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Comentario Bíblico Adventista

1 Samuel 4
Comentario acerca del versículo 1:
• “Samuel habló”…
La mayoría de los comentadores están de acuerdo en que la primera parte del vers. 1 pertenece
al último vers. del cap. 3, pues Samuel no aconsejó a Israel que guerreara con los filisteos.
Puesto que no se menciona a Samuel otra vez hasta después de que el arca estuvo en Quiriat-
jearim durante muchos años, puede ser que los príncipes de Israel hubieran rehusado consultar
al profeta recién reconocido como tal (cap. 7: 3). El profeta de Dios nunca habría aconsejado
que se sacara el arca de Silo (ver com. vers. 3). Pero los que habían rechazado la instrucción del
Señor acerca del culto que se le debería ofrecer llegarían a considerar el arca con temor
supersticioso y a tenerla como un talismán cuyas cualidades mágicas les asegurarían toda
suérte de bendiciones. Sin embargo, todo Israel reconocía la diferencia entre Samuel y los hijos
de Elí, y los que tenían inquietudes espirituales iban al nuevo profeta en procura de consejo y
ayuda. Se habían enterado de su profecía contra Elí y su casa, y estaban convencidos de que
Samuel había sido llamado por el Señor. Cuando los dirigentes yerran, muchos permiten que
decaiga su fibra moral. Pero siempre hay unos pocos que no se apartan de la senda de justicia
debido a la conducta de quienes tienen mejor posición social que ellos.

Comentario acerca del versículo 2:


• “Israel fue vencido”…
En muchas ocasiones Dios había mandado a Israel a que saliera a la batalla, y al obedecer había
vencido al enemigo. Esta vez las circunstancias eran diferentes. El hecho de que llevaran el arca
a la batalla (vers. 3) y de que los filisteos la tomaran, muestra que los israelitas habían confiado
en su propia fuerza en vez de depender de Dios.

Comentario acerca del versículo 3:


• “¿Por qué?”…
Cuando los pueblos politeístas del Cercano Oriente sufrían reveses, generalmente llegaban a la
conclusión de que sus dioses estaban airados con ellos y que había que esforzarse por aplacarlos
para evitar aflicciones peores en el futuro. Considerando la degradada condición religiosa de
Israel en ese tiempo, no es de admirarse que los israelitas procedieran de la misma forma con el
Señor (ver PP 632). Probablemente algunas victorias pasadas durante el tiempo cuando Elí fue
juez habían provocado en ellos un sentimiento de confianza propia que no les permitía ver su
necesidad de Dios. Debido a que los dirigentes voluntariamente habían abandonado a Dios para
volverse a los dioses de las naciones que los rodeaban, el Señor permitió que cosecharan su
propia siembra. En vez de humillarse delante de Dios, supersticiosamente consideraron el arca
como un mero talismán que aseguraba el éxito.
Sin recibir ningún consejo de lo Alto, los príncipes sugirieron algo completamente inusitado, y el
pueblo estuvo de acuerdo. Estaban sólo a pocos kilómetros del santuario, y pensaron que si el
arca estaba en medio de ellos, con seguridad ganarían la victoria. Ese precioso símbolo de la
presencia de Dios estaba cubierto con su envoltura de tela y los levitas encargados sacaron el
arca del lugar donde estaba dentro del velo (Núm. 4: 5, 6). Considerando la conducta anterior de
los hijos de Elí, no sorprende el que hubieran olvidado toda reverencia y que apresuradamente
recorrieran los pocos kilómetros que los separaban del ejército, esperando que se pudiera evitar
una matanza mayor.
Pero el arca era el símbolo de la presencia de Dios, y puesto que los dirigentes habían rechazado
la dirección divina, Dios no podía guiarlos para bien. Si los dirigentes se hubieran humillado y
apartado de sus caminos pecaminosos, habrían sido guiados por el profeta como en años
posteriores. En los días de Cristo las multitudes siguieron ciegamente el liderazgo de sus
sacerdotes clamando: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos". Así también el
ejército de Israel en Eben-ezer, al afrontar el desastre y al aferrarse de las volutas de humo fruto
de su propia imaginación, clamó pretendiendo que la victoria estaba asegurada. La desdicha o la
prosperidad de los grupos organizados de la sociedad -ya sean políticos o religiosos- en gran
medida dependen de las inclinaciones y de la conducta de los dirigentes.
Sin embargo, los individuos pueden determinar su propio destino espiritual
independientemente del grupo. Aunque Samuel compartió la humillación que sobrevino a Israel
como resultado de la necedad reinante, esto no impidió que Dios lo aceptara personalmente. En
los días de Acab, cuando los dirigentes se volvieron a Baal, Elías creyó que era el único que
reconocía y servía al Dios viviente. Con todo, el Señor le informó que en Israel aún quedaban
millares que también, como él, habían elegido lo correcto. Los tres años de sequía en Israel no
habían cambiado la fe de ellos en Dios ni su lealtad a él.

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