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SEMINARIO INTERDIOCESANO NACIONAL

“NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA”

Facultad: Teología

Tema: El último periodo de la dinastía davídica

(Escritos narrativos)

Asignado por: Pbro. Luis Alberto Matute.

Nombres: Derling de Jesús Martínez

Fabio Ismael Castro M.

Fecha: 7 de septiembre 2021.


Ezequías, Asiría y Egipto
La cronología del reinado de Ezequías es relativamente compleja. En 2 Re 18,1 se dice
que Ezequías subió al trono el tercer año del reinado de Oseas de Israel, es decir, en
729/728. En 2 Re 18,13 se afirma que Senaquerib invadió Judá el año catorce del reinado
de Ezequías, es decir, en 701. Esto supone que Ezequías habría comenzado a reinar en
716/715. Durante la época de asociación al trono, Ezequías siguió la política de su padre,
sometiéndose en primer lugar a Teglatfalasar III y luego a Salmanasar V.
En 716 se encuentra en territorio filisteo, y los egipcios le pagan tributo. Alrededor de
713, Sargón se apodera de tres ciudades filisteas. A partir de 704, Ezequías se rebela
abiertamente contra los asirios poniéndose a la cabeza de la coalición apoyada por Egipto y
de la que forman parte varias ciudades filisteas.
En este contexto se sitúa probablemente la actividad militar de Ezequías contra los
filisteos mencionada en 2 Re 18,8, donde se dice que «derrotó a los filisteos hasta Gaza,
devastando todo su territorio desde las torres de vigilancia hasta las plazas fuertes». 2 Cr
28,18. La rebelión había de costarle cara a Ezequías, ya que Senaquerib, recién subido al
trono, no podía permitir insubordinaciones en los flancos de su imperio, sobre todo con la
participación de Egipto. Egipto no estaba en su mejor momento; las divisiones políticas
minaban su capacidad militar. Sin embargo, seguía fomentando conspiraciones y
prometiendo una ayuda que no podía proporcionar.
El bajo rrelieve de la conquista de Lakis y los textos asirios dan una idea de lo que debió
de ser tal campaña. Los textos bíblicos y asirios están de acuerdo en este punto y reconocer
que Jerusalén se salvó en el último momento gracias al fuerte tributo pagado por Ezequías a
Senaquerib (2 Re 18,13- 16.
El texto de 2 Re 18,4-6 ofrece más garantías desde el punto de vista histórico que el de 2
Cr, ya que éste describe la reforma de Ezequías calcándola de la de Josías (cf. 2 Re 23 se
reconoce su origen mosaico y, por tanto, positivo.
Los otros elementos de la descripción de la reforma. No es imposible, sin embargo, que
-debido a la caída de Samaría y al profundo choque social, religioso y político que debió de
causar en los habitantes de Judá - el rey hubiera intentado una purificación de la práctica
religiosa de Judá.
La reforma religiosa concuerda precisamente con sus tentativas políticas y militares de
independencia. Esas tentativas reformistas podrían tener igualmente como objetivo dar una
respuesta a los refugiados en Jerusalén del recién desaparecido reino del norte, de los que
saldrá el Deuteronomio, que se sitúa totalmente en la línea de la reforma atribuida a
Ezequías. El hijo de Ezequías, que le sucederá en el trono, se llama precisamente Manases.
En 2 Re 23,22, al hablar de la Pascua de Josías, se dice: «No se había celebrado una
Pascua semejante desde el tiempo en que los jueces gobernaban a Israel ni durante todos los
reyes de Israel y Judá». La celebración de la Pascua, el libro de las Crónicas cuenta que
Ezequías mandó emisarios a los territorios de Efraím, Manases e incluso Zabulón para
invitarles a la celebración. Pero la nota del libro de las Crónicas muestra que la llamada no
tuvo la respuesta deseada.
Los asirios se encuentran en la cumbre del poder cuando Manases sube al trono (687), a
los doce años de edad (cf. 2 Re 21, 1-18 y 2 Cr 33,1-20). El conjunto de los textos que se
refieren a este rey se centran en su actitud religiosa. Manases aparece como el prototipo de
los reyes impíos.
Los reproches religiosos de que es objeto Manases pueden catalogarse en dos series. Por
un lado, Manases habría fomentado hasta la reforma de Josías cultos a Baal y Astarté (2 Re
21,3.7), de la religión cananea. Esto quiere decir que el rey no sólo abandona la política de
centralización de su padre, sino que fomenta cultos no israelitas. Por otro lado, en 2 Re 21,3
se dice que «dio culto a todo el ejército del cielo». Esta indicación parece suponer una
influencia asiría en el comportamiento religioso del rey. En 2 Cr 33,11 menciona una
acción militar de los asirios contra Manases cuyo resultado habría sido varios meses de
prisión del rey de Judá en Babilonia.
Muerto Manases, le sucede en el trono su hijo Amón. Tenía veintidós años al comienzo
de su reinado y reinó sólo dos años (2 Re 21,19-25; 2 Cr 33,21-25). El libro de los Reyes
echa en cara a Amón las mismas faltas que a su padre, mientras que el texto de las Crónicas
constata que, a diferencia de su padre, Amón no se convirtió. El hijo de Manases fue
asesinado por sus oficiales. La explicación de este asesinato está en relación con la
situación política general.
Los conspiradores de Jerusalén, probablemente proegipcios, habrían intentado llevar a
cabo una política antiasiria, como Ezequías en su tiempo, y para ello no tenían más remedio
que deshacerse de Amón, quien, como su padre, seguía fiel a Asiría. En este contexto se
explicaría igualmente la elección de Josías como sucesor de Amón (2 Re 21,24-26; 2 Cr
33,25).
La intervención profética de Nahúm hacia 660 y, sobre todo, el ministerio del profeta
Sofonías servirán de apoyo para las reformas religiosas que el joven rey emprenderá en
cuanto su edad. Sofonías refleja en su libro la situación religiosa y política de la primera
parte del reinado de Josías (640-630), cuando los cultos e incluso la moda extranjera han
invadido el país, principalmente las clases dirigentes. Sofonías se presenta igualmente
como un antiasirio convencido (Sof 2,13-15).
Final del poder asirio. Las luchas internas del imperio asirio y los ataques del exterior
serán la causa de la rápida decadencia de su poder.
A partir de 639 desaparecen las grandes inscripciones de Asurbanipal, que deja el poder
y el título de rey de Asiría a su hijo Asuretililani en 630, mientras que conserva para sí el
poder en Babilonia. La muerte de Asurbanipal se sitúa generalmente en 627. Le sucede en
el trono de Babilonia Sinsariskun. Pero, ya en 626, éste debe dejar el puesto a Nabopolasar,
que funda así la nueva dinastía babilónica y reina hasta 605. Pero la pérdida del trono de
Babilonia no impide que Sinsariskun aspire al trono de Asiría apoyado por Nabopolasar.
Reinará, efectivamente, sobre Asiría de 623 a 612.
El último rey de Asiría será Asurubalit (612-609). Es evidente que, a partir del 630, el
poder de Asiría es una pura ficción, sobre todo en los extremos del imperio. Los caldeos de
Nabopolasar, fuertemente implantados en Babilonia, se alian con los medos de Ciaxares.
Ciaxares y Nabopolasar, conquistan Nínive
La reforma. No es de extrañar que, en este contexto, la historia del reino de Judá
dependa de los cambios de la política internacional. El reinado de Josías se caracteriza por
la búsqueda de la independencia política y por la reforma religiosa que la acompaña.

