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Reflexiones rumbo al bicentenario de la independencia nacional del Perú

Jorge Luis Vallejo Castello


Director de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia
Perú

Luego de la lectura de El bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos


de Guzmán Carriquiry una serie de reflexiones surgen a la luz del próximo bicentenario de
nuestra Independencia Nacional a conmemorarse en el año 2021, cuando aquel 28 de
julio el General José de San Martín hizo aquella proclama desde Lima: “El Perú es desde
este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia
de su causa que Dios defiende ¡Viva la Patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”
Si bien es cierto esta fue más una declaración política de la voluntad de independencia ya
que el escenario bélico seguiría hasta la gesta de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, y
no solamente ello ya que recién en 1826 el último jefe realista, el General José Rodil que
se había negado a reconocer la Capitulación de Ayacucho y la rendición española,
capitulaba en la Fortaleza del Real Felipe luego del sitio que hicieran las tropas
comandadas por el General venezolano Bartolomé Salom.
Una primera reflexión es señalar que este fue un proceso largo, que tuvo un tiempo de
maduración como bien señala Guzmán Carriquiry. Nuestros Estados latinoamericanos
han celebrado sus bicentenarios pero hay que tener en cuenta que dichas fechas son más
las conmemoraciones del gesto de caminar hacia sus independencias pues luego de
éstas los vaivenes llevaron a una reconquista española de estos territorios, y la
continuación de la guerra hasta el verdadero triunfo patriota.
En esta guerra no se enfrentaron indígenas versus españoles cual dos castas
homogéneas y divididas, por el contrario, en ambos ejércitos había españoles, criollos,
indios, negros y un gran número de castas fruto de nuestro mestizaje (tal cual organizaba
la sociedad el gobierno español y el clero registrándolos de este modo en los libros
parroquiales), se trata de una guerra entre hermanos. El inicio de estas gestas no tuvo la
manifestación pública de romper con el monarca español sino más bien reemplazar a las
autoridades peninsulares por un gobierno americano que actúe en nombre del Rey de
España cautivo tras la invasión napoleónica. Un monarca que en ningún momento,
durante este proceso de desorden en la península, dio alguna clara muestra de
preocupación por los territorios ultramarinos de su corona. Fue en las Cortes de Cádiz,
donde los americanos también tuvieron representación, que se buscó homogeneizar el
trato entre el reino peninsular y los reinos de ultramar, algo que fue revertido tras la vuelta
al trono de Fernando VII, más conocido como “El rey Felón”, quien conspiró contra sus
propios padres para hacerse del gobierno, y rompió sus promesas haciendo que España
retorne al absolutismo generando nuevo malestar en nuestros territorios, el desenlace no
sería otro que la independencia.
Nuestros países latinoamericanos vivieron un temprano tiempo de Juntas de Gobierno,
administrando los territorios en nombre de la corona cautiva por Napoleón. En el caso del
Perú se logró instalar una Junta en León de los Caballeros de Huánuco en el año 1812
por muy corto tiempo, y otra en 1814 en el Cusco en la que lideraron el proceso los
hermanos Angulo y el Cacique Mateo Pumacahua (quien tiempo atrás había participado
en las tropas realistas contra la rebelión de Tupac Amaru II), ambos procesos son poco
conocidos y poco estudiados en las escuelas, esto también nos lleva a pensar sobre la
construcción de la idea de independencia nacional, a la cual solamente se suele asociar
con la proclama de aquel 28 de julio de 1821 en la centralidad del poder de Lima ¿y qué
pasaba antes en otras ciudades? Siendo países centralistas, hasta el día de hoy, es
necesario hacer esta puntualización. En el caso peruano, además de los sucesos de 1812
y 1814, las ciudades y villas del norte del país proclamaron la independencia desde 1820
y contribuyeron con hombres, provisiones y dineros a la causa patriota ya conducida en
ese momento por el General San Martín, algo que él siempre reconoció.
Antes de ello no podemos obviar la Gran Rebelión que incendió todo el sur andino,
capitaneada por José Gabriel Condorcanqui, el Inca Tupac Amaru II, que usó el
