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Literatura
25 La diferencia entre lenguaje poético y práctico fue introducida por Iakubinski, miembro de la OPOIAZ y
lingüista. Según él, los fenómenos lingüísticos se clasifican según el objetivo por el que el hablante explota el
material verbal. En el lenguaje poético, el objetivo práctico/comunicativo pasa a un segundo plano y las
combinaciones lingüísticas adquieren valor por sí mismas ( ^ Vanguardias). En el lenguaje práctico como el
objetivo es la comunicación, las representaciones lingüísticas (sonidos, morfemas) son simples vehículos de
información. Ésta es una de las corrientes lingüísticas que informan inicialmente la idea formalista de arte
literario como fenómeno verbal; la otra es la lingüística saussuriana que influye más directamente a partir de
1917 en el Círculo Lingüístico de Moscú y particularmente en Jakobson, quien, basándose también en la
fenomenología de Husserl, definirá la poesía como un lenguaje inclinado hacia la expresión, en el cual la
función comunicativa, que predomina en el lenguaje práctico y en el emotivo, se reduce al mínimo.
26 La zh en este sistema de traducción del ruso se pronuncia como la J en el nombre Jessica. Su origen está en
la palabra francesa: sujet (en sentido de disposición temática).
descripción de los sucesos”: la fábula no es sino el material para la configuración del
siuzhet.
A esta conceptualización básica, a la que se ha reducido el formalismo, se dirigen
las críticas provenientes de la Asociación Rusa de Escritores Proletarios, la que, a partir de
la idea de literatura como un arma en la lucha de clases, apunta contra el descuido
formalista de las cuestiones ideológicas, contra la desvinculación de la obra de su contexto
socio-histórico y en general contra la desconexión de la relación literatura/* byt21 A fines de
los años veinte los mismos formalistas comienzan a evaluar, criticar y reformular estas
ideas iniciales: “la historia y teoría del formalismo ruso es un diálogo ininterrumpido entre
los formalistas y sus oponentes, pero, aun más, entre los propios formalistas, quienes se
criticaban y oponían entre ellos... Eran, al mismo tiempo, compañeros y adversarios en el
fascinante diálogo que supuso y produjo el método formal” (Striedter 1977: 435). Esta
doble polémica, interna y externa, genera los siguientes escandidos en la evolución
formalista: Un primer formalismo o formalismo temprano (1914-1921); una etapa
intermedia o “primer postformalismo” (1922-1925) y una última etapa, segundo
postformalismo o “neoformalismo” (1926-1929).28 A pesar de los importantísimos cambios
que se verifican a lo largo de su evolución, el llamado método formal es anatemizado en
1934, cuando se proclama oficialmente, en el Primer Congreso de Escritores Soviéticos, el278
27 Como ejemplos de respuestas a estas críticas pueden citarse “5=100: La revolución y la filología” (Volek
1992: 41) y “En torno a la cuestión de los ‘formalistas’” (Volek 1992: 47), ambos de B. Eichenbaum; y “El
llamado método formal” (Volek 1992: 43-45) de O. Brik. Las críticas más serias e importantes realizadas al
formalismo ruso fueron realizadas por León Trotski (“La escuela formal de la poesía y el marxismo”, en
L ite r a tu ra y re v o lu c ió n , de 1923 Marxismo]) y , más adelante, por Pavel Medvediev (E l m éto d o fo r m a l
en los e stu d io s lite ra rio s , de 1928).
