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MONETARIA
En materia de política monetaria, como nos han enseñado la experiencia reciente y eximios
maestros como Michael Woodford de la Universidad de Columbia, más que el último dato
de inflación, lo que cuentan son las expectativas sobre la misma, como la guía fundamental
del accionar de sus autoridades de cara a su misión de velar por la estabilidad del poder
adquisitivo de la moneda.
Pero si su tendencia ascendente, que va camino a superar pronto el límite superior de dicho
rango, se torna persistente y se transmite a las expectativas, como evidentemente está
sucediendo, hay que actuar.
La clave principal de una acertada política monetaria yace en el arte de la anticipación. Esto
es, anteponer la proactividad temprana a la reacción tardía. No se debe olvidar que su
mecanismo de transmisión generalmente toma entre 12 y 24 meses hasta surtir sus efectos
plenos sobre la demanda agregada, que constituye el foco de su atención. Lo cual quiere decir
que es preciso contemplar los escenarios más probables sobre el estado de la economía hacia
el último trimestre de 2022 y el primero de 2023, y obrar en consecuencia.
Como lo he señalado en varias ocasiones, hay que aprender no sólo de los buenos ejemplos,
sino también de los menos afortunados. Remember Brasil durante la anterior década. Y
asimismo Venezuela y Argentina, entre otros.
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En Colombia, por el contrario, a pesar de las dificultades en la órbita del orden público y en
el frente fiscal, nos podemos ufanar de contar con un banco central independiente, y
comprometido, sin ninguna restricción, en propiciar una inflación baja y estable, gracias a la
credibilidad pública, interna e internacional, de la cual goza.