La religión y la dinastía davídica.


En la época monárquica, que comienza con Saúl y se consolida con David y Salomón,
Israel continuará teniendo una religión sin imágenes, contrariamente a lo que sucedía en los
pueblos vecinos, en los que no sólo los dioses, sino también los reyes eran representados en
estelas e imágenes.
La dinastía reinante, sobre todo a partir de David y de la profecía de Natán (2 Sm 7,1-
17), se presenta como elegida y protegida por el Dios nacional. El rey es el hijo adoptivo de
la divinidad, su lugar teniente en la tierra, responsable de la vida y el bienestar del pueblo al
frente del cual se ha colocado Dios. Se encarga de la guerra al frente de un ejército más o
menos permanente. Ya no es el Dios nacional el que hace sus guerras en beneficio del
pueblo, sino el rey. Hace la guerrea para salvar a su pueblo.
En Jerusalén, David planea la construcción de un nuevo templo en honor del Dios
nacional, protector de su dinastía. Su hijo Salomón es el que llevará a cabo estos proyectos
de acuerdo con la mentalidad de la época.David instalará el arca en Jerusalén, dando así a la
capital y al templo un carácter nacional y religioso indiscutible.
A partir de la muerte de Salomón y de la creación del reino del norte, los templos de
Betel y Dan adquirirán el carácter de «santuarios reales». En esta religión real, que se
instala poco a poco en Israel y que se diferencia poco en sus instituciones y funcionamiento
de las religiones reales de los pueblos vecinos, el rey es el patrón del culto y del clero.
Nombra a los sacerdotes y controla las familias sacerdotales encargadas de asegurar el buen
funcionamiento del culto.

