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De Tales de Mileto a Aristóteles

La filosofía es un modo de pensamiento reflexivo que, a diferencia de un pensamiento


calculativo o meramente receptivo (como el quehacer de las distintas ciencias), busca dar
cuenta (mediante la interpretación, el razonamiento, la argumentación y la crítica) de una
visión global de la realidad. Este modo de pensamiento nace donde ya no son suficientes las
explicaciones míticas o religiosas del mundo (sin desacreditar abruptamente la elaboración
intelectual e interrogativa de éstas, apoyadas esencialmente en la fe (religión) y en el peso de
la tradición que interpreta la realidad a través de narraciones fantásticas (mito)). Nace allí
donde el razonar cuidadoso, profundo y constante desplaza todo conocimiento débil para
reemplazarlo por argumentaciones y conceptualizaciones generales, esenciales y verdaderas
que produce el insistente y necio preguntar en que consiste la filosofía. Si bien se detiene,
también, en cuestiones culturales, sociales, políticas, lingüísticas, éticas, religiosas y demás
dimensiones que abarcan al hombre de una sociedad particular, su objetivo primordial es
comprender y explicar las razones fundamentales que determinan ese mundo o sociedad en
que se desenvuelve cada ser humano. En otras palabras, busca determinar el principio o
fundamento (arjé) que subyace a toda la realidad, pese a que esta búsqueda no sea el fin
primordial de todas las corrientes filosóficas de la historia de la filosofía, pero sí, al menos,
dicha pregunta se mantiene, implícita o explícitamente, en la filosofía Antigua, Medieval,
Moderna e incluso contemporánea. Así, mediante el ejercicio filosófico, se busca reflexionar
y comprender el mundo en general, el mundo de los otros y el mundo espiritual propios de la
persona, dándole un sentido a su existencia y guiando el hilo conductor de su ser, deber y
hacer.
Ahora bien, habíamos dicho que ese modo de pensamiento reflexivo llamado Filosofía nace
en Grecia en el siglo VI a.C y que su sentido literal (φιλος (philos:amor) y σοφóς
(sophos:sabiduría)) significaba “amor a la sabiduría”. El amor al saber se caracteriza por un
deseo de saber, de estar en el saber, en la verdad. Esta búsqueda de la verdad consistió, en
un primer momento, en encontrar o determinar racionalmente el principio o fundamento
material que sostenía al mundo en su totalidad. ¿Cuál era ese principio o fundamento de la
realidad del ser humano? Las respuestas a estas preguntas fueron múltiples y diversas, de
acuerdo a cada filósofo, escuela o grupo de filósofos que se encaminaron a responderlas. A
esos primeros pensadores los conocemos como filósofos presocráticos (por nacer antes de un
pensador muy importante para la filosofía occidental llamado Sócrates) y entre ellos
encontramos a Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Parménides, Pitágoras, Heráclito,
Demócrito, entre otros.
Por otro lado, a esos primeros filósofos se los conoce también como filósofos de la naturaleza,
no porque en contraposición a aquellos que estudian al ser humano dentro de una sociedad
urbanamente industrializada, ellos se dedicaran a estudiar la naturaleza aún no manipulada
por el ser humano (plantas, árboles, animales, etc.). Para los filósofos griegos, la naturaleza
no es aquello que se contrapone a una sociedad civilizada. La naturaleza, que en griego se
escribe como Φυσις, se entiende como physis, es decir, como mundo físico, como aquel
mundo material, sensible, y palpable que nos rodea y que, por ser tangible, puede conocerse
a través de los sentidos. Así, son llamados filósofos de la naturaleza porque la respuesta que
dieron acerca de ese principio o fundamento de la realidad lo basaron en elementos que ya
existen en la naturaleza, en el mundo físico, tales como el agua, el aire, el fuego, la tierra,
entre otros. No obstante, no todos los filósofos presocráticos consideran que el principio
material de la realidad sea alguno de esos elementos, y en ese sentido sus teorías se
contraponen o van más allá de lo que dijo el anterior, sin que ello signifique que cada
pensamiento sea necesariamente falso o no tenga validez. Veamos con más detalle los
planteamientos de estos filósofos presocráticos o filósofos de la naturaleza.
