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Conexión y despegue rural (2013) - Richard Webb

La explicación más frecuente del atraso rural en el Perú normalmente es


política. La pobreza rural se atribuye, sea a la explotación, sea a la
desatención o “exclusión”. En ambas versiones, la causa de la pobreza sería
humana. La hipótesis de este estudio es que la pobreza rural es también efecto
de una geografía adversa que ha frustrado la comunicación, el acceso al
mercado y la llegada de servicios estatales, y que ambos factores, hombre y
geografía, han confluido para producir el atraso rural. Sucesivos presidentes
han compartido la frustración por las barreras naturales y la visión de una
mayor integración física del país, pero la investigación social ha desestimado el
tema geográfico y más bien ha destacado la reforma política como camino
principal para luchar contra la pobreza. De esta manera, mientras muchos
analistas explican la pobreza rural por razones culturales y por la existencia
estructural de dominantes y dominados, Webb encuentra que la causa es
fundamentalmente la falta de conectividad, es decir, la dificultad de entrada y
salida de bienes, servicios e información, encuentra que esta conexión y las
oportunidades que ella trae, han crecido inmensamente.

Así, además de la llegada de la telefonía y la energía eléctrica, señala que


entre el 2001 y el 2010 se construyó un número récord de kilómetros de
carreteras rurales. Esto disminuye a la mitad el tiempo de transporte de los
productos rurales a los grandes mercados. Con ello suben los ingresos de los
pequeños productores agrícolas y el salario de sus trabajadores, y se
incrementa su productividad, ya que tienen posibilidad de comprar máquinas y
semillas. Y también sube su bienestar, pues van y vienen fácilmente a sus
parcelas, mientras sus familias viven en las ciudades, con acceso a escuelas y
postas médicas. Entonces, contra la tendencia histórica, Webb muestra que
hoy los pueblos chicos crecen más rápido que los medianos, y estos a su vez
más que los grandes. Y añadiendo la evidencia de otros estudios, de que las
grandes ciudades de provincia han crecido más que Lima, vemos entonces que
todo el mapa económico del Perú está cambiando para bien. Tanto como
interesan los resultados, también llaman la atención los métodos usados, pues
esta investigación combina análisis de la data del INEI con encuestas y visitas
a cientos de poblados. Se logra así una imagen desprejuiciada de su realidad,
de este modo, en contraste con aquellos investigadores que minimizan el nivel
de riqueza de las zonas rurales, pues clasifican sus niveles socioeconómicos
usando los mismos criterios de las zonas urbanas (posesión de artefactos
eléctricos, entre otros), Webb logra mediante la observación entender
crecimientos que las estadísticas esconden. Al contarnos que en algunas ferias
rurales se venden libros de gestión empresarial y que un mercado rural se
denomina Gamarrita, nos dice que ese crecimiento tiene más potencial que el
que muestran las tendencias de ingreso. Gran esfuerzo y tremendo hallazgo.
Mucho se habla del crecimiento peruano debido a las exportaciones y poco se
dice de la inmensa influencia del crecimiento de la producción y el consumo
interno. Hoy esta investigación nos muestra que ese cambio es más profundo
todavía, pues va más allá de las ciudades grandes o medianas de provincias, e
incluye a las zonas rurales. Y de paso nos dice que la mejor inversión que
pueden hacer los gobiernos hoy es en conectividad para los ciudadanos.

Para identificar el impacto empobrecedor de la distancia y la desconexión, es


necesario tener en cuenta que la pobreza rural es el resultado de un conjunto
de variables y mecanismos. La educación, la salud, el capital social, las
instituciones, la tecnología, la tenencia de capital productivo privado en la forma
de tierras, ganado, implementos y maquinarias, la infraestructura y los
servicios públicos impactan sobre la productividad, y por consiguiente, sobre
los niveles de ingresos. El estudio se ha enfocado en una de esas variables, el
efecto de la distancia, variable relativamente poco estudiada, sin pretender ser
una evaluación comprensiva del proceso completo de determinación de la
pobreza rural. Sin embargo, es evidente que gran parte del impacto de la
distancia se produce en forma indirecta, a través de la intervención de otras
variables. El acceso a la educación, por ejemplo, es notoriamente desigual
entre un barrio urbano y un caserío serrano o en plena selva.

Los principales hallazgos empíricos de esta investigación son, primero, la


aceleración sustancial en el crecimiento productivo del sector rural; y, segundo,
una reducción significativa en el grado de desconexión que padece esa
población. Cada uno de esos cambios se produce a partir de la década de los
noventa, y su magnitud no tiene precedentes en la historia peruana.
Conjuntamente, ambos fenómenos constituyen una transformación de la
economía rural peruana. La coincidencia sugiere causalidad, y corresponde
con la expectativa sustentada por las teorías del crecimiento endógeno y de la
aglomeración poblacional. Coincide además con evidencia empírica del efecto
positivo que produce la mayor conectividad, obtenida en el Perú y en otros
países.

Creo yo que hay investigaciones fundacionales que marcan un camino nuevo


para la ciencia y para la sociedad y esta es una de ellas, pues dentro de poco
será natural hablar sobre “las tremendas oportunidades de crecimiento e
inversión en las zonas rurales”. No hay que olvidar entonces que antes de este
libro nadie siquiera lo imaginaba.

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