Lucas 5:1-26 Por Luis Fernando Zabaleta Domingo 2 de mayo de 2021 Introducción:
Algunas personas piensan de Jesús que fue un iluminado más. Un
hombre que pensó una filosofía de vida, como muchos otros. Creen que Jesús fue una buena persona y nada más. Pero hay evidencias que sugieren que Él fue más que un simple humano con buenas intenciones. Jesús transformó la historia de la humanidad en un antes y después de Él.
Este hecho macro histórico, también puede ser afirmado por el
testimonio particular de millones de personas, que a través de generaciones han sido transformadas por Jesús. Tomando como base tres historias que registró en su investigación rigurosa el médico Lucas; conoceremos tres testimonios de transformación.
Usted tendrá que llegar a conclusiones propias. Intentaré
demostrar que LA PERSONA QUE SE ENCUENTRA CON JESÚS ES TRANSFORMADA. La palabra transformación implica una metamorfosis; algo que carecía de belleza y realización, siendo transformado para adquirirlo. Tres historias que marcan la diferencia de un pasado miserable y un futuro transformado poderosamente; todo por el encuentro con Jesús.
1. Una persona emprendedora fracasada.
Este es el testimonio de un hombre que había montado junto al
mar de Galilea, una pequeña empresa familiar de pesca. Quizá fue una empresa sostenida en una tradición de pescadores, en una ciudad con cultura de pesca. Era la mejor forma de subsistir en aquel lugar y época, una empresa basada en los principios de emprendimiento de los mejores gurús de los negocios. Simón era el nombre de aquel soñador, aquel emprendedor comprometido a hacer prosperar su negocio. La historia indica que una mañana, ese Simón tendría un encuentro con Jesús y todo cambiaría.
• Mucha gente llegó a esa zona de pescadores, nada
habitual (v. 1). Llevaban el propósito de escuchar a Jesús. • Jesús aprovechó el recurso disponible, justamente eran las dos barcas vacías, con que Simón había emprendido su empresa (v. 2). • Simón vio que no tenía nada de malo, que Jesús usara una de sus barcas, para que predicara la Palabra de Dios (v. 3). Llevó su barca un poco adentro del agua para que Jesús se dirigiera a la multitud, mientras él continuaba en sus tareas. • Ese favor hecho a Jesús no se quedaría sin recompensa (estamos hablando con un emprendedor que sabe de negocios). Jesús le pide un acto de fe: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (v. 4). La respuesta de Simón es ambigua: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…” (v. 5). Quizá fue una aclaración dicha a Jesús, de quién Simón supuso que no sabría nada de la complicada ciencia y arte de pescar. Pero aún así, añadió: “… mas en tu palabra echaré la red” (v. 5). Comprometido con su empresa, no quiso desaprovechar aquella palabra de buena suerte, aquella buena vibra que sintió de aquel maestro, algo en su corazón decía tendrás recompensa. • Simón obedeció lo que Jesús le indicó. Se fue mar adentro y fue así que “encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía” (v. 6). Aquella empresa no estaba preparada para recibir la bendición de Dios, nadie lo está. • La empresa de Simón fue transformada, de ser una empresa vacía a llevarse al límite de su producción total. Sus barcas casi se hundían por la sobre pesca (v. 7). • Ya había una empresa transformada; pero, ¿qué sería del dueño? La historia indica que Simón también fue transformado; “Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (v. 8). Aquella pesca milagrosa había dado a Pedro una revelación de quién era Jesús. Pedro evaluó su capacidad sin Jesús y la comparó en la que había adquirido con Jesús. Fue fácil la conclusión: soy hombre pecador. • Jesús le explicó la razón de esa revelación. Jesús quería hacer de Simón un hombre con propósito; que su capacidad como emprendedor la llevara a un plano más importante para su vida: hacer un bien para el mundo. • Simón entendió que si caminaba con Jesús su vida encontraría todo aquello por lo que luchaba sin éxito. Así que al llegar a tierra “dejándolo todo, le siguieron” (v. 11).
