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RESUMEN CAPITULO XLIX

Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su señor don Quijote.

Que según Sancho, deseaba saber si aquellos que no comen, ni bene, ni duermen, ni hacen las obras
naturales, es porque estaba encantado, al contrario de aquellos que tienen una ganas de beber cuando se
lo dan, y come cuando lo tienen y responde a todo aquello que le preguntan como don Quijote.

Pero don Quijote le dice que hay muchas maneras de encantamientos. y que con el tiempo se hubiese
mutado de unos en otros y que ahora todos los encantados hagan todo lo que yo hago, y esto será la
seguridad de mi conciencia, por eso estaba en la jaula perezoso y cobarde, defraudando el socorro de
muchos menesterosos y necesitados de la ayuda de don Quijote.

En esas platicas estuvieron entretenidos el caballero andante y el malandante escudero, hasta que
llegaron donde los aguardaba el cura, el canónigo y el barbero, dejaron los bueyes por los verde y
apacible sitio, El Escudero, le pidió al cura que por favor dejara salir de la jaula por un rato a don
Quijote, pero el cura se negó, porque temía que al verse don Quijote en libertad podría hacer de las
suyas y huir.

El canónigo tomo a don Quijote de las manos y desenjaularon, y él se alegró, de verse fuera de la jaula,
estiro todo su cuerpo y luego se fue donde estaba Rocinante, y le dio dos palmadas y le dijo que pronto
se volverían a ver, tu con tu señor acuestas y yo encima de ti, ejercitando el oficio para que Dios lo
echo al mundo.

El canónigo le dijo que lea la Sacra Escritura el de los Jueces, que allí hallara verdades grandiosas y
hechos tan verdaderos como valientes: un Variato tuvo Lusitania: un Cesar tuvo Roma, un Aníbal, tuvo
Cartago, un Alejandro, tuvo Grecia, un conde Fernán González tuvo Castilla, un Cid tuvo Valencia, un
Gonzalo Fernández tuvo Andalucía, un Diego García de Paredes tuvo Estremadura, un García Pérez
de Vargas tuvo Jerez cuya lección de sus valerosos hechos puede entretener, enseñar, deleitar y admirar
a los más altos ingenios que los leyeren, es una lectura digna del buen entendimiento, del cual saldrá
erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres,
valiente sin temeridad, osado sin cobardía y todo esto. Para la honra de Dios.

RESUMEN CAPITULO L
De las discretas alteraciones que don Quijote y el canónigo tuvieron, con otros sucesos.

Don Quijote respondió que esta bueno eso, los libros están impresos con licencia de los reyes y con aprobaciones
de aquellos a quien se remitieron y que con gusto general son leídos. ¿Habían de ser mentira?, cualquiera
historia de caballero andante ha de causar gusto y maravilla, a cualquiera que la leyere, y verá como le
destierran la melancolía y le mejoran la condición se acaso la tiene mala. De mí se decir que desde que
soy caballero andante soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortes, atrevido, blando,
paciente, sufridor y aunque me vi encerrado como un loco, pienso que seré rey de un reino, y daré un
condado a este pobre Sancho Panza, mi escudero, que es el mejor hombre del mundo, que temo que no
tenga habilidad para gobernar un estado.

Casi estas últimas palabras oyó Sancho a su amo, a quien dijo:

Trabaje vuestra merced, señor don Quijote, en darme ese condado tan prometido de vuestra merced,
como de mi esperado, que yo le prometo que no me falte a mi habilidad para gobernarle o lo arrendare
y gozare de la renta como un duque.

Entonces, admirado quedó el canónigo de los concertados disparates que don Quijote había dicho. , del
modo como había pintado la aventura del Caballero del Lago, Admiraba también la necedad de
Sancho, que con tanto ahínco deseaba alcanzar el condado. que su amo le había prometido.

Y todos se sentaron a la sombra de un árbol y comieron. Y estando comiendo oyeron un recio


estruendo y un son de esquila, por entre un zarzas y espesas matas vieron salir una hermosa cabra; toda
la piel manchada de negro, blanco y pardo. Tras ella venía un cabrero dándole voces: y diciéndole
palabras a su uso para que se detuviese, la fugitiva cabra temerosa y despavorida, se vino a la gente,
como a favorecerse.

RESUMEN CAPITULO LI
Que trata de lo que conto el cabreo a todos lo que llevaban al valiente don Quijote.

