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Jorge Sierra
Primera aproximación
En términos generales, fe y razón son las dos fuentes de autoridad en las que las creencias
pueden fundamentarse. Por razón se entiende los principios para una investigación
metodológica, ya sea intelectual, moral, estética o religiosa. Así, no se trata simplemente
de las reglas de inferencia lógica o la sabiduría encarnada de una tradición o autoridad.
Una vez que ha sido demostrada, una proposición o afirmación, se entiende que hay una
justificación para considerarla verdadera. La fe, por el contrario, implica una postura hacia
alguna afirmación que no es, al menos actualmente, demostrable por la razón. Así, la fe es
una especie de actitud de confianza o aprobación. Como tal, es normalmente entendida
como implicando un acto de voluntad o un compromiso por parte del creyente. La fe
religiosa consiste en la creencia que involucra algún tipo de referencia implícita o explícita
a una fuente trascendente. El fundamento de la fe de una persona, por lo general, se
entiende que proviene de la autoridad de la revelación. La revelación es de dos tipos:
directa, esto es, a través de algún tipo de infusión. O indirecta, esto es, a través del
testimonio de otros. El impulso básico para el problema de la fe y la razón viene del hecho
de que la revelación o una serie de revelaciones, sobre las que se basan la mayoría de las
religiones, describen e interpretan declaraciones sagradas, ya sea en una tradición oral o
en escritos canónicos, con el respaldo de algún tipo de autoridad divina. Estos escritos o
tradiciones orales suelen presentarse en las formas literarias de la narración, parábola, o el
discurso. Como tales, son en cierta medida inmunes a la crítica y a la evaluación
racionales. De hecho, incluso el intento de verificar las creencias religiosas racionalmente
puede ser visto como un tipo de error categorial. Sin embargo, la mayoría de las
tradiciones religiosas permiten, e incluso, alientan algún tipo de examen racional de sus
creencias.
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tres subdivisiones. En primer lugar, se puede sostener la fe es trans-racional, en la medida
en que es mayor que la razón. Esta última estrategia ha sido empleada por algunos
existencialistas cristianos. La razón sólo puede reconstruir lo que ya está implícita en la fe
o la práctica religiosas. En segundo lugar, se puede sostener que la creencia religiosa es
irracional, por lo tanto, no está sujeta a evaluación racional en absoluto. Esta es la posición
adoptada normalmente por aquellos que adoptan la teología negativa, el método que
afirma que todas las especulaciones acerca de Dios sólo se puede establecer lo que Dios no
es más bien que lo que Dios es. Esta última subdivisión también incluye las teorías de la
creencia que afirman que el lenguaje religioso es sólo de naturaleza metafórica. Esta y
otras formas de irracionalismo resultan en lo que se considera normalmente fideísmo: la
convicción de que la fe no debe ser sometida a cualquier aclaración o justificación racional.
(C) El modelo compatibilista débil. Aquí se entiende que es posible el diálogo entre la razón y
la fe, aunque ambos mantienen ámbitos distintos de evaluación y de persuasión. Por
ejemplo, la fe depende de los milagros, mientras la razón involucra al método científico y
corroboración de hipótesis
(D) El modelo compatibilista fuerte. Aquí se entiende que la fe y la razón tienen una conexión
orgánica, y tal vez, incluso de paridad. Una forma típica de compatibilismo fuerte se le
conoce como teología natural. Los artículos de la fe se pueden demostrar por medio de la
razón, ya sea por deducción (a partir de premisas teológicas ampliamente compartidas) o
inducción (a partir de experiencias comunes). Se puede tomar una de dos formas: o bien
comienza con afirmaciones científicas justificadas y completa con afirmaciones teológicas
válidas no disponibles para la ciencia, o se comienza con afirmaciones típicas dentro de
una tradición teológica y se las refina mediante el pensamiento científico. Un ejemplo del
primer caso sería la prueba cosmológica de la existencia de Dios, un ejemplo de esto
último sería el argumento de que la ciencia no sería posible a menos que la bondad de
Dios se aseguró de que el mundo es inteligible. Muchos, pero ciertamente no todos,
romanos filósofos y teólogos católicos sostienen la posibilidad de la teología natural.
Algunos teólogos naturales han tratado de unir la fe y la razón en un sistema metafísico
integral. El modelo compatibilista fuerte, sin embargo, debe explicar por qué Dios eligió
revelarse , ya que tenemos el acceso a él a través de la razón.