Simón no se quedó perdido con aquella sobreproducción; como
hombre de negocio reconoció la fuente de su éxito y aceptó que, si caminaba con Jesús, de seguro que su vida sería abundante en todo sentido. Simón no estaba equivocado al dejarlo todo por Jesús; que al final solo eran barcas vacías.
2. Una persona estigmatizada.
En esta segunda historia el personaje es un leproso estigmatizado
por la sociedad. La ley decía que un enfermo de lepra tenía el estigma de un inmundo. Uno que había perdido su dignidad como humano. Según la ley, el leproso “llevará sus vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo! Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada” (Lev. 13:45-46).
Aquel hombre estaba marcado por el estigma de la
enfermedad. Una enfermedad incurable, común en la época de Jesús. Dicha enfermedad no podía ocultarse, todo mundo la notaba, causaba vergüenza y sumergía al enfermo a la indiferencia social. Pero, como hemos afirmado, la persona que se encuentra con Jesús es transformada. Este hombre marcado en la sociedad, se encontraría con Jesús y todo sería distinto.
• En vez de aceptar el estigma social, de alejarse de las
personas; este leproso cansado de su condición de vergüenza y deshonra, sabiendo que una sola llaga le estigmatizaba, llegó hasta donde estaba Jesús y “se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme” (v. 12). Esta fue una petición que no cuestionaba el poder de Dios. Pero, en el corazón del estigmatizado había dudas de la misericordia de Jesús. • Un hombre acostumbrado a los desprecios, se preguntaba si Jesús lo despreciaría. Este hombre no solo recibiría lo que pedía sino algo mucho más grande. Postrado con el rostro en tierra, de pronto sintió lo que ya había olvidado: ser tocado. La historia dice que Jesús “extendiendo… la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él” (v. 13). • Aquella transformación debía quedar en evidencia. Jesús le dijo que fuera ante los representantes de esa sociedad cautiva por el miedo, que estigmatizaba; para dejar constancia de su transformación. Ya no le tendrían miedo a aquel ex leproso; podía ser reinsertado a la sociedad, su llaga había sido limpiada. Aquel ex leproso miserable, ahora podía entrar al templo a ofrecer a Dios la ofrenda de gratitud por la purificación (Lev. 14:1-32). • Todo le parecía nuevo, era una nueva vida a la que se tenía que ir acostumbrando poco a poco. Antes era un hombre estigmatizado por la lepra, escondido y lejos de la sociedad; pero por Jesús, fue dignificado y se le quitó la vergüenza. Este es el mismo testimonio de hombres y mujeres estigmatizadas. A quienes la lepra del pecado les marcó la vida. Un hombre que ha sufrido el estigma de la homosexualidad, una madre soltera que aún se avergüenza de sus decisiones, una madre que ha sido abandonada por un esposo infiel, un hombre que las drogas le llevaron a deshonrar a su familia… marcas que nos han puesto una etiqueta que dice: ¡Inmundo!
Jesús se acerca, nos toca y nos dice: si tú quieres que te limpie,
yo puedo y quiero limpiar tus llagas. Yo puedo y quiero transformarte la vida.
3. Una persona imposibilitada.
La última historia que presento como evidencia de la
transformación que experimenta para bien, todo aquel que se encuentra con Jesús, es la de un hombre paralítico (quizá dipléjico). Uno que no podía valerse por sí mismo, que necesitaba de la ayuda de otros para poder tener el encuentro con Jesús y así experimentar la transformación.
