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de Manuela Sáenz
Introducción 6
Antecedentes 10
Bibliografía 100
Los diarios y las cartas de Manuela Sáenz dan cuenta de más de cuarenta
años de su vida. Muchos de estos documentos se han deteriorado,
son ilegibles o han acabado dispersos, pues Manuela vivió en muchos
lugares, a veces en la clandestinidad, tratando de esquivar no solo los
riesgos políticos, sino también las propias inclemencias del clima y
los problemas de su salud.
1 El Diario de Paita recoge la palabra escrita de Manuela Sáenz del 25 de julio de 1840 al 19
de mayo de 1846.
2 Álvarez Saá, Carlos, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995.
3 El Museo Manuela Sáenz está ubicado en la Calle Junín 709 y Montúfar, Quito.
8
Manuela Sáenz nació y vivió en la primera mitad del siglo XIX, época
de gran convulsión en América y en Europa. Se entregó con pasión
y valentía a la lucha libertadora para hacer realidad el sueño de la
Patria Grande, una América libre y unificada.
13 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 44.
18
14 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 21.
15 von Hagen, Víctor, La Amante Inmortal, Caracas, p. 26.
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“Es negra retinta, esclava, comprada entre las negrerías del Chota. Fiel,
discretísima, inquieta y conversona, caprichosa, inteligente, hace las
delicias de su “patronita” Manuela. Plácele principalmente imitar a los
animales – más tarde remedará a las personas -, y lo hace con grande
acierto: maulla, gruñe, ladra, hasta canta y silba de cuando en cuando. Si
le mandan a la calle, vuelve llena de noticias; si le llevan a misa, reza más
que todos, puestos los ojos en blanco. Parece vergonzosa, ríe sonoramente.
Detesta el trabajo; ama lo sensacional. Para Manuelita es un ser íntimo,
casi una compañera indispensable. Juntas se pasan buena parte del día,
conversan, discuten, pelean, juegan, se enojan y vuelven a amistarse. Y así
van creciendo, unidas por el destino. Y unidas se quedarán hasta la hora
en que la una le acompañará a la otra al sepulcro” . 16
“Más allá de la vida propuesta en el Perú de los siglos XVI y XVII, más
allá de los monasterios para mujeres, de las casas de recogidas para las
indias, de los sermones de sumisión para la raza india y negra y de los
preceptos de poder para los blancos existió la libertad de invertir el orden
y de crearlo de nuevo" .
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James Thorne vivía en Quito pero tenía negocios y planes para radicar
en Lima y este matrimonio le daba a Manuela reconocimiento social
y la posibilidad de conocer también otro mundo, ver más allá de
las fronteras. Lima, en 1817, época de gloria del Virreinato, era el
centro de la actividad política y social. Era también un periodo muy
importante por la llegada de las primeras misiones norteamericanas
y de voluntarios europeos atraídos por el sueño de la independencia
americana.
22 Rossi, Alice, “Remember the Ladies”: Abigail Adams vs. John Adams, en The Feminist Papers,
From Adams to de Beauvoir, Boston, 1988, pp. 9-10.
Ciudadana en la Patria Grande
Lima y la libertad
“Ser patriota púsose a la moda. Lo que años antes pareció utopía absurda,
volvióse realidad inminente. Los mismos que habían loado a los virreyes
preparáronse a loar a los libertadores” .
23
"La Orden del Sol era más que una mera condecoración; era la insignia
de una nueva nobleza republicana. El 23 de enero de aquel mismo año,
Manuela Sáenz de Thorne se había incorporado a un impresionante grupo
de ciento doce mujeres, destacadas patriotas de Lima, que iban a recibir
este honor. Habían desfilado por las calles de Lima hasta el antiguo palacio
del Virrey, donde se desarrollaron las lucidas ceremonias. Manuela figuró
entre las grandes damas de Lima" .26
25 Alvarado, María Jesús, Amor y Gloria, El Romance de Manuela Sáenz y el Libertador Bolívar,
Lima, 1952, p. 41.
26 von Hagen, Víctor, La Amante Inmortal, Caracas, pp. 40-41.
