Está en la página 1de 6

JESÚS EL SANADOR

Lucas 8:26-56

Introducción:

Las causas de las enfermedades son distintas; algunas son por


una alimentación deficiente, otras por cansancio o estrés,
algunas por las condiciones insalubres del ambiente, también las
hay por causas genéticas, muchas tienen causa por pecados
directos y algunas por influencia demoniaca. Muchas causas,
pero con un denominador común: la condición de pecado. La
marca del pecado original nos hace propensos a las
enfermedades como una condición de sufrimiento humano, de
la que no podemos librarnos.

Teniendo una conexión directa la enfermedad y la condición de


pecado, una vez se elimine la condición del pecado tendría que
aliviarse el dolor de la enfermedad. Jesús vino a quitar la
condición que adquirimos por el pecado original. Jesús puede
aliviar cualquier enfermedad que aqueja nuestra vida. Cuando
decidimos confiar en Él, los beneficios de su sacrificio se aplican
a nuestra vida.

En este mensaje me referiré a una enseñanza cristiana que


presenta dificultades al razonamiento científico: la curación
milagrosa. Es una enseñanza que requiere fe en Jesús. Una
verdad que se defiende en este mensaje es JESÚS PUEDE SANAR
TODA ENFERMEDAD. Veamos algunos testimonios de curación
extrema, de diversas enfermedades, por la fe en Jesús.

1. Curación de un endemoniado.

La famosa historia del “endemoniado gadareno”, podría


encuadrar en un diagnóstico de Trastorno de Identidad
Discociativo (trastorno de personalidad múltiple). Terrible
enfermedad, imposible de curar a través de fármacos. Muy difícil
su tratamiento, además de largo y emocionalmente doloroso.
Este trastorno ocasiona que la persona sienta que está bajo el
control de dos o más identidades distintas, de forma alternativa.
Por esa razón aparece el tipo “posesión” y el de “no posesión”.

Este trastorno tiene muchas causas; pero la principal son las


experiencias de violencia física y sexual en la infancia.
Provocando que los niños tengan problemas para integrar una
identidad personal única. Lo cual en la edad adulta tendrá
problemas con la amnesia, olvidando grandes períodos de su
vida; también sufrirá el hablar y actúa como si algún ser le
poseyera. Así también, sufrirá depresión; esta le provocará incluso
el deseo de hacerse daño, abuso de sustancias, automutilación
y comportamiento suicida. Será atormentado por alucinaciones;
lo cual le llevará a esconderse de las personas.

En este caso, el médico Lucas señala que esto se debía a una


posesión demoniaca. El cuadro que sufría aquel pobre hombre
era terrible:

• “… no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros”


• “… le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las
cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos”

Jesús lo liberó de la enfermedad ocasionada por demonios. Los


cuales eran una “legión” (6 mil soldados de una legión romana).
Aquel hombre llegó a un estado imposible para todos:

• “Sentado a los pies de Jesús”. En una condición de


descanso, en total recuperación.
• “…vestido”. La condición de indignidad había sido cubierta;
aquella enfermedad vergonzosa había sido quitada.
• “… y en su cabal juicio”. Ahora su capacidad racional,
emotiva y volitiva se había recuperado.
El cierre de esta historia es hermoso. Aquel hombre que había
estado enfermo, no quería alejarse de Jesús; le rogó que “le
dejase estar con él”. A diferencia de aquellos que le rogaban que
“se marchase de ellos, pues tenían gran temor”.

Jesús tenía una misión para ese curado: “Vuélvete a tu casa, y


cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue,
publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho
Jesús con él”.

2. Curación de una niña enferma terminal.

El segundo testimonio es el de una niña de 12 años que estaba


muriendo. Una niña o adolescente que, en lo mejor de sus años,
la enfermedad la había atacado y estaba agonizando. Su padre,
se llamaba Jairo, el principal de la sinagoga. El cual llegó a Jesús
y se postró a sus pies, “le rogaba que entrase en su casa”.

Aquel hombre estaba angustiado, su hija única estaba grave. Sus


esperanzas se terminaban. La niña tenía doce años apenas; toda
una vida por delante, pero, en riesgo de terminar allí su vida.

Interrumpiré el relato de esta historia; porque en la escena se


introduce un nuevo caso de curación.

Cuando Jesús terminó de atender a aquella mujer enferma,


mientras Jesús todavía hablaba con ella, vino un mensajero de la
casa de Jairo a decirle:

• “Tu hija ha muerto”


• “… no molestes más al Maestro”.
• Pero Jesús le dijo: “No temas, cree solamente, y será salva”.

Un ambiente de tristeza, desesperanza e impotencia había


llenado la casa. “Y lloraban todos y hacían lamento por ella”. Por
esa razón Jesús debía activar la fe de aquellos racionales
objetivos, que solo podían ver lo que estaba ante sus ojos, pero
no más allá de su visión material. Allí estaba Jesús, el sanador.
Jesús realiza la siguiente acción:

• “No dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a


Juan, y al padre y a la madre de la niña”.
• “… él dijo: no lloréis; no está muerta, sino que duerme”
• “… tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha,
levántate”.