Se dice que el primer filósofo de la cultura occidental fue Tales de Mileto, por alejarse de la
visión mitológica de la realidad y dar una explicación a través del pensamiento reflexivo o
racional acerca del principio o fundamento de la realidad. Para él, dicho principio natural era
el agua, elemento que todos encontramos en la naturaleza, en el mundo físico. Su tesis afirma
que “todo es agua”, y esto significaba, por un lado, que el agua es el elemento fundamental
de toda la realidad y, por otro, que todas las cosas (no sólo el mar, los ríos, los lagos, etc.)
estaban constituidos por agua. Ni siquiera decía que sólo las cosas del planeta tierra eran agua,
sino todo aquello que pueda encontrarse en el universo en general. Las razones que dio para
esto se basan en el hecho de que Tales observó el universo como un organismo vivo y, por
ende, para que algo se mantenga vivo, necesita de la humedad y la vitalidad que proporciona
un elemento tan esencial como el agua. El agua está en todas partes no porque estemos
flotando siempre sobre un mar de agua (como sucede en un día de tormentas y lluvias en
Bogotá). El agua está en todas partes y constituye a todas las cosas porque gracias a los
múltiples estados que adopta (líquido, sólido y gaseoso) otorga la humedad necesaria para
que las cosas y la realidad en general se mantengan vivas.
Otro pensador importante que consideró que el principio o fundamento de la realidad
provenía de un elemento existente en la naturaleza fue Anaxímenes. Para este pensador, el
aire es aquel principio que constituye y atraviesa a todas las cosas. Así, basándose en el
fenómeno de la respiración, considera que no sólo los seres vivos, sino que todas las cosas
necesitan del aire para crearse y subsistir. Por ende, a diferencia de Tales de Mileto,
Anaxímenes afirmó que del aire se crean todas las cosas y por ende todas están constituidas
por aire, e incluso que todo es aire, pese a que veamos distintas cosas u objetos que al parecer
no lo son. ¿Cómo llegan a crearse las demás cosas a partir del aire? Anaxímenes nos habla de
dos nociones importante en ese proceso: condensación y la rarefacción. En primer lugar, si el
aire se condensa, dice, se forman los vientos; si los vientos se condensan más se forman las
nubes; si las nubes se condensan forman el agua; si el agua se condensa se forman los hielos;
si los hielos se condensan se forma la tierra y si la tierra se condensa se forman las piedras o
rocas. En segundo lugar, si el aire se rarifica sufre un proceso contrario al de condensación y
se dilata o evapora tanto que gracias a ello puede crearse el fuego. Todos estos productos de
la condensación y la rarefacción son, en últimas, aire, y son los básicos que dichos procesos
crean. Las demás cosas u objetos se crean por combinación de esos productos básicos
llegando a formar cuerpos concretos como los árboles, los animales, los seres humanos, etc.
Otro filósofo que vivió en la época de Tales y Anaxímenes fue Anaximandro. Para éste, la
realidad ya no estaba compuesta por un principio o elemento fundamental de la naturaleza.
Consideraba que los elementos de la naturaleza existen (agua, tierra, aire y fuego), pero que
ninguno de ellos llegaba a ser el principio o fundamento de todas las cosas. Las razones por
las cuales afirmó eso son las siguientes: si el agua existiera como principio o fundamento
estaría en todas partes y, por ser un elemento contrario al fuego, no dejaría que éste exista;
pero vemos que el fuego existe, por tanto el agua no puede estar en todos lados. Un elemento
desplazaría al otro y viceversa. ¿Cuál es entonces el principio o arjé para Anaximandro? Él dice
que ninguno de esos elementos, pese a que existan en el mundo físico. Para Anaximandro, el
principio o rajé es algo indeterminado, porque no se reduce a ninguno de esos elementos, y
sin embargo existe tal principio, al cual llamó Ápeiron. El ápeiron, pese a ser un elemento
material indeterminado, no es una nada, sino que es la causa y principio de todos los demás
seres, ya que los crea y los constituye.
Por otro lado, dentro de los filósofos presocráticos encontramos a Parménides. Este filósofo
ya no basó su principio fundamental en algún elemento de la naturaleza, sino que concibió su
explicación filosófica de la realidad de un modo distinto. Ya no afirmaba que la realidad fuera
agua, aire, fuego o tierra, sino que la realidad “es”. En otras palabras, su tesis central afirma
que “todo es”. De esta afirmación se desprenden otras tales como: 1. Si todo es, la nada no
existe. 2. De la nada no surge nada. 2. Una cosa que ya es, no puede provenir de algo que no
era ni tampoco transformarse en algo que ya no es. Por tanto, 4. No existe el movimiento ni
el cambio en la realidad. El ser es, por ende, estático, inmóvil, inmutable, eterno, indivisible,
único. Pero, ¿cómo es posible que el movimiento y el cambio no existan si vemos todos los
días que las cosas cambian y se mueven? Parménides responde a estos afirmando que si
observamos el cambio y el movimiento es porque nuestros sentidos nos engañan y que lo
único que puede captar la verdad del ser es el pensamiento racional. El pensamiento capta lo
que es, mientras que los sentidos captan la apariencia, lo cambiante, lo móvil, lo mutable.
