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LA INSTITUCIÓN DEL MATRIMONIO

Génesis 2:15-25

INTRODUCCIÓN:
Esta nueva serie, responde a la temática que nos vincula en el
programa “JUNTOS Y EN ARMONÍA PARA LA GLORIA DE DIOS”.
Donde estamos compartiendo temas bíblicos de interés actual;
procurando dar una respuesta a los conflictos éticos que vivimos
en nuestra sociedad.
El matrimonio es una institución sagrada, creada por Dios mismo.
En la ética de la Iglesia de Dios, se enseña que: “El matrimonio es
ordenado por Dios, donde un hombre y una mujer se unen
espiritualmente como una sola carne (Gén. 2:24; Mar. 10:7). Por
su carácter divino, el matrimonio es un compromiso para toda la
vida y la fornicación es la única concesión bíblica para el divorcio
(Mat. 5:32; 19:9). La Biblia estrictamente prohíbe la relación
sexual, ya sea antes del matrimonio o con otra persona que no
sea el cónyuge (Éx. 20:14; 1 Cor. 6:15-18). Para alcanzar la
santidad en el matrimonio, los cónyuges deben esforzarse por
mantener una relación placentera, armoniosa y santa. Si
ocurriera un divorcio, la iglesia debe estar presta a brindarle su
amor, comprensión y orientación a los afectados. Las segundas
nupcias de personas divorciadas podrán realizarse únicamente
después de un entendimiento y sometimiento pleno a las
instrucciones bíblicas relacionadas con este asunto (Mat. 19:7-9;
Mar. 10:2-12; Luc. 16:18; Rom. 7:2-3; 1 Cor. 7:2, 10-11). Si un cristiano
desea permanecer soltero, su decisión debe ser respetada y vista
como una alternativa bíblica (1 Cor. 7:8, 32-34).”
El tema del matrimonio es muy amplio. Aprendamos que DIOS
INSTITUYÓ EL MATRIMONIO PARA CUMPLIR NUESTRO PROPÓSITO.
En este mensaje se analizan algunas bases teológicas sobre las
que se fundó el primer matrimonio en el Huerto del Edén.
1. Dios hizo al hombre y a la mujer a su imagen.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre (humanidad) a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre
(humanidad) a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó” (1:26, 27).
En este versículo se usa el término “hombre” (Adam) de manera
genérica sin distinguir a las personas de su sexo. El término señala
al hombre y a la mujer. Veamos las enseñanzas en los versículos:
• Dios diseñó a los humanos como corona de la creación. El
salmista se maravillaba de esta acción divina: “Cuando veo
tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú
formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él
memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has
hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria
y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
todo lo pusiste debajo de sus pies…” (Salmos 8:3-6).
Los seres humanos, no somos animales, no somos
semejantes a las bestias, a los perros o las aves. Dios nos
diseñó como corona de la creación.
• Dios diseñó a los humanos a su imagen, conforme a su
semejanza. El teólogo Tomás de Aquino señalaba que la
“imagen de Dios” es la capacidad que tenemos para
relacionarnos con Dios. Un animal no puede relacionarse de
la misma manera, en un plano racional, emotivo y
voluntario. Solo los humanos somos “imagen creada de
Dios”. Capaces de pensar en Dios y de anhelar estar con Él.
Somos capaces de alcanzar la gracia de Dios. La imagen
de Dios son las cualidades propias de un ser espiritual; y, la
semejanza es ese deseo por trascender para estar con el
Eterno por siempre.
• El hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios,
conforme a su semejanza. El hombre y la mujer, son seres
distintos por su género (sexo) de la especie humana; hechos
con igual dignidad y capacidad. Tanto el hombre como la
mujer, fueron creados a la imagen de Dios (capaces de
pensar, amar y decidir), conforme a su semejanza (capaces
de recibir la gracia que los acerca a Dios). Las mujeres son
“coherederas de la gracia de la vida…” (1 Ped. 3:7).
Por supuesto, que el pecado a manchado esta imagen de Dios
en las personas. Aquí es donde Jesucristo hace posible la
restauración de la imagen de Dios y su consiguiente capacidad
para ser reconciliados, adoptados y santificados para Dios. El
matrimonio original, está en un ambiente de santidad y comunión
con Dios. Un Dios santo que se comunica con criaturas hechas a
su imagen capaces de relacionarse con Él de manera libre.
Cuando el hombre y/o la mujer tienen obstruida la imagen de
Dios en sus vidas, por causa del pecado; no tendrán plena
capacidad racional, emotiva y volitiva. Las cuales son muy
necesarias para el matrimonio pleno.