28 Después de la primera etapa, cuyos trabajos más representativos son: “El arte como artificio” de
Shklovski (1916), “Sobre la moderna poesía rusa” de Jakobson (1919), “Sobre los sonidos del lenguaje en
verso” (1916) de Iakubinski; en el segundo período continúa la investigación sobre aspectos más específicos
del lenguaje poético y sobre narratología y la motivación artística en general. Estudios representativos:
“Sobre la teoría de la prosa” de Shklovski (1925) y “Teoría de la literatura” de Tomashevski (1925). El
estudio del lenguaje poético se orienta ahora hacia caracterizaciones más precisas del discurso en verso,
dejándose de lado la oposición lenguaje poético/lenguaje práctico. Estudios representativos: “La oda como
género oratorio” (1922), “El problema de la lengua poética” (1923) de Tynianov, “Ritmo y sintaxis” (1920
1927) de Osip Brik, “Sobre el verso checo” (1923) de Jakobson, “El hecho literario” (1924) de Tynianov. En
la tercera etapa aparecen trabajos más orientados hacia una especie de sociología interna de la literatura: se
considera el impacto de las editoriales, periódicos y revistas, incluso de las condiciones económicas en la
producción literaria, y se establece una dialéctica entre literatura y ambiente social a través de la correlación
dinámica del hecho literario con las series históricas. A esta etapa corresponden también las búsquedas de los
arquetipos subyacentes a las formas actuales del cuento de hadas y el cuento corto. Estudios representativos:
“El ambiente social de la literatura” (1927) de Eichenbaum, “Sobre la evolución literaria” (1927) de
Tynianov, “Los problemas del estudio de la literatura y de la lengua” (1928) de Jakobson y Tynianov,
M o r fo lo g ía d e l c u e n to (1928) de Vladimir Propp.
“realismo socialista” Marxismo) que exige, como único método legítimo, el
materialismo dialéctico.
Los morfológicos
Otra línea en los estudios formalistas sobre narrativa es el análisis de los cuentos populares
llevado a cabo por Vladimir Propp en Morfología del cuento y Transformaciones del
cuento de hadas, ambos de 1928. Algunos miembros del formalismo se refirieron
ocasionalmente a este movimiento en términos de “escuela morfológica” -entre ellos,
Shklovski o Eichenbaum-, ya que es en estos textos de Propp donde se verifica en sentido
más estricto, justo y restringido la llamada “tendencia morfológica” del formalismo, basada
en el modelo de la biología y en su objeto de estudio, el organismo. Con Propp, la obra
literaria y en particular el cuento popular se equiparan al organismo porque constituyen
totalidades unitarias y jerárquicas, conjuntos complejos de elementos heterogéneos entre
los cuales algunos son esenciales para la unidad del todo y otros no. También porque
pueden concebirse generativamente, en el sentido de que en forma constante aparecen
configuraciones semejantes o dispares respecto de otras previas, de modo tal que las
29 El término “estructuralismo”, según diversos autores, aparece por primera vez en la ponencia de Jakobson
al Primer Congreso de Eslavistas de Praga en 1929. Jakobson fue figura central, además, en el proceso de
transmisión de ideas formalistas y de desarrollo del estructuralismo: en los años veinte difundió el formalismo
ruso en Praga, contribuyendo en principio al despliegue del estructuralismo checo y, durante la guerra, emigra
con él la lingüística praguense hacia el incipiente estructuralismo francés.
estructuras individuales aparecen como estadios momentáneos de un proceso de
transformación morfogenética. Ambos aspectos, el holístico y el
generativo/transformacional, remiten a la reconocida tradición de la morfología orgánica de
Goethe. El vínculo entre Propp y Goethe queda exhibido en los epígrafes del pensador
alemán que aparecen en Morfología del cuento, texto además publicado poco después del
libro de Wilhelm Troll, Goethes morphologische Schriften, que permitió la difusión y
aceptación de la morfología como método. Por otra parte, en Rusia desde los años veinte
eran bien conocidos los métodos y resultados de la poética narrativa alemana, que, entre
otros aportes a los estudios formalistas sobre la construcción del relato, imprime un
impulso al desarrollo de la morfología narrativa rusa, en particular la obra de Dibelius, ya
que a través de su concepto de papel -personaje con una cierta función en relación con la
totalidad que, en cuanto tal, puede ser encarnado en obras narrativas singulares por
personajes de características diferentes e incluso contradictorias- ingresa en la poética
narrativa del siglo XX el *tipo primigenio Urtypus”) de la morfología de Goethe.
