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(25-1) Introducción
¿Quién sigue al Señor?
Hoy ya se deja ver,
Clamamos sin temor,
¿Quién sigue al Señor?
(Himnos de Sión, núm. 70.)
La conducta de David mostró que su respuesta a esta pregunta habría sido: “¡Yo
lo sigo!” Llegando al frente de batalla en un momento cuando el temible gigante
Goliat había desafiado abiertamente a Israel para que enviara a un hombre para
luchar con él, David osadamente se ofreció a aceptar el desafío. Cuando se le
acusó de orgulloso, el futuro rey de Israel preguntó a su hermano mayor: “¿No es
esto mero hablar?” (1 Samuel 17:29).
Muchos jóvenes de nuestro tiempo son grandes adeptos. Se unen a ésta o a
aquella organización o grupo porque desean hacer que el mundo sea un lugar
mejor en el cual vivir; necesitan un propósito en sus vidas, una razón de ser…
necesitan una causa.
El joven David, pastor de Israel, tenía una causa. Y esa causa fue recalcada
cuando Samuel, el profeta del Señor, lo ungió para ser el futuro rey de Israel. En
su juventud, David se mantuvo allegado al Señor. En todas sus campañas
militares, en presencia de amenazas contra su vida y a pesar de las numerosas
oportunidades de dar muerte a Saúl, David fue fiel a su causa escogida. “Y David
se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él” (1
Samuel 18:14).
¿Y qué pasa hoy día? ¿Tenemos una causa? Ciertamente que la tenemos.
Encontramos esa causa al obtener nuestro testimonio del verdadero evangelio y
del valor de ser ciudadanos del reino de Dios.
“Declaro con toda mi alma: ¡Existe una causa! Es una causa digna de que la vida
se dé por ella. Es la causa de la justicia. Es una causa que todo joven de la Iglesia
debería abrazar al declarar la guerra contra Satanás y sus legiones. Tal como
David le dijo a Goliat, así cada joven debería decirle a Satanás: “Tú vienes a mí
con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los
ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado’ (1
Samuel 17:45).” (Victor L. Brown, “Is There Not a Cause?” Ensign, noviembre
de 1974, pág. 104.)
¡Hay una causa y es la del Señor!
Instrucciones al alumno
1. Emplee los comentarios que aparecen a continuación, pues ellos le ayudarán en la lectura y
estudio de 1 Samuel 16-31.
2. Lleve a cabo las asignaciones del Resumen Analítico según las indicaciones de su maestro. (Los
alumnos del Curso de estudio individual supervisado deben completar toda esta sección.)
(25-12) 1 Samuel 18
Una vez más las debilidades del carácter de Saúl comenzaron a manifestarse.
Estaba celoso de la popularidad ganada por David (véase vers. 6-8, 16).
Saúl intentó de dos maneras deshacerse de David (véase vers. 10-11; 21-25).
Pero, aunque Saúl estaba celoso de la creciente popularidad de David con el
pueblo, no hay indicación todavía de que supiera que David había sido ungido
para ser su sucesor.
Aunque el pueblo de Israel celebró la destreza de David en la guerra, el Señor
más adelante indicó que a causa de sus grandes guerras, David no recibió
permiso de edificar el templo. El privilegio fue dado a su hijo Salomón (véase 1
Crónicas 22:8).
Saúl “se quitó sus atavíos reales o militares, reteniendo únicamente su túnica; y
continuó así todo el día y toda aquella noche, uniéndose a los hijos de los
profetas en oración, canto de alabanzas y en otras prácticas religiosas, los que
eran poco usuales en los reyes y guerreros; y esto dio lugar al dicho ¿También
Saúl entre los profetas? Trayéndolo junto con sus hombres bajo la influencia
divina, Dios evitó que lastimaran a David” (Clarke, Bible Commentary, 2:274).
Este acontecimiento destacable tiene un paralelo en la historia de la Iglesia.
Durante su misión en Gran Bretaña, el élder Wilford Woodruff fue librado de las
manos de las autoridades del gobierno mediante la influencia del Espíritu.
“Al ponerme de pie para hablar en la casa del hermano Benbow, un nombre entró
y me dijo que era un alguacil y que había sido enviado por el rector de la
parroquia con una orden para arrestarme. Le pregunté: ‘¿Por qué delito?’ Dijo:
‘Por predicar al pueblo’. Le dije que yo, así como el rector, tenía permiso
otorgado por las autoridades para predicar el evangelio a la gente y que si tomaba
asiento me pondría a su disposición después de la reunión. Se sentó a mi lado.
Durante una hora y cuarto prediqué los primeros principios del evangelio
sempiterno. El poder de Dios descansó sobre mí, el Espíritu llenó la casa y los
presentes se sintieron convencidos. Al final de la reunión abrí la puerta para el
bautismo, y siete manifestaron querer bautizarse. Entre estas personas había
cuatro predicadores y el alguacil. Este se puso de pie y dijo: ‘Sr. Woodruff, deseo
ser bautizado’. Le dije que me gustaría bautizarlo. Bajé al agua y bauticé a los
siete. Luego nos reunimos. Confirmé a trece personas, repartí la Santa Cena y
todos nos regocijamos juntos.
“El alguacil fue a ver al rector y le dijo que si quería que el Sr. Woodruff fuese
arrestado por predicar el evangelio, él mismo debía ir y cumplir la orden; le dijo
que él había oído predicar el único sermón verdadero del evangelio que había
oído en toda su vida. El rector no sabía qué hacer, de manera que mandó como
espías a dos escribientes de la Iglesia de Inglaterra para concurrir a nuestra
reunión y averiguar qué predicábamos. Ambos fueron tocados en su corazón,
recibieron la palabra del Señor con alegría, y fueron bautizados y confirmados
miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. El rector
se sintió alarmado y no se aventuró a enviar a nadie más.” (Citado en
Cowley, Wilford Woodruff, pág. 118.)
(25-16) 1 Samuel 20
David tuvo que saber de las intenciones de Saúl hacia él antes de poder sentirse
fuera de peligro en la corte y quedarse en ella tal como Saúl había ordenado
(véase 1 Samuel 16:22; 18:2). Un sacrificio y una fiesta de luna nueva (véase
vers. 5; Números 10:10; 28:11) permitieron que Jonatán tuviera una oportunidad
perfecta para averiguar en cuanto al asunto. El amor fraternal de Jonatán hacia
David permaneció firme, aun ante la ira de su padre.
RESUMEN ANALITICO
(25-38) La sección del Antiguo Testamento que contiene la historia de Samuel,
David, Jonatán y Saúl está repleta de situaciones que se pueden aplicar a la vida
moderna, está a tal grado llena de lecciones que anula el tiempo. No es extraño
que los profetas actuales hayan dirigido su atención a ella una y otra vez al hablar
al Israel de nuestros días. Lea y medite las citas siguientes en su esfuerzo por
encontrar lecciones para su propia vida. Posiblemente desee anotar en su diario
aquellas cosas que sean de valor particular para usted.
(25-39) ¿Qué aprendemos de la elección de Samuel al
escoger a David como futuro rey de Israel?
“Al examinar la experiencia de Samuel al elegir a un rey, podemos lograr mayor
comprensión del hecho de que el hombre no está calificado para juzgar. El Señor
había rechazado a Saúl como rey de Israel e instruyó al profeta Samuel a escoger
un nuevo rey. Le dijo que fuese a la casa de Isaí (éste tenía ocho hijos), que una
vez allí el ungido pasaría delante de él, y él sabría quién tenía que ser escogido.
Cuando el mayor, Eliab, se presentó, Samuel pensó que era el elegido, pero el
Señor lo rechazó y le dio al profeta la llave para juzgar: ‘No mires a su parecer,
ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que
mira el hombre; pues el hombre mira lo qüe está delante de sus ojos, pero Jehová
mira el corazón’. (1 Samuel 16:7.)
“Cada uno de los siete hijos pasaron delante de Samuel, y todos fueron
rechazados. Luego David, el más joven, fue llamado a presentarse y fue aprobado
por el Señor.
“Por lo tanto, la razón por la que no podemos juzgar es obvia. No podemos ver lo
que hay en el corazón. No conocemos los motivos de ciertas acciones, aunque
imputamos motivos a todo acto que vemos. Tal vez estos actos sean puros, y
nosotros pensamos que no lo son.
“No es posible juzgar a los demás a menos que conozcamos sus deseos, su fe y
sus metas. Por causa de un medio ambiente diferente, de oportunidades
desiguales y de muchos otros detalles, no todos estamos en la misma posición.
Uno puede comenzar desde la cumbre, y otro desde la base, y tal vez se
encuentren al dirigirse en direcciones contrarias…¿Cómo podemos nosotros, con
todas nuestras debilidades y flaquezas, osar arrogarnos el lugar de jueces? A lo
sumo el hombre puede juzgar solamente lo que ve; no puede juzgar el corazón o
la intención, ni comenzar a juzgar el potencial de su prójimo.” (N. Eldon Tanner,
“Judge Not That Ye Be Not Judged”, Ensign, julio de 1972, pág. 35.)
(25-40) ¿Qué debemos hacer para vencer al Goliat que vive
en cada uno de nosotros?
“Recordad que todo David tiene un Goliat al cual vencer y cada Goliat puede ser
vencido. Tal vez no sea un hombre fuerte que pelea con sus puños o espada o con
un rifle. Puede ser de carne y huesos. Tal vez no tenga dos metros setenta de
estatura; tal vez no esté protegido por una coraza…pero todos los jóvenes tienen
un Goliat. Y cada joven tiene su honda y tiene acceso al riachuelo donde están las
piedras redondeadas.
“Encontraréis los Goliats que os amenazan. Sea Goliat el fortachón del pueblo, o
sea la tentación de hurtar o destruir, o la tentación de robar o el deseo de decir
malas palabras; si vuestro Goliat es el deseo de destruir o la tentación de la
lujuria y del pecado, o la inclinación a evitar la actividad, cualquiera que sea
vuestro Goliat, puede ser destruido. Pero recordad, para ser vencedores debemos
seguir la senda que siguió David:
“ ‘David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con
él’ (1 Samuel 18:14).” (Spencer W. Kimball, “The Davids and the
Goliaths”, Ensign, nov. de 1974, pág. 82.)
(25-41) Armados de fe en Dios, nuestra causa no puede ser
obstaculizada
Las personas prudentes se arman como lo hizo David, no con honda o piedra,
sino con fe. Aunque David era experto en el manejo de la honda, su confianza
descansaba en el Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes a las que Goliat
desafiaba. Del mismo modo, nosotros también debemos armarnos para nuestras
batallas.
“Sugiero que cada individuo se apreste con la armadura de Dios. Así llegará a ser
un ejemplo para los demás, y muchos seguirán sus pasos. A medida que cada uno
haga esto, ayudará a formar el ejército que obtendrá la gran victoria y finalmente
preparará al mundo para la segunda venida del Salvador.
“Al vestir la armadura de Dios, debemos llegar a conocer al Salvador. A los 14
años de edad, José Smith, en su búsqueda de conocimiento y sabiduría, se dirigió
al Señor en oración. Dios el Padre y su Hijo, Jesucristo, aparecieron ante él en
una visión. Vio a dos personajes, uno diciendo del otro: ‘Este es mi Hijo Amado.
¡Escúchalo!’ (José Smith 1:17). Este fue el comienzo de la restauración del
evangelio de Jesucristo en la tierra. Si tenemos fe, podemos prepararnos
mediante oración y estudio y obtener la misma seguridad que tuvo José Smith:
que Dios vive y que El y su Hijo son dos personas distintas. Jesús de Nazaret
entonces llegará a ser el centro de nuestra vida. Con esta certidumbre, nuestra
causa no puede ser obstaculizada. Sin ella, no tenemos causa.” (Víctor L. Brown,
“Is There Not a Cause?” Ensign, nov. de 1974, pág. 104.)
(25-42) Es la causa a la que honramos y no a los miembros
indignos que la profesan.
“Aunque un hombre no sea el ungido del Señor, es posible que tengamos hacia él
sentimientos de simpatía, los cuales nos los enseña la misma naturaleza humana;
mas cuando un hombre es el ungido del Señor, nos sentimos de la misma forma
en que David se sintió hacia Saúl. El no levantaría su mano contra Saúl, porque,
como él mismo lo dijo, es ungido del Señor. Pero, ¿cómo podrían trabajar en
armonía y estar en unidad si los dos tuvieran espíritus diferentes? En Saúl había
un espíritu contrario, pero aun así David no levantaría la mano para matarle,
aunque lo tenía en su poder, pues él era el ungido del Señor. Un hombre puede
estar asociado con otro y estar en el mismo reino y ser a la vez de espíritus
diferentes; incluso puede pasar sin ser notado por algún tiempo. Cuando el
ungido del Señor no se esfuerza por cumplir con las responsabilidades del reino,
permanece inactivo todo el tiempo. De manera que ¿cómo puede aquel que
obedece los principios de la rectitud y la justicia y que está lleno del amor de
Jesús amar a ese hombre? El no puede hacerlo como quisiera. Tenemos que estar
inspirados por el mismo Espíritu y por la misma clase de conocimiento para
poder amarnos y ser uno en corazón y mente.” (Lorenzo Snow, en Journal of
Discourse, 4:156.)