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LA REALIDAD Y LA EXISTENCIA

aproximaciones y propuestas para entender el mundo


(texto preliminar)

Aureliano Castillo León

0.- Introducción

Desde hace milenios, el pensamiento humano se ha preguntado por el mundo


en el que vivimos. ¿De qué se compone? ¿Cuáles son sus cualidades? ¿Cómo
se relacionan todos los objetos y seres que lo habitan? La realidad y la
existencia son dos modos en los que hemos aprendido a dar cuenta de nuestro
mundo, pero —cotidianamente —solemos considerar ambos términos como
sinónimos intercambiables, o casi. Y esto no es necesariamente así.

Es importante plantearnos ciertas distinciones que nos ayuden a clarificar que


realidad y existencia son términos que no refieren necesariamente a lo mismo;
es decir, que el hecho de que algo sea real no implica de manera necesaria que
ese algo exista… y viceversa, que el hecho de que algo pueda existir no
implica necesariamente que sea real. Esta distinción es crucial para ganar una
mayor comprensión de nuestra forma de relacionarnos con el mundo.

1.- La Experiencia y el Fenómeno

Comencemos poniendo sobre la mesa el campo de juegos, el tablero común en


el que nos movemos todos: la experiencia. Entendamos por experiencia el
conjunto de todo lo que vivimos, percibimos, pensamos, etc., y, por fenómeno,
cada una de las cosas que se nos presentan en ella, cada una de las cosas que
percibimos: la materialidad de los objetos, por ejemplo, es un fenómeno; el
color, o la luz, los sabores, etc. Una manera sencilla de ponerlo es que la
experiencia es nuestro acercamiento al mundo y el fenómeno es el modo en el
que el mundo se nos presenta.

Y aquí es dónde surgen las preguntas: ¿Si mi experiencia es mi acercamiento


al mundo, y en ese mundo sé que hay otros sujetos que —como yo —
experimentan, qué nos asegura que lo que estamos experimentando es lo
mismo? En otras palabras, ¿cómo podemos saber que tenemos una experiencia
común, que los fenómenos que percibimos son los mismos?

Históricamente se han respondido estas preguntas de dos maneras. A la


primera manera, que es la más común, le llamaremos Realismo Trascendental
y es la siguiente: Las cosas que experimentamos están puestas en el mundo
aún cuando nadie las esté experimentando; de modo que si en este momento la
humanidad entera desapareciera por arte de magia, el universo se quedaría
exactamente igual que un instante antes, pero sin nosotros. La computadora en
la que escribo esto, las paredes que ahora mismo forman mi casa, el suelo que
estoy pisando… todo seguiría aquí, sólo que ya no habría nadie para
experimentarlo.

La segunda respuesta, a la que llamaremos Idealismo Trascendental, es un


poco más complicada —y menos aceptada entre la mayoría de la gente. El
Idealismo Trascendental nos dice lo siguiente: no sabemos que hay más allá
de la experiencia, y no sólo no lo sabemos, sino que no podemos saberlo. Al
ser sujetos que experimentan, estamos siempre limitados por esa misma
experiencia, de modo que —si bien puedo estar seguro de que mi
computadora está delante de mí en este momento —no puedo estar tan seguro
de que, cuando nadie esté aquí para experimentarla, mi computadora seguirá
estando… y lo mismo con el resto del mundo.
Ahora bien, es importante resaltar que no dije que cuando yo no esté aquí para
experimentarla, sino más bien, cuando nadie esté aquí para experimentarla.
Esto se debe a que el Idealismo Trascendental reconoce que si yo no estoy
pero, por ejemplo, mi mamá (o cualquier otro sujeto humano) sí está, la
computadora no va simplemente a desaparecer. Esto quiere decir que todos los
sujetos humanos (que me incluyen a mí y a mi mamá) tenemos una
experiencia común: si ponemos a cualquiera en mi lugar, va a experimentar mi
computadora.

Sin embargo, esa experiencia común, según el Idealismo Trascendental, no


depende de cómo sea el mundo, de qué haya o no haya en él (recordemos que
según esta versión de las cosas no podemos estar seguros de qué es lo que hay
en el mundo). Más bien, para el Idealismo Trascendental, el hecho de que
tengamos una experiencia común depende de cómo son los sujetos que
experimentan. Es decir, para el Idealismo Trascendental, lo que permite que
podamos incluso hablar de un mundo, no es que dicho mundo exista tal como
lo experimentamos, sino que es real para todos nosotros, gracias a nuestro
propio modo de ser, gracias a cómo es que experimentamos.

2.- La Existencia

Ahora bien, ¿qué entendemos cotidianamente por existencia? Normalmente,


consideramos que algo existe cuando es algo que podamos experimentar
materialmente; es decir, algo que aparece en la dimensión material de nuestra
experiencia. La computadora en la que escribo, por ejemplo, es algo que
existe: aparece en mi experiencia sin que yo haga nada para que ese aparecer
suceda. A esta manera de entender la existencia vamos a llamarle existencia
relativa. Las cosas que aparecen en el mundo que nos rodea existen en
relación con nuestra experiencia de ese mundo.
Sin duda, la existencia relativa del mundo (o, en otras palabras, el hecho de
que el mundo aparece ante nosotros sin que hagamos nada para que ello
suceda) no es problemática. Es más, puede trascender el nivel material: puedo
afirmar que una idea existe relativamente en la medida en la que se expresa en
mi mente, o puedo decir que el lenguaje existe relativamente en la medida en
la que está presente en nuestra experiencia cotidiana.

