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El brujo recorría la senda, pasando de una población a otra, atravesando todo tipo de paisajes,

desde las playas de las Skallige hasta los puntos más altos de las Montañas Azules; sin nada más
que ganarse la vida resolviendo los problemas de la gente.

El cabalgaba rumbo a Novigrado, estaba impaciente por llegar con el maestro herrero y poder
probar la magnífica de espada de plata que le prometieron fabricarle como pago por acabar con
un Gallotriz.

El dracónido no significó un reto para el brujo, el monstruo era viejo y no tenía la velocidad que
seguramente poseía en su juventud, pero a pesar de eso se trataba de un espécimen bastante
peligroso y feroz. El brujo no se habría sorprendido si el Gallotriz hubiera intentado escapar al
notar que no podría contra la espada y las señales… pero aquel monstruo alado no retrocedió en
lo más mínimo, y tenía sentido que la criatura no conociera el miedo a la muerte puesto que en
esa región del valle no abundaban criaturas que pudieran hacerle frente a un Gallotriz y los brujos
(los cuales eran técnicamente los depredadores naturales de ese y otros tipos de monstruos)
estaban la mayoría en la fortaleza de su respectiva escuela, preparándose para instruir a los
nuevos aprendices.

Sería la primera vez que la Prueba de las Hierbas se realizara después de muchos inviernos, los
aspirantes a brujo debían pasar todo el invierno en las fortalezas, aprendiendo la teoría sobre
monstruos y recibiendo un leve entrenamiento físico, para que a la llegada de la primavera sus
cuerpos fueran sometidos a los efectos de diversos brebajes alquímicos y mútagenos, y aquellos
pocos que lograban sobrevivir eran enviados a un punto lleno de energía mágica para activar sus
respectivos medallones para después ser entrenados en el arte del espada, enseñarles a hacer uso
de las señales y una de las disciplinas que debe dominar cualquier brujo, la alquimia.

El brujo iba absorto pensando en su nueva espada y en recuerdos de cuando él tuvo que pasar por
aquella horrible tortura que era la prueba de las hierbas, pero las gotas que empezaban a caer
sobre él y el suelo de varias millas a la redonda lo devolvieron a la realidad.

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