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RUT se arrodilla junto al montón de cebada que ha recogido
durante el día. Ya está cayendo la noche sobre los campos, y
muchos trabajadores se ponen en camino hacia la entrada de la
pequeña ciudad de Belén, enclavada en una cordillera cercana.
Seguro que Rut se siente adolorida después de este largo día de
trabajo, pues casi no ha parado desde la mañana. Pero su
jornada aún no ha terminado. Ahora se pone a golpear la cebada
con una vara para desgranarla. A pesar de todo, le ha ido mejor
de lo que esperaba.
¿Están por fin mejorando las cosas para esta joven viuda? Rut
siente cariño por Noemí, su suegra, y le ha prometido quedarse
con ella y hacer de Jehová, el Dios de Noemí, su propio Dios. Las
dos viudas llegaron a Belén procedentes de Moab, la tierra de
Rut, y ella ha visto que la ley de Jehová contiene disposiciones
prácticas que dignifican a los pobres de Israel, y también a los
extranjeros.* Ahora se percata de que en el pueblo de Jehová,
Rut en la era
Al atardecer, Rut se va a la era, un espacio llano, de tierra firme,
al que varios agricultores llevan su mies para trillarla y aventarla.
Normalmente se escogía un lugar que estuviera en la ladera o la
cima de un monte, donde las brisas soplaran con fuerza al
atardecer. A fin de separar el grano de la paja y el tamo, se
utilizaba un bieldo o una gran pala para echar la mies al viento,
que se llevaba el tamo y la paja. Al ser más pesados, los granos
caían de nuevo en la era.
Rut contempla con discreción cómo los aventadores terminan
poco a poco su trabajo conforme va anocheciendo. Boaz ha
estado supervisando el aventado de su mies, y ya ha juntado una
gran cantidad de cereal. Come con ganas y luego se acuesta al
lado de su montón de grano. Posiblemente esa era una práctica
común en aquella época para proteger la preciada cosecha de
ladrones y merodeadores. Cuando Rut ve que Boaz se acuesta,
sabe que ha llegado la hora de llevar a cabo el plan de Noemí.
Con el corazón acelerado, Rut se le acerca sigilosa y al constatar
que está profundamente dormido, sigue las instrucciones de
Noemí: le destapa los pies, se acuesta allí y espera. Pasa el
tiempo, que para Rut debe ser como una eternidad. Entonces, a
medianoche, Boaz empieza a moverse. Temblando de frío se
incorpora, probablemente para cubrirse de nuevo los pies. Pero
nota que hay alguien. El relato bíblico lo expresa así: “¡Mire!, ¡una
mujer acostada a sus pies!” (Rut 3:8).
“¿Quién eres?”, pregunta él. Ella responde, tal vez con voz
temblorosa: “Soy Rut tu esclava, y tienes que extender tu falda
sobre tu esclava, porque tú eres un recomprador” (Rut 3:9).
Algunos comentaristas modernos han tratado de insinuar que las
acciones y las palabras de Rut tenían cierto trasfondo sexual,
pero pasan por alto dos detalles. En primer lugar, Rut estaba
siguiendo las costumbres de la época, muchas de las cuales
no se entienden hoy día. Así que sería un error juzgar sus actos
según las bajas normas morales y la mentalidad retorcida propias
de estos tiempos. En segundo lugar, la reacción de Boaz indica
que, a sus ojos, la conducta de Rut era moralmente casta y muy
encomiable.