27 Rumazo, Alfonso, Manuela Sáenz, Quito, 2003, p. 104.
28
La historia tiene una deuda con esas ciento doce mujeres que, al
igual que Manuela Sáenz y Rosa Campusano, decidieron ponerse
al lado de las fuerzas patriotas. ¿Cómo lo hicieron las mujeres con
títulos nobiliarios? ¿Y las monjas de convento? Podemos suponer que
hubo aportes económicos, en moneda o en joyas, que hubo atención
alimenticia o que dieron protección en sus casas o conventos. Pero, en
definitiva, poco se sabe de esa entrega, de ese darse, de las mujeres.
28 Ludwig, Emil, Bolívar El caballero de la gloria y de la libertad, Buenos Aires, 1942, p. 66.
29
Manuela y Simón
Ese mismo día, por la noche, Juan de Larrea ofrecía una recepción
en su casa. Todo el mundo quería estar cerca del hombre de quien
tanto se hablaba. Se trataba de verlo, de hablar y bailar con él. Era
la gran fiesta popular y cada quien había contribuido con enseres,
comidas y bebidas. Cuando el momento llegó, al ritmo de la música
manifestaron su alegría bailando durante largas horas. Fue así, en
medio de esa algarabía, de fuertes pasiones y euforia colectiva que
Manuela y Simón se conocieron.
arete en la cama de Bolívar, esto desató sus iras y por poco le arranca
los ojos al Libertador.
32 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 101.
33 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 99.
33
¿Crees que estoy loco? Esos nevados sirven para templar el ánimo de los
patriotas que engrosan nuestras filas. ¿A qué no te apuntas? Nos espera
una llanura que la Providencia nos dispone para el triunfo.¡Junín! ¿Qué
tal?" .
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37 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, pp. 78-79.
38 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 79.
38
39 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, pp. 81-82.
40 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 84.
41 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 85.
39
"Al recibir la carta del 10, de letra de Sucre, no tuve más que sorprenderme
por tu audacia, en que mi orden de que te conservaras al margen de
cualquier encuentro peligroso con el enemigo, no fuera cumplida; a más
de que tu desoída conducta, halaga y ennoblece la gloria del Ejército
Colombiano, para el bien de la Patria y "como ejemplo soberbio de la
belleza, imponiéndose majestuosa sobre los Andes". Mi estrategia me dio
la consabida razón de que serías útil allí; mientras que yo recojo orgulloso
para mi corazón, el estandarte de tu arrojo, para nombrarte como se me
pide: Coronel del Ejército Colombiano" . 42
"De donde quiera que usted haya sacado que mi influencia es el motivo
de que Manuela sea ahora Coronel del Ejército Colombiano, no es más
que una difamación vil y despreciable como ausente de toda realidad.
42 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, pp. 87-88.
43 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 90.
40
Yo le pregunto a usted, ¿se cree usted más justo que yo? (...) Sepa usted
que esta señora no se ha metido nunca en leyes ni en actos que "no sean
su fervor por la completa Libertad de los pueblos de la opresión y la
canalla". ¿Qué la degrade? ¿Me cree usted tonto? Un Ejército se hace con
héroes (en este caso heroínas), y éstos son el símbolo del ímpetu con que
los guerreros arrasan a su paso en las contiendas, llevando el estandarte
de su valor"44.
Simón Bolívar era el llamado a buscar alternativas y optó por una sa-
lida diferente, planteada en la Constitución de 1826. Esta combinaba
la monarquía y la república y expresaba su sueño de la Patria Grande:
Perú, Bolivia y la Gran Colombia, concentraban el gobierno en un
presidente vitalicio con todos los poderes, nombrado por sus méritos
y no por derechos heredados.
Manuela Sáenz” . 48
47 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 108.
48 Molina Saucedo, Carlos Hugo, Manuela, mi amable loca…,La Paz, 2001, p. 84.
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Llegar a esta edad con las privaciones que me siguen como sombra, no ha
sido fácil; y no puedo ocultarle mi tristeza cuando compruebo cómo los
chapetones contra los que guerreamos en la revolución, hoy forman parte
de la compañía de nuestro padre Bolívar. (…) Le mentiría si no le dijera
que me siento triste cuando pregunto y no los veo, por Camargo, Polanco,
Hualparrimachi, Serna, Cumbay, Cueto, Zárate y todas las mujeres que a
caballo, hacíamos respetar nuestra conciencia de libertad” .
