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VIDA CRISTIANA

¿Por qué se nos hace tan difícil el


hábito de orar?
6 ENERO, 2016  |  SUGEL MICHELÉN

Orar es a la vida cristiana como el respirar a la vida física. Así como nadie
puede vivir sin respirar, así tampoco un creyente puede vivir sin orar. Un
hombre sin oración es un hombre sin Dios. En el Salmo 14 el salmista
describe a los impíos como aquellos que no invocan a Dios. Así como un
niño respira desde el momento en que nace, así también el cristiano ora.


No obstante, no debemos pensar por esto que el orar sea una tarea sencilla.
Cuando un creyente se dispone a orar una tremenda lucha comienza a
librarse de inmediato en su interior, y continuará librándose hasta que
termine de orar. ¿Por qué es esto así? Porque el pecado aún mora en
nosotros, y continuamente nos empuja lejos de Dios.

Todo deber que nos acerque a Dios encontrará resistencia en nuestro


interior. En Romanos 7:21 Pablo dice: “Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo la ley de que el mal está presente en mí”. “Precisamente cuando me
dispongo a hacer el bien, el pecado que mora en mi interior se maniesta
activamente tratando de impedirlo”.

Y como ningún otro deber nos acerca más a Dios que la oración, ninguno
encontrará más resistencia que éste. El pecado es tan terrible que nos
persigue hasta las puertas mismas del cielo, como nos advierte el Señor en
Mateo 6:5-6:

“Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas; porque a ellos les
gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las
calles, para ser vistos por los hombres. En verdad les digo que ya han
recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y
cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.

Detengámonos a observar este texto con cuidado. No existe una actividad


más noble, ni más piadosa que orar. Dice Martyn Lloyd-Jones que “nunca
es mayor el hombre que cuando se halla en comunión y contacto con
Dios”. No obstante, aún en el ejercicio de ese deber tan noble y piadoso, el
creyente puede ser atrapado por la corrupción y el pecado que habita en él
y orar como un hipócrita.

Muchas veces pensamos en el pecado en términos de hechos vergonzosos y


desagradables. Vemos a un hombre tendido en el pavimento,
desagradables. Vemos a un hombre tendido en el pavimento,
completamente borracho, y pensamos que ese es un cuadro vívido de los
efectos del pecado en el hombre. Pero si queremos tener una idea más
exacta de lo que es el pecado debemos mirar hacia otro lugar. Debemos
mirar a un creyente sincero, de rodillas delante de Dios, tratando de
presentarse ante el trono de la gracia, y aún en ese lugar experimentando
el asedio de su propio “yo”, el asedio de su propia corrupción.

Esa es una imagen más vívida y más terrible de los efectos del pecado en el
hombre. Ese hombre ha venido a adorar a Dios, y si se descuida el pecado
lo moverá a adorarse a sí mismo. Así de monstruoso es el pecado.

El Señor Jesucristo nos está advirtiendo en este pasaje que al venir delante
de la presencia de Dios debemos cuidarnos de la hipocresía. Cuidarnos de
centrar la atención en nosotros mismos en vez de centrarla en Aquel a
quien oramos. Ese es el peligro que Cristo denuncia aquí.

El pecado nos perseguirá hasta las puertas mismas del cielo. Así que no te
sorprendas por las luchas que experimentas en tu vida de oración. No sólo
durante el ejercicio de ese deber piadoso, sino también en el momento en
que te dispones hacerlo.

¡Cuán difícil es mantener una vida disciplinada de oración! Satanás y el


pecado no sólo tratarán de estorbarnos mientras oramos, sino que
intentarán, por todos los medios posibles, obstaculizarnos para que no
oremos.