Segunda aproximación
El problema de la relación entre fe y razón o entre razón y revelación se ilustra bien en el
siguiente texto de Gilson:
Puesto que Dios nos ha hablado, ya no nos es necesario pensar. Lo único que
importa para cada uno de nosotros es alcanzar su propia salvación. Ahora bien,
todo cuanto necesitamos saber en orden a poder alcanzarla se halla allí escrito en
la Sagradas Escrituras. Déjesenos, por lo tanto, leer la ley divina, meditar sobre
ella, vivir de acuerdo con sus preceptos y nada más nos será necesario, ni aún la
filosofía.
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Si la revelación nos da toda la verdad, sólo basta creer para conocer la verdad y la razón
no puede darnos esa verdad (fideísmo). Pero si se acepta que la razón es la fuente de la
verdad, no es posible lograrla por medio de la revelación (racionalismo). Aunque es
posible creer por fe, es mejor entender para creer, es decir, es posible dar argumentos
racionales a favor de los dogmas de la fe (compatibilidad entre razón y revelación).
Las tres religiones monoteístas del mundo más importantes son el cristianismo, el
judaísmo y islamismo. Las tres creen que Dios es un ser eterno, infinito y no creado que ha
hecho el universo y todo lo que existe dentro de él. Además este Dios se concibe como
una persona, no como una cosa que, como un padre, recompensa y castiga a sus hijos en
esta vida o en la otra o en ambas.
Las tres religiones mencionadas sostienen que Dios se ha revelado a ciertos seres
humanos. Por ejemplo, las tres creen que Dios se reveló a Moisés en el monte Sinaí para
darle a conocer los diez mandamientos. En otras ocasiones, los creyentes han dicho que
Dios se les ha revelado a través de sueños, visiones místicas, voces interiores y otra serie
de experiencias inexplicables y milagrosas.
Pero ¿de todo lo anterior podríamos concluir que Dios existe? ¿Es suficiente con que
alguien diga que Dios se le reveló a través de una visión para demostrar que Dios existe?
Parece que no. Pues de la misma forma que a veces soñamos o tenemos visiones de cosas
que no existen, por ejemplo de unicornios y duendes, es posible que tales experiencias
acerca de Dios también estén equivocadas. Por eso para muchos pensadores creer que
Dios existe sobre la base de una revelación no es una prueba segura de su existencia. De
ahí que se considere que este es el argumento más débil para demostrar la existencia de
Dios. Pero esto no niega que varias personas tengan estas experiencias extraordinarias,
simplemente se afirma que tales sucesos pueden tener otra explicación. En resumen, valga
la cita de Mill:
Supongamos que las opiniones atacadas son la creencia en Dios y en una vida
futura o cualquiera otra de las doctrinas de moral generalmente aceptadas. Librar
batallas en este terreno será conceder gran ventaja a un adversario de mala fe, ya
que él dirá seguramente (y aún muchas personas que no deseen obrar de mala fe
lo pensarán también): ¿son éstas las doctrinas que usted no estima como suficien-
temente ciertas ni dignas de ser puestas al amparo de la ley? ¿Es la creencia en
Dios una de esas opiniones de las que, según usted, el estar seguros supone una
presunción de infalibilidad? Sin embargo, pido que se me permita hacer notar
que, sentirse seguro de una doctrina, cualquiera que ella sea, no es lo que yo
llamo pretensión de infalibilidad. Entiendo por infalibilidad el tratar de decidir
para los demás una cuestión, sin que se les permita escuchar lo que se pueda decir
en contra. Y yo denuncio y repruebo esta pretensión, aunque pudiera servirme
para sostener mis convicciones más solemnes. Por muy positiva que sea la
persuasión de una persona no sólo de la falsedad, sino de las consecuencias
perniciosas de una opinión, y no solamente de las consecuencias perniciosas, sino
—por emplear expresiones que yo condeno por completo— de la inmoralidad y
de la impiedad de una opinión, si a consecuencia de este juicio privado —e
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incluso en el caso de que este juicio estuviera respaldado por el juicio público de
su país o de sus contemporáneos— se impide que esta opinión se defienda, quien
así obre, al hacerlo, afirma su propia infalibilidad. Y esta afirmación está lejos de
ser menos peligrosa o menos reprehensible, porque la opinión se llame inmoral o
impía: bien al contrario, de todos los casos posibles es el que hace a la opinión
más fatal.
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es necesario demostrar que las opiniones contrarias están equivocadas. Esto ayuda a
comprender de manera más profunda la verdad de lo que creemos. La libre discusión no
permite que las verdades se conviertan en dogmas.