Independientemente de la morfología alemana pero sobre la base del modelo orgánico, la
morfología narrativa del *tipo primigenio había sido iniciada en Francia por Joseph Bédier
a quien Propp reconoce como su predecesor. Lo fundamental, más allá de estos datos y
antecedentes, es que Propp comparte los mismos presupuestos epistemológicos que Goethe:
la búsqueda de un principio unificador, de una misma forma arquetípica, subyacente a la
heterogeneidad y multiplicidad de fenómenos y formas, el llamado *tipo primigenio; y el
intento de definir formas orgánicas y géneros más como procesos que como productos, es
decir, de modo transformacional, no como conjuntos de rasgos fijos. Su Morfología del
cuento, prácticamente ignorada en Europa occidental hasta que se tradujo al inglés en los
años 50, se presenta como una alternativa teórica a la denominada escuela etnológica
representada por Veselovsky. Para Propp, el estudio de la morfología de los cuentos debía
preceder a la investigación sobre sus orígenes históricos aunque esta última resultara más
interesante. En su estudio morfológico de los cuentos de hadas aísla, a partir de cien
cuentos, inductiva y *teleológicamente, los elementos constituyentes o unidades mínimas
por el papel que desempeñan con relación al todo. Las unidades mínimas son los puntos
recurrentes que conforman una estructura constante en todas estas narraciones; son
*funciones, es decir, acciones definidas desde el punto de vista de su relevancia con
respecto al transcurso de la acción. En el nivel más abstracto, Propp concebía el cuento de
hadas como narración de acciones realizadas por determinados personajes; son éstas y no
los rasgos de los personajes ni paisajes o ambientes lo que importa. Así, estableció los
treinta y un elementos que son las unidades básicas de todo cuento de hadas. Esos
elementos se encuentran interrelacionados en una configuración, en el esquema
compositivo del cuento. Además de comprobar que todos los cuentos se componen con los
mismos elementos, éstos están siempre dispuestos en secuencias idénticas. Al comparar los
esquemas de varios cuentos, Propp llega a la constante, al *tipo primigenio final a partir del
cual se han transformado todos los cuentos de hadas.
En Transformaciones..., Propp va a desarrollar la idea de que las causas de los
cambios son externas a los cuentos y que debe considerarse el material comparado del
entorno para captarse la evolución del género. De todos modos, esas causas externas, el
contexto cultural e histórico, de las transformaciones no afectan al cuento en su totalidad
sino a algunas de sus partes. Los elementos que mutan son los llamados elementos
estáticos, aquellos que no contribuyen al flujo narrativo: los atributos, la forma e identidad
de los personajes, las características de los contextos en los que actúan, los paisajes,
constituyen el aspecto temático (motivos), y son encarnaciones accidentales de las
funciones, irrelevantes para la morfología del cuento. La relación entre variables narrativas
(los motivos) en la *motivación compositiva e invariantes narrativas (las *funciones) no es
de carácter unívoco. Una misma función puede ser expresada por diferentes motivos, y un
mismo motivo o conjunto de motivos representar diferentes funciones. La razón de esta
falta de correspondencia es que las funciones no son clases de motivos formal o
semánticamente equivalentes, sino invariantes que resultan de una interpretación holística
(funcional) de los motivos. La concepción de Propp del cuento de hadas, al hacer hincapié
en las unidades formales que constituyen la composición y desechar la semántica, impide a
la vez el desarrollo de una explicación sistemática del cambio literario. Pues si bien se
admite la influencia del contexto, esa influencia pasa a ser aleatoria y secundaria para la
comprensión de las regularidades internas.
Aunque a veces se vacila en calificar a Propp, en sentido estricto, como formalista,
no cabe duda de que su morfología orgánica aplicada al cuento convierte a éste en una
construcción formal. Por otra parte, y a pesar de las limitaciones antes señaladas con
respecto al modelo morfológico en su aspecto generativo/transformacional, debe
reconocerse la importancia de ese modelo, culminación de la poética morfológica rusa,
como una variante central en el viraje del formalismo hacia lo que más tarde se conocería
como estructuralismo, especialmente en relación con las reelaboraciones narratológicas del
estructuralismo francés: ofreció a la narratología un método para interpretar narraciones
singulares en términos de una macroestructura subyacente.