Y es precisamente acerca de estos obstáculos que pienso postear una serie


de artículos a lo largo de esta semana, haciendo un amplio uso de la obra
del puritano William Gurnall, The Christian in Complete Armour (“El
Cristiano y su Completa Armadura”). El cristiano no debe ignorar las
maquinaciones del maligno, y por lo tanto debe conocer las estratagemas
que usa para alejarlo del trono de la gracia y los remedios que debemos
aplicar para impedirlo.

Sugel Michelén (MTS) es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Ha sido por más
35 años uno de los pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en República Dominicana,
donde tiene la responsabilidad de predicar regularmente la Palabra de Dios. Es autor de varios
libros, incluyendo De parte de Dios y delante de Dios y El cuerpo de Cristo. El pastor Michelén y su
esposa Gloria tienen 3 hijos y 5 nietos. Puedes seguirlo en Twitter.

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VIDA CRISTIANA

El orgullo no puede ser


domesticado
5 ENERO, 2016  |  ERIK RAYMOND

Muchas veces la gente se halaga a sí misma y piensa que puede contener


al pecado, al orgullo en particular. Ellos piensan que en lugar de que el
pecado los domine, ellos pueden dominarlo. Este tipo de pensamiento
demuestra que un desastre está a punto de ocurrir.

El orgullo no es algo que se puede manejar. No está a tu favor. El orgullo se


te opone y te destruye.

No hace mucho tiempo hubo una inquietante historia aquí en el área de


Omaha. Un hombre de 34 años de edad acostumbraba pasear por su
vecindario y mostrar a los vecinos su serpiente boa constrictora que media
6 pies (1.8 m) de largo. A menudo la dejaba envolverse alrededor de los
niños y deslizarse sobre sus camas elásticas. Evidentemente, le gustaba
presumir su serpiente.

En una de esas ocasiones —en el pasado mes de junio— la serpiente se


enredó alrededor de su cuello y comenzó a apretar. En pocos minutos el
hombre estaba sin aliento, y poco después, muerto. Su “mascota” se
convirtió en su “asesino” en cuestión de segundos. Este hombre había
sobreestimado su capacidad de dominar a la serpiente, mientras había
subestimado el deseo de la serpiente de dominarlo a él.

Muy a menudo pasa igual con el pecado del orgullo.

Las semillas sutiles de orgullo crecen y se convierten en un roble de auto-


adoración. Nabucodonosor no construyó una estatua de 40 pies de altura
de él mismo, exigiendo adoración a su persona, el primer día de su
reinado; pero a su debido tiempo tenía sentido hacerlo. Fue la senda
gradual del orgullo.

Salomón no permitió la adoración a dioses falsos en su primer día como


rey. Sin embargo, la lenta ltración de idolatría y de orgullo al ligarse a
mujeres extranjeras, así como la fama adquirida, los causantes del
enfriamiento de la adoración del pueblo israelita, situación que condujo a
la división de un reino.

Judas mismo no se imaginó a donde lo conduciría su deseo de dinero y


libertad. Esto lo sabemos ya que cuando nalmente su plan se materializó,
libertad. Esto lo sabemos ya que cuando nalmente su plan se materializó,
la serpiente de la culpa lo apretó del cuello hasta terminar con su vida.
Estaba abrumado y acabado.

Fue el orgullo quien incentivó a Satanás en el jardín e indujo a Eva a pecar.


Es el orgullo que eleva sutilmente al individuo contra Dios. Fue el orgullo
quien planicó y llevó a cabo la muerte de Jesús.

El orgullo no es algo que se debe tomar a la ligera. Es algo que debe ser
identicado y castigado. Es decir, nosotros como cristianos debemos ser
conscientes de nuestra susceptibilidad al orgullo, buscar en nuestros
corazones algún rastro de él, y trabajar activamente para eliminarlo a
través del arrepentimiento y la fe en Cristo.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Gabriela Portillo.

Erik Raymond es el pastor principal de la Iglesia Bíblica Emaús en Omaha, Ne. Él y su esposa Christie tienen seis
hijos. Puedes seguirlo en Twitter .

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