Una de las características claves de su religión.


Una de las manifestaciones fundamentales de la distancia crítica de la religión de Israel
frente a la religión real se concentra en el profetismo bíblico. Una vez más hay que tener en
cuenta que el profetismo no es exclusivo de Israel, pero del interior del fenómeno profético
general surgió en Israel un tipo de profetismo propio de Israel, único.
Algunos elementos de la aportación de los profetas a la religión de Israel. La acción de
los profetas de Israel se desarrolló en dos direcciones fundamentales. En primer lugar, los
profetas fueron la conciencia crítica de Israel. Sus oráculos e intervenciones contra
personas, y más comúnmente contra la sociedad, abordaban todos los aspectos de la vida
social y religiosa.
El profeta denuncia la respuesta defectuosa del pueblo, de los gobernantes, del rey, de
las instituciones, a la iniciativa de Dios, que busca constantemente la comunión con su
pueblo. La justicia social, la política, el culto, las concepciones religiosas. En todas sus
actuaciones, los profetas, cada uno a su manera y desde el lugar y el momento en que se
encuentra, desvelan la inadecuación entre el comportamiento del pueblo y de sus miembros
y las exigencias de la comunión con el Dios de Israel, origen y vida de su pueblo.
La crítica profética contiene en su esencia misma otra dimensión fundamental. El
profeta es el hombre que más y mejor encarna la esperanza de Israel. Los profetas, que
fueron acogidos por la comunidad de fe de Israel como auténticos representantes de su
Dios, constituyen una mediación religiosa que, aun proviniendo en algunos casos del
profetismo institucionalizado, desbordan toda institución.
El profeta actúa con total independencia. No está sometido a ninguna otra instancia. La
comunidad será la que haga el discernimiento. Esta situación y estas características del
profetismo bíblico explican que el profetismo haya sido el elemento clave que impidió la
asimilación de la religión de Israel a la religión real o al culto.
En efecto, las dos instituciones claves de la sociedad, poder monárquico y culto, serán
puestas en tela de juicio por los profetas no solamente en cuanto a su funcionamiento, sino
en cuanto a su posición y papel en la religión de Israel. El profeta recuerda vigorosa y
constantemente que el rey no es la fuente de la legitimidad y de la vida social y religiosa, el
rey está sometido a una realidad anterior que le supera. Además las críticas vehementes de
los profetas al culto y al sacerdocio muestran claramente que el culto no ocupa el primer
puesto en la jerarquía de medios para establecer la relación con Dios. Sin respuesta ética, el
culto no tiene razón ser.
La religión popular. Esta no se redujo en la práctica a su expresión bíblica. El
monoteísmo de Israel no fue sin duda tan puro a nivel popular como se piensa
generalmente. Las críticas contra el sincretismo, las creencias y prácticas no israelitas
ocupan un papel primordial en el ministerio de los profetas.
En el reino del norte la religión cananea supuso un grave peligro para Israel. El peligro
fue quizá menor en Judá durante algún tiempo por lo que toca a Baal. Pero los libros de
Sofonías, Jeremías y Ezequiel atestiguan con crudeza que Baal y las religiones astrales de
moda, de origen asirio o mesopotámico, habían echado raíces en Judá.
El Deuteronomio y la reforma de Josías. El reinado de Josías (640-609) es uno de los
más interesantes, desde el punto de vista político y religioso, de la historia de Israel. Uno de
los elementos claves de esta reforma fue sin duda el «libro de la Ley» encontrado en el
templo de Jerusalén.
El sacerdocio durante la monarquía. La clase sacerdotal no existía en los clanes de la
época patriarcal. El padre de familia realizaba las funciones sacerdotales, reducidas casi
exclusivamente a algunos sacrificios. Los clanes de los patriarcas bíblicos eran
seminómadas, y su actividad principal consistía en la cría de ganado menor. No tenían