El pensamiento estructuralista francés ( ^ Postestructuralismo) se asienta en la
idea de estructura lingüística como retícula relacional, cuyos elementos sólo adquieren
sentido en las relaciones y oposiciones que establecen entre sí en el seno del sistema;
particularmente en el desarrollo que hace de ella Jakobson, en colaboración con
Trubetzkoy, en el campo de la fonología -el sistema fonológico de cada lengua se reduce a
un conjunto de oposiciones binarias (vocal/consonante, sonora/sorda, labial/dental). El
método de la lingüística permite el despliegue de la actividad estructuralista -descomponer
un objeto y luego volver a recomponerlo para que se manifiesten sus reglas de
funcionamiento- sobre diversas disciplinas como la etnología, la semiología, el
psicoanálisis, la epistemología. El conjunto de la cultura se convierte así en una estructura
susceptible de ser analizada en términos de lengua, en la que el código es anterior al
mensaje y los contenidos brotan de la articulación formal. De aquí se desprenden ciertos
rasgos, más o menos comunes según los casos, del pensamiento estructuralista que han sido
objeto de críticas: la prioridad otorgada al orden discursivo desplaza del centro de interés al
sujeto y a la historia. Las estructuras elementales de parentesco (1949) de Lévi-Strauss se
considera el primer intento de aplicación del estructuralismo lingüístico a las ciencias
humanas -en este caso, la antropología-, intento que irá madurando en trabajos posteriores
compilados en su Antropología estructural (1958) y en Antropología II (1973), en los que
se destaca el aporte del estudio de Propp sobre la estructura de los cuentos populares para el
análisis de los *mitos, por la importancia otorgada a la función y a la descripción
sistemática en desmedro del origen. La confluencia del método lingüístico y el modelo de
Propp, pasando por Lévi-Strauss, da pie al desarrollo de la llamada narratología
estructuralista. En esta línea pueden citarse la Semántica estructural de Greimas,
Gramática del Decamerón de Todorov, “La lógica de los posibles narrativos” de Bremond ,
“Las estructuras narrativas en Fleming” de Umberto Eco, “La gran sintagmática del film
narrativo” de Metz , “Las categorías del relato literario” de Todorov, “Introducción al
análisis estructural de los relatos” de Barthes ( ^ Postestructuralismo). En la narratología
funciona básicamente el paralelismo planteado por Propp entre la estructura de la narración
y de la frase. La fórmula sujeto (personajes) y predicado (acontecimientos) puede
trasladarse a la estructura del relato; la narración responde a esta sintaxis, matriz profunda
de la que los relatos derivan. Aunque a veces se mantenga la distinción formalista
fábula/siuzhet, reelaborada bajo las categorías historia/discurso, prevalece en las
investigaciones estructuralistas, desarrolladas fundamentalmente en Francia en los años 60,
la búsqueda de un código subyacente a la historia, de estructuras narrativas universales, de
una gramática narrativa unitaria; reduciéndose o subordinándose toda diferencia histórica y
compositiva (toda diferencia de la superficie textual) a un nivel más abstracto y profundo
aun que el de Propp. Esta búsqueda se traduce en intentos que abarcan desde una teoría
general de la narratividad a la relectura de mitos, narrativa popular, cine, o alta literatura.
Un “Neoformalismo”
Los trabajos de Iuri Tynianov, producidos entre 1920 y 1930, constituyen, con la
introducción de nuevas categorías, perspectivas y objetos de investigación, un avance
sustancial para el desarrollo y transformación de los postulados iniciales del formalismo, de
ahí que pueda hablarse de los aportes de Tynianov en términos de “neoformalismo”.
Con respecto a la primera etapa formalista, Tynianov va a establecer algunas
variantes fundamentales: un nuevo concepto de obra literaria, en la que se destaca otra
correlación entre material y procedimiento o un nuevo concepto de forma; un proceso
progresivo de contextualización de la obra en diversos marcos que de manera particular va
a terminar implicando lo social, y la cuestión de la evolución literaria. Estos aspectos alejan
también esta propuesta de la tendencia morfológica.