• Ahora Jesús está en una casa. La casa es un lugar íntimo,
no es un espacio público, a una casa solo se llega con invitación. En esa casa solo había gente exclusiva: religiosos expertos (v. 17). Un sistema que obstaculiza las puertas de la casa para que otros puedan entrar. • La historia relata que Jesús estaba enseñando, “y el poder del Señor estaba con él para sanar”. Así que, Jesús estaba listo para evidenciar el poder de su enseñanza con milagros y sanidades. • En la historia se cuenta de unos hombres que “traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él” (v. 18). Pero la multitud se los impedía. Ese pobre hombre enfermo, no podía valerse por sí mismo; era una carga para otros. • Aquellos cuatro hombres idearon un plan: “subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús” (v. 19). Estos cuatro no aceptarían un “no” por respuesta; casi como aquella madre o padre que ora por sus hijos y constantemente insiste en decir: “Hijo, estoy orando por ti para que Dios te cambie la vida”. Aunque el paralítico quiera, no puede… debe ser ayudado. • Jesús no se fijó primero en el paralítico, sino en la fe de aquellos cuatro hombres (v. 20); quienes estuvieron dispuestos a asumir consecuencias con tal de ver a aquel inválido ser transformado. Por esa fe, Jesús le dijo al inválido: “Hombre tus pecados te son perdonados”. En este caso, hay una conexión entre pecado e invalidez. Esa incapacidad de valerse por sí mimo, de cambiar su vida por sí mismo, es producto de vivir en pecado. Solo Jesús puede perdonar pecados. • Aquellos hombres que obstaculizaban la entrada a los enfermos dijeron: “¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (v. 21). Entonces Jesús dio una importante lección: Cuando Jesús perdona los pecados, también se cura la invalidez. Aquello que era imposible hacer, con Jesús es posible. Dirigiéndose al paralítico, le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios” (vv. 24-25). • Aquel “bueno para nada” ahora sirvió para que todos dieran gloria a Dios: “Y todos sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor; decían: Hoy hemos visto maravillas” (v. 26).
Quizá usted con sus fuerzas no ha podido hacer un cambio
significativo en su paralizada vida. Pero, usted tiene a personas que le están ayudando, la mejor ayuda no es que le carguen; sino que le lleven a Jesús. Las personas que se encuentran con Jesús son transformadas. Ese encuentro le permitirá hacer lo que antes no podía (ir a la iglesia, tener fe, amar, perdonar, etc.); le quitará la vergüenza de ser una carga para sus padres y sociedad. Le hará un hombre que puede valerse por sí mismo y con una perspectiva distinta de Dios.
Conclusión:
Jesús se encontró en tres escenarios distintos con tres personas
distintas con problemas distintos. Un emprendedor fracasado fue transformado junto al mar; un estigmatizado fue transformado en una ciudad con leyes deshumanizantes; y, un paralítico fue transformado dentro de una casa donde no fue invitado.
No importa cuál sea el problema de la gente; si la persona se
encuentra con Jesús es transformada. Esa transformación es para bien, Dios restablece los sueños que se van olvidando; limpia los estigmas adquiridos en el pasado; y, devuelve la capacidad de valerse por sí mismo, de disfrutar de su libre albedrío.
Es fácil llegar a una conclusión; si usted no se ha encontrado con
Jesús tiene tres opciones: fracaso, estigma e invalidez. Pero, si desea abandonar esa vida escasa, para ser transformado a una vida abundante, Jesús puede hacerlo. Él le dice hoy “haz las cosas a mi manera y te irá bien”. Jesús desea tocarle, para que usted entienda que Él no es como le han contado, Él es todo lo que usted ha deseado. Si usted ya se resignó a que no podrá cambiar su vida jamás, recuerde que mucha gente ora por usted y desean verle feliz; más de alguna persona le ha dicho “prueba con Jesús”, Él perdonará su pecado y la habilitará de nuevo.
¿Quiere usted ser transformado? Hoy puede encontrarse con
Seguidor: Renunciar a mí mismo y seguir a Jesús para vivir el discipulado radical y la obediencia a Cristo. Experimentar una vida de fe radical y entrega total a Dios
Analizando la Enseñanza del Trabajo en Eclesiastés: "El Trabajo Duro Bajo el Sol", Las Lecciones de Eclesiastés: La Enseñanza del Trabajo en la Biblia, #13