santuarios propios, ni por ello, necesidad de personal especializado para su servicio. El
sacrificio pascual de primavera, realizado por el padre de familia, es el mejor ejemplo de la
actividad sacerdotal primitiva.
A medida que los israelitas se van sedentarizando al instalarse en Canaán, van a aparecer
diversos oficios. El culto israelita se enraíza en las prácticas cananeas. Los santuarios
necesitan personal permanente para su servicio. Poco a poco se convertirán en especialistas
del culto local. En los comienzos de la época monárquica existían varios santuarios a
menudo, como Silo, Nob y otros.
El papel de Samuel en los comienzos de la monarquía es importante, pero no se sabe
bien si actúa como sacerdote, como juez o como profeta. En cambio, dos sacerdotes tendrán
una importancia decisiva en los momentos difíciles de la sucesión al trono de David.
Abimilek, del santuario de Nob, había ayudado a David en sus conflictos con Saúl. Su hijo
Abiatar se convertirá en uno de los sacerdotes de la corte de David.
En los momentos cruciales de la elección del sucesor de David, Abiatar elige el partido
de Adonías, mientras que Sadoq se pone de parte del que saldrá vencedor: Salomón.
Abiatar es relegado a Anatot. Sadoq y su familia serán los dueños del nuevo templo de
Jerusalén. Aunque algunas veces el rey de Jerusalén ejerciera funciones sacerdotales, más
que sacerdote era el patrón de los sacerdotes. El los nombraba y de él dependían.
El último período de la dinastía davídica creciente del templo de Jerusalén en el reino de
Judá, siguieron funcionando normalmente otros santuarios locales con su propio
sacerdocio.
En el reino del norte las cosas siguieron un curso diferente. Al separarse de la dinastía de
David, Jeroboam I eleva a la categoría de santuarios reales los templos de Betel y Dan.
Estos santuarios tenían su propio clero desde hacía mucho tiempo, y el de Dan era, sin
duda, un sacerdocio levita.
La reforma de Josías, basada fundamentalmente en el Deuteronomio, trajo consigo la
centralización del culto en Jerusalén. En principio, todos los servidores de los santuarios
locales podían ejercer sus funciones en el santuario central de Jerusalén y recibir
retribución por sus servicios, sin embargo, que el clero de Jerusalén se opuso con todas sus
fuerzas, considerando que esta integración constituía una amenaza grave para su monopolio
cultual y su nivel de vida. El sacerdocio en Israel, como en los otros pueblos de la
antigüedad, era hereditario. Sus funciones exigían un saber y una técnica que se transmitían
de padres a hijos.
La segunda función esencial del sacerdote era la instrucción. El mundo de lo sagrado y
lo profano, de lo puro y de lo impuro en el ámbito cultual y en el de la vida en general eran
objeto de su enseñanza. La fuente de estas instrucciones era la costumbre, la tradición, el
pasado. La tercera función relacionaba al sacerdote con el altar y con la sangre. Él era el
encargado de manipular la sangre de los sacrificios.
A partir del exilio, las familias de Sadoq y Aarón se apropiaron de los mejores cargos en
el templo de Jerusalén; los levitas, que algunos identifican con los sacerdotes de los
santuarios locales desaparecidos en la reforma de Josías, ocuparon tan sólo los puestos de
segundo orden.
En los reinados de David y Salomón tiene lugar un cambio en la historia de los lugares
de culto israelitas. AI cabo de muchas peripecias, David consigue ser proclamado rey del
conjunto de las tribus. Jerusalén se convierte luego en capital de los reinos del norte y del
sur. Su elección como centro administrativo y político era muy oportuna, ya que nadie,
salvo el rey, podía tener pretensiones sobre ella. Jerusalén era propiedad del soberano,
ciudad real.
El arca era el símbolo de la presencia del Señor en medio de su pueblo y el único lazo
real entre las diversas tribus. David hace venir el arca a Jerusalén (2 Sm 6). Así se hace
inevitable cierto centralismo religioso. David compra un terreno y construye en él un altar
(2 Sm 24). Salomón construirá en ese lugar el nuevo templo de Jerusalén. El poder de