2. Dios hizo al hombre y a la mujer con propósito.


“… y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en
las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra
sobre la tierra… Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y
multiplicaos, llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces
del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se
mueven sobre la tierra.” (1:26-28).
No solo fuimos creados a imagen de Dios, conforme a su
semejanza; sino que, también, Dios nos dio un propósito. Así como
un arquitecto le coloca a su diseño belleza y funcionalidad, el
Arquitecto nos diseñó capaces de alcanzar el propósito. ¿En qué
consiste el propósito de Dios en los seres humanos?
• Señorear sobre la creación. Los humanos estamos dotados
de capacidades que pueden beneficiar y preservar el
orden natural. Cuidar la creación de Dios, es una tarea de
los seres humanos. La naturaleza no fue hecha a la imagen
de Dios; pero sí es testigo mudo de los atributos divinos: “Los
cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la
obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una
noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni
palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y
hasta el extremo del mundo sus palabras…” (Salmos 19:1-4).
• Ser bendecidos, para bendecir a la creación. Este propósito
requería la bendición de Dios. El Berakah de Dios, es esa
aprobación divina para prosperar en la tarea asignada.
Dios bendijo al hombre y a la mujer, en su diseño original,
para que tuviera la fuerza de cumplir con su propósito. Este
es el propósito humano, por el cual somos bendecidos.
• Producir familias con una base cultural santa. El propósito
está expresado en cinco acciones asignadas al hombre y la
mujer: Fructificar, multiplicar, llenar, sojuzgar y señorear.
Como veremos en otros estudios, el hombre y la mujer
fueron creados a imagen de Dios y con un propósito
bendecido; como un prototipo del que se generaría la
humanidad entera. Las facultades sexuales del hombre y la
mujer le posibilitan a una procreación ordenada, donde
hombre y mujer aportan no solo gametos, sino un alma
hecha a la imagen de Dios y propósito para la edificación
de una familia de bendición para toda la creación.
El pecado desvía el propósito de vida en el hombre y la mujer. La
vida pierde sentido, cuando estamos lejos de Dios. Pero en
Jesucristo, el hombre y la mujer reciben la vida y su sentido
verdadero. Ahora hay un entendimiento de quiénes somos y para
qué estamos en esta vida. Por la gracia de Jesús, podemos
entender que: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la
benevolencia de Jehová” (Prov. 18:22).
3. Dios hizo a un hombre y una mujer para complementarse.
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de
Edén, para que lo labrara y lo guardase.” (2:15)
Una vez hemos comprendido las primera dos bases teológicas
que anteceden al matrimonio, Génesis 2 nos presentará una
narración concreta de un hombre y una mujer
complementándose. En este versículo observamos los siguientes
detalles:
• Dios puso al hombre (Ish = varón) quien fue creado primero,
en el huerto del Edén. Lo colocó en un lugar específico.
• La tarea era labrar y guardar el huerto de Dios. Una tarea
complicadísima para una sola persona. Aún con su
capacidad, racional, emotiva y volitiva, no sería capaz de
cumplir efectivamente su propósito.
• El propósito de Dios es grande en cada persona. No
podemos cumplir el propósito solos.
“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré
ayuda idónea para él.” (2:18)
• De Dios proceden todas las buenas ideas. Fue Dios que
evaluó la soledad del hombre y la necesidad de compañía.
• Dios dijo que no era bueno para una persona estar sola. En
los siguientes versículos se describe cómo Adán fue
ayudado por aves y bestias del campo para poder labrar y
guardar el huerto. Aunque esto era ayuda para él, no era
