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“Camino del Quijote”

En colaboración con:

Asociación de Diabéticos de Alcázar y Comarca


«…y comenzó a caminar por el antiguo y
conocido campo de Montiel»
(Q I, 2)

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Presentación
A instancias de la Asociación de Diabéticos de Alcázar y Comarca, en la persona de su
presidente Domingo Camacho, se planteó a la SCA la posibilidad de organizar unas rutas
para realizarse caminando en lugares significativos de la Mancha en los que ocurrieron
aventuras del Quijote.
Se trata por tanto de recorrer en lo posible los mismos caminos que recorrieron don Quijote
y Sancho (teniendo en cuenta las pistas que el propio Miguel de Cervantes nos va
ofreciendo en la lectura de su genial novela) y combinar deporte activo con cultura, ya que
al mismo tiempo que se anda el camino se refuerza el conocimiento de la obra “El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha”.
Se prevé hacer paradas en el camino para leer pasajes de la novela que se refieran a las
aventuras que tuvieron lugar en esa parte de la geografía manchega, de forma que el
caminante tenga la sensación de hacer una inmersión en la obra cumbre de la literatura
española.
A tal efecto, la SCA seleccionará los textos precisos para cada etapa e incluso podrá leerlos
o explicarlos para dar contenido a la actividad.

Ruta Primera: Alcázar de San Juan - Campo de


Criptana
La etapa de unos 12 km de recorrido comenzaría en Alcázar de San Juan, en el Hotel
Ínsula Barataria, punto de encuentro donde hay infraestructura para tomar algo antes de
comenzar la ruta) y terminaría en la sierra de los molinos de Campo de Criptana,
avanzando por el camino de Lagarteros y pasando por el paraje de los Siete Molinos y
entrando al cerro de los molinos de Campo de Criptana por su parte posterior. La comida
o almuerzo sería en la Alforja de Sancho y tras la comida, los participantes regresarían en
autobús a Alcázar de San Juan.

Lugares de interés quijotesco o cervantino


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1.- Inicio de la ruta, en Hotel Ínsula Barataria
Digo, pues, que con todo su acompañamiento llegó Sancho a un lugar de hasta mil
vecinos, que era de los mejores que el duque tenía. Diéronle a entender que se llamaba
«la ínsula Barataria», o ya porque el lugar se llamaba «Baratario» o ya por el barato con
que se le había dado el gobierno. Al llegar a las puertas de la villa, que era cercada, salió
el regimiento del pueblo a recebirle, tocaron las campanas y todos los vecinos dieron
muestras de general alegría y con mucha pompa le llevaron a la iglesia mayor a dar
gracias a Dios, y luego con algunas ridículas ceremonias le entregaron las llaves del
pueblo y le admitieron por perpetuo gobernador de la ínsula Barataria.
El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda
la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran
muchos. Finalmente, en sacándole de la iglesia le llevaron a la silla del juzgado y le
sentaron en ella, y el mayordomo del duque le dijo:
—Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene a tomar
posesión desta famosa ínsula está obligado a responder a una pregunta que se le hiciere
que sea algo intricada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del
ingenio de su nuevo gobernador y, así, o se alegra o se entristece con su venida.

En tanto que el mayordomo decía esto a Sancho, estaba él mirando unas grandes y
muchas letras que en la pared frontera de su silla estaban escritas, y como él no sabía
leer, preguntó que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estaban. Fuele
respondido:
—Señor, allí está escrito y notado el día en que vuestra señoría tomó posesión desta
ínsula, y dice el epitafio: «Hoy día, a tantos de tal mes y de tal año, tomó la posesión
desta ínsula el señor don Sancho Panza, que muchos años la goce».
—¿Y a quién llaman don Sancho Panza? —preguntó Sancho.

—A vuestra señoría —respondió el mayordomo—, que en esta ínsula no ha entrado otro


Panza sino el que está sentado en esa silla.

—Pues advertid, hermano —dijo Sancho—, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le
ha habido: Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi
agüelo, y todos fueron Panzas, sin añadiduras de dones ni donas; y yo imagino que en
esta ínsula debe de haber más dones que piedras; pero basta: Dios me entiende, y podrá
ser que si el gobierno me dura cuatro días yo escardaré estos dones 15, que por la
muchedumbre deben de enfadar como los mosquitos. Pase adelante con su pregunta el
señor mayordomo, que yo responderé lo mejor que supiere, ora se entristezca o no se
entristezca el pueblo.

(Q 2, 45)

2.- En la plaza, en la estatua de don Quijote y Sancho


Es, pues, el caso que él estuvo quince días en casa muy sosegado, sin dar muestras
de querer segundar sus primeros devaneos, en los cuales días pasó graciosísimos
cuentos con sus dos compadres el cura y el barbero, sobre que él decía que la cosa de
que más necesidad tenía el mundo era de caballeros andantes, y de que en él se
resucitase la caballería andantesca. El cura algunas veces le contradecía y otras
concedía, porque, si no guardaba este artificio, no había poder averiguarse con él.
En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien, si es
que este título se puede dar al que es pobre, pero de muy poca sal en la mollera. En
resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se
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determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don
Quijote, que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder
aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por
gobernador de ella. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza, que así se llamaba
el labrador, dejó su mujer y hijos y asentó por escudero de su vecino. Dio luego don
Quijote orden en buscar dineros, y, vendiendo una cosa y empeñando otra y
malbaratándolas todas, llegó una razonable cantidad. Acomodose asimismo de una
rodela que pidió prestada a un su amigo, y, pertrechando su rota celada lo mejor que
pudo, avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino,
para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester.
Sobre todo le encargó que llevase alforjas; él dijo que sí llevaría, y que asimismo
pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho a andar
mucho a pie. En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba
si algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente, pero nunca le
vino alguno a la memoria; mas con todo esto determinó que le llevase, con presupuesto
de acomodarle de más honrada caballería en habiendo ocasión para ello, quitándole el
caballo al primer descortés caballero que topase.
Proveyose de camisas y de las demás cosas que él pudo, conforme al consejo que el
ventero le había dado. Todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus hijos
y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que
persona los viese; en la cual caminaron tanto, que, al amanecer, se tuvieron por seguros
de que no los hallarían aunque los buscasen.