David y de Salomón se consolidará con estas realizaciones. Como todos los reyes de la
antigüedad, David, tenía la obligación de construir un templo, pero este no habiendo
logrado, lo consigue su hijo Salomón.
El plano de este santuario. Se trata de una construcción rectangular, orientada de este a
oeste en el caso del de Jerusalén. Su entrada principal se encuentra al este. Estaba
compuesto de tres partes principales: un gran patio al aire libre, una sala cultual, llamada
más tarde «el santo», y el debido «santísimo», donde reposaba el arca. El templo de
Jerusalén era un santuario real, templo nacional donde el rey tenía el control de los edificios
y de los funcionarios del culto.
El santuario de Jerusalén no supone, a pesar de todo, el eclipse de los otros santuarios
locales, que tenían en su haber un prestigio y unas tradiciones teológicas que Jerusalén no
podía presentar. A la muerte de Salomón el reino de David se divide en dos. Las tribus del
norte recobran su independencia, rechazando la dinastía de David. Jeroboam, primer rey del
nuevo reino, convierte a Betel.
Josías recupera así para Judá una parte al menos del antiguo reino del norte. Al mismo
tiempo emprende una profunda reforma política y religiosa, uno de cuyos pilares es la
centralización del culto en Jerusalén. En adelante, sólo será legítimo el santuario de la
capital, el templo de Jerusalén.
Al santuario se va para «ver a Dios» y ofrecer sacrificios. Se trata de un rito familiar de
pastores seminómadas en el que se inmola una víctima del rebaño al comienzo de la
transhumancia de primavera. No se necesita sacerdote ni lugar de culto. El inmolador es el
padre de familia. El rito de la sangre tiene carácter protector contra el «destructor», espíritu
maléfico.
Con el exilio, la fiesta de la Pascua adquiere una importancia particular. La fiesta
pascual era la única que no necesitaba templo ni sacerdocio según la antigua tradición. A la
vuelta del exilio, la Pascua será objeto de nuevas adaptaciones debido a las circunstancias
del momento. Los sacerdotes y los levitas, purificados, inmolan la Pascua «por los
deportados, por sus hermanos los sacerdotes y por ellos mismos».
El sábado. Hay que distinguir dos etapas radicalmente distintas: antes y después del
exilio. Tres textos claves preexilícos sitúan el significado del sábado en esta época: Os
2,13; A m 8,5 y 2 Re 4,23. En todos ellos y de forma inequívoca, el sábado aparece en
estricto paralelo con la neomenia, la fiesta de la luna nueva. Neomenia y plenilunio eran
dos fiestas que se celebraban cada mes. Sin embargo, ninguna de estas dos fiestas tiene un
contenido cúltico y típicamente yahvista en los textos del Antiguo Testamento.
A este nuevo sábado, además, se le da un significado religioso preciso en la perspectiva
de la teología sacerdotal: es el día de descanso, como Dios descansó el séptimo día de la
creación santificándolo. El sábado se convierte en un día de descanso dedicado a Dios
santificando la jornada. Se dan unas series de ritos sociales que expresaban la relación
particular de Israel con su Dios.
El libro de los Jubileos es un claro ejemplo de ello. En esta época, la fiesta se ha
convertido en recordatorio de la renovación de la alianza del Sinaí. Se conmemora el don
de la Ley y, al mismo tiempo, se renueva el compromiso que la alianza conlleva para el
pueblo. d) Las Chozas. Es la tercera de las fiestas de peregrinación, la que cierra el ciclo
agrario (Ex 23,16; 34,22; Dt 16,13-17; Lv 23, 34-36).Es una fiesta alegre. Las chozas de
que habla el Deuteronomio.
Durante la época del AT tuvieron lugar varios acontecimientos importantes en ocasión
de esta fiesta, en particular la consagración del templo de Salomón (1 Re 8,2) y la
restauración del culto después del exilio (Esd 3,4). Pero no hay que olvidar que esta fiesta
coincidía probablemente con la del Año Nuevo y que era en ella, con toda probabilidad,
cuando se coronaba a los reyes de Judá y de Israel.

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