Cuando Jesús dio la orden a la muchacha la Biblia dice:


“Entonces el espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él
mandó que se le diese de comer. Y sus padres estaban atónitos,
pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido”
(v. 55-56).

3. Curación de una mujer con flujo de sangre.

Jesús aceptó ir a la casa de Jairo. Mientras iban de camino, “la


multitud le oprimía”. La gente lo esperaba en la ciudad con gozo,
sabían que Jesús los bendeciría en aquel contexto triste.

Dentro de esa multitud que le apretaba, apareció otra mujer


enferma. A diferencia de la muchacha de 12 años que moría en
casa de Jairo, esta nueva mujer en escena también tenía 12 años
de sufrir una terrible enfermedad, que Lucas llama: “flujo de
sangre” (lat. Hemorroísa). Era una mujer sin nombre, considerada
“inmunda” por la sociedad de ese entonces (según la ley
mosaica en Levítico 15:19-33); la cual había perdido por su
enfermedad todo derecho a convivir con la sociedad y
participar del culto a Dios.

Posiblemente sufría de una “menorragia”; la cual se pudo haber


ocasionado por distintas causas: desequilibrio hormonal
(estrógeno-progesterona), por ovarios poliquísticos, problemas
de tiroides, disfunción de ovarios, fibromas uterinos, pólipos o
incluso cáncer; quizá algún trastorno hemorrágico heredado.
Hay urgencias donde el diagnóstico es pérdida de tiempo; el
tiempo se le acababa a esa mujer.

¡Es ahora o nunca! 12 años de padecer esa enfermedad, en los


cuales “había gastado todo cuanto tenía, y por ninguno había
podido ser curada…” (“había sufrido mucho de muchos
médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había
aprovechado, antes le iba peor” Marcos 5:26).

Veamos la acción de fe de esta mujer atribulada:

• “Se le acercó por detrás”; nadie debía notar que ella


estaba allí.
• “… y tocó el borde de su manto”; en un acto de fe, no
esperaba que Jesús pusiera su mano sobre ella, no podía
presentarse ante Jesús y postrarse como Jairo; era
demasiado vergonzoso declararle a Jesús su padecimiento.
• “… y al instante se detuvo el flujo de su sangre”; su acción
de fe generó un milagro que la ciencia no había podido
curar. Hay casos que no es culpa de los médicos,
sencillamente son imposibles; son momentos solo para Dios.

Jesús quiere atender personalmente a esta mujer. Así lanza una


pregunta “absurda” para los discípulos: ¿Quién es el que me ha
tocado? Esta pregunta generó lo siguiente:

• Los discípulos le respondieron negando haberlo hecho.


Pedro le señala lo absurdo de su pregunta, estando en una
situación donde la multitud le apretaba… cualquiera pudo
haber sido, no solo uno, muchos le tocaban.
• Pero aquel toque que recibió Jesús era un toque distinto, era
de alguien necesitado de su poder. Jesús sabía quién era;
pero deseaba evidenciar y dignificar a aquella mujer
avergonzada.
• “Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado
oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró
delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado,
y cómo al instante había sido sanada” (v. 47).

Jesús interrumpe su visita a la casa de Jairo, intencionalmente


para que entendamos que cada persona para Jesús es
importante. Los que tienen nombre, como los que no tienen, los
queridos como los rechazados, los que pueden adorar y los que
no se atreven; cada uno encuentra en Jesús su atención.

Imagino a Jesús, con una sonrisa diciéndole: “Hija, tu fe te ha


salvado; ve en paz” (v. 48)

Conclusión:

En este mensaje hemos observado tres casos distintos de


enfermedad; con un denominador común: el pecado original.
Por el hecho de ser seres humanos tenemos una condición
vulnerable, la cual nos expone a las enfermedades. El primer
caso, presenta una enfermedad ocasionada por demonios. En el
segundo, una enfermedad infantil que había matado a una niña
de doce años. En el tercero, un caso típico de enfermedad
donde la ciencia está limitada.

Dios ha dejado la ciencia médica para nuestra ayuda. Pero hay


casos que requieren una intervención divina. Es allí donde Dios se
acerca, viene a buscarnos, para sanarnos; Jesús es nuestro
sanador, él puede sanar toda enfermedad. No importa si es una
enfermedad mental, física, crónica, de cualquier clase; aún si el
diagnóstico le ha desahuciado. Jesús puede sanarle.

Deje ahora por el poder de la oración que Jesús le libere. Extienda


su mano para tocar el borde del manto de Jesús. Escuche la voz
de Jesús que le dice: ¡Levántate! Reciba sanidad hoy en el
nombre de Jesús.

También podría gustarte