ayuda idónea. Usted puede estar rodeado de amigos,
compañeros, mascotas o incluso tecnología… aunque todo
eso es una ayuda, nunca será una ayuda idónea.
• Dios ha pensado en una ayuda idónea. Esa ayuda es
alguien igual en dignidad y propósito. Un compañero de
yugo, que ponga inteligencia, emociones y voluntad para
poder alcanzar el propósito de Dios que compartiremos. El
propósito de Dios es posible con nuestra ayuda idónea.
“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y
mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne
en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre,
hizo a una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es
ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será
llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará
el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán
una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y
no se avergonzaban.” (2:21-25)
• Este es un maravilloso relato de diseño, orden y provisión. La
narración presenta a Dios como el gran diseñador de todo.
Adán es un receptor de la gracia divina. Adán fue
anestesiado por Dios; quien tomó una costilla (algunos
dicen que fue una costilla del lado izquierdo, cerca del
corazón… pero no lo sabemos). Ciertamente la mujer le da
al hombre la protección, como la que una costilla les da a
sus órganos vitales. Por eso la Biblia enseña que la esposa
debe recibir “honor… como a vaso más frágil” (1 Ped. 3:7);
frágil en el sentido de su alta estimación, por lo que
representa y aporta al matrimonio.
• Es un relato que expresa la complementariedad del esposo
y la esposa. La expresión de Adán al ver a Eva, fue una
declaración que ella era “carne de mi carne y hueso de mis
huesos”. Ella lo complementaba, sin ella no era posible
alcanzar el propósito.
• Es un relato que resalta la unidad de propósito. La belleza
del matrimonio está en la posibilidad de alcanzar el
propósito de vida, al construir los vínculos que les unirán toda
la vida. Los vínculos matrimoniales tomaban importancia
superior sobre los vínculos paternales. La intimidad que se
alcanza en el matrimonio es inigualable, están como
desnudos, el conocimiento mutuo es profundo. No había de
qué avergonzarse en esa desnudez, porque solo había
virtudes de alta estima que podían disfrutarse mutuamente.
“No es bueno que el hombre esté solo”, no es solo una máxima
biológica, psicológica o social; es una declaración divina.
Ciertamente, el hombre y la mujer no fueron creados para vivir
solos, intentando cumplir con su propósito de vida. Aunque
nacieron en familias distintas, Dios ha hecho a un hombre para
complementarse con una mujer. Hay misterio en el matrimonio,
hay voluntad divina, hay un plan que Dios ha creado.
CONCLUSIÓN:
El ser humano fue creado a imagen de Dios y con propósito. Este
propósito es tan grande para hacerse en soledad. Dios mismo nos
da ejemplo de comunidad en la Trinidad. Asimismo, el ser
humano que es imagen de Dios, no puede alcanzar la realización
personal, a menos que lo haga en la compañía de su cónyuge.
Siendo el matrimonio, la institución donde la persona puede
realizarse; es obvio las intenciones malignas para distorsionar los
beneficios de la vida conyugal. Seduciendo al hombre y la mujer
con una imagen de soltería en libertad sexual. Cuando la vida va
caducando, los individuos se ven frustrados al no ver logrados sus
sueños en la vida. Entonces todo carece de sentido.
Dios instituyó el matrimonio para cumplir nuestro propósito.
Cuidémoslo, valorémoslo y disfrutémoslo. Heredemos a las
nuevas generaciones una alta estimación de la vida matrimonial.
Procuremos que los matrimonios llenos de salud, formen familias
saludables. Esta era la visión de Dios en el Génesis, hombres y
mujeres unidas en matrimonio, disfrutando su propósito de vida.
El pecado dañó esa visión original; pero Jesucristo lo hace
posible. La visión de Dios, se hará realidad.

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