En el neoformalismo se han querido ver consecuencias tanto de un conocimiento
más profundo de las teorías de Saussure, lo que daría lugar a una relectura crítica del Curso
de lingüística general, y de los avances paralelos en disciplinas tales como la psicología y
la lógica -áreas en las que también se verifica a comienzos de siglo XX el éxito del punto
de vista relacional-, como de las objeciones realizadas a la escuela formalista por el
marxismo,30 en particular, al aislamiento de la obra con respecto a su contexto de
producción. Considerando estas bases diferentes e innegables -sea por presión o
conveniencia, sea por convicción teórica, en el caso del marxismo-, la idea de identidad
relacional y las de tensión dialéctica y perspectiva histórica confluirían de manera original
en el juego que Tynianov establecerá entre las nuevas categorías con las que aborda la
investigación sobre los principios que definen la literariedad en términos ahora de
correlatividad dinámica: sistema, función, dominante, orientación, serie, deformación,
diacronía, sincronía.
En una primera aproximación sintética a su conceptualización, puede decirse que a
partir de 1922 Tynianov va a asimilar la noción de obra literaria a la de un sistema,
construcción jerárquica y dinámica, en la que diversos factores cumplen distintas funciones,
y algunos se destacan alcanzando predominio (dominante/*principio constructivo
predominante) a expensas de otros que pasan a ser secundarios. El elemento dominante
deforma o transforma,31 según sus necesidades, el material, es decir, a todos los otros
30 Para Fredric Jameson, Tynianov mantiene el modelo básico de cambio de Saussure, desestimando así la
importancia efectiva de una impronta del pensamiento marxista (Jameson 1972: 100-102). Peter Steiner
señala, junto a la decisiva influencia de Saussure, también la de uno de los principales psicólogos de la
*Gestalt, Kart Koffka, quien desarrolla la idea de conceptos funcionales, utilizados para poner en relación la
experiencia con otros objetos (otras experiencias u otros estímulos), idea difundida en Rusia durante la
primera década del siglo XX, y de Cassirer, conocido también por los formalistas. El punto de contacto más
importante, según Steiner, entre Cassirer y Tynianov es el uso que ambos hacen de la función matemática
como modelo para la formación de conceptos en general. La aproximación a la literatura como un fenómeno
histórico y una jerarquía dinámica, llevada a cabo por Tynianov, más que un intento de acercamiento al
marxismo, es vista por Steiner como una consecuencia de la fuerza de la tradición hegeliana en la vida
intelectual rusa. George Steiner, aunque en forma más general y menos directa -no se refiere específicamente
a Tynianov sino al formalismo en conjunto y a sus vínculos posteriores con el estructuralismo checo, vínculos
logrados sin embargo a través precisamente de las formulaciones de Jakobson y Tynianov-, reconoce en el
surgimiento de la colaboración entre lingüística y poética, producida por el formalismo, la manifestación de
una “revolución lingüística” no limitada a Saussurre, una constelación más amplia, cercana a la propuesta por
Peter Steiner, en la que confluyeron diversas corrientes: el desarrollo de la lógica simbólica moderna, llevada
a cabo por Hilbert, Frege y el joven Russell; los estudios de Cassirer sobre la naturaleza esencialmente
simbólica de la expresión humana, vinculados con la lógica simbólica y matemática; el movimiento
psicoanalítico; la filosofía de Wittgenstein, en tanto terapia del lenguaje, etc. Victor Erlich, en su estudio
pionero sobre el formalismo, admite la importancia de las críticas marxistas para una reelaboración de las
primeras tesis formalistas. En este sentido, Amícola, sin dejar de reconocer la presencia de Saussurre en el uso
de los conceptos de sistema y función, advierte con precisión que ya a partir de 1922, en el artículo “La oda
como género oratorio”, con la incipiente conexión que allí se establece entre literatura y otros sectores
sociales, Tynianov “comienza a reducir la distancia que lo separa de las posturas dialécticas del marxismo, al
mismo tiempo que se aleja de la visión sostenida por Shklovski y Eichenbaum” (Amícola 1997: 106), para
terminar afirmando que en los trabajos posteriores Tynianov concibe la obra en términos explícitamente
dialécticos.
31 El concepto de “dominante”, uno de los más productivos del formalismo ruso, proviene de la filosofía del
arte del alemán Broder Christiansen. Fue usado también, con distintos matices, por Eichenbaum y Jakobson.