49
49 Molina Saucedo, Carlos Hugo, Manuela, mi amable loca…, La Paz, 2001, p. 85.
50 Molina Saucedo, Carlos Hugo, Manuela, mi amable loca…, La Paz, 2001, p. 26.
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“-¿Sabe usted por qué hoy digo una cosa y mañana otra? ¡Porque soy
dialéctico, señor! Y no un soldadote, un hombre acostumbrado a obedecer
y a no dudar jamás. No soy de ésos…¡y me jacto de no serlo! ¿Anarquista,
dice? ¿Me llama usted anarquista? ¿O loco? Loco, prefiero loco, que abre
las compuertas de la imaginación, que permite el desvarío para luego
encauzarse en la Razón” .52
“En Chuquisaca progresé con quienes obraba, pero llegaron las calumnias
de los contrarios (…). Todo lo soporté; pero no pude sufrir la desaprobación
del Gobierno, y mucho menos a que me reprendiese en público…¡A mí, de
sairarme!...¡reprenderme!...¡A mí!...¡Ni usted! Y digo todo con esto (…) Yo
no era un empleadillo adocenado de los que obstruyen las antecámaras; yo
51 Orgambide, Pedro, El maestro de Bolívar, Simón Rodríguez, El Utopista, Buenos Aires, 2002,
pp. 146-147.
52 Orgambide, Pedro, El maestro de Bolívar, Simón Rodríguez, El Utopista, Buenos Aires, 2002,
p. 148.
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era el brazo derecho del Gobierno; yo era el hombre que Ud. había honrado
y recomendado en público, repetidas veces; yo estaba encargado de dar
ideas, no de recibirlas, (…) en fin, yo no era ni secretario, ni amanuense,
ni ministro, ni alguacil y (…) Sucre me reprende como un lacayo.
Y concluye:
“Al día siguiente (el 27) me aparecí vestida con traje militar al cuartel de
los insurrectos, y armada de pistolas, con el fin de amedrentar a éstos y
librar a Heres. Mi intento fracasó por falta de apoyo y táctica; fui apresada
y mantenida por varios días, incomunicada totalmente, en el monasterio
de las Carmelitas. Sin embargo, varias veces pude lograr escaparme hasta
la sacristía y entrevistarme con las personas que le son fieles a su autoridad
de usted. Pude repartir algunos pesos entre la tropa y lisonjearme con sus
debilidades; pero puesta sobreaviso de que en veinticuatro horas debía
embarcarme para Guayaquil o quedar definitivamente presa, opté por
salir.
55 Ludwig, Emil, Bolívar, El caballero de la gloria y de la libertad, Buenos Aires, 1958, p. 227.
Errante, forastera y peregrina
57 Ludwig, Emil, Bolívar, El caballero de la gloria y de la libertad, Buenos Aires, 1958, p. 248.
58 Rumazo González, Alfonso, Manuela Sáenz, Quito, 2003, p. 186.
51
Sin remilgos y con osadía, con acciones que algunas veces lindaban
con lo grotesco, o imaginando ritos de corte carnavalesco y haciendo
uso de toda suerte de argucias, Manuela se permitía poner en
ridículo a la autoridad representada por el General Santander. Como
experimentadas estrategas de guerra, Manuela, Jonatás y Natán
entendieron claramente que en circunstancias adversas el combate
debía tener un carácter más bien simbólico, y así lo hicieron.
El «fusilamiento» de Santander
Apenas este hecho llegó a oídos de Bolívar, se alarmó pues percibía que
se ingresaba a un terreno muy difícil, de incalculables consecuencias.
Era necesario encontrar un camino para frenar a Manuela en sus
ímpetus combativos. Al mismo tiempo, Santander enrojeció de rabia
e impotencia pues de manera picaresca se puso al descubierto las
enormes contradicciones que había entre ambos frentes.
Manuela no estaba hecha para pasar por alto un acto de esa naturaleza.
Actuó con decisión y de manera oportuna. Según describe Salvador
de Madariaga , «La Aurora de Bogotá, un periódico de la época,
62
«Una mujer descocada, que ha seguido siempre los pasos del general
Bolívar, es la que se presenta todos los días en el traje que no le corresponde
a su sexo, y del propio modo hace salir a sus criadas, insultando el decoro,
y haciendo alarde de despreciar las leyes y la moral (...). Esa mujer, cuya
presencia sola forma el proceso de la conducta de Bolívar, ha extendido
su insolencia y su descaro hasta el extremo de salir el día 9 del presente a
vejar al mismo gobierno y a todo el pueblo de Bogotá. En traje de hombre
se presentó en la plaza pública con dos o tres soldados que conserva en
su casa y que paga el Estado, atropelló las guardias que custodiaban el
castillo destinado para los fuegos de la víspera del Corpus, y rastrilló una
pistola que llevaba, declamando contra el Gobierno, contra la libertad y
contra el pueblo (...)».