misticismo de su sangre a una causa que también contó con la adhesión de diversos
grupos sociales entre los años 1780 y 1783.
Una segunda reflexión que hemos de hacer a la luz de nuestros bicentenarios, y que está
también presente en el texto, es que esta independencia fue un proceso continental. Es
así como en la guerra de independencia dentro del entonces Virreinato del Perú tomaron
parte tropas neogranadinas, rioplatenses, chilenas, con las corrientes libertadoras del
norte y del sur, comandadas por Bolívar y San Martín. Muchos de estos americanos que
pelearon en lo que luego fue la República del Perú fueron premiados por el naciente
Estado y ocuparon posiciones destacadas en la vida política. Será hacía la mitad del siglo
XIX cuando la idea de “lo nacional” empieza a tallar, así por ejemplo, como anécdota el
viajero suizo Johann Jakob von Tschudi que estuvo presente durante el Congreso de
Huancayo en 1839 reunido para dar una nueva Carta Constitucional recuerda en sus
escritos como uno de los asambleístas colocó un cuchillo sobre la mesa que llevaba la
inscripción “muerte a los extranjeros”.
Hoy por hoy, nuestros países aún se ven limitados para consolidar un proceso de
integración, nuestra inicial Comunidad Andina de Naciones ha tenido oscilaciones y
retiros; y las otras iniciativas se han concentrado más en el plano económico (como la
Alianza del Pacífico) o han girado en torno a posicionamientos ideológicos como el
socialismo del siglo XXI y la ALBA, pero ¿más allá de una pugna entre liberalismo y
socialismo, es posible una unidad bajo la noción de una identidad latinoamericana?
Teniendo en cuenta nuestro común idioma, similitudes culturales y de procesos históricos,
ello debería facilitar el camino.
Finalmente, quiero reflexionar sobre el rol de nuestras poblaciones que han padecido
exclusiones, la población indígena y afroperuana, que tuvieron rol también en la gesta
independentista, pero ¿qué pasó luego de instalados los gobiernos republicanos? Muchos
indígenas empezaron a ver perdidos sus fueros comunales, y ya antes durante el
virreinato habían pasado por el proceso de “composición de tierras” a través del cual se
formaron latifundios a costa de sus predios en muchos casos. La población afroperuana
vio su manumisión recién en la mitad del siglo XIX, pero sin un claro camino de inclusión a
la vida nacional. Sin la intención real de formación para estos amplios grupos
poblacionales quedaron prácticamente a su propia supervivencia. Siendo también usados
por el populismo y nuevas redes clientelares bajo patronazgos, nuestros caudillos también
jugaron así con las masas ¿hoy no intentan lo mismo los dirigentes populistas, con sus
discursos altisonantes, pero, sin opciones claras de desarrollo para los hermanos en
situación de pobreza y pobreza extrema? Ello también hace parte de nuestras herencias,
pensando en la construcción de más ciudadanía y generación de oportunidades.
Nuestra república conmemorará 200 años, pero no ha de olvidar sus procesos previos a
aquella fecha, y sobre todo sus problemas vigentes y herencias de reforma. No con más o
menos Estado, sino con mejor Estado, un Estado que impulsa ciudadanía en democracia.
Quiero cerrar este comentario con un extracto del gran historiador de la república, Jorge
Basadre:
“Los organismos políticos fueron modificados: ya no el Virrey sino el Presidente, ya no las
Audiencias sino la Corte Suprema, ya no las Intendencias sino los Prefectos, ya no los
Cabildos sino las Municipalidades (salvo en las Constituciones de 1834 y 1839). No eran
exactamente idénticos en sus atribuciones los funcionarios mencionados; pero eran
análogos. Lo que sí quedó con ese carácter idéntico fue la superioridad jerárquica de
Lima, la predominante importancia de la costa. Además como no había tradición de buena
administración, el desorden se hizo más fácil en la República, al perderse el control que la
metrópoli y sus directos mandantes representaban. Quedaron también el expedienteo
voluminoso, la tramitación larga, la morosidad burocrática. Quedaron, por último,
acentuándose la empleomanía, la búsqueda de honores y sinecuras” (Basadre,
Jorge. Perú: Problema y Posibilidad. Ensayo de una síntesis de la evolución histórica del
Perú. Lima: Librería Francesa Científica, 1931, p. 21).
Son parte de las tareas que aún tenemos pendientes, y que hemos de abordar con
optimismo por quienes nos lo demandan.

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