En líneas generales, además de establecer un sistema de jerarquización entre los elementos, asegura la unidad
elementos subordinados. Las *funciones, y por tanto la jerarquía del sistema, se modifican a
través de una determinada orientación o posicionamiento,32 según la correlación variable -
desde una perspectiva histórico/evolutiva- de la obra con otros campos, marcos, series o
sistemas.33 Desde el comienzo, Tynianov piensa la literatura en general en términos de
lucha y de cambio, términos presentes ya en su trabajo de 1921 “Dostoievski y Gogol. Para
una teoría de la parodia”. De modo tal que parece ser la perspectiva histórica, el cambio
literario, lo que precede y fundamenta la posterior y progresiva perspectiva relacional.
Es en “El hecho literario”, de 1927, donde Tynianov se pregunta cómo la teoría
literaria puede definir qué es la literatura si las definiciones no pueden constituir, en el
ámbito de la literatura, un fundamento sólido pues están sometidas al cambio, “son una
consecuencia constantemente modificada por el hecho literario en evolución”.
Desestabilizando las pretensiones iniciales del formalismo de definir la literatura por sus
rasgos fundamentales, Tynianov insiste en que el hecho literario vivo (obras, géneros,
corrientes literarias) barre con todos las definiciones estáticas, firmes, pues su único
principio es el principio propio de la evolución: la pugna y la sustitución. Lo que hoy es
percibido como un hecho literario puede no haberlo sido y viceversa:
Las revistas, las misceláneas literarias existían aun antes de nuestra época, pero sólo en nuestro
tiempo se llegaron a considerar como una obra literaria peculiar, como un hecho literario. El
lenguaje transracional (zaum) existía siempre, sea en el lenguaje de los niños o de los sectarios, pero
sólo en nuestra época se convirtió en un hecho literario. (Volek 1992: 208)
de la obra y su perceptibilidad, es decir que sea reconocida como tal. Es índice de literariedad, sometida a la
evolución y cambio. La dominante es una categoría que permite a los formalistas caracterizar, además de la
obra , el conjunto de obras de un autor, géneros y movimientos literarios.
32 La orientación o posicionamiento afecta a la dominante y, a través de ella, permite una mediación entre
obra /sistema literario y series vecinas (lingüística/ámbitos discursivos extra-literarios).
33 Esta idea de obra literaria se enfrenta a la desarrollada por Shklovski como conjunto o suma de
procedimientos de igual valor, esto es, sin jerarquía, estático, y sin conexiones contextuales. Si se consideran
las categorías de sistema y función podría pensarse que Tynianov se acerca a Propp, sin embargo, “si para los
morfológicos ‘función’ denotaba el papel que desempeña un elemento respecto del todo y ese todo es un
sistema en tanto que interrelación de elementos funcionales que se mantienen unidos; para el neoformalismo,
la función es la relación de las variables interdependientes y el sistema un conjunto jerárquico de variables
interdependientes” (en Peter Steiner 1984: 102). Otro aspecto importante que distingue a Tynianov tanto de
Shklovski como de Propp es la reinserción del aspecto semántico: éste no forma parte de un material extra
literario, mera motivación del procedimiento; ni es variable desestimada en el establecimiento de las unidades
formales de la composición. Tynianov va a afirmar que “material” no es en absoluto lo opuesto a “forma”;
también es formal porque no hay material que sea externo a la construcción, para pasar a identificar la idea de
forma con la de conjunto dinámico, en el que el aspecto semántico, el fónico y el morfológico, mantienen
diversas relaciones de interacción.y de fuerza, según los casos.
Desde este marco propone la idea de literatura como construcción verbal dinámica,
cuya especificidad consiste en la aplicación del factor constructivo/dominante al material,
en la configuración/deformación del material, que resulta por lo tanto un elemento de la
forma subordinado a los elementos constructivos puestos de relieve a sus expensas. Si la
relación entre factor constructivo y material es constante, lo que impulsa la dinámica
evolutiva es una utilización diferente de la relación entre ambos, un *principio constructivo
diferente:
Toda la esencia de una forma nueva consiste en un nuevo principio de construcción, en una nueva
utilización de la relación entre factor constructivo y los factores subordinados, es decir, el material.