Dos son los aspectos centrales que puntualiza el periódico y que irritan
especialmente a la sociedad de Bogotá: Por un lado, escandaliza la
manera de vestir de Manuela, su ropa de combate preparada para
cualquier eventualidad. Molestaba porque en el imaginario bogotano
de entonces, la ropa de soldado tenía carácter masculino, pues la
mayoría de mujeres no participaban en combates militares. Por ello
se lee: «en traje que no le corresponde a su sexo» o «en traje de
hombre», impropio para una mujer.
El baile de máscaras
“Horror de los horrores, usted no me escucha, piensa que solo soy mujer.
Pues sepa usted que sí, además de mis celos, mi patriotismo y mi grande
amor por usted, está la vigilia que guardo sobre su persona que me es tan
grata para mi.
63 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 134.
56
Y el Alcalde le replicó:
- Aunque sea usted Santa Manuela. No puede usted entrar aquí con ropas
de hombre.
64 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p. 134.
65 Madariaga, Salvador de, Bolívar, México 1953, pp. 408-409.
57
«Manuela es para mí una mujer muy valiosa, inteligente, llena del arrojo,
que usted y otros se privan en su audacia. No saldrá (ahora menos) de
mi vida por cumplir caprichos mezquinos y regionalistas. La que usted
llama "descocada", tiene en orden riguroso todo el archivo que nadie supo
guardar más que su intención y juicio femeninos.
Pruebas de la lealtad de Manuela se han aparecido en dos ocasiones: el 10
de agosto, en la celebración del aniversario, comprometiendo su dignidad
sólo para hacerme retirar del sitio de mis enemigos y salvar mi vida. ¿Qué
no hubo tal para semejante excusa? Pregunte usted a Don Marcelo Tenorio.
Yo no me fío de las habladurías; ella misma me explicó este suceso, aun
con el temor de que la corriera de Santa Fe.
66 Álvarez Saá, Carlos, Manuela, Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, pp. 135-137.
58
¡Dígame usted! Que por esto pesqué el resfrío; por asistir a una cita. Supe
esta tarde, a las 10, los planes malvados contra su ilustre persona, que
perfeccionan Santander, Córdoba, Crespo, Serena y otros, incluidos seis
ladinos. Incluso acordaron el santo y seña.
67
Manuela»
Al oir el nombre del general Córdoba, Simón Bolívar habría dicho que
se trataba de una infamia, pero su amigo, Pepe Paris, le recomendó
hablar con la señora que brindó esa información.
Fue así, de manera natural, guiada tan solo por su intuición, como
Manuela impidió el asesinato de Simón Bolívar. Una vez recuperado
del sobresalto y ya en funciones él la llamó la «Libertadora del
Libertador», nombre que se mantuvo hasta después de la muerte de
ella.
73
(La insepulta de Paita, Pablo Neruda )
A pesar de las distancias, ella había conservado esa amistad por años.
Ante las amenazas que recibía y la ausencia de Bolívar, le pidió al
General Flores que recomendara su solicitud de ingreso al país para
arreglar asuntos financieros en relación con su herencia de la Hacienda
Catahuango. Flores le escribió al Presidente Rocafuerte, pero no tuvo
éxito; Rocafuerte ratificó su posición respecto a Manuela y la hizo
regresar a Guayaquil para luego desterrarla.
todos los elementos de la pasada revolución; y que solo necesitan una mano
que sepa combinarlos para darles nueva acción; y por el conocimiento
práctico que tengo del carácter, talentos, vicios, ambición y prostitución
de Manuela Sáenz ella es la llamada a reanimar la llama revolucionaria;
en favor de la tranquilidad pública, me he visto en la dura necesidad de
mandarle un edecán para hacerla salir de nuestro territorio, hasta tanto
que la paz esté bien consolidada» .74
74 Villalba F., S. J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, pp. 99-100.
65
75 Aljovín de Losada, Cristóbal, Caudillos y Constituciones, Perú: 1821-1845, Lima, 2000, pp.
56-57.