(Q I, 7)

3.- Salida por el camino en dirección a Campo de Criptana


Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota y
con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido.
Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había tomado
en su primer viaje, que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos
pesadumbre que la vez pasada, porque, por
ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban.
Dijo en esto Sancho Panza a su amo:
—Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula
me tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea.
A lo cual le respondió don Quijote:
—Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros
andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que
ganaban, y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza, antes
pienso aventajarme en ella; porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban a
que sus escuderos fuesen viejos, y ya, después de hartos de seguir y de llevar malos
días y peores noches, les daban algún título de conde, o, por lo mucho, de marqués, de
algún valle o provincia de poco más a menos; pero si tú vives y yo vivo, bien podría ser
que antes de seis días ganase yo tal reino que tuviese otros, a él adherentes, que
viniesen de molde para coronarte por rey de uno de ellos. Y no lo tengas a mucho, que
cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos tan nunca vistos ni pensados,
que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo.
—De esa manera —respondió Sancho Panza—, si yo fuese rey por algún milagro de los
que vuestra merced dice, por lo menos, Juana Gutiérrez, mi oíslo, vendría a ser reina, y
mis hijos infantes.
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—Pues ¿quién lo duda? —respondió don Quijote.
—Yo lo dudo —replicó Sancho Panza—; porque tengo para mí que, aunque lloviese Dios
reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa,
señor, que no vale dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y
ayuda.
—Encomiéndalo tú a Dios, Sancho —respondió don Quijote—, que Él dará lo que más le
convenga; pero no apoques tu ánimo tanto que te vengas a contentar con menos que
con ser adelantado. —No haré, señor mío —respondió Sancho—, y más teniendo tan
principal amo en vuestra merced, que me sabrá dar todo aquello que me esté bien y yo
pueda llevar.

(Q I, 7)

4.- Un alto en el camino (Paraje de los Siete Molinos)


Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada
aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación En
esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así
como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque
¿ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados
gigantes con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos
comenzaremos a enriquecer?; que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar
tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo— de los brazos largos; que los suelen tener
algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son
gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que,
volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras:
ellos son gigantes, y, si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio
que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su
escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y
no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes,
que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba de ver, aunque estaba ya bien
cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:
—¡Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete!
Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse; lo
cual visto por don Quijote, dijo:
—Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y, en diciendo esto y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole
que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre,
arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba
delante, y, dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo
la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy
maltrecho por el campo.
Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y, cuando llegó, halló que
no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante.

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—¡Válgame Dios! —dijo Sancho—; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo
que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase
otros tales en la cabeza?
—Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra, más que
otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más que yo pienso, y es así verdad,
que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes
en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene;
mas, al cabo al cabo, han de poder
poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.
—Dios lo haga como puede —respondió Sancho Panza.
(Q I, 8)

5.- Final de etapa. En los molinos de viento


Y, ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba;
y, hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del puerto Lápice, porque allí
decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por
ser lugar muy pasajero, sino que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza, y,
diciéndoselo a su escudero, le dijo:
—Yo me acuerdo haber leído que un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas,
habiéndosele en una batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o
tronco, y con él hizo tales cosas aquel día, y machacó tantos moros, que le quedó por
sobrenombre Machuca, y así, él como sus descendientes se llamaron desde aquel día en
adelante Vargas y Machuca.
Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble que se me depare pienso desgajar
otro tronco, tal y tan bueno como aquel, que me imagino y pienso hacer con él tales
hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a verlas y a ser
testigo de cosas que apenas podrán ser creídas.
—A la mano de Dios —dijo Sancho—; yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice;
pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del
molimiento de la caída.
—Así es la verdad —respondió don Quijote—; y, si no me quejo del dolor, es porque no
es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las
tripas por ella.
—Si eso es así, no tengo yo que replicar —respondió Sancho—; pero sabe Dios si yo me
holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir
que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también
con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.
No se dejó de reír don Quijote de la simplicidad de su escudero, y así, le declaró que
podía muy bien quejarse como y cuando quisiese, sin gana o con ella; que hasta
entonces no había leído cosa en contrario en la orden de caballería.
Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondiole su amo que por entonces
no le hacía menester; que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia, se
acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento y, sacando de las alforjas lo que
en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio,
y de cuando en cuando empinaba la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el
más regalado bodegonero de Málaga. Y, en tanto que él iba de aquella manera
menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese
hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las
aventuras por peligrosas que fuesen.

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(Q I, 8)

Recepción por personal del Ayuntamiento de Campo de Criptana y posible


representación escénica.

Regreso en Autobús a Alcázar

Comida en Hotel Ínsula Barataria

Acciones para realizar:


Contactar con empresas de Alcázar:
- Suministro de frutas a los participantes (Frutas Ignacio, Molina o
cualquier otra)
- Facilitar sudadera o camiseta conmemorativa.
- Patrocinio económico para pagar autobús, etc…
Concertar comida de menú en la Alforja de Sancho o Ínsula Barataria
Concertar con empresa de autobuses el regreso
*****
Aportación de los participantes en la etapa, incluyendo el desplazamiento 20
euros. Inscripciones en el correo adacalcazardesanjuan@gmnail.com y en el
móvil 619516115.

Colaboran:

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