En contraposición a Parménides encontramos a Heráclito, otro filósofo presocrático que
también postuló una tesis acerca de la realidad. Heráclito negó la tesis de Parménides, ya que,
para él, la realidad no es algo estático, inmóvil y constante, sino que está en continuo cambio
y devenir. La tesis de Heráclito afirma que “todo fluye”, es decir, que todo cambia, se
transforma, se mueve en el tiempo y que, por tanto, nada permanece como es, sino que todo
está siendo en un constante devenir y movimiento a través del tiempo. Su frase célebre afirma
que “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”…y su celebridad consiste no porque
afirme una vulgaridad que todo el mundo anuncia, sino por contener una profunda verdad
filosófica acerca de la realidad. no sólo las aguas cambian en el devenir constante de su
recorrido, sino que quien se baña en esas aguas, es decir, quien hace parte del devenir de la
realidad, también cambia, nunca permanece, sino que está siendo en el recorrido de su
tiempo, de su vida. En otras palabras, el movimiento y el cambio son rasgos esenciales de la
realidad y ello hace que las cosas estén siendo, cambiando, fluyendo, transformándose
constantemente. Ahora bien, Heráclito comparaba esta fluidez y movimiento de las cosas con
el fuego, ya que este elemento es algo inconstante, cambiante, fluye y no permanece en un
punto fijo, sino que se modifica y también modifica a las demás cosas. La realidad se compara
con el fuego porque al igual que éste, aquella es algo en constante movimiento y devenir.
Otro filósofo importante de la antigüedad fue Pitágoras. Su tesis fundamental afirma que
“todo es número” o que la realidad está compuesta por números. Esto no significa que los
diferentes números estuvieran flotando o moviéndose en todos los espacios de la realidad.
Por el contrario, en tanto que Pitágoras veía que existía un orden y armonía entre todos los
entes u objetos existentes en la realidad, afirmar que todo es número significa afirmar que la
realidad es matematizable, calculable, reducible o subsumible a leyes físicas, geométricas y
matemáticas. Si no existiera un orden o armonía en la realidad, no existirían las leyes físicas,
matemáticas o geométricas. Esa determinación de las leyes físicas, matemáticas y geométricas
sólo puede hacerse mediante un pensamiento calculativo, exacto y demostrable que
caracteriza a muchas ciencias (como las Matemáticas y la Física).
Otro filósofo que se atrevió a postular una tesis general acerca de la realidad fue Demócrito.
Este pensador fundó la escuela atomista en la cual se afirmaba que la realidad está compuesta
por átomos, movimiento y vacío. La explicación es la siguiente: En un principio el universo era
una materia compacta como una piedra. Gracias al vacío y al movimiento esa materia
compacta se disgrega o se fragmenta tanto que llegan a crearse los átomos, que son partículas
infinitamente pequeñas e indivisibles. Estos se encuentran en constante movimiento en el
vacío y gracias a ese movimiento llegan a estrellarse o chocarse entre sí llegando a crear
cúmulos de materia o moléculas que forman los distintos cuerpos particulares y materiales,
como las estrellas, planetas, árboles, animales, incluidos a los seres humanos.
Ahora bien, hasta aquí se ha hablado de algunos filósofos presocráticos, es decir, anteriores a
Sócrates. Pero, ¿quién es Sócrates en cuanto tal? Sócrates fue un filósofo griego que nació en
el siglo IV a. C. Fue un filósofo importante por cuanto influyó de manera fundamental en el
quehacer de la Filosofía como una indagación constante de la realidad, pese a que nunca
escribió nada. A Sócrates no le interesaba, a diferencia de algunos de sus predecesores,
encontrar un elemento natural que fuera principio o fundamento de toda la realidad. Su
pensamiento filosófico no se dirigía hacia la realidad exterior, sino que se enfocaba, más bien,
en una búsqueda de la realidad humana. Su máxima fundamental afirma “conócete a ti
mismo” y esto implicaba no sólo conocer los caprichos e intereses personales de cada persona,
sino en aclarar mediante el pensamiento racional aquellos rasgos fundamentales que
constituyen a los seres humanos, como el habla, el pensamiento, el lenguaje, la razón, la
virtud, la justicia, el amor, la libertad, etc. Esta indagación conceptual de esos rasgos Sócrates
la llevaba a cabo mediante un método denominado la “mayéutica”, que consistía en entrar en
diálogo con alguien y, mediante preguntas y respuestas, quebrantar los prejuicios u opiniones
personales de las personas que obstaculizan un conocimiento verdadero de las cosas. La
mayéutica consiste entonces en sacar a la luz definiciones universales sobre ciertas cosas (el
amor, la justicia, la felicidad, la libertad, etc.), dejando de lado definiciones particulares o
relativas a cada persona.