76 Flores Galindo, Alberto, El militarismo y la dominación británica, Lima, 1979, p. 121.
77 Villanueva Chávez, Elena, La lucha por el poder entre los emigrados peruanos (1836-1839),
en Boletín del Instituto Riva Agüero No. 6, Lima, p. 8.
78 Villanueva Chávez, Elena, La lucha por el poder entre los emigrados peruanos (1836-1839),
en Boletín del Instituto Riva Agüero No. 6, Lima, p. 12.
66
«Si usted me hiciese el favor de hacerle una visita a la señora del general
San Cruz, a mi nombre, se lo estimaré a usted mucho; yo he tenido una
íntima amistad con su esposo desde el año 21, y así todas sus cosas las
siento en el alma» .
81
79 Villalba F., S. J., Jorge, Manuela. Epistolario 1829-1853, Quito, 1986, p. 161.
80 Murray, Pamela, Por Bolívar y la gloria. La asombrosa vida de Manuela Sáenz, Bogotá,
p.185.
81 Villalba F., S. J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, p. 152.
68
«Dejemos cosas ajenas, y ¡basta de Elías! Que me tiene muy picada porque
yo era y seré vivanquista. Usted no ignora el porqué: que por lo demás,
¿qué me importa a mi?» .83
82 Villalba F., S. J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, p. 173.
83 Villalba F., S. J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, p. 168.
69
84 Villalba F., S. J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, p. 115.
85 Villalba F., S. J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, p. 144.
70
Con decisión, Manuela inició una nueva vida con ingresos prove-
nientes de las diferentes ocupaciones que se inventa. Supo aprovechar
y recurrir a todo lo aprendido a lo largo del tiempo, en diversos
espacios, al lado de diferentes personas.
“En 1787, don Antonio Bolaños, quien por entonces era alcalde de los
chocolateros, presentó otro proyecto de ordenanzas para el régimen de
su gremio (…) informando que el grupo estaba tan extenuado que se
hallaba próximo a su ruina. La causa principal era la competencia desleal
de muchos aprendices, que elaboraban en sus casas el chocolate y tenían
vasta clientela, con lo cual causaban perjuicio a las tiendas públicas, que
debían pagar alcabala y una pensión al gremio. Además, muchas personas
vendían por las calles el chocolate a un precio inferior a aquel que se podía
conseguir en las tiendas” .87
Medio siglo más tarde, Manuela había pasado a engrosar las filas de
la producción informal en Paita, aunque observaba con cuidado las
“Dejo ésta aquí, a ver si ocurre algo y pueda ser que después esté mejor
mi humor, pues ahora estoy molesta con las cartas que he leído y voy a
bañarme en el mar, puede ser que tenga la virtud (del) Leteo y me haga
olvidar las molestias de la vida” .
89
A mediados del siglo XIX, no era usual ver a una mujer fumando en
público, menos aún en un pueblo chico como Paita y, sin duda, la
invitación de su cartel no pasaba despercibida. En todos los escritos
sobre Manuela Sáenz se hace referencia no solo al hecho de que fumara,
sino a las diversas formas y modos de fumar. He aquí algunas notas.
“En la mañana llevaba una bata de cama que tenía su atractivo; sus brazos,
generalmente desnudos que se guardaba muy bien de disimular; bordaba
mostrando los más lindos dedos del mundo; hablaba poco; fumaba con
gracia y su manera era modesta." .
90
Del mismo modo, Gabriel García Márquez relata con humor la visita
de Manuela a Simón en Bogotá, donde no convivían bajo el mismo
techo:
“A su discipulo le gustaban mis manos, don Simón. Decía que eran las
más bellas del mundo. Exageraba, claro, mentía por amor...¿Pero a qué
mujer no le gusta que le mientan de ese modo? ¡Ah, Simón, Simón! A él
le encantaba verme fumar, hacer anillos de humo con mis manos”.
“Desde niña fue fumadora y libre y dijo todo lo que pasaba por su hermosa
cabeza. Desde niña hace lo que se le da la gana. (…) Manuela Sáenz jamás
contó con que Bolívar se irritara con su actitud posesiva, y sobre todo, con
las largas bocanadas de puro que se atrevía a lanzar aquel rostro tosijoso.
Nunca nadie había fumado en su presencia. Manuelita sí, mientras discutía
con él contradiciéndole tácticas de guerra. Manuela es Manuela, nadie la
va a cambiar” .