(Volek 1992: 213)
En la dinámica evolutiva, Tynianov señala cuatro etapas para destacar que la pugna
y la sustitución, su ley, constituyen un proceso dialéctico complejo: frente a un principio
constructivo automatizado se va perfilando uno contrario; este nuevo principio busca su
aplicación más fácil; luego se extiende a la mayor parte de los fenómenos concurrentes para
finalmente a su vez automatizarse y provocar la aparición de principios contrarios.34 Y este
proceso dialéctico de la dinámica evolutiva se enmarca en las complejas relaciones que
Tynianov comienza a establecer entre literatura y *byt, esfera donde el arte encuentra
fenómenos inhabituales para nuevos principios constructivos, o donde los principios
constructivos, franqueando los límites del arte, se extienden para afectar de distinta manera
fenómenos no literarios o transformarse en ellos. Un ejemplo claro para ambos
movimientos, del byt a la literatura, de la literatura al byt, es el desarrollo por el cual la oda,
el género hegemónico en el siglo XVIII, empieza a decaer y a agotarse, paralelamente al
creciente interés por la prosa y por los géneros más jóvenes. Mientras la oda empieza a caer
en la esfera de los versos de ocasión, versos ofrecidos por los solicitantes en una ocasión
cualquiera, y se circunscribe al ambiente social, el romance y la canción adquieren una
destacada importancia en contraposición a la palabra oratoria, principio fundamental, antes,
34 Aquí Tynianov se refiere al modo en que las formas pequeñas, al automatizarse, subrayan la importancia de
las grandes y viceversa. Siempre a través de resultados casuales, deslices, en relación con ciertas normativas,
van perfilándose potenciales principios constructivos: “Por ejemplo, bajo el imperio de la forma pequeña (en
la lírica, el soneto, los cuartetos, etc.), será un resultado casual una reunión cualquiera de sonetos, cuartetos,
etc. en una colección. Pero cuando la forma pequeña se automatiza, este resultado casual se consolida y la
colección en cuanto tal se considera como construcción, es decir, aparece la forma grande.” (Volek 1992:
215).
de la oda. Se promueven, entonces, la forma pequeña, la emoción pequeña, los nuevos
principios que para su aplicación necesitan de los fenómenos más diáfanos, más sumisos
que se encuentran en el ambiente social.
Los salones, las conversaciones de señoras amables y los álbumes cultivan la pequeña forma de la
bagatela: las canciones, los cuartetos, los rondós, los acrósticos, las charadas, el pie forzado y los
juegos se convierten en un importante fenómeno literario. Y, finalmente, la carta. En la carta se
encontraron los fenómenos más sumisos, más fáciles y necesarios que subrayaban con una enorme
fuerza los nuevos principios de la construcción: la reticencia, el carácter fragmentario, las alusiones y
la pequeña forma familiar de la carta motivaron la inclusión de las pequeñeces y de los
procedimientos estilísticos contrapuestos a los procedimientos grandiosos del siglo XVIII. Este
material imprescindible se hallaba fuera de la literatura, en el ambiente social. (Volek 1992: 218)
(...) la oposición entre la sincronía y la diacronía fue una contraposición del concepto de sistema al
concepto de evolución, y pierde su importancia axiomática en la medida en que reconocemos que
cada sistema existe necesariamente en evolución y que, por otra parte, la evolución tiene
inevitablemente carácter sistémico. (Volek 1992: 270)
35 “Sin una orientación semiótica, el teórico del arte se inclinará siempre a considerar la obra, o bien como una
construcción puramente formal, o como un reflejo directo de la disposición psíquica, e incluso fisiológica, de
su autor respecto a la realidad distintiva expresada en ella, o respecto a la situación ideológica, económica,
social o cultural de un medio dado... Sólo el punto de vista semiótico permitirá reconocer la existencia
autónoma y el dinamismo esencial de la estructura artística y entender su desarrollo como un movimiento que
es inmanente, aunque en una constante relación dialéctica con el desarrollo de otros ámbitos de la cultura.”