Ahora bien, como sucesor de Sócrates encontramos a Platón, quien recogió y plasmó en libros
llamados los diálogos socráticos lo que escuchó de su maestro Sócrates. Sin embargo, Platón
no sólo se queda con lo que afirmaba Sócrates, sino que amplió su pensamiento y fue más allá
de éste. Platón pensó que si llegamos a tener nociones a medias acerca de las cosas (como las
opiniones personales acerca de qué es el amor, la felicidad, etc.) y también definiciones
universales acerca de las mismas, es porque existe un mundo que está más allá de nuestra
realidad inmediata en la que giran nuestros intereses u opiniones personales. Así, para Platón
existirían dos mundos: el mundo sensible, material o físico y el mundo insensible, intangible,
inmaterial e ideal o inteligible. El mundo físico es aquel mundo que percibimos a través de los
sentidos, aquel mundo que vemos, oímos, olemos, sentimos, degustamos, y que constituye el
campo de acción de nuestra realidad inmediata. Este mundo físico, afirma Platón, por ser
cambiante, material, finito y móvil, es sólo una apariencia que no contiene en sí ninguna
verdad absoluta. Este mundo físico puede engañarme por estar en continuo movimiento. No
obstante, el mundo inmaterial, ideal o inteligible se contrapone al mundo sensible o físico. El
mundo inmaterial no es algo que palpemos o percibamos a través de los sentidos, sino algo
que se llega a determinar mediante el pensamiento racional del ser humano. La verdad de la
realidad está en ese mundo porque no cambia, no se modifica, no es temporal y finito, sino
eterno e inmutable. El mundo ideal sería entonces el fundamento o principio que crea y
sostiene a todas las cosas de la realidad, sin sufrir ningún cambio en sí mismo. Por otro lado,
Platón afirma que el ser humano es un ser dual, es decir, un ser compuesto por alma y cuerpo.
El cuerpo pertenece al mundo sensible, por tanto cambia, se modifica es finito y no contiene
la verdad absoluta de la realidad. Mientras que el alma es una entidad inmaterial que: 1. Está
presa del cuerpo pese a ser inmaterial. 2. Contiene las ideas que constituyen al mundo
inteligible. 3. Es inmaterial, eterna e inmutable. Ahora bien, si la verdad está contenida en el
alma, ya que ésta contiene las ideas, para llegar al conocimiento de esa verdad se necesita
que el ser humano recuerde aquellas ideas que el alma olvidó al encarnarse en un cuerpo.
Entonces, el conocimiento consiste, para Platón, en una reminiscencia o recuerdo que hace el
alma acerca de los conceptos o ideas universales que olvidó al encarnarse en un cuerpo. En
eso consiste la indagación filosófica que se había inaugurado con Sócrates a través del diálogo.
La mayéutica, como método de la indagación filosófica, consiste justamente en despejar las
opiniones o intereses personales que obnubilan, ciegan u oscurecen el mundo de las ideas, de
los conceptos universales. Los diálogos platónicos están escritos así (en forma de diálogos)
justamente porque la filosofía consiste en ese preguntar insistentemente acerca de algo para
llegar a nociones o conceptos universales.
Por último, como sucesor de Platón encontramos a Aristóteles. Este filósofo fue alumno de
Platón pero no siguió sus teorías sino que se separó y se contrapuso a ellas. Para Aristóteles,
Platón se equivocó al afirmar que la realidad está dividida en mundo sensible e inteligible o
de las ideas. Para Aristóteles, sólo existe el mundo material, el mundo de la naturaleza, de la
physis y sólo tenemos noticias de ese mundo. Lo que llegamos a conocer es, entonces, lo que
nos aporta el mundo físico, material o natural. Ahora bien, tampoco Aristóteles está de
acuerdo en que el ser humano esté compuesto por alma y cuerpo y que estos sean separables
entre sí. Por el contrario, para Aristóteles el alma y el cuerpo forman una unidad que no puede
separarse, y por ende el alma no está presa o encerrada en un cuerpo, sino que forman una
unidad o complemento. Así, el alma tampoco contiene la verdad en forma de ideas, sino que
la verdad se forma a partir de la experiencia o contacto con el mundo sensible o natural, que
es el único que tenemos, según Aristóteles. Por ende, el conocimiento no consiste en recordar,
sino que empieza con la experiencia y sólo a través de la información que nos aporta esa
experiencia con el mundo físico podemos llegar a crear conceptos universales sobre las cosas.

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