92
Así era Manuela, con la mayor de las gracias podía fumar un puro o
una cachimba de marinero haciendo sus famosos anillos de humo.
“Me gustó mucho lo que dices que has ido a rezar, porque en verdad
debemos tener fé en que estaremos juntos muy pronto” (…) ”Me encanta
que seas piadosa (aunque no lo eres tanto), amén de que te desvives por
los desposeídos” .
94
94 Villalba F., S.J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, p. 102.
95 Villalba F., S.J., Jorge, Manuela Sáenz. Epistolario. 1829-1853, Quito, 1986, p. 129.
78
“Se luchó desde los púlpitos contra una serie de costumbres y la religiosidad
popular de base indígena se sumó al desgobierno religioso y se convirtió
en un espacio de poder religioso semi-autónomo, que muchas veces se
oponía a la jerarquía eclesiástica”.
Añaden:
96 Aldana Rivera, Susana y Diez Hurtado, Alejandro, Balsillas Piajenos y Algodón, Lima, 1994,
pp. 116-117.
79
97 Murray, Pamela, Por Bolívar y la Gloria. La asombrosa vida de Manuela Sáenz, Bogotá,
2010, p. 182.
98 Godos Curay, José Miguel, Prólogo a la obra de teatro de Manuel Dammert, Sobre Manuela
de Payta. Drama en cinco estaciones, mimeo, p. 37.
99 Godos Curay, José Miguel, Prólogo a la obra de teatro de Manuel Dammert, Sobre Manuela
de Payta. p. 37.
100 Vega, Juan José, Manuelita Sáenz en Paita 1835-1856, mimeo, 1967, p. 9.
80
“Fueron tres días muy agitados; hubo peleas en las calles con intervención
de los serenos. El segundo oficial desertó y el capitán reclamó exasperado
protección legal para las pertenencias del barco. Manuela Sáenz, con su
experiencia de cárceles y encarcelamientos, fue invitada a ayudar en la
redacción de los documentos legales por parte de las autoridades locales. A
la temblorosa luz de una vela; con los alados termes describiendo erráticos
círculos en torno a la llama, Manuela fue vertiendo al español el salobre
inglés de los marineros del Acushnet.
«Simón quiso que yo las tuviera, y son mías, muy mías y se irán conmigo
a la tumba. Así lo he dicho muchas veces a tales señores que vienen de
visita, aquí a husmear lo que sé. La historia no se la cuenta ¡se la hace!
Que se vayan al diablo cuando vuelvan»107.
106 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995,
p.33.
107 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995,
p.37.
85
De nariz recta este señor, patillas salvajes y colgándole con el pelo hasta
el cuello, y bigote grueso (como de cosaco), de bonete de paño negro
bordado en flores y cejas espesas al cubrir casi los ojos.
109 Estos versos no corresponden a la Divina Comedia sino a otra obra de Dante: La Vida
Nueva.
110 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, pp.
29-30.
87
111 Palma, Ricardo, Doña Manuela Sáenz (La Libertadora) (1856) en Tradiciones Peruanas
Completas, Madrid, 1952, p. 1105.
112 Palma, Ricardo, La “Protectora” y la “Libertadora” (1821-1824) en Tradiciones Peruanas
Completas, Madrid, 1952, pp. 940-941.
113 Palma, Ricardo, Doña Manuela Sáenz (La Libertadora) (1856) en Tradiciones Peruanas
Completas, Madrid, 1952, p. 1106.
88
Él siempre decía que no quería parecerse al árbol que echa raíces, sino
al agua y al viento. En 1829, se retiró de la docencia y en Azángaro
estableció una fábrica de velas, pero a pedido de la población volvió a
encargarse de la Educación. A la muerte de Simón Bolívar, se trasladó
a Lima y luego a Huacho. En 1833 continuó trabajando en educación
en Concepción, Chile, con Andrés Bello y, después de unos años en
ese país, se trasladó a Ecuador, luego al sur de Colombia, y finalmente
regresó a Perú. Murió en San Nicolás de Amotape en 1854, a los 83
años.
«Muy entrado en años como por los 83, alto pero encorvado, su pelo
blanco como de nieve y con bastón. No demoró mucho porque disque
pendiente de un negocio. Me preguntó cosas que solo él sabía, me enfadé
mucho. Pero luego estuve tranquila y serena, comprendí que este señor
quería revivir esas épocas. Solo pudimos contener el ansia de amistad que
nos unió con el único hombre que verdaderamente valía.