Hay, sin embargo, otro sentido de existencia que sí es problemático y que es el


que da fundamento a la postura que hemos llamado Realismo Trascendental
en la sección 1. Llamaremos existencia absoluta a este segundo sentido en el
que entendemos cotidianamente la existencia.

La existencia absoluta es la cualidad que consideramos que tiene el mundo


mismo (y todos los objetos que están en él) cuando pensamos que dichos
objetos (y el mundo mismo) permanecerían idénticos al modo en el que
aparecen en la experiencia humana aun si no hubiera un solo sujeto humano
que los experimentara.

En otras palabras, la existencia absoluta proviene de la creencia de que el


mundo —tal como lo percibimos —está puesto tal cual ahí, afuera de nuestra
experiencia. De ahí viene la palabra existencia: ex es un prefijo que indica
exterioridad, y la raíz de la que proviene el resto de la palabra (sistencia)
significa estar puesto. Con esa raíz se construyen, por ejemplo, los vocablos
sub-sistencia (estar puesto por debajo), re-sistencia (estar puesto de nuevo),
per-sistencia (mantenerse puesto).

La razón por la que sostener la existencia absoluta del mundo es problemático


radica en que, al estar limitados por nuestra propia experiencia, no podemos
afirmar ni negar nada de lo que quede fuera de ella. Regresando a mi
computadora, puedo afirmar que la estoy experimentando, pero ¿cómo podría
afirmar o negar que existe de manera absoluta (es decir, de manera
absolutamente independiente al hecho de que está siendo experimentada por
mí, o por cualquiera, en este momento)?

3.- La Realidad

Por su parte, el término realidad también tiene dos sentidos que es importante
distinguir, porque muchas veces no nos damos cuenta claramente del modo en
que los usamos en nuestro lenguaje cotidiano.

En primer lugar, realidad señala a una cualidad que tienen las cosas, la de ser
reales; en este sentido, la realidad es, pues, la cualidad de ser real. La realidad
de mi computadora es aquello que la hace ser real. Ya hablaré de esto más a
detalle en un momento.

El otro sentido de la palabra realidad entra en juego cuando la usamos para


nombrar al conjunto de todo lo real. Cuando decimos cosas como la siguiente:
“la realidad que nos rodea…”, estamos haciendo uso de ese segundo sentido
de la palabra realidad.

A partir de ahora, llamémosle realidad (α [alfa]) al uso del término que


designa la cualidad de ser real (la realidad de algo), y realidad (β [beta]) al
segundo sentido, en cuyo uso el término designa al conjunto de todo lo real.

Es ese segundo sentido de realidad, la realidad (β), el que le da nombre al


Realismo Trascendental cuando se usa en conjunto con la creencia en la
existencia absoluta del mundo. Si el mundo que experimentamos existe
absolutamente y nuestra experiencia de él no es más que el proceso por medio
del cual lo percibimos, entonces ese mundo que existe absolutamente
constituye toda la realidad (β).
Para el Realismo Trascendental, realidad (β) y mundo son la misma cosa y,
además, lo que hace posible que los seres humanos experimentemos el mundo
es justamente el hecho de que éste existe absolutamente, de modo que, para el
Realismo Trascendental, la realidad (α) del mundo —lo que hace que el
mundo sea real —es, precisamente, la existencia absoluta del mundo mismo.

Para lograr comprender esto a cabalidad, es necesario hacer un breve repaso


del origen de la palabra realidad. En latín, la palabra res significaba cosa, y la
realidad en ese sentido designa a la cualidad de ser una cosa, lo que hace a
algo ser una cosa. Dicho de otro modo, tomando en cuenta la etimología de la
palabra, hablar de la realidad (α) de algo es hablar de su coseidad, de lo que
hace a ese algo ser una cosa, una res.

Volviendo a lo que decía hace un momento, para el Realismo Trascendental,


lo que hace a las cosas ser cosas es su existencia absoluta.

Podemos ver con claridad ahora de dónde viene el hecho de que muchas veces
pensemos a la realidad y a la existencia como sinónimos intercambiables. Sin
embargo, he dicho ya que sostener la existencia absoluta de lo que sea es
problemático porque no tenemos manera de salirnos de nuestra experiencia
para constatar que es lo que hay (o lo que no hay) fuera de la misma, de modo
que se abre una nueva interrogante:

¿Qué alternativa queda, además de la existencia absoluta, para dar cuenta de


la realidad (α) del mundo? O, en otras palabras, ¿qué más puede hacer a las
cosas ser reales, ser cosas, si descartamos su existencia absoluta?

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