Tres leguas de este valle están una aldea, en la cual había un labrador, honrado y rico que tenía una hija
hermosa, rara discreción, donaire y virtud, de diez y seis años, la fama de su belleza se fue extendiendo
por todas las aldeas y apartadas ciudades. El padre no sabía a quién entregar a su hija, pero me conocía
a mí y eso me dio grandes esperanzas. Pero había otro que era del mismo pueblo, y para salir de esta
confusión determinó decírselo a Leandra que era así como se llamaba la hija, para que escogiese.
Llamase mi competidor Anselmo, y yo Eugenio. En esta sazón vino a nuestro pueblo un Vicente de la
Roca, hijo de un pobre labrador del mismo lugar, era soldado; venia de las Italias, sentábase en un
poyo que debajo de un álamo, que está en nuestra plaza, tenía arrogancias de ser músico y tocar una
guitarra a lo rasgado, de manera que decían algunos que la hacía hablar, también la tenia de poeta.
A este bravo galán, este músico, este poeta: fue visto y mirado muchas veces de Leandra, desde una
ventana de su casa, llegaron a sus oídos las hazañas que el mismo había referido, y ella se enamoró de
él. Y así ambos fugaron. Anselmo quedó atónito, el padre triste, sus parientes afrentados, solícita la
justicia, tomáronse los caminos, escudriñaron los bosques, y al cabo de tres días la hallaron. Leandra,
contó que Vicente de la Roca la llevó a un áspero del monte, la encerró en esa cueva y sin quitarle su
honor le robó cuanto tenía, sus preciosísimas joyas. El padre no le creyó pues habían dejado a su hija
con la joya que si una vez se pierde, no deja esperanza de que jamás se cobre.

Encerró a Leandra en un monasterio de una villa, esperando que el tiempo gaste alguna parte de la mala
opinión en que su hija se puso. Quedaron los ojos de Anselmo ciegos, los míos en tinieblas, finalmente
llegamos a este valle, él pastor de ovejas y yo de cabras. Y así muchos lo hicieron, a imitación nuestra,
todos la deshonran y todos la adoran. No hay hueco ni peña, ni margen de arroyo que no esté ocupada
de un pastor que sus desventuras al aire cuenten. Anselmo toca su rabel y sufre y yo digo de la ligereza
de las mujeres, de su inconstancia, de su doble trato, de sus promesas muertas, de su fe rota y
finalmente del poco discurso que tienen en saber colocar sus pensamientos e intenciones. Esta es la
historia que prometí contarles.

RESUMEN CAPITULO LII


De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a quien
dio felice fin a costa de su sudor.

Gusto causo el cuento del cabrero a todos los que lo escucharon, especialmente el canónigo, que con
extraña curiosidad noto la manera con que lo había contado, el cura se atrevió a decir que en los montes
se criaban letrados.

Pero don Quijote se ofrece a comenzar una nueva aventura, donde el ayudaría a sacar del monasterio a
Leandra, a pesar de la abadesa y la pusiera a las manos de Eugenio.

El cabrero mira a don Quijote y le pregunta al barbero que quien es él, quien responde que es el famoso
don Quijote de la Mancha, desfacedor de agravios el amparo de las doncellas, el asombro de los
gigantes, y el vendedor de las batallas. El cabrero dice que eso se asemeja a los libros de caballeros
andantes.

Cabrero se burla, y dice que debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza, nuestro caballero se
incomoda y con un pan golpea el rostro del cabrero. Los dos se agarran a golpes luego cesan, porque
por allí pasaba una procesión con unos disciplinantes acompañándolo, don Quijote pensó que era una
cosa de aventura, y que a él le tocaba el acometerla, pensaba que a imagen que llevaban era una
principal señora que llevaban por fuerza aquellos follones y descomedidos malandrines. Sancho le hace
ver que lo que se imagina no es verdad que aquella es una procesión de disciplinantes. Don Quijote
monta en cólera y arremete, uno de los disciplinantes golpea a don Quijote por encima del hombro y lo
hace caer el suelo, Sancho llora pensando que su amo está muerto, pero éste revive y dice: – Ayúdame
Sancho, amigo a ponerme sobre el carro encantado, porque tengo todo el hombro hecho pedazos.

Eso hare yo de muy buena gana señor mío, respondió Sancho, y volvamos a mi aldea en compañía de
estos señores que su bien desean

EL Canónigo, el Cura y el Barbero, pusieron a don Quijote en el carro. La procesión volvió a ordenarse
y a proseguir su camino, el cabrero se despidió de todos, los cuadrilleros no quisieron pasar adelante, y
el cura les pago lo que se les debía, el canónigo pido al cura le avisare el suceso de don Quijote, si
sanaba de su locura o si proseguía en ella, en fin todos se dividieron, y apartaron, quedando solo el cura
y el barbero, don Quijote y Panza y el bueno de Rocinante,

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