115
Ella lo ve partir y presiente que su amigo no volverá».
114 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p.
34.
115 Orgambide, Pedro, El maestro de Bolívar, Simón Rodríguez, el Utopista, Buenos Aires,
2002, p. 191.
90
«Cuando vimos por última vez a la solitaria Hunilla, pasaba por la ciudad de
Payta, montada en un burrito de pelaje gris. Delante de ella, en los hombros
del animal, miraba el acompasado movimiento de la cruz heráldica de la
bestia» .
117
116 Melville, Herman, Benito Cereno, Bartleby El Escribiente, Las Encantadas, Billy Budd,
Marino, México, 1968, p. 244.
117 Melville, Herman, Benito Cereno, Bartleby el Escribiente, Las Encantadas, Billy Budd,
Marino, México, 1968, p. 260.
91
Y le dice a Manuela:
Tú fuiste la libertad,
libertadora enamorada.
Desde muy temprano, Manuela nos hace conocer a través de sus textos
los caminos y espacios que recorría dándoles vida. Tal vez, la mejor
118 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p.
9.
95
expresión de este gozo por el espacio sea una carta que le escribe a
Simón en julio de 1822, desde “El Garzal”, un fundo cerca de Quito,
donde se cobijaron luego de su primer encuentro.
119 Álvarez Saá, Carlos, Manuela Sáenz. Sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, 1995, p.
68.
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“Estas cartas valen por sí mismas; porque son joyas del estilo epistolar. Al
leerlas, Manuela cobra vida; es como si nos trasladáramos a una tertulia
suya de Paita. La oímos conversar, percibimos las inflexiones de su voz que
alternan de lo pausado y solemne, de lo triste o violento, a lo ingenioso y
pintoresco” .
120
Y así es. En todo momento, en las cartas, Manuela se deja ver como
ella es. Si bien desde muy temprana edad se manifestaba claramente
por la libertad de amar y de ser, en esos otros momentos, en el exilio y
sin recursos económicos reconoce la transcendencia que puede tener
la palabra escrita y manifiesta la imperiosa necesidad de expresarse
para dialogar con un público más grande, a través de la prensa. Si
bien ya lo había hecho en Bolivia, en Paita no le era suficiente escribir,
traducir o corregir, necesitaba imperiosamente la propiedad de un
medio de prensa en el cual ella pudiera expresar libremente sus
opiniones. Esto no era para ella simplemente una utopía o un sueño.
Era una alternativa posible si tenían éxito las gestiones que realizaba
para recuperar la herencia correspondiente a la venta de la Hacienda
Catahuango.
120 Villalba, F., S. J., Jorge, Manuela. Epistolario 1829-1853, Quito, 1986, p. 14.
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“Hoy estoy muy de prisa por unas encomiendas que tengo que mandar a
Lima, y sale el buque” .
122
Aún sin recibir respuesta, Manuela sigue escribiendo una y mil veces
a Juan José Flores sobre el asunto de su herencia, siempre con la mente
puesta en el destino que tendría ese dinero para sus fines periodísticos
y políticos.
121 Villalba, F., S. J., Jorge, Manuela. Epistolario 1829-1853, Quito, 1986, p. 79.
122 Villalba, F., S. J., Jorge, Manuela. Epistolario 1829-1853, Quito, 1986, p. 159.
98
ARANA, Marie, Bolívar, American Liberator, Simon & Schuster, New York,
2013.
GRANDIN, Greg, The Empire of Necessity, Henry Holt and Company, Nueva
York, 2014.
Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón acompañadas de los
Diarios de Quito y Paita así como de otros documentos, Fundación Editorial El
perro y la rana, Caracas, 2009.
MELVILLE, Herman, Billy Budd, Sailor and Other Stories, Bantam Classic,
New York, 2006.
PEREZ, Galo René, Sin temores ni llantos: vida de Manuelita Sáenz, Ediciones
del Banco Central del Ecuador, Quito, 1997.
VEGA, Juan José, Manuelita Sáenz en Paita 1835 – 1856, mimeo, 1967.
editado por
Movimiento Manuela Ramos
y Elefante Azul Ediciones
cuidado editorial
Juan Pablo Murrugarra