(Mukarovsky 1973: 37). Oponiéndose a las concepciones formalista, expresiva, mimética, y abandonando la
concepción metafísica y substancialista de lo bello, Mukarovsky desarrollará una estética, concebida como
parte de la ciencia general de los signos, para destacar la idea de obra como sistema semiótico con ciertas
propiedades autónomas pero sin desatender sus relaciones con el lenguaje en general, otros sistemas culturales
y sociales. En lo que respecta a las consideraciones sobre la especificidad de la comunicación literaria se han
querido ver huellas de la exploración y desarrollo crítico de tres caminos: el lingüístico (Saussure, Bühler y su
sistema funcional del lenguaje), el sociológico y el fenomenológico.
con determinadas concepciones de obra, con determinados procedimientos considerados
válidos, en el pasado y en el presente, con los que el artista necesariamente entra en
contacto-; motivaciones extra-artísticas, tales como las económicas, por ejemplo; y
finalmente, influencias exteriores de la sociedad u otras esferas culturales. La personalidad
del artista resulta así una fuerza activa que pone en equilibrio jerárquico, según los casos,
estos factores, y orienta, de distintos modos, el diálogo con el receptor. Por otra parte, con
Mukarovsky, los sujetos receptores no sólo condicionan la producción de la manera antes
planteada, en tanto público concreto determinan el carácter artístico/literario, la estructura y
el significado de la obra-signo. Para referirse a este aspecto Mukarovsky desarrolla el
concepto de “conciencia colectiva”, es decir, determinados grupos sociales -definidos por
variables distintas: tiempo, espacio, estratos sociales-, con los que la obra va a concretarse
en distintos sentidos; pues la obra es literaria sólo potencialmente: una determinada
materialidad textual constituye un artefacto que se convierte en objeto artístico significante
sólo al ponerse en contacto con una conciencia colectiva que lo dota de significado y de
valor Literatura). Así, las interpretaciones como el valor literario son resultado de
actualizaciones, por parte de una colectividad, de una serie de normas de naturaleza
sociocultural, y por lo tanto cambiantes.36 Lo que los formalistas llamaron “literariedad”
(“literaturnost”) no radica entonces en determinadas cualidades propias del lenguaje poético
(primer formalismo), ni es resultado de correlaciones sistemáticas dotadas todavía de
excesiva autonomía (neoformalismo); es una función que determinados artefactos pasan a
cumplir, derivada de un sistema de normas histórico-sociales donde se originan los valores
artísticos. Para Mukarovsky, aunque haya objetos que por su estructura estén predestinados
a la acción estética (arte), no existen objetos ni procesos que, por su esencia y estructura y
sin que se tenga en cuenta el tiempo, el lugar y el criterio con que se los valore, sean
portadores de la función estética. La aptitud activa para la función estética no es una
propiedad real del objeto, aunque éste se haya construido especialmente para esa función,
36 Según Mukarovsky, las normas se basan en una antinomia dialéctica: la tendencia a una validez
incondicional y su carácter real, limitado y variable, dado por la posibilidad de su violación. Se diferencian
según tiendan a un polo u otro: las jurídicas, por ejemplo, tienden a la validez incondicional; las estéticas, por
el contrario, se caracterizan por su violación permanente. Los valores están estabilizados por las normas y
ambos son hechos de la conciencia colectiva. Si las normas definen el contenido de la conciencia estética
colectiva y los posibles literarios, se supone que el valor de un texto cambia cuando cambian las normas que
son aceptadas como pautas de valoración, según el predominio de normas ideológicas o estéticas y según el
cambio de las normas estéticas.
sino que se manifiesta en un contexto social determinado. La dimensión estética y artística
se convierten así en dominios inestables y sujetos a una constante redefinición debido a los
cambios funcionales de los elementos.37
Con Mukarovsky la estructura, ya ni orgánica ni sistémica, pasa a ser un fenómeno
semiótico, colectivo, dinámico, histórico; aspectos que serán obliterados en la posterior
aventura de la estructura: la estructura profunda francesa.
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37 En la Escuela de Praga, “función” es un término usado más en el sentido de “fin” u “objetivo” que en el
matemático de “correspondencia entre dos variables”. La función estética ocupa un campo más amplio que el
del arte mismo. Cualquier objeto o acción puede ser portador de función estética, lo que implica que no hay
límite fijo entre la esfera artística, la estética y la extraestética.
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