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El fenómeno Irene Vallejo: así se hizo

Irene Vallejo, escritora y filóloga zaragozana de 41 años, ha ganado este miércoles el


premio Nacional de Ensayo por El infinito en un junco (Siruela), una obra sobre la historia
de los libros que ya se ha convertido en el éxito editorial del año. Las posibilidades de que
un ensayo erudito de 430 páginas, escrito con un lenguaje evocador y preciso por una
autora poco conocida, se transformase en un superventas eran escasas. Sin embargo, desde
que llegó a las librerías, la obra ha ido sumando ediciones, acumulando críticas positivas de
autores como Alberto Manguel, Carlos García Gual o Mario Vargas Llosa y recogiendo
premios, como el Ojo Crítico en la categoría de narrativa.

“Un conocido adagio latino, Habent sua fata libelli, debido a un menos conocido gramático
latino de nombre Terenciano, dice: 'Los libros tienen su propio destino”. Así arrancaba su
reseña en Claves de Razón Práctica Óscar Martínez, traductor de Homero, presidente de la
sociedad madrileña de Estudios Clásicos y autor de obras como Héroes que miran a los
ojos de los dioses (Edaf). Y, efectivamente, el destino de Un infinito en un junco ha sido
extraordinario: salió en septiembre de 2019 y rápidamente comenzaron a multiplicarse los
pedidos y los comentarios positivos.

Sin embargo, en marzo, cuando el ensayo estaba en pleno auge, llegó el confinamiento, y
su editora, Ofelia Grande, temió que se parase en seco porque se trata de una obra que
depende mucho del ecosistema de las librerías literarias y de las recomendaciones
personales. Pero ocurrió todo lo contrario: este viaje al mundo clásico, que en un mismo
párrafo puede mezclar Taxi Driver con Demóstenes y se lee como una novela de aventuras,
siguió encontrando sus lectores. Este mismo miércoles su editorial anunció que había
imprimido ya 100.000 ejemplares y que ha firmado 26 contratos de traducción. Ya ha
salido en catalán y en portugués. Según el informe confidencial de la consultora Gfk, que
publicó este diario, había vendido 50.549 ejemplares desde su lanzamiento hasta finales de
agosto, ocupando el puesto número 11, el primero para un ensayo, en la lista de las obras
más exitosas del mercado editorial español.

“Sigo perpleja por esta acogida y por todo lo que está sucediendo en torno a este libro”,
explica por teléfono desde Zaragoza Irene Vallejo, colaboradora desde febrero de El País
Semanal, donde publica una columna cada dos semanas, y de El Heraldo de Aragón.
“Muchos lectores me dicen que hay un sentimiento de pertenencia, quién lo lee hoy siente
que forma parte de esa aventura épica, del esfuerzo para que todo ese bagaje de libros,
poemas, siga avanzando hacia el futuro”.

“Luis Landero lo definió como un ‘ensayo de aventuras’ y eso es lo que intenté hacer”,
prosigue Vallejo. “Era consciente de que el tema no era novedoso, porque existen muchos
libros sobre bibliotecas y libros. Lo que podía aportar era a través de la escritura, trazando
un experimento que transcurriese en los territorios fronterizos entre la ficción y el ensayo.
Me gustaría pensar que es un cruce entre Montaigne, y su capacidad de dirigirse de tú a tú
al lector, con Las mil y una noches y sus historias que se enredan con otras historias”.
En su fallo, el jurado del premio nacional se pronuncia en un sentido parecido y sostiene
que ha elegido esta obra “por ofrecer un viaje personal, erudito e instructivo por la historia
del libro y de la cultura en el mundo antiguo, que transmite un sentimiento de colectividad
en el que tanto la propia autora como quien la lee se reconocen”.

Doctora en Filología Clásica, Irene Vallejo compatibilizó durante años la escritura con la
enseñanza, aunque ahora se dedica solo a la literatura. Es autora de las novelas La luz
sepultada y El silbido del arquero y de los libros infantiles El inventor de viajes y La
leyenda de las mareas mansas. Vallejo escribió gran parte de El infinito en un junco por las
noches, en un momento personal complicado, como si ese mundo clásico le proporcionase
un refugio. En estos tiempos difíciles, muchos lectores han encontrado una acogida similar
en sus páginas.

El helenista, traductor y ensayista David Hernández de la Fuente, autor entre otros ensayos
de Vida de Pitágoras (Atalanta) y El despertar del alma (Ariel), relaciona el éxito de
Vallejo con el empuje que han logrado otros autores, como la británica Mary Beard, el
español Carlos García Gual o el italiano Nuccio Ordine, que escriben sobre el mundo
clásico y que han llegado a un público que va mucho más allá de la academia. “Es un libro
espléndido y muy necesario”, señala Hernández de la Fuente. “No me ha sorprendido su
éxito porque es excelente, está muy bien documentado y todavía mejor escrito y, sobre
todo, porque me consta que en el público hay un gran anhelo de saberes humanísticos e
históricos. Solo hay que ver la cantidad de publicaciones y revistas de historia en los
quioscos, los documentales sobre la antigüedad, las novelas y ficciones históricas en cine y
televisión... Nuestra época demanda esa vuelta a los clásicos, pero necesitamos voces como
la de Irene Vallejo que sepan reivindicar con fuerza lo que Nuccio Ordine llama ‘la utilidad
de lo inútil’: la perentoria necesidad del arte, la literatura, la historia y la filosofía en
nuestro mundo hipertecnologizado y obsesionado por la economía de lo inmediato”.

La invención de los libros

El infinito en un junco, que tiene como subtítulo La invención de los libros en el mundo antiguo,
arranca a medio camino entre una novela de acción y un relato de Dino Buzzati, con mensajeros
saliendo hacía todos los rincones del mundo conocido para buscar libros con los que nutrir la gran
Biblioteca de Alejandría. A partir de ahí, con constantes idas y vueltas desde el pasado al presente,
mezcladas con recuerdos personales y reflexiones filosóficas, construye la historia de uno de los
inventos más extraordinarios de la humanidad: la palabra escrita.

Recorre bibliotecas clásicas, como la que alberga los llamados Papiros de Herculano, pero también
está lleno de detalles poco conocidos y de ángulos insólitos, como cuando revela las corrientes de
rebeldía femenina en el mundo griego. “Las primeras en sublevarse habrían sido hetairas, es decir,
prostitutas de lujo, las únicas mujeres verdaderamente libres de la Atenas clásica”, escribe y explica
que estaban obligadas a pagar impuestos y que, por lo tanto, eran dueñas de sus bienes.

Resulta muy emocionante el capítulo que dedica a los libreros como profesión de riesgo, a todos
aquellos que se han jugado su vida y su libertad, desde las guerras de religión hasta la librería
Lagun de San Sebastián, para que la gente pudiese escoger sus propias lecturas. Si hay una pulsión
que late en las páginas de este ensayo es la reivindicación, desde los versos de Homero hasta la
Biblioteca de Sarajevo, de la profunda relación entre la cultura y la libertad.

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