, y al sentido que a nuestro juicio cabe otorgar a la conducta típica
que analizamos.

I.b) Origen de esta figura penal

Razones históricas y decisiones legislativas acompañan esta idea que sostenemos. Veremos el origen de esta
figura.

Nos enseña Sebastián Soler como su acostumbrada maestría, que esta disposición fue introducida por el
Proyecto de 1906 sin fundamentación alguna. Suele darse como concordante el art. 271 del Código uruguayo (de
la época), pero si se observa la diferencia de penas se verá que ambas disposiciones responden a ideas
distintas.

En efecto, el mencionado artículo del código uruguayo que se cita como concordante, expresamente rezaba: "El
que violare las disposiciones publicadas por la autoridad competente para impedir la invasión de una enfermedad
epidemia o contagiosa, será castigado con prisión de doce a quince meses".

Sin esfuerzo alguno nos damos cuenta la similitud con el actual artículo 205 (violación de medidas
antiepidémicas), más que una concordancia con la propagación de enfermedades peligrosas del art. 202 de
nuestro texto. Como señala Soler, la referencia responde a una situación completamente diferente.

Por otra parte, y como señaláramos anteriormente, el Proyecto de 1906 incorpora este artículo 202 sin mayor
fundamentación y sin reparar en la modalidad culposa prevista por el artículo siguiente (art. 203 del Código
Penal). Hasta Rodolfo Moreno lo siguió manteniendo al pie de la letra en el Proyecto de Código de 1917, que
diera origen al Código Penal de 1921, confundiéndolo no sólo con la violación de cuarentena, sino hasta incluso
con el contagio de enfermedad venérea, lo que diera origen con posterioridad a la famosa y cuestionada norma
del art. 18 de la Ley 12332[7], que reprime el "contagio" venéreo provocado a sabiendas de ser portador de una
enfermedad de transmisión sexual.

Sucede aquí, que el código italiano seguido en el tema de delitos contra la salud pública no contenía el delito de
propagación dolosa de enfermedades contagiosas, y la modalidad culposa de su sistema sólo estaba referido a
la adulteración de aguas, alimentos y medicamentos, y al expendio de ellos y mercaderías adulteradas. Era un
sistema congruente en cuanto al contenido de los tipos dolosos y culposos entre sí.

La incorporación de esta figura por el Proyecto de 1906, seguida por Moreno y finalmente consagrada por el
Código Penal de 1921, no sólo carecía de fundamento alguno, sino que además rompía la estructura y armonía
de la legislación que le servía de fuente.

Lo que logró fue generar una confusión no corregida hasta la fecha. Y esto quizás sea lo más grave, puesto que
incluso en el año 2009 estas figuras fueron objeto de modificación legislativa, y ningún legislador reparó en las
incongruencias que el tipo penal genera, no solo en su interpretación literal, sino también con respecto a las
restantes ilicitudes existentes en el capítulo.

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I.c) Análisis de la penalidad y los conceptos empleados en la disposición

A fin de emprender la difícil tarea de desentrañar el significado de la conducta típica aquí prevista, lo primero en
que debemos reparar -además de su ubicación sistemática y de los términos empleados en la disposición- es en
la penalidad que le asigna el codificador. La pena prevista para este delito es de 3 a 15 años de prisión.

Se ha sostenido desde este punto de vista que el tipo no requiere del contagio efectivo de la enfermedad, pues
de lo contrario no se advertiría una seria diferencia entre este delito y el de lesiones agravadas por ser cometidas
por un medio idóneo para crear un peligro común[8] (art. 92, pena de 3 a 10 años).

No obstante, igual afirmación que la anterior podríamos esbozar frente a las lesiones causadas a raíz de la
puesta en peligro de la seguridad de una nave, aeronave o construcción flotante (art. 190, como medio idóneo
para causar peligro común), en donde la penalidad se establece entre 6 y 15 años.

Aquí la pena es notoriamente elevada con relación a las genéricas lesiones causadas por la utilización de un
medio de esta clase contempladas en el art. 92 del Código Penal.

Esto responde a una técnica del legislador cuando el bien jurídico tutelado es de naturaleza colectiva, y cuando el
aspecto subjetivo de la conducta del autor tiende directamente a ponerlo en peligro ocasionando a la vez otros
resultados[9]. Efectivamente, la diferencia existente entre esta clase de hechos y los delitos que lesionan la salud
individual (por ejemplo arts. 89 y siguientes del Código Penal), consiste precisamente en que es necesario que
en los delitos contra la seguridad común, y por ende la salud pública, la afectación sea a una colectividad de
personas, cuya integridad física es puesta en riesgo por la existencia previa de un peligro común y genérico,
nunca particular. Por lo demás, en el art. 92 (en función del art. 90) el dolo del autor se dirige a "causar un daño
en el cuerpo o en la salud" de un individuo perfectamente determinado, utilizando para ello un medio idóneo para
crear un peligro común (que incluso para algunos autores ni siquiera es necesario que se haya corrido
efectivamente un peligro sino que basta su idoneidad para producirlo)[10]. Mientras tanto, en estos supuestos
-por el contrario- el dolo del autor se dirige a la afectación o puesta en riesgo de la salud de una población o de
una colectividad de personas, construyéndose penalidades superiores de acuerdo a los resultados que se han
causado a consecuencia de tales actos.

No obstante ello, tampoco olvidemos que este hecho de "propagar una enfermedad" configura en nuestro
sistema punitivo una ilicitud más grave (de 3 a 15 años) que la acción de envenenar aguas potables, alimentos o
medicamentos (art. 200, con pena de 3 a 10 años), incluso cuando en tales casos se ocasionen lesiones graves
a un tercero, e igualado a la causación de lesiones gravísimas (art. 201 bis del Código Penal)[11].

En este último aspecto parece asistir razón a Soler cuando afirma que la figura del art. 202 del Código Penal que
venimos comentando sería una especie agravada de las ilicitudes anteriores. En efecto, la propagación de
enfermedad podría darse -por ejemplo-, envenenando aguas potables, o poniendo en circulación alimentos o
mercaderías nocivas para la salud. En tales casos, pensamos que el legislador ha querido señalar que cuando a
través de cualquier medio -incluso los mencionados- el resultado de ese hecho es la afectación plural (enfermos
en cantidad), la pena debe elevarse de 3 a 15 años, siendo en tal sentido proporcional al hecho de
envenenamiento de aguas potables, medicamentos o mercaderías peligrosas para la salud que han causado
lesiones gravísimas (ver art. 201 bis del Código Penal).

En síntesis, el argumento del art. 92 utilizado para entender a esta figura como desentendida del contagio
efectivo no nos parece convincente.

Concretamente, creemos que el alcance del verbo típico debe ser medido en su justa relación con el bien jurídico
tutelado, y en consonancia con lo que establece el principio de culpabilidad, en tanto prohíbe exceder la
proporcionalidad de una pena frente a la mayor o menor gravedad que presente el injusto[12].

Ahora bien, y más allá del "grave error"[13] de equiparar un simple contagio venéreo individual como lo hace el
art. 18 de la Ley 12331 de Profilaxis Antivenérea, indefectible es que esta infracción deba ser medida en relación
al bien jurídico que se intenta tutelar[14], y por ende, no hay duda que la propagación debe conllevar un peligro

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común para toda una población o un sector de ella, y no debe circunscribirse a un contagio de carácter individual
o personal, sin perjuicio de su castigo a la luz de los principios emergentes de aquellos delitos que afectan a la
vida o la salud personal (Título I del Código Penal).

Debe presentarse entonces como un riesgo grave, una afectación a la salud colectiva, e implicar una conmoción
de carácter sanitario de índole grupal, que permita sostener sin dudas una verdadera incidencia que pone en
riesgo la seguridad común.

Sentado ello, nos detendremos en los conceptos que ha empleado el codificador para delinear esta figura penal,
pues todo depende de los conceptos que utilicemos, o mejor dicho de la interpretación que a ellos acordemos.

1) Enfermedad. La ley dice que lo que se debe propagar es una enfermedad. Pero lo cierto es que
ontológicamente lo que verdaderamente se puede llegar a propagar son los virus o gérmenes patógenos de una
enfermedad.

El significado de enfermedad está representado por la trasformación más o menos grave de la salud de un ser
vivo. Es decir que implica una mutación del estado fisiológico de una persona. Siendo así, es exigencia del
concepto, que un ser humano que se haya visto afectado en su salud por la incorporación a su organismo de un
factor que altera desfavorablemente la condición ontológica de su salud.

Únicamente podremos comprender el significado de enfermedad a partir de un ser humano enfermo[15]. La


"enfermedad" por sí sola como "entidad" no existe; lo que existe es un proceso patológico que se desarrolla en
un ser humano vivo provocado por diversos factores, que pueden ser intrínsecos (internos) o extrínsecos
(externos). Las enfermedades podrían clasificarse en "bacterianas" (provienen de bacterias), "virales" (provienen
de un virus), y las "venéreas" (de trasmisión sexual)[16].

La enfermedad sería entonces la consecuencia de haber incorporado al cuerpo humano los gérmenes patógenos
u otros microrganismos invasores (bacterias, virus u otros microrganismos) vinculados a esa modalidad de
alteración funcional orgánica.

Entonces sólo existirá una enfermedad a partir del momento de la incorporación de esos virus o gérmenes al
organismo humano. Cuando se incorporan esos gérmenes patógenos al cuerpo de una persona recién allí
podremos hablar de "enfermedad". Antes de ello solo habrá una propagación de gérmenes o una diseminación o
difusión de bacterias o virus que la pueden provocar.

Con ello no hay duda alguna que si lo delictivo es propagar una "enfermedad", y si la enfermedad sólo puede
entenderse como proceso patológico en un ser humano, no podrá hablarse de enfermedad hasta que alguien se
haya efectivamente enfermado.

Algunos sostienen que en realidad se trata de un concepto jurídico, y no estrictamente médico. Ahora bien,
siguiendo con la misma argumentación vemos que el delito de lesiones consiste en causar un daño en el cuerpo
o en la salud. Allí se contempla la enfermedad como una forma de lesión, esto es, equivale a la causación de un
daño corporal físico o psíquico. Por tanto enfermedad -a los fines de los arts. 89 y siguientes del Código Penal-
consiste en un resultado que ha provocado una alteración o modificación del organismo humano. El mismo
concepto jurídico, en forma sistemática, debe aplicarse en esta disposición, es decir, enfermedad es igual a
causar un daño en el cuerpo o la salud. En consecuencia, se entiende que hay enfermedad cuando alguien se
enfermó y no a la inversa.

El problema que plantea el art. 202 del Código Penal a nuestro juicio radica en la deficiente redacción legal.

Efectivamente, lo que se puede propagar son los gérmenes (virus o bacterias) de una enfermedad, pero no la
enfermedad en sí misma.

Lo que debería sancionar el articulado es la "propagación de gérmenes" que provoca una enfermedad peligrosa y
contagiosa en el ser humano.

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Esto es lo que debería decir, pero no es lo que dice la norma.

2) Propagar. La acción de propagar debe entenderse como el acto de difundir masivamente, diseminar,
traspasar, extender, hacer llegar a otros lugares algo que estaba en un sitio determinado, ampliar el círculo de
afectados de aquello que ya existía en alguien. No debemos confundir esta expresión con el hecho de "contagiar"
a alguien, pues ello consiste en transmitir a "otro", en forma individual y estar el sujeto pasivo perfectamente
determinado, que a lo sumo podrá configurar un delito contra la salud individual bajo la forma de lesiones, las que
se graduarán conforme su gravedad y consecuencia.

La acción de propagar implica masividad, pluralidad, nunca una individualidad.

Esa connotación de multiplicidad hace que sólo pueda pensarse en una propagación cuando sean varios (como
pluralidad indeterminada) quienes hayan sufrido las consecuencias de esa acción. Por ende, únicamente puede
entenderse la propagación de una "enfermedad" a partir de la incorporación de los gérmenes portadores de la
misma al organismo de un número indefinido de personas.

El sentido de la disposición, como dijimos, es incongruente. O lo que se propaga no es una enfermedad, sino los
gérmenes de ella; o lo que ha querido decir la ley es que sanciona una difusión de ellos cuando afecta a un
número indeterminado de personas, puesto que allí se ve afectada la salud pública.

En nuestro entendimiento no puede válidamente cambiarse el sentido ontológico del objeto al cual la norma se
refiere. Por tanto, si sanciona la propagación de una "enfermedad", y la enfermedad sólo puede entenderse a
partir de un ser humano afectado por ella, no nos cabe duda que la ilicitud requiere indefectiblemente de varios
afectados para afirmar -recién ahí- que el delito está configurado.

En consecuencia pensamos que se trata de una figura penal que exige la "enfermedad" del ser humano (el
proceso patológico desarrollado en un cuerpo humano), y no se satisface con el hecho de esparcir o diseminar
los gérmenes de ella, puesto que de ser así el legislador hubiera utilizado esa expresión o una similar. Hasta que
esos gérmenes patógenos no se hayan incorporado al cuerpo de otros seres humanos no podemos afirmar que
se haya efectivamente "propagado una enfermedad". Previo a ello, sólo se habrán esparcido o diseminado los
microorganismos, virus o bacterias que la producen, pero no la enfermedad en sí misma.

Por lo demás, debemos respetar los conceptos empleados en el código de igual modo y entendimiento. En
efecto, en el artículo siguiente se sanciona con prisión la propagación culposa si tuviera como resultado
"enfermedad".

Quienes consideran que el tipo doloso la enfermedad como proceso patológico sin enfermo, no podrían sostener
que en el tipo imprudente el mismo concepto de "enfermedad" requiera de una persona afectada (enfermo), o
que la imprudencia genera un riesgo de contagio.

O "enfermedad" es algo que exige para ambos delitos (alguien enfermado), o por el contrario, no se lo requiere
en ningún caso. Lo que no se puede es sostener un concepto para un tipo doloso y otro diferente para el tipo
culposo, o para el que existe en otras disposiciones penales.

Y no es crítica para aquellos que opinan que es un delito de peligro, es simplemente señalar las inconsecuencias
de una incorporación legislativa inconsulta (Proyecto de 1906), rompiendo la armonía del Código y alejándose de
la estructura lógica de las fuentes legislativas consultadas (principalmente Código Penal de Italia de 1890).

A su vez, esta conclusión es compatible con la mayor penalidad (3 a 15 años) que tiene este delito con relación a
las otras figuras precedentes que integran el capítulo de delitos contra la salud pública (3 a 10 años para el
envenenamiento o adulteración de aguas potables, alimentos y medicinas, y la puesta en circulación de
mercaderías peligrosas para la salud).

Esta manera de entender esta comisión delictiva provoca que la forma imprudente o negligente del art. 203, que

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se refiere a los "hechos anteriores" y fuera muy criticada, no sea de aplicación en su primera hipótesis cuando
sanciona el hecho con multa, ya que descarta la producción de enfermedad, lo que resultaría contradictorio con
la propagación dolosa de una "enfermedad".

Por lo demás, recordemos que la enfermedad de la que estamos hablando debe tratarse de "peligrosa y
contagiosa". Debe reunir esa doble característica.

La enfermedad es peligrosa si tiene idoneidad para ocasionar un grave riesgo contra la salud de las personas.
Será contagiosa si es transmisible a las personas. Por cierto que ambos requisitos deben concurrir
simultáneamente.

Es cierto que toda enfermedad en sí misma es peligrosa. Más cuando el texto del tipo penal hace referencia a
esta calidad, debe entenderse con referencia a peligro de muerte o grave daño en la salud[17], o al menos que
deje gravísimas secuelas en la salud[18] del afectado. Además de ello, la enfermedad debe ser contagiosa, o sea
transmisible de persona a persona cualquiera sea el medio empleado[19].

I.d) Autor

El autor de este delito puede ser cualquier persona, se encuentre afectado o no por el proceso patológico de que
se trate[20].

No creemos que únicamente pueda serlo quien se halle enfermo, puesto que la ley no exige tanto, y porque, por
otro lado, bien puede alguien esparcir los gérmenes que provocan una enfermedad cualquiera y afectar a una
población o un sector de ella.

No es correcto limitar la autoría a quien transmite personalmente esa enfermedad. Por contrario, ello demuestra
que a veces se confunde el hecho de propagar con el de "contagiar", algo que no prevé la ley, y que dio origen a
viejas confusiones y a equiparar el contagio de una enfermedad venérea a otro con un delito contra la salud
pública.

Tampoco se exige tanto como ser el primer afectado por una enfermedad, y ni siquiera genera una epidemia;
basta que haya sido quien propaga la especie a un número indeterminado de personas.

En síntesis, es un delito de autoría indiferenciada que puede ser cometido tanto por alguien que es portador de
una enfermedad, como por alguien ajeno a ella.

I.e). Consumación

El tipo penal quedará consumado cuando se produzca una multiplicidad de afectaciones que a su vez, y a partir
de allí, generen el riesgo para la Salud Pública que requiere esta clase de infracciones.

Para quienes entienden al delito como una mera conducta peligrosa, el solo hecho de diseminar los gérmenes
(virus, bacterias, etc.) implicará la consumación del ilícito sin que nadie se hubiera "enfermado".

El tipo doloso no contiene agravantes por los resultados. Entonces, si a consecuencia de la propagación se
produce la muerte en estas condiciones, entrará en juego la aplicabilidad de la figura del homicidio simple (art.
79), si ha sido la muerte eventualmente asumida como probable resultado, o la del homicidio culposo (art. 84) si
esa muerte puede serle imputable al autor a título de culpa. Serán los hechos analizados en orden a lo dispuesto
por las reglas del concurso de leyes según las circunstancias.

I.f) Tipo subjetivo

Estamos en presencia de un delito doloso. Se trata de propagar dolosamente una enfermedad que tenga las
características de peligrosa y a la vez contagiosa. En razón a la inexistencia de particularidad subjetiva, el dolo
eventual sería perfectamente compatible con esta figura.

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[1]

Cfr. Núñez, Ricardo, "Tratado de Derecho Penal", Ed. Marcos Lerner, Córdoba, Argentina, 1992, pág. 122/123.

[2]

Cfr. Donna, Edgardo, "Derecho Pena - Parte Especial", T° II-C, Ed. Rubinzal - Culzoni, Santa Fe, 2015, pág.
202. Señala el autor citado que si nos atenemos a las palabras de la ley, vemos que propagar una enfermedad
no requiere un cuerpo enfermo, sino la sola existencia de una enfermedad. Para nosotros es precisamente lo
contrario lo que requiere la ley, esto es un cuerpo enfermo, conforme la naturaleza y contenido de la expresión
"enfermedad",

[3]

Gómez, Eusebio, "Tratado de Derecho penal", T.IV, Buenos Aires 1940, Cia. Arg. de editores.

[4]

Cfr. Creus, Carlos, "Derecho Penal - Parte Especial", T° II, Ed. Astrea 1983, pág. 81.

[5]

Cfr. Soler, Sebastián, citado por "Navarro, Guillermo Rafael - Asturias, Miguel Ángel - Leo, Roberto, en "Delitos
contra la salud y el medio ambiente", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2009, pág. 127 y su nota.

[6]

Ver Creus, Carlos, "Derecho Penal - Parte Especial", Vol II, Ed. Astrea, 1983, pág. 81.

[7]

Dice Moreno textualmente que la ley se refiere al "caso de propagación de una enfermedad por acción
individual, cual sucedería si un individuo rompiese una redoma que contuviese cultivos de bacterias productoras
de enfermedades; o a quien recluido en un lazareto o detenido en un barco por razones sanitarias, violara las
disposiciones tomadas y propagase una enfermedad, si ese había sido su objeto. Es aplicable la disposición,
puesto que no contiene excepciones, al supuesto de la persona que, sabiendo la enfermedad contagiosa y
peligrosa que padece, la transmite por medio del contacto carnal". Moreno, Rodolfo "El Código Penal y sus
Antecedentes", Ed. Tommasi, 1922, T° V, pág. 400.

[8]

Ver Cam. Apel., Crim. y Correc., San Martín, Sala I, "Contaminación Río Reconquista", L.L. 1993-E-338, cit. por
Navarro - Asturias - Leo, ob. cit., pág. 127.

[9]

En varios trabajos nos hemos ocupados de señalar la afectación al principio de culpabilidad y de la


proporcionalidad de las penas, incluso cuando entendamos que las consecuencias de las figuras básicas deben
ser consideradas cometidas con dolo eventual y no constituir una simple figura preterintencional causada por
imprudencia o negligencia.

[10]

Cfr. Fontán Balestra, Carlos - Ledesma, Guillermo, "Tratado de Derecho Penal - Parte Especial", T° I, Ed. L.L.,
Argentina, 2013, pag. 108, con cita de Gómez, Eusebio, Tratado, T° II, p. 80 en el mismo sentido.

8 / 10
[11]

No entendimos bien el sentido y alcance de la reforma legal producida por la Ley 26524 de 2009, en tanto por un
lado limita la agravación únicamente al supuesto del art. 200, excluyendo de esta posibilidad agravante a la
puesta en circulación de mercadería peligrosa (art. 201); y en tanto no se comprende que siendo la figura básica
un delito de peligro que no requiere de ningún resultado (envenenar, falsificar o adulterar aguas, alimentos o
medicamentos destinados al uso público), se imponga la misma penalidad ( 3 a 10 años) cuando se produce el
resultado de lesiones graves. En síntesis, da lo mismo al legislador que el envenenamiento de aguas produzca
lesiones graves o nada.

[12]

Ello a pesar que nuestro legislador en forma apresurada ha dispuesto en el art. 18 de la Ley 12331 que el
contagio venéreo individual es equivalente a un suceso de esta naturaleza que pone en riesgo la salud pública.

[13]

Así lo cataloga Sebastián Soler, "Derecho Penal Argentino", Ed. Tea, Argentina, 1978 Vol. IV, pág. 561.

[14]

En el caso está representado por la Salud pública (Capítulo IV), como un apéndice integrante de la Seguridad
Pública (Título VII del Código Penal).

[15]

En sentido contrario ver Navarro - Asturias - Leo, ob. cit., pág. 127 quienes afirman "la efectiva posibilidad de
enfermedades sin organismos afectados", con cita de la Cam. Apel. Crim. y Correc., San Martín, Sala I,
"Contaminación Río Reconquista", L.L. 1993-E-338.

[16]

Entendemos que quedan excluidas las enfermedades "mentales", es decir las que afectan a la psiquis del ser
humano, ante la imposibilidad ontológica de que alguien pueda propagarlas, y por ser -difícilmente- contagiosas.

[17]

Soler, Sébastian, ob. cit., T° IV 563.

[18]

Fontán Balestra, ob. cit., T° VI, pág. 342.

[19]

Ver Núñez, Ricardo, ob. cit, T° VI, pág. 124.

[20]

En igual sentido ver "Navarro- Asturias- Leo", ob. cit., pág. 125, con expresa opinión coincidente de D'Alessio,
Andrés, en nota nro. 2. Opina lo contrario Buompadre, Jorge, Reflexiones de derecho penal en tiempo de
Coronavirus. Violación de la cuarentena y otras medidas", En Revista Pensamiento Penal, nro. 359, ISSN
1853-4554., marzo 25 de 2020. En contra ver Buompadre, Jorge, ob. cit. anteriormente